Lorenzo Arribas, Josemi. “Placas azules para quintos caídos en la Guerra de África (Soria, 1922-1925)”. Culturas Populares. Revista Electrónica 7 (julio-diciembre 2008).

http://www.culturaspopulares.org/textos7/articulos/lorenzo.htm

 

ISSN: 1886-5623

 

 

 

Placas azules para quintos caídos en la Guerra de África (Soria, 1922-1925)

 

Josemi Lorenzo Arribas

Proyecto Cultural Soria Románica*

Fundación Duques de Soria

 

 

Resumen

Unas placas mortuorias dedicadas a quintos sorianos muertos en la década de 1920 en la Guerra de África, conservadas en distintas iglesias de la provincia, son la excusa para analizar su contexto de producción, así como otras huellas que dicha guerra dejó en la cultura popular.

Palabras clave: Etnografía, Guerra de Marruecos, Quintos, Soria

 

Abstract

Certain funeral plaques dedicate to dead conscripts from Soria (Spain) in the Twenties during the War in Morocco, now they kept in several churches of the province, are the excuse to analise its context of production, and others traces that War engraves in popular culture.

Keywords: Etnography, War in Morocco, Conscripts, Soria

 

 

“El día 20 del actual [diciembre de 1924] llegó a Soria un nutrido grupo de soldados de la primera expedición  de África, éstos, pertenecen a los pueblos de las cercanías de Soria, habiendo quedado otro gran grupo de ellos en los pueblos del Sur de la provincia [...] En los puertos de Barcelona y Valencia han desembarcado vapores en los primeros repatriados de África después de treinta y siete meses de servicio”[1].

 

 

C

uando todavía tenemos reciente la participación de España en una guerra (activamente en la de Irak; con labores de apoyo en la de Afganistán: otra vez azuzando desde las posturas intervencionistas el secular miedo al moro), no menos impopular que las que diezmaron la población de jóvenes pobres, sin recursos para redimirse, valga como homenaje humilde a estos muchachos que fueron enviados a un matadero casi seguro esta pequeña colectánea de placas funerarias que he encontrado en mis recientes viajes por iglesias de pueblos sorianos del Norte y Este de la provincia. Es un modo sencillo que la cultura popular ideó para perpetuar de algún modo, mediante esos latones azules, la memoria de los suyos, dejando constancia de las muertes en lejanas tierras de esos jóvenes caídos. Para su análisis, se recurre a noticias históricas, literarias, hemerográficas y etnográficas, con el fin de ofrecer un panorama, aunque sintético, más amplio, permitiéndonos así acercarnos con mayor fiabilidad a lo que dichas placas quieren (quisieron) decir en su momento, más allá de sus rótulos.

Si desde las investigaciones literarias se ha leído una Tesis Doctoral sobre las repercusiones de la Guerra de África y se ha trabajado algo sobre la labor narrativa de escritores de renombre que participaron como soldados en la guerra[2], desde el ámbito de las culturas populares queda por hacer esta labor, y ni que decir tiene otras guerras coloniales, como la de Cuba o Filipinas, que tantas expresiones y frases hechas han dejado en castellano. No obstante, es justo reconocer que se cuenta también con un precedente literario soriano, la Historia del Cautivo (Episodios nacionales) de Juan Antonio Gaya Nuño (1913-1976), el brillante crítico de arte nacido en Tardelcuende, y excelente escritor, todavía insuficientemente reivindicado. Dicho relato (redactado en 1966) lo protagoniza un soldado de reemplazo de uno de estos pueblos que se ve obligado a vivir el desastre de Annual[3]. La narración contextualiza con mucha eficacia novelística el conflicto desde múltiples puntos de vista, sin olvidar, claro está, el papel desempeñado por otro soriano, ilustre en este caso: Luis Marichalar y Monreal, Vizconde de Eza, diputado en Cortes por Soria, y Ministro de la Guerra (1920-1921) cuando acaecieron los fatídicos sucesos de julio de 1921[4]. La concreción de muchos personajes (nombres, apellidos, cargo...) y datos reales relativos a los responsables de Annual se dobla con el deliberado carácter literario del protagonista del relato, el cautivo Clemente Garrido Mallén, así como de su ficticio pueblo, Sauqueñuela (partido judicial de Almazán).

Ilustración nº 1: Luis Marichalar, según el dibujante Rubio[5]

 

Volvamos a las placas azules, de las que se ofrecen en estas páginas sus fotografías y contexto de producción. Datan estas instantáneas de los meses finales de 2007. La mayor parte de los pueblos que he visitado apenas sobrepasan la decena de habitantes que duermen en invierno en ellos, lo que da cuenta, además de la terrible despoblación, imparable desde la década de los 60 del siglo XX, de la dificultad de mantener en buenas condiciones espacios y elementos comunes (tapias, calles... y el cementerio). Raramente hay culto semanal en las parroquias de tales pueblos a día de hoy por la despoblación. Dos de tales placas yacen, con mayor o menor fortuna, en un rincón de la iglesia parroquial. Una tan sólo continúa en el cementerio. No es el homenaje a un soldado, conocido estos casos, sino a unos jóvenes que fueron a morir –y a matar– en penosas condiciones, tan lejos de sus casas. La idéntica tipología de las placas (todas del mismo tamaño, fondo azul oscuro y letras blancas, con una cruz dispuesta de manera oblicua en la parte central superior) hace pensar que compensó hacer una plancha en que ir estampando los nombres de estos jóvenes sorianos, según iban llegando las noticias y, en el mejor de los casos, los cuerpos[6]. Es sabido que la larga duración del Servicio Militar, que llegó a durar doce años (a partir de 1885) desde la entrada en la caja de reclutas hasta el término de la segunda reserva, impulsó a muchos jóvenes varones a la emigración en América, como forma de evitar servir en la milicia[7]. Dos años en activo duraba en tiempo de la Guerra de Marruecos de los años veinte, y así se recogía en la prensa soriana:

“El servicio militar, a partir del ingreso en Caja de los reclutas durará diez y ocho años distribuido en la siguiente forma:

1.º Reclutas en Caja (plazo variable).

2.º Primera situación del servicio activo. Dos años.

3.º Segunda situación (disponible). Cuatro años.

4.º Primera reserva. Seis años.

5.º Segunda reserva. (El resto de los diez y ocho años)”[8].

 

Mientras se informaba de la legislación castrense vigente, y la prensa local contemporánea reclamaba peticiones dirigidas a las mujeres para convertirse en “madrinas de guerra”, llegaban noticias de los jóvenes sorianos caídos en la Guerra de África. Si bien la despoblación soriana es un fenómeno que se ha recrudecido en las tres últimas décadas, quizá también, a juzgar por los testimonios que todavía perduran de las consecuencias de la Guerra de África, la llegada de cuerpos sin vida (cuántos maltrechos o directamente moribundos), a buen seguro impulsaría al exilio quienes aportaban la mejor fuerza de trabajo y la garantía del futuro, antes de someterse al capricho de un bombo como el de la Ilustración nº 2, de origen soriano, por cierto. Una investigación que está por hacer[9].

                        

Ilustración nº 2: Bombo para el sorteo procedente de Soria de donde se extraían las fatídicas bolas (Fundación Joaquín Díaz)[10].

 

 

Algunas de estas placas están arrinconadas en los lugares más insospechados de las iglesias. Así están en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán de Fuentelfresno (Ilustración nº 3), cuya placa la encontré tirada en la sacristía, o en parroquia de San Martín (San Pedro Manrique), arrumbada en el coro, polvorienta.

 

Ilustración nº 3: Placa en la sacristía de la parroquia de Fuentelfresno

 

La muerte del soldado sampedrano, “quien murió gloriosísimamente luchando en la posición de Kala”, llamado “héroe soriano” por El Noticiero de Soria, le valió a su padre la suma de mil pesetas, entregadas por el Gobernador en nombre de Primo de Rivera. La escueta nota de prensa felicita “al señor Lafuente por la distinción de que ha sido objeto, lamentando a su vez la pérdida de su hijo”[11].

 

Ilustración nº 4: Placa en el coro de San Martín (San Pedro Manrique)

 

No en todos los sitios pasa esto. En la preciosa y porticada iglesia románica Ntra. Sra. de la Concepción de Omeñaca todavía está la placa, atacada por el óxido, en el cementerio que tiene adosado en la cabecera, colocada sobre una de las paredes del camposanto[12].

 

Ilustración nº 5: Placa en el cementerio de Omeñaca

 

El caso de la iglesia de San Martín de Tours de Peroniel del Campo es la excepción. En ella, a las tres placas funerarias se les ha ofrecido un lugar de privilegio, y se disponen sobre las paredes de la iglesia en un lugar de máxima visibilidad según se accede al templo, en torno al arco de entrada a una capilla de la nave del Evangelio. A ambos lados, sobre las pilastras que flanquean dicho arco, justo por debajo de la línea de impostas, las de dos soldados. En el centro, sobre la clave del arco, la de un cabo.

 

Ilustración nº 6: Localización de las placas en la iglesia de Peroniel del Campo

 

Las placas testimoniadas están datadas entre enero de 1922 y abril de 1925, estrictamente contemporáneas a la redacción de un extenso romance redactado por Antonio Morales Muñoz, testigo de los acontecimientos, en una “libreta de recuerdos”, descubierta, transcrita y colgada en Internet por su hijo Antonio Morales Muñoz en enero de 2008 en el Blog del Club d’Escriptors de l’Aula de Formació d’Adults de Pallejà[13].

En la misma línea, dada la práctica ausencia de investigación sobre las consecuencias de las campañas bélicas africanas en Soria, extensible al desinterés por toda la historia contemporánea en esta provincia castellana, se encuadra el libro Sucesos de la Guerra de África (1859-60). (Diario de Clemente Borobio), escrito por Pedro Sanz Lallana, centrado en la figura de su bisabuelo[14].

 

 

                        

Ilustraciones nº  7, 8 y 9: Placas en Peroniel del Campo

 

 

Tres de estos soldados muertos cuyas placas honran su memoria en Fuentelfresno y Peroniel del Campo (Ilustraciones nº 7, 8 y 9) cayeron en el campo de batalla en 1924[15]. Quizá entonaron en los momentos previos al sorteo esta letrilla, cantada desde hacía un tiempo en la vecina Rioja, si sabían que no podían redimirse por dinero y confiaban al azar su futura suerte:

 

Somos los quintos de este año;

ahora nos van a sortear

¡Dios quiera que no nos salga

la bola para Ultramar![16]

 

Finalmente, en el Sur de la provincia, una última iglesia exhibe la séptima de estas placas azules que he podido localizar, la de San Juan Bautista de Quintanas Rubias de Abajo[17]

Gaya Nuño transcribe en El santero de San Saturio (1953) el comienzo de unos versos de un romance ambientado en Monte Arruit[18], y no debía ser sólo el interés del literato y crítico de arte por este tema el que le llevó a escribirlos, sino que debió escucharlos recitar. Efectivamente, por tradición oral, diversos romances hablaban de soldados que se iban a, o volvían de, la guerra, empleados algunos de ellos como canciones infantiles. Es significativo que en una colecta de testimonios de campo que realizaron en 1972 Samuel Armistead e Israel Katz, de los seis que transcriben, la mitad tratan este asunto, lo que muestra la persistencia de esta preocupación en la población local. Como muestra, un botón:

 

Mes de mayo, mes de mayo, mes de mayo y primavera,

cuando los quintos se marchan todos juntos a la guerra.

Unos cantan y otros ríen, y otros celebran las fiestas,

menos un pobre soldado que va llenito de pena.

Se le acerca el capitán: ¾Quinto, ¿por qué pasas pena?

¿Si es por padre u es por madre, u es por venir a la guerra?

¾Ni es por padre, ni es por madre, ni es por venir a la guerra.

Es porqu’he deja’o mi mujer, viuda, casada y soltera.

¾¿Tan guapa es tu mujer que tanto te acuerdas d’ella?

Echó mano a su bolsilla, una foto sacó d’ella.

Mira si sería guapa, mira si sería bella,

que hasta el mismo capitán se ha enamoradito d’ella.

¾Coge tu licencia y vete y a cuidar d’esa doncella.

Que por un soldado menos, igual se acaba la guerra.

No te vayas por el camino; vete por la carretera.[19]

 

En otro pueblo soriano, Alcozar, también se cantaba una canción de quintos, “Rosina encarnada”, en la que volvía a salir a relucir África y el dolor por tener que abandonar a una mujer querida, la novia en este caso, ante un destino tan incierto. Comienza así:

 

Si te acuerdas del manto que llevas,

que del África yo te mandé...[20]

 

No hubo suerte para estos muchachos. Seguramente trocaron la esperanzada cancioncilla por esta otra, patriótica que, con tanta irresponsabilidad como falso entusiasmo, se popularizó para animar a las tropas:

 

Abd-El-Krim se ha vuelto loco,

y lo han metido en un saco,

por entrar en Alhucemas

la quinta del veinticuatro...[21]

 

Como en tantas ocasiones, el desastre real se pretendió sublimar con la versión idealizada de lo que se quería que fuera de otro modo. Las placas mortuorias contrastan y ponen el contrapunto cruel al imaginario popular vertido en letras y canciones y a los pomposos y falsarios adverbios inscritos en ellas: gloriosamente, heroicamente... Quizá, el titular de El noticiero de Soria que daba cuenta de la muerte de Secundino Álvarez (vid. nota 15), hijo de Peroniel del Campo, acertaba en su resignada concisión: “Otro paisano muerto en África”. Efectivamente, otro: adjetivo indefinido. Eso fueron para los militares y los sucesivos gobiernos españoles los quintos que se enviaron a África: algo adjetivo, no sustantivo y, desde luego, un algo indefinido. Fueron los familiares quienes individualizaron a estos “otros” y aquellos “unos”, siquiera por el procedimiento de la humilde plaquita azul.

Descansen en paz estos quintos y, con ellos, el recuerdo de esa etapa, felizmente superada, al menos en algunos aspectos, en que se pretendía que los chicos sancionásemos nuestra virilidad después de la experiencia del paso obligatorio, qua varones, por el cuartel, rito de tránsito a la edad adulta a la que, en el camino, muchos de esos desdichados no pudieron llegar, ni otros muchos que, con o sin uniforme, cayeron en absurdas guerras o como consecuencia de ellas.

 



* El Proyecto Cultural Soria Románica es un plan de conservación, difusión y divulgación del Románico de la provincia de Soria que se desarrolla entre 2007 y 2010. La Junta de Castilla y León promueve y financia este proyecto, gestionado por la Fundación Duques de Soria, con la colaboración del Obispado de Osma-Soria, en virtud del convenio firmado por las tres instituciones. Más información en www.soriaromanica.es

[1] Noticiero de Soria, 22 diciembre 1924, nº 4.557, p. 3.

[2] López Barranco, Juan José (1999): La guerra de Marruecos en la narrativa española. Tesis Doctoral, Facultad de Filología, Universidad Complutense de Madrid; Miralles García, Enrique: “La guerra de la escritura: elecciones discursivas de los escritores-soldados en la campaña militar sobre Marruecos (1920-1924)”. Salina. Revista de lletres, 19 (2005), 115-120, donde se analizan sucintamente las siguientes obras: Notas marruecas de un soldado (1923), de Ernesto Giménez Caballero; Tras el águila del César (1923), de Luys Santa Marina; El blocao (1928), de José Díaz Fernández; Imán (1930), de Ramón J. Sender; y, finalmente, La ruta, de Arturo Barea, segundo volumen de su trilogía autobiográfica La forja de un rebelde (1941-44).

[3] (1999): Obras Completas. Consolación Baranda (ed.), Madrid, Fundación José Antonio de Castro, vol. I, pp. 341-640. Publicada en México (1966, Imprenta Venecia) por sus alusiones poco positivas hacia Alfonso XIII (relata Gaya cómo el monarca, al serle ofrecido rescate por los soldados hechos presos por Abd El Krim habría respondido “Pues sí que está cara la carne de gallina”, p. 498). La edición mexicana, de la que se imprimieron 2.000 ejemplares, llevaba en la portada una fotografía de Alfonso del Monte Arruit en 1921. A esta novela le han prestado atención monográficamente: González Pérez, Bernardino (1989-1990): “El ‘Desastre de Annual’ en la narrativa: Historia del cautivo de Juan Gaya Nuño”. Archivum: Revista de la Facultad de Filología 39/40, 307-328; López Barranco, Juan José (2000): “La guerra de Marruecos en clave picaresca: en torno a la Historia del Cautivo de Juan Antonio Gaya Nuño”. Cuadernos del Matemático 24, 115-118; Baranda Leturio, Consolación (2001): “La Historia del cautivo de J.A. Gaya Nuño: entre la novela histórica y la novela social”. Homenaje a Elena Catena. Madrid, Castalia, 63-76. Recientemente, el crítico Santos Sanz Villanueva ha vuelto a insistir en la prensa en la importancia de esta obra (“Vigencia de los Episodios”, El Mundo, 10 abril 2008). Una semblanza biográfica de Juan Antonio Gaya Nuño en: MARTÍNEZ LASECA, José María y del RÍO CHICOTE, Ignacio (1987): Juan Antonio Gaya Nuño y su tiempo. Literatura y Arte. Salamanca, Junta de Castilla y León (se trata la Historia del Cautivo en pp. 81-84).

[4] Calama y Rosellón, Argimiro (2003): “El Diputado soriano Vizconde de Eza, D. Luis Marichalar y Monreal (1873-1945), Ministro de la Guerra”. Celtiberia, 53, 249-360. En 1923 dicho Vizconde publicó dos textos con los que pretendía exculparse y defenderse de las imputaciones que se le hacían: un grueso libro titulado Mi responsabilidad en el desastre de Melilla como Ministro de la Guerra. Madrid, Gráficas Reunidas, S.A.; y muy pocas semanas después El desastre de Melilla. Conferencias dadas en el Ateneo de Madrid. Toledo, Imprenta del Colegio de María Cristina. Descripción de Luis Marichalar en la citada novela de Gaya Historia del cautivo, p. 372.

[5] La Voz de Soria, 23 marzo 1926, p. 4. El caricaturista ha colocado significativamente entre las manos de Luis de Marichalar un ejemplar de Irresponsables, novela de Pedro Mata, que lleva por subtítulo “Historias trágicas al margen de la locura y el delito”, publicada por primera vez hacia 1921 (Madrid: Rivadeneyra), reeditada tres años después (Madrid: Imp. Helénica), así como otras tres veces hasta 1955.

[6] Es interesante preguntarse por qué se han conservado dichas placas, teniendo en cuenta que gran parte de los cementerios rurales sorianos que he tenido oportunidad de visitar están arruinados, y apenas conservan lápidas, si mantienen alguna. La pequeñez de estos recintos provocó que los restos mortales de las personas inhumadas pasaran a la osera con relativa rapidez. El resultado es que raramente hallamos tumbas anteriores a los años cincuenta. No es muy aventurado especular con el hecho de que la huella que la Guerra de África dejó en la población produjera un cierto escrúpulo en destruir el recuerdo (la placa funeraria azul) de esos chicos a los que tanto se lloraría y permanecieron en la memoria colectiva no sólo de la familia más cercana, sino de todo el pueblo.

[7] Losa, Carlos; Juberías, Reyes y García, Carmelo (2005): “Las quintas. Contribución de sangre”. Cartas vivas. Sobrevivir al ’98. Valladolid, Ámbito/Soria Edita, 249-250. Múltiples han sido las estratagemas articuladas para evitar cumplir con el servicio de armas. Generalmente no fue una resistencia abierta, y menos sistemática, pero no por ello hay que deducir sumisión de un pueblo, resignación, u otras lecturas que recurrentemente se achacan, por ejemplo, como característica idiosincrática de la sociedad castellano-leonesa (Vid. al efecto: Mackay, Ruth (2007): Los límites de la autoridad real. Resistencia y obediencia en la Castilla del siglo XVII. Valladolid, Junta de Castilla y León, especialmente las jugosas páginas de su Introducción). Una visión histórica, a grandes rasgos, a la oposición al militarismo: Lorenzo Arribas, Josemi (2002): “Introducción a una memoria desobediente”, en En legítima desobediencia. Tres décadas de Objeción, Insumisión y Antimilitarismo. Madrid, MOC-Proyecto editorial Traficantes de Sueños, 27-31. Accesible en la Red en: http://www.antimilitaristas.org/IMG/pdf/1-primerospasos.pdf

[8] Noticiero de Soria, 23 febrero 1925, nº 4.573, p. 1.

[9] Una lectura minuciosa de la prensa local contemporánea daría un número muy aproximado de las vidas que la guerra de África le costó a Soria. Así, por ejemplo, además de las placas aludidas, una lectura asistemática y aleatoria de esta prensa nos ofrece otro nombre: “El día nueve del pasado octubre murió defendiendo gloriosamente la posición de Mesera el soldado don Baldomero Martín, hermano político de nuestro distinguido amigo e inteligente oficial de Estadística de Soria, don Honorio Martín” (Noticiero de Soria, 4 diciembre 1924, nº 4.552, p. 3). Para ver cómo se las ingeniaban los mozos sorianos para quedar exentos: García, Paulino; del Moral, Joaquín y Aguado, Hortensia (2007): “Sorteos de quintos y estado sanitario del campesinado soriano, 1834-1873. (Documentos sobre juicios de exenciones)”. Celtiberia LVII/101, 461-535. A pesar del título, el estudio se refiere al municipio de Tarancueña.

[10] Una de las piezas de la exposición que sobre quintos se celebró en la Fundación Joaquín Díaz, cuyo Catálogo se reproduce en: VVAA. (2002): Los quintos, Urueña, 113.

[11] Noticiero de Soria, 25 diciembre 1924, nº 4.558, p. 3.

[12] La única diferencia en la fórmula empleada es la omisión del adverbio “gloriosamente” (o “heroicamente”) detrás de “muerto”, lo que se puede deducir a pesar de la corrosión por el óxido. No así el día exacto del fallecimiento, que ha desaparecido por la herrumbre.

[13] http://lamolinada.blog.com/2508223/

[14] Un ejemplo de historiografía sobre este tema, con todo el racimo problemático humano que la injusticia que suponía la conscripción en tiempo de guerra, se ha hecho en la vecina Rioja, con el caso de dos desertores que más tarde se ven obligados a ir a Cuba, en este caso. Se narran también las algaradas y el descontento popular, animando a los reservistas a desertar: Gil Andrés, Carlos (2002): “Dos riojanos en la Guerra de Cuba. Pequeñas historias del 98, ¿Historia pequeña?”. Berceo, 142, 183-207.

[15] Bajo el título de “Otro paisano muerto en África”, se informaba en la prensa local del siguiente óbito: “El día 7 de octubre pasado, murió gloriosamente en África nuestro estimado paisano Secundino Álvaro, cabo del Batallón de Cazadores de Madrid.

El pobre Secundino que al frente de ocho números se encontraban en un blocao cerca de Tetuán, al verificar el servicio de aguada fueron asesinados a balazos por un nutrido número de moros.

A su apenada madre doña Antonia Sanz, hermanos y familiares del valiente cabo soriano, nuestro más sentido pésame por la desgracias que les aqueja” (Noticiero de Soria, 17 noviembre 1924, nº 4.547, p. 2). Hay una contradicción en el mes de su fallecimiento entre la noticia y la placa.

[16] Citada en la crónica del sorteo del diario La Rioja (13 de diciembre de 1891), nº 870 (cit. en GIL ANDRÉS, Carlos: “Dos riojanos en la Guerra de Cuba. Pequeñas historias del 98, ¿Historia pequeña?”. Berceo 142 (2002), 186. De los 25 soldados sorianos que debían embarcar para Cuba (en guerra) en 1895, sólo 7 figuran como “suerte”. El resto, son “sustitutos”, es decir, quintos pobres que iban sustituyendo por dinero a otros más ricos que podían de este modo librarse de cumplir el Servicio Militar (LOSA, Carlos; JUBERÍAS, Reyes y GARCÍA, Carmelo: “Las quintas. Contribución de sangre”. Cartas vivas. Sobrevivir al ’98. Valladolid, Ámbito/Soria Edita, 253).

[17] Aunque no fotografiar todavía. Agradezco la información de la existencia de dicha placa al párroco de dicho pueblo, don Manuel Torre García.

[18] (1999): Obras Completas. Consolación Baranda (ed.), Madrid, Fundación José Antonio de Castro, vol. I, p. 62 (cap. XI).

[19] Tales romances son: “El quintado”, seguido sin solución de continuidad de “La aparición”; y “La vuelta del marido”. Los dos primeros los cantó una mujer de Oncala, y el último otra de Alcubilla de Avellaneda (Armisted, Samuel G., y Katz, Israel J. (1979): “El romancero tradicional en la provincia de Soria”. Celtiberia XXIX/58, 163-172. El romance transcrito está en las págs. 168-9).

[20] La informante fue Cristina Rejas del Amo. Se puede encontrar esta canción completa y alguna otra en http://www.alcozar.net/etnografia/cancifusiles.htm Como en casi todos los casos en que se trata de tradición oral, la mayor parte de informantes son mujeres. También en éste, de tema “aparentemente” masculino.

[21] Díaz Viana, Luis: “Cuatro canciones de la Guerra de África”. Revista de Folklore 1981, 1/3, 24. El autor la escuchó cantar de viva voz en Pedraja de Portillo (Valladolid).