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Agúndez, José Luis. Sobre: Alexandr
Nikoláievich Afanásiev, Leyendas populares rusas,
trads. y eds. Eugenia Bulatova, Elisa de Beaumont Alcalde, Liudmila Rabdano y
José Manuel Pedrosa. Madrid: Páginas de Espuma, 2007. Culturas Populares.
Revista Electrónica 5 (julio-diciembre 2007). http://www.culturaspopulares.org/textos5/notas/agundez.htm ISSN: 1886-5623 |
Alexandr
Nikoláievich Afanásiev, Leyendas populares rusas, trads. y eds.
Eugenia Bulatova, Elisa de Beaumont Alcalde, Liudmila Rabdano y José Manuel
Pedrosa. Madrid: Páginas de Espuma, 2007; 282 pp.
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un mundo dominado por el predominio de la imagen, reconfortan los sonidos que
evocan las viejas historias labradas desde los inicios. Son esas viejas fábulas
cuyos significados primeros se han perdido, instaladas luego en la mente de la
colectividad, las que siguen prendiendo en las conciencias infantiles y adultas
y siguen transportando a mundos de ensueño en todas las edades, de la manera
más fascinante. Las imágenes traídas en alas de la tradición oral tuvieron la
fortuna de captar la atención de estudiosos que pudieron dedicarse a su
recopilación cuando aún podía hacerse con máximas garantías; gracias a ello
contamos con imágenes increíbles del oriente de Las mil y una noches, con las más conocidas de las preservadas por los hermanos Grimm, ya
desde 1812, o con algunas dispersas en viejas colecciones hispánicas.
En Rusia, Alexandr
Nikoláievich Afanásiev (1826-1871), publicó entre 1855 y 1863 varios
centenares de cuentos, anotados en regiones diversas del país.
Desgraciadamente, no obtuvo la misma difusión que sus predecesores alemanes, a
los que tanto admiró y siguió; pero no cabe duda de que sus cuentos tuvieron un
relativo éxito y de que comenzaron a leerse mientras seguían su trayectoria
paralela en la oralidad, que sin duda debía de tener una vigencia muy viva e
intensa por aquellos días. El propio Tolstoi declaró que en la revolucionaria
escuela que estableció en su pueblo natal de Yásnaia Poliana instauró como
habitual la lectura de los cuentos de Khudiakov y de Afanásiev, porque
comprendía que los niños debían tomar gusto a la lectura, y para tomar gusto
a la lectura, comprender y amar lo que leyesen. Es
indudable que los viejos relatos editados por Afanásiev fueron festejados por
sus contemporáneos y por las generaciones siguientes, hasta hoy.
Los
cuentos populares rusos de Afanásiev llegaron tarde a España. Pero en las
escasas antologías que fuimos recibiendo se comenzaron a descubrir rasgos
distintivos y peculiares, aromas de la vieja y exótica Rusia que acuñaron una
especie de escenario propio, con personajes y ambientes que llegaron a
hacérsenos familiares: si ya contábamos con un cierto conocimiento del caíd, del
efrit y de los demás personajes del mundo de Las
mil y una noches, fueron penetrando también en el
imaginario español nuevos nombres y personajes, como el del príncipe o zarevich
Iván, o como el de la terrible y funesta Baba Yaga, señora del bosque ruso. En
los inicios del siglo XX, muchos niños españoles escucharon inolvidables
cuentos de la colección rusa de Afanásiev, trasladados al español en
traducciones pioneras, que nos acercaron a escenas inolvidables, como la de
Iván Zarevich en busca de su desvanecida Basilisa, para lo que tuvo que llegar
hasta una cabaña colocada sobre tres patas de gallina que giraba sobre ellas sin cesar; cosa que
consiguió pronunciando ciertas palabras mágicas, antes de encontrarse, dentro,
con la terrible Baba Yaga. Así nos lo relata el cuento La rana Zarevna, que sacó a la luz la editorial Calpe en 1922-1923.
Para
el folklorista y para el amante curioso o devoto de los cuentos, los relatos de
Afanásiev tienen más significados. Sus personajes y situaciones fueron
centrales, básicos, en una de las obras teórica más influyentes, hasta todavía
hoy, en la explicación de la génesis y de la formación de los cuentos. La obra
apasionante de Vladimir Propp, Las raíces históricas del cuento (publicada en Rusia en 1946, aunque no llegó a España hasta 1974)
vuelve a colocar ante nosotros los mismos personajes de Afanásiev, y en sus
originales ambientes; en esta ocasión, para servirnos de hilos conductores de
las explicaciones sobre las instituciones y realidades culturales del pasado, y
sobre como allí se originaron los cuentos. Propp nos explica cómo la cabaña
con patas de gallina fue el lugar de los ritos de
iniciación, el lugar mágico en la frontera que hay que cruzar antes del
sometimiento a esos ritos, o desentrañó para nosotros cómo la maga Baba Yaga es
la guardiana de esa frontera... Las referencias de Propp a Afanásiev son
continuas. El conocimiento de la obra del uno y del otro es obligado para que
nos podamos adentrar en la comprensión teórica de lo que no es explícito a
primera vista en los cuentos populares. Por supuesto, también en la Morfología
del cuento (1928) volcó Propp los materiales que
Afanásiev editó, según reconoce la réplica de Mélétinski que explica la
actividad de Propp como un análisis del desarrollo de los acontecimientos en
el interior de los cuentos maravillosos tomados de la compilación de Afanasiev. Aquellos relatos de Afanásiev fueron, pues, los materiales sobre los
que fue elaborada una de las obras esenciales (la de Propp) que se han escrito
sobre la estructura interna de los cuentos, sobre la sucesión de las acciones y
sobre el perfil de los personajes. Suma (la de Afanásiev + Propp) que se tuvo
enorme repercusión en occidente cuando, en 1958, vio la luz la primera
traducción al inglés de Propp, lo que propició su conversión en modelo de
muchos estudios etnológicos y, sobre todo, lingüísticos. Tzvetan Todorov
inserta en su Teoría de la literatura de los formalistas rusos (1965), obra señera de la lingüística estructural, el artículo de
Propp sobre Las transformaciones de los cuentos fantásticos. Basado, por supuesto, en los materiales de Afanásiev. En esta ocasión
incide en la importancia que tienen las creencias religiosas en la vida y en la
evolución del cuento popular; para él, las estructuras fundamentales del
cuento, aquellas que son inmutables, están vinculadas con antiguas
representaciones religiosas, de lo que se deduce que
fueron las religiones arcaicas las que proveyeron los elementos elementales de
los cuentos, que en aquella época estaban muy cercanos a los rituales y
actividades de la vida práctica. Cuenta Propp cómo, por ejemplo, el Rig-Veda, constituido por himnos religiosos, se transforma en poesía épica entre
la gente del pueblo, explica cómo determinados textos
recuerdan muchos elementos del
cuento: la cabaña en el bosque..., si bien otros
elementos no están presentes (las patas de gallina de la cabaña, el aspecto
de la señora, etc.).
Continúa Propp echando mano de otros aspectos concretos del cuento de Afanásiev
que corresponda, para concluir que el orden de influencias fue de la religión
al cuento, si bien es un fenómeno que sólo ocurre cuando la religión está muerta
o sus comienzos se pierdan en el
pasado prehistórico, en cuyo caso, el movimiento se
invierte. Tras esta idea sigue Propp desarrollando su visión sobre las
relaciones entre las creencias arcaicas y las actuales, así como los
intercambios de elementos entre cuento y bilina y leyenda.
Las
conclusiones a las que llega Propp con los materiales de Afanásiev recuerdan
las ideas de los hermanos Grimm. No en vano fueron ellos el modelo más preciado
de Afanásiev. Buscaban los alemanes recolectar materiales llegados de la
tradición oral, pero referentes al pasado de los pueblos germánicos, con que
poder recomponer sus mitologías y esencias, lo cual ya había sido propuesto por
Herder en 1777. Pero fueron Brentano y su cuñado Achim von Arnim quienes habían
pedido (en 1805) la redacción de una obra monumental sobre las viejas
tradiciones germánicas, que debería incluir las leyendas (Sagen) y los cuentos (Märchen), si bien de forma
reelaborada por los escolares, pues los cuentos tal y como salían de los labios
de las viejas no parecía un material de calidad apropiada para pasar tal cual a
las letras. Afortunadamente, los Grimm, y aún en mayor medida Afanásiev, se
orientaron hacia la recopilación de los materiales respetando, a grandes
rasgos, los modelos populares: no editaron las transcripciones literales, pero
fueron prudentes en las manipulaciones.
Thompson,
en El cuento folklórico, otra de las obras de
referencias sobre los relatos tradicionales, habla de la Sage alemana como una forma más del cuento popular, que tiene la
peculiaridad de que se interpreta como hecho realmente ocurrido en el rincón
del mundo que corresponda. Es lo que en Inglaterra o en Francia se ha
denominado tradición local, leyenda local, leyenda migratoria y tradición
popular. Aclara además Thompson que estas leyendas son, en algunas lenguas y culturas, un término y un concepto que se
refieren de manera muy específica a la vida de santos. Lo que ha de completarse
y matizarse, en inglés, con la perífrasis leyenda de santos, si de ellos se trata. Dice Thompson que este tipo de narración se
transmite fundamentalmente a través de colecciones escritas, aunque también
hayan entrado en la corriente de la tradición oral.
A tenor de lo que muestra esta
magna compilación de Leyendas populares rusas que ahora ve la luz en español, no cabe duda
de que también en la vieja Rusia el concepto de leyenda estaba asociado al de los relatos basados en
episodios de la vida de los santos, de los peregrinajes de Cristo por el mundo,
de la lucha del bien contra el mal, de las historias piadosas y morales (aunque
de religiosidad no siempre rectamente institucional) que se hallaban en la
mente de todos los campesinos, de todo el pueblo llano... Para Afanásiev, el
folklore de cualquier pueblo es un viajero a través del tiempo que nos trae del
pasado los recuerdos y los ecos de las historias primigenias. Por ello sacó a
la luz sus sucesivos y capitales volúmenes de Cuentos populares rusos, que vieron la luz entre 1855 y 1863, y que
cuentan con varias ediciones españolas, entre las que destacan las aún
parciales de El pájaro de fuego y otros cuentos populares rusos, trads. y eds. Eugenia Bulátova, Elisa de Beaumont
Alcalde y José Manuel Pedrosa (Oiartzun: Sendoa, 2000) y de Alexandr
Nikoláievich Afanásiev, El anillo mágico y otros cuentos populares rusos, trads. y eds. Eugenia Bulátova, Elisa de
Beaumont Alcalde y José Manuel Pedrosa (Madrid: Páginas de Espuma, 2004).
También dio a luz Afanásiev,
aunque casi clandestinamente, un volumen de Cuentos prohibidos rusos (Russkiia zavetnyia skazki), de contenido erótico, a veces
pornográfico, que circularon de forma anónima, y que conocen en español una
edición de 2002 que se debe a Jorge A. Mestas.
Hemos
tenido que esperar a 2007 para poder tener acceso, en español, a la otra gran
obra del gran folclorista ruso. Las leyendas populares cierran la trilogía con que Afanásiev nos embarcó en la aventura de
conocer las palabras que encauzaron las aspiraciones, los pensamientos, los
sueños y las miserias del pueblo. Con estas Leyendas populares rusas se hace realidad, en el ámbito de la cultura rusa, lo que había sido
el sueño de Arnim con respecto al mundo germánico, aunque el alemán
identificase más el término leyenda con la épica
(del tipo del Cantar de los nibelungos) que con la hagiografía o el relato
piadoso y moral. Cabe señalar, aquí, que los hermanos Grimm, que fueron grandes
estudiosos y editores de la épica medieval germánica, no prestaron demasiada
atención al género de la leyenda hagiográfica o piadosa, como demuestra el
hecho de que solo incluyeron algunas (no más de una decena), protagonizadas por
San José, por los apóstoles, por ciertos personajes ejemplares, al cabo de sus
cuentos, y llamándolas Leyendas infantiles.
Esta
primera edición en español de las Leyendas populares rusas de Afanásiev resulta, pues, clave para completar la visión que teníamos
de la narrativa folclórica rusa. Nos cabe la suerte de recibirla en una
inmejorable traducción de Eugenia Bulatova, Elisa de Beaumont Alcalde y
Liudmila Rabdano, y en una edición muy escrupulosa, que cuenta con una
presentación documentada, amena y clara de José Manuel Pedrosa, quien nos guía
con paso seguro y nos desvela, mediante un profundo análisis comparatista, los
entresijos de estas leyendas, lo que representan en el contexto de la obra del
autor y de los estudios internacionales de folclore, las dificultades y
vicisitudes a las que debieron enfrentarse, ante la reacción de los poderes
políticos y religiosos establecidos contra estas historias que hablan de manera
tan desenvuelta y heterodoxa de Cristo, de sus santos o del diablo.
Las
Leyendas populares rusas de Afanásiev, son, según
el subtítulo que acertadamente han añadido los traductores y editores al
español, relatos acerca de santos, diablos, milagros y maravillas. Dios, Noé, Salomón, Cristo, la Virgen, San Pedro, San Jorge, el
demonio, la muerte, campan a sus anchas por el mundo y se desenvuelven entre
popes, viudas, soldados, campesinos, ermitaños, borrachos, herreros, pecadores,
hombres justos e injustos, virtuosos o orgullosos, generosos o avariciosos,
envidiosos o arrepentidos... Ni la nobleza ni el propio zar se libran de
aparecer, quizá sin el carisma o la majestad debida, en estas páginas.
Fábulas
que a algunos les podrían parecer típicamente rusas, entrañablemente locales.
Pero que no lo son. Como muy bien hace observar Pedrosa, la gran mayoría de
ellas se corresponde con tipos de relatos inventariados por Antti Aarne, Stith
Thompson y Hans-Jörg Uther en el canónico The
types of International Folktales. A Classification and
Bibliography, Based on the System of Antti Aarne and Stith Thompson (Helsinki:
Suomalainen Tiedeakatemia-Academia Scientiarum Fennica, 2004). Obra en la que muchas de estas leyendas
están inventariadas dentro del apartado de “Cuentos
religiosos”, cuya numeración está englobada entre los tipos 750 y 859,
fundamentalmente.
Propp
hubiera dicho que asomarse a este libro es tener la oportunidad de conocer
historias fraguadas en una religión viva, distintas aunque complementarias de
las fábulas derivadas de las religiones periclitadas, que se identificarían con
los cuentos fantásticos.
José Luis Agúndez
Fundación Machado (Sevilla)