Toumba Haman, Patrick y José Manuel Pedrosa. “Una colección de cuentos tradicionales de los guidar del norte de Camerún”. Culturas Populares. Revista Electrónica 6 (enero-junio 2008).

http://www.culturaspopulares.org/textos6/articulos/toumba.htm

 

ISSN: 1886-5623

 

 

 

Una colección de cuentos tradicionales de los guidar

del norte de Camerún

 

 

Patrick Toumba Haman

Ministère des Enseignements Secondaires, Yaundé (Camerún)

 

José Manuel Pedrosa

Universidad de Alcalá

 

 

Resumen

Colección de cinco cuentos registrados a personas del pueblo guidar del norte de Camerún. Son, por lo general, cuentos de trickster o tramposo. Uno de ellos es una versión muy interesante del cuento-tipo ATU 1536C + 1537.

Palabras clave: cuento, guidar, Camerún, África, trickster.

 

Abstract

Collection of five folk tales registered to persons of the guidar people from the North of Cameroon. Most of them are tales of trickster. One of them is an outstanding version of type ATU 1536C + 1537.

Keywords: folktale, guidar, Cameroon, Africa, trickster.

 

 

E

ntre los guidar del norte de Camerún, es común que cualquier persona relate cuentos a los demás, a partir de edades muy tempranas. A los diez o doce años, muchos niños y niñas son ya expertos en el arte de contar cuentos, y puede decirse que el repertorio tradicional sigue, hoy, absolutamente vivo y operativo en todos los estratos de la sociedad.

            Eso sí: los cuentos han de ser contados por la noche, en reuniones que convocan a familiares o a amigos, por lo general en los patios de las casas. Antiguamente se decía que quien se atreviera a contar cuentos durante el día podría sufrir un castigo decretado por los antepasados, incluso en forma de ceguera. Hoy no hay tanta conciencia de esa prohibición, y es posible contemplar a niños contar cuentos durante el día.

            Las reuniones en que se cuentan los cuentos pueden prolongarse durante horas y horas, en las que cada persona interviene y se alterna con los demás. Todos tienen muy claro que de los cuentos no solo se obtienen diversión y entretenimiento, sino también grandes enseñanzas.

            Los guidar consideran sus cuentos como una parte esencial de su propia identidad, como un repertorio de saberes íntimo y singular.

            Sin embargo, como sucede siempre en el mundo de los cuentos, los relatos de los guidar son, en su gran mayoría, simples eslabones locales dentro de una cadena extensísima, internacional. Los relatos que cuentan los guidar son, por lo general, versiones de cuentos conocidos por muchas otras culturas y en otros muchos lugares, algunos desde tiempo inmemorial.

            Un ejemplo lo tenemos en nuestro cuento número 4, el que se titula El leproso que se vengó de los amantes de su mujer. Se trata de un relato sumamente extenso y complejo, que encadena varios episodios que, en su origen, eran autónomos.

Integra los motivos K2150 (Al inocente se le hace aparecer culpable) y K2151 (El cadáver llevado de un lado a otro) del monumental catálogo de motivos folclóricos de Stith Thompson[1]; y, además, se ajusta a los esquemas narrativos de los tipos núms. 1380 y 1536 del catálogo de cuentos internacionales de Aarne-Thompson-Uther[2], y de manera más específica a los tipos núms. 1536C y 1537.

Lo apreciaremos mejor cuando conozcamos las síntesis argumentales de todos estos tipos de cuentos, según son ofrecidas en tal catálogo:

 

ATU 1380 (The Faithless Wife, La mujer infiel): Una mujer casada teme que su marido descubra que ella tiene un amante. Para evitarlo, pregunta a varios consejeros qué puede hacer. Ellos le recomiendan diversas comidas que incapacitarían a su marido. Ella no sabe que uno de los consejeros es su propio marido (o uno de sus amigos).

Después de que ella sirva la comida a su marido, él simula que se queda ciego. Creyendo que se encuentra a salvo, ella invita a su amante a la casa. Su esposo les castiga, o les mata a los dos.

 

ATU 1536 (Disposing the Corpse, Trasladando el cadáver): El motivo de tener que librarse de un cadáver aparece en toda una serie de cuentos diferentes. Conoce diversos resultados de acuerdo con su situación dentro del cuento.

 

ATU 1536C (The Murdered Lover, El amante asesinado): Una mujer quiere encontrarse con su amante sin que su esposo lo sepa. Ella pide consejo a un vecino (o a Dios, o a un santo), y recibe como respuesta (del marido, que está escondido en la iglesia o detrás de la pintura de un santo) que ella debería ofrecer a su esposo un cierto alimento que le hará quedarse ciego (y sordo). Así lo hace ella, y él simula estar ciego. Cuando la esposa recibe al amante, el marido encuentra la oportunidad de matarle (y pone alguna comida en su boca para que parezca como si él se hubiera atragantado).

El marido trae el cuerpo del amante de regreso a casa (o a una tienda o taberna), y pregunta, simulando una voz que no es la suya, si se puede entrar. La esposa (o la tendera) cree que su esposo (un borracho) está en la puerta, y le dice que pase la noche con su amante (o que se vaya a casa). La mujer rechaza abrir la puerta, aunque el hombre le dice que se está muriendo (o que se va a ahorcar). El esposo abandona el cadáver en la puerta (o lo cuelga de la puerta).

En algunas variantes, la mujer lleva (varias veces) el cadáver a otro lugar en el que es “asesinado” por alguien más (por un ladrón, etc.).

 

1537 (The Corpse Killed Five Times, El cadáver asesinado cinco veces). El amante (a veces un clérigo o un monje) de una mujer es asesinado por su enfadado marido, o bien un hombre (un clérigo, a veces una mujer) es muerto por accidente (o asesinado a propósito). La esposa (o el matrimonio, o los testigos, o el asesino) lleva a escondidas el cuerpo a la puerta del vecino. El vecino piensa que es un ladrón (o un adúltero) y “lo mata” de nuevo.

Para ocultar esta muerte, el vecino lleva el cuerpo a un monasterio (y lo coloca en la habitación del abad, o en el baño), donde “es muerto” otra vez porque no habla. El “asesino” pone el cuerpo en un saco y lo arroja al río. Los pescadores lo encuentran y lo cuelgan en una tienda (o lo ponen en un bote o en un trineo, o lo atan a un caballo y lo llevan a un campo, o lo llevan a una tienda de loza), y el tendero “lo mata” otra vez”.

Muchas veces el tramposo (el primer asesino) chantajea a los siguientes “asesinos” para no desvelar sus “crímenes”.

 

            La difusión internacional de todos estos relatos es impresionante. Para que nos hagamos una idea, baste decir que el cuento ATU 1536C ha sido documentado en lugares tan distantes como Lituania, Italia, la India, Corea, Camboya o Madagascar. Y que el cuento ATU 1537 se halla muy bien atestiguado en venerables fuentes literarias a partir del siglo XIII, y ha sido registrado además no sólo en casi todas las tradiciones europeas, sino también en Siberia, Mongolia, Siria, Sri Lanka, Japón, Indonesia, o entre los indios de Norteamérica, en Brasil, Cabo Verde, Ghana, Camerún y Madagascar.

            Imposible, por razones de espacio, hacer un comentario detallado al respecto, aunque no nos resistimos a ofrecer una versión española, hasta hoy inédita, que se concentra en el episodio del cadáver que un pícaro explota de manera muy irrespetuosa y desconsiderada. Fue registrada a una narradora de Castro del Río (Córdoba):

 

            Esto era un señor que vivía todo el tiempo de la madre, y no trabajaba nunca. Y la madre ya era viejina. Y la pobre, pues ya no le trabajaba para poderlo mantener. Entonses dijo:

            ¿Cómo me las arreglaré yo para que mi madre me siga ganando?

            Entonses cogió y se le murió. Vamos, llegó un momento que se le murió la madre. Y como ya se le acabó la gallina de los huevos de oro, dijo:

                        ¿Cómo puedo seguir viviendo?

            Entonses cogió a la madre muerta, vestida y todo, le puso una cestita, y la puso debajo de un peral allí en una huerta de unos hortelanos que tenían allí unas fincas, unos árboles. Entonces los dueños de la quinta aquella veían a la señora aquella con la cesta abajo, y creían que estaba robándoles o que les estaba cogiendo eso. Entonses empezaron:

            ¡Oiga, señora! Márchese, ¿eh? Y no nos coja más frutas, ¿eh? ¡Haga el favor de marchar!

                        Y tal.   Entonces tiraron piedras pa ver si se iba. Y la señora, como estaba muerta, cayó. Cayó, pero que no la mataron ellos, porque estaba muerta. Entonses el hijo, que estaba escondido, llegó allí donde los señores aquellos:

            ¿Qué habéis hecho? ¡Han matado ustedes a mi madre! ¡Mi madre no estaba cogiendo nada! Mi madre estaba aquí con su cesto, ya lo ven, no tiene de nada y me la han matao. Pues ahora me tienen ustedes que dar no sé cuánto dinero. Si no, lo denuncio.

            Y tal y cual. Aquellos pobres hombres, pues cogieron y le dieron un dinero, y se fueron con aquel dinero. Pilló el señor otra vez, se cogió a su madre a cuestas, y llegó a una casa que estaban robando, y estaban robando jamones. Yo no sé si lo estoy liando mucho.

            Y resulta que estaban con el saco abierto. Abajo uno, y arriba estaba el otro echándoles los jamones. Y el otro le echó a su madre. Y al echarle la madre, le dijo:

                        ¡Oyes, no me eches más, que me has echao un viejo!

                        Dice:

            ¡Calla, hombre, que si los jamones más viejos son los más buenos, son los más rancios, son los que hacen mejor cardo, y son mucho más buenos!

                        Dice:

                        ¡Que es un viejo!

                        Dice:

                        ¿Cómo que es un viejo?

                        Y tal. Entonces bajó pa abajo. Estaba también el hijo, y le dijo:

            Pero, ¿qué habéis hecho? ¡Me han matado ustedes a mi madre!

            ¿Cómo te vamos a matar nosotros a tu madre, hombre, si nosotros hemos venido aquí...?

                        ¡Bueno, pues ya me podéis dar todos los jamones!

            Y entonces ya cogió a su madre, la montó en el burro de los jamones que se iban a llevar aquellos ladrones, y se los llevó también.

            O sea, que después de muerta aquella señora, les había dejao para vivir. Y nada más, se marcharon[3].

 

            A la vista está que el relato tradicional de los guidar de Camerún es mucho más extenso, complejo y novelado que la versión española, igual que lo es en comparación con la gran mayoría de las versiones que han sido recogidas en el resto del mundo. Es esa una constante, interesantísima y crucial, de los cuentos africanos: su variedad, su riqueza, sus calidades literarias y antropológicas, son verdaderamente excepcionales.

            Tras conocer este paralelo español, es hora ya de que nos asomemos a este repertorio de los cuentos tradicionales de los guidar de Camerún:

 

 


1. La madre que vendió a su hijo a un espíritu

 

            Érase una vez una mujer que marchó al río a por agua. Cuando tuvo lleno su recipiente, exclamó:

¡Si alguien se me apareciera ahora aquí, y me ayudara a colocar el cántaro sobre la cabeza, qué contenta me pondría!

Salió entonces del agua un espíritu que le dijo a la mujer:

Mujer, si yo te ayudo a colocar el cántaro sobre tu cabeza, ¿qué es lo que me regalarías?

Te daría a este hijo mío que tengo sobre mi espalda dijo la mujer.

¿Y qué es lo que podría yo hacer con este pequeñajo? replicó el espíritu.

¿Y si te entregara a la hermana mayor de este niño?

No. ¿Qué es lo que iba a hacer yo con ella, con la caca que tiene entre sus nalgas?

Pues, ¿y si te regalo a mi primogénito, que es mayor que los otros dos que acabas de rechazar?

¡Eso sí que me parece mejor!

El espíritu le ayudó a colocar el cántaro sobre su cabeza, y juntos emprendieron el camino hacia la casa: la mujer seguida por el espíritu.

Una vez en casa, tan pronto contempló al espíritu la muchacha que tenía caca entre las nalgas, descubrió que se trataba de una criatura anormal, y enseguida le dijo a su madre:

Mamá, me gustaría llevarle el agua a mi hermano, el que está haciendo de pastor de los animales.

Pues llévasela, muchacha.

La joven cogió el agua y se la llevó a su hermano mayor. Cuando lo encontró en la selva, le dijo:

Hermano, atrápame un saltamontes si quieres que te diga algo.

¿Qué es lo que podrías tú decirme a mí que me sorprendiera, hermanita, a tu edad?

Hazlo, te lo pido por favor.

Aquí está este amigo mío. Él te ayudará en esa labor de atrapar saltamontes replicó el hermano mayor[4].

La joven, y el amigo de su hermano, comenzaron a atrapar saltamontes. A continuación le dijo la muchacha a su hermano:

Hermano, esta tarde, al regresar a casa, deberás ir montado sobre un buey que sea muy fiero, porque mamá ha llevado hasta allí a un ser que quiere atraparte.

¿Ves cómo tu hermanita te ha dado una información preciosa, tal y como te había prometido? replicó el amigo.

Cuando llegó la tarde, el muchacho se montó sobre el buey y tomó el camino de casa. Cuando se encontraba ya cerca, la madre avistó a su hijo, y se dirigió al espíritu en estos términos:

Allí está aquel de mis hijos que te pertenece. Haz de él lo que quieras.  Yo ya he cumplido mi promesa.

Es verdad, tú ya has hecho lo que tenías que hacer dijo el espíritu.

Apenas llegó el muchacho, el espíritu intentó atraparlo, pero el buey opuso resistencia, por dos veces, a que se le aproximara siquiera el espíritu. Entraron el buey y el niño en el corral de los animales.

La hermana menor trajo de comer y de beber, y cuando terminaron todos de comer y de beber, se acostaron para dormir hasta la mañana.

Por la mañana montó el muchacho sobre el buey y tomó la dirección de la selva. En aquel momento se dirigió su madre otra vez al espíritu, diciendo:

Allí está el niño, que ahora se marcha a la selva. Puedes ir tras él y hacer con él lo que te convenga.

No te inquietes por eso, que lo haré le contestó el espíritu.

El espíritu salió en su persecución. De repente, el niño vio un ser indescriptible que se ponía delante de él, con una estatura enorme y sin ojos. Se bajó del buey y se subió a la copa de un gran árbol que estaba allí. Entonces dijo:

Yo sé que mi madre me odia. Pero voy a cerrar mis ojos y, cuando los abra, ¡que toda esta selva quede convertida en un desierto!

Cuando abrió sus ojos, todo se había convertido exactamente en lo que él había deseado.

Voy a cerrar los ojos otra vez y, al abrirlos, ¡que haya casas construidas en este desierto, y que yo me halle en medio de ellas!

Todo había quedado cumplido de ese modo cuando abrió los ojos.

Voy a cerrar los ojos por tercera vez y, al abrirlos, ¡que estén establecidos en este lugar todas la criaturas de la tierra, incluidas las humanas, y que me halle yo sentado en el centro de todo!

Cuando los abrió, advirtió que todo había quedado de ese modo. Entonces se vio convertido en el jefe de aquel territorio mágico que había sido creado en un santiamén.

Cuando tuvo noticia de que su hermano se había convertido en el jefe de un gran territorio, la hermanita que le había salvado la vida hizo algunos preparativos y marchó a visitarle. En cuanto llegó, fue introducido en el palacio. En compañía de sus guías, pasó por entre los grandes bueyes que estaban en el patio, hasta que llegó a una especie de cocina en la que estaba atada una cabra enorme.

Desataron a la cabra con el fin de degollarla en honor de la hermanita del jefe. En aquel momento, los cortesanos sintieron gran alegría, calculando qué gran cantidad iban a poder comer de aquella carne. Concluidos todos los agasajos y homenajes, se hicieron los preparativos para que la hermanita regresase a su casa.

Emprendió el viaje y, cuando llegó a la casa de su madre, relató de qué manera había sido tratada. La madre, que escuchaba atentamente, dijo:

Si a ti, que eres una simple hermanita, te ha acogido el jefe así,  ¡qué recibimiento me dará a mí, que soy su madre!

Apenas pronunciadas aquellas palabras, comenzó a hacer los preparativos para el viaje.

En cuanto arribó a la casa de su hijo, el jefe fue informado de la llegada de una forastera. Cuando se presentó allí, se percató de que se trataba de su madre. Ordenó a los siervos que degollaran una cabrita mal nutrida.

Al escuchar aquello, los siervos sintieron gran enfado, porque en aquella ocasión no iban a poder comer tanto como la vez anterior. Pero obedecieron, porque oponerse a sus instrucciones era sinónimo de desafío al jefe.

Para la madre asaron aquella cabrita, y luego el jefe puso un siervo a su disposición para que le acompañase hasta su casa.

 

Cuento grabado el día 9 de julio de 2007, a Guéli Deba Pascal, un habitante de Kong-Kong que tiene casi 30 años de edad.

 

 

2. La ardilla prodigiosa

 

Érase una vez una ardilla que fue a consultar a un vidente, porque su deseo era acceder a la sabiduría[5].

El vidente le desafió a ver si era capaz de traer lo que le iba a pedir. La ardilla respondió que desde luego que sería capaz de traerlo. Entonces el vidente le pidió que le trajera los objetos siguientes: algo de la sal que lleva una mujer de la tribu fulbé[6], el diente de un puerco y las lágrimas de un león.

Lo primero que hizo la ardilla fue salir a la calle, y tenderse sobre el camino como si estuviera muerta. Apareció de repente una mujer fulbé que tenía que pasar por allí. Tan pronto llegó, dijo ella:

¡Nda djiiré mayi ado! ¡Hay aquí una ardilla muerta!.

Y continuó su marcha, sin hacer el menor caso.

Así que, como la mujer no se había interesado por el animal, la ardilla se levantó, echó a correr a toda prisa para atravesar por donde debía pasar la mujer y se tendió de nuevo en el camino. Cuando llegó la mujer, exclamó de nuevo:

¡Nda djiiré mayi ado, ha mi hosa mi yaarina a sobaadjo am kaado, be dje ha baaho do hawta didi! ¡Hay aquí una ardilla muerta. He de cogerla, con la otra que dejé a mis espaldas, para llevar a las dos a un amigo mío que no reza[7]!

Cuando se inclinó hacia abajo, para tomar el animal, este tomó la sal que ella tenía en la cabeza, y la mujer exclamó:

¡Ah, assé don be yonki¡ ¡Pero sí tiene vida ese animal!

El animal echó a correr, marchó adonde se encontraba el vidente y le entregó la sal.

¿Qué más era lo que había que buscar? El diente de un puerco.

El animal aseguró que él sería capaz de encontrarlo. Marchó hasta el territorio del león. Y coincidió que el león había convocado una reunión de todos los animales. Estaban todos allí congregados, menos el puerco.

Al poco tiempo apareció el puerco, con la boca abierta. La ardilla le dijo al león que el puerco se estaba riendo de él. El león le propinó un golpe al puerco, y cayeron unos cuantos dientes de su boca. La ardilla los cogió, y corrió a entregárselos al vidente.

Tan sólo quedaban ya las lágrimas del león.

Voy a por ellas dijo.

Fue adonde se encontraba el león y, cuando llegó, empezó a quejarse:

¡Me ha ocurrido una gran desgracia! ¡Se ha muerto mi abuelo el mayor!

El león prorrumpió en lloros también, y, según se iban derramando sus lágrimas, la ardilla le dijo:

¿Cómo es posible que a un animal tan excelso como tú no le importe derramar sus lágrimas por el suelo?

La ardilla lo condujo al lugar en el que tenía preparado un recipiente, y allí fue donde fueron derramadas las lágrimas del león. El animal tomó una cierta cantidad para llevársela al vidente.

El vidente se sintió conmocionado, y dijo:

Pero, ¿cómo es posible que la ardilla haya podido encontrar las lágrimas del león, que son tan difíciles de conseguir? ¿Qué más sabiduría quiere, si ha sido capaz de conseguir las tres cosas que le pedí?

Entonces, el vidente amarró con fuerza a la ardilla, y puso a su lado una cabra enorme, a modo de guardiana. A continuación marchó a la selva, tras anunciar que devoraría a la ardilla a su regreso.

Al cabo de un rato pasó por allí una pantera, que le preguntó a la ardilla qué era lo que le pasaba. La ardilla le contestó que el vidente había dicho que sería devorada si, al regresar del campo, no había conseguido comerse, ella solita, la cabra entera.

Pues yo sí que podría comérmela entera dijo la pantera.

Pues entonces, desátame.

Así lo hizo la pantera y, en el acto, la ardilla se las arregló para dejar amarrada a la pantera. Cuando regresó el vidente del campo, se quedó muy sorprendido al encontrar una pantera amarrada en el lugar de la ardilla, y preguntó:

¿Cómo es posible que me encuentre aquí esta pantera, cuando al irme al campo esta mañana dejé una ardilla?

Así que se acercó a la pantera para desatarla. Esta se puso a buscar a la ardilla, que había estado contemplando la escena desde un lugar oculto, y que salió disparada a todo correr. La pantera corrió en persecución suya, y la siguió por una llanura en la que no había ningún hormiguero ni ningún lugar en que la ardilla pudiera esconderse.

Pero, de repente, se puso a gritar la ardilla:

¡Soy la ardilla, y el que me mire, morirá!

Aquello alarmó mucho a la pantera, que dejó que la ardilla se escapase.

 

Cuento grabado el día 9 de julio de 2007, a Zourmba Délégué, un habitante de Kong-Kong que tiene casi 60 años de edad. 

 

 

3. El por qué de la enemistad entre la cabra y el puerco

 

            La razón de la enemistad entre la cabra y el puerco se halla en el modo de llorar del puerco. En efecto, fue un día la cabra a reunirse con el puerco, y le dijo:

Amigo, me gustaría ir a robar las hojas de mandioca de ese campo.

Pues eso estaría muy bien, porque a mí también me vendrían muy bien los tubérculos de esta planta contestó el puerco.

Pero tendrías que olvidarte de tu modo de llorar.

Se pusieron en marcha hacia el campo. Por el camino, a medida que se acercaban, le dijo la cabra a su amigo:

Detengámonos aquí primero, para que termines de llorar antes de que entremos en el campo.

¡Hi, hi, hi, hi! sollozó el puerco.

¿Ya has terminado?

Sí, he terminado. Ya podemos ir.

Continuaron su camino hasta llegar al campo.

La cabra empezó entonces a comerse las hojas de la planta, mientras que el puerco extraía las raíces. Pero en cuanto encontró el tubérculo, prorrumpió en lloros:

¡Hi, hi, hi, hi!

En cuanto escucharon aquel jaleo, acudieron los dueños de la plantación y se pusieron a perseguir a los animales. Lanzaron un bastón que rompió los cuernos de la cabra.

Y, desde entonces, la cabra ya no ha querido seguir siendo amiga del puerco.

 

Cuento grabado el día 9 de julio de 2007, a Guéli Deba Pascal,  un habitante de Kong-Kong que tiene casi 30 años de edad. 

 

 

4. El leproso que se vengó de los amantes de su mujer

 

            Érase una vez un leproso que vivía con su mujer. Un día compró carne para comer en casa. Su mujer cocinó la carne y se la llevó a su amante. Otro día volvió a comprar carne el marido, e hizo lo mismo la mujer.

El marido se puso a criar una cabra. Cuando se había hecho grande la cabra, el leproso le dijo a su mujer.

Mujer, dime, ¿no tienes algún amante que pueda venir a degollarnos esta cabra?

Sí, tengo uno.

La mujer lo llamó, y él vino a degollar la cabra. Cuando estaba a punto de hacerlo, el leproso le dijo:

Señor, dígame, ¿en su casa no se lleva colgado el cuchillo del pecho antes de degollar un animal?

El amante se lo colocó en aquella posición, a la altura de su pecho, y entonces el leproso lo tomó y lo clavó en el pecho del hombre, quien prorrumpió en gritos. El leproso lo amarró y lo escondió cerca del lugar. A continuación, le dijo a su mujer:

Mujer, ha ocurrido algo. Tu amante se ha negado a degollarnos la cabra. Se ha marchado. Dime, ¿no tendrías algún otro amante que pudiera ayudarnos?

La mujer salió de la casa y regresó al cabo de unos minutos con otro amante. Pero, antes de que se pusiera a la labor, le dijo el esposo, igual que le había dicho al primero:

Señor, parece como si en tu casa no se llevara el cuchillo colgado a la altura del pecho antes de degollar al animal.

El esposo se lo colocó al amante a la altura del pecho, y se lo clavó. Entonces lo dejó firmemente atado, y lo escondió cerca de donde se hallaba el primero. Le dijo otra vez a su mujer:

Mujer, la verdad es que no entiendo qué es lo que les pasa a tus amantes. El que me acabas de traer se ha negado también a ayudarnos y se ha marchado.

Así que se puso el leproso a descuartizar la cabra. Cuando terminó, pidió a su mujer que tomara la carne para cocinarla, y él salió para sentarse bajo un techado. Al cabo de un rato simuló oír un ruido, y le preguntó a su mujer:

Mujer, ¿qué es lo que está pasando allí? ¿No habrás invitado a más gente a comer de esta cabra? Porque estoy escuchando a gente que grita que “si te atreves, te voy a matar con un cuchillo”.

[El esposo quería que, más adelante, cuando su mujer descubriera los cadáveres de sus amantes, pensara que habían luchado y se habían matado el uno al otro.] Se dirigió adonde había escondido los dos cadáveres, y comenzó a hacer el cálculo de la carne que él le había dado a su mujer. Se dio cuenta de que, desde el momento en que él entregaba la cabra, la cantidad de carne disminuía. Trasladó sus sospechas a su mujer, quien se sintió embargada por el miedo y le dijo:

¡Te ofrezco una cabra!

¿Para qué, mujer? No me interesa.

¡Te doy una vaca!

¡No me gusta tu vaca! ¿Para qué?

Pues entonces te doy una muchacha joven.

Nada de todo eso me interesa. Ásame esta carne, por favor. Hazlo con la mayor rapidez que puedas.

Aquí está.

¡Pónmela en la boca!

Aquí está.

¡Lávame las manos!

Vale.

Cepíllame los dientes.

De acuerdo.

El esposo esperó a que cayera la noche. Tomó dos cuchillos, dos lanzas y dos adargas, con algunas calabazas. Lo llevó todo lejos de la casa. Dejó todos aquellos objetos en un lugar que había cerca de la calle. Trasladó luego a los dos amantes muertos, y los dejó tendidos al lado de aquellas armas, con los cuchillos clavados en sus pechos. Dejó colocado un recipiente entre los dos. Regresó a casa y, por la mañana, subió al granero. Al momento se puso a gritar:

¡Socorro! ¡Socorro! Dos personas se están matando. Oigo cómo andan gritándose “te voy a matar con este cuchillo, te voy a matar con este cuchillo”. ¡Por favor, acudan ahora mismo a socorrerlos!

Al instante echaron a correr algunos jóvenes en la dirección en que se hallaban los cadáveres de los amantes. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que había dos cadáveres en el suelo. Se pusieron a buscar entre los matorrales, por si estuviera escondido por allí el culpable de aquellos crímenes abominables. Cuando vio aquello el leproso, se dirigió a los jóvenes y les pidió que enterraran los cuerpos, porque el responsable de aquel acto habría huido ya.

Así fue como fueron enterrados los amantes de su mujer. 

Al darse cuenta de que tenía que ser su propio esposo el culpable de aquellas muertes, ella preparó vino con mijo. Cuando se fue al campo su marido, puso la parte de este en una olla, y la parte de otro amante que tenía en un recipiente más grande. Después, antes de ir a buscar al amante, dijo a su hija:

Hija: cuando regrese tu padre, aquí está su vino.

Al cabo del rato vio a su padre de regreso.

Hola, papá.

Hola, hija. Tráeme agua para que beba.

Espera, papá. Hay algo más que agua. Mamá ha dejado vino para ti. Te lo traigo enseguida.

¡Qué bien! Pues es una buena noticia.

Trajo el vino que había dejado la madre para el amante, y advirtió a su padre que su esposa le había echado algún veneno en su propio recipiente de vino. El padre bebió vino muy animosamente, hasta que apagó su sed. Luego él y su hija llenaron el recipiente del amante con el vino envenenado del padre, y depositaron en otro lugar lo que quedaba del vino del padre. Entonces se sentó el padre bajo el techado y le dijo a su hija:

Hija, vete a buscar una mierda bien sólida de detrás de la casa, y tráemela[8].

Vale, papá.

Le trajo la mierda la hija, y su padre lo introdujo en su ano. Apenas se acostó, quedó sin respiración. Su hija, cuando lo vio así, se puso a gritar:

¡Papá! ¡Papá! ¡Se murió mi papá!

Al escuchar aquello, salió la esposa y preguntó:

¿Qué es lo que pasa, hija?

¡Que se murió papá!

Entonces se puso la esposa a mear sobre la boca del marido, quien simulaba estar muerto. Al cabo de un rato apareció el amante y se sentó. La mujer del leproso le dio el vino que le tenía reservado. Le sirvió una buena cantidad, y él se la bebió. Añadió otra buena cantidad, que se tragó sin chistar. Enseguida empezó a sudar el amante, y la mujer le dio un baño. Tras el baño, volvió a servirle otra buena cantidad de vino. Pero, al cabo de unos momentos, el amante empezó a quejarse de un dolor que le invadía, y se murió.

La mujer prorrumpió en sollozos por lo que acababa de ocurrir. En aquel momento, la hija que estaba en el secreto de todo lo que estaba sucediendo se puso a echar agua en la boca de su padre para que pudiera volver a la vida. Al momento se movió y exhaló un fuerte suspiro el padre, y la hija exclamó:

¡Papá ha vuelto a la vida! ¡Qué alegre estoy! ¡Qué alegre estoy!

La esposa, al escuchar aquello, cogió una alfombrilla de hojas entretejidas y cubrió con ella la cara de su amante. A continuación se dirigió a su hija:

¿Qué es lo que te pasa?

Mamá, es que papá ha vuelto a la vida.

Pero, ¿cómo es posible? Tienes aquí a tu papá muerto, con mierda en el culo, ¿y dices que está vivo? Si de verdad hay dos muertos, ¿quién es el segundo? la mujer quería dar la impresión de que no se hallaba al tanto de la muerte del amante.

¡Eres tú! dijo su esposo, en broma.

Se levantó en aquel mismo instante, se dirigió hacia el amante muerto y le descubrió la cara, mientras decía:

¡Mujer, tú has matado a este hombre!

¡Dios mío, tú sabes que eso no es verdad!

Fingía la mujer, en aquel momento, que no sabía que el amante hubiera muerto.

Ahora, ¿qué es lo que dices?

¡Te ofrezco una cabra!

¿Para qué, mujer? No me interesa.

¡Te doy una vaca!

No me gusta tu vaca. ¿Para qué la quiero yo?

¡Pues entonces te doy una muchacha joven!

Nada de eso me interesa.

Por la noche, la mujer, desesperada, andaba llevando de un lado a otro, sin saber muy bien adónde, el cadáver de su amante. En cierto momento se acercó su marido y le dijo:

¡Hola, mujer! Está muy bien eso de que andes llevando leña a tu madre.

Sintió miedo la mujer, y tomó otra dirección con el cadáver. Él fue tras de ella y le dijo:

¡Hola, mujer! Está bien eso de que andes llevando leña a tu madre.

De nuevo alteró su rumbo la mujer, con el cadáver del amante, hasta que, en otro momento, le dijo su esposo:

¿Quién es la persona que anda por ahí con un cadáver a cuestas? 

Al oír aquello, la mujer prorrumpió en súplicas a su marido, y le pidió disculpas, que él pareció aceptar.

Entonces él tomó al muerto, se adentró con él en la selva, y allí se topó con unas cuantas personas que recolectaban miel. Les dijo:

¡Os saludo a todos! Por favor, os ruego que me deis un poquito de la miel que estáis sacando. 

Uno de ellos contestó:

¿Y por qué íbamos a darte miel?   

Si no me dais miel, tú, por hablar demasiado, vas a provocar un desastre matando a alguien.

Di lo que se te ocurra, pero no te vamos a dar ninguna miel.

El hombre se acercó hasta allí con el muerto, y lo colocó contra el tronco del árbol del que sacaban la miel. En el momento en que bajaba el que se había negado a darle miel, derribó por el suelo el cadáver y le espetó:

¡Mira, has matado a uno que andaba por aquí!

¡Yo no lo he matado!

¡Sí que lo has matado!

¡Muérete tú también, si estás deseoso de morir!

¡Tú lo has matado!

Mientras se hallaban discutiendo, acudieron los demás con la miel, y, tan pronto como llegaron adonde se encontraban, uno dijo:

Aquí está la miel que hemos encontrado.

¡Pues vamos a repartirla entre nosotros! ¡Pero yo voy a tomar para mí la parte más grande! exclamó el que no quería darle la miel al hombre.

Vamos a repartirla de modo equitativo, porque aquí somos todos iguales replicó el leproso. Pero mientras veníamos hacia aquí, hemos oído que alguien discutía sobre una muerte. Parecía como si alguien hubiera sido muerto por aquí. Traed fuego para que veamos qué es lo que pasa.

Al momento vieron los compañeros del que discutía un cadáver cerca de ellos, y todos se pusieron a gritar:

¡Un cadáver! ¡Un cadáver! Pero ¿a quién habéis matado? ¡Qué horror! Han sido eliminados unos brazos que podrían estar ahora trabajando al servicio del jefe del pueblo.

Y, ¿cómo podríamos arreglarlo? preguntó el acusado al leproso.

En aquellos momentos el leproso cogió la miel en sus manos, y fue preguntándoles a los demás:

¿Qué hacemos? [¿Cómo actuamos, ahora que tengo en las manos la miel? ¿Me la guardo o no?].

Uno le proponía una cabra, otro una vaca, quien una muchacha guapa. [Los recolectores de la miel tenían miedo de que si divulgase que había habido un asesinato].

Cogió el cadáver y siguió su camino, dejando perplejos a los recolectores de miel. Cuando ya se había alejado lo suficiente de ellos, cubrió muy bien el cadáver, para que nadie sospechara lo que llevaba a cuestas.

Marchó el leproso a casa de su cuñado, pues quería incluso castigar a los familiares de su adúltera espolsa, y coincidió que la esposa del cuñado se hallaba en casa. Cuando estaba fuera hizo una señal, y la esposa, pensando que era su marido el que regresaba, se asomó al patio. Entregó el leproso, simulando ser el cuñado, el cadáver a la mujer y salió de la habitación, y ella lo guardó sin adivinar qué podía ser aquello. Al poco rato, el cuñado del leproso llegó, y le dio otro paquete envuelto en hojas de árbol. La mujer depositó aquello cerca del primer paquete, el que contenía el cadáver. Luego trajo agua para que bebiese su marido. Al cabo de un rato el marido le dijo a su esposa:

Mujer, parece que está amaneciendo. Tráeme el paquete, porque quiero salir ya.

¿Cuál de los paquetes quieres que te traiga?

Pero, ¿qué es lo que estás diciendo? Si yo solo te he dado un paquete, mujer.

¡Pero si tú sabes perfectamente que no hay otra persona con nosotros en esta casa! ¡Has venido dos veces, con paquetes distintos!

De eso nada, mujer, no digas tonterías. Ven, que vamos a ver los paquetes de que me hablas.

Encendieron el fuego y se dirigieron al lugar en el que los había depositado la mujer. Una vez allí, pidió el hombre a la mujer que desatara el otro paquete. Mientras lo hacía, descubrieron que era un  cadáver, y arguyó el esposo:

Mujer: cuando no estoy yo en casa, lo único que sabes hacer es matar a la gente. Todas las demás mujeres se quedan en su casa, mientras tú te dedicas a salir para meterme en líos, como acabas de hacer ahora mismo.

Estaban en esto cuando apareció de repente el leproso, que era el cuñado del esposo, y se puso a preguntar:

¿Qué es lo que pasa aquí, que os oigo gritar: “Lo has matado, lo has matado”?

Es que le pido que me deje acostarme con ella, y ella me rechaza contestó el esposo.

Pero bueno, ¿qué es lo que tú te crees? Nunca conviene pedir nada a la fuerza. Yo os he escuchado gritar: “Lo has matado, lo has matado”. A ver, acercad un poquito el fuego.

Cuando el fuego fue acercado hasta él, descubrió efectivamente la presencia de un cadáver, y exclamó: 

Aquí está el cadáver de quien habéis muerto. ¿De quién es este muchacho que habéis matado? ¿Cómo hacemos para arreglarlo?

Uno le ofrecía una cabra, otro una vaca, quien una muchacha guapa.

A toda prisa cogió el leproso el cadáver y se dirigió hacia la casa del jefe del pueblo. [El leproso sabía que otro de los amantes que había tenido su esposa era el hijo del jefe del pueblo]. Amarró con fuerza el cadáver a la cola de su caballo. Hizo que el animal saliese de estampida, y el jefe cogió su lanza y la arrojó.

¡Lo he matado! ¡Traedme fuego! ¡Lo he matado! ¡Traedme fuego! Traedme fuego para iluminar esto, y que pueda yo ver qué es lo que sucede con mi caballo.

Cuando trajeron el fuego, se dio cuenta de que era su propio hijo el que había sido herido por la lanza, y dijo:

¡He matado a mi hijo! El desdichado había salido de mi habitación para dormir afuera, puesto que iba a parir una yegua. ¡Enterradlo ahora mismo!

Y se acabó.

[Quedó así consumada la venganza del leproso contra su mujer, contra los amantes de su mujer (incluido el hijo del jefe), e incluso contra la familia de su mujer (incluidos su cuñado y la esposa de este)].

 

Cuento grabado el día 9 de julio de 2007, de Zourmba Délégué, un habitante de Kong-Kong que tiene casi 60 años de edad.

 

 

5. La esposa que era la amante del vecino

 

            Érase una vez una mujer que era la amante del vecino de su esposo. Lo amaba y le favorecía en todo lo que podía.

Un día parecía que iba a llover. Terminó de cocinar y ofreció de comer a su esposo, quien dio cuenta de la comida y se acostó. Al cabo de un rato se escuchó un ruido en la puerta, y él le preguntó quién era a su mujer. Ella le dijo que era el vecino, que tenía hambre y pedía algo de comer.

Pues dale de comer, si es que ha quedado algo en las ollas dijo el marido.

Pero bueno, ¡si yo no conozco para nada a ese tío tan feo y tan cabezota! ¿Cómo quieres que le dé mi comida?

No sospechaba el esposo lo que se ocultaba bajo la respuesta de su esposa. La realidad era que su mujer tenía una cita con el vecino allá afuera, cerca de un árbol grande. Y el pretexto que acababa de dar la mujer formaba parte de lo que había convenido con el amante. De modo que no tardó en salir y en ir al encuentro de su querido.

Cayó su esposo en un gran sueño, y cuando despertó notó que era era casi de madrugada. Se levantó el esposo y anduvo buscando a su mujer por toda la casa, sin encontrarla. Entonces dijo:

Mi mujer dijo que no conocía a ese vecino tan feo que tenemos. Pero, como no la veo, cabe la posibilidad de que haya salido para encontrarse con él. Voy a ver, porque quizá estén afuera, debajo del árbol grande.

Salió y, cuando llegó al árbol, vio que no estaban allí. Entonces regresó a casa.

Y se terminó.

 

Cuento grabado el día 9 de julio de 2007, de Guéli Deba Pascal, un habitante de Kong-Kong que tiene casi 30 años de edad.

 



    [1] Véanse en Stith Thompson, Motif-Index of Folk Literature: A Classification of Narrative Elements in Folktales, Ballads, Myths, Fables, Mediaeval Romances, Exempla, Fabliaux, Jest-Books and Local Legends, ed. rev. y aum., 6 vols. (Bloomington & Indianapolis-Copenhague, Indiana University-Rosenkilde & Bagger: 1955-1958).

    [2] Véanse las referencias correspondientes en Hans-Jörg Uther, The types of International Folktales. A Classification and Bibliography, Based on the System of Antti Aarne and Stith Thompson (Helsinki: Suomalainen Tiedeakatemia-Academia Scientiarum Fennica, 2004). Todas las traducciones al español de los tipos internacionales que ofrezco a continuación proceden de este catálogo.

    [3] La narradora fue Leonor Albañil Urbano (Castro del Río, Córdoba, 1937), quien escuchó el cuento de su abuela. Fue entrevistada por José Manuel Pedrosa en Veguellina de Órbigo (León), el 14 de julio de 1989.

    [4] El hermano no quiso ayudar a su hermana a atrapar los saltamontes, y por eso a ella le ayudó un amigo de él. Entre los guidar, el saltamontes es un insecto comestible muy apreciado, y es común que entre los meses de diciembre y de enero (cuando los insectos se han desarrollado lo suficiente, y el frío de la mañana les impide o dificulta el volar) la gente salga a capturarlos.

[5] Entre los guidar de Camerún, la ardilla es considerada un animal muy vivo y astuto, y, por tanto, cumple el papel de trickster, o tramposo, en muchos cuentos tradicionales. Como es sabido, los musulmanes no comen la carne de un animal que no haya sido sacrificado de acuerdo con las prescripciones y las oraciones rituales. La mujer musulmana se propone, por tanto, entregar las ardillas a algún amigo suyo no musulmán, que pueda comerlas al margen de tales normas.

[6] Los fulbé son una etnia musulmana del norte de Camerún.

[7] La voz kaado es despectiva. Significa, literalmente, “el que no reza”, es decir, el pagano. Lo utilizan los musulmanes para designar a todos los que no son musulmanes, sean de la religión que sean.

    [8] Por lo general, no hay aseos en los pueblos, y cuando alguien quiere hacer sus necesidades ha de retirarse de las habitaciones para hacerlo. Una mierda sólida suele ser indicio de esfuerzo, incluso de enfermedad, por parte de quien la genere.