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Serra, Simona y José
Manuel Pedrosa. “Los relatos acerca de tesoros ocultos en
las Leggende e tradizioni di Sardegna (1922) de Gino Bottiglioni”. Culturas Populares. Revista Electrónica 6 (enero-junio 2008). http://www.culturaspopulares.org/textos6/articulos/serra.htm ISSN: 1886-5623 |
Los
relatos acerca de tesoros ocultos en las
Leggende
e tradizioni di Sardegna (1922) de Gino Bottiglioni
Simona Serra
Università di Cagliari
José Manuel
Pedrosa
Universidad de Alcalá
Resumen
Colección de leyendas tradicionales de Cerdeña, anotadas por el lingüista
Gino Bottiglioni en los dialectos sardos, y publicadas en 1922. Selección de
las nueve leyendas que contiene acerca de tesoros ocultos. Traducción y
análisis comparativo de algunas de ellas.
Palabras clave: Leyenda, tesoro oculto, dialecto, Cerdeña, Italia,
comparatismo.
Abstract
Collection of folk legends of Sardinia, recorded by linguist Gino
Bottiglini in Sardinian dialects, and published in 1922. Anthology of its nine
legends about hidden treasures. Translation and comparative analyses of some of
them.
Keywords: Legend, hidden treasure, dialect, Sardinia, Italy, comparatism.
E |
n 1922 Gino Bottiglioni, lingüista italiano (1887-1863),
originario de Toscana, publicó el volumen Leggende e tradizioni di Sardegna, resultado de un intenso trabajo de
investigación que realizó durante su estancia en la isla, donde llegó en 1915 para enseñar como
profesor de italiano en las Regie scuole Normali di Cagliari, capital de Cerdeña. Licenciado por
la Universidad de Pisa hacía cinco años en glottologia, bajo el magisterio del Professor Clemente
Merlo, permaneció en Cagliari hasta 1918 (regresaría en el curso 1927-1928 para
enseñar historia comparada de las lenguas clásicas en la Universidad de
Cagliari).
Durante aquellos años recorrió
la isla con el fin de recoger las leyendas que conservaba en su memoria la
gente mayor, e hizo un primer estudio que publicó en el año 1919 en la revista Studi
Romanzi. En el libro que
vio la luz en 1922 tuvo la pretensión de desarrollar un estudio lingüístico
sobre determinados aspectos relacionados con la dialectología en lengua sarda.
Sin embargo, su propósito original hubo de ser modificado, y los intereses
lingüísticos tuvieron que dejar espacio a lo relacionado con el material
narrativo recogido. Tal y como puso de relieve Giovanni Lupinu, en la
introducción a la reedición que de la obra se hizo en 2003, el libro se
presenta en cierto sentido “mutilado”[1] justamente del estudio lingüistico que en
principio fue su primer objetivo.
La gran obra de signo
eminentemente dialectológico de Bottiglioni habría de esperar bastantes años
para ver la luz. Se trata del Atlante linguistico-etnografico della Corsica (1933-40), uno de los atlas lingüísticos
más importantes e influyentes de los que han sido publicados en la Romania.
Por tanto, la atención de
Bottiglioni se centró en los argumentos y en los contenidos de las leyendas
sardas, que analizó con detalle en la introducción, titulada “Elementos y
caracteristicas generales de la leyenda sarda”. Aunque, al cabo de muchos años, el estudio de
Bottiglioni pudiera parecer falto de actualización[2], hay que reconocerle el mérito de haber
recogido, editado en transcripción fonética y traducido al italiano ciento
veintisiete leyendas, que cubren
geográficamente todo el territorio de la isla, y que el autor dividió y
distribuyó en areas dialectales: gallurese, sassarese, algherese, logudorese, nuorese, campidanese[3]. El material más abundante resulta ser el
de la zona central y meridional de la isla, el de la variedad sardo-campidanese, con setenta y un textos; mientras a la
variedad sassarese
corresponden solo dos textos, y a la nuorese tres.
Sobre la obra de Bottiglioni,
fundamental dentro de los estudios y compilaciones de folclore italiano, afirmó
en 1978 Giulio Paulis: “el valor de esta obra es grandísimo; no solamente para
el estudioso de las tradiciones populares, al que le permitirá investigar de
manera profunda el género narrativo de las Legenden y de las Sagen, sino también para el lingüista, a quien ofrece en
transcripción fonetica muy precisa un amplio florilegio –único en su género– de
textos en prosa procedentes de las distintas áreas dialectales de la isla”[4]. Cabe decir que el experto lingüista
acompañó los textos sardos de una traducción italiana muy precisa y muy
literal, con la que intentó reflejar “todos los matices típicos de la sintaxis
sarda”[5].
El contenido de las leyendas
En la introducción dedicada al análisis de las
leyendas sardas, subraya Bottiglioni la pobreza de argumentos narrativos
relacionados con la historia más antigua de la isla; a pesar de que la lengua y
los monumentos son tan conservadores, en la memoria del pueblo han quedado
huellas escasas de los tiempos primitivos: “Los elementos que se pueden
encontrar en las leyendas sardas resulta que están hoy cristianizados y casi no
tienen nada que sea característico de Cerdeña, porque se encuentran más o menos
en otros sitios también”[6]. Las historias relacionadas con las
pesadillas o con las brujas se pueden registrar igualmente en otras regiones de
Italia; las tumbas de gigantes (tombe dei giganti[7]) y las casas de hadas o de encantadas (domus
de gianas[8]) encuentran paralelos “en las leyendas
que florecen en Bretaña y en otras partes, en torno a la existencia de enanos
que vivían en las grutas”[9].
Sin embargo, justo en las
leyendas vinculadas con estas figuras halla Bottiglioni algunos rasgos típicos
de la tradición sarda. Las gianas “hadas de pequeña altura, imaginadas, en su fantasía y en su caracter, con
muchas variantes en las distintas regiones de la isla”[10], adquieren una fisonomía múltiple:
encantadoras, hermosísimas, con el don de la predicción, brujas o magas,
tejedoras que con finos dedos manejan telares de oro, ánimas de las mujeres
muertas por causa de su embarazo, seres que salen de su lugar solo por la noche
por el miedo al sol.
Si a los tiempos primitivos y
a la época romana remontaría un material muy escaso de leyendas, la opinión de
Bottiglioni es muy diferente en lo que respecta a la Edad Media, ya que abundan
los ecos de leyendas acerca de los enfrentamientos con los sarracenos, las
incursiones de los moros, el gobierno de los jueces[11], la dominación aragonesa.
En cualquier caso, el experto
lingüista se demora de manera especial en el análisis de la religiosidad
popular de los sardos, aunque con criterios y juicios que hoy podrían ser
tachados de relativamente superficiales. Bottiglioni se sintió fascinado por la
espiritualidad del pueblo sardo: “Los sardos se acercan a la divinidad llenos
de esperanza. El clima de su tierra es manso; su vida sencilla y al mismo
tiempo primitiva es fácil, y ellos intentan gozar de todos sus atractivos, sin
amargarla con las reflexiones oscuras típicas de los pueblos del norte, cuyo
espíritu está tan ofuscado como su cielo”[12].
Son muchas, pues, las leyendas
que encontramos protagonizadas por santos o evocadoras de milagros: “los santos
de Cerdeña son prolíficos en milagros, en los cuales se cree con verdadero entusiasmo;
cada pueblecito, cada grupo de casas, tiene su iglesia, en la que cada año se
celebra la fiesta del Patrón con mucha alegría”[13].
La descripción del material
relacionado con las fiestas religiosas, con episodios de las vidas de santos,
con la organización de celebraciones religiosas y paganas, es muy minuciosa.
Bottiglioni se detiene en especial en las leyendas de castigos infligidos por
la divinidad a los avaros, a los envidiosos, a las personas que actúan movidas
por el mal: “El castigo que Dios elige para los impíos y para los malvados es
normalmente la metamorfosis en piedra. Cerdeña está llena de rocas
características que el pueblo mira con curiosidad, imaginando fantasías sobre
sus formas y dándoles nombre de acuerdo con la imagen que ella evoca en su
mente”[14].
Otras veces se detiene en los
orígenes prodigiosos de las iglesias, en los espíritus infernales, en el
diablo, en las ánimas de los muertos que vuelven a la tierra bajo la apariencia
de animales, y que asustan a los pastores mucho más que los propios diablos.
Bottiglioni dedica una
atención especial, también, a las narraciones que intentan explicar los rasgos
de carácter de los sardos. Dice que entre las narraciones recogidas “una parte
importante refleja uno de los caracteres importantes de las almas sardas, o
sea, la vehemencia impetuosa que se nota especialmente en la manera que en
Cerdeña tiene la gente de percibir el amor”[15]. Los celos, la pasión amorosa, el honor
ofendido, el sentido de la justicia, el bandolerismo, reducidos acaso a un nivel
algo limitado y exótico de la cultura sarda, son, en todo caso, ingredientes
significativos de este material legendario.
Las leyendas acerca de tesoros escondidos
Las leyendas que aquí hemos elegido traducir, para
dar a los lectores en español las primicias de la obra de Gino Bottiglioni, están relacionadas con el viejísimo y
pluricultural motivo tradicional de los tesoros secretos, ocultos, escondidos.
Que, además, suelen asociarse a lo peligroso, a lo demoníaco, a la muerte.
Bottiglioni hace remontar la
búsqueda de los tesoros en Cerdeña a una edad antigua: “fue regulada por reglas
jurídicas precisas, que se revelaron imprescindibles en el tiempo de la
dominación española, cuando se convirtió en una fiebre”[16]. Sostiene que él recogió una documentación
etnográfica muy amplia sobre leyendas de tesoros, a menudo contaminadas con
elementos narrativos religiosos, como se advierte en las historias acerca del
descubrimiento de un tesoro cuyo emplazamiento es desvelado por la divinidad,
que hay que utilizar para la construcción de una iglesia o de un santuario.
Apunta que, en el imaginario de los sardos, los tesoros y toda la mitología que
les rodea están rodeados de ingredientes fabulosos. Por lo general, casi nunca
es el buscador quien se encuentra con el tesoro; es el espíritu que lo custodia
quien decide quién será el afortunado al cual tiene que ser entregado. El
elegido ha de que mantener el secreto, “darse prisa en hacer lo que se le
prescribe, dando pruebas de valor al quedarse imperturbable delante de
cualquiera manifestación de espíritus que intente asustarlo; si no respeta lo
que se le prescribe, o si se retrasa en hacerlo, no encontrará ningun tesoro,
sino carbón o ceniza”[17]. En ocasiones, son hadas las que
custodian el tesoro: es lo que sucede en una de las leyendas que aquí
traducimos, La storia di Tachelino, en la que un pastorcito encuentra por casualidad, en una gruta, unas
joyas de inmenso valor, que después desaparecerán, junto con la sobrenatural
guardiana.
Otras veces –continúa
Bottiglioni– es un fantasma el que vigila el tesoro, “como el terrible Don Blas
de Aragona, que guarda los bienes escondidos en el castillo de Burgos”[18] (Burgos es un pueblo situado en la parte
centro-septentrional de la isla), o el alma de un cura o de un fraile; el primero
“en los solitarios pueblitos de Cerdeña [...] representa al hombre más rico y
mas culto, que, por su condición, puede exorcizar los espíritus que vigilan los
tesoros y que casi siempre son de natura diabólica”[19]. En otras leyendas, el tesoro se halla en
el interior de una jarra, a menudo al lado de otra igual, pero infestada de
moscas que, si son liberadas, causarán la muerte del buscador y la expansión de
males que podrían invadir el mundo entero.
Demos
paso, ya, a la antología de leyendas sobre tesoros ocultos que hemos traducido.
La fuente de todas es la edición de Gino Bottiglioni, Leggende e tradizioni di Sardegna. Testi
dialettali in grafia fonetica, edición de Giovanni Lupinu, Nuoro, Ilisso, 2003.
1. El duende de las
sietes gorras
Una noche, un hombre, al cabo
de dos horas de haberse quedado dormido, siente como un afán en el pecho, un
peso que no lo deja respirar, una opresión. Se despierta y, en cuanto se da
cuenta de que tiene al duende de las siete gorras encima, extiende una mano,
coge una gorra y la esconde rápidamente en una cacerola llena de hollín.
El duende, que tenía una mano
blanca como nieve, por miedo de ensuciarla no intenta siquiera quitarle la
gorra. De ese modo se quedó él con el tesoro, porque así estaba dispuesto por
el muerto que lo había ocultado.
Informante: Nicoletta Atzena de Tempio (pueblo en el norte de la isla N.
de la T.). En Bottiglioni, Leggende, pp. 88-89.
2. El tesoro
Un hombre de Tempio, por una
gracia que recibió, hizo el voto de asistir a todas las misas que hacían en la
iglesia del purgatorio. Una noche, a la una, oye el sonido de las campanas, se
levanta, escucha bien: venía justo del purgatorio. Se levanta, abre la puerta y
ve el altar, y al cura listo para celebrar la misa; la verdad es que no era la
hora para celebrar la misa, pero, para no traicionar su voto, se acerca al
altar y escucha sin pensar en nada malo. En cuanto termina la misa, el cura se
le acerca y le dice:
–Entra en la sacristía, abre
el guardarropa y toma todo lo que encuentres allí.
Habla de ese modo, y
desaparece. El hombre queda al principio encantado; no sabía por donde empezar
a tomar las cosas. Pero luego, pensando que podía ser un alma buena que lo
había enviado, entra en la sacristía y toma todo lo que encuentra. A partir de
ese día se volvió rico.
Informante: Nicoletta Atzena de Tempio. En Bottiglioni, Leggende, pp.
90-91.
3. El tesoro para aquel de quien era
Había una vez un hombre que se
había casado tres veces. Pero al cabo de los dos meses de que se casase, se le
moría la novia, y nadie conocía la razón.
Así que se casó con la cuarta
novia, una joven inteligente, valiente, que no tenía miedo a nada. Una noche se
dio cuenta de que su novio se había levantado a la media noche, y de que la
había dejado sola. Sin dejarse invadir por el temor, se quedó despierta y a la
espera.
A la una vio cuatro hombres
que entraban en su casa, llevando un traje negro y portando un ataúd. Ponen el
ataúd en el medio del cuarto, se sientan y empiezan a llorar diciendo: “¡Mi
hermano, mi hermano querido!”.
La mujer los mira, se levanta,
y ella empieza también a
llorar: “¡Mi hermano, mi hermano querido!”.
Los hombres se levantan y
echan a correr por el campo, dejando allí el ataúd. La mujer, que se había
quedado sola, lo abre y descubre que está lleno de oro.
Informante: Nicoletta Atzena, de Tempio (pueblo del norte de la isla). En Bottiglioni, Leggende, pp. 92-93.
4. El tesoro de Montistiri
Montistiri es una montaña de
cima redondeada en la que son apacentados ganados de todas las clases: vacas,
cabras, ovejas y cerdos.
Un día, algunos criados,
mientras iban a apacentar por la noche, contemplaron un fantasma que se puso
justo delante del rostro de uno de los sirvientes.
El muchacho, en cuanto lo vio,
echó a correr. Fue a la cabaña del amo, y le contó que había visto a una mujer
que tenía los cabellos por vestidura. Y el dueño le dijo: “Pero ¿tú estás loco?
Ella te quería entregar un tesoro, y tu no lo tomaste”.
Entonces el criado regresó
allí y volvió a ver a la mujer. Y le dijo: “Ven aquí, será mejor para ti,
porque tengo tres jarras: una está llena de moscas destructoras[20], la otra está llena de oro, y la otra
está llena de perlas. Pero tú tienes que ser buen adivino, porque si coges la
que está llena de moscas destructoras, morirás enseguida”.
El muchacho fue entonces a
decírselo a su amo, y el amo le dijo: “Ven conmigo”.
Fueron allí y no encontraron
nada.
Informante: Dolores Ciampelli, de
Alghero (ciudad del noroeste de la isla). Bottiglioni,
Leggende, pp. 116-117.
5. Las hadas de Monteoe
Monteoe[21] es hoy una viña, pero, una vez, en el
tiempo antiguo, había allí un palacio grande y muy hermoso. Y dentro estaban
las hadas, que se parecían a los angeles, porque tenían alas y podían ir a
cualquier sitio.
Cada noche bajaban al pueblo y
daban vueltas por allí. De vez en cuando entraban en las casas por los agujeros de la llave de las
puertas, por las ventanas abiertas. Y, si veían a alguien que les gustaba, se
acercaban a la cama y lo despertaban llamándolo tres veces, y luego se lo
llevaban con ellas a Monteoe, envueltas en su propia luz.
Una vez llegaban a la montaña,
le enseñaban muchas cajas rebosantes de oro, diamantes, perlas y dinero. A la
persona le entraban enseguida deseos de coger todo el tesoro. Pero no podía
hacerlo delante de las hadas. Y, si lo tocaba, se volvía negro, se convertía en
carbón.
Nadie sabía que el tesoro
había que cogerlo al día siguiente, cuando las hadas ya no estaban, ni que
había que traer un rosario o alguna otra cosa bendita y echarla sobre el
tesoro.
Hoy las hadas y el palacio ya
no están, pero sí está el tesoro.
Informante: Adele Melis, de Bosa (pueblo del noroeste de la isla). En Bottiglioni, Leggende, p. 129.
6. El tesoro de tio Mauro Bussolo
Se cuenta que un pastor
llamado Mauro Bussolo tenía las ovejas en una finca que vigilaban dos hijos
suyos. Un día, el menor de los dos salió de la cabaña tocando la flauta de
caña. De repente, al pequeño se le apareció un hombre que tenía la cabeza
descubierta, y que le dijo que excavase bajo del nuraghe di Ono[22] que estaba en la finca.
El pequeño, tan pronto hubo
desaparecido el hombre, fue a contárselo al hermano mayor, y los dos se lo
contaron al padre, que acababa de llegar del pueblo. Tras aconsejar a su hijo
que no tuviese miedo de aquel hombre, se escondió detrás de una mata de lentischio[23]. El hombre se presentó otra vez y llevó
al niño al nuraghe y
le enseñó el tesoro. Pero el padre perdió de vista al hombre y al hijo.
En cuanto desapareció el
hombre, el pequeño fue adonde estaba el padre, y lo condujo hasta el sitio que
le había mostrado el hombre. Mauro excavó y encontró una olla llena de pedazos
de oro, y por la noche se la llevó a su casa. A partir de aquel día, el pastor
se volvió rico.
Informante: Salvatore Zonchello di Dualchi (pueblo situado en el centro-oeste
de la isla). En Bottiglioni, Leggende, pp. 142-143.
7. El tesoro del castillo de Burgos
En el castillo de Burgos hay
un tesoro muy grande, pero nadie lo puede tocar porque está vigilado por Don
Blas D’Aragona, que es un hombre grande que se parece a un diablo.
Una vez, un pastor, mientras
se hallaba con su ganado, vio el tesoro y se lo dijo al párroco. El párroco,
junto con otro cura, decidió ir a coger el tesoro. Tomaron el libro para
expulsar al diablo y subieron al castillo.
Cuando llegaron a lo alto,
entraron en una gruta y vieron un montón de oro. Pero en ese mismo momento
apareció Don Blas.
Los curas se pusieron a leer
el libro, pero Don Blas les arrojó fuego, y los curas murieron quemados.
Informante: Antonio Olivas de Bono (pueblo en el
centro septentrional de la isla). En Bottiglioni, Leggende,
pp. 144-145.
8. El tesoro de San
Marcos
Una vez había en Tresnuraghes[24] una mujer vieja que se llamaba Rosa.
Aquella mujer se casó, de vieja, con un hombre llamado Gesué. Tuvo ella un
sueño una noche, y vio a San Marcos, que le decía:
- Vete a tal sitio y lleva
contigo un alma viva, o un perro o un gato.
Aquella mujer no le quiso
contar nada sobre el sueño a su marido. En cuanto llegó la noche, se acostaron,
y ella fingió que estaba durmiendo. Sin embargo, se mantuvo despierta todo el
tiempo.
A medianoche, cuando pensó que
el marido se había quedado dormido, se levantó despacio, cogió el gato y se
dirigió hacia el sitio que le indicó el sueño. El marido, que se dio cuenta de
que la mujer se había levantado, se levanto él también, y la siguió llevando un
buey.
Al llegar a aquel lugar, a la
mujer se le aparecieron muchos hombres vestidos de blanco, y justo allí
apareció un recipiente muy grande lleno de dinero. La mujer echó enseguida al
gato en el interior, y los hombres vestidos de blanco desaparecieron. Entonces
dió la vuelta y dijo:
–¡Ojalá estuviese aquí mi
marido con el buey!
Y el marido contestó detrás de
ella:
–Estoy aquí.
A la mujer se le quedó la boca
torcida por causa del susto. Llenaron entonces los bolsos de dinero, los
pusieron encima del buey y regresaron al pueblo.
Y, como San Marcos le había
dicho en el sueño a la mujer que hiciese una iglesia con el dinero, cuando hubo
pasado algún tiempo estaba construida la iglesia, con algunas casas a su lado:
una para los organizadores de la fiesta y una para el prior, y otras para la confraterniza. Y todos los años se celebra la fiesta de
San Marcos el veinticinco de abril.
Informante: Maria Piu de Tresnuraghes. En Bottiglioni, Leggende, pp. 150-151.
9. El cuento de Taquelino
Se cuenta que, una vez, un pastorcito apacentaba
las ovejas, cerca de Taquelino: era pobre y tenía que ir solo. Un día se
hallaba sentado encima de una piedra, tocando una pequeña flauta debajo de un
árbol, mientras tomaba el fresco. Llegó a sus oídos una voz de mujer que
cantaba, y que tenía una voz tan bella como la de una sirena.
El pastorcito pone la pequeña flauta en la taska[25] y se pone en marcha hacia donde venía
aquel canto. Y llega a una pequeña puerta. Pasa y mira alrededor, y ¿qué ve?
Todo estaba lleno de oro y de plata: cadenas, collares, broches, anillos, y en
el centro de la habitación un telar de oro y una mujer tejiéndolo. La skascia[26] del telar sonaba como un órgano, acompañando la
cantilena de la mujer, hermosa como el sol.
El pastorcito se quedó hechizado delante de
aquella maravilla. Casi le daba miedo moverse. Pero la tejedora seguía cantando
una canción:
Castillo y Taquelino,
conde de Saracino;
castillo y Tacoforte,
de Saracino conde.
Al cabo de una horita, la mujer que cantaba le
preguntó qué era lo que quería, y él, mirando su alrededor, le señaló una
campanita. Ella le dijo que tomase todo lo que quisiera, pero él contestó:
–No, si solo quiero esta para ponérsela a una
ovejita que tengo en el rebaño, la más preciosa de todas.
Y, por más que le rogó la hermosa tejedora, él
dijo:
–Gracias.
Y salió de allí, con la intención de volver.
Pero cuando regresó, la puerta de la tejedora no
estaba ya allí, y no volvió a aparecer nunca más.
Informante: Erminia Pilisi, de
Esterzili (pueblo situado en la zona centromeridional de la isla). En Bottiglioni, Leggende, pp. 195-197.
Raíces y proyecciones del mito del tesoro
escondido
Las leyendas acerca de tesoros ocultos son
antiquísimas, y su difusión es, hoy, prácticamente universal. Satisfacen,
seguramente, una aspiración muy elemental del ser humano, que es la de
conseguir, sin tener que trabajar duramente en las labores cotidianas, una
cantidad inmensa de riquezas. Existe una bibliografía muy nutrida y variada
acerca de este tipo de relatos, que han dado lugar a todo tipo de
interpretaciones históricas, sociológicas, antropológicas, literarias.
El tesoro oculto, cuya
localización resulta por lo general muy difícil y peligrosa, es la
representación más emblemática de lo que podríamos llamar el bien no
limitado (Non limited
Good), una cantidad de
bienes incontables, incalculables, impensables, que se contrapone con la cruda
realidad del bien limitado (Limited Good)
que regía (y sigue en ciertos lugares rigiendo) la economía y la vida
tradicional de muchas sociedades rurales y no muy tecnologizadas. Merece la
pena recordar, a este respecto, los célebres libros A Primitive Mexican
Economy (1942) y
Empire's Children: The People of Tzintzuntzan (1973) del antropólogo norteamericano George M.
Foster, quien analizó el lugar que en el imaginario de determinados pueblos de
economía estática (economía muy pobre, de subsistencia) de México tiene el
tópico del tesoro supuestamente encontrado por alguno de los miembros del
grupo, lo cual rompe la igualdad, hace aflorar la envidia, genera crisis de
violencia, suscita el crimen y altera sustancialmente el equilibrio social del
pueblo.
También en la Cerdeña rural, y
en cualquier otro lugar del mundo (sobre todo en los de economía más o menos
estática) el supuesto hallazgo de un tesoro oculto, y los relatos que rodean
tan improbable hecho, generan o ponen énfasis sobre las desigualdades sociales
(y, por tanto, sobre las previsibles crisis de violencia) que provocaría ese
acontecimiento en su seno. Es por ello que estas historias aparecen rodeadas de
elementos sobrenaturales de carácter negativo o destructivo (hay que operar en
la oscuridad, en secreto, en proximidad o complicidad o pacto con las fuerzas
del mal, teniendo buen cuidado de que otras personas no compitan violentamente
por el mismo tesoro), y que se ponga énfasis, en los términos más graves y
dramáticos, acerca de los peligros que entraña su búsqueda y localización. Los
relatos tradicionales intentan, de ese modo, oponer advertencias disuasorias a
comportamientos que, si se generalizasen, romperían sin duda el ritmo de vida y
los equilibrios en que se apoyan la vida de la comunidad.
Solo cuando una divinidad
positiva, protectora, quiere premiar a uno de sus fieles con el hallazgo de un
tesoro (como muestra, por ejemplo, nuestra leyenda 8, El tesoro de San
Marcos), y cuando de ese
hallazgo se derivarían beneficios para toda la comunidad (por ejemplo, la
construcción de un templo para todos, con las riquezas descubiertas), las
leyendas tradicionales atenúan los tonos oscuros e inquietantes, a menudo
relacionadas con damas fantasmales, duendes imprevisibles o demonios asesinos,
que rodean estas creencias.
No es posible, aquí, hacer un
estudio detallado de todas las proyecciones y connotaciones en la órbita del
imaginario y de la mentalidad colectiva que tienen estas fábulas sardas acerca
de tesoros escondidos, ni de los los motivos folclóricos que se dan cita en
ellas, ni de todos los parelalos pluriculturales con que podríamos compararlos.
Baste decir que leyendas como
la 4 (El tesoro de Montistiri), la 7 (El tesoro del
castillo de Burgos)
y la 9 (El cuento de Taquelino), por el hecho de estar protagonizadas
por pastores a cuyo alcance se pone la localización del tesoro, constituyen
ejemplos profanos del
casi universal motivo del pastor que, en el campo, entra en contacto con la
divinidad y es conducido hasta un lugar singular en que encontrará un objeto o
una revelación de extraordinario valor. A menudo espiritual, como puede
deducirse de las innumerables leyendas acerca de pastores que tienen visiones
místicas en el campo (como Moisés conducido hasta la zarza de Yavé mientras
apacentaba su ganado) o que reciben el encargo (de una Virgen, de un santo) de
señalar la localización de lo que ha de ser un templo o santuario.
Nos
limitaremos, aquí, a dar algún paralelo de uno de los motivos clave de la
leyenda 4, la de El tesoro de Montistiri, aquel en que una mujer sobrenatural le ofrece al
pastor:
“Ven aquí,
será mejor para ti, porque tengo tres jarras: una está llena de moscas
destructoras, la otra está llena de oro, y la otra está llena de perlas. Pero
tú tienes que ser buen adivino, porque si coges la que está llena de moscas
destructoras, morirás enseguida”.
El muchacho
fue entonces a decírselo a su amo, y el amo le dijo: “Ven conmigo”.
Fueron allí
y no encontraron nada.
Motivo,
dramático e inquietante, que se halla relacionado, por ejemplo, con el de los
tres ríos que situó Geoffrey de Monmouth en su imaginaria Britania medieval:
En la
ciudad de Güintonia tres fuentes brotarán, dando origen a tres arroyos que
dividirán la isla en tres partes. El que bebiere del primero disfrutará de una
larga vida y nunca se verá afligido por ningún tipo de enfermedad; el que
bebiere del segundo perecerá víctima de una insaciable hambre, y el horror y la
palidez se reflejarán en su rostro; el que bebiere del tercero morirá de muerte
repentina, y su cuerpo no podrá ser sepultado., Queriendo evitar voracidad tan
grande, se esforzarán en ocultarlas corrientes dañinas con diferentes
envolturas; pero cualquiera que fuere el material empleado para taparlas,
adquirirá la forma de otra sustancia. Tan pronto como fueren colocadas allí, la
tierra se mudará en piedras, las piedras en linfa, la madera en cenizas, la
ceniza en agua[27].
Y
que ha llegado, también, a las tradiciones folclóricas de muchos otros lugares.
Por ejemplo, de la Asturias rural, en la que ha sido recogida esta leyenda:
El
tesoro de Tre!!apena.
Justamente
los abuelos d'esta casa..., pero claro, yo téngolo sentío, contánomelo ellos y
ya murieron. Ahí, que llaman El Cascarón, que ye todo de piedras grandes como
una llera, encontraran oro, decían que era donde molían el oro. Y a la parte de
abajo hay un prau que justamente yá de mi casa, y hay una peña justamente en el
medio, una peña grande que llaman Tre!!lapena. Decían que la hubieran hecho los
prerromanos, pero es muy imposible, porque eso yá imposible, yá
una peña. Y que en esa peña, dentro, que había un tesoro, que había una arca de
oro y otra de veneno. Si se confondían, que el que entraba ahí que moría, que
nun se podían enquivocar d'eso. Y ahí n'esa misma peña, justamente debajo yá
prau, yá todo así campera. Y trabajaban la tierra aquella, y trabajando la
tierra con las vacas hundióse una vaca y había un túnel por bajo[28].
El imaginario moderno no ha dejado de
desaprovechar un motivo con tan intensas posibilidades como este. El cine, por
ejemplo, lo ha explotado, y mucho. Recuérdense películas como la célebre Labyrinth (1986) de Jim Henson (protagonizada por
David Bowie), con sus dos puertas, la que conduce a una muerte fatal y la que
lleva a todos los tesoros; o la memorable escena final de Indiana Jones and
the Last Crusade (1989)
dominada por un falso Grial que provoca la muerte y por un Grial verdadero que
da la salud; o Matrix
(1999), de Larry y Andy Wachowski, a cuyo protagonista, Neo, le son ofrecidas
la pastilla roja (la del riesgo) y la pastilla azul (la de la conformidad),
cuya selección alterará radicalmente el curso de su vida.
En
la leyenda sarda de El
tesoro de Montistiri, y en
todas las demás leyendas sardas a las que no podemos atender suficientemente
aquí, están cifradas, según podemos apreciar, motivos, símbolos, conceptos, que
trascienden con mucho su especificidad local, y que solo son comprensibles como
piezas del léxico, en el fondo común y universal, de los relatos folclóricos.
[1] Traducción de Simona Serra del prólogo de
Lupinu a Gino Bottiglioni, Leggende
e tradizioni di Sardegna,
edición de Giovanni Lupinu, Nuoro,
Ilisso, 2003, p. 11. La
primera edición del volumen es de 1922, y fue publicada en Ginebra por el
editor Leo S. Olschki. Mucho
después de la primera edición, ya en 1997, la editorial italiana Meltemi (Roma)
publicó una edición facsimilar, con un estudio preliminar de la experta en
tradiciones populares Enrica Delitala. Todas las citas del prólogo de Lupinu,
de la introducción de Bottiglioni y de otras fuentes italianas que se ofrecen a
continuación han sido traducidas por Simona Serra.
[2] Cfr. Enrica
Delitala, Introduzione alla Ristampa anastatica di Leggende e
tradizioni di Sardegna,
Roma, Meltemi, 1997, p. X.
[3] Se trata de áreas o comarcas del
territorio de Cerdeña, enumeradas de norte a sur. Para un panorama general de
las variedades dialectales del sardo, véase Maurizio
Virdis, Aree linguistiche, en G. Holtus, M. Metzeltin, Ch.
Schmitt (edición de), Lexikon de Romanistischen Linguistik, IV, Tübingen, 1988, pp. 897-913. Según
indica Lupinu, las areas singularizadas por Bottiglini no están hoy
consideradas como representativas de la geografía dialectal sarda. Él asigna a
la variedad nuorese
algunas formas de hablar que hoy se consideran propias del logudorese; con el campidanese relaciona otras que en realidad se
asocian al logudorese.
[4] Giulio Paulis, Gino Bottiglioni e la Sardegna: lingua e
cultura, in Gino Bottiglioni, Vita sarda, a cura di G. Paulis e M. Attori,
Sassari, 1978, pp. 7-8.
[5] Bottiglioni, Leggende, p. 85.
[6] Bottiglioni, Leggende, p. 37.
[7] Las “tumbas de gigantes” son restos de
estructuras monumentales que estuvieron destinadas al enterramiento de los
muertos, y que datan de entre el 1800 a.C. y el final del II milenio a. C. Su
impresionante tamaño debió inspirar en el imaginario popular la creencia de que
se trataba de tumbas de gigantes.
[8] Las “casas de encantadas” o “casas de
hadas” son construcciones excavadas en la roca, necrópolis de la edad prenuragica.
[9] Bottiglioni, Leggende, p. 40.
[10] Bottiglioni, Leggende, p. 41.
[11] Al final del siglo X d. C., Cerdeña fue
dividida en cuatro giudicati, reinos, administrados por i
giudici, los jueces. Al principio estuvieron sujetos al
emperador de Bizancio, pero luego se volvieron independientes, y cada juez
ejerció su poder en cada uno de los cuatro reinos de Cagliari, Arborea, Torres
y Gallura. El que más duró fue el reino de Arborea, que sucumbió ante los
aragoneses después de una larga y cruenta guerra, en 1410. Los otros reinos
cayeron bajo el dominio de las Repúblicas Marinaras de Pisa y Genova, alrededor
de 1250.
[12] Bottiglioni, Leggende, pp. 49-50.
[13] Bottiglioni, Leggende, p. 52.
[14] Bottiglioni, Leggende, p. 56.
[15] Bottiglioni, Leggende, p. 76.
[16] Bottiglioni, Leggende, p. 61.
[17] Bottiglioni, Leggende, p. 64.
[18] Bottiglioni, Leggende, p. 64.
[19] Bottiglioni, Leggende, p. 65.
[20] Musca macedda, “que causa una matanza [...] oí llamarla
también musca manchedda, de mancu (=
izquierda), o sea,
mosca diabólica, porque, me explicaron
unos pastores, la mano derecha es la mano de Dios, la izquierda es la
del diablo, así que se llama sinistro o manco todo lo que pertenece al diablo”. Traducimos de Bottiglioni, Leggende, p. 66.
[21] Monteoe es una colina cerca del pueblo
Pozzomaggiore, que está situado en la zona noroeste de la isla (N. de la T.).
[22] Cerca de Dualchi.
[23] Planta de tipo mediterraneo (N. de la
T.).
[24] Pueblo situado en el noreste de la isla (N. de la T.).
[25] Taska, zurrón,
mochila, bolsa de cuero en la que los pastores llevan la comida (N. de la T.).
[26] Skascia, parte del
telar que la tejedora mueve hacia delante y detrás para cerrar el tejido (N.
de la T.).
[27] Geoffrey de Monmouth, Historia
de los reyes de Britania, ed. L. A. de Cuenca (Madrid: Alianza, 2004) p. 164.
[28] Jesús
Suárez López, con la colaboración de José Manuel Pedrosa, Folklore de
Somiedo (Leyendas, cuentos, tradiciones) (Gijón-Somiedo: Museo del
Pueblo de Asturias-Ayuntamiento, 2003) núm. 48.