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Pedrosa, José Manuel.
Sobre: Miguel Manzano Alonso, Cancionero
popular de Burgos I Rondas y
canciones y Cancionero popular
de Burgos II Tonadas de baile y
danza. Culturas
Populares. Revista Electrónica 7
(julio-diciembre 2008). http://www.culturaspopulares.org/textos7/notas/pedrosa4.htm ISSN: 1886-5623 |
Miguel Manzano Alonso, Cancionero popular de
Burgos I Rondas y canciones. Burgos: Diputación Provincial, 2001; 694 pp.
Miguel Manzano Alonso, Cancionero popular de
Burgos II Tonadas de baile
y danza. Burgos: Diputación
Provincial, 2001; 542 pp.
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ras alumbrar sus monumentales Cancionero de
folklore musical zamorano (1982) y Cancionero
leonés (1992) emprendió el
etnomusicólogo Miguel Manzano, al frente esta vez de un nutrido y entusiasta
equipo de colaboradores, la magna labor de dirigir las labores de recolección y
de edición de un Cancionero popular de Burgos cuyos siete volúmenes, aparecidos entre 2001 y 2007,
conforman el que es hoy, seguramente, el más nutrido, rico e interesante de los
que han sido dedicados a ninguna de las provincias de España.
Obra no solo de extensión y de ambiciones colosales,
sino, sobre todo, de profunda, compacta y refinada altura científica, levantada
con exigentísimos criterios de calidad etnográfica, organizada con rigor,
editada con detalle, pulcritud y escrúpulos muy poco habituales en el horizonte
de nuestras recopilaciones y estudios sobre lírica tradicional. Buena parte del
mérito debe ser atribuido, además de al experto etnomusicólogo que dirigió la
edición y el estudio, a Gonzalo Pérez Trascasa y a los miembros y colaboradores
del Colectivo Yesca, que durante
años recorrieron pacientemente los pueblos grandes y pequeños de toda la provincia
de Burgos, registrando de manera sistemática todos los géneros de la canción,
de la danza, de la música autóctonas, patrimoniales, que todavía hoy alcanza a
recordar un puñado de transmisores, de edad por lo general avanzada.
Una crónica detalladísima, modélica, de cómo se
desarrolló todo el trabajo de campo ocupa desde las páginas 229 hasta la 266
del primer volumen del Cancionero.
En ellas da fiel demostración Pérez Trascasa del cuidado y del afán de
sistematicidad con que fue acometida la labor, y a ella hay que remitir al
lector para que encuentre un capítulo por lo general muy desatendido (el de la
memoria de la recolección) en la gran mayoría de las compilaciones de poesía y
de música tradicional española.
El criterio etnomusicológico es, a todas luces, el que
rige la ordenación y la presentación del corpus. La extensa introducción que
hace Miguel Manzano del primer volumen
es, en realidad, más que un preliminar del Cancionero popular de
Burgos: es una introducción a los
cancioneros populares españoles en su conjunto, una imponente reflexión
metodológica sobre su historia, su evolución, su sentido. Y, también, una
introducción a la música popular en general, ilustrada a partir de los ejemplos
que suministra la riquísima tradición oral burgalesa: una demorada reflexión
sobre los modos, tonos y sistemas, sobre las variantes melódicas, las
estructuras de desarrollo melódico, la organización rítmica, las relaciones
entre texto y melodía... Hay que advertir, además, que no se circunscriben al
prólogo todos los comentarios de ese signo: análisis más concretos y
singularizados van quedando dosificados en las introducciones que cada género o
subgénero reclama, de forma que en cualquier página de este cancionero es
posible encontrar el dato científico, la información técnica, mezclada con el
propio material lírico-musical que le sirve de base.
Porque, en efecto, en estrecho maridaje con las glosas
académicas van siendo desgranadas las canciones registradas de boca de los
campesinos burgaleses y luego minuciosamente (en el nivel de la trascripción
literaria y de la trascripción musical) editadas por el equipo de Manzano y de
Pérez Trascasa.
¡Y qué canciones!
Precisamente porque el criterio rector de este Cancionero
popular de Burgos es básicamente
etnomusicológico, mucho, muchísimo, se podría decir de él y añadir desde la
orilla de los estudios literarios, que Miguel Manzano ha obviado. No podremos
demorarnos nosotros ahora demasiado en tal cuestión, porque la cantidad, la
riqueza y la diversidad de los textos de estas canciones son tales que un
análisis literario pormenorizado desbordaría, con mucho, lo que una reseña
puede razonablemente acoger.
Conformémonos con llamar la atención sobre las
maravillosas letras del Reinado de Hacinas que abren el primer volumen, entre las que
brillan unos cuantos insólitos villancicos glosados, del tipo de
Hazme un cordón, doncella,
que sea de hilo torcido,
aunque yo ponga la seda,
encarnado o amarillo.
Hazme un cordón, doncella,
que sea de hilo doblado,
aunque yo ponga la seda,
amarillo o encarnado.
Reminiscencias
asombrosas, preciosas, prácticamente únicas en la tradición oral moderna
española, de viejísimos moldes estróficos y de cuños léxico-simbólicos que
fueron propios de lo que llamamos antigua lírica popular hispánica, y que desde
hace siglos quedaron extinguidos (con la increíble excepción, a lo que parece,
de los cantos del Reinado de
Hacinas) de la tradición folclórica española[1].
Tras
esta majestuosa apertura del Cancionero popular de Burgos, que pone ante los ojos del asombrado lector una
deslumbrante colección de lo que tienen todo el aspecto de ser reliquias
rarísimas de la más venerable lírica tradicional hispánica, el lector atento
podrá encontrar, en el recodo más improvisado de sus páginas, en cualquiera de
sus capítulos, todo tipo de joyas literarias, de sorpresas líricas, de
canciones de aspecto convencional, a veces hasta trivial, pero de historia, de
evolución, de poética notables.
He
ahí, por ejemplo, esa aparentemente modesta cancioncilla que asoma en el volumen
II, p. 152:
En la ventana soy dama,
en el corredor señora,
en la cocina criada
y en el campo labradora.
Paralelo
perfectamente reconocible de una cancioncilla que glosó Lope de Vega en varias
de sus comedias, como muestra este diálogo entre Mauricio y Cipión de La
bella malmaridada:
M: Así
dicen que ha de ser
la
que es honrada mujer.
C: ¿Cómo?
M: De
esta condición:
será
dama en la ventana,
en
casa, trabajadora,
en
el campo, labradora,
en
la mesa, cortesana,
y
en el estrado, señora.
En
la iglesia, cuanto puede,
devoción
tendrá y temor.
En
la calle, mucho honor.
En
la cama... Esto se queda
para
el discreto letor[2].
Y cancioncilla, además, que ha pervivido, hasta
prácticamente hoy, en gran parte de la geografía folclórica panhispánica, a
veces como canción, en ocasiones como refrán, incluso como adivinanza, según
refleja esta versión chilena:
En la casa soy señora
y en la mesa soy dama,
en la ventana cortesana
y en el campo labradora.
(El agua[3])
Otra joya entre las muchísimas que pueden ser
espigadas dentro de este Cancionero popular de Burgos es la canción seriada que se edita en el vol. I, p.
632:
─Con el garrotín,
que esta noche va a llover,
ay, señora, ama,
¿dónde dormiré?
─Ya te he dicho, mozo,
que duermas con las mulas.
─¡Ay, señora ama,
gastan malas pulgas!
─Con el garrotín...
─Ya te he dicho, mozo,
que duermas en el pozo.
─¡Ay, señora ama,
hay agua y me mojo!
─Con el garrotín...
─Ya te he dicho, mozo,
que duermas con la criada.
─¡Ay, señora ama,
tiene muchas legañas!
─Con el garrotín...
─Ya te he dicho, mozo,
que duermas conmigo.
─¡Ay, señora ama,
yo también lo digo!
Son bien conocidas otras versiones de esta misma
canción documentadas en provincias diversas de España (e incluso en la
tradición sefardí). Limitémonos ahora a conocer un ejemplo segoviano, ilustre
por haber sido recogido y editado por Agapito Marazuela:
─¡Ay, capita mía,
que anoche la jugué!
¡Ay, señor amo,
que dónde dormiré!
─Ya te he dicho, mozo,
que duermes en el pozo.
¡Ay, señor amo,
si todo me mojo!
─¡Ay, capita mía,
que anoche la jugué!
¡Ay, señor amo,
que dónde dormiré!
Ya
te he dicho, mozo,
que duermas con las mulas.
¡Ay, señor amo,
si tienen muchas pulgas!
─¡Ay, capita mía,
que anoche la jugué!
¡Ay, señor amo,
que dónde dormiré!
─Ya te he dicho, mozo,
que duermas con la moza.
¡Ay, señor amo,
si es muy legañosa!
─¡Ay, capita mía,
que anoche la jugué!
¡Ay, señor amo,
que dónde dormiré!
─Ya te he dicho, mozo,
que duermas con el ama.
¡Ay, señor amo,
si usted me dejara[4]!
Lo más admirable puede que sea que encontremos
paralelos de la misma canción en lenguas y en tradiciones no hispánicas. Véase,
por ejemplo, esta canción de vendimia tradicional en la región francesa de
Nantes:
─Donnez-lui à boire, donnez lui
du pain
a ce pauvre avengle qui n'y voit plus rien.
─Pauvre avengle, voulez-vous du pain (bis)?
─Non, Madame, mon bissac est plein (bis).
─Pauvre avengle, voulez-vous du vin (bis)?
─Non, Madame, mon bidon est plein (bis).
─Pauvre avengle, que désirez-vous (bis)?
─Oh! Madame, coucher avec vous (bis).
─Pauvre avengle; vous n'y verrez rien (bis).
─Oh! Madame,
je sentirai bien (bis)[5].
Si hubiéramos de hacer, en fin, un comentario
literario detallado de todas y cada una de las canciones recogidas en este
inmenso Cancionero popular de Burgos precisaríamos
de algún volumen, o de varios volúmenes adicionales más, y no del pequeño
espacio que puede ofrecer una simple reseña. En cualquier caso, el hecho de que
este inmenso tesoro poético-musical se halle ya al alcance de todo el mundo,
tanto del público no especializado como del de los científicos, permite augurar
muchas investigaciones y muchos análisis futuros, que encontrarán en sus
páginas una veta casi inacabable de materiales folclóricos listos para ser
contrastados con los de otras tradiciones antiguas y modernas, y para ser
valorados desde puntos de vista no específicamente etnomusicológicos.
Añádase, a todo lo dicho, que los materiales están muy
bien ordenados (desde criterios que privilegian lo musical, claro), que la
edición es absolutamente impecable, muy hermosa y manejable, pese al tamaño y
al peso de cada volumen, y que es un gran acierto (que ahorra incomodidades al lector) que la trascripción de
los textos incluya la trascripción de las estrofas que se dan como pauta en la
trascripción musical, a diferencia de lo que suele ser habitual en otros
cancioneros musicales, que escatimaban tales estrofas.
Como mínimo reparo cabría llamar la atención sobre
algunas (muy pocas) soluciones inadecuadas (al menos desde el punto de vista de
la métrica literaria) en la trascripción literaria de los textos, o sobre el
hecho de que varios romances se hayan colado dentro de estos dos volúmenes
dedicados al cancionero, en vez de haber quedado encuadrados en el volumen III
(el de Cantos narrativos) en el
que con más justicia, o al menos de manera más acorde con los criterios
clasificatorios habituales, les correspondería estar. Me refiero a las
versiones de Él reguñir, yo regañar
(I, p. 543), La gentil dama y el rústico pastor (I, pp. 556-557), El abuelo de los nabos (I, p. 563) y a la rarísima versión de La
malcasada del pastor (I, p. 569) que
adornan estas páginas.
En
próximas reseñas espero dar cuenta de algunos de los contenidos y de algunos de
los valores y cualidades de los demás volúmenes (pues llegan a siete) de este Cancionero
popular de Burgos que es, ya, obra de
gran referencia (quizá la mayor) en el panorama de las recopilaciones de poesía
y de música folclóricas de España.
José Manuel Pedrosa
Universidad de Alcalá
[1] Sobre estos villancicos puede verse José
Manuel Pedrosa, "Reliquias de cantigas
de amigo y de villancicos glosados en la tradición oral moderna", Lírica
Popular / Lírica Tradicional. Lecciones en Homenaje a don Emilio García Gómez, ed. P. M. Piñero (Sevilla:
Universidad-Fundación Machado, 1998) pp. 182-215.
[2]
Sigo la edición de Lope de Vega, La bella malmaridada,
ed. D. McGrady y S. Freeman (Charlottesville: Biblioteca Siglo de Oro, 1986)
versos 1059-1071.