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Reuss Galindo, Erika. “Memorias de una
‘colonial’ en Guinea Ecuatorial”.
Culturas Populares. Revista Electrónica 6 (enero-junio 2008). http://www.culturaspopulares.org/textos6/articulos/reuss.htm ISSN:
1886-5623 |
Memorias de una
“colonial” en Guinea Ecuatorial
Erika Reuss Galindo
Resumen
Memorias de Erika
Reuss Galindo referentes a Guinea Ecuatorial, a finales de la década de 1960.
Informaciones sobre la vida cotidiana, sobre las relaciones de los colonos y de
los nativos, sobre la organización social y las costumbres.
Palabras clave: Erika Reuss Galindo, Guinea Ecuatorial,
Etnografía, Colonización, Tradiciones.
Abstract
Memories of Erika Reuss Galindo, who lived in Equatorial Guinea at
the end of the 1960’s. Reports on quotidian life, on the relations between
colonizers and natives, on social organization and traditions.
Keywords: Erika Reuss Galindo, Equatorial Guinea,
Ethnography, Colonization, Traditions.
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n las semanas
finales de 2007 y en las primeras de 2008, Erika Reuss Galindo, traductora
española (con ascendencia alemana) que vivió en Guinea Ecuatorial entre 1965 y
1971, respondió, por escrito, a este cuestionario elaborado por José Manuel
Pedrosa.
1966 – En la finca de
la Compañía Muñoz y Gala, de Concepción.
Usted
vivió en Guinea Ecuatorial una etapa muy importante de su vida. ¿Puede explicar
por qué y en qué circunstancias llegó y vivió allí, y por cuánto tiempo, y
dónde estuvo?
Llegué a Guinea Ecuatorial en 1965, recién casada; acababa
de cumplir veinte años. Mi marido y yo éramos amigos desde muy pequeños. Él se
marchó a Guinea a los diecisiete años con la empresa en la que trabajaba en
Madrid, Muñoz y Gala. Yo tenía doce años cuando él se fue, y estuvimos siete
años escribiéndonos. Nos hicimos novios por carta, me envió el anillo de pedida
por medio de un amigo, y decidimos casarnos.
Así es que, por primera vez en esos siete años, cogió los
seis meses de vacaciones que le correspondían cada dos años de “campaña” (se
llamaba así), vino a Madrid, y a los tres meses nos casamos.
Estuvimos los tres meses restantes de viaje de novios. Yo
tenía muchas ganas de conocer Guinea, ya que siempre he sido muy viajera; me
atraen especialmente los países que aquí se consideran exóticos y, en especial,
desde que viví en Guinea, África.
Estuvimos allí hasta 1971. Yo volví a Madrid una sola vez,
por dos meses, embarazada de mi segundo hijo (una niña que nació en Bata), para
que mi madre conociera al primero, un chico, que había nacido en Santa Isabel
(actual Malabo) en 1966.
¿Cómo era el mundo que se encontró allí? El de los
colonos. Y el de los nativos.
El primer mes de estancia en Guinea, recién llegada, fue un
desastre. El calor, el tener que hacerme cargo, tan joven y sin experiencia, de
una casa, los bichos (especialmente las cucarachas y los mosquitos), el no ser
capaz de distinguir a un negro de otro (no sabía si el boy que venía era el mismo del día anterior o si habían venido siete
distintos durante la semana), en fin, el encontrarme en un mundo totalmente
desconocido y tan diferente del habitual, hicieron que me pasase ese primer mes
llorando como una Magdalena. Había mucha gente, hombres y mujeres, que no
superaba este trauma.
Después me adapté al país, comencé a tener amigos, y me
sumí en la rutina en que se vivía allí, aunque nunca fui de las totalmente
rutinarias. De hecho, era de las pocas mujeres a las que le interesaba tanto la
cultura colonial como la nativa, el país, sus maravillosos paisajes y playas,
etc., etc.
Sé que estaba considerada entre las demás mujeres como
“bastante rara”, porque no me reunía con las demás a jugar a las cartas, a
coser, a hacer punto o ganchillo o a cotillear. Hay que tener en cuenta que la
Santa Isabel de entonces era como una minúscula capital de provincia española,
con todas sus virtudes y, sobre todo, con todos sus defectos. El cotilleo era
uno de los pocos entretenimientos que tenían todos, hombres y mujeres. Y a mí
me importaba un pimiento lo que hiciesen los demás, con lo que me perdía una
parte importantísima de la vida social. Prefería
irme a coger plantas, a cazar mariposas, a bucear, y a la finca de cacao que
tenía Muñoz y Gala en Concepción.
Realmente, con los nativos se tenía poco trato. Los boys, cocineros, lavanderos, en fin, los criados, eran casi todos
nigerianos. No obstante, a mí, como ya he dicho, me interesaba la cultura
nativa, y aprendí a conocerla a través de los libros que iba, poco a poco,
adquiriendo allí. Y, sobre todo, con la amistad que hice con el conservador del
Museo Claretiano de Santa Isabel, el Hermano Perramón, a quien iba a visitar
con mucha frecuencia.
¿Conoció usted, durante su estancia, a etnógrafos o
antropólogos que hiciesen trabajo de campo en Guinea? ¿Cuál era su modo de
trabajar, según lo observó usted?
Después de hacer amistad con una señora de allí, María
Antonia Montenegro, que sigue siendo mi mejor amiga, y que, como yo, era muy
aficionada a la arqueología, conocí al Hermano Ramón Perramón. También al Padre
Amador del Molino, y a un biólogo del que no recuerdo el nombre. El Hermano
Perramón, el Padre Amador y otros Padres de la Misión Claretiana, que eran los
que se preocupaban de investigar la historia (y la prehistoria) de Guinea, nos
iniciaron a mi amiga Toni y a mí en la cultura guineana.
Los métodos de trabajo, según mis escasos conocimientos,
eran muy elementales, ya que las dificultades de conseguir fondos y medios
adecuados, así como la propia climatología del país, los dificultaban bastante.
Pero, aún así, creo que se hizo todo lo posible para salvaguardar una parte
importantísima de la cultura guineana. No sólo en el aspecto arqueológico, sino
en el botánico y en el de la cultura en general.
¿Los colonos tenían algún tipo de costumbre, de ritual,
de tradición, que a usted le pareciese original? ¿Participaban de algún modo en
las costumbres y rituales de los nativos, o simplemente los observaban desde
fuera?
Se bebía muchísimo whisky. Todos decían que era para
eliminar toxinas y mantenerse sano. Creo que, en parte, era por puro aburrimiento.
Las fiestas, Navidad, Fin de Año y demás, se celebraban de gran gala, y, en
cuanto había motivo, había baile en el Casino de Santa Isabel (y en el Club de
Tenis de Bata). La verdad, en cuanto podíamos, lo pasábamos muy bien.
También me llamó la atención, cuando yo llegué, que todavía
había finqueros (y sus mujeres) que usaban salacot, y que sólo bajaban a Santa
Isabel cuando necesitaban algo urgente para las fincas. Se les reconocía a
siete kilómetros, por el salacot y por la pinta de brutos que tenían. Y que me
perdonen lo de brutos, ya que, en general, eran muy buenas personas, pero
vivían en un ambiente muy duro y totalmente desconectados del resto del mundo.
Que yo sepa, no se participaba en las costumbres y rituales
de los nativos; nos limitábamos a observarlos desde fuera, especialmente los baleles que se celebraban en las fiestas. A mí me atraían mucho, y también los
ñangües, así como el mercado y la forma de vestir,
con unos colores tan espléndidos, de las mujeres. Esto en Santa Isabel. Como
viví también en Bata, que me gustaba mucho más, pues era “más África”, allí sí
se participaba algo más, pero realmente no demasiado.
Los
baleles son los bailes típicos de Guinea Ecuatorial. A los ñangües, que creo
son importados del Gabón o del Camerún, los misioneros los llamaban “los
mamarrachos”. Se trataba (y se trata, porque siguen existiendo), de un bailarín
vestido con un traje muy complicado, que se compone de una especie de túnica
que cubre de la cabeza a los pies, llena de abalorios y, en especial,
espejitos, cintas, cascabeles, etc., y de una máscara, también de tela y fibra,
con muchos más colgantes.
Fotografía (sacada de un libro, de ahí su mala
calidad) de un ñangüe o ñankue.
¿Los nativos tenían algún tipo de costumbre, de ritual,
de tradición, que a usted le llamase especialmente la atención? ¿Asistió usted
personalmente a algunos de ellos?
Los duelos por la muerte de alguien eran tremendos. A
nuestro cocinero, una magnífica persona, le “hicieron medicina”, es decir, le
envenenaron, posiblemente por envidia, y murió. Los gritos de duelo, verdaderos
aullidos desgarradores, duraron tres días. Como se celebraba el duelo en el
patio, donde tenían su vivienda algunos empleados nativos, en nuestra casa, que
estaba encima del patio, se oían día y noche, y ponían los pelos de punta. Yo
quise bajar a dar el pésame, pero parece ser que “no estaba bien visto”. La
verdad es que entonces no estaba bien visto casi nada de lo que yo quería
hacer, por eso no me pude involucrar más. No estaba bien visto entre los
colonos. Insisto en que no nos llamábamos “colonos”, sino coloniales o
colonialistas. Como ya he dicho, Santa Isabel era una minúscula capital de
provincia española, y todo lo que se saliera de lo corriente y rutinario era
considerado “raro” y no estaba bien. Supongo que lo mismo pasaba en cualquier
otra ciudad pequeña de provincias. La verdad es que, en ese aspecto, y quizá
por mi educación medio alemana, yo estaba más adelantada, culturalmente
hablando, que la mayoría de los residentes españoles. Por eso era considerada
como “bastante rara”.
¿Le parecían distintos los ritos nativos de las ciudades
(Malabo, Bata) y de los poblados del interior?
Sí. Como ya he dicho antes, Bata era “más África”; Santa
Isabel era más española, más europea. Los poblados del interior, especialmente
los del continente, me interesaban y gustaban mucho, pero “no estaba bien
visto” el interesarse demasiado. Quizá si yo hubiese tenido más años, y por lo
tanto, más independencia para defender mis ideas y gustos, hubiera sido capaz
de vencer esa resistencia colonial a interesarse por la cultura nativa.
Algo que me impresionó bastante, en el continente, fue un
viaje que hicimos hasta Sevilla de Niefang (actual Niefang, a secas). En un
poblado en el que paramos, en lugar de la habitual algarabía de gente que salía
a saludarnos, nos recibió un silencio sepulcral, y no vimos ni un alma. Al
parecer, todo el poblado estaba en la cárcel, por haber celebrado una ceremonia
del mbueti. Esta secta, que creo fue importada del
Camerún, practicaba (y practica) la necrofagia; es decir, en aquel caso
concreto, se habían comido a su “obispo” ─no sé si
entero o si partes de él─, que había
fallecido recientemente, para así
adquirir sus cualidades. Por supuesto, entonces estas prácticas estaban totalmente
prohibidas. Actualmente hay muchas opiniones sobre el mbueti; unos dicen que no son antropófagos (o necrófagos), otros, que sí. Yo,
lo que único que sé es lo que vi. Y que no nos pareció nada raro.
¿Circulaban "leyendas" entre los colonos, acerca
del mundo que les rodeaba? ¿Había colonos que creían en la magia de los
nativos, que sintiesen miedo o aprensión ante sus ritos?
Creo que sí. Yo no creo en “magias”, siempre he pensado que
las supersticiones son una tontería, y, por lo tanto, nunca me han afectado,
pero, dependiendo de la cultura de las personas, sean del país o del color que
sean, es indiscutible que existen y afectan a mucha gente. Y la cultura, salvo
honrosas excepciones, de la mayoría de los colonos de Guinea no era,
precisamente, muy elevada.
¿Se casaban en Guinea Ecuatorial los colonos, o se
venían a España a casar?
De todo había. Unos se casaban allí, ya que allí vivían los
dos. Otros se casaban por poderes, generalmente porque el novio estaba en
Guinea y la novia en España, y otros volvían a España para casarse,
aprovechando los seis meses de vacaciones. Yo me casé en España, después de
haberme “prometido” por carta con mi futuro marido, al que no veía desde hacía
siete años.
¿Parían allí las “coloniales”?
A ver si eres más fino. Las coloniales “dábamos a luz” o
teníamos un niño, no paríamos. En general, la mayoría se venía a España, pero
algunas preferíamos tener a nuestros hijos allí, ya que la sanidad era
excelente. Yo tuve a mis dos hijos allí: uno nació en Santa Isabel y la niña,
en Bata, sin ningún problema. Y si hubiese tenido un tercero, me hubiera ido a
Annobón, para tener uno en cada zona de Guinea.
¿Cómo se combatían las enfermedades de allí? ¿Con
medicina occidental? ¿Con alguna medicina nativa?
En las enfermedades normales, así como en caso de
paludismo, que era aquí como un constipado, es decir, que no le hacíamos mucho
caso, por supuesto que con las medicinas occidentales. Sin embargo, en caso de
coger alguna nigua, que es un bicho que se te metía entre las uñas de los pies
y ponía allí sus huevos, dando lugar a infecciones que podían ser bastante
graves, era mejor recurrir a la experiencia de los nativos. Mi hijo, con dos
años, cogió una, y no se me ocurrió llevarle al médico europeo. Se la quitó la
“tata”, que era ndowé, con un palito afilado de bambú. El problema de las
niguas es que hay que sacar la bolsa de los huevos entera, sin rasgarla, y eso
lo sabían hacer los nativos mejor que los blancos. Para todo lo demás,
lógicamente, utilizábamos la medicina europea, tanto blancos como negros.
Guinea tenía, entonces, una de las mejores organizaciones sanitarias de todo
África.
¿Había relaciones de los colonos españoles con
franceses, con ingleses...?
Personalmente, ninguna. Algún residente de las casas
originales establecidas allí quedaba aún, pero no recuerdo más que a alemanes,
y, a pesar de haberlo intentado, el único que conocí era muy antipático, y no
conseguí hablar más de dos veces con él. La verdad, no lo sé.
¿Los claretianos y otros sacerdotes y frailes hacían
intentos para extirpar las supersticiones nativas, o las respetaban?
En los primeros tiempos de la colonización, por lo que se
lee en los libros, y como ha sucedido con todas las colonizaciones, sí
intentaron extirparlas. Cuando yo fui, en 1965, la cultura nativa, incluyendo
las supersticiones, ritos, religión, costumbres, etc., se respetaba y estudiaba
bastante. Es gracias a los propios misioneros el que se haya conservado gran
parte de esa cultura, aunque se haya perdido, como en todas partes, mucho de
ella.
¿Había personas nativas que, a fuerza de estudio, etc.,
llegaron a promocionarse socialmente?
Sí. Hay muchos abogados, médicos, etc. España daba
bastantes becas para estudios superiores y, además, la escolarización era
obligatoria. También había una Escuela de Capacitación (no me acuerdo
exactamente del nombre) de los misioneros, donde se formaban carpinteros,
mecánicos, sastres, etc.
¿Asistió usted a bodas de nativos?
No. Aunque sí invitaban a los europeos con los que tenían
más contacto. Pero las bodas eran, en principio, católicas, por lo que no había
ninguna diferencia con las de los españoles, salvo en el banquete posterior,
que era más largo y pesado.
¿Asistió a ritos medicinales de nativos?
No.
¿Qué opinión se tenía de los nigerianos, de los
cameruneses, etc.?
Ninguna en especial; estaban allí, generalmente, como
braceros en las fincas. Los nigerianos eran buenos (o malos) trabajadores y
nada más. Algunos, que ya llevaban varios años viviendo allí, solían emplearse
como criados, y eran magníficos. Los cameruneses se dedicaban, y todavía lo
hacen, a vender objetos típicos africanos: marfil, esculturas de ébano y otras
maderas, collares, etc. Entonces iban por las casas ofreciéndolos, y eran muy
agradables ¡y unos buenos comerciantes! En realidad, de todo había, como lo hay
entre nosotros.
¿Escuchaba usted hablar en pidgin?
Escuchaba, y lo entendía perfectamente. Pero lo hablaba muy
poco, porque no quería que me estropease mi buen inglés de entonces. El ”pichin” se sigue hablando en la isla y, curiosamente, lo entiendo y hablo
ahora mejor que entonces. Quizá porque hablo inglés peor, más “estilo indio”,
por falta de práctica.
¿Cómo fue la salida de usted y de los españoles del
país? ¿En qué circunstancias?
Fue un auténtico desastre. Nosotros estábamos en Bata,
donde se produjo el “golpe de estado” de Atanasio Ndongo, el 5 de marzo de
1969. Ndongo murió. Pongo “golpe de estado” entre comillas, ya que es un asunto
que no ha quedado nunca claro, y del que he oído mil versiones distintas, a
cual mas descabellada. El caso es que la gran mayoría de los residentes allí
tuvo que salir, literalmente, con lo puesto, dejando atrás fincas, trabajo,
pertenencias personales, etc.; en fin, media vida. Yo salí un mes más tarde, en
avión, con mis dos hijos, pero mi marido se tuvo que quedar, ya que el
presidente Macías no autorizó la salida de los empresarios o gerentes que
quedaron allí, y que se podían contar con los dedos de una mano.
¿Se contaban “historias orales” sobre el dictador Macías
y sobre sus supuestos poderes mágicos?
Creo que estas historias comenzaron más tarde, cuando
afloró la verdadera personalidad de Macías. La gente estaba aterrorizada, con
razón, y a algo tenían que achacarle todos sus males. Lógicamente, siendo un
país donde las creencias mágicas estaban en pleno vigor, nada más sencillo que
echarle la culpa a los supuestos “poderes” del presidente.
¿En qué épocas regresó usted a Guinea? ¿La encontró muy
cambiada?
He vuelto tres veces, dos en el año 2001 y una en 2002, las
tres en colaboración con la Universidad de Alcalá. Una de ellas, creo que fue
la segunda, invitada por el entonces Rector Magnífico de la Universidad de
Guinea Ecuatorial, Don Federico Edjó, con quien me une una sincera amistad, así
como con su familia. La verdad es que la primera vez que fui, después de tantos
años, se me cayó el alma a los pies. Todo estaba hecho polvo, había suciedad
por todas partes y no funcionaba ni la Sanidad, ni la recogida de basuras, ni
los más elementales servicios: alcantarillado, agua potable, etc. Luego pensé
que nosotros habíamos dejado un país totalmente en funcionamiento, con un nivel
altísimo de sanidad, de escolarización, de servicios públicos, etc., y que si
estaba así… En fin, es un país independiente (aunque en nuestro corazón siempre
nos siga pareciendo que es parte nuestra) y los responsables son sus
dirigentes. No obstante, a pesar de esta primera impresión, he de decir que me
adapté rápidamente; esto debido a que la acogida de la gente, tanto de los
guineanos como de los pocos europeos a los que conocí, es inmejorable y te hace
sentirte (o al menos así lo sentí yo), como si estuviese de nuevo en casa. Por
eso volví dos veces más, y volveré en cuanto pueda.
Usted ha construido, a lo largo de muchos años, la que
es seguramente la mejor biblioteca y el mejor archivo privado del mundo sobre
la historia y las culturas de Guinea Ecuatorial. ¿Qué obras le parecen
fundamentales para conocer mejor tal historia y tales culturas?
Hay tantas… Como ya he dicho, los misioneros claretianos
fueron los principales artífices del conocimiento existente sobre la historia y
cultura de Guinea. En general, todas sus obras, prescindiendo del lógico
enfoque religioso, son muy interesantes. De los seglares, la trilogía de
Abelardo de Unzueta, las dos obras del explorador alemán Günter Tessmann sobre
los pamues y los bubis, recientemente traducidas al español, la del explorador
Oscar Baumann sobre Fernando Póo, en alemán y en espera de próxima traducción.
Menciono a estos dos autores por las fechas de publicación de sus obras,
finales del siglo XIX y principios del XX, ya que las costumbres que describen
se han perdido casi totalmente.
En lo tocante a ciencias naturales, son muy interesantes
los libros de Emilio Guinea, de Jaime Nosti y de algunos biólogos más modernos.
En principio, cualquier libro aporta algo, aunque las obras
que se están publicando en los últimos años tienen una calidad, en lo que
respecta al contenido, bastante deficiente, por no decir que son pésimas. No
suelen aportar nada, y muchas han sido escritas por personas que solo han
pasado allí una semana o dos; otras sí han sido escritas por colonos (si se le
puede llamar colono a un oficinista) que estuvieron allí muchos años, pero que
fantasean y “engordan” sus recuerdos para que queden más bonitos y exóticos.
Un libro
excelente (¡por fin!), que se presentó el 1 de diciembre de 2006, en Madrid, es
Mbini, Cazadores de imágenes en la Guinea colonial,
y que contiene unas fotografías excepcionales. La única pega que se le puede
poner es la del comenzar el título poniendo Mbini,
ya que induce a confusión. Pero el autor confesó, honradamente, que lo había
incluido, sencillamente, por ser “exótico”. Una tontería, pero que se perdona
por la calidad del libro.
Además, usted ha traducido al español varios títulos
científicos relacionados con Guinea Ecuatorial. ¿Cómo ve, desde esa posición, a
sus respectivos autores, a sus obras, al modo que tuvieron de acercarse a
aquellas culturas?
Como ya he dicho antes, tanto los libros de Tessmann, Los
Pamues (Los Fang) ya publicado en español y Los
Bubis, que espero se publique en breve, como el de
Baumann, Fernando Póo, eine afrikanische Tropeninsel, que estoy comenzando a traducir, son fundamentales para el
conocimiento y estudio de las costumbres nativas anteriores a la colonización o
que seguían parcialmente vigentes durante la misma, aunque la mayoría se hayan
perdido ya. Otro librito de Tessmann, Ayongs Erzählungen (Cuentos fang), publicado en 1921, rescata
del olvido antiguos cuentos fang, por lo que creo que su traducción también es
interesante.
Tras la publicación de Los Pamues (Los Fang), se levantó una cierta polémica, ya que el autor “hablaba mal de los
negros”. El investigador serio sabe perfectamente que hay que situarse en la
época en la que se escribió el libro, en la que la forma de pensar era
completamente distinta a la actual. El blanco era considerado superior,
simplemente: eso era indiscutible. Y yo, como traductora, he apreciado en la
obra de Tessmann una admiración profunda, por parte del autor, hacia la cultura
y la forma de vida de los fang, que a veces aparece claramente y otras queda
semioculta, pero que persiste a lo largo de todo el libro.
No sucede lo mismo en Los Bubis;
ya que Tessmann los estudió con menos tiempo y menos medios, y además, se
encontró con un rechazo casi patológico de los bubis (de los bubis a los que él
llama puros u originales, es decir, a los no europeizados) hacia los blancos.
Pero, a pesar de ello, subsiste una cierta admiración, más oculta que en Los
Pamues, por su forma de ser. Desde mi punto de vista,
esto, en aquellos tiempos, partiendo de un hombre blanco y, además, alemán (hay
que considerar que Alemania estaba entonces en la cima mundial de la cultura y
la ciencia), es admirable.
Sobre el libro de Baumann no puedo opinar aún, ya que estoy
comenzando con su traducción y, aunque lo he leído, lo he hecho rápidamente y
sin profundizar en él. Tiene el mérito de ser el primer libro serio sobre la
cultura bubi. Tessmann lo menciona innumerables veces en su obra, aunque
también señala algunos errores (que considero lógicos, dada la época y el poco
o nulo conocimiento que se tenía de la cultura bubi).
¿Siguen
los colonos retornados de Guinea Ecuatorial manteniendo algún tipo de
costumbre, de rito, de tradición, relacionada con aquel mundo? ¿Siguen
reuniéndose, estando en contacto?
Sí, hay multitud de páginas en Internet, de antiguos
coloniales, dedicadas exclusivamente a Guinea. Se hacen reuniones de vez en
cuando; he asistido a algunas, pero estamos todos tan viejos que la mayoría ni
nos reconocemos ya. Se sigue estando en contacto, bien telefónico, personal o
informático; personalmente, yo me reunía todas las semanas con un grupo, la
mayoría médicos, pero, desgraciadamente, varios han fallecido ya, y ahora los
supervivientes mantenemos contactos esporádicos.
Lo curioso es que sigue funcionando lo que en Guinea
llamábamos “radio tam-tam” (el equivalente a “radio macuto” de España) y que,
si hay alguna noticia, alguna convocatoria o lo que sea, alguien te llama para
comunicártelo; siempre te enteras.
Se mantienen también algunas reuniones entre nativos e
interesados en el tema, sean o no antiguos colonos. Pero estas son muy poco
frecuentes, aunque algunos estamos intentando que se vuelvan a reanudar, ya que
resultan muy interesantes.
También los bubis se reúnen, en la Puerta del Sol de
Madrid, los viernes por la tarde, para reivindicar la separación de Fernando
Póo (siguen llamando así a la isla, a la que se cambió el nombre por el de
Bioko) de la actual Región Continental (antiguo Río Muni), a causa de los
problemas con la etnia fang dominante. Algunas veces he ido, no porque me
quiera involucrar en ese problema, puesto que no pinto nada, ya que es un país
independiente y, sobre todo, porque no me interesa la política, sino porque me
interesa todo lo relativo a Guinea. Me gusta hablar con los guineanos, sean
bubis, fang, ndowé, annoboneses… Y echo de menos la posibilidad de viajar allá
de vez en cuando, ya que, las últimas veces que he estado allí, tanto en la isla
como en el continente, me han recibido estupendamente y me he encontrado como
si estuviese, de nuevo, en casa.
¿Qué bibliografía recomendaría usted sobre las culturas
de Guinea Ecuatorial?
Actualmente está pendiente de publicación mi libro “Guinea
Española-Guinea Ecuatorial. Una bibliografía crítica y personal”, que reseña
unas 1.400 obras sobre Guinea, la mayor parte de ellas con un comentario
crítico. En esta Bibliografía sólo se incluyen las obras escritas en español o
traducidas a él. Por lo tanto, es imposible recomendar, en este breve espacio,
unas obras concretas. Indiscutiblemente, una de ellas sería la revista “La
Guinea Española”, de los Misioneros Claretianos, así como muchos otros escritos
de estos Misioneros. Por poner algún ejemplo de otros escritores, recomendaría
las siguientes obras:
Baumann, Dr. Oscar – Eine
afrikanische Tropen-Insel. Fernando
Póo und die Bube – Eduard Hölzel. Wien und Ölmütz, 1888.
Unzueta y Yuste, Abelardo de - Historia geográfica de la isla de Fernando Poo
- I.D.E.A. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1947.
Unzueta y Yuste, Abelardo de - Islas del Golfo de Guinea - Instituto de
Estudios Políticos. Madrid, 1945.
Unzueta y Yuste, Abelardo de - Guinea Continental Española - Instituto de
Estudios Políticos. Madrid, 1944.
Tessmann, Günter
- Los Pamues (Los Fang) - Tomo I y II- Traducción de Erika Reuss Galindo. Ed.
José Manuel Pedrosa. Universidad de Alcalá. Servicio de Publicaciones. Imprenta
Nuevo Siglo, S.L. Madrid, 2003.
Tessmann, Günter
– Los bubis de Fernando Póo (edición de Erika Reuss Galindo, en preparación)
(El original: Die Bubi auf Fernando Poo - Folkwang-Verlag GmbH. Hagen i. W. und
Darmstadt, 1923).
Guinea López, Emilio - Ensayo geobotánico de la Guinea Continental Española - Dirección
General de Marruecos y Colonias - Dirección de Agricultura de los Territorios
Españoles del Golfo de Guinea. Madrid, 1946.
Guinea López, Emilio - En el país de los bubis. Relato ilustrado de mi primer viaje a
Fernando Póo - I.D.E.A. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Madrid, 1949.
Guinea López, Emilio - En el país de los pamues - Instituto de Estudios Africanos. Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1947.
Nosti Nava, Jaime y Álvarez, Jesús – Clasificación y características de los cacaos
de Fernando Póo - Dirección de Agricultura de los Territorios Españoles
del Golfo de Guinea. Publicación número 4. Publicado a expensas de la Cámara de
Agricultura, Industria y Comercio de Fernando Póo. Diana, Artes Gráficas. Madrid,
s.a.
Nosti Nava, Jaime - La agricultura en Guinea Española - I. La planta - Centenario de las
Carreras de Ingeniero Agrónomo y Perito Agrícola y de la Escuela Central de
Agricultura. Premio Especial de la Dirección General de Marruecos y Colonias.
Madrid, Octubre de 1955.
Nosti Nava, Jaime - Climatología de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea -
Dirección General de Marruecos y Colonias. Madrid, 1942.
Nosti Nava, Jaime - Notas geográficas, físicas y económicas sobre los Territorios
Españoles del Golfo de Guinea - Dirección General de Marruecos y Colonias.
Dirección de Agricultura de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea.
Talleres Tipográficos Espasa-Calpe. Madrid, 1942.
Nosti Nava, Jaime - Agricultura de Guinea, promesa para España - Dirección General de
Marruecos y Colonias. I.D.E.A. - C.S.I.C., Madrid, 1948.
Nosti Nava, Jaime - Como es y como se poda el cafeto “Liberia” - C.S.I.C. I.D.E.A.
Madrid, 1949.
Nosti Nava, Jaime – Cacao, café y té – Salvat Editores, S.A.. Barcelona, 1962.
Ortín, Pere y Peiró, Vic – Mbini. Cazadores de imágenes en la Guinea colonial – Incluye DVD -
Altair y We Are Here Films. Barcelona, 2006.