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Sanchis Calabuig, Jesús. “Antropología y lingüística histórica:
encuentros y desencuentros”. Culturas Populares.
Revista Electrónica 7
(julio-diciembre 2008). http://www.culturaspopulares.org/textos7/articulos/sanchis.htm ISSN: 1886-5623 |
Antropología
y lingüística histórica:
encuentros
y desencuentros*
Jesús Sanchis
Calabuig
EOI de Alzira
Resumen
En un reciente artículo, que gira en torno al libro Zoónimos
Ancestrales,
de Xaverio Ballester, José Manuel Pedrosa critica algunos aspectos generales de
la metodología utilizada por los lingüistas, sobre todo en su manera de
afrontar el estudio de los zoónimos y en el uso que hacen de las narraciones
populares y otros datos antropológicos, y propone algunas ideas para una
relación más fructífera entre ambas disciplinas científicas. El objetivo de
este artículo es comentar el libro de Ballester y el artículo de Pedrosa y
explorar la relación entre antropología y lingüística histórica en el contexto
de la Teoría de la Continuidad.
Palabras clave: zoónimos, lingüística,
antropología, indoeuropeo, etimología, folclore, hibridación
Abstract
In a recent article, which reviews Xaverio
Ballester’s Zoónimos
Ancestrales, José Manuel Pedrosa criticises some general aspects of the
methodology used by linguists, especially in their approach to the study of
zoonyms and in their use of folktales and other anthropological data, and
proposes some guidelines for a more effective relationship between both
scientific disciplines. The aim of this article is to review both Ballester’s
book and Pedrosa’s article and to explore the relationship between anthropology
and historical linguistics in the framework of the Continuity Theory.
Key words: zoonyms, linguistics, anthropology, Indo-European,
etymology, folklore, hybridization.
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a idea de que en las ciencias humanas es
necesario adoptar un enfoque multidisciplinar se ha convertido en un leit-motiv que impregna gran parte de lo que se escribe
en esas materias: el antropólogo acude a los libros escritos por el lingüista,
el arqueólogo consulta los datos del folclore, el estudioso de la lingüística
histórica recoge los datos de la genética de poblaciones, y así sucesivamente.
En principio, no parece que haya mejor manera de abordar el estudio de lo
humano. Sin embargo, la tarea no es tan sencilla como parece a simple vista.
Puede darse el caso de que un especialista de una determinada área de estudio
desconfíe de los métodos utilizados en otra disciplina, y por lo tanto tienda a
no incorporar a sus estudios los resultados aportados por ella. En otros casos,
un exceso de confianza en las fuentes utilizadas puede provocar la aparición de
errores inducidos
(Sanchis Calabuig 2008b). Leyendo un reciente artículo de José Manuel Pedrosa
aparecido en esta revista (Pedrosa 2007), en el que hace una crítica del libro
de Xaverio Ballester Zoónimos Ancestrales (Ballester 2006), percibí ese difícil equilibrio entre confianza y
desconfianza que marca las relaciones entre las diferentes ciencias humanas
(Pedrosa es un experto en literatura comparada y en el estudio del folclore, y
Ballester es un lingüista). El objetivo de este artículo es comentar ambos
textos e intentar analizar las condiciones en las que el diálogo entre
antropología y lingüística histórica puede ser fructífero.
1. Zoónimos ancestrales
En su libro, Ballester analiza una serie de
zoónimos que reflejan importantes aspectos de las sociedades humanas en las que
fueron acuñados. Huelga decir que los nombres de animales pertenecen al
vocabulario básico de una lengua, junto a los términos de parentesco y otras
nociones elementales, y que su carácter muchas veces arcaico constituye un
importante punto de apoyo en cualquier intento de indagar en los orígenes y
evolución de una lengua determinada. Por otra parte, la relación entre animales
y grupos humanos ocupa un lugar central en la antropología, pues se hace
difícil entender las sociedades humanas, en particular las de
cazadores-recolectores de la actualidad, o las prehistóricas, sin hacer
referencia al papel que los animales tienen en su ideología. Algunos autores,
como Paul Shepard, insisten además en el hecho de que nuestra manera de ver el
mundo y de actuar día a día en nuestras sociedades modernas viene determinada
por motivaciones que nacieron en el seno de la prehistoria, cuando la relación
del hombre con la naturaleza, y por ende con los animales, era más directa
(Shepard 1998; Sanchis Calabuig
2008c). Ballester recoge ambas tradiciones científicas, la de la lingüística
histórica y la de los estudios antropológicos, e intenta descubrir en sus
zoónimos el reflejo de sociedades prehistóricas. En ocasiones, sus propuestas
resultan sorprendentes, por ejemplo la de poner en relación el nombre del ave (latín
auis) y el del abuelo
(latín auus) (Ballester 2006: 33-41). Este tipo de
análisis no tendría ningún sentido sin la incorporación de datos provenientes
de la antropología, en particular los que tienen que ver con la presencia de
tabúes referidos a los animales o el tratamiento totémico de los mismos,
fenómenos todos ellos de amplia difusión. Las lenguas reflejan estas
particularidades en forma de eufemismos o en el uso de términos del parentesco
para referirse a determinados animales, práctica común en muchos grupos
humanos.
2. El artículo de Pedrosa
En general, Pedrosa hace una crítica
favorable del libro de Ballester, valorando la valentía de sus propuestas y sus
intentos por desmarcarse de la lingüística histórica convencional (Pedrosa
2007: 14). Sin embargo, se muestra escéptico ante las reconstrucciones léxicas
propias de la lingüística histórica y pone en duda la validez metodológica de
las mismas. Como veremos más adelante, propone una serie de enfoques
metodológicos procedentes de la antropología que serían aplicables al estudio
diacrónico de las lenguas. Otro aspecto criticado por Pedrosa es el uso que los
lingüistas hacen de los datos antropológicos, ya que muy a menudo, según él,
adoptan conceptos y postulados teóricos ya obsoletos. En los siguientes
párrafos intentaremos analizar con detalle las críticas de Pedrosa.
2.1. La lingüística histórica: teorías y
métodos
Una de las virtudes del artículo de Pedrosa
es la exactitud con la que describe la lingüística comparativa tradicional
distinguiéndola de las propuestas más recientes, en concreto las de la Teoría
de la Continuidad (en adelante TC), originada en la obra del dialectólogo
italiano Mario Alinei. No es habitual que haya expertos en materias no
lingüísticas que estén al corriente de las propuestas de la TC, y de hecho son
muchos los lingüistas que la desconocen por completo.
La lingüística histórica
tradicional, basada en los métodos de la gramática comparativa, tiene como
finalidad la reconstrucción de lenguas antiguas[1].
El ejemplo más significativo es la reconstrucción del proto-indoeuropeo (en
adelante PIE), a partir de los testimonios disponibles de las lenguas
pertenecientes a ese grupo lingüístico (latín, griego, sánscrito, celta, etc.).
Durante los últimos dos siglos, los indoeuropeístas se han dedicado a comparar
los datos procedentes de unas lenguas y otras y a establecer por deducción las leyes que rigen los sucesivos cambios
lingüísticos. En general, esas leyes se basan en el análisis de textos
escritos, de manera que el hallazgo de una nueva lengua (como ocurrió en el
caso del hitita) o el desciframiento de una escritura hasta entonces
indescifrable (como en el caso del Lineal B de la civilización micénica) puede
llevar a un replanteamiento de lo que se había postulado hasta el momento. En
este contexto metodológico es muy importante la figura conceptual del
denominado árbol genealógico.
Las lenguas indoeuropeas (en adelante IE) son las ramas que van naciendo del
tronco común y que a su vez se van dividiendo en nuevas ramificaciones a medida
que pasan los siglos, en un proceso de cambio lingüístico mensurable y de
velocidad previsible. La comparación con las ciencias naturales es inmediata:
las lenguas nacen, se desarrollan y mueren de manera parecida a lo que les
ocurre a los organismos vivos en el mundo animal o vegetal. Este enfoque
teórico y metodológico ha permanecido casi inalterable desde finales del siglo
XVIII, de manera que los textos escritos actualmente sobre Lingüística
indoeuropea no distan mucho de los de hace cien años.
Otra consecuencia relevante de la
aplicación del método tradicional tiene que ver con la datación de las familias lingüísticas. Partiendo del análisis
exclusivo de los vestigios escritos de las lenguas, y sin prestar demasiada
atención a la lógica de los hechos (pre)históricos o a los datos de la genética
poblacional o la antropología, la Indoeuropeística tradicional establece el
siguiente cuadro cronológico: el PIE surgió como muy pronto alrededor del año
4000 a. de C., en algún lugar indeterminado (probablemente en la actual
Ucrania, o en las estepas de Asia central), y de allí se propagó a otras partes
del mundo (de hecho, a medio mundo), engullendo a su paso las lenguas habladas
hasta entonces en esos territorios (Mallory 1989).
La TC propone una manera
completamente diferente de estudiar la historia de las lenguas. Sería difícil
resumir en breves palabras todos los aspectos innovadores que aporta esta
propuesta, y para ello remito al lector a la bibliografía[2].
De todos modos, se hace necesario esbozar al menos sus puntos más relevantes.
Este nuevo paradigma no aspira a
reconstruir protolenguas a base de leyes inmanentes o estructuras de tipo
‘familiar’ o arbóreo. En vez de cambio sistemático y sustitución de lenguas, se
proponen las nociones de continuidad e hibridación. El cambio lingüístico se
produce cuando los dialectos de diferentes comunidades de hablantes entran en
contacto, o cuando determinados rasgos lingüísticos se difunden por diferentes
áreas geográficas. La TC no se desentiende de los datos objetivos de los
estudios tradicionales de la Indoeuropeística, que son de extraordinario valor,
pero los pone en otro contexto. El énfasis no está ahora solo en analizar
milimétricamente los textos (escritos) que han sobrevivido al paso del tiempo,
desde las tablillas en hitita hasta los versos de los Vedas, pasando por las
inscripciones griegas arcaicas, sino también en analizar los dialectos, es
decir, lo que la gente habla ahora o hablaba en épocas pasadas sin dejar apenas
constancia escrita. Esta es una de las nociones centrales de la TC: distinguir
las lenguas escritas, basadas en los dialectos de prestigio de las clases
dominantes, y que surgieron -¡qué casualidad!- poco después de la época en la que la Indoeuropeística
tradicional sitúa el origen del PIE, de los dialectos, o hablas. Utilizando una
combinación de estudios dialectológicos y de datos procedentes de otras
disciplinas (arqueología, antropología, genética poblacional,
sociolingüística), la TC alcanza una serie de resultados que suponen una
alternativa al método tradicional. Una de las consecuencias más trascendentales
tiene que ver con la cronología. Según la TC, se dan los suficientes indicios
como para establecer que las lenguas IE estaban presentes en sus actuales
territorios (sin tener en cuenta las expansiones debidas al colonialismo de los
últimos siglos) ya en el Paleolítico, miles de años antes de la fecha que sigue
proponiendo la Indoeuropeística tradicional. Este cambio en la datación del IE,
y también la de otros grupos lingüísticos, supone un giro copernicano en la
manera de entender cómo cambian las lenguas. A la tradicional explicación
basada en invasiones masivas y migraciones transcontinentales que solo existen
en la imaginación del lingüista, se le opone ahora un marco conceptual que aúna
puntos de vista procedentes de varias disciplinas científicas, más allá de la
mera lingüística teórica. El libro de Ballester, así como buena parte de sus
escritos científicos, se inserta en este paradigma conceptual.
Como veíamos antes, Pedrosa hace
la distinción entre lingüística tradicional y TC, pero expresa para ambas
similares reticencias: “los discursos de los indoeuropeístas neoliticistas
están llenos de *asteriscos que remiten a étimos conjeturales […] los discursos
de los teóricos de la continuidad paleolítica están llenos de frases en
condicional: tanto al menos como los escritos de sus opuestos […] ambas
modalidades de discursos están construidas sobre la selección cuidadosísima,
absolutamente parcial e interesada, del léxico y de las ideas que encajan
dentro de su paradigma argumental, y sobre la omisión y la no consideración del
léxico y de las ideas a las que no encuentran utilidad”. (Pedrosa 2007: 4). Es comprensible que un
experto en literatura comparada como es Pedrosa manifieste su desconfianza ante
los asteriscos y las reconstrucciones sistemáticas tan habituales en
lingüística histórica. Sin embargo, en los anteriores párrafos han quedado de
manifiesto las diferencias esenciales entre el enfoque tradicional y el de la
TC, de modo que los parecidos formales entre ellos, como es la utilización de
asteriscos o de la terminología clásica de los lingüistas, deben entenderse más
bien como semejanzas superficiales. En este sentido, las palabras de Pedrosa
apuntan a una generalización excesiva. Además, se observa cierta
descompensación en ese juicio crítico: la lingüística histórica tradicional (o
gramática descriptiva) tiene una larga historia tras de sí, que le ha permitido
desarrollar sus postulados hasta los límites de sus posibilidades o
limitaciones teóricas, de modo que sus méritos o defectos pueden juzgarse con
una amplia perspectiva. Sin embargo, la TC está aún en sus comienzos, y muchas
de sus propuestas necesitan ser desarrolladas y puestas a prueba.
Anteriormente he destacado el
carácter multidisciplinar de la TC, y en este sentido encuentro en el artículo
de Pedrosa sugerencias que, desde el terreno de los estudios folclóricos,
pueden ser útiles para la lingüística histórica. El principal argumento de
Pedrosa es que en el estudio de la narración popular, a diferencia de lo que
ocurre en lingüística, se analizan los datos sin que sea necesario establecer
relaciones de parentesco o fronteras geográficas. Los relatos se difunden de
unos territorios a otros y es prácticamente imposible saber quién presta o
quién coge prestado. La sugerencia es interesante, y apunta en la misma
dirección de muchas de las propuestas de Alinei o de Ballester. Además, se
inserta en el marco de diálogo multidisciplinar defendido por unos y otros. Sin
embargo, cabría recordar que, a pesar de tener elementos en común, como por
ejemplo la noción básica de hibridación, los fenómenos que afectan a la
difusión de relatos orales son en esencia diferentes de los fenómenos
lingüísticos.
2.2. El diálogo entre las ciencias
Dada la complejidad de las disciplinas
científicas, caracterizadas por la enorme cantidad de información que generan
continuamente y la rapidez con que se suceden sus postulados teóricos, es
evidente que resulta difícil, prácticamente imposible, ser experto en más de
una de ellas. Esto plantea dificultades a la hora de aplicar el enfoque
multidisciplinar, ya que el investigador se ve obligado a utilizar e
interpretar datos provenientes de una disciplina que no conoce en profundidad.
En general, se considera que los posibles beneficios de la
multidisciplinariedad compensan los errores inducidos que puedan cometerse en
esas circunstancias. Es tarea del investigador profundizar lo suficiente en la
ciencia ajena para tratar los datos convenientemente. Y la tarea no es
sencilla.
En su análisis de Zoónimos Ancestrales, Pedrosa advierte algunos de estos
problemas. Según Pedrosa, los argumentos antropológicos utilizados en ese libro
pertenecen en parte a postulados teóricos obsoletos. Esta crítica, además, la
hace extensible en general a los lingüistas que se adentran en los terrenos de
la antropología, ya sea desde la lingüística histórica tradicional o desde la
TC: “núcleos básicos […] de las argumentaciones de ambas escuelas no están
suficiente apoyados (ni muchísimo menos) sobre la inmensa, muy densa,
complejísima, a menudo también enfrentada y polémica, bibliografía que la más
avanzada antropología actual ha generado sobre todas esas cuestiones y sobre
muchas más. Piénsese que un autor tan básico y tan reconocido como Lévi-Strauss
[…] ni siquiera aparece ni en la bibliografía de este libro ni en la de otros
de esta escuela ni de la escuela rival, que tantas páginas dedican a los
tótems, a los tabúes, a los eufemismos, a los parentescos hombre-animal que
creen cifrados en el (proto)léxico europeo”. No pongo en duda los reproches de Pedrosa, y entiendo que sus
sugerencias son acertadas. Sin embargo, ningún investigador está a salvo de
cometer inexactitudes de esa naturaleza, ni siquiera el propio Pedrosa, como
hemos visto anteriormente al comentar su crítica a las diferentes ‘escuelas’ de
lingüística histórica. A pesar de que en su artículo demuestra un buen
conocimiento sobre las mismas, su posterior juicio crítico parece basado en una
generalización tal vez excesiva.
Otro aspecto a tener en cuenta
sería el del lenguaje técnico utilizado en los textos científicos.
Independientemente del valor que puedan tener las últimas tendencias en
antropología, como las que menciona Pedrosa, no resulta del todo claro si esas
teorías están expuestas con un lenguaje que pueda ser accesible al lector
profano. Lo mismo podría decirse de la lingüística. Si existe una voluntad de
establecer un diálogo interdisciplinar efectivo, se hace necesario establecer
puentes que permitan la comprensión mutua.
Estas dificultades se acrecientan
en el caso de la antropología y la lingüística histórica, que han tenido
desarrollos distintos. La antropología actual parece muy alejada de los
postulados que se mantenían en épocas pretéritas, p.e. en los tiempos de Frazer
o Tylor. Se ha producido, y se sigue produciendo, una renovación de ideas y
conceptos, de manera que se hace difícil seguir el hilo de los últimos
desarrollos a menos que se sea un experto en la materia. Por su parte, la
lingüística indoeuropea parece anclada en los mismos presupuestos teóricos de
hace siglo y medio. No es de extrañar que un antropólogo se muestre reticente
ante una ciencia que aplica una metodología y una visión del mundo propias del
siglo XIX. Se hace necesario renovar muchos aspectos de la lingüística
histórica y ponerla en consonancia con las tendencias actuales en materia
científica. En eso están Alinei, Ballester y otros lingüistas.
Los comentarios críticos de
Pedrosa son útiles en el contexto del diálogo interdisciplinar, pues es
conveniente que desde una posición u otra se apunten los posibles errores
inducidos por una lectura inexacta o incompleta del material de referencia.
Para que ese diálogo sea efectivo se hacen necesarias al menos dos condiciones:
primero, que exista un contexto epistemológico que permita ese diálogo, y no un
abismo como el que hemos descrito en el anterior párrafo; segundo, que se
promueva una manera de explicar las argumentaciones que huya de la oscura jerga
particular y se haga comprensible allende las fronteras de la propia
disciplina. No cabe duda de que tanto Ballester como Pedrosa están en esa
línea, la de facilitar el diálogo interdisciplinar.
Bibliografía
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______. (2000). Origini delle lingue d'Europa. Vol. II: Continuità dal Mesolitico all'Età del Ferro nelle principali aree etnolinguistiche. Bologna: Il Mulino.
______. (2003). Interdisciplinary and linguistic evidence for palaeolithic continuity of Indo-European, Uralic and Altaic populations in Eurasia. Quaderni di Semantica 24, 187-216.
______. (2004). The paleolithic continuity theory on Indo-European origins: An introduction.
http://www.continuitas.com/intro.pdf
BALLESTER, Xaverio (2006). Zoónimos Ancestrales. Valencia: Biblioteca Valenciana.
MALLORY, J.P. (1989). In Search of the Indo-Europeans. Londres: Thames and Hudson.
PEDROSA, José Manuel (2007) ¿Lenguas y mitos indoeuropeos? ¿Indoeuroafricanos?
¿Paleolíticos? ¿Neolíticos?.-
Culturas Populares. Revista Electrónica, nº 5 (julio-diciembre).
http://www.culturaspopulares.org/textos5/articulos/pedrosa.pdf
SANCHIS CALABUIG, Jesús (2008a).
Ancestral zoonyms. Language Continuity [blog]. 17-10-2008.
http://languagecontinuity.blogspot.com/2008/10/ancestral-zoonyms.html
_____.
(2008b). The speed of change. Language Continuity [blog]. 14-07-2008.
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_____. (2008c). Paul Shepard. Language Continuity [blog]. 22-08-2008.
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SHEPARD, Paul (1998). Coming home to the
Pleistocene (ed. by Florence R. Shepard).
Washington: Island Press/Shearwater books
SZEMERÉNY, Oswald (1970). Einführung in die
vergleichende Sprachwissenschaft. Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft.
* Versión revisada y ampliada de un artículo publicado por el autor en
su blog, Language Continuity
(Sanchis Calabuig 2008a).
[1] Para una introducción a la lingüística comparada vid. Szemerény 1970.
[2] Alinei 1996, 2000, 2003 y 2004. En la página
web del grupo de trabajo de la TC (www.continuitas.com)
pueden leerse textos escritos por los diferentes miembros del grupo. Mi blog , Language
Continuity (www.languagecontinuity.blogspot.com)
incluye también varios artículos acerca de la TC.