Lorenzo Arribas, Josemi. Sobre: María Menéndez-Ponte y Ana Serna, Duérmete niño. Antología de nanas. Madrid: SM, 1999. Culturas Populares. Revista Electrónica 5 (julio-diciembre 2007).

http://www.culturaspopulares.org/textos5/notas/lorenzo.htm

 

ISSN: 1886-5623

 

 

 

 

María Menéndez-Ponte y Ana Serna, Duérmete niño. Antología de nanas. Madrid: SM, 1999; 220 pp.

 

 

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ay muy poca bibliografía monográfica sobre las canciones de cuna, pertenecientes a un género literario y musical que ha gozado de una acusada minusvaloración por parte de quienes han establecido el canon estético; muy pocas al menos sobre las de tradición hispánica. Es por ello que el volumen compilado por María Menéndez-Ponte y Ana Serna despertó en su día la atención de algunas personas interesadas en estos márgenes de la cultura académica, paradójicamente de manifestaciones universales y de uso masivo.

Duérmete niño. Antología de nanas es una antología de unas doscientas cincuenta de ellas provenientes de distintas partes del mundo. La mitad de ellas son españolas; el resto son iberoamericanas, europeas, norteamericanas (tres), africanas y asiáticas (dos de cada), de Oceanía (una), europeas e iberoamericanas, más una breve selección de canciones de cuna acuñadas en la tradición culta.

Muy buena noticia, por tanto, la edición de un libro de estas características, que además incluye un CD con tres decenas de nanas cantadas, y más por la forma en que está hecho el libro: papel de buen gramaje, formato generoso, tapa dura y todas las características de un libro-regalo. El problema es que se queda en eso: en un libro-regalo, de muy poca utilidad para quienes se interesen por la cultura popular desde un punto de vista sólido y mínimamente documentado, como presuntamente se presupone a quienes leen una reseña inserta en esta publicación.

En este sentido, la edición (la labor de las ¿autoras? es de mera compilación, pues su Prólogo ocupa una página) apenas sirve para algo más que para levantar una liebre (descubrir una nana) que luego habrá que buscarla con denuedo, pues apenas se ofrecen pistas para dicha persecución. Salvo la vaga identificación local (Comunidades Autónomas para el caso de España; continentes, en el plano mundial), ninguna otra permite afinar un poco más. No hay ninguna fuente de origen de donde la canción de cuna se transcribe, y se ofrece, por tanto, una versión arquetípica que dista mucho de los planteamientos de la moderna crítica. Las nanas escritas en alguno de los idiomas oficiales de distintas zonas del Estado español se ofrecen en su lengua original y en su traducción; las extranjeras, algunas bilingües, otras adaptadas, sin la versión en la lengua materna, tan importante en el tema de las nanas, dada la importancia de la sonoridad de las mismas (fonética, aliteraciones, onomatopeyas...). No es un libro de consulta, por tanto, que habrá que seguir esperando en el caso de las nanas.

Ciertamente, la intención de las estudiosas que nos ofrecen este extenso ramillete de canciones de cuna no fue ofrecer un instrumento para la investigación, pero algunas referencias elogiosas deslizadas en alguna publicación científica relativas a esta antología inducen directamente a la confusión. Diametralmente se opone el rigor filológico a esta edición muy divulgativa, eso sí, pero en la que, desde los presupuestos de consumo “masivo”, se echa de menos alguna nota o indicación que oriente al lector o lectora no especialista. Una ocasión perdida, dada la gran cantidad de espacio de que se disponía en sus anchas páginas para reivindicar la calidad y dignidad de este tipo de composiciones.

El CD vuelve a ser otra decepción para quienes vayan buscando una interpretación popular (aunque fuera recreada) de las nanas. Antes bien, se suceden los cortes a modo de lieder, en la más pura tradición belcantística, con acompañamiento pianístico y, las menos veces, guitarrístico. Dejando a un lado que las canciones de cuna, como es obvio por su contexto de interpretación, son un género puramente vocal, sin concurso alguno de instrumentos musicales (a lo sumo algún objeto con el que llevar el ritmo), nuevamente, aún dentro de ese contexto lírico, su interpretación se demuestra manifiestamente mejorable.

Una bibliografía final, confusa, cierra el volumen, sin distinguir entre fuentes primarias y estudios, con muchas ausencias importantes y presencia de entradas bibliográficas de corte didáctico que se presupone se han utilizado con la misma carga crítica que los estudios escrupulosamente filológicos.

El libro + CD va actualmente por su segunda edición. Sinceramente, creo que es una buena noticia que sea un éxito editorial porque redundará en beneficio de un mayor interés por las canciones de cuna, llamadas a desaparecer en los tiempos actuales (aunque niñas y niños, y personas adultas, necesitemos dormirnos igual que antes). Otra cosa es que pueda inducir a confusión a quienes busquen un trabajo más académico, y éste es el único propósito de esta reseña, junto con el aliento a quien quiera emprender la tarea de estudiar y analizar las nanas de manera monográfica, interdisciplinar, y sin ciertos tics o prejuicios, básicamente dos, que hasta ahora mayoritariamente la crítica ha tenido cuando ha abordado este singular repertorio, que expongo a continuación.

Recurrentemente, las nanas se continúan incluyendo entre el género de “canciones infantiles” en los repertorios y cancioneros al uso. ¿Por qué? Una pregunta tan sencilla encubre lo que es, a mi juicio, un problema metodológico, confundiendo el contexto de creación con el de recepción. Las canciones infantiles son aquellas que interpretan niñas y niños en distintos ámbitos de su socialización; sus temas son muy variados. Las nanas son canciones que siempre interpretan personas adultas, por lo general mujeres, dirigidas a esas niñas o niños que las protagonizan temáticamente, y a quienes se dirigen en vocativo.

Las canciones de cuna, como su nombre indica, deben estudiarse en su inseparabilidad textual y melódica, e incluso coreográfica o gestual. Pocos géneros como éste demuestran la imbricación entre música y texto, de tal forma que casi llegan a determinarse mutuamente. Al ser un tipo de piezas que se reproducen en casi todas las culturas del mundo manteniendo un sorprendente cúmulo de coincidencias, son muestras ad hoc para quienes les apasionan las constantes interculturales advertibles en contextos espaciales y temporales tan distintos. Es posible que el hecho de que hayan sido mujeres mayoritariamente quienes han cantado y transmitido las nanas les haya restado atractivos como género literario-musical y, por ende, haya desanimado su estudio, dado en contexto patriarcal tanto social como académico. Tampoco ayuda el hecho de que siempre hayan sido cantadas sin instrumento musical alguno.

Falta, en resumen, esa investigación monográfica sobre la canción de cuna en castellano, o en lenguas románicas, paso previo para, en el futuro, abordar la nana en su expresión universal. No desesperemos y esperemos. Mientras, revindiquemos el género y, de paso, aprendamos alguna nueva y utilicémoslas. Al fin y al cabo, a pesar de los adelantos tecnológicos, hoy como ayer estamos siempre en trance de tener un bebé en brazos al que hay que acunar. Entonces, quizá, atisbemos por qué las canciones de cuna son universales y han trascendido tiempos y culturas: por su eficacia.

 

 

Josemi Lorenzo Arribas

Universidad Complutense