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Salas Parrilla, Miguel. ÒSan BartolomŽ Ap—stol
y los dichos de las danzantas de La Almarcha
(Cuenca)Ó. Culturas
Populares. Revista Electr—nica 5 (julio-diciembre 2007). http://www.culturaspopulares.org/textos5/articulos/salas.htm ISSN:
1886-5623 Recibido: 01/12/07 Aceptado: 06/01/08 |
San BartolomŽ
Ap—stol y los dichos de
las danzantas de La
Almarcha (Cuenca)
Miguel Salas Parrilla
IES Manuel Aza–a de Getafe (Madrid)
Resumen
En este art’culo se pretende analizar la figura hist—rica del ap—stol
San BartolomŽ, uno de los doce disc’pulos de Jesœs. Para ello se recurre a
diversas fuentes de documentaci—n: los evangelios, los evangelios ap—crifos y
la tradici—n oral. Se estudia sus avatares iconogr‡ficos y se investigan los
or’genes de su culto. Por œltimo, se recogen los ecos que todav’a se conservan,
en el pueblo de La Almarcha (Cuenca), de los doce ÒdichosÓ a San BartolomŽ.
Palabras clave
San BartolomŽ, Natanael, diablesa, Belial, evangelios ap—crifos,
dichos, La Almarcha.
Abstract
The author attempts to
analyze St. Bartholomew the Apostle, one of the twelve disciples of Jesus, as a
historical figure. In this aim, several sources of reference are examined: the
synoctic Gospel, the apocryphal gospels and the oral tradition. The article
focuses on his varied iconography and searches for the reasons why. Finally,
this publication also collects the four remaining octosyllabic verse lines
dedicated to St. Bartholomew, originally twelve. These verses, called dichos,
are still recited in the town of La Almarcha (Cuenca).
Key words
Saint Bartholomew,
Nathanael, she-devil, Belial, apocryphal gospels, dichos, La Almarcha.
S |
an
BartolomŽ fue uno de los doce disc’pulos de Jesœs. DespuŽs de la muerte del
maestro, predic— el evangelio y sufri— martirio. No hay unanimidad entre los
autores sobre el tipo de martirio que recibi— ni sobre los pa’ses en los que
realiz— su labor evangelizadora.
1.
NOMBRES Y ETIMOLOGêA
Su
nombre griego, Bartholomaios, procede de dos
tŽrminos arameos: Bar = hijo de (como el ‡rabe Ben),
y Tholomay = Ptolomeo. De acuerdo con estos datos,
el significado etimol—gico de su nombre en arameo es Òel hijo de PtolomeoÓ.
En el evangelio de Juan aparece con el nombre de Natanael, que significa Òregalo de diosÓ, y que parece que fue su verdadero nombre. El nombre de BartolomŽ, que le dan los evangelios sin—pticos de Mateo, Marcos y Lucas, es un sobrenombre o segundo nombre que se a–ade al nombre autŽntico de Natanael, para distinguirlo de otras personas que llevaran el mismo nombre que Žl. Al decir que era hijo de Ptolomeo, ya no cab’a ningœn lugar a dudas. Hoy d’a este sistema de designaci—n de las personas todav’a sigue vigente en muchos pa’ses.
2.
SAN BartolomŽ en los evangelios
En
los tres evangelios sin—pticos hay pasajes en los que BartolomŽ, o Natanael,
aparece como uno de los doce disc’pulos de Jesœs. El relato m‡s amplio sobre
Natanael lo encontramos en el evangelio de Juan (1:43-51). Dice as’:
Al otro d’a, queriendo salir hacia Galilea, encontr— a Felipe, y le dijo Jesœs: S’gueme. Era Felipe de Betsaida, la ciudad de AndrŽs y de Pedro. Encontr— Felipe a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribi— MoisŽs en la Ley y los Profetas, a Jesœs, hijo de JosŽ de Nazaret. D’jole Natanael: ÀDe Nazaret puede salir algo bueno? D’jole Felipe: Ven y ver‡s. Vio Jesœs a Natanael, que ven’a hacia ƒl, y dijo de Žl: He aqu’ un verdadero israelita, en quien no hay dolo. D’jole Natanael: ÀDe d—nde me conoces? Contest— Jesœs y le dijo: Antes que Felipe te llamase, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael le contest—: Rab’, tœ eres el Hijo de Dios, tœ eres el Rey de Israel. Contest— Jesœs y le dijo: ÀPorque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores has de ver. Y a–adi—: En verdad, en verdad os digo que verŽis abrirse el cielo y a los ‡ngeles de Dios subiendo y bajando sobre el hijo del hombre.
El resto de la menciones de BartolomŽ en los evangelios tiene relaci—n
con el episodio de la elecci—n de los doce disc’pulos de Jesœs: Mateo 10:3;
Marcos 3:18; y Lucas 6:14.
Segœn
el evangelio de Juan (21:2), Natanael fue uno de los testigos de la aparici—n
de Jesœs en el mar de Tiberiades, cuando los Ap—stoles estaban intentando
pescar sin Žxito.
En
los Hechos de los Ap—stoles (1:13), BartolomŽ
aparece como uno de los Ap—stoles que presenciaron la ascensi—n de Jesœs a los
cielos.
En
el evangelio ap—crifo ‡rabe sobre la infancia de Jesœs, el apartado XXX ya
habla de c—mo el ni–o Jesœs le salv— la vida a uno de
los dos hijos gemelos de una madre (Santos
Otero, 2005: 153).
XXX Un futuro ap—stol
1. Otra mujer de la localidad
ten’a dos hijos gemelos. Ambos fueron atacados por la enfermedad. El uno muri—
y el otro se encontraba en muy mal estado. Tom— a Žste su madre y se lo llev— a
Mar’a, diciŽndole: ÒÁOh se–ora m’a, soc—rreme, pues de dos hijos que ten’a, el
uno ha poco que lo sepultŽ y el otro est‡ para morir. En este trance habrŽ de
rogar a Dios de esta manera: ÁOh Se–or!, tœ eres misericordioso, clemente y
lleno de piedad. Tœ me diste dos hijos; ya que me has quitado el uno, dŽjame al
menos el otroÓ.
2. La Virgen Mar’a se compadeci—
al ver lo amargo de su llanto y le dijo: ÒColoca a tu hijo en la cuna del m’o y
cœbrele con los vestidos de ŽsteÓ. Pœsole, pues, en la cuna donde Cristo
reposaba, despuŽs que hab’a cerrado ya los ojos y era cad‡ver. Y al perfume que
exhalaban los vestidos de Jesœs abri— el ni–o los ojos y se puso a llamar con
grandes voces a su madre. DespuŽs
pidi— pan y lo chup—. Entonces su madre exclam—: ÒÁOh se–ora m’a!, ahora
reconozco que la virtud de Dios
habita en ti, ya que tu hijo devuelve la salud a sus semejantes al solo
contacto con sus vestidosÓ. Este ni–o devuelto a la vida es aquel que en el
evangelio lleva el nombre de BartolomŽ.
Entre los evangelios ap—crifos sobre la pasi—n y resurrecci—n de Jesœs
hay un evangelio, conocido como El evangelio de BartolomŽ, en el que Žste es el protagonista que
interpela a Jesœs, a Mar’a y al diablo.
BartolomŽ
hace una serie de preguntas a Cristo resucitado. Le sugiere que le revele los
misterios del cielo, y tambiŽn le pregunta: ÒComun’came, Se–or, d—nde fuiste
desde la cruzÓ. Jesœs responde: ÒCuando desaparec’ de la cruz, es que bajŽ al
infierno para sacar de all’ a Ad‡n y a todos los que con Žl estaban, accediendo
a la sœplica del arc‡ngel MiguelÓ (Santos Otero, 2005: 287).
San
BartolomŽ en este evangelio no s—lo es el interlocutor de Cristo, sino que en
uno de los pasajes es el œnico Ap—stol que se atreve a preguntarle a la Virgen
Mar’a sobre c—mo concibi— a Jesœs. Mar’a le previene del peligro de contarle
tal secreto, BartolomŽ insiste, y Mar’a comienza el relato con el aviso del
çngel; pero, inmediatamente, de su lengua comenz— a salir fuego, por lo que el
misterio no fue revelado.
Finalmente pregunt— a Jesœs sobre Belial, el adversario de los hombres, y le pidi— que le fuera mostrado. Se abri— la tierra, apareci— el abismo, y en Žl el demonio o Belial. BartolomŽ qued— asustado ante su presencia, pero Jesœs le anim—. ÒP’sale la cerviz y pregœntale cuanto quierasÓ. BartolomŽ le pregunta sobre el origen de su nombre, c—mo fue creado, por quŽ cay— en el infierno, y c—mo se las arregla para embaucar a los hombres. Belial, atado con cadenas de fuego, de mala gana responde a las preguntas del Ap—stol. Este episodio del dominio e imposici—n de San BartolomŽ sobre Satan‡s, que nos describe el evangelio ap—crifo, probablemente sea la raz—n de que en la iconograf’a se muestre al santo controlando a una diablesa que lleva a su lado derecho y que representa los poderes del mal.
3.
Datos hist—ricos sobre su vida
Pocos
son los datos supuestamente hist—ricos de los que disponemos sobre la vida de
San BartolomŽ. Estos datos proceden de los evangelios, del obispo Eusebio de
Cesarea, que vivi— en el siglo III despuŽs de Cristo, y de la tradici—n oral.
Natanael
era natural de Galilea, amigo de Felipe, que fue quien le puso en relaci—n con
Jesœs. Como la mayor’a de los Ap—stoles, abandon— a Jesœs durante el cr’tico
episodio de la pasi—n, pero, una vez que recibi— al Esp’ritu Santo en
PentecostŽs, sinti— el valor suficiente para predicar el mensaje de Jesœs por
cuantos sitios visit—.
Segœn la Historia eclesi‡stica de Eusebio de Cesarea, BartolomŽ predic— en la India, donde dej— una copia del evangelio de Mateo. TambiŽn dice la tradici—n que predic— en Mesopotamia, Persia, Egipto, Licaonia, Frigia y Armenia, donde finalmente fue apresado y sufri— martirio en la ciudad de Alban—polis, en la costa occidental del mar Caspio.
Su martirio y muerte se atribuyen a Astiages, rey de Armenia y hermano del rey Polimio, que San BartolomŽ hab’a convertido al cristianismo. Como los sacerdotes de los templos paganos, que se estaban quedando sin clientela, protestaran ante Astiages de la labor evangelizadora de BartolomŽ, Astiages mand— llamarlo y le orden— que adorara a sus ’dolos. Ante la negativa de BartolomŽ, el rey orden— que fuera martirizado en su presencia, hasta que renunciase de su dios o muriese.
Las versiones acerca de su muerte son muy variadas. Se ha dicho que fue crucificado con la cabeza hacia abajo, que fue desollado, muerto a garrotazos, y que se le cort— la cabeza. TambiŽn se ha dicho que pudo haber sufrido, acumul‡ndolos, para incrementar su sufrimiento, todos estos tormentos: primero fue apaleado, despuŽs crucificado, luego desollado y, por œltimo, decapitado.
Dice
la tradici—n que su cuerpo fue encerrado en un cofre de plomo y echado al mar,
pero, en lugar de hundirse, las olas lo empujaron hacia la isla de Lipari,
cerca de Sicilia. Segœn relata San Gregorio de Tours en su obra De gloria
martyrum, al apoderarse de esta isla los sarracenos,
sus huesos fueron trasladados a Benevento en el a–o 808. A finales del siglo
dŽcimo (983), siendo emperador Ot—n III, sus restos fueron trasladados a Roma y
sepultados en la iglesia de San Adalberto, en la isla del T’ber, que cambi— su
nombre por el de San BartolomŽ in Insula.
4.
HISTORIAS Y LEYENDAS
En torno a la gran mayor’a de los santos se cuentan unos relatos en los que es dif’cil separar la historia autŽntica del mito y de la leyenda.
Como muestra citaremos dos leyendas acerca de San BartolomŽ, entresacadas de la gran compilaci—n de vidas de santos que lleva el nombre de La leyenda dorada (1987: II, 527), y que fue puesta por escrito, en el siglo XIII, por Santiago de la Vor‡gine.
DespuŽs de que Astiages mandara martirizar a San BartolomŽ, Òlos paganos al ver los muchos milagros que el Ap—stol hac’a en el lugar en el que estaba sepultado, exhumaron sus restos, los metieron en una caja de plomo y los echaron al marÓ. Pero, en lugar de hundirse, la caja flot—, y acompa–ada de las cajas de otros cuatro m‡rtires, lleg— hasta la isla de Lipari, pr—xima a Sicilia, donde sus habitantes le recogieron con regocijo y le dieron sepultura.
Cuando los sarracenos invadieron la isla de Lipari, destrozaron su sepulcro y dispersaron sus huesos. Una noche, San BartolomŽ se apareci— a un monje y le dijo: ÒLev‡ntate y recoge los restos de mi cuerpo que los sarracenos han desparramado por el campoÓ. Como el monje le expusiera al santo la dificultad de cumplir tal tarea, pues el campo estaba lleno de huesos diversos, San BartolomŽ le indic— c—mo hab’a de proceder para reunir sus huesos. ÒHar‡s la tarea de noche y ver‡s c—mo, en medio de la oscuridad, algunos de ellos brillar‡n como ascuas; Žsos son los m’os; Žsos, y no los que no brillenÓ. El monje recogi— estos restos y los envi— a Benevento a bordo de una nave.
5.
Iconograf’a
Las
representaciones de los primitivos cristianos sobre el santo se centraban en su
figura, y de su brazo izquierdo colgaba su piel, en la que se observaban con
nitidez cabeza, pies y manos. As’ es como lo represent— tambiŽn Miguel çngel en
el juicio final de la Capilla Sixtina de Roma.
San BartolomŽ representado en la Capilla Sixtina del
Vaticano
En las representaciones posteriores hay dos elementos que nunca faltan: el cuchillo y un libro. El cuchillo es una clara referencia al instrumento que fue utilizado para desollarlo vivo. El libro puede tener dos significados: el primero es el evangelio que Žl se encarg— de predicar y extender. El segundo puede hacer referencia a la encuadernaci—n de los libros antiguos, que casi siempre se realizaba con piel de animales.
6.
EL CULTO A SAN BARTOLOMƒ EN LA PROVINCIA DE CUENCA
En la provincia de Cuenca hay varios pueblos que tienen a San BartolomŽ como patr—n, o que le han dedicado una iglesia o ermita (La Almarcha, Belmonte, Los Hinojosos, Casasimarro, Villarejo de la Pe–uela, Laguna del Marquesado, C—lliga, etc.). En casi todos ellos, al lado derecho del santo, y atada a Žl con una cadena, hay una diablesa. Las posibles razones sobre los or’genes de esta representaci—n fueron expuestas anteriormente. Parece ser que a San BartolomŽ se le atribuyen ciertas dotes de control de los poderes del maligno, y tambiŽn de las tormentas (que las tradiciones populares suelen atribuir al designio nefasto de las fuerzas del mal), con los desastrosos efectos de sus rayos y granizo, que pueden matar a hombres y animales y arruinar las cosechas. Por ello, cuando en los meses de verano hay una fuerte tormenta, las ancianas de La Almarcha suelen decir: ÒSan BartolomŽ bendito, pon tu cuchillo de por medio para que no caiga rayo en mi casa ni el granizo arruine nuestras cosechasÓ.
Bronce con la imagen de San BartolomŽ adquirido a un
anticuario por el cura p‡rroco de La Almarcha, don Zen—n Salas Chicano
Otro testimonio de la relaci—n que existe entre San BartolomŽ y las tormentas lo encontramos tambiŽn en el inconsciente colectivo de los almarche–os. En los d’as previos al 24 de agosto, cuando suelen azotar fuertes ventiscas, los almarche–os tienen la costumbre de decir: ÒYa se le ha escapado la diablesa a San BartolomŽÓ, con lo que hacen referencia al hecho de que, en ese a–o, el santo no ha logrado controlar debidamente los poderes del mal, atribuidos al demonio que lleva a sus pies.
En algœn pueblo, como en la antigua ciudad hispano-romana de Seg—briga, sus habitantes debieron sentirse irritados contra el santo, y decidieron sustituirlo por otro patr—n. En las excavaciones efectuadas cerca de la actual ermita y termas, se encontr— una imagen rota de San BartolomŽ que hab’a recibido malos tratos.
Procesi—n de San BartolomŽ en La Almarcha
Segœn la tradici—n, basada en testimonios de Eusebio de Cesarea y San Isidoro de Sevilla, el origen de
la diablesa al lado de San BartolomŽ se debe a la victoria de este sobre el ’dolo Astaroth y sobre sus sacerdotes en
Armenia. Cuando San BartolomŽ demostr— que Astaroth no era ningœn dios con
poder curativo sobre los enfermos que all’ acud’an a curarse, este enmudeci—, y
de su estatua sali— un demonio negro atado con cadenas que confes— el enga–o a
que ten’a sometidos a los habitantes de Armenia y que
hab’a quedado encadenado como consecuencia de la predicaci—n de San BartolomŽ,
Ap—stol del dios verdadero.
Enterado
de este acontecimiento, el rey Polibio de Armenia le mand— llamar para que
curase a su hija, que estaba endemoniada. Al ser testigo de la curaci—n de su
hija, el rey quiso pagarle al santo con riquezas, pero Žste las rechaz— y,
despuŽs de su serm—n, se convirtieron al cristianismo el rey (que abdic—) y los
habitantes de la ciudad. El sucesor en el trono fue Astiages, que se mantuvo en
el paganismo y orden— el martirio de San BartolomŽ instigado por las protestas
de los sacerdotes de los templos abandonados.
A nosotros la relaci—n de San BartolomŽ con la diablesa nos parece que
puede fundamentarse en el evangelio ap—crifo de BartolomŽ, en el que Žste, con
el auxilio de Jesœs, controla a Belial y le obliga a confesar toda su historia
y sus malas artes.
En el pueblo de La Almarcha la diablesa est‡ doblemente cargada de simbolog’a. Al otro lado de la loma de la ermita de San BartolomŽ est‡ el pozo Air—n, en el que, en tiempos de los romanos, fue adorado el dios prerromano Air—n, dios terror’fico relacionado con las aguas profundas y con la muerte, hasta el punto de que la expresi—n Òpozo Air—nÓ equivale a pozo profund’simo o a Òlugar del ir‡s y no volver‡sÓ, que es como lo interpreta Miguel de Cervantes en su Viaje al Parnaso.
Como los cristianos primitivos ten’an la costumbre de construir una iglesia o ermita en el lugar donde previamente hab’a sido adorado un dios pagano, por ello construyeron los almarche–os la ermita de San BartolomŽ al lado del lugar en el que previamente hab’a sido adorado el dios Air—n, al que continuaron considerando como un demonio peligroso que se encarna en la diablesa que San BartolomŽ lleva atada a su lado derecho. Ninguna consideraci—n ha de d‡rsele a la teor’a que pretende explicar la ubicaci—n de la ermita, en el lugar donde se halla, por el hecho de que San BartolomŽ se apareciera all’ a un pastor sobre una zarza ardiendo, como mantiene la tradici—n.
Ermita de San BartolomŽ en La Almarcha
7.
FESTIVIDAD Y Patronazgo
No hay
unanimidad con respecto a la fecha en la que se celebra la festividad de San
BartolomŽ. Para los griegos, coptos, sirios y visigodos se celebraba el 11 de
junio. En el martirologio de San Jer—nimo se da la fecha del 13 de junio; los
armenios la celebran el 8 de diciembre; y los latinos y espa–oles el d’a 24 de
agosto, fecha de su traslaci—n a la iglesia romana en la que se supone que se
hallan sus restos.
Ya
hemos mencionado que a San BartolomŽ se le invoca para que nos proteja contra
las tormentas, pero, adem‡s, es patr—n de varios oficios, entre ellos los de
carnicero, fabricante de libros, guantes, pieles y zapatos, pues todos ellos se
relacionan con la piel de los animales, piel que a Žl le quitaron cuando le desollaron
vivo. En algunos sitios, tambiŽn es patr—n de mercaderes de queso, vi–adores,
alba–iles y otras profesiones.
Tanto
en Espa–a como en SudamŽrica y en otros pa’ses existen multitud de iglesias y
de ermitas dedicadas a San BartolomŽ. En Espa–a citaremos dos. En Logro–o (La
Rioja) existe una iglesia rom‡nica, del siglo XIII, dedicada a San BartolomŽ.
Su fachada principal, de estilo g—tico, es posterior, y en ella encontramos
esculpidos relieves que describen episodios de la vida del santo. En Torreblanca
(Castell—n), la iglesia parroquial tiene una cœpula del siglo XVIII en la que
tambiŽn hay pasajes de la vida del santo que fueron representados por Joaqu’n
Oliet.
7.
Los dichos a San BartolomŽ en La
Almarcha
El
d’a 23 de agosto, v’spera de la festividad de San BartolomŽ, el pueblo de La
Almarcha iba en procesi—n para traer el santo a la iglesia parroquial durante
las fiestas patronales. Al llegar a la ermita, tras sacar al santo y dejarlo
reposar en sus andas, doce danzantas (una por cada Ap—stol o por cada mes del
a–o) se divid’an en dos filas de seis muchachas que danzaban en torno al santo
bajo las —rdenes del botarga y el sonido de Òla pitaÓ. DespuŽs de la danza,
cada danzanta se arrodillaba ante la imagen de San BartolomŽ y le recitaba su
ÒdichoÓ, que sol’a estar dispuesto sobre el molde mŽtrico de cuartetas
octos’labas de factura vulgar.
Los ÒdichosÓ fueron doce, tantos como las danzantas, pero s—lo hemos logrado recuperar cuatro de ellos, y de alguno tan s—lo unas estrofas incompletas. Estos son los cuatro dichos recuperados (despuŽs de entrevistar a cuatro octogenarios) en un ardua labor de trabajo de campo realizada en el verano de 1979:
Dicho referido
por Ignacio Parrilla Guijarro
1. San BartolomŽ bendito
a
tus plantas me arrodillo;
por
ser la primera vez,
vengo
a decirte mi dicho.
2.
Glorioso BartolomŽ
que
nos miras con amor,
y
en todos nuestros apuros
nos
vale tu protecci—n.
3.
Humillada est‡ en la tierra,
con
el coraz—n rendido;
yo
te pido que nos libres
de
ese drag—n atrevido
que
tenŽis a vuestros pies
con
la cadena oprimido.
4.
Los vecinos de La Almarcha,
llenos
de esperanza y fe,
todos
dir‡n a una voz.
ÁViva
San BartolomŽ!
El primero de los dichos me lo cont—, en 1979, mi
t’o-abuelo Ignacio Parrilla, quien recordaba o’rselo recitar a su hermana
Josefa, que era una de las danzantas.
En la versi—n original se dec’a: ÒHumillada est‡ la tierraÓ. Yo introduzco la preposici—n ÒenÓ, con lo que se cambia el sentido de la frase, haciendo referencia a la diablesa, a la que luego Žl llamaba Òadrag—nÓ por tener forma de drag—n y no serlo. En la versi—n original, que convierte el error en una met‡fora, la humillada es la tierra como planeta, y no la diablesa.
1. Hermoso BartolomŽ,
a
tus plantas me arrodillo
para
decir mi oraci—n,
Se–or,
licencia os pido.
2.
Yo comienzo con vergŸenza,
porque
yo nunca me he visto
delante
de tanta gente
por
la fe de Jesucristo.
3.
Que mi gusto es el danzar,
para
ir con mis danzantas,
para
celebrar tus fiestas
vengo
rendida a tus plantas.
4.
Y a vosotros, hijos m’os,
quiero,
si
me dais licencia,
daros
infinitas gracias.
5.
El botarga nos ense–a
la
danza y el paloteo,
San
BartolomŽ bendito,
dŽjanos
subir al cielo.
1. San Pedro fue puesto
en cruz,
y
su hermano San AndrŽs,
y
es verdad que San Esteban
fue tambiŽn apedreado.
2.
Pero San BartolomŽ
es
nuestro patr—n y abogado,
y,
aunque lo martirizaron,
fue
predicando la fe.
3.
En Galilea naciste,
en
la India predicaste,
a
Armenia luego pasaste
y
a Apolonio convertiste.
4. Y as’, con la fe cristiana,
dej—
este pueblo el error.
San
BartolomŽ, por patr—n,
toda
La Almarcha te aclama.
1. San BartolomŽ bendito
era
ap—stol de Cristo.
El
que m‡s sigui— al Se–or,
cuando
andaba por el mundo.
2
.ÁCu‡nto lo martirizaron!
ÁCu‡nto
aquel m‡rtir sufri—!
Y
vivo lo desollaron
porque
Astiages lo mand—.
3. En un brazo le
quedaba
un
muy peque–o rodal
y
Astiages, viŽndolo vivo,
lo
ha mandado desollar.
8.
Las rogativas a San BartolomŽ
En
siglos pasados, cuando no exist’a una explicaci—n cient’fica acerca de los
cambios y vaivenes que pudiera seguir el ciclo pluvial, era muy habitual que,
en a–os de sequ’a, los labradores sacaran sus santos preferidos en procesi—n
para rogarles que intercedieran ante el Se–or para lograr atraer la lluvia
propiciadora de la fertilidad de las cosechas.
Nada ha de extra–ar que, a finales del siglo XIX, el pueblo de La Almarcha acudiera a su patr—n para rogarle que les concediera dicho don. La presente rogativa, que se dec’a, mucho tiempo atr‡s, en el XIX y en los inicios del XX, en el Camino de las Procesiones, se la o’ recitar en el a–o 1979 a las octogenarias almarche–as Trinidad Ram’rez y Carmen Emper Belinch—n.
1. San BartolomŽ bendito
a tus plantas me arrodillo,
a pedirte con tristeza
que nos nazcan pronto los
trigos.
2. Hermoso Santo bendito
porque si pronto no nacen,
lo mismo ricos que pobres
todos moriremos de hambre.
3. Hermoso Santo bendito,
bien sabes que te queremos,
el veinticuatro de agosto
hacemos lo que podemos.
4. El veinticuatro de agosto
todo es gozo y alegr’a,
y hoy todo es luto y tristeza
que tenemos este d’a.
5. Hermoso Santo bendito,
mira por las criaturas,
que moriremos de hambre
sin tener culpa ninguna.
6. En el a–o noventa y seis
perdieron toda esperanza,
te sacaron de tu ermita
y nos colmaste de agua.
7. Haz lo mismo, santo m’o,
p’dele al eterno padre;
si no te hiciera caso,
te diriges a su madre.
8. QuŽ tristeza que ser‡,
divina gloriosa madre,
que pidamos pa los hijos
y no [pedir por] los padres.
9.
San BartolomŽ bendito,
patr—n que eres de este pueblo,
m‡ndanos el agua pronto
o, si no, pereceremos.
BIBLIOGRAFêA
De
Santos Otero, Aurelio
(traductor). Los evangelios ap—crifos. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2005.
Moreno
Dur‡n, Teodomiro. A–o
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N‡car, Elo’no y Colunga,
Alberto (traductores). Sagrada Biblia. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1965.
Salas
Parrilla, Miguel. Almarcha. La Almarcha, El autor, 1980.
–Air—n. Dios
prerromano de Hispania.
Madrid, El autor, 2005.
–Entrevistas realizadas
en el verano de 1979 con las siguientes personas de La Almarcha: Ignacio
Parrilla Guijarro, Zen—n Salas Chicano, Irene Granero, Carmen Emper Belinch—n y
Emilia Mena.
Sola, Daniel (traductor). Martirologio Romano. Valladolid, Cuesta, 1929.
Vor‡gine, Santiago de la (1230-1298). Traducido del
lat’n por Fray JosŽ Manuel Mac’as. La leyenda dorada. Volumen 2¼. Madrid, Alianza Editorial, 1982.
Wikipedia. BartolomŽ el Ap—stol.