Abenójar Sanjuán, Óscar. “Los dioses del panteón ugrio y la epopeya de La inundación del cielo y de la tierra”. Culturas Populares. Revista Electrónica 7 (julio-diciembre 2008).

http://www.culturaspopulares.org/textos7/articulos/abenojar1.htm

 

ISSN: 1886-5623

 

 

Los dioses del panteón ugrio y la epopeya de

La inundación del cielo y de la tierra[1]

 

Óscar Abenójar Sanjuán

Université de Strasbourg

 

Resumen

En este artículo traduzco y edito uno de los principales cantos mitológicos de los vogules. Agrego asimismo algunas nociones mitológicas, filológicas y folclorísticas fundamentales de las divinidades del panteón vogul. Mi propósito es ofrecer algunas herramientas para valorar los mitos obi-ugrios en su esencia poética y en comparación con otras tradiciones.

Palabras clave: Numi Tārėm, dios supremo, trueno, tormenta, S’iś de Oro, Princesa de la Muerte, Madre Tierra, Xul’-ātėr, Príncipe del Mundo Inferior, Kaltėś de Oro, Doncella del Alba, diluvio, resurrección, huesos.

 

Abstract

In this article I translate one of the major mythological vogul songs. I add also some of the main mythological, philological and folcloristic notions of the vogul deities. My purpose is to offer some tools to value the Ob-ugrian myths in its poetic essence and in comparison with other traditions.

Keywords: Numi Tārėm. Supreme god. Thunder. Storm. Golden S’iś. Princess of Death. Earth Mother. Xul’-ātėr. Prince of the Underworld. Golden Kaltėś. Maiden of the Dawn. Flood. Resurrection. Bones.

 

 

E

n el artículo “La deidad obi-ugria El Hombre que Vigila el Mundo y el mito de la Estrella Alce”, que he redactado recientemente para esta misma revista, traté de condensar en algo más de una veintena de páginas las funciones relativas a la divinidad ugria llamada El Hombre que Vigila el Mundo. En aquella ocasión centré el interés en la participación del dios solar en los mitos cosmogónicos vogules acerca de los orígenes de la Vía Láctea y de la Estrella Alce (constelación que corresponde a nuestra Osa Mayor). Obvié entonces abordar otros aspectos fundamentales de la mitología obi-ugria, por lo que el resto de los dioses mańśi y otros episodios míticos quedaron relegados a un segundo plano. En este estudio procuraré subsanar parte de aquellas carencias con una descripción más amplia ―aunque sin pretensiones de exhaustividad― de los componentes del panteón de los pueblos ugro-siberianos. Y escribo “parte”, porque de nuevo los límites de espacio me impedirán realizar una aproximación minuciosa a la totalidad del amplio elenco de divinidades vogules y ostiacas. El lector tendrá que perdonarme que vuelva a dejar arrinconados otros aspectos, como son, en este caso, los que conciernen a las deidades menores protectoras de los rebaños de renos, de los bosques o de los hogares. Todas estas deficiencias quedarán enmendadas con otros estudios de carácter más específico que me propongo desarrollar en breve.

Para ilustrar los perfiles de las divinidades de los vogules, en esta ocasión presento la traducción de La canción de la inundación del Cielo y de la Tierra: el anciano y la anciana que sobrevivieron al diluvio, un bellísimo canto mítico vogul en el que concurre la mayoría de los personajes principales del olimpo ugrio. Todo aquel que se acerque a esta pieza comprobará que los afinados versos que la componen no tienen nada que envidiar a los delicados cantos de creación del Kalevala.

Como ya advertí en mi otra monografía, mi objetivo es brindar a los especialistas hispanohablantes un corpus de etnotextos de los pueblos ugrios instalados a lo largo de las riberas próximas a la desembocadura del río Obi, así como las herramientas necesarias, las nociones etnológicas y folclorísticas fundamentales, para que puedan ser objeto de estudio y de comparación con las tradiciones occidentales. También pasaré por alto todas las notas geográficas y etnográficas relativas a los pueblos obi-ugrios, ya que en otros dos artículos recientes, “Hacia un horizonte comparativo de la épica: las epopeyas vogules del Cantar del héroe-arquero que abatió al mēŋkw y del Cantar del dios que se casó con la muchacha criada sin fuego ni agua” (E-Humanista, en prensa) y “Nuevos materiales para el estudio comparativo de la épica: la epopeya vogul de El héroe que se casó con su sobrina” (South Atlantic Review, en prensa) ya dediqué varias páginas a los aspectos esenciales que definen la cultura de los mańśi. De nada serviría, por tanto, insistir en todos los datos que ya quedaron allí descritos.

Con todo este esfuerzo por acercar a los especialistas hispanohablantes una tradición tan distante como la ugro-siberiana, pretendo ir aportando poco a poco un corpus de materiales que permita realizar en el futuro los análisis comparativos pertinentes con otras tradiciones más próximas a nuestra órbita cultural. En próximos estudios me propongo profundizar en estas semejanzas entre una y otra tradición. Pero dejemos de momento esos cotejos, más minuciosos y delimitados, para estudios de carácter más específico, y abordemos sin más un sumario del complejo sistema mitológico de los mańśi.

 

 

Los dioses principales del panteón ugrio

 

Numi Tārėm, el Cielo Superior

Es la divinidad soberana obi-ugria (khan. Numi Torum) y samoyédica (nenet Num, y selkup Nom) que hizo descender al mundo a los demás dioses: a Xoli-Tārėm ―también denominada “Maa-Ankwo simplemente “la Madre-Tierra”―, a Xul’-ātėr y al Príncipe del Mundo Inferior. Mora en una mansión de oro de siete puertas situada en el estrato superior de los siete cielos, y sus atributos son la tormenta, el viento y la forja.

Por lo general, los vogules se refieren a él como “Kworės de Oro”. La denominación epitética “Numi Tārėm” procede de numi ‘superior’, ‘cielo’, ‘tormenta’, ‘clima’ (protourálico *numa, mat. num ‘dios’), y de tārėm o tūr ‘lago’ (hún. , tova, en genitivo, kom. ty, nenet de los bosques to, nganasan turku, vot. taiva ‘cielo’). El protourálico *tova ‘lago’ proviene probablemente del mismo étimo turco-búlgaro que originó en turco täηgri “cielo” o “dios”, o en chuvash turė. Aunque existe un dios de los lagos en todos los pueblos finougrios (sami Turms, fin. Tuuri, est. Tooru, Tharapita, Taarpita o Taara, samoy. Tere), solamente en el panteón obi-ugrio y en el samoyédico ocupa la posición de dios soberano.

Pese a ser el dios supremo de los ugrios de Siberia, las intervenciones de Numi Tārėm en la literatura tradicional, a excepción de en los mitos teogónicos, son esporádicas, y a menudo su protagonismo queda relegado a su hijo Mir-susne-χum “El Hombre que Vigila el Mundo”. Solo destaca su participación en el poema La creación del mundo, en la narración ¿Cómo llegó a la Tierra el sobrino de la Dama?: cómo pescó por primera vez el Hombre que Vigila el Mundo, y en El relato sagrado de la creación de la Tierra[2]. En este último, Numi Torum y su esposa, la Kaltėś de Oro ―o bien “la Dama S’iś de Oro son personificados en forma de dos ancianos que viven en una cabaña rodeada de agua.

El Kworės de Oro tiene nueve hijos: los siete primeros humanos, Ātėr de Oro (El Hombre que Vigila el Mundo) y Kaltėś de Oro. Los primeros han sido relacionados con los jefes que, según la mitología húngara, condujeron las Hetumoger (las siete tribus magiares) a la Cuenca de los Cárpatos[3].

 

La Princesa de la Muerte

La Princesa de la Muerte, también denominada S’iś de Oro, Maa-ankw, Dama Kami o Xoli-Tārėm, vive en el Mundo Inferior —o en el interior de una gran montaña—, y personifica la enfermedad. Su apelativo “Maa-ankw” ‘Madre Tierra’, proviene del protourálico *anja ‘madre’ (hún. anya, fin. äiti, est. ema, lap. eadni), y probablemente este, a su vez, de un antiguo término túrquico (kaz. aна, tur. ana). De hecho, en la mitología finlandesa y en la lapona, Akka es la dama anciana que protege a las parturientas. El término Maa ‘Tierra’ deriva del étimo finougrio *manga o *magha ‘tierra’, del que proceden, por ejemplo, el udmurt mu (‘Tierra’ y ‘tierra’), el finlandés maa ‘tierra’ o el votiaco maa ‘tierra’. La divinidad equivalente de los lapones es Yambe-Akka o Jabme-akka.

La Princesa de la Muerte es la esposa de Numi Tārėm y la madre del Ātėr de Oro (El Hombre que Vigila el Mundo) y de la Kaltėś de Oro, diosa con la que es habitualmente confundida. Maa-ankw fue además la madre de los siete primeros humanos. Existen dos versiones de este episodio. En una de ellas la diosa recibe el recado de Numi Tārėm de dirigirse al bosque y pisotear la hierba. Xoli-Tārėm obedece, y así nacen los primeros mortales. Según la otra variante, los siete hermanos nacieron de los latigazos que Kalm, siguiendo las indicaciones de Numi Tārėm, le asesta con una serpiente viva a la Madre Tierra.

            Por otra parte el apelativo “anciana” más que una alusión a la edad, es un tratamiento de respeto que precede, en mańśi, a los nombres de las divinidades o de los héroes. Este título puede rastrearse también entre otros pueblos urálicos. En el Kalevala, por ejemplo, el epíteto más habitual del dios supremo es “Ukko” (“anciano”). El término “anciano” (man. ojk, khan. ikki, hún. öreg) proviene de dos posibles étimos protourálicos: *äcjä (de la que derivan en húngaro öccse ‘hermano menor’, bátya ‘hermano mayor’ o unoka ‘primo’) o *ekä ‘anciano’, ‘tío’, ‘pariente anciano’. En vogul existe asimismo el femenino *evkä “anciana” (vot. hakka ‘anciana’).

 

Xul’-ātėr, el Príncipe del Mundo Inferior

El Príncipe del Mundo Inferior encarna la divinidad ctónica de la muerte y de la enfermedad. Su morada está ubicada en el Océano Ártico. Por ello, según los mańśi, cuando un hombre muere, su alma viaja por el Obi en dirección al Norte, hacia el hogar de Xul’-ātėr. La localización de la residencia de Xul’-ātėr en el Mundo Inferior ha sido considerada como un influjo posterior del imaginario ruso.

En las cavernas del inframundo no hay luz. Por ello, los vogules dibujan un Sol con un carboncillo en la parte izquierda del féretro, cerca de la cabeza, y una Luna en el centro, para que el difunto pueda viajar hacia el submundo de día y de noche. En la ribera del Sosva, por el contrario, creen que el Príncipe del Mundo Inferior vive en un kuļiŋ tūr, lit. ‘lago negro’.

Existe, asimismo, un elenco de divinidades menores relacionadas con Xul’-ātėr, entre los que destacan los tewś, fantasmas o espíritus en forma de pájaro que advierten de la muerte con un silbido.

En un episodio relevante de la mitología obi-ugria, Xul’-ātėr pidió permiso a Numi Tārėm para enviar los animales al mundo. El dios soberano no se lo permitió, pero, en compensación, le dio licencia para perforar un orificio en el Cielo Superior. Desde entonces el Príncipe del Mundo Inferior envía las serpientes, los lagartos y los lobos a través de aquella abertura.

 

Kaltėś de Oro

Hija de Numi Tārėm y de la S’iś de Oro (o Maa-ankw “la Madre Tierra”), y hermana de El Hombre que Vigila el Mundo. En vogul recibe el apelativo Sarni-Kaltėś (khan. Kaltaś) lit. Kaltėś de Oro’, y en ostiaco Puγės äηki o Äηki puγės. La etimología de sarni ‘de oro’ puede remontarse quizás a un antiguo préstamo del protoiranio que dio, en húngaro, arany ‘oro’; pero el origen de Kaltėś es desconocido. Probablemente procede de la raíz protourálica *kälä ‘alba’ (hún. kelet “Este” y kel “salir el Sol”, est. koil, carel. koi, fin. amunkoitto) que originó, en finlandés, kultu “de oro” (est. kuldne). De hecho, uno de los epítetos de Kaltėś de Oro es “la Doncella del Alba”.

En cuanto a la identidad de la diosa, debe advertirse que los vogules utilizan el mismo nombre, Sarni-Kaltėś, para la S’iś de Oro —esposa de Numi Tārėm y para su hija, la hermana de Ātėr de Oro, divinidad de la fertilidad que habita en el Oriente, que decreta la duración de la vida de los hombres, y que trae al mundo a los niños.

 

La canción de la inundación del Cielo y de la Tierra: el anciano y la anciana que sobrevivieron al diluvio

Antes de que comience el diluvio, Kaltėś de Oro y su hermano, Ātėr de Oro (El Hombre que Vigila el Mundo), buscan un refugio para sus padres. La hermana apresa un gallo de oro, lo destripa e introduce a su padre en el vientre del animal. El Hombre que Vigila el Mundo hace lo mismo con un escarabajo acuático y coloca a su madre en las entrañas del insecto.

Los dos hermanos se dirigen hacia la región de los mortales. Pero antes de emprender el viaje, Ātėr de Oro desentierra el potro alado que yace, en estado latente, bajo las ruinas del establo. Después lleva el animal a Kaltėś de Oro, y ella, diosa encargada de transmitir la vida[4], lo reanima.

Y, sin más, Kaltėś de Oro y Ātėr de Oro, a lomos del caballo sagrado, parten hacia la tierra de los humanos. Por el camino se desata el diluvio, y toda la Tierra queda anegada. Después de siete días y de siete noches, la marea se retira, pero no queda ni rastro de los hombres.

Los hermanos localizan por fin la única cabaña que ha resistido al desastre. Ātėr de Oro desciende, entra en la casa y se oculta bajo un banco. Desde su escondite observa un glotón, un lobo y un oso que se van acercando sucesivamente a la mesa. Las fieras se convierten en humanos a medida que van tomando asiento. Al cabo de un rato, Ātėr de Oro sale de su escondrijo y entabla conversación con ellos.

Tras el almuerzo, el dios monta en su corcel mágico y se pone en camino en busca de los mortales. Entonces divisa una gansa solitaria. Ātėr de Oro, metamorfoseado en ganso, vuela hasta ella, la toma por esposa, y de la pareja nacen dos hijos.

En otoño la gansa migra con sus dos recién nacidos hacia las regiones cálidas. El Ātėr de Oro espera con impaciencia la llegada de la primavera siguiente para reunirse con su esposa, quien por fin llega con una bandada de aves migratorias. Pero viene sola; sus hijos se cayeron de su regazo, y de ellos tan solo quedan los huesos.

La gansa vuelve a partir. Pero esta vez Ātėr de Oro no esperará la retirada de las nieves. El dios alza el vuelo en dirección a la Región del Sur, el hogar de las aves migratorias. Al cabo del tiempo distingue a su esposa entre una enorme bandada de gansos. Hay tantos pájaros que el nivel de las aguas asciende, y se forma un poderoso oleaje. Mientras El Hombre que Vigila el Mundo se aproxima a ella, la gansa coloca cuatro tazas de oro sobre los huesos de sus hijos. El trote del caballo machaca los esqueletos de los pequeños. Entonces sus hijos resucitan y se marchan volando.

Este episodio de la resurrección de los hijos del Ātėr de Oro a partir de los huesos desmenuzados por los cascos del caballo es uno de los más conocidos de la mitología vogul. Con todo, por lo general, los mitos vogules narran la historia tal como sigue:

 

El héroe, en forma de ganso pequeño, vuela hacia la tierra de las aves migratorias, es decir, vuela a través de la Vía Láctea. Se encuentra con una anciana y con un anciano que están sentados en una casa. Se quita la piel de ganso y entra. La anciana coge dos patos, los mata y los cuece. El héroe se los come. Cuando termina, la mujer retira los huesos y los echa a un lago de “aguas vivas”. [Entonces los patos] salen del agua y echan a volar.

La pareja de ancianos lo envía a una casa pequeña, donde encontrará a una muchacha sentada que tiene las rodillas cubiertas con [una falda de] seda. La parte baja de su falda se agita. El héroe le dice:

―He visto muchas tierras, y creía que, por fin, encontraría a una esposa de provecho que tendría siete patos negros y siete patos de hielo en el pelo. Pero ahora mismo la tengo ante mis ojos, y no veo que lleve los patos negros ni los patos de hielo. Eso sí, su rodilla está temblando como si llevara un hijo bastardo[5].

[Traduzco del texto, en inglés, de Géza Róheim, Hungarian and Vogul Mythology, Seattle y Londres: Washington University Press, 1966, p. 32.]

 

El poema vogul prosigue con el regreso del Ātėr de Oro a la cabaña donde había dejado a Kaltėś de Oro. Al llegar comprueba que el hombre-glotón, el hombre-lobo y el hombre-oso han desaparecido. En aquel castillo solo queda su hermana. Inmediatamente, Kaltėś de Oro sube a la grupa del caballo del Ātėr de Oro, y juntos regresan a su palacio de las Colinas de la Tundra.

Ya en casa, El Hombre que Vigila el Mundo vuelve a deshacer su trenza, y los siete afluentes del Obi se desbordan. En ese momento, los siete escarabajos de oro emergen a la superficie, y Numi Tārėm sale del abdomen de uno de ellos. Al rato los siete cucos dorados comienzan a cantar en las ramas del abedul dorado. Uno de los pájaros abre el vientre y de allí surge, sana y salva, la S’iś de Oro.

El dios supremo y su esposa colocan al Hombre que Vigila el Mundo y a Kaltėś de Oro en sendas cunas de plata, y los hacen descender hasta la Tierra. Desde allí, de nuevo, los dos hermanos emprenden la búsqueda de los mortales. Pero, tras el diluvio, solo quedan con vida dos ancianos que habían sobrevivido a bordo de la barca de siete planchas de madera.

Los primeros árboles ya han comenzado a brotar. Los ancianos los cortan y, con la madera, reconstruyen su casa. De la descendencia de aquellos dos humanos proceden los actuales vogules.

Esta larga composición que casi alcanza los quinientos versos contiene un desenlace en prosa. Por lo general la inserción de estos pasajes, relativamente escasos en la tradición obi-ugria, suelen responder a tres factores: a menudo son provocados por un mero olvido del informante, o por su inseguridad a la hora de acoplar el texto a las exigencias del ritmo, de la rima, del verso o incluso de la matriz melódica del poema-narrativo. Pero otras veces pueden ser derivar simplemente de la interferencia de un texto narrativo de argumento similar. La existencia de varios relatos semejantes a la Canción de la inundación del Cielo y de la Tierra, nos induce a inclinarnos por esta última razón. Conviene con todo ceder el paso a la prudencia en estas ocasiones para no aventurarse en interpretaciones tajantes, pues las causas de esta brecha en el ritmo poético de la composición pudieron haber sido motivadas por un sinfín de factores externos.

 

 

La canción de la inundación del Cielo y de la Tierra:

[El anciano y la anciana que sobrevivieron al diluvio]

 

[En 1889, Bernát Munkácsi transcribió este texto entonado por Vas’kä, el hijo de Kirä, también conocido por su nombre ruso “Vasilii Kirilich”, un famoso y respetado chamán de la región de Berezovo. Nuestra traducción proviene de los textos, en vogul y en húngaro, publicados por Bernát Munkácsi en Vogul Népköltészet Gyűjtemény (Colección de folclore vogul), 4 vols., Budapest: Akadémiai Kiadó, vol. I, pp. 38-67. Existe otra publicación, en mańśi (hasta el v. 48) y en inglés, en Lauri Honko, The Great Bear, pp. 109-110. Pueden consultarse otras dos versiones, en húngaro, en Géza Képes, Napfél és éjfél: finnugor rokonaink népköltészete (Medio día y media noche: poesía popular de nuestros parientes finougrios), Budapest: Magyar Helikon, 1972, pp. 68-83, y en Béla Kálmán, et al., Leszállt a medve az égből: vogul népköltészet (El oso bajó desde el cielo: poesía popular vogul), Budapest: Európa Könyvkiadó, 1980, pp. 7-22.]

 

En la ciudad del cerro de las algas creada por ellos mismos,

en la ciudad de los cerros de la tundra creada por ellos mismos,

vivían la Dama S’iś de Oro

y nuestro padre, el Kworės de Oro.

5          Su hija era la Kaltėś de Oro.

Su hijo, el Ātėr de Oro.

Eran sus dos únicos hijos.

Los siete caballos coloridos como el Sol pataleaban en el establo.

Sus siete caballos del color de la nieve relinchaban en el establo.

10        Detrás de su casa,

nació un abedul de hojas doradas.

Nació un abedul de ramas doradas.

 

La Kaltėś de Oro, la hermana del joven [Ātėr de Oro],

salió de la casa [y] se deshizo la trenza:

15        Mis siete Obi con una desembocadura se vierten.

Los siete mares con una desembocadura se derraman[6].

El Sol deshace su trenza.

La Luna deshace su trenza.

Sus siete gallos de plumas doradas,

20        de colas doradas,

se posan

            detrás de la casa, en la rama del abedul reverenciado.

Estuvieron cantando durante siete noches.

Estuvieron cacareando durante siete días.

25        Por la noche no dejan [de cantar].

De día no se les quitan las ganas [de cantar].

Su canto suena con voz chirriante

como si fuera un chorro de oro y de plata[7].

Allí cantan con voz retumbante

30        como si fuera un caudal de plata y de oro.

Desde aquel momento, los míseros mortales que calzan sandalias,

los míseros mortales [que se cubren] con pellizas

            empezaron a sentir ganas de vivir en el mundo extenso.

[Sintieron ganas de vivir] desde que escucharon la voz de los gallos.

 

35                   El Ātėr de Oro, el hermano de la dama, de la Kaltėś de Oro,

salió de la casa y se deshizo la trenza.

Mis siete Obi de una sola desembocadura fluyen.

Mis siete mares de una sola desembocadura fluyen.

            El Sol reluce en su trenza.

40        La Luna brilla en su trenza.                

Siete escarabajos acuáticos de lomos dorados

emergen a la superficie desde las siete profundidades del Obi,

            desde las siete profundidades del mar.

Se calientan los lomos en su trenza,

45        en su trenza que originó el verano y el invierno.

Desde aquel momento, los míseros mortales que calzan sandalias,

los míseros mortales [que se cubren] con pellizas

            empezaron a obtener la fuerza vital

de aquellas trenzas.

 

50                   Pasó mucho tiempo o [pasó] poco tiempo.

¡Ay! Cierto día, su madre, la S’iś de Oro, murió.

Su hija, la Kaltėś de Oro, se marchó.

Atrapó uno de los siete gallos

de alas doradas, de colas doradas.

55        ¡Ay! Lo destripó

y metió a su madre en las entrañas del gallo.

Pasó mucho tiempo o [pasó] poco tiempo.

Cierto día, nuestro padre, el Kworės de Oro, murió.

Su hijo, el Kworės de Oro,

60        atrapó uno de los siete escarabajos acuáticos

de lomos dorados.

Le desgarró el abdomen y metió a su padre

dentro de las entrañas del escarabajo acuático.

 

Pasó mucho tiempo o [pasó] poco tiempo

65        en nuestra ciudad del cerro de las algas,

            en nuestra ciudad de los cerros de la tundra.

Un día, la Kaltėś de Oro le dijo a su hermano [el Ātėr de Oro]:

―Hermanito, ¿tendremos que esperar mucho o poco [tiempo]

en nuestra ciudad del cerro de las algas hasta que lleguen los humanos?

70                   ¡Partamos inmediatamente hacia aquella región

habitada por los héroes, habitada por las damas!

Entonces [Ātėr de Oro] le dijo a su hermana:

―De acuerdo, pero, ¿en qué animal podríamos cabalgar?

Su hermana, la Kaltėś de Oro, le respondió:

75        ―En otro tiempo, cuando nuestros padres y nuestras madres todavía vivían,

había siete caballos engalanados como el Sol en nuestro establo.

Había siete caballos del color de la nieve en nuestro establo.

Ve a las ruinas del establo.

Una yegua nació allí hace mucho tiempo.

80        Sus compañeros pisotearon la tierra.

Si cavas entre los escombros, a gran profundidad,

¡hallarás el potro [enterrado] a un ana[8] de profundidad!

 

El Ātėr de Oro se marchó y comenzó a cavar

en el suelo del establo viejo y ruinoso de los siete caballos.

85        Encontró el lugar idóneo para cavar.

Solo allí podría encontrar el potro.

En otro tiempo, cuando su madre vivía,

tenía la grupa colorida. Tenía la cruz colorida.

Así era su potro. No era de otra raza.

90        [Pero, cuando el Ātėr de Oro lo halló] sus huesos eran de pura tierra.

[El Ātėr de Oro] se llevó el potro muerto a su casa.

Su hermana, la Kaltėś de Oro, cogió [el potro] en brazos.

Lavó uno de sus lomos con agua del lago.

Lavó el otro lomo con agua del Obi.

95        Lo resucitó.

Así era el animal que encontró. No era de otra raza.

De uno de los agujeros de la nariz [del potro],

saltó una chispa de fuego.

Del otro agujero de la nariz,

100      emanó un fuego abrasador.

De sus patas delanteras, le salieron dos alas.

Así era el animal. No era de otra raza.

Tenía la cadera colorida. Tenía la cruz colorida.

Relinchó y resopló. Batió las alas.

105      Si se giraba, una luz resplandecía en la dirección en que miraba.

Aguzaba el oído ante cualquier ruido.

Sus oídos percibían

hasta el [sonido] del roce de dos briznas de hierba.

Sus oídos percibían

110      hasta el roce de dos ramas de abedul.

[Los hermanos] le colocaron la silla con cascabeles,

[la silla] de siete cascabeles en el lomo.

Y los dos

se montaron en el caballo.

115      Volaron entre dos cielos. [Volaron entre] los dos cielos[9],

como si fueran una ráfaga.

¡Ay! [El caballo] replegó

sus alas de cuero. Ya habían llegado

a la región habitada por las damas de otro pueblo.

120      Habían encontrado la región habitada por los señores de otro pueblo.

 

Cabalgaron durante mucho tiempo o durante poco tiempo.

Miraron hacia abajo, [hacia] cierto lugar.

Su tierrecita giraba

como si fuera una rueda anegada por el diluvio de hierro.

125      Las lenguas de fuego saltaban

            a una altura de siete cuerdas de medir. De nuevo,

cabalgaron durante mucho tiempo o durante poco tiempo.

Entonces vieron

que el sagrado diluvio de fuego había carbonizado

130      las patas doradas de su corcel sagrado.

[Había carbonizado] sus cascos delanteros [y] sus cascos traseros.

El Ātėr de Oro retiró los cascos [del caballo]

y esparció sus trenzas.

Después volvieron a despegar.

135      En cierto momento, observaron

que [ya] no quedaban bosques.

Se había quemado toda la tierra.

Y, de nuevo, volvieron a despegar.

El corazón del Ātėr de Oro se sumió en la tristeza.

140      [Pensó] “¿Qué será de la Tierra sin hombres?”

Había que crear la vida de los [seres] mortales.

Entonces les dijo llorando

a su padre y a su madre, que seguían muertos[10]:

―¡Papá, Kworės de Oro! ¡Mamá, S’iś de Oro!

145      ¿Cómo podrán sobrevivir los hombres

en aquella tierra abrasada?

Su hermana, la Kaltėś de Oro le respondió:

―¿Qué te ha ocurrido? ¿Por qué lloras, hermanito?

―Dulce hermana, estoy llorando porque

150      se ha desatado un diluvio de fuego

allá abajo, sobre el lomo de la sagrada Tierra estática[11].

No se han librado del fuego ni [la más mínima] brizna de árbol

ni [el más mínimo] ser vivo mortal.

¿Cómo podré vivir sin hombres?

155      ―¡Hermano! ¡Mira hacia abajo!

[El Ātėr de Oro] miró hacia abajo con los ojos llenos de lágrimas,

[y vio que], allá abajo, había un anciano y una anciana

que navegaban en un barco de madera de siete planchas de madera de chopo.

Entonces el agua sagrada se retiró de la Tierra.

160      El Ātėr de Oro los vio arrastrándose por la orilla.

El Demonio salió de la tripa de la anciana.

Se había refugiado del fuego en aquel lugar y se había quedado a vivir allí.

Las hijas y los hijos [humanos]

surgieron de los ombligos cortados de los hombres[12].

165      Y, hasta ahora, nosotros, las hijas y los hijos de aquellos mańśi,

hemos convivido con otros pueblos.

 

La Kaltėś de Oro y el Ātėr de Oro

volvieron a volar en su caballo alado

de grupa multicolor, de cruz colorida.

170      Volaron durante mucho tiempo o [volaron] durante poco tiempo.

Entonces el joven tomó las riendas del caballo.

Miraron hacia abajo, hasta donde alcanzaba la vista,

y vieron que las ciudades habían encogido

y que los pueblos se habían ensanchado. Descendieron.

175      Se detuvieron en una casa.

Allí había muchas vacas. [También] había corderos,

caballos, graneros, henares y comercios.

Pero, ni rastro de los humanos.

―Querido ―dijo [Kaltėś de Oro] a su hermano―

180      yo me quedo fuera. Tú mira dentro.

Si ves al ser humano, no les digas dónde estoy.

¡No podría mezclarme bien con el pueblo de los humanos!

El Ātėr de Oro descendió a casa.

No vio ni el pueblo de los hombres ni el pueblo de las mujeres.

185      Bebió cerveza. Comió comida con miel.

Se sentaron a la mesa. No había casi nada.

El joven [Ātėr de Oro] se escondió bajo un banquito.

Se quedó allí bien oculto.

En cierto momento, un glotón entró arrastrándose.

190      Empezó a gruñir por toda la casa.

El Ātėr de Oro pensó:

“Espero que no me muerda”.

En cierto momento,

[el gltotón] se quitó la piel.

195      ¡Eh! ¡De repente el joven [Ātėr de Oro] vio, desde su escondite,

cómo, debajo de la piel de glotón,

aparecía un hombre hijo de mujer, un hombre hijo de hombre!

Entonces el héroe se sentó en el banco

y se quitó  la piel de glotón.

200      Se enjugó el sudor abundante.

Algo volvió a asomarse por la puerta.

            Un fiero anciano-lobo irrumpió [en la casa],

y comenzó a saltar y a aullar por todas partes.

En cierto momento,

205      [el lobo] se quitó la piel.

¡Eh! ¡De repente el joven [Ātėr de Oro] vio, desde su escondite,

cómo, debajo de la piel de lobo,

aparecía un hombre hijo de mujer, un hombre hijo de hombre!

De nuevo, otro héroe se sentó en el banco.

210      Algo volvió a empujar la puerta.

Un anciano-oso irrumpió [en la casa]

y comenzó a saltar y a gruñir furiosamente por todas partes.

En cierto momento,

[el oso] se quitó la piel.

215      ¡Eh! ¡De repente el joven [Ātėr de Oro] vio, desde su escondite,

cómo, debajo de la piel de oso,

aparecía un hombre hijo de mujer, un hombre hijo de hombre!

De nuevo, otro héroe se sentó en el banco.

Estuvieron sentados durante mucho tiempo o durante poco tiempo.

 

220                 Entonces [los héroes] dijeron:

            ―¡Ey! ¡Al parecer, hay un extraño por aquí!

Pero ¿dónde está? ¡Que dé un paso adelante!

El Ātėr de Oro lo escuchó y se levantó.

Estrechó las manos de los tres héroes.

225      Se sentaron a una mesa llena de comida y de cerveza.

            Bebieron y comieron durante mucho tiempo o durante poco tiempo.

Pero el Ātėr de Oro comenzó a entristecerse [porque pensó]:

“¡Ay, Dios mío! Yo estoy aquí comiendo y bebiendo

mientras mi hermana está fuera. Estará hambrienta”.

230      Los héroes irguieron la cabeza [y le dijeron]:

            ―Entonces ¿tienes una hermana?

            ¡Tráela aquí dentro!

            El Ātėr de Oro hizo entrar enseguida

            a su hermana, a la Kaltėś de Oro.

235      Se sentaron en una mesa llena de comida y de cerveza.

            Comieron. Bebieron y se acostaron.

            Estuvieron acostados hasta la semana famosa[13].

            Estuvieron descansando hasta la semana renombrada.

            El Ātėr de Oro se sumió en un sueño [muy profundo].

240      ¡Ay! [Después] se levantó

            y salió de aquella casa.

Su hermana se fue caminando sin el caballo.

Vagabundeó.

Deambuló.

245      Caminó durante mucho tiempo por la región de los cielos largos.

            Caminó durante poco tiempo por la región de los cielos cortos.

Se acostaron

en un lugar soleado de la linde del abetal.

Estuvieron acostados durante mucho tiempo

250      o [estuvieron acostados] durante poco tiempo.

            La primavera acababa de comenzar.

Muchos pajaritos dorados

comenzaron a llegar desde la Región del Sur

a aquella región de las damas, a aquella región de los señores.

255      [El Ātėr de Oro] los estuvo contemplando mientras seguía acostado.

            Entonces una gansa ponedera solitaria

pasó volando por encima.

El Ātėr de Oro se transformó en ganso y sobrevoló el lago

agitando las manos, [agitando] las canillas.

260      El Ātėr de Oro y la gansa se balancean

como si fueran marido y mujer[14].

Llegaron a la Región del Sur

cuando el otoño comenzó a acortar los días.

Aquellos animales vivieron

265      en los siete lagos de aguas doradas,

            en los siete mares de aguas doradas.

Estuvieron cantando durante siete noches.

Estuvieron cantando durante siete días.

Cuando ascendieron a la orilla de los siete lagos,

270      a la orilla de los siete mares, apareció, ante ellos, el camino dorado.

            Cuando descendieron, apareció, ante ellos, la región ondulante.

El Ātėr de Oro, se quedó a vivir allí

con la gansa ponedera.

Tuvieron hijas. Tuvieron hijos.

275      Su ancestro, el Cielo Superior,

            su padre, el Cielo Superior,

hizo que llegara la primavera.

¡Ay! Los pájaros residentes en el Sur vinieron a nuestra tierra,

a nuestra región de las aguas del Obi,

280      a nuestro mundo acuático.

Siguieron su instinto de animales inteligentes.

¡Ay! Llegaron.

En cuanto alcanzaron la tierra de las damas;

en cuanto alcanzaron la tierra de los señores,

285      [el Ātėr de Oro] se puso a pensar en su caballo.

Echaba de menos a su buen caballo.

Sobrevoló

la región del otoño, que acorta los días,

            la Región del Sur por la que suelen caminar las damas,

290      la Región del Sur por la que suelen caminar los señores,

la Región del Sur de los numerosos pajaritos dorados.

Llegaron al lugar soleado del borde del abetal

donde antaño había dormido el Ātėr de Oro.

Se acostaron y se quedaron allí.

295      Su esposa, la gansa, volvió a emprender el vuelo

con su hija y con su hijo.

Entonces el Ātėr de Oro durmió durante siete noches.

Descansó durante siete días.

 

Pasó mucho tiempo

300      o pasó poco tiempo.

Había llegado la primavera

a la linde soleada del abetal.

Muchos pajaritos dorados de la Región del Sur

regresaron.

305      Los pájaros de la Región del Sur

migraron a nuestra región de las aguas del Obi,

            a nuestro mundo de agua.

            [El Ātėr de Oro] seguía esperando a su mujer, a sus hijos.

[Pero] ni su mujer ni sus hijos llegaron con aquellos [pájaros].

310      Entonces su esposa llegó sollozando

al final de una bandada migratoria de patos salvajes,

al final de una bandada migratoria de gansos salvajes.

Dijo llorando:

―¡Ya no tengo esposo! ¡Ya no tengo hijo!

315      Y estuvo sollozando durante mucho tiempo.

En el agua de las mujeres por la que suelen merodear las mujeres del sur,

en el agua de los hombres por la que suelen merodear los hombres,

vive una muchacha de la Región del Sur. Es una muchacha dorada.

Antaño, en invierno, en la cintura del invierno con cintura,

320      todos los pájaros temblones de la Región del Sur

se sentaban en su regazo

para calentarse.

            Mis dos hijos se cayeron

            del regazo de la cintura del invierno.

325      El hielo que rechina como la madera los devoró.

Mis hijos han muerto.

¡[Pero] ojalá pudiera encontrar, por lo menos, a mi marido!

¡Ojalá pudiera encontrar, por lo menos, a mi anciano!

Cuando llegó el otoño que acorta los días, [la esposa del Ātėr de Oro]

330      ¡ay!, de nuevo, se puso a pensar

            en los numerosos pájaros dorados

de la Región del Sur por la que suelen caminar las mujeres.

   [Se puso a pensar] en las aguas por las que suelen merodear las mujeres del sur,

   en las aguas por las que suelen merodear los hombres.

335      La esposa del Ātėr de Oro volvió a emprender un largo camino.

            Llegó a la linde soleada del abetal.

Y se puso a llorar desconsoladamente:

   ―¡Mi buen marido

que engendraste a mi hija [y] a mi hijo!

340      ¡Mi buen marido bondadoso!

            ¡Los huesos [de mis hijos] se rompieron!

¡Su carne se desgarró!

[La esposa-gansa del Ātėr de Oro] se marchó llorando.

Cuando su esposa se hubo marchado,

345      la sangre del Ātėr de Oro empezó a hervir.

            Dijo: ―Mi gansa me acaba de decir

que mi hija y mi hijo han muerto congelados.

Se le cayeron de las rodillas

a su querida hija del sur.

350      ¡Si yo llego,

            por el suelo o por cielo,

a la región dorada del sur,

la muchacha dorada de la Región del Sur será mía!

El Ātėr de Oro se levantó y salió corriendo.

355      Corrió durante mucho tiempo o durante poco tiempo. Corrió a toda prisa.

            ¿Cómo podría llegar a la casa de las aves migratorias?

Sus fuerzas comenzaron a declinar.

―¡Bueno! ¡[Ya es] suficiente! ¡Me acostaré aquí!

Se tumbó en las extensas rocas que llegaban hasta el cielo

360      para recuperar las fuerzas.

 

Estuvo mucho tiempo acostado o estuvo poco tiempo acostado.

Empezó a reflexionar: “¡Hasta hace poco, yo tenía un caballo!

Mi caballo alado

de grupa multicolor, de cruz multicolor,

365      fue engendrado, para mí,

con el polvo del establo pisado por mi madre, por la S’iś de Oro,

con el polvo del establo pisado por mi padre, por el Kworės de Oro.

Mi buen caballo, que estás en todas partes,

ojalá pudieras llegar aquí, en forma de gotas,

370      mientras canto canciones,

mientras canto mitos,

como si fueras la lluvia del cielo que gotea,

como si fueras la brisa del cielo que gotea”.

Entonces cayó extasiado.

375      Estuvo mucho tiempo acostado o estuvo poco tiempo [acostado].

            En cierto momento, comenzó a querer despertarse,

[porque] sintió una baba en la mejilla.

Entreabió los ojos

y, ¡eh! su caballo estaba pataleando ahí.

380      ¡Eh! entonces se despertó.

            Montó, de un salto, en su caballo alado.

Asió las alas, a modo de riendas, y su mano izquierda

sonó con voz de plata en la región del mundo giratorio.

            Asió el rabo, a modo de brida, con la mano derecha

385      y, a la derecha, comenzaron a resplandecer el Sol y la Luna

en el horizonte giratorio, en la región celeste giratoria. Por fin

llegaron a la región de las mujeres por la que caminan las mujeres,

a la región de los hombres del sur por la que caminan los hombres.

¡Ay! Los siete mares de aguas doradas

390      trajeron abundantes pájaros de la Región del Sur.

Había tantos pájaros que la tierra tembló,

y el nivel del mar ascendió.

Entonces [el Ātėr de Oro] se acercó

para escucharlos.

395      Las aguas del mar se convirtieron en espuma. [El caudal] creció

y se formaron olas poderosas.

Su fuerza no se aplacaba.

Su poderío no cesaba.

[El Ātėr de Oro] vio que la muchacha de la Región del Sur estaba sentada allí.

400      Relucía como si fuera de oro.

¡Ay! Y frente a las patas de la gansa estaban su hija y su hijo.

Yacían como si estuvieran muertos.

El Ātėr de Oro miró a los muchachos muertos

y a la muchacha dorada de la Región del Sur.

405      El Padre [del] Cielo [Superior] le ofreció la capucha sagrada

y se le cayó hasta los ojos.

Entonces [el Ātėr de Oro] le dijo a su querido caballo:

―¡Caballo mío!

¡Vuela hasta el lugar en el que vive la muchacha del sur!

410      ¡Esparce este hueso de la dama de oro,

por la tierra y por el agua,

con la fuerza de tus patas delanteras!

¡Esparce esta carne de la dama de oro,

por la tierra y por el agua,

415      con la fuerza de tus patas traseras!

¡Ay! entonces su esposa los vio,

y les dijo a sus siete criados:

―¡Mirad!

¡Ay!¡Se aproxima un señor

420      entre los dos cielos!

Es un hombre maravilloso. Espero que sea mi esposo.

¡Traed cerveza! ¡Traed comida con miel!

El Ātėr de Oro se estaba acercando.

La dama dorada les dijo a sus siete criados:

425      ―¡Colocad cuatro tazas de oro en los lugares en los que pisará el caballo

[para que las tazas se encajen] en sus cuatro cascos!

Entonces el Ātėr de Oro llegó.

Su caballo trotaba con los cascos delanteros y con los traseros encajados en las tazas de plata.

430      Las tazas de plata se habían adherido

a sus cascos.

Con el trote [del caballo], las tazas rompieron

en siete pedazos los huesos [de los hijos] de la Dama de Oro.

Así, con el galope del Ātėr de Oro,

435      su hija y su hijo muertos recobraron la vida

en forma de dos gansos. ¡Ay! Se marcharon volando.

 

Entonces el Ātėr de Oro regresó

de los siete mares de aguas doradas

y decidió volver al castillo de su hermana

440      donde la había dejado hacía mucho tiempo.

Aquellos héroes de colas largas habían sido destruidos.

Su hermana estaba sentada sola en aquel castillo vacío.

Los dos montaron

en su caballo alado de cruz colorida, de hocico moteado.

445      Recogió sus alas

y las replegó.

De un salto despegaron hacia la mitad de los dos cielos.

Miraron hacia un lugar en el horizonte.

¡Eh! Allí estaba su ciudad de la colina de algas,

450      la ciudad de Colinas de la Tundra

que ellos mismos habían construido.

Llegaron a su ciudad y entraron.

Prepararon un banquete. Bebieron cerveza

y comieron viandas con miel.

455      Acompañó a su hermana a casa.

Deshizo su hermosa trenza colgante,

y se inundó la desembocadura de los siete mares,

se desbordó la desembocadura de los siete brazos del Obi.

Su hermosa trenza colgante hizo brillar la tierra, el agua, el mundo.

460         Siete cucos de colas doradas, de alas doradas,

sobrevolaron el abedul de hojas y de ramas doradas

que el viento zarandeaba.

Estuvieron cantando durante siete noches.

            Estuvieron cantando con voz de cucos durante siete días.

465      Sus deseos [de cantar] continúan durante la noche.

Sus deseos [de cantar] no cesan durante el día.

            Un cuco abrió su abdomen y, de él, surgió la madre, la S’iś de Oro.

            ¡Ay! [Su madre] había sobrevivido [al diluvio] allí dentro.

Su hermano menor salió de casa. Deshizo su trenza tierna, y se inundó

470      la desembocadura de los siete mares. Se desbordó la desembocadura de los siete

[brazos del Obi.

            [Su trenza] hizo brillar la tierra, el agua, el mundo.

Siete escarabajos acuáticos de lomos curvados emergieron

del fondo de los siete brazos del Obi, del fondo de los siete mares.

Uno de ellos se abrió el abdomen, ¡y allí estaba el Kworės de Oro!

475      [Su padre] había sobrevivido [al diluvio] allí dentro.

Dispusieron una mesa de patas doradas.

Bebieron cerveza y comieron comida con miel.

Entonces nuestra madre, la S’iś de Oro, y nuestro padre, el Kworės de Oro,

            colocaron a la Kaltėś de Oro y al Ātėr de Oro en dos cunas de arcos dorados.

480      Y arrojaron abajo, al Mundo Inferior,

las dos cunas atadas con dos cadenas deshilachadas de plata.

 

[La Kaltėś de Oro y el Ātėr de Oro] llegaron abajo, a la Tierra. No vieron ningún mortal por ninguna parte. Entonces en cierto momento, la hermana dijo:

―Hermano, presta atención: hace poco, cuando cayó el sagrado diluvio de fuego, vimos un barco de siete planchas [de madera] de chopo. Lo llevamos a tierra firme. Había una anciana y un anciano dentro. ¡Míralos allí!

[Los hermanos] se dirigieron hacia allí volando o a pie. Lo importante es que llegaron. La anciana y el anciano estaban en la orilla comerciando. El sagrado diluvio de fuego había devorado los árboles. Pero ya habían brotado otros nuevos. [Los ancianos] los cortaron. Los hicieron astillas. Los ataron y construyeron su casa. La anciana y el anciano tuvieron hijos e hijas. Y, hasta ahora, los hombres han sido felices en aquella patria.

 

 

Bibliografía

Abenójar, Óscar, “La deidad obi-ugria El Hombre que Vigila el Mundo y el mito de la Estrella Alce”, Culturas Populares, 6 (2008), edición en Internet:

<http://www.culturaspopulares.org/textos6/articulos/abenojar.htm>.

Abenójar, Óscar, “Hacia un horizonte comparativo de la épica: las epopeyas vogules del Cantar del héroe-arquero que abatió al mēŋkw y del Cantar del dios que se casó con la muchacha criada sin fuego ni agua”, E-Humanista: Journal of Iberian Studies, 11 (2008), edición en Internet: <http://www.ehumanista.ucsb.edu/volumes/index.shtml>.

Abenójar, Óscar, “Nuevos materiales para el estudio comparativo de la épica: la epopeya vogul de El héroe que se casó con su sobrina, South Atlantic Review, en prensa.

Collinder, Björn, Comparative Grammar of the Uralic Languages, Estocolmo: Almqvist and Wiksell, 1960.

Collinder, Björn, Fenno-Ugric Vocabulary: An Etymological Dictionary of the Uralic Languages, Estocolmo: Almqvist and Wiksell, 1955.

Collinder, Björn, Survey of the Uralic Languages, Estocolmo: Almqvist and Wiksell, 1957.

Décsy, Gyula, The Common Finno-Ugric Language: 4.000 B.C. - 3.000 B.C., Bloomington: Authorhouse, 2006.

Domokos, Péter, Finnugor-Szamojéd (urali) regék és mondák (Mitos y leyendas de los pueblos urálicos: finougrios y samoyedos), I, Budapest: Móra Ferenc Könyvkiadó, 1984, pp. 35-44.

Eliade, Mircea, Le chamanisme et les techniques archaïques de l’extase, París: Payot, 1968.

Frazer, James, Spirits of the Corn and of the Wild, vol. 2, Londres: McMillan, 1912.

Honko, Lauri, Senni Timonen, Michael Branch y Keith Bosley, The Great Bear: A Thematic Anthology of Oral Poetry in the Finno-Ugrian Languages, Nueva York: Oxford University Press, 1994.

Hoppál, Mihály y Sadovszky, Otto, Vogul Folklore, Budapest: Akadémiai Kiadó, 1995.

Kálmán, Béla, et al., Leszállt a medve az égből: vogul népköltészet [El oso bajó desde el cielo: poesía popular vogul], Budapest: Európa Könyvkiadó, 1980.

Kálmán, Béla, Vogul Chrestomathy, Bloomington-La Haya: Indiana University Press-Mouton & Co., 1965.

Képes, Géza, Napfél és éjfél: finnugor rokonaink népköltészete [Medio día y media noche: poesía popular de nuestros parientes finougrios], Budapest: Magyar Helikon, 1972.

Marcantonio, Angela, The Uralic Language Family: Facts, Myths and Statistics, Oxford-Boston: The Philological Society, 2002.

Munkácsi, Bernát, Vogul Népköltészet Gyűjtemény [Colección de folclore vogul], 4 vols., Budapest: Akadémiai Kiadó, 1892-1910.

Róheim, Géza, Hungarian and Vogul Mythology, Seattle y Londres: Washington University Press, 1966.

Чернецов В. Н. (Tschernjetzow, V. N.), Вогульские сказки (Vogulskie skazki), Leningrado: [?], 1935.

 

 

 



[1] Este artículo ha sido realizado en el marco del grupo de investigación “Seminario de literatura medieval y renacentista” del Centro de Estudios Cervantinos de Alcalá de Henares. Quiero agradecer todas las orientaciones y correcciones de mi profesor José Manuel Pedrosa, de la Universidad de Alcalá.

[2] La creación del mundo fue publicada en Munkácsi, Bernát, Vogul Népköltészet Gyűjtemény, vol. I, Budapest: Akadémiai Kiadó, 1892, pp. 77-99. Pueden consultarse asimismo dos traducciones húngaras: una de de Anna Bede en Béla Kálmán, et al., Leszállt a medve az égből: vogul népköltészet (El oso bajó desde el cielo: lírica popular vogul), Budapest: Europa Könyvkiadó, 1980, pp. 23-34, y otra de Péter Domokos en Finnugor-Szamojéd (urali) regék és mondák (Mitos y leyendas de los pueblos urálicos: finougrios y samoyedos), vol. I, Budapest: Móra Ferenc Könyvkiadó, 1984, pp. 35-44. El relato ¿Cómo llegó a la Tierra el sobrino de la Dama?: cómo pescó por primera vez el Hombre que Vigila el Mundo fue publicado por Éva Schmidt en Péter Domokos, Finnugor-Szamojéd (urali) regék és mondák, vol. I, pp. 28-32, apud «Чернецов В. Н., Вогульские сказки, pp. 34-40». Munkácsi, Bernát presentó una edición bilingüe (vogul-húngara) de El relato sagrado de la creación de la Tierra en su monumental Vogul Népköltészet Gyűjtemény, vol. I, pp. 1-32. Éva Schmidt tradujo y editó la misma pieza en Péter Domokos, Finnugor-Szamojéd (urali) regék és mondák, vol. I, 1984, pp. 13-27.

[3] Para los paralelismos de estos personajes con los de la tradición húngara, véase Géza Róheim, Hungarian and Vogul Mythology, Seattle y Londres: Washington University Press, 1966, pp. 3-10.

[4] Adviértase que, en el relato ¿Cómo fueron creados los hombres?, el Anciano Tapel le lleva los primeros hombres de arcilla a Kaltėś de Oro para que la diosa les dé el alma.

[5] El renacimiento a partir de los huesos es un tópico muy extendido, especialmente entre las comunidades que conservan tradiciones chamánicas. Para los paralelos indoiranios, véase Mihály Hoppál y Otto Sadovszky, Vogul Folklore, Budapest: Akadémiai Kiadó, 1995, p. 203. Este episodio puede rastrearse asimismo entre los mitos amerindios (James Frazer, Spirits of the Corn and of the Wild, vol. 2, Londres: Mcmillan, 1912). También Mircea Eliade expone un largo inventario de paralelismos del mismo mitema en relación con el chamanismo en Le chamanisme et les techniques archaïques de l’extase, París: Payot, 1968, pp. 139-142.

[6] La Kaltėś de Oro, la hermana del joven [Ātėr de Oro] /salió de la casa [y] se deshizo la trenza: /Mis siete Obi con una desembocadura se vierten. /Los siete mares con una desembocadura se derraman: cuando Kaltėś de Oro se deshace la trenza, el cielo se licua y comienza el diluvio.

[7] Su canto suena con voz chirriante / como si fuera un chorro de oro y de plata: para los vogules, este canto de los gallos permite por fin que comience la edad de los hombres.

[8] Ana: medida de longitud equivalente a unos 0,7 metros.

[9] Volaron entre dos cielos: volaron entre el Cielo Inferior (la Tierra) y el Cielo Superior.

[10] Recuérdese que la Dama S’iś de Oro y el Kworės de Oro se hallaban en estado de letargo en los vientres de un gallo y de un escarabajo acuático respectivamente.

[11] Sobre el lomo de la sagrada Tierra estática: Numi Tārėm había detenido el giro de la Tierra para que los humanos pudieran vivir en ella. De ahí que la nueva tierra, estable y preparada para recibir la vida humana, reciba el epíteto “estática”.

[12] Las hijas y los hijos [humanos] / surgieron de los ombligos cortados de los hombres: los humanos tuvieron descendencia.

[13] Famoso, -a y renombrado, -a: (man. nēmėŋ) en la poesía épico-mítica vogul, son atributos muy recurrentes para la formación de matrices formulaicas. Tanto es así, que, en ocasiones, el adjetivo se ha lexicalizado, y es empleado en sintagmas de significado oscuro como “semana famosa”.

[14] El Ātėr de Oro y la gansa se balancean / como si fueran marido y mujer: los gansos copulan.