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Abenójar Sanjuán, Óscar. “Los dioses del panteón ugrio y la epopeya
de La inundación del cielo y de la tierra”. Culturas
Populares. Revista Electrónica 7 (julio-diciembre 2008). http://www.culturaspopulares.org/textos7/articulos/abenojar1.htm ISSN: 1886-5623 |
Resumen
En este artículo traduzco y edito uno de los principales cantos
mitológicos de los vogules. Agrego asimismo algunas nociones mitológicas,
filológicas y folclorísticas fundamentales de las divinidades del panteón
vogul. Mi propósito es ofrecer algunas herramientas para valorar los mitos
obi-ugrios en su esencia poética y en comparación con otras tradiciones.
Palabras clave: Numi
Tārėm, dios supremo, trueno,
tormenta, S’iś
de Oro,
Princesa de la Muerte, Madre Tierra, Xul’-ātėr, Príncipe del Mundo Inferior, Kaltėś de Oro, Doncella del Alba, diluvio,
resurrección, huesos.
Abstract
In this article I translate one of the major mythological
vogul songs. I add also some of the main mythological, philological and
folcloristic notions of the vogul deities. My purpose is to offer some tools to
value the Ob-ugrian myths in its poetic essence and in comparison with other
traditions.
Keywords: Numi Tārėm. Supreme god.
Thunder. Storm. Golden S’iś. Princess of Death. Earth Mother. Xul’-ātėr. Prince
of the Underworld. Golden Kaltėś. Maiden of the Dawn. Flood. Resurrection. Bones.
E |
n el artículo “La deidad
obi-ugria El Hombre que Vigila el Mundo y el mito de la Estrella Alce”, que he redactado
recientemente para esta misma revista, traté de condensar en algo más de una
veintena de páginas las funciones relativas a la divinidad ugria llamada El
Hombre que Vigila el Mundo. En aquella ocasión centré el interés en la
participación del dios solar en los mitos cosmogónicos vogules acerca de los
orígenes de la Vía Láctea y de la Estrella Alce (constelación que corresponde a
nuestra Osa Mayor). Obvié entonces abordar otros aspectos fundamentales de la mitología
obi-ugria, por lo que el resto de los dioses mańśi
y otros episodios míticos quedaron relegados a un segundo plano. En este
estudio procuraré subsanar parte de aquellas carencias con una descripción más
amplia ―aunque sin pretensiones de exhaustividad― de los componentes del
panteón de los pueblos ugro-siberianos. Y escribo “parte”, porque de nuevo los
límites de espacio me impedirán realizar una aproximación minuciosa a la
totalidad del amplio elenco de divinidades vogules y ostiacas. El lector tendrá
que perdonarme que vuelva a dejar arrinconados otros aspectos, como son, en
este caso, los que conciernen a las deidades menores protectoras de los rebaños
de renos, de los bosques o de los hogares. Todas estas deficiencias quedarán
enmendadas con otros estudios de carácter más específico que me propongo
desarrollar en breve.
Para
ilustrar los perfiles de las divinidades de los vogules, en esta ocasión
presento la traducción de La canción de la inundación del Cielo y de la
Tierra: el anciano y la anciana que sobrevivieron al diluvio, un bellísimo canto mítico vogul en el que concurre la mayoría de los
personajes principales del olimpo ugrio. Todo aquel que se acerque a esta pieza comprobará que los afinados
versos que la componen no tienen nada que envidiar a los delicados cantos de
creación del Kalevala.
Como ya
advertí en mi otra monografía, mi objetivo es brindar a los especialistas
hispanohablantes un corpus de etnotextos de los pueblos ugrios instalados a lo
largo de las riberas próximas a la desembocadura del río Obi, así como las
herramientas necesarias, las nociones etnológicas y folclorísticas
fundamentales, para que puedan ser objeto de estudio y de comparación con las
tradiciones occidentales. También pasaré por alto todas las notas geográficas y
etnográficas relativas a los pueblos obi-ugrios, ya que en otros dos artículos
recientes, “Hacia un horizonte comparativo de la épica: las epopeyas vogules
del Cantar del héroe-arquero que abatió al mēŋkw y del Cantar del dios que se casó con la
muchacha criada sin fuego ni agua” (E-Humanista,
en prensa) y “Nuevos materiales para el estudio
comparativo de la épica: la epopeya vogul de El héroe que se casó con su sobrina” (South Atlantic Review, en prensa) ya dediqué
varias páginas a los aspectos esenciales que definen la cultura de los mańśi. De nada serviría, por tanto, insistir en todos los datos que ya
quedaron allí descritos.
Con todo este esfuerzo por acercar a los especialistas hispanohablantes una tradición tan distante como la ugro-siberiana, pretendo ir aportando poco a poco un corpus de materiales que permita realizar en el futuro los análisis comparativos pertinentes con otras tradiciones más próximas a nuestra órbita cultural. En próximos estudios me propongo profundizar en estas semejanzas entre una y otra tradición. Pero dejemos de momento esos cotejos, más minuciosos y delimitados, para estudios de carácter más específico, y abordemos sin más un sumario del complejo sistema mitológico de los mańśi.
Los dioses principales del panteón ugrio
Numi Tārėm, el Cielo Superior
Es
la divinidad soberana obi-ugria (khan. Numi Torum)
y samoyédica (nenet Num, y selkup Nom) que hizo descender al mundo a los demás dioses: a Xoli-Tārėm ―también denominada “Maa-Ankw” o simplemente “la Madre-Tierra”―,
a Xul’-ātėr y al Príncipe del Mundo Inferior. Mora en una mansión de oro de siete
puertas situada en el estrato superior de los siete cielos, y sus atributos son
la tormenta, el viento y la forja.
Por lo general, los vogules se refieren a él como “Kworės de Oro”. La denominación epitética “Numi Tārėm” procede de numi ‘superior’, ‘cielo’, ‘tormenta’, ‘clima’ (protourálico *numa, mat. num ‘dios’), y de tārėm o tūr ‘lago’ (hún. tó, tova, en genitivo, kom. ty, nenet de los bosques to, nganasan turku, vot. taiva ‘cielo’). El protourálico *tova ‘lago’ proviene probablemente del mismo étimo turco-búlgaro que originó en turco täηgri “cielo” o “dios”, o en chuvash turė. Aunque existe un dios de los lagos en todos los pueblos finougrios (sami Turms, fin. Tuuri, est. Tooru, Tharapita, Taarpita o Taara, samoy. Tere), solamente en el panteón obi-ugrio y en el samoyédico ocupa la posición de dios soberano.
Pese a ser el dios supremo de los
ugrios de Siberia, las intervenciones de Numi Tārėm en la literatura tradicional, a excepción de en los mitos teogónicos,
son esporádicas, y a menudo su protagonismo queda relegado a su hijo Mir-susne-χum “El Hombre que Vigila el Mundo”. Solo destaca su participación en el
poema La creación del mundo, en la narración ¿Cómo
llegó a la Tierra el sobrino de la Dama?: cómo pescó por primera vez el Hombre
que Vigila el Mundo, y en El relato sagrado de la
creación de la Tierra[2]. En este último, Numi Torum y su esposa,
la Kaltėś de Oro ―o bien “la Dama
S’iś de Oro”― son personificados en
forma de dos ancianos que viven en una cabaña rodeada de agua.
El Kworės de Oro tiene nueve
hijos: los siete primeros humanos, Ātėr de Oro (El
Hombre que Vigila el Mundo) y Kaltėś de Oro. Los primeros han sido relacionados
con los jefes que, según la mitología húngara, condujeron las Hetumoger (las siete tribus magiares) a la Cuenca de
los Cárpatos[3].
La Princesa de la Muerte
La Princesa de la Muerte, también denominada S’iś de Oro, Maa-ankw, Dama Kami o Xoli-Tārėm, vive en el Mundo Inferior —o en el interior de una gran montaña—, y personifica la enfermedad. Su apelativo “Maa-ankw” ‘Madre Tierra’, proviene del protourálico *anja ‘madre’ (hún. anya, fin. äiti, est. ema, lap. eadni), y probablemente este, a su vez, de un antiguo término túrquico (kaz. aна, tur. ana). De hecho, en la mitología finlandesa y en la lapona, Akka es la dama anciana que protege a las parturientas. El término Maa ‘Tierra’ deriva del étimo finougrio *manga o *magha ‘tierra’, del que proceden, por ejemplo, el udmurt mu (‘Tierra’ y ‘tierra’), el finlandés maa ‘tierra’ o el votiaco maa ‘tierra’. La divinidad equivalente de los lapones es Yambe-Akka o Jabme-akka.
La Princesa de la Muerte es la esposa de Numi Tārėm y la madre del Ātėr de Oro (El Hombre que
Vigila el Mundo) y de la Kaltėś de Oro, diosa con
la que es habitualmente confundida. Maa-ankw fue además la madre de los siete primeros humanos. Existen dos
versiones de este episodio. En una de ellas la diosa recibe el recado de Numi
Tārėm de dirigirse al bosque y pisotear la hierba. Xoli-Tārėm
obedece, y así nacen los primeros mortales. Según la otra variante, los siete
hermanos nacieron de los latigazos que Kalm,
siguiendo las indicaciones de Numi Tārėm, le asesta
con una serpiente viva a la Madre Tierra.
Por
otra parte el apelativo “anciana” más que una
alusión a la edad, es un tratamiento de respeto que precede, en mańśi, a los nombres de las divinidades o de los héroes. Este título puede
rastrearse también entre otros pueblos urálicos. En el Kalevala, por ejemplo, el epíteto más habitual del dios supremo es “Ukko”
(“anciano”). El término “anciano” (man. ojk, khan. ikki, hún. öreg) proviene de dos posibles
étimos protourálicos: *äcjä (de la que derivan en
húngaro öccse ‘hermano menor’, bátya ‘hermano mayor’ o unoka ‘primo’) o *ekä ‘anciano’, ‘tío’, ‘pariente anciano’. En vogul existe asimismo el
femenino *evkä “anciana” (vot. hakka ‘anciana’).
Xul’-ātėr,
el Príncipe del Mundo Inferior
El Príncipe del Mundo Inferior encarna la divinidad ctónica de la muerte y de la enfermedad. Su morada está ubicada en el Océano Ártico. Por ello, según los mańśi, cuando un hombre muere, su alma viaja por el Obi en dirección al Norte, hacia el hogar de Xul’-ātėr. La localización de la residencia de Xul’-ātėr en el Mundo Inferior ha sido considerada como un influjo posterior del imaginario ruso.
En las cavernas del inframundo no hay luz. Por ello, los vogules dibujan un Sol con un carboncillo en la parte izquierda del féretro, cerca de la cabeza, y una Luna en el centro, para que el difunto pueda viajar hacia el submundo de día y de noche. En la ribera del Sosva, por el contrario, creen que el Príncipe del Mundo Inferior vive en un kuļiŋ tūr, lit. ‘lago negro’.
Existe, asimismo, un elenco de divinidades menores relacionadas con Xul’-ātėr, entre los que destacan los tewś, fantasmas o espíritus en forma de pájaro que advierten de la muerte con un silbido.
En un episodio relevante de la mitología obi-ugria, Xul’-ātėr pidió permiso a Numi Tārėm para enviar los animales al mundo. El dios soberano no se lo permitió, pero, en compensación, le dio licencia para perforar un orificio en el Cielo Superior. Desde entonces el Príncipe del Mundo Inferior envía las serpientes, los lagartos y los lobos a través de aquella abertura.
Kaltėś de Oro
Hija de Numi Tārėm y de la S’iś de Oro (o Maa-ankw “la Madre Tierra”), y hermana de El Hombre que Vigila el Mundo. En vogul recibe el apelativo Sarni-Kaltėś (khan. Kaltaś) lit. ‘Kaltėś de Oro’, y en ostiaco Puγės äηki o Äηki puγės. La etimología de sarni ‘de oro’ puede remontarse quizás a un antiguo préstamo del protoiranio que dio, en húngaro, arany ‘oro’; pero el origen de Kaltėś es desconocido. Probablemente procede de la raíz protourálica *kälä ‘alba’ (hún. kelet “Este” y kel “salir el Sol”, est. koil, carel. koi, fin. amunkoitto) que originó, en finlandés, kultu “de oro” (est. kuldne). De hecho, uno de los epítetos de Kaltėś de Oro es “la Doncella del Alba”.
En cuanto a la identidad de la diosa, debe advertirse que los vogules utilizan el mismo nombre, Sarni-Kaltėś, para la S’iś de Oro —esposa de Numi Tārėm— y para su hija, la hermana de Ātėr de Oro, divinidad de la fertilidad que habita en el Oriente, que decreta la duración de la vida de los hombres, y que trae al mundo a los niños.
La canción de la inundación del Cielo y de la Tierra: el anciano y la anciana que sobrevivieron al diluvio
Antes de que comience el diluvio, Kaltėś de Oro y su hermano, Ātėr de Oro (El Hombre que Vigila el Mundo),
buscan un refugio para sus padres. La hermana apresa un gallo de oro, lo
destripa e introduce a su padre en el vientre del animal. El Hombre que Vigila
el Mundo hace lo mismo con un escarabajo acuático y coloca a su madre en las
entrañas del insecto.
Los dos hermanos se dirigen hacia
la región de los mortales. Pero antes de emprender el viaje, Ātėr de Oro desentierra el potro alado que yace,
en estado latente, bajo las ruinas del establo. Después lleva el animal a Kaltėś de Oro, y ella, diosa encargada de
transmitir la vida[4], lo reanima.
Y, sin más, Kaltėś de Oro y Ātėr de Oro, a lomos del caballo sagrado, parten
hacia la tierra de los humanos. Por el camino se
desata el diluvio, y toda la Tierra queda anegada. Después de siete días y de
siete noches, la marea se retira, pero no queda ni rastro de los hombres.
Los hermanos localizan por fin la única cabaña que ha
resistido al desastre. Ātėr de Oro desciende, entra en la casa y se
oculta bajo un banco. Desde su escondite observa un glotón, un lobo y un oso
que se van acercando sucesivamente a la mesa. Las fieras se convierten en
humanos a medida que van tomando asiento. Al cabo de un rato, Ātėr de Oro sale de su escondrijo y entabla
conversación con ellos.
Tras el almuerzo, el dios monta
en su corcel mágico y se pone en camino en busca de los mortales. Entonces
divisa una gansa solitaria. Ātėr de Oro, metamorfoseado en ganso, vuela hasta ella, la toma por
esposa, y de la pareja nacen dos hijos.
En otoño la gansa migra con sus
dos recién nacidos hacia las regiones cálidas. El Ātėr de Oro espera con impaciencia la llegada de
la primavera siguiente para reunirse con su esposa, quien por fin llega con una
bandada de aves migratorias. Pero viene sola; sus hijos se cayeron de su
regazo, y de ellos tan solo quedan los huesos.
La gansa vuelve a partir. Pero esta vez Ātėr de Oro no esperará la retirada de las nieves. El dios alza el vuelo en dirección a la Región del Sur, el hogar de las aves migratorias. Al cabo del tiempo distingue a su esposa entre una enorme bandada de gansos. Hay tantos pájaros que el nivel de las aguas asciende, y se forma un poderoso oleaje. Mientras El Hombre que Vigila el Mundo se aproxima a ella, la gansa coloca cuatro tazas de oro sobre los huesos de sus hijos. El trote del caballo machaca los esqueletos de los pequeños. Entonces sus hijos resucitan y se marchan volando.
Este episodio de la resurrección de los hijos del Ātėr de Oro a partir de los huesos desmenuzados por los cascos del caballo
es uno de los más conocidos de la mitología vogul. Con todo, por lo general,
los mitos vogules narran la historia tal como sigue:
El héroe, en forma de ganso
pequeño, vuela hacia la tierra de las aves migratorias, es decir, vuela a través de
la Vía Láctea. Se encuentra con una anciana y con un anciano que están sentados
en una casa. Se quita la piel de ganso y entra. La anciana coge dos patos, los
mata y los cuece. El héroe se los come. Cuando termina, la mujer retira los
huesos y los echa a un lago de “aguas vivas”. [Entonces los patos] salen del
agua y echan a volar.
La pareja de
ancianos lo envía a una casa pequeña, donde encontrará a una muchacha sentada
que tiene las rodillas cubiertas con [una falda de] seda. La parte baja de su
falda se agita. El héroe le dice:
―He visto
muchas tierras, y creía que, por fin, encontraría a una esposa de provecho que
tendría siete patos negros y siete patos de hielo en el pelo. Pero ahora mismo
la tengo ante mis ojos, y no veo que lleve los patos negros ni los patos de
hielo. Eso sí, su rodilla está temblando como si llevara un hijo bastardo[5].
[Traduzco del texto, en
inglés, de Géza Róheim, Hungarian and Vogul Mythology, Seattle y Londres: Washington
University Press, 1966, p. 32.]
El poema vogul prosigue con el
regreso del Ātėr de Oro a
la cabaña donde había dejado a Kaltėś de Oro. Al llegar comprueba que el hombre-glotón, el hombre-lobo y el
hombre-oso han desaparecido. En aquel castillo solo queda su hermana.
Inmediatamente, Kaltėś de
Oro sube a la grupa del caballo del Ātėr de Oro, y juntos regresan a su palacio de las Colinas de la Tundra.
Ya en casa, El Hombre que Vigila
el Mundo vuelve a deshacer su trenza, y los siete afluentes del Obi se
desbordan. En ese momento, los siete escarabajos de oro emergen a la
superficie, y Numi Tārėm
sale del abdomen de uno de ellos. Al rato los siete cucos dorados comienzan a
cantar en las ramas del abedul dorado. Uno de los pájaros abre el vientre y de
allí surge, sana y salva, la S’iś de Oro.
El dios supremo y su esposa
colocan al Hombre que Vigila el Mundo y a Kaltėś de Oro en sendas cunas de plata, y los hacen
descender hasta la Tierra. Desde allí, de nuevo, los dos hermanos emprenden la
búsqueda de los mortales. Pero, tras el diluvio, solo quedan con vida dos
ancianos que habían sobrevivido a bordo de la barca de siete planchas de
madera.
Los primeros
árboles ya han comenzado a brotar. Los ancianos los cortan y, con la madera,
reconstruyen su casa. De la descendencia de aquellos dos humanos proceden los
actuales vogules.
Esta larga composición que casi
alcanza los quinientos versos contiene un desenlace en prosa. Por lo general la
inserción de estos pasajes, relativamente escasos en la tradición obi-ugria,
suelen responder a tres factores: a menudo son provocados por un mero olvido del
informante, o por su inseguridad a la hora de acoplar el texto a las exigencias
del ritmo, de la rima, del verso o incluso de la matriz melódica del
poema-narrativo. Pero otras veces pueden ser derivar simplemente de la
interferencia de un texto narrativo de argumento similar. La existencia de
varios relatos semejantes a la Canción de la inundación
del Cielo y de la Tierra, nos induce a inclinarnos por esta última razón. Conviene con todo ceder el paso a la
prudencia en estas ocasiones para no aventurarse en interpretaciones tajantes,
pues las causas de esta brecha en el ritmo poético de la composición pudieron
haber sido motivadas por un sinfín de factores externos.
La canción de la
inundación del Cielo y de la Tierra:
[El anciano y la anciana que sobrevivieron
al diluvio]
[En 1889, Bernát Munkácsi transcribió este texto
entonado por Vas’kä, el hijo de Kirä, también conocido por su nombre ruso
“Vasilii Kirilich”, un famoso y respetado chamán de la región de Berezovo.
Nuestra traducción proviene de los textos, en vogul y en húngaro, publicados
por Bernát Munkácsi en Vogul Népköltészet Gyűjtemény (Colección de folclore vogul), 4 vols., Budapest:
Akadémiai Kiadó, vol. I, pp.
38-67. Existe otra publicación, en mańśi (hasta el v. 48) y en inglés, en Lauri Honko, The Great
Bear, pp.
109-110. Pueden consultarse otras dos versiones, en húngaro, en Géza Képes, Napfél és éjfél: finnugor
rokonaink népköltészete (Medio
día y media noche: poesía popular de nuestros parientes finougrios), Budapest: Magyar Helikon, 1972, pp. 68-83,
y en Béla
Kálmán, et al., Leszállt a medve az égből: vogul
népköltészet
(El oso bajó desde el cielo: poesía popular vogul), Budapest: Európa
Könyvkiadó, 1980, pp. 7-22.]
En la ciudad del cerro de las algas creada
por ellos mismos,
en la ciudad de los cerros de la tundra creada por ellos mismos,
vivían la Dama S’iś de Oro
y nuestro padre, el Kworės de Oro.
5 Su
hija era la Kaltėś de
Oro.
Su hijo, el Ātėr
de Oro.
Eran sus dos únicos hijos.
Los siete caballos coloridos como el Sol pataleaban en el establo.
Sus siete caballos del color de la nieve relinchaban en el establo.
nació un abedul de hojas doradas.
Nació un abedul de ramas doradas.
La Kaltėś de Oro, la hermana del joven [Ātėr de Oro],
salió de la casa [y] se deshizo la trenza:
15 Mis siete Obi con una desembocadura se vierten.
Los siete mares con una desembocadura se derraman[6].
El Sol deshace su trenza.
La Luna deshace su trenza.
Sus siete gallos de plumas doradas,
20 de colas doradas,
se posan
detrás de la casa, en la rama del abedul reverenciado.
Estuvieron cantando durante siete noches.
Estuvieron cacareando durante siete días.
25 Por
la noche no dejan [de cantar].
De día no se les quitan las ganas [de
cantar].
Su canto suena con voz chirriante
como si fuera un chorro de oro y de plata[7].
Allí cantan con voz retumbante
30 como
si fuera un caudal de plata y de oro.
Desde aquel momento, los míseros mortales que
calzan sandalias,
los míseros mortales [que se cubren] con
pellizas
empezaron
a sentir ganas de vivir en el mundo extenso.
[Sintieron ganas de vivir]
desde que escucharon la voz de los gallos.
35 El
Ātėr de Oro, el hermano
de la dama, de la Kaltėś
de Oro,
salió de la casa y se deshizo la trenza.
Mis
siete Obi de una sola desembocadura fluyen.
Mis siete mares de una sola desembocadura fluyen.
El Sol reluce en su trenza.
40 La Luna brilla en su trenza.
Siete escarabajos acuáticos de lomos dorados
emergen a la superficie desde las siete profundidades del Obi,
desde las siete profundidades del mar.
Se calientan los lomos en su trenza,
45 en su trenza que originó el verano y el invierno.
Desde aquel momento, los míseros mortales que
calzan sandalias,
los míseros mortales [que se cubren] con
pellizas
empezaron
a obtener la fuerza vital
de aquellas trenzas.
50 Pasó
mucho tiempo o [pasó] poco tiempo.
¡Ay! Cierto día, su madre, la S’iś de Oro, murió.
Su hija, la Kaltėś de Oro, se marchó.
Atrapó uno de los siete gallos
de alas doradas, de colas doradas.
55 ¡Ay!
Lo destripó
y metió a su madre en las entrañas del gallo.
Pasó mucho tiempo o [pasó] poco tiempo.
Cierto día, nuestro padre, el Kworės de Oro, murió.
Su hijo, el Kworės de Oro,
60 atrapó uno de los siete escarabajos acuáticos
de lomos dorados.
Le desgarró el abdomen y metió a su padre
dentro de las entrañas del escarabajo acuático.
Pasó mucho tiempo o [pasó] poco tiempo
65 en
nuestra ciudad del cerro de las algas,
en
nuestra ciudad de los cerros de la tundra.
Un día, la Kaltėś
de Oro le dijo a su hermano [el Ātėr de Oro]:
―Hermanito, ¿tendremos que esperar mucho o poco [tiempo]
en
nuestra ciudad del cerro de las algas hasta que lleguen los humanos?
70 ¡Partamos
inmediatamente hacia aquella región
habitada por los héroes, habitada por las
damas!
Entonces [Ātėr de Oro] le dijo a su hermana:
―De acuerdo, pero, ¿en qué animal podríamos
cabalgar?
Su hermana, la Kaltėś de Oro, le respondió:
75 ―En
otro tiempo, cuando nuestros padres y nuestras madres todavía vivían,
había siete caballos engalanados como el Sol
en nuestro establo.
Había siete caballos del color de la nieve en
nuestro establo.
Ve a las ruinas del establo.
Una yegua nació allí hace mucho tiempo.
80 Sus
compañeros pisotearon la tierra.
Si cavas entre los escombros, a gran
profundidad,
¡hallarás el potro [enterrado] a un ana[8]
de profundidad!
El Ātėr de Oro se marchó y comenzó a cavar
en el suelo del establo viejo y ruinoso de
los siete caballos.
85 Encontró
el lugar idóneo para cavar.
Solo allí podría encontrar el potro.
En otro tiempo, cuando su madre vivía,
tenía la grupa colorida. Tenía la cruz
colorida.
Así era su potro. No era de otra raza.
90 [Pero, cuando el Ātėr de Oro lo halló] sus huesos eran de pura tierra.
[El Ātėr de Oro] se llevó el potro muerto a su casa.
Su hermana, la Kaltėś de Oro, cogió [el potro] en brazos.
Lavó uno de sus lomos con agua del lago.
Lavó el otro lomo con agua del Obi.
95 Lo
resucitó.
Así era el animal que encontró. No era de
otra raza.
De uno de los agujeros de la nariz [del
potro],
saltó una chispa de fuego.
Del otro agujero de la nariz,
100 emanó
un fuego abrasador.
De sus patas delanteras, le salieron dos
alas.
Así era el animal. No era de otra raza.
Tenía la cadera colorida. Tenía la cruz
colorida.
Relinchó y resopló. Batió las alas.
105 Si
se giraba, una luz resplandecía en la dirección en que miraba.
Aguzaba el oído ante cualquier ruido.
Sus oídos percibían
hasta el [sonido] del roce de dos briznas de
hierba.
Sus oídos percibían
110 hasta
el roce de dos ramas de abedul.
[Los hermanos] le colocaron la silla con
cascabeles,
[la silla] de siete cascabeles en el lomo.
Y los dos
se montaron en el caballo.
115 Volaron
entre dos cielos. [Volaron entre] los dos cielos[9],
como si fueran una ráfaga.
¡Ay! [El caballo] replegó
sus alas de cuero. Ya habían llegado
a la región habitada por las damas de otro
pueblo.
120 Habían
encontrado la región habitada por los señores de otro pueblo.
Cabalgaron durante mucho tiempo o durante
poco tiempo.
Miraron hacia abajo, [hacia] cierto lugar.
Su tierrecita giraba
como si fuera una rueda anegada por el
diluvio de hierro.
125 Las
lenguas de fuego saltaban
a
una altura de siete cuerdas de medir. De nuevo,
cabalgaron durante mucho tiempo
o durante poco tiempo.
Entonces vieron
que el sagrado diluvio de fuego había
carbonizado
130 las
patas doradas de su corcel sagrado.
[Había carbonizado] sus cascos delanteros [y]
sus cascos traseros.
El Ātėr de Oro retiró los cascos [del caballo]
y esparció sus trenzas.
Después volvieron a despegar.
135 En
cierto momento, observaron
que [ya] no quedaban bosques.
Se había quemado toda la tierra.
Y, de nuevo, volvieron a despegar.
El corazón del Ātėr de Oro se sumió en la tristeza.
140 [Pensó]
“¿Qué será de la Tierra sin hombres?”
Había que crear la vida de los [seres]
mortales.
Entonces les dijo llorando
a su padre y a su madre, que seguían muertos[10]:
―¡Papá, Kworės de Oro! ¡Mamá, S’iś de Oro!
145 ¿Cómo
podrán sobrevivir los hombres
en aquella tierra abrasada?
Su hermana, la Kaltėś de Oro le respondió:
―¿Qué te ha ocurrido? ¿Por qué lloras,
hermanito?
―Dulce hermana, estoy llorando porque
150 se
ha desatado un diluvio de fuego
allá abajo, sobre el lomo de la sagrada
Tierra estática[11].
No se han librado del fuego ni [la más
mínima] brizna de árbol
ni [el más mínimo] ser vivo mortal.
¿Cómo podré vivir sin hombres?
155 ―¡Hermano!
¡Mira hacia abajo!
[El Ātėr de Oro] miró hacia abajo con los ojos llenos de lágrimas,
[y vio que], allá abajo, había un anciano y
una anciana
que navegaban en un barco de madera de siete
planchas de madera de chopo.
Entonces el agua sagrada se retiró de la
Tierra.
160 El
Ātėr de Oro los vio
arrastrándose por la orilla.
El Demonio salió de la tripa de la anciana.
Se había refugiado del fuego en aquel lugar y
se había quedado a vivir allí.
Las hijas y los hijos [humanos]
surgieron de los ombligos cortados de los
hombres[12].
165 Y,
hasta ahora, nosotros, las hijas y los hijos de aquellos mańśi,
hemos convivido con otros pueblos.
La Kaltėś de Oro y el Ātėr de Oro
volvieron a volar en su caballo alado
de grupa multicolor, de cruz colorida.
170 Volaron
durante mucho tiempo o [volaron] durante poco tiempo.
Entonces el joven tomó las riendas del caballo.
Miraron hacia abajo, hasta donde alcanzaba la
vista,
y vieron que las ciudades habían encogido
y que los pueblos se habían ensanchado.
Descendieron.
175 Se
detuvieron en una casa.
Allí había muchas vacas. [También] había
corderos,
caballos, graneros, henares y comercios.
Pero, ni rastro de los humanos.
―Querido ―dijo [Kaltėś de Oro] a su hermano―
180 yo
me quedo fuera. Tú mira dentro.
Si ves al ser humano, no les digas dónde
estoy.
¡No podría mezclarme bien con el pueblo de
los humanos!
El Ātėr de Oro descendió a casa.
No vio ni el pueblo de los hombres ni el
pueblo de las mujeres.
185 Bebió
cerveza. Comió comida con miel.
Se sentaron a la mesa. No había casi nada.
El joven [Ātėr de Oro] se escondió bajo un banquito.
Se quedó allí bien oculto.
En cierto momento, un glotón entró
arrastrándose.
190 Empezó
a gruñir por toda la casa.
El Ātėr de Oro pensó:
“Espero que no me muerda”.
En cierto momento,
[el gltotón] se quitó la piel.
Un
fiero anciano-lobo irrumpió [en la casa],
En cierto momento,
210 Algo volvió a
empujar la puerta.
Un anciano-oso irrumpió [en la casa]
y comenzó a saltar y a gruñir furiosamente por todas partes.
En cierto momento,
[el oso] se quitó la piel.
De nuevo, otro héroe se sentó en el banco.
Estuvieron
sentados durante mucho tiempo o durante poco tiempo.
220 Entonces
[los héroes] dijeron:
―¡Ey!
¡Al parecer, hay un extraño por aquí!
Pero ¿dónde está? ¡Que dé un paso adelante!
El Ātėr de Oro lo escuchó y se levantó.
Estrechó las manos de los tres héroes.
225 Se sentaron a una
mesa llena de comida y de cerveza.
Bebieron y comieron durante mucho tiempo o durante
poco tiempo.
Pero el Ātėr de
Oro comenzó a entristecerse [porque pensó]:
“¡Ay, Dios mío! Yo estoy aquí comiendo y bebiendo
mientras mi hermana está fuera. Estará hambrienta”.
230 Los héroes
irguieron la cabeza [y le dijeron]:
―Entonces
¿tienes una hermana?
¡Tráela
aquí dentro!
El
Ātėr de Oro hizo entrar
enseguida
a
su hermana, a la Kaltėś
de Oro.
235 Se sentaron en
una mesa llena de comida y de cerveza.
Comieron.
Bebieron y se acostaron.
Estuvieron
acostados hasta la semana famosa[13].
Estuvieron
descansando hasta la semana renombrada.
El
Ātėr de Oro se sumió en
un sueño [muy profundo].
240 ¡Ay! [Después] se
levantó
y
salió de aquella casa.
Su hermana se fue caminando sin el caballo.
Vagabundeó.
Deambuló.
245 Caminó durante
mucho tiempo por la región de los cielos largos.
Caminó
durante poco tiempo por la región de los cielos cortos.
Se acostaron
en un lugar soleado de la linde del abetal.
Estuvieron acostados durante mucho tiempo
250 o [estuvieron
acostados] durante poco tiempo.
La
primavera acababa de comenzar.
Muchos pajaritos dorados
comenzaron a llegar desde la Región del Sur
a aquella región de las damas, a aquella región de los señores.
255 [El Ātėr de Oro] los estuvo contemplando mientras seguía acostado.
Entonces
una gansa ponedera solitaria
pasó volando por encima.
El Ātėr de Oro
se transformó en ganso y sobrevoló el lago
agitando las manos, [agitando] las canillas.
260 El Ātėr de Oro y la gansa se balancean
como si fueran marido y mujer[14].
Llegaron a la Región del Sur
cuando el otoño comenzó a acortar los días.
Aquellos animales vivieron
265 en los siete
lagos de aguas doradas,
en
los siete mares de aguas doradas.
Estuvieron cantando durante siete noches.
Estuvieron cantando durante siete días.
Cuando ascendieron a la orilla de los siete lagos,
270 a la orilla de los siete mares, apareció, ante ellos, el camino dorado.
Cuando
descendieron, apareció, ante ellos, la región ondulante.
El Ātėr de Oro,
se quedó a vivir allí
con la gansa ponedera.
Tuvieron hijas. Tuvieron hijos.
275 Su ancestro, el
Cielo Superior,
su
padre, el Cielo Superior,
hizo que llegara la primavera.
¡Ay! Los pájaros residentes en el Sur vinieron a nuestra tierra,
a nuestra región de las aguas del Obi,
Siguieron su instinto de animales inteligentes.
¡Ay! Llegaron.
En cuanto alcanzaron la tierra de las damas;
en cuanto alcanzaron la tierra de los señores,
285 [el Ātėr de Oro] se puso a pensar en su caballo.
Echaba de menos a su buen caballo.
Sobrevoló
la región del otoño, que acorta los días,
la
Región del Sur por la que suelen caminar las damas,
290 la Región del Sur
por la que suelen caminar los señores,
la Región del Sur de los numerosos pajaritos dorados.
Llegaron al lugar soleado del borde del abetal
donde antaño había dormido el Ātėr de Oro.
Se acostaron y se quedaron allí.
295 Su esposa, la
gansa, volvió a emprender el vuelo
con su hija y con su hijo.
Entonces el Ātėr
de Oro durmió durante siete noches.
Descansó durante siete días.
Pasó mucho tiempo
300 o pasó poco
tiempo.
Había llegado la primavera
a la linde soleada del abetal.
Muchos pajaritos dorados de la Región del Sur
regresaron.
305 Los pájaros de la
Región del Sur
migraron a nuestra región de las aguas del Obi,
a
nuestro mundo de agua.
[El
Ātėr de Oro] seguía
esperando a su mujer, a sus hijos.
[Pero] ni su mujer ni sus hijos llegaron con aquellos [pájaros].
310 Entonces su
esposa llegó sollozando
al final de una bandada migratoria de patos salvajes,
al final de una bandada migratoria de gansos salvajes.
Dijo llorando:
―¡Ya no tengo esposo! ¡Ya no tengo hijo!
315 Y estuvo
sollozando durante mucho tiempo.
En el agua de las mujeres por la que suelen merodear las mujeres del
sur,
en el agua de los hombres por la que suelen merodear
los hombres,
vive una
muchacha de la Región del Sur. Es una muchacha dorada.
Antaño, en invierno, en la cintura del invierno con cintura,
320 todos los pájaros
temblones de la Región del Sur
se sentaban en su regazo
para calentarse.
Mis
dos hijos se cayeron
del
regazo de la cintura del invierno.
325 El hielo que
rechina como la madera los devoró.
Mis hijos han muerto.
¡[Pero] ojalá pudiera encontrar, por lo menos, a mi marido!
¡Ojalá pudiera encontrar, por lo menos, a mi anciano!
Cuando llegó el otoño que acorta los días, [la
esposa del Ātėr de Oro]
330 ¡ay!, de nuevo,
se puso a pensar
[Se puso a pensar]
en las aguas por las que suelen merodear las mujeres del sur,
en las aguas por las
que suelen merodear los hombres.
335 La esposa del Ātėr de Oro volvió a emprender un largo camino.
Llegó
a la linde soleada del abetal.
Y se puso a llorar desconsoladamente:
―¡Mi buen marido
que engendraste a mi hija [y] a mi hijo!
340 ¡Mi buen marido
bondadoso!
¡Los
huesos [de mis hijos] se rompieron!
¡Su carne se desgarró!
[La esposa-gansa del Ātėr de Oro] se marchó llorando.
Cuando su esposa se hubo marchado,
345 la sangre del Ātėr de Oro empezó a hervir.
Dijo:
―Mi gansa me acaba de decir
que mi hija y mi hijo han muerto congelados.
Se le cayeron de las rodillas
a su querida hija del sur.
350 ¡Si yo llego,
por
el suelo o por cielo,
a la región dorada del sur,
la muchacha dorada de la Región del Sur será mía!
El Ātėr de Oro
se levantó y salió corriendo.
355 Corrió durante
mucho tiempo o durante poco tiempo. Corrió a toda prisa.
¿Cómo
podría llegar a la casa de las aves migratorias?
Sus fuerzas comenzaron a declinar.
―¡Bueno! ¡[Ya es] suficiente! ¡Me acostaré aquí!
Se tumbó en las extensas rocas que llegaban hasta el cielo
360 para recuperar
las fuerzas.
Estuvo mucho tiempo
acostado o estuvo poco tiempo acostado.
Empezó a reflexionar: “¡Hasta hace poco, yo tenía un caballo!
Mi caballo alado
de grupa multicolor, de cruz multicolor,
365 fue engendrado,
para mí,
con el polvo del establo pisado por mi madre, por la S’iś de Oro,
con el polvo del establo pisado por mi padre, por el
Kworės
de Oro.
Mi buen caballo, que estás en todas partes,
ojalá pudieras llegar aquí, en forma de gotas,
370 mientras canto canciones,
mientras canto mitos,
como si fueras la lluvia del cielo que gotea,
como si fueras la brisa del cielo que gotea”.
Entonces cayó extasiado.
375 Estuvo mucho
tiempo acostado o estuvo poco tiempo [acostado].
En
cierto momento, comenzó a querer despertarse,
[porque] sintió una baba en la mejilla.
Entreabió los ojos
y, ¡eh! su caballo estaba pataleando ahí.
380 ¡Eh! entonces se
despertó.
Montó,
de un salto, en su caballo alado.
Asió las alas, a modo de riendas, y su mano izquierda
sonó con voz de plata en la región del mundo giratorio.
llegaron a la región de las mujeres por la que
caminan las mujeres,
a la región de
los hombres del sur por la que caminan los hombres.
¡Ay! Los siete mares de aguas doradas
390 trajeron
abundantes pájaros de la Región del Sur.
Había tantos pájaros que la tierra tembló,
y el nivel del mar ascendió.
Entonces [el Ātėr
de Oro] se acercó
para escucharlos.
395 Las aguas del mar
se convirtieron en espuma. [El caudal] creció
y se formaron olas poderosas.
Su fuerza no se aplacaba.
Su poderío no cesaba.
[El Ātėr de Oro]
vio que la muchacha de la Región del Sur estaba sentada allí.
400 Relucía como si
fuera de oro.
¡Ay! Y frente a las patas de la gansa estaban su hija y su hijo.
Yacían como si estuvieran muertos.
El Ātėr de Oro
miró a los muchachos muertos
y a la muchacha dorada de la Región del Sur.
405 El Padre [del]
Cielo [Superior] le ofreció la capucha sagrada
y se le cayó hasta los ojos.
Entonces [el Ātėr
de Oro] le dijo a su querido caballo:
―¡Caballo mío!
¡Vuela hasta el lugar en el que vive la muchacha del sur!
410 ¡Esparce este
hueso de la dama de oro,
por la tierra y por el agua,
con la fuerza de tus patas delanteras!
¡Esparce esta carne de la dama de oro,
por la tierra y por el agua,
415 con la fuerza de
tus patas traseras!
¡Ay! entonces su esposa los vio,
y les dijo a sus siete criados:
―¡Mirad!
¡Ay!¡Se aproxima un señor
420 entre los dos
cielos!
Es un hombre maravilloso. Espero que sea mi esposo.
¡Traed cerveza! ¡Traed comida con miel!
El Ātėr de Oro
se estaba acercando.
La dama dorada les dijo a sus siete criados:
[para que las tazas se encajen] en sus cuatro cascos!
Entonces el Ātėr
de Oro llegó.
Su caballo trotaba con los cascos delanteros y con los traseros
encajados en las tazas de plata.
430 Las tazas de
plata se habían adherido
a sus cascos.
Con el trote [del caballo], las tazas rompieron
en siete pedazos los huesos [de los hijos] de la Dama de Oro.
Así, con el galope del Ātėr de Oro,
435 su hija y su hijo
muertos recobraron la vida
en forma de dos gansos. ¡Ay! Se marcharon volando.
Entonces el Ātėr de Oro regresó
de los siete mares de aguas doradas
y decidió volver al castillo de su hermana
440 donde la había
dejado hacía mucho tiempo.
Aquellos héroes de colas largas habían sido destruidos.
Su hermana estaba sentada sola en aquel castillo vacío.
Los dos montaron
en su caballo alado de cruz colorida, de hocico moteado.
445 Recogió sus alas
y las replegó.
De un salto despegaron hacia la mitad de los dos cielos.
Miraron hacia un lugar en el horizonte.
¡Eh! Allí estaba su ciudad de la colina de algas,
450 la ciudad de
Colinas de la Tundra
que ellos mismos habían construido.
Llegaron a su ciudad y entraron.
Prepararon un banquete. Bebieron cerveza
y comieron viandas con miel.
455 Acompañó a su
hermana a casa.
Deshizo su hermosa trenza colgante,
y se inundó la desembocadura de los siete mares,
se desbordó la desembocadura de los siete brazos del Obi.
Su hermosa
trenza colgante hizo brillar la tierra, el agua, el mundo.
sobrevolaron el abedul de hojas y de ramas doradas
que el viento zarandeaba.
Estuvieron cantando durante siete noches.
Estuvieron
cantando con voz de cucos durante siete días.
465 Sus deseos [de
cantar] continúan durante la noche.
Sus deseos [de cantar] no cesan durante el día.
Un cuco abrió su abdomen y, de él, surgió la
madre, la S’iś de Oro.
¡Ay!
[Su madre] había sobrevivido [al diluvio] allí dentro.
Su hermano menor salió de casa. Deshizo su trenza tierna, y se inundó
470 la desembocadura de los siete mares. Se desbordó
la desembocadura de los siete
[brazos del Obi.
[Su
trenza] hizo brillar la tierra, el agua, el mundo.
Siete escarabajos acuáticos de lomos curvados emergieron
del fondo de los siete brazos del Obi, del fondo de los siete mares.
Uno de ellos se abrió el abdomen, ¡y allí estaba el Kworės de Oro!
475 [Su padre] había
sobrevivido [al diluvio] allí dentro.
Dispusieron una mesa de patas doradas.
Bebieron cerveza y comieron comida con miel.
Entonces nuestra madre, la S’iś de Oro, y nuestro padre, el Kworės de Oro,
colocaron a la Kaltėś de Oro y al Ātėr de Oro en dos cunas de arcos dorados.
las dos cunas atadas con dos cadenas deshilachadas de plata.
[La Kaltėś de Oro y el Ātėr de Oro] llegaron abajo, a la Tierra. No
vieron ningún mortal por ninguna parte. Entonces en cierto momento, la hermana
dijo:
―Hermano, presta atención: hace poco, cuando cayó el sagrado diluvio de fuego, vimos un barco de siete planchas [de madera] de chopo. Lo llevamos a tierra firme. Había una anciana y un anciano dentro. ¡Míralos allí!
[Los hermanos] se dirigieron hacia allí volando o a pie. Lo
importante es que llegaron. La anciana y el anciano estaban en la orilla
comerciando. El sagrado diluvio
de fuego había devorado los árboles. Pero ya habían brotado otros nuevos. [Los
ancianos] los cortaron. Los hicieron astillas. Los ataron y construyeron su
casa. La anciana y el anciano tuvieron hijos e hijas. Y, hasta ahora, los
hombres han sido felices en aquella patria.
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[1] Este artículo ha sido realizado en el marco del grupo de investigación “Seminario de literatura medieval y renacentista” del Centro de Estudios Cervantinos de Alcalá de Henares. Quiero agradecer todas las orientaciones y correcciones de mi profesor José Manuel Pedrosa, de la Universidad de Alcalá.
[2] La creación del mundo fue publicada en Munkácsi, Bernát, Vogul Népköltészet Gyűjtemény, vol. I, Budapest: Akadémiai Kiadó, 1892, pp. 77-99. Pueden consultarse asimismo dos traducciones húngaras: una de de Anna Bede en Béla Kálmán, et al., Leszállt a medve az égből: vogul népköltészet (El oso bajó desde el cielo: lírica popular vogul), Budapest: Europa Könyvkiadó, 1980, pp. 23-34, y otra de Péter Domokos en Finnugor-Szamojéd (urali) regék és mondák (Mitos y leyendas de los pueblos urálicos: finougrios y samoyedos), vol. I, Budapest: Móra Ferenc Könyvkiadó, 1984, pp. 35-44. El relato ¿Cómo llegó a la Tierra el sobrino de la Dama?: cómo pescó por primera vez el Hombre que Vigila el Mundo fue publicado por Éva Schmidt en Péter Domokos, Finnugor-Szamojéd (urali) regék és mondák, vol. I, pp. 28-32, apud «Чернецов В. Н., Вогульские сказки, pp. 34-40». Munkácsi, Bernát presentó una edición bilingüe (vogul-húngara) de El relato sagrado de la creación de la Tierra en su monumental Vogul Népköltészet Gyűjtemény, vol. I, pp. 1-32. Éva Schmidt tradujo y editó la misma pieza en Péter Domokos, Finnugor-Szamojéd (urali) regék és mondák, vol. I, 1984, pp. 13-27.
[3] Para los paralelismos de estos personajes con los de la tradición húngara, véase Géza Róheim, Hungarian and Vogul Mythology, Seattle y Londres: Washington University Press, 1966, pp. 3-10.
[4] Adviértase que, en el relato ¿Cómo fueron creados los hombres?, el Anciano Tapel le lleva los primeros hombres de arcilla a Kaltėś de Oro para que la diosa les dé el alma.
[5] El renacimiento a partir de los huesos es un tópico muy extendido, especialmente entre las comunidades que conservan tradiciones chamánicas. Para los paralelos indoiranios, véase Mihály Hoppál y Otto Sadovszky, Vogul Folklore, Budapest: Akadémiai Kiadó, 1995, p. 203. Este episodio puede rastrearse asimismo entre los mitos amerindios (James Frazer, Spirits of the Corn and of the Wild, vol. 2, Londres: Mcmillan, 1912). También Mircea Eliade expone un largo inventario de paralelismos del mismo mitema en relación con el chamanismo en Le chamanisme et les techniques archaïques de l’extase, París: Payot, 1968, pp. 139-142.
[6] La Kaltėś de Oro, la hermana del joven [Ātėr de
Oro] /salió
de la casa [y] se deshizo la trenza: /Mis siete Obi con una desembocadura se vierten. /Los siete mares con una desembocadura se
derraman: cuando Kaltėś de Oro se deshace la
trenza, el cielo se licua y comienza el diluvio.
[7] Su canto suena con voz chirriante / como si fuera un
chorro de oro y de plata:
para los vogules, este canto de los gallos permite por fin que comience la edad
de los hombres.
[8] Ana: medida de longitud equivalente a unos 0,7 metros.
[9] Volaron entre dos cielos: volaron entre el Cielo Inferior (la Tierra) y el Cielo Superior.
[10] Recuérdese que la Dama S’iś de Oro y el Kworės de Oro se hallaban en estado de letargo en los vientres de un gallo y de un escarabajo acuático respectivamente.
[11] Sobre el lomo de la sagrada Tierra estática: Numi Tārėm había detenido el giro de la Tierra para que los humanos pudieran vivir en ella. De ahí que la nueva tierra, estable y preparada para recibir la vida humana, reciba el epíteto “estática”.
[12] Las hijas y los hijos [humanos] / surgieron de los
ombligos cortados de los hombres:
los humanos tuvieron descendencia.
[13] Famoso, -a y renombrado, -a: (man. nēmėŋ) en la poesía épico-mítica vogul, son atributos muy recurrentes para la formación de matrices formulaicas. Tanto es así, que, en ocasiones, el adjetivo se ha lexicalizado, y es empleado en sintagmas de significado oscuro como “semana famosa”.
[14] El Ātėr de Oro y la gansa se balancean / como si fueran marido
y mujer:
los gansos copulan.