Lorenzo Arribas, Josemi. “Los quintos, el papel de la tradición, y otras consideraciones (im)pertinentes, con un libro de la Fundación Joaquín Díaz de fondo”. Culturas Populares. Revista Electrónica 8 (enero-junio 2009).

http://www.culturaspopulares.org/textos8/articulos/lorenzo.htm

 

ISSN: 1886-5623

 

 

 

Los quintos, el papel de la tradición, y otras consideraciones

(im)pertinentes, con un libro de la Fundación Joaquín Díaz de fondo

 

 

Josemi Lorenzo Arribas

Fundación Duques de Soria

 

Resumen

La publicación del libro Los quintos, compilación de investigaciones de varios especialistas, sirve de excusa para reflexionar sobre el papel de la tradición y los cambios operados en la sociedad española en las últimas dos décadas, que dieron como resultado la suspensión del Servicio Militar Obligatorio después de una intensa campaña de movilización social, especialmente juvenil, en torno a la campaña llamada Insumisión.

Palabras clave: quintas, milicia, ritos de paso, insumisión, conscripción

 

Abstract

The publication of the book Los quintos (The conscripts), which gathers articles written by several ethnographers and specialists, provides an excuse for analysing the role of tradition and change in Spanish society during the last two decades. One of the consequences of such changes was the cancellation of obligatory military conscription, after some intense campaigns of protest and civil disobedience, particularly by the Spanish youth.

Keywords: Recruit, Conscription, Army, Rites of Passage, Disobedience.

 

 

U

na persona joven, criada en un ambiente urbano, que camine por uno de esos pueblos de España y se tope con un frontón o paredón principal donde lea “Vivan los quintos del...” más una cifra correspondiente a un año, quizá no sepa a qué se refiere el vítor, la pintada. El asombro de esta/e joven puede ser mayor por haber visto, también descolorida, en su ciudad, una pintada antigua que rezaba “Quintos sí... pero de cerveza”. ¿Se trataría de los mismos quintos? Pequeño rompecabezas que puede ser resuelto con una sencilla pregunta a una persona unos pocos años mayor que ella. Parece mentira cómo la aceleración de la vida actual ha arrastrado al olvido (otra cosa es que sociológica o políticamente nos parezca que sea para bien o para mal) una realidad omnipresente en todos los hogares españoles en los dos últimos siglos. Realmente, hay pautas que sirven como barómetro para calibrar los avances de una sociedad, y la desaparición de ciertas instituciones es un buen indicativo.

 

 

Pintadas de diferentes quintas de quintos en el frontón de Prádena de la Sierra (Segovia)

 

 

Bajo el escueto título de Los quintos se recogen, en el libro que sirve de acicate para estas páginas, una serie de cuatro estudios introductorios a la Exposición que, bajo el mismo nombre, se pudo ver en 2002 en Urueña (Valladolid), para dar cuenta de las principales conexiones populares que el reclutamiento militar ha tenido en la sociedad española. El Catálogo de dicha Exposición completa las páginas de este volumen[1]. En ellas, no sólo se responden las preguntas iniciales, sino que nos introducimos en un buen racimo de la miríada de expresiones culturales que la conscripción produjo en nuestro país. Por si ese/a joven al que aludía al principio necesitara la aclaración, “quinta”, y “quinto” son palabras que provienen directamente de las homónimas latinas, un adjetivo ordinal (la/el que sigue a la cuarta) que se sustantivizó en sus dos géneros gramaticales a raíz del procedimiento arbitrado desde 1704, con precedentes en el siglo anterior, para cumplir el Servicio Militar: tenían obligación de cumplirlo uno de cada cinco jóvenes varones en edad militar, y de ahí la denominación[2].

Los cuatro artículos, encargado cada uno a distintos especialistas, tienen distintos enfoques: antropológico en “Las sociedades de quintos: su vinculación con los ritos de paso y con el ciclo festivo español”, a cargo de Consolación González y Pablo González-Pola); filológico, mezclando las manifestaciones cultas y populares, en el caso del ensayo de José Manuel Pedrosa, “Las canciones de quintos: evolución, poética, sociología”; e histórico en las dos últimas aportaciones: “¡Vivan los quintos! Llegar a ser quinto en la sociedad tradicional”, redactado por Cristina Borreguero, y “Ritos y rituales cuarteleros”, firmado por Fernando Puell.

El Catálogo recoge, en una veintena de muestras, expedientes individuales de mozos de reemplazo, reglamentos, libros de alistamiento, instrumentos para el sorteo (incluyendo un precioso bombo de madera conservado en la propia Fundación Joaquín Díaz), armazones para las carreras de cintas, cascos, medallas, emblemas, divisas, canutos de licencia, utillaje cuartelero y algún objeto más en relación con este tema. Desgraciadamente, aparece apenas su descripción, fotografía y la Colección o depósito del que proceden, habiendo merecido algunas palabras más que explicaran algo de tales objetos, su fecha de uso aproximada, y el contexto para el que sirvieron, o unas llamadas en los respectivos artículos previos cuando se alude a ellos, mediata o, a veces, directamente.

La suspensión (que no abolición, como tradicionalmente se confunde) del Servicio Militar Obligatorio en España está de trasfondo en la conveniencia de tratar un tema que, como se insiste por parte de los distintos autores, no está adecuadamente sistematizado en ninguna de sus vertientes (p. 56). En este sentido, habría que añadir que el gran caudal de literatura historiográfica militar no ha tratado este particular como se merece. El año 2002 fue el primer año sin mili (p. 39), aprovechándose la coyuntura para dedicarle un libro a esta figura, los quintos, que tiene todos los visos de pasar a los diccionarios históricos[3].

Uno de los ejes que vertebran las cien páginas de texto que preceden a este Catálogo insiste en la condición de rito de paso que el Servicio Militar ha tenido en la sociedad española, por más que los paralelismos sean prácticamente universales, como el primero de los capítulos detalla. Dejando atrás las polémicas sobre si ciertas festividades asociadas a los quintos son reminiscencias de costumbres precristianas o, precisamente, rituales asociados a la moral, o son, en última instancia, ritos de fertilidad o fecundidad, parece obvio que, en cuanto rito de tránsito, lo que se construye es la virilidad, reformulada por un Estado centralista en construcción a favor de sus intereses conscriptorios. Al contrario que la feminidad, que tiene una marca fisiológica obvia cuando llega la primera menstruación, y sin embargo queda en la intimidad más absoluta, careciendo de valencia social (no hay rito); el paso de niño-hombre viene acompañado de uno de los ciclos rituales más visibles, públicos y publicitados (hogueras, levantamiento de mayos, corridas de gallos, cantos de ronda, comidas de confraternización, confección de peleles, indumentaria específica, composición de versos para cantar, colecta de productos para los quintos...) de los que cuenta la sociedad, excluyendo los religiosos. Una pena que desde un punto de vista antropológico no se insista en este hecho y en sus consecuencias, así como en el carácter intracomunitario, casi íntimo, que estas celebraciones tienen en comparación con otras del calendario festivo, así como la distinta consideración que cobran para las respectivas sociedades, como algunos estudios han puesto de manifiesto comparando casos de Portugal y de España[4].

Como no podía ser menos, las guerras coloniales y el enorme sufrimiento y coste que provocó en las clases más humildes de la población (la inmensa mayoría, por tanto), hacen su aparición cadenciada también en todas las contribuciones. La inmensa sangría a la que estuvo sometida la población durante décadas dejó una huella indeleble en la cultura hispana. La unión de varias disciplinas en las que son especialistas los autores de los capítulos nos permite entender que la cancioncilla de Talaván (Cáceres) que comienza (p. 21):

 

Si te toca te jodes

que te tienes que ir

que tu madre no tiene

seis mil reales p’a ti.

 

se refería, en perfecta coherencia histórica, al precio que costaba redimir a un quinto según la Ley de 25 de marzo de 1869, que la rebajó en dos mil (p. 76).

Si los quintos y la conscripción pueden rastrearse desde los comienzos del siglo XVIII, la milicia, desgraciadamente, ha sido una realidad implementada desde los tiempos más remotos, y fruto de ella son los versos del cantar que inspiraron, por ejemplo, a Juan Álvarez Gato en el siglo XV: Agora es tiempo de ganar / buena soldada, precedente de las modernas canciones de quintos, al igual que las famosas seguidillas que cantaba el mozo quijotesco (II:24). En las fuentes escritas del siglo XIX distintas zarzuelas dejaron muestra de la importancia de este hecho en una centuria muy dura para la población española, así como el cancionero popular, que aherrojó distintos patrones formulísticos que acogieron distintas letras (“Ya se van los quintos, madre...”; “Los quintos de hogaño...”), todas alusivas a la conscripción obligatoria. Éstas y otras referencias a quintos en la literatura y en la cultura popular se hallan en el artículo de José Manuel Pedrosa, tan exhaustivo en referencias bibliográficas como suelen ser los de este autor. A sus referencias se deben añadir algunas posteriores a la publicación del libro, con el objeto de presentar un panorama lo más amplio posible para quienes tengan interés en profundizar en esta cuestión[5].

En el debe de la publicación, que por formato y vocación no puede ser exhaustiva, se sitúa el tratamiento de las mujeres. Es una lástima que no haya una perspectiva de género presente para resaltar, casi de manera metafórica, el papel que las mujeres han cumplido en torno a esta realidad, que viene a ser un trasunto del rol que han debido ocupar en la sociedad, ya que aparecen numerosas veces en todos los artículos (pp. 33, 35, 52, 54, 90). Si parece claro que uno de los bastiones de la sociedad patriarcal occidental han sido precisamente sus Ejércitos, en la relación que las mujeres hayan tenido con ellos podrá verse, a escala y de manera menos sutil, cuál era el lugar que el imaginario androcéntrico pretendía reservarles. Tales mujeres aparecen, no casualmente, en su función de novias, madres y hermanas (tener descendencia o estar casado era eximente de ser alistado), siempre en una situación, en el mejor de los casos subsidiaria, y dependiendo absolutamente del ritmo masculino para modelar sus conductas (se citan las “fiestas de apolonias” que se celebran en algunas partes de la provincia de Lérida, subrayando el papel subordinado de las mujeres). Cierto es, por otra parte, que la participación en la milicia ha sido una de las razones aducidas tradicionalmente para justificar, por parte de las ideologías más reaccionarias, el régimen de privilegios masculino con respecto al femenino. Pero ya se levantaban voces en la época que alertaban del papel fundamental que las mujeres tuvieron ante las levas de los varones al frente de batalla. María Lejárraga, en un libro escrito por ella, pero firmado con su marido Gregorio Martínez Sierra, como tantos de su producción, lo decía en 1917, hablando de la Gran Guerra: “Los hombres están muriendo por la patria; ellas están salvando la vida de la patria”[6]. De hecho, la condición de hombres mujeriegos ha sido un tópico justificado en la descripción de la soldadesca ya desde la literatura clásica grecolatina (Terencio, Plauto...), pasando por la del Siglo de Oro[7], etc... La convivencia forzosa entre varones exclusivamente alentó y reforzó la quintaesencia del machismo, en sus versiones más toscas y burdas[8].

En el sorteo reglamentario, que se celebraba el primer domingo de abril, los desafortunados que sacaban la bola negra eran declarados soldados. Las blancas, eximían de la obligación. Ese momento fatal, en que el azar en forma de bolita decidía, a veces literalmente, sobre la vida o la condena a muerte de una persona, ha quedado reflejado en la cultura popular. Así, por ejemplo, el cante flamenco ha conservado la memoria de ese trance, con el sentimiento trágico consustancial a algunos de sus palos. Así, esta letra que suelen cantar por bulerías los cantaores de La Prazuela de Jerez de la Frontera (Cádiz):

 

Vueltecita al bombo,

que siempre sale la bola negra,

la bolita negra,

que yo me voy pa’l otro mundo

con la carita descompuesta.

 

Los objetos materiales citados en esta copla, bombo y bola, temibles en su momento, se pueden contemplar en el Catálogo de Los quintos:

 

         

 

 

Bombo (Fundación Joaquín Díaz, procedente de Soria) y Caja con bolas para el sorteo (Madrid. Ministerio de Defensa), pertenecientes al Catálogo del libro al que se hace referencia en estas páginas (pp. 113 y 117).


 

Hasta la suspensión del Servicio Militar, muchas fueron las modificaciones introducidas en el procedimiento, pero las palabras perduraron: quintos y quintas, añadiendo con ello una de las acepciones más populares de estas palabras, polisémicas de por sí, sobre todo la segunda. Así, por extensión, y dada la periodicidad anual del espantoso trance, una quinta se convirtió en el “[c]onjunto de personas que nacieron en el mismo año”, a modo de lo que hoy denominaríamos promociones, y “ser quinto de alguien” pasó a significar haber nacido en el mismo año, como prescribe el Diccionario académico.

De hecho, todavía se continúan haciendo las clásicas y toscas pintadas de gran tamaño de los quintos en los lugares que más se prestan a ello de los pueblos (paredones fundamentalmente, bien del frontón, de la iglesia...), aun cuando ya no haya mili desde el año 2002, y en muchos pueblos continúa celebrándose la fiesta, pingándose mayos... aun cuando no se recuerde en las páginas que nos ocupan.

 

 

Grafitos a lápiz (“Viva los kintos de 53”) en el pórtico de la ermita de Ntra. Sra. de la Dehesa, Velamazán (Soria)

 

En esas fiestas, acorde al papel sublimador de la masculinidad, corría el alcohol. En su formato más extendido, los quintos (los mozos), y el resto de celebrantes, bebían a su vez quintos, en este caso de cerveza, vocablo que en este caso hace alusión a la medida de capacidad del recipiente: una quinta parte del litro, lo que cabe en el tradicional botellín, es decir, el contenido de la popular caña.

El alma popular reflejó en el folclore el dolor que la acertadamente llamada “contribución de sangre” suponía año tras año, bien sublimando el sentimiento (“ya se van los quintos, madre, / ya se va mi corazón”), o diciendo las verdades del barquero en máximas que, a la postre, han quedado como refranes: “Hijo quinto sorteado, hijo muerto y no enterrado” o “Quintado mareado, piel y huesos sorteados”, o como soberbias letras de siguiriyas flamencas, como aquélla que cantara el gran Enrique el Mellizo allá por 1894 en el Teatro Eslava de Cádiz:

 

Qué vergüenza más grande

me has hecho pasar: Peír limosna,

mangar de puertecita en puerta

pa’ tu libertá[9].

 

Pero gracias a ello, a ese mal trago, salvó a su hijo Antonio. A ellas se pueden sumar muchas en la tradición flamenca. Entre las que recoge José Luis Ortiz Nuevo, por ejemplo, figuran algunas que ponen nombres y apellidos de algunos de los responsables de mandar a la muerte a miles de jóvenes:

 

Los soldaítos de España

están cayendo a millones

pa sacarle las castañas

al conde de Romanones.

 

Otras dan cuenta exacta de lo que pensaba el sentir popular de la conscripción:

 

Si Dios me saca con bien

de er serbisio militar,

haré cuenta que me he muerto

y he vuelto a resucitar”.

 

Obviamente, las diferencias sociales y económicas, sangrantes, no podían menos de estar en el fondo de muchas de las críticas. Iban al Servicio Militar los pobres:

 

A mí me habían sorteao con el hijo de un millonario

y a los dos nos había tocao a Melilla,

y como el otro tenía dinero

se había quedao a serví en Sevilla.

¡Qué desgraciao es el hijo del obrero!.

 

Sin excluir el trato cuartelero, el imperio de la impunidad y de arbitrariedades de todo tipo por parte de los mandos hacia la tropa, como por tradición oral sabemos cuantos hemos vivido los tiempos de la conscripción:

 

Señó cabito primero:

¡Por Dios! No me pegue osté

que me quean cuatro meses

me ba osté a comprometé[10].

 

Las quintas levantaron enormes protestas, entre las que destacó la que dio principio a la Semana Trágica de Barcelona, ante el embarque de soldados para la guerra de África. ¿Qué poso dejaría esta guerra en la cultura popular?[11]. Tampoco otras contiendas coloniales, como la de Cuba o Filipinas, que tantas cancioncillas, expresiones y frases hechas han dejado en castellano, se han pensado en la clave. Más recientemente, el movimiento antimilitarista provocó con su actitud la suspensión del Servicio Militar Obligatorio en España, en un movimiento de desobediencia civil sin precedentes, así como una reivindicación de conductas como la deserción y otras, tradicionalmente peyorativizadas. Falta por rastrear este percurso y sistematizarlo, así como la aportación que tal resistencia antimilitarista ha dejado en el ámbito de las culturas populares.

Un libro-catálogo útil, ameno de leer, documentado en distintos registros en que la memoria se va depositando (archivos, tradición oral, legislación histórica...), que no aborda el tema en su complejidad, lo que sería objeto de una monografía muy voluminosa, pero que enuncia muchos cabos sueltos que son hilos de investigaciones por hacer de una manera sistemática. En tiempos muy recientes (década del noventa del siglo XX y primeros años del XXI), particularmente durante los años que duró la campaña de Insumisión a los ejércitos, iniciada como tal por el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC), y otros, al calor de este movimiento de resistencia a la conscripción, de cuño claramente antimilitarista y dentro de las pautas de la desobediencia civil, la imaginación popular provocó un sinnúmero de eslóganes, pintadas e iconografía, a las que se sumaron distintas iniciativas, muy imaginativas muchas de ellas, sobresaliendo un nutrido grupo de canciones por parte de cantautores y grupos musicales reivindicativos[12]. Entre las más gráficas (y simples), el nombre de uno de los colectivos que aglutinaban a parte de estas/os jóvenes insumisas/os: “Mili KK”, o la máxima “Quintos sí... pero de cerveza”. Una de las formas de expresión popular más utilizada fue la pintada. Los juegos sintácticos, fonéticos y paronomásicos de algunas de ellas (“La mili no mola”, o “Mili KK”) han recibido cierta atención por parte de investigadores de graffiti contemporáneos[13].

 

 

Uno de los múltiples carteles contra el Servicio Militar Obligatorio

(fechable a finales de la década de los 80). La L.O.C. es la Ley de Objeción de Conciencia, que pretendió mantener el SMO a cambio de una Prestación Sustitutoria que sólo venía a reforzar al primero, razón por la cual fue rechazada unánimemente por el movimiento antimilitarista.[14]

 

Después de la lectura de estas páginas, algunas preguntas quedan en el aire, pertinentemente planteadas en el propio cuerpo de estudios: “¿Por qué razón predominan [las costumbres de quintos] en la zona central y casi no existen vestigios en la periferia peninsular?”. Se aventura una respuesta que tiene que ver con la especial resistencia a la conscripción en ciertas comunidades “en función de su régimen de subsistencia”, a lo que habría que añadir otras razones menos prosaicas, pero igualmente decisivas, como las políticas, por la distinta implicación que ciertas tierras y sus gentes han tenido con respecto al poder (central), el que se beneficiaba de la conscripción, que se veía más lejano y siempre amenazador; razones políticas, o de cuño histórico, porque, recordemos, las provincias vascas y navarra, por mor de su hidalguía universal, estuvieron muchos siglos exentas de servir en la milicia[15]. A ellas se pueden sumar razones geográficas, y así el aislamiento que ciertos pueblos sufrieron por su orografía, la escasez de comunicaciones etc. pueden explicar, siempre caso por caso, los porqués de este hecho, sin recurrir a explicaciones-talismán que están condenadas al fracaso.

No debo terminar esta reseña sin un comentario a las palabras introductorias al volumen escritas por Aurelio Valdés, Subdirector General de Patrimonio Histórico-Artístico del Ministerio de Defensa. Se felicita de la publicación de un libro en que “investigadores civiles y militares unen su esfuerzo para contribuir al necesario conocimiento de la aportación de las Fuerzas Armadas al campo de la etnografía y la historia de España”, relacionándolo con la cultura de la defensa (p. 5). Si por aportación entendemos “conjunto de bienes aportados” (DRAE), discrepamos. No es el momento de entrar en valoraciones sobre lo que el ejército español ha “aportado” a la “historia de España”. Tampoco analizaremos el desenfoque que supone hablar en clave histórica de “cultura de la defensa”, un concepto difuso que la cúpula militar lleva algunos años intentando extender desde las propias Directivas de Defensa Nacional. Basta echar un vistazo a cualquier Historia de España que trate del año 1770 en adelante, momento en que el Conde de Aranda, bajo el reinado de Carlos III, impone la conscripción anual, para ver qué ha defendido el Ejército, a quiénes, de quiénes y a costá de qué. La tradición oral lo recoge a la perfección, y al artículo de José Manuel Pedrosa me remito, donde no hay valoraciones, sino la voz del pueblo diciendo. Si tradicionalmente se suele enjuiciar con nostalgia, cuando no pena, las tradiciones que se van perdiendo, algunas hay que no podemos dejar de felicitarnos por haber asistido a su final. El Servicio Militar Obligatorio, y su gavilla de rituales y tradiciones, asociadas a momentos poco felices por lo general, son una de ellas que no lloramos, ni quien esto firma, ni un amplio sector social. Un paso adelante, quiero pensar, hacia una sociedad más justa, hacia una sociedad sin ejércitos o, mejor aún, sin militarismo. Puede que sea una utopía. Como también la de vivir felices y en paz. Y no por ello renunciamos a decirlo o, como es el caso, a escribirlo también.



[1] VVAA., Los quintos, Urueña, 2002.

[2] Si bien en Portugal a estas fiestas se las denominan sortes, hay algunas localidades, como Barrancos (Baixo Alentejo) donde se emplea el castellanismo quintos (Cornejo V. Mónica y Pires, Ema R.: “Una fiesta y varias fronteras: los Quintos de Barrancos (Portugal) y Noblejas (España)”, Revista de Antropología Social, 12, 2003, p. 182).

[3] El Servicio Militar Obligatorio se suspendió el 31 de diciembre de 2002, siguiendo lo establecido en el Real Decreto 247/2001, de 9 de marzo, “por el que se adelanta la suspensión de la prestación del servicio militar”

[4] Cornejo y Pires, Ob. cit., 182.

[5] Así, por orden cronológico: Segarra Llamas, José: “Sorteo de quintos del año 1823”. Xàbiga (Revista del Museu de Xàbia), 5, 1989, págs. 141-153; Martín Sánchez, David: “Las canciones populares de quintos en los cancioneros de Castilla y León”. Revista de folklore, 264, 2002, págs. 183-190; Moreno Valero, Manuel: “La fiesta de los quintos en Los Pedroches”. Crónica de Córdoba y sus pueblos, 8, 2002, págs. 465-484; Álvarez Díaz, Juan José: “El soldado en el refranero (I)”. Paremia, 14, 2005, págs. 61-70; Cabrera Pombrol, Pilar: “Una aproximación a los quintos de Garafía”. Revista de estudios generales de la Isla de La Palma, 1, 2005, págs. 523-538.

[6] LEJÁRRAGA, María y MARTÍNEZ SIERRA, Gregorio: Cartas a las mujeres de España. Madrid, Renacimiento, 1917, p. 9.

[7] GALÁN SOBRINO, Sara: “Chascarrillos de quintos y de soldados: memoria popular puesta por escrito”. Culturas Populares. Revista Electrónica, 2006, nº 3, pp. 4-5, 8 (http://www.culturaspopulares.org/textos3/articulos/galan.pdf).

[8] Ibid., 8-9.

[9] ORTIZ NUEVO, José Luis: Pensamiento político en el cante flamenco (antología de textos desde los orígenes a 1936). Sevilla, Editoriales Andaluzas Unidas, 1985, p. 96. Félix Grande la cita con un texto ligeramente distinto: Memoria del Flamenco. Madrid, Alianza editorial, 1999, p. 546.

[10] ORTIZ NUEVO, Op.cit., pp. 98, 99, 146, y 44 respectivamente.

[11] Una reflexión humilde, la que realicé en las páginas de esta revista: LORENZO ARRIBAS, Josemi: “Placas azules para quintos caídos en la guerra de África (Soria, 1922-1925)”. Culturas Populares. Revista electrónica, 2008, nº 6 (http://www.culturaspopulares.org/textos7/articulos/lorenzo.pdf).

[12] El mejor ejemplo por la calidad y la relevancia del artista, sin demérito del resto, sea quizá Insubmís, del cantante catalán Lluís Llach, incluido en su disco Torna aviat (1991) y en la recopilación en directo del año siguiente: Ara. 25 anys en directe.

[13] GARÍ, Joan: Signes sobre pedres. Fonaments per a una teoria del graffiti. Valencia, Universitat de València, 1993, pp. 72-74, bajo el epígrafe titulado precisamente “La mili no mola”. Recuerdo haber visto el 27 de mayo de 2000 en el centro de Barcelona una pintada de enorme extensión que, en castellano, decía: “Gastos militares pa resucitar al Camarón”, protestando por el desfile de las Fuerzas Armadas que tendría lugar tres días más tarde, que provocó una amplia movilización en contra de dicha “desfilada”. Dicho lema, de cuño muy sesentayochista, reivindicando lo imposible, se había visto previamente en alguna pancarta exhibida en manifestaciones okupas.

[14] Agradezco al Grupo Antimilitarista de Carabanchel la búsqueda y escaneo del cartel, extraído de los materiales de su archivo.

[15] Ya ocurría esta diferenciación territorial antes de la conscripción obligatoria, como se deduce del estudio de listas de más de 3.500 reclutas entre los años 1575-1625 (véase el documentado estudio de I.A.A. Thompson: “El soldado del Imperio: una aproximación al perfil del recluta español en el Siglo de Oro”. Manuscrits, 21 (2003), tabla 1, 26-27).