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Bonavitta,
Paola. “Culturas Populares ¿Culturas Invisibles? Acción y reacción de
los sectores populares ante la escasa representación de los Estados-Nación”. Culturas
Populares. Revista Electrónica 7 (julio-diciembre 2008). http://www.culturaspopulares.org/textos7/articulos/bonavitta.htm ISSN: 1886-5623 |
Culturas Populares ¿Culturas Invisibles?
Acción y reacción de los
sectores populares ante la escasa
representación de los Estados – Nación
Paola Bonavitta
CONICET, Argentina
Resumen
Las
culturas populares han sido objeto de debate en América Latina desde la década
del sesenta. Se aceptó que “la” cultura, única y estandarizada, no existe:
somos producto de una hibridación, de múltiples intercambios producidos entre
grupos culturales diversos. En la actualidad, el tema parece retomarse poco a
poco. Aunque también se confunde con el concepto de cultura masiva. La llegada
de los medios de comunicación, los cambios en las relaciones de producción y en
el trabajo mismo, las nuevas interacciones, los Estado-Nación posmodernos y la
creciente atención puesta en las culturas nativas, han despertado el interés de
científicos sociales. En tiempos de globalización y transnacionalización, las
fronteras tienden a diluirse. Si bien esto ocurre en todo el mundo, aún más
particularmente en las sociedades latinoamericanas donde las prácticas y las
historias se asemejan y se comparten. Este trabajo apunta a reflexionar el
papel que ocupan actualmente las culturas populares. Por un lado, se presentan
como reconocidas por el Estado, pero ¿realmente están integradas?
Palabras
Clave: Cultura- Comunicación- Estado-
Hibridación.
Abstract
Popular
cultures have been an object of debate in Latin America since the sixties. It
was accepted that "the" culture, the unique and standardized one,
does not exist: we are a product of a hybridization, of multiple exchanges
produced between diverse cultural groups. At present, the topic seems to be
recaptured little by little, though it is also confused with the concept of
massive culture. The arrival of the mass media, the changes in the relations of
production and at work, the new interactions, the postmodern Nation-State and
the increasing attention put in the native cultures have aroused the interest
of social scientists. In times of globalization and transnationalization, the
borders tend to be diluted. Even though this happens in the whole world, this
can be more observed in Latin-American societies where the practices and the
histories are alike and shared. This work aims to reflect on the role that
popular cultures perform/play nowadays. On the one hand, they appear to be
recognized by the State, but are they really integrated?
Keywords: Culture- Communication- State-
Hybridization
E |
n Ciencias
Sociales se ha instalado, desde hace ya unos 40 años, el debate sobre la
inclusión/exclusión de las culturas populares en los Estados-Nación. Las
novedades y diferentes formas de vida que acarrearon la Modernidad y el
traspaso posterior a la Posmodernidad han generado diversos planteos sobre este
tema desde disciplinas como Comunicación, Sociología, Antropología, Filosofía o
Historia. Sin embargo, aún no se ha logrado una reflexión compartida sobre la
existencia y la real situación que atraviesan las culturas populares en el
mundo.
La llegada de los medios de comunicación, los cambios en las relaciones
de producción y en el trabajo mismo, las nuevas interacciones, los Estado-
Nación posmodernos y la creciente atención puesta en las culturas nativas, han
despertado el interés de científicos sociales.
En América Latina, en lo que respecta al área de la comunicación, los
debates y las producciones vinculadas a esta disciplina se relacionan
sistemáticamente con las dinámicas culturales y políticas.
El único acuerdo que se ha alcanzado hasta el momento, en torno al debate
de las culturas populares, es el reconocimiento de que no puede hablarse de la
existencia de una cultura única sin hibridación alguna. Incluso los Estados
latinoamericanos han aceptado esta idea y han incluido a las “subculturas” en
sus discursos. Sin embargo, ¿el reconocimiento implica integración? ¿Las
culturas populares se visibilizaron o continúan siendo culturas periféricas,
reconocidas pero ignoradas en las decisiones de Estado? ¿Se puede hablar de
culturas populares en estado puro? ¿Cuáles son las soluciones que encuentran
las “culturas otras”?
Estudios
culturales en América Latina
Los críticos
latinoamericanos se han encargado de pensar al margen de la teoría eurocéntrica
y han alcanzado una manera diferente de abordar el objeto de estudio: incluyen
la voz del autor, las formas de disidencia del discurso y de la acción en
relación a lo hegemónico (como mecanismos de construcción de la diferencia). La
intención central es reconstruir las particularidades de los discursos en
relación al contexto de producción de los mismos.
Así, consideran a la cultura como un gran texto, conformado por una
multiplicidad de textos.
En relación a los estudios culturales latinoamericanos, Jesús Martín
Barbero (Barbero; 1987) rescata la importancia de pensar lo cultural ligado a
la comunicación, ya que considera indispensable reflexionar sobre la relación
entre lo masivo y lo popular desde el punto de vista histórico. Barbero,
propone entender la comunicación desde una perspectiva cultural, como mediadora
indispensable para comprender los fenómenos culturales y comunicativos.
Consideraremos que las culturas populares están conformadas por una
heterogeneidad de experiencias, prácticas y teorizaciones. Los objetivos
centrales de las clases populares son conseguir la cohesión grupal, donde
exista una participación, consciente y crítica, tendiendo a un fin
reivindicativo. Este conjunto de prácticas populares, algunas veces han caído
en reproducir la misma forma de reproducción dominante, o repitiendo contenidos
con otras formas, conformando prácticas restringidas y atomizadas. También se
han considerado protagonistas a las personas que, como una opción política,
pretendían trabajar con las clases populares, convirtiéndose en mediadores de
proyectos sociales. El objetivo que perseguían era la educación de estos
sectores, desmitificando las formas de poder y generando prácticas de
transformación.
Los estudios culturales, siguiendo
a Renato Ortiz (Ortiz; 2001), se caracterizan por su dimensión
multidisciplinaria (entendiendo por ésta un valor relacional), por la ruptura
de las fronteras tradicionalmente establecidas. Al romper fronteras y encontrar
identidades construidas a partir de una historia de colonización que fue
imponiendo la dominación sobre las culturas populares, más allá de los
distintos Estados- Nación donde esto haya ocurrido, podemos hablar de estudios
culturales latinoamericanos, sin distinción de divisiones territoriales.
A partir de que comprendemos
que, en América Latina, existe una mezcla de memorias heterogéneas e
innovaciones truncas y que, más allá de las diferencias culturales propias de
cada grupo particular, se comparte una historia en común, los estudios acerca
de las culturas latinoamericanas –y decimos culturas porque no podemos hablar
de la cultura como algo homogéneo y único- serán útiles para el desarrollo de
la investigación en ciencias sociales.
En tiempos de globalización y
transnacionalización, las fronteras tienden a diluirse. Si bien esto ocurre en
todo el mundo, aún más particularmente en las sociedades latinoamericanas donde
las prácticas y las historias se asemejan y se comparten. Latinoamérica se
conformó absorbiendo tradiciones europeas, fruto de una colonización larga y
generalizada, pero por ello no se han dejado de lado diversas tradiciones
propias de culturas populares y, más aún, se defienden y se lucha para que
perduren en el tiempo. Esas prácticas, propias de los pueblos latinoamericanos,
son objeto de estudio de las distintas disciplinas sociales que pueden, y
deben, aunar estas realidades diversas para realizar sus estudios.
Adentrarse en lo popular es
pensar en identidades frente a alteridades, es tratar de comprender, sobre todo
en el caso de la Argentina y de América Latina, cómo logramos una unidad como
nación en cada uno de los sujetos que la constituyen desde la pluralidad y la
diferencia. Es también contemplar retrospectivamente lo que fuimos y lo que
somos, el porqué de la crisis de identidad, la desintegración del concepto de
pueblo en múltiples fragmentos. Es repensar el concepto de comunidad e imaginar
nuevas formas que permitan avanzar hacia el conocimiento de lo que hoy nos
constituye, para posibilitar nuevos procesos sociales que reinventen una
sociedad más justa y equitativa y que nos permita nuevamente recomponer y
reconstruir sólidamente nuestra hoy fragmentaria y desvaída identidad.
De esta manera, considerando
la vital importancia que las culturas populares tienen en un territorio tan
heterogéneo como es Latinoamérica y reafirmando la importancia de estas
culturas -que no son subalternas ni secundarias, sino tan válidas como las que
habitualmente fueron consideradas “hegemónicas”- sostendremos que estos
sectores populares son quienes llevan adelante acciones colectivas sostenidas a
través del tiempo.
Según sostiene Catherine Walsh
(AA.VV; 2006), el concepto de Interculturalidad tiene, en América Latina, una significación ligada a las
geopolíticas de lugar y espacio, a las luchas historicas y actuales de los
pueblos indígenas y negros y a la construcción de un proyecto social orientado
a la descolonización y transformación. La interculturalidad es concebida como
“perspectiva, concepto y práctica otra” (AA.VV; 2006).
Ese otro asumido por el
concepto de interculturalidad no está desligado de la postura y del pensamiento
hegemónico/dominante, todo lo contrario: los conoce y se los apropia de una
manera diferente para poder subsistir. Adapta su cultura “tradicional” a las
nuevas formas de la cultura dominante. Adaptando y apropiándose de ciertos
recursos útiles provenientes de la cultura hegemónica, la cultura otra inicia
nuevas formas de acción para hacerse visible, para ser reconocido y para
alcanzar aquellos objetivos y derechos que el Estado, que debiera
representarlos, les niega en silencio.
Así, construyen y reconstruyen
nuevos lugares políticos de enunciación, nuevas formas de manifestarse y darse
a conocer, de resignificar y valorar su cultura.
Por su parte, los Estados y
organismos transnacionales como el Banco Mundial, han asumido una política de
reconocimiento de la “multiculturalidad latinoamericana”, sin embargo, ese
reconocimiento no hace más que reforzar la inequidad social y perpetuar
estructuras sociales que reproducen las diferencias entre dominados y
dominantes.
De esa manera, los sectores
populares buscan nuevas formas de acción, de asociación para defender su
cultura, aquello que es suyo y que históricamente les ha sido ultrajado. Así,
se organizan en torno a acciones colectivas que les permiten generar marcos de
referencia, de inclusión y de solidaridad entre pares, para enfrentar la
marginalidad estatal y cultural a la que se enfrentan cotidianamente.
Comunicación y Acción: Un vínculo indispensable
Agruparse, actuar colectivamente, resistir en
cooperación con el otro. Esta es la manera que hallaron las culturas populares
para generar lazos y encontrar mejores condiciones de vida, subsistiendo en la
sociedad posmoderna, consumista e imperialista.
Cabe preguntarnos cuál es el
papel que la comunicación y las prácticas comunicativas juegan en el origen,
sostenimiento y organización de estas acciones colectivas destinadas a
transformar una porción de la realidad social de estos sectores populares.
Tendremos en cuenta que sostener estas acciones colectivas significa -para los
sectores populares que llevan adelante estos actos colectivos transformadores
de la realidad social- la posibilidad de crear redes y lazos solidarios entre
ellos (intergrupalmente e intragrupalmente) y acrecentar, de esta manera, su
capital social, generando una identidad y una memoria colectiva en torno de las
acciones colectivas que lleven a cabo.
Las acciones colectivas, como
actos destinados a transformar una porción de la realidad social de los
sectores populares, son sostenidas y organizadas a través de las distintas
prácticas comunicativas y culturales de las personas que las llevan adelante.
Estas personas, dueñas de prácticas específicas, son capaces de generar a
partir de la creatividad y de la imaginación –sin importar la escasez de
recursos en la que se encuentran- posibles soluciones a las dificultades que se
les presenten. Sobre todo con el apoyo de otros que, en su misma condición de
precariedad y marginalidad, están convencidos de que la mejor manera, y quizás
también la más fructífera, de lograr un cambio es través de la unión, la
participación y la cooperación entre pares.
Los sectores populares fueron
históricamente, y son, capaces de generar a partir de la creatividad y de sus
prácticas culturales y comunicativas un abanico amplio de soluciones sociales
ante las adversidades a las que deban enfrentarse. De esta manera surgieron los
cartoneros, los piqueteros, las asambleas barriales, las agrupaciones
indígenas, obreras, entre otras: como maneras particulares de hacer frente a
las situaciones que los perjudicaban, de enfrentar una realidad que no les
resultaba gratificante ni llenaba sus espacios cotidianos. De esta manera,
recurriendo a la organización y a la cooperación, haciendo uso de sus prácticas
cotidianas propias de las culturas populares, lograron encontrar la solución a
sus problemas y generar, desde sus posibilidades distintas formas de actuar
colectivamente. Hallaron esa visibilidad negada desde la cultura hegemónica.
Toda acción colectiva conforma
redes, lo que implica trabajar con otros, formando parte de un proceso donde se
intercambia información y recursos, se generan nuevos conocimientos, se
potencian las experiencias, se hacen prácticas integradas y se proyecta de
forma compartida.
Estas redes contribuyen en la
generación de capital social sobre todo personas de escasos recursos, ausentes
de el. Además, crean los vínculos afectivos, sociales, relacionales, necesarios
para seguir sosteniendo acciones colectivas.
Ante distintas situaciones,
las acciones colectivas resultan ser la solución idónea, ante todo en los
grupos populares, incapaces de generar por sí solos lazos con organismos
gubernamentales que pudieran colaborar a mejorar distintas situaciones que los
aquejan. De esta manera, y siendo conscientes de una realidad tan marginal como
es la de nuestro país y Latinoamérica, ante la ausencia de Estados
representativos de los intereses de los sectores populares, donde se han
agotado el intervencionismo estatal y los canales de representación de la
población, la forma más adecuada de hacer frente a las problemáticas diversas
que van presentándose es unirse, encontrar en la solidaridad y el compromiso de
los pares la posibilidad de generar marcos y abanicos de soluciones varias que
permitan convertir aquello que Marc Augé –desde la antropología- concibió como no
lugar en un lugar que permita albergar las necesidades,
deseos y la posibilidad de presentar la cultura popular -y sus prácticas- como
una cultura tan válida como la hegemónica.
Por otra parte, tomaremos a
Delamata (Delamata; 2004), quien, para el caso específico de acción colectiva
en sectores populares, considera que las acciones colectivas “no deben verse
solamente como una respuesta desafiante en el marco de una experiencia
individual y social machacada por el empobrecimiento, la vulnerabilidad y la
exclusión social (…) sino también y específicamente como un acto colectivo
transformador de las relaciones sociales (…)”. Las trayectorias de la acción
colectiva producen cambios en las relaciones sociales de los sectores populares
participantes e introducen nuevos significados a sus vínculos políticos y
reposicionan los aspectos instrumentales de la acción social.
Estas acciones, en tanto
formas de participación en la vida social, se ponen de manifiesto y adquieren
distintas modalidades según el tipo de intervención en la realidad social y, en
tanto que son compartidas, son generadoras de nuevas conexiones, ideas y
prácticas en el seno del espacio social de sus protagonistas. De este modo, se
convierten en un acto colectivo transformador, que permite la modificación de
las relaciones sociales en los sectores populares. La acción colectiva supone
organizarse en pro de desafíos colectivos para alcanzar objetivos comunes,
generar identidad, compartir valores, etcétera.
De esta manera, sostenemos que
la comunicación es una de las herramientas que contribuyen a sostener la acción
colectiva, porque el lenguaje, medio básico de comunicación entre las personas,
amplía las interacciones entre los individuos y los grupos humanos, con lo que
se expande la posibilidad de constituirse como sujetos, de compartir marcos y
objetivos y de coordinar acciones más extensas y complejas mediante redes
sociales.
Alteridad/ Subalteridad
Teniendo en
cuenta que, en el marco latinoamericano, donde existen políticas imperialistas
predominantes, que priorizan a las culturas de los sectores dominantes y a las
prácticas que se imponen “desde arriba”, es necesario volver la mirada a aquellas
culturas que, históricamente, fueron consideradas subalternas. A esas culturas
que predominan en los márgenes y que, en base a la creatividad, a la
imaginación y a la necesidad de ser oídas, de hacerse visibles, han conseguido
interpretar su realidad y encontrar la manera de transformarla.
Aprovechando este reconocimiento de la comunicación como disciplina
propia de las ciencias sociales, habría que enfocar aún más la mirada en estos
sectores populares capaces de encabezar actos colectivos transformadores con
los escasos recursos que cuentan: imponiendo sus prácticas, haciendo uso de la
comunicación como herramienta fundamental y alterando el orden de preferencias
a fin de conseguir el bienestar colectivo. La identidad propia de los sectores populares se manifiesta
en sus heterogéneas experiencias y prácticas, en distintas maneras de abordar,
de vivir, de enfrentar y solucionar. Así, crean particulares marcos de
contención socio-afectivos a partir de los cuales se refuerzan los distintos
capitales de una persona.
Entonces, sería interesante pensar en estos sectores populares y en su
solidaridad. Si las culturas hegemónicas se han encargado de dominar al resto
durante años, quizás ya sea hora de que empiecen a mirar a su alrededor, que
aprendan y comprendan a esas culturas “marginales” capaces de solidarizarse, de
cooperar y de interpretar las necesidades del conjunto, para crear la manera
adecuada de transformar su realidad social.
La preocupación actual por lo popular se inscribe en la necesidad de un
avance imprescindible en los criterios de consideración de los diversos
fenómenos socioculturales. Al mismo tiempo, cualquier respuesta que se intente
resulta compleja, dado que hay una profusa y a veces contradictoria tradición
de estudios sobre el tema.
Muchas son las preguntas que podemos formularnos; pero ante todo
consideramos que repensar lo popular implica, pues, la revisión y puesta en
debate de las ideas fundamentales a las que se debe atender: los alcances del
término popular, o cultura popular, los rasgos mediante los cuales es posible
su caracterización, su grado y su forma de determinación en lo masivo, el modo
de abordaje. Así, si bien ya desde su definición, lo popular siempre ha
generado discusión, creemos de suma importancia el defender “lo popular”, las
prácticas heterogéneas propias de los sectores populares y las distintas
maneras de transformar la realidad social: de apelar a las acciones colectivas
para conseguir aquello que no consiguen a través de los agentes externos que,
en teoría, están encargados de hacer de nuestros espacios y realidades un lugar
mejor.
Así como mutan las culturas
dominantes, también las populares van resignificándose. Identidad cultural no
es algo dado, de una vez y para siempre. Lo popular toma, como hemos dicho,
elementos de culturas hegemónicas y los readapta, resignificando su identidad y
posibilidades, elementos y capacidades. Sin embargo, “tomar prestado” de otras
culturas no significa integrarse. La diferencia cultural (así como la
económica, política, social) no se elimina por un simple reconocimiento de la
existencia del otro. La escisión
entre culturas no ha desaparecido. Y es allí donde los científicos sociales
–así como los representantes del Estado- deben enfocar: el mero hecho de
reconocer la diferencia no la elimina, ni la integra, ni mejora las condiciones
de los sectores populares. Las clases populares han hallado, en las acciones
colectivas, una manera de hacer frente a las adversidades que les toca hacer
frente. Es el momento ideal, en medio de un motivador debate sobre las
cuestiones culturales en Latinoamérica y el mundo, para rever las teorías
aplicadas hasta aquí y hallar la forma de ir más allá del conocer y aceptar la
otredad. Buscar la integración y la eliminación de la inequidad. Ahí está la
clave. Quizás suena a utopía, pero es el momento ideal: las democracias
latinoamericanas aún no han tomado forma luego de décadas de dictaduras en el
continente. Repensar los cimientos sobre los que se basa la democracia es
cuestión de Estado. Incluir, como base de la agenda, la discusión sobre las
identidades culturales permitiría fomentar la desaparición de las diferencias
provenientes de la colonialidad.
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