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Pedrosa, Jos Manuel. Lenguas y mitos
indoeuropeos? Indoeuroafricanos? Paleolticos? Neolticos?. Culturas Populares. Revista
Electrnica 5
(julio-diciembre 2007). http://www.culturaspopulares.org/textos5/articulos/pedrosa.htm ISSN:
1886-5623 Recibido:
01/02/08 Aceptado:
07/03/08 |
Lenguas y mitos
indoeuropeos? Indoeuroafricanos?
Paleolticos?
Neolticos?
Jos Manuel Pedrosa
Universidad de Alcal
Resumen
Revisin del concepto de pueblos, culturas, lenguas y mitos
indoeuropeos. Crtica de las teoras tradicionales sobre el indoeuropeo.
Crtica de la llamada teora de la continuidad paleoltica formulada por Mario Alinei y por Xaverio
Ballester. Propuesta de un paradigma pluricultural ms amplio, que atienda
tambin a otras culturas y mitos, en especial a las asiticas y a las
africanas.
Palabras clave:
indoeuropeo, lengua, dialecto, mito, africa, asia, continuidad paleoltica, Mario
Alinei, Xaverio Ballester.
Abstract
Discussion of the concept
of Indoeuropean peoples, cultures, languages and myths. Critic commentary to
the tradicional theories about Indoeuropeans. Critic commentary to the
Paleolithic Continuity Theory, as formuled by Mario Alinei and Xaverio Ballester.
Proposal of a wider pluricultural paradigm, with attention to other cultures
and myths, specially for those from Asia and Africa.
Keywords: Indoeuropean. Language. Dialect. Myth.
Africa. Asia. Paleolithic Continuity Theory. Mario Alinei. Xaverio Ballester.
L |
a
cuestin de los orgenes de las lenguas y de las culturas de Europa se halla, a
la vuelta de bastantes milenios de evolucin y de muy pocos siglos de crtica
cientfica, envuelta en nieblas que es muy difcil discernir. En primer lugar,
por la prctica inexistencia de fuentes documentales escritas. Y, acaso
tambin, por las arduas polmicas que hay entre fillogos pertenecientes a
escuelas de signo diverso y a veces enfrentado.
La teora ms tradicional, cannica, acuada, la
indoeuropesta clsica que defiende el establecimiento en la presumiblemente
muy poco poblada Europa neoltica de pueblos que emigraron, con sus culturas y
con sus lenguas, desde el Asia central, ha tenido varios siglos (desde el
XVIII) para desarrollarse y para afianzarse (no sin algunas polmicas y
discrepancias, de mtodo o de conclusiones, entre algunas de sus escuelas).
Mucho ms moderna, casi reciente, hasta puede decirse que
en pleno y rpido proceso de formulacin y consolidacin ahora mismo, es la
llamada teora de la continuidad paleoltica,
elaborada e impulsada en las ltimas dcadas por el profesor italiano Mario
Alinei (catedrtico durante muchos aos en la Universidad de Utrecht,
presidente del Atlas Linguarum Europae de la
UNESCO, director de los Quaderni di Semantica), y
por el equipo de lingistas, historiadores y cientficos de otras ramas y de
varios pases que ha ido agrupndose en torno a l. Al respecto puede verse su
completsima y utilsima pgina web (www.continuitas.com).
Esta escuela, en la que se encuadra el trabajo del profesor
Xaverio Ballester, catedrtico de Filologa Latina de la Universidad de
Valencia, y autor de un libro complejo, renovador y provocador, de reciente
aparicin, Zonimos ancestrales (Valencia:
Generalitat Valenciana, 2006), denuncia como simple y convencional constructo
intelectual, no apoyado en las evidencias arqueolgicas ni en las
(pre)histricas, sino ms bien en una especie de mito cientfico que ha ido
aumentando de tamao y de influencia, como una bola de nieve, por falta de
autocrtica y de contrapesos, toda la teora indoeuropesta clsica, convencional o —permtasenos la palabra— neoliticista sobre los orgenes de los
pueblos, culturas y lenguas de Europa. Y defiende que gran parte del lxico de
las lenguas del continente (sobre todo del dialectal, que suele ser el ms
marginal y el menos sujeto a innovaciones) no es deudor de ninguna supuesta
inmigracin neoltica general, sino que entronca, en buena medida, con lenguas que
deban estar vivas en el Paleoltico, y que de ninguna manera habran sido
barridas por los presuntos o imaginarios (para Alinei y los suyos) invasores
neolticos de las estepas asiticas.
Las palabras del profesor Ballester, en la p. 184 de su
libro, son tan claras como apasionadas:
En los ltimos aos un grupo de
estudiosos de distintas especialidades y nacionalidades hemos venido
coincidiendo en que las historietas de las invasiones indoeuropeas y su
cronologa epineoltica eran s verdaderas fbulas, cuentos, ficciones,
pelculas de Walt Disney. Frente a estos mitos hemos venido proponiendo un
marco cronolgico y consecuentemente cultural muy distinto para el mundo
indoeuropeo, proponiendo en concreto unas fechas mucho ms antiguas para este
conjunto lingstico y en general para todos los conjuntos lingsticos del
mundo, un marco paleoltico que lgicamente comporta la referencia a una
escenografa cultural mucho ms primitiva, un decorado no de ecuestres
guerreros invasores (o de supermanes agricultores, en sus versiones ms pacficas y
edulcoradas) sino de caza y recoleccin.
Horizonte, segn se puede apreciar, difcil, resbaladizo y
enconadamente polmico, al que es preciso acercarse con todo tipo de cautelas,
y ante el que un reseador objetivo tiene la obligacin de enfrentarse del modo
ms desapasionado posible.
Zonimos ancestrales, el libro
publicado en 2006 por el profesor Ballester, es, sin duda, la obra que mejor
puede desvelar a los lectores hispanohablantes los principios y los mtodos de
la teora de la continuidad paleoltica. Libro
lleno de erudicin, profundamente documentado en el terreno de la lingstica
(ms que en el de la antropologa), escrito con una tcnica muy fina de
escritor, custico cuando quiere serlo, pedaggico y al mismo tiempo brillante.
Aborda el estudio de un lxico animal, y de unas tradiciones, creencias,
rituales y supersticiones conexos, que siempre fueron coto de investigacin de
los dialectlogos y lingistas declaradamente indoeuropestas en el sentido clsico del trmino, centrndose en los presumibles
origen y evolucin de voces sobre las que hay ya una bibliografa previa
abundante, desde ave, comadreja o conejo hasta perro o can, mariquita, cuco, pasando por oso, zorro, urraca, bho,
lechuza, rana, sapo, lagarto o serpiente.
Voces y, al mismo tiempo, ideas, conceptos, ncleos
irradiadores de campos lxicos y semnticos extraordinariamente densos y
complejos, dificilsimos de aprehender en su totalidad, entre los que primero
los defensores del indoeuropesmo neoliticista, y luego los argumentadores de la continuidad paleoltica, intentan
encontrar el escurridizo hilo de Ariadna que nos conduzca hasta los orgenes —nada
menos— de nuestras lenguas, de nuestros mitos y de
nuestras culturas.
Empeos estos de ndole tan arriesgada y ciclopea —a quien esto
escribe as se lo parece—, que obligan a echar mano de los recursos no
slo de la lingstica, sino tambin de la arqueologa, la historia, la
etnografa, la antropologa, la ciencia de las religiones, la historia del
arte, etc. Incluso, hoy, de la gentica de poblaciones. Todo lo cual intimida
por su riesgo y admira por su ambicin, por ms que quepa preguntarse, desde la
posicin fra y descomprometida que el reseador debe saber adoptar, si podr
en algn momento alguna de estas propuestas tericas desbancar a la opuesta y
erigirse, con plenas garantas, como verdad absoluta o como respuesta relativa
sobre la tenue lnea de un horizonte en el que prcticamente todo es oscuro,
del que no quedan restos ni indicios materiales (ni verbales, claro)
irrefutables, casi ni siquiera aprovechables, para los propsitos de tal
discusin; cuyas sendas, en definitiva, hace mucho tiempo borradas, solo es
posible intentar intuir, adivinar, ms que recuperar o reconstruir con pretensiones
de llegar a lo cierto.
Porque,
pese a sus optimistas entusiasmos, los discursos de los indoeuropestas neoliticistas estn llenos de
*asteriscos que remiten a timos conjeturales. Porque los discursos de los
tericos de la continuidad paleoltica estn llenos de frases en condicional:
tanto al menos como los escritos de sus opuestos. Y porque ambas modalidades de
discursos estn construidas sobre la seleccin cuidadossima, absolutamente
parcial e interesada, del lxico y de las ideas que encajan dentro de su
paradigma argumental, y sobre la omisin y la no consideracin del lxico y de
las ideas a las que no encuentran utilidad.
Todo lo
cual plantea, dicho sea con el mayor respeto y con la mayor sinceridad
posibles, ms interrogantes que los que resuelve.
Porque
cumbres tan ambiciosas como las que ambas escuelas proponen podrn ser
coronadas con las notoriamente insuficientes herramientas cientficas (para
operar en un territorio tan oscuro) como las que hoy tenemos a nuestro alcance?
Tiene sentido intentar reconstruir, tan a posteriori, escrutando en edades
tan oscuras y en pramos tan desolados, el genoma evolutivo de las lenguas y
culturas de Europa, cuando la antropologa, la ciencia a la que tanto indoeuropestas
neoliticistas como tericos de la continuidad paleoltica intentan continuamente
acercarse y reclamar apoyo, ha huido desde los tiempos de Malinowski, hace ya
un siglo bien cumplido, de los disparatados paradigmas del evolucionismo
cultural, que abonaron las teoras, hoy absolutamente desacreditadas, de Tylor,
de Frazer, de los difusionistas germanos...?
Puede
buscarse hoy un hilo de Ariadna irrevocable, que nos conduzca hasta los
orgenes ms remotos de palabras, de relatos y de ideas, cuando los semilogos
(y muchos otros) han demostrado que las palabras, los relatos y las ideas
circulan en todas las direcciones posibles, y hasta en las que parecen
imposibles: no slo hacia adelante (como ingenuamente pensaron evolucionistas
de la ndole de Tylor o de Frazer), no slo en crculos o en ondas (como
pensaron los difusionistas), no slo desde el antiguo Egipto hacia el resto del
mundo (como proclamaba Grafton Elliot Smith en su polmica The Difusion of
Culture, 1933),
no slo desde Egipto y Fenicia hacia Grecia (como defiende Martin Bernal en su
clebre Black Athena: Afroasiatic Roots of Classical Civilization, 1987-2006), sino
tambin, muchas veces, hacia atrs, como sucede cuando se reciclan palabras y
conceptos del pasado, del modo en que recuper el neoclasicismo lo antiguo, o
como reaviv el romanticismo lo gtico medieval? Es posible desarrollar como
programa cientfico con aspiraciones de normativo, de indiscutible, el diseo
del atlas primero y primitivo de las lenguas de la protoEuropa, cuando se sabe
que la cultura (y con ella el lxico, los relatos y las creencias) son entes
promiscuos que se van detrs de cualquier individuo o de cualquier grupo, en
cualquier direccin fija y previsible, o por cualquier atajo improvisado y no
previsible, por caminos y encrucijadas que pueden ser de ida, de vuelta y de
muchas revueltas, contagiando o dejndose contagiar por huspedes y
transentes, por compaeros fijos o improvisados, sobre calzadas de estratos,
adstratos, sustratos y superestratos que pueden cobijar cualquier grado de
mezclas y de contagios, de arriba abajo, de abajo arriba, de un lado al otro,
sin tener en cuenta ni compadecerse de las expectativas, ni de las previsiones,
ni de las cuadrculas que para ellos tienen preparadas los evolucionistas, los neoliticistas, los continuistas (perdnenseme de nuevo
las palabras) y todos los dems?
Ms
preguntas y ms dudas: sobre los repertorios lxicos documentados (en registros
antiguos, en dialectos y lenguas modernos) interesadamente seleccionados por
los defensores de una escuela o de otra, puede cabalmente, en conciencia,
plantearse una disyuntiva tan radical, quizs tan simplificadora, acaso tan
desnaturalizadora, como la que se est estableciendo entre orgenes
*paleolticos y orgenes *neolticos del lxico europeo? Y, cogiendo la pregunta
por el otro lado, son incompatibles y excluyentes esas dos teoras, entre s y
en relacin con otras posibles? No puede ser legtimo pensar que el lxico
europeo moderno haya podido recibir un caudal importante de palabras de raz
inmemorialmente paleoltica, y que luego haya seguido alimentndose de palabras
llegadas con las migraciones neolticas que pudiera haber habido (si es que las
hubo), y que ms adelante siguiera nutrindose con nuevos y variados aportes de
no menos diversos, conocidos o desconocidos orgenes? Por qu no puede tener
posibilidades esta ltima conjetura, descomprometida pero no disparatada, de
responder a la realidad?
Y otra
pregunta clave, que adems es grave: es factible construir teoras sobre los
orgenes remotos y sobre la pre-evolucin de las lenguas y culturas europeas,
sin hacer prcticamente ningn contraste ni bsqueda de datos paralelos en los
mbitos de las lenguas afroasiticas y nilo-saharianas contiguas, vivas y
bullentes en un Mediterrneo que todos los profesionales de la teora cultural
consideran un crisol y puente de civilizaciones como acaso nunca habr habido
otro, pero cuyo enredado ovillo de huellas cruzadas muy pocos prcticos (con la
excepcin, hoy, del mencionado Martin Bernal y alguno ms) se arriesgan a
explorar, ni a intentar desentraar, ni siquiera, en muchos casos, a
considerar?
Porque de
la lectura del libro del profesor Ballester, de los trabajos de sus compaeros
de la escuela de la continuidad paleoltica, y tambin de los estudios de los eruditos
indoeuropestas neoliticistas (a todos los cuales, a unos y a otros, es posible
siempre leer con gran aprovechamiento intelectual) yo, que no soy ningn
especialista en lxicos ni en protolxicos, sino un simple y modesto aficionado
al estudio de las creencias, de las supersticiones, de la religiosidad popular
que ellos persiguen como asideros indispensables de sus teoras, extraigo una
conclusin inquietante: que todos parten de la consideracin de una Europa y de
una protoEuropa rigurosamente autnomas en relacin con un frica y con una
protofrica radicalmente excluidas de sus horizontes (y an ms: de sus
intereses) lingstico-culturales.
Fatal
exclusin, porque la mayora de las supersticiones, de las creencias, de las
ideas, de las metforas, de los smbolos, de los relatos que analizan o en que
se apoyan ambas escuelas de estudiosos de las protoculturas europeas, sobre mariquitas, o sobre cuervos, o
sobre serpientes, o sobre muchos otros seres y conceptos (ageros, espritus,
divinidades, miedos, meteorologas, parentescos, dolencias, remedios, etc.),
resulta que tienen paralelos perfectamente reconocibles, absolutamente
identificables, en las dems grandes tradiciones culturales no europeas (norte
de frica, Oriente prximo) de la cuenca del Mediterrneo. Y, lo que es an ms
notable y llamativo: en el frica subsahariana, y en el Asia no cercana
tambin. Y no se trata, en absoluto, de paralelos aislados, borrosos, mimticos
(aunque siempre habr quien defienda que los han trasplantado all colonizadores,
misioneros y otros esforzados donadores de cultura a pueblos patticamente
incultos), sino de paralelos muchas veces esplendorosos, notabilsimos,
exultantes, poderosamente arraigados —no slo en la vida mental, sino
tambin en la ritual de muchos pueblos—, ms densos, ms detallados,
mejor hilvanados (es decir, sumamente atractivos para las prospecciones
etiolgicas y etimolgicas) que los que es posible documentar en nuestra
querida, envejecida y bastante desemantizada Europa.
Un simple
botn de muestra, entre muchsimos posibles: el de la viejsima fbula espica
comentada a partir de la pgina 99 del libro del profesor Ballester, acerca de
la comadreja metamorfoseada en mujer que no puede evitar la tentacin de
devorar ratones la misma noche de sus bodas con un humano, ante el horror y la
decepcin de este. Hilvana, el autor de Zonimos ancestrales, este antiqusimo
relato en un entramado de creencias acerca de las comadrejas (y de sus
inslitos apetitos y supuestos modos de comer y de parir) cuyos mimbres
vendran del paleoltico. Seguro? Pues es posible, aunque no verificable, que
s. Pero igual podran venir del neoltico, o del 950 a.C., o del 800 a.C, o de
un poco antes de que Esopo la pusiera por escrito. No saldra ms a cuenta, por
eso, mirar modestamente hacia abajo, en vez de especular arriesgadamente hacia
atrs, y descubrir que en el centro de frica se registran hoy, en pleno siglo
XXI, versiones excepcionales, mucho ms extensas, ms detalladas, ms
novelescas, que la espica?
Detengmonos
un momento a recordar la fbula
de La comadreja y Afrodita atribuida a Esopo, quien supuestamente vivi en el siglo VII a. C. y
la debi anotar, presumiblemente, de una tradicin oral que vendra de antes:
Enamorada
una comadreja de un joven muy apuesto, pidi a Afrodita que la metamorfosease
en mujer. La diosa se compadeci de su pasin y la cambi en una hermosa
muchacha, y as que el joven la vio qued enamorado de ella y la condujo a su
casa. Estaban ya en el dormitorio cuando Afrodita, queriendo saber si la
comadreja mudando de cuerpo haba cambiado de instinto, lanz un ratn en medio
de la estancia. la comadreja se olvid de su estad presente, se levant de la
cama y se puso a perseguir al ratn con la intencin de comrselo. La diosa se
irrit contra ella y la devolvi a su antigua naturaleza.
As,
tambin los malos por naturaleza, aunque cambien de estado, no mudan desde
luego de carcter[1].
Y
detengmonos, tambin, en este cuento tradicional entre los fang de Guinea
Ecuatorial que fue recogido en el ao 2004 por Andrs-Manuel Moro Mba, joven de
22 aos originario de Akonibe:
rase
una vez un hombre llamado Nzama Ye Mebegue. Tena una hija, la cual era [la
ms] hermosa de todos los pueblos de Okun. [A] esa hija la dej su mujer
despus del parto.
La
hija creci y creci. Su hermosura lleg por todas partes de los pueblos de
Okun. Y la resonancia fue [tan] tremenda, que lleg [a] todos los monarcas de
aquel entonces.
Lleg
en
la pubertad y pas esta etapa, llegando as a ser una adulta. Un da, a Nzama
Ye Mebegue, sentado en su aba'a, [se le] present un seor de Okun. Dijo el
seor:
─Me
han llegado informaciones [de] que tienes una hija, la cual es muy guapa. [Por]
ello deseo que seas mi suegro, lo que supondra que ser mi esposa en el
futuro.
Nzama
Ye Mebegue se puso de acuerdo en aceptar su propuesta. Le entreg la dote, y
Nzama le prometi:
─Despus
de tres meses, vendrs a recibir a tu mujer.
Tras
un tiempo, vino un segundo [seor], preocupado tambin por su hija. Y a Nzama
Ye Mebegue le pidi que le encantara que esa hija sea su esposa. l tambin
entreg la dote para casar[se] con ella, y Nzama Ye Mebegue le prometi que
viniera despus de tres meses para hacer[se] cargo de su esposa.
Esto
[se] prolong hasta que un tercero y un cuarto pasaron con el mismo fin de
casar[se] con la hija de Nzama Ye Mebegue. Todo esto lo haca Nzama Ye Mebegue
sin el conocimiento de su hija. Una tarde decidi informar a su hija [del]
problema que [se] le avecina. Dijo as:
─Hija
ma, sepas que ya debes ser esposa de alguien. Sin embargo, ya he recibido
cuatro dotes, a sabiendas [de] que tengo una sola hija, que eres t.
La
nia sinti pnico y no habl con su padre. Faltando unos meses para que el
compromiso termine, el omnipotente Nzama Ye Mebegue se meti por los
bosques, recolectando hojas y frutas medicinales. Por la tarde regresa en su
pueblo.
A
medioda prepar un etua, poniendo en los bordes dos troncos del platanero. En
el medio puso unas hojas del mismo pltano. Dentro, sacudi todo lo que trajo
en su ebara. Terminada esa preparacin, llam a su perro, a su cabra y a un cerdo,
que eran de su propiedad. Todas esas especies las mat [transform]. Y llam a
su hija. Todo ese conjunto lo meti en el etua. Lo tap con una sbana de
color negro. Ech unos dos cubos de agua. Y empez a cantar a viva voz, dando
vueltas y vueltas alrededor del etua. Tras cantar y cantar, saltar y
saltar, abri el etua sacando aquella sbana que lo cubra.
Tanto
el perro [como] el cerdo y la cabra, todas esas especies se parecan a la nia,
y no se poda distinguir a cada una de las cosas que estaban en el etua. Nzama Ye Mebegue les
invit [a los animales convertidos en muchachas y a la hija real] a un ligero
reposo, y ms tarde les invit a una cena. Y, despus, cada uno se meti en su
cuarto.
Despus
de un breve descanso por la fatiga del trabajo en el aba'a, lleg uno de los
candidatos:
─He
venido, suegro! El tiempo que me habas prometido vencer de aqu a unos das.
Mi impresin es llevar[me] a mi mujer.
Nzama
Ye Mebegue se dirigi donde estaba la primera de sus hijas:
─Levntate.
Tu marido ya ha venido. Preprate, que enseguida tendrs que marchar.
Advirti
a su hija que les visitara cuando tenga tiempo.
Lleg
otro de Okun despus de unos das. Este segundo salud a su suegro:
─Resulta
que el tiempo que me prometi tendr que vencer de aqu a unos das. [Por] ello
he pensado en venir cuanto antes.
De
repente, llam a su hija y le ense a su marido. Al instante tomaron direccin
al pueblo de su esposo. En los das siguientes llegaron los dems y [se] llev
cada uno a su esposa.
Nzama
Ye Mebegue, sintindo[se] muy cansado, decidi visitar a sus hijas. Un da de
stos emprendi viaje a Okun. Tanto caminar entre verdes prados y arbustos,
lleg en el primer pueblo [en] que estaba su hija casada. Lleg en la casa, y
su yerno no [se] ocult en decirle que su hija es como un perro. El suegro se
dio cuenta [de que se comportaba efectivamente como] el perro. No pudo estar
mucho tiempo Nzama Ye Mebegue, y dej aquel pueblo.
De
nuevo llega en otro pueblo [en] que estaba su hija, tras mucho caminar y con
pesadillas. Al verle, su yerno se asust. Y, ms tarde, le salud y habl a su
suegro, diciendo que su hija es un cerdo, que su comportamiento no es diferente
al de un cerdo. No pudo estar mucho tiempo, y continu su viaje a Okun.
Al
da siguiente, Nzama Ye Mebegue lleg a la otra orilla del ro. Y, entrando en
la casa de su yerno, ste no tuvo otra cosa que decirle ms que su hija es una
cabra por su forma de comportar[se] y de convivir. Entonces el suegro se dio
cuenta [de] que ah se qued la cabra, y no pudo estar mucho tiempo y se fue.
En
ese da, muy de maana llega en otro pueblo. Y su yerno, sentado en casa, vio a
alguien venir. Y, al mirar muy bien, not que era su suegro, y sali a su
encuentro. Con mucha alegra le salud, dicindole que su hija es la ms buena
de las mujeres que ha tenido. El suegro se dio cuenta [de] que ah se qued
la autntica hija suya.
Y
as es cmo Nzama Ye Mebegue regres a su pueblo que le vio nacer.
Frente
a estos dos textos literarios, que estn separados por ms de dos milenios y
medio y por una distancia geogrfica imponente (y frente a otros textos que no
podemos entretenernos ahora en considerar) hice, hace algn tiempo, reflexiones
como estas:
El
hecho de que la versin fang sea ms extensa y ms compleja que sus viejos y
lejanos congneres europeos, empezando por el modelo espico, sugiere que no
deriva por va directa de ellos, sino que enlaza ms bien con el viejsimo
tronco folclrico comn del que tambin habran surgido las versiones europeas.
Es decir, que el cuento fang no es hijo tardo, sino primo lejano, de la fbula
de Esopo. Ello nos enfrenta a un fenmeno extraordinariamente interesante desde
el punto de vista de los estudios literarios: el que un relato documentado en
el frica del ao 2004 exhiba una factura literaria ms elaborada y ms densa
que otro relato de su misma familia documentado en la Grecia de antes de la era
cristiana parece invertir el orden de la crono-lgica y desafiar uno de los
grandes principios del evolucionismo cultural de ascendencia frazeriana, segn
el cual los relatos ms antiguos debieran ser los ms complejos, los ms
perfectos, los ms puros, mientras que los modernos debieran ser simples supervivencias, ecos o reflejos, cada
vez ms plidos y desvados, del modelo primitivo.
El
cuento oral de los fang de Guinea Ecuatorial, que sin ninguna duda podemos
afirmar que es mucho ms complejo, en trminos de potica, ideologa y
simbolismo, que la prestigiossima fbula de Esopo, nos demuestra que, en el
terreno de la literatura oral y tradicional, los rdenes y las taxonomas
lgicas que intentamos los cientficos imponer no valen ms que las hojas que
se lleva el viento de un lado a otro, y que, cuando logramos documentar
paralelismos tan llamativos e interesantes como el que ahora nos ha ocupado, lo
nico que podemos hacer es convertirnos en notarios de ello, en cronistas de
sus analogas y diferencias, y rendirnos a la evidencia de que la voz de la
tradicin es ms aficionada a seguir itinerarios secretos para nosotros que a
dejarse encerrar en las cuadrculas historicistas en que nos gustara verla evolucionar[2].
Se ha
ocupado algn indoeuropesta, de cualquier signo, en cerciorarse de que, igual
que sucede con la fbula espica de la comadreja que se cas temerariamente con
un humano, existe un nmero elevadsimo de cuentos, de relatos, de creencias,
de supersticiones, de oraciones, de conjuros, de canciones, de adivinanzas, de
paremias, que ellos se empean en aislar, en etiquetar y en consagrar como indoeuropeas, aun cuando campan a
sus anchas, vivitas y coleando (no en reconstrucciones con *asteriscos ni en
manuscritos polvorientos) en las voces y en las tierras del frica de hoy? Ha
mostrado algn indoeuropesta algn inters por contrastar el extenso corpus de
fbulas clsicas, supuestamente indo-greco-latinas, que investigadores como
Francisco Rodrguez Adrados han catalogado, estudiado y etiquetado como de
tradicin indoeuropea, con el repertorio de relatos orales que siguen siendo transmitidos,
de viva voz, en frica (o en el lejano Oriente, o en la Amrica indgena) en el
da de hoy?
Probablemente
no. Acaso solo autores tan originales, tan independientes (y tambin tan
polmicos y controvertidos) como Martin Bernal estn incurriendo, hoy, en
atrevimientos parecidos. Pero lo cierto es que el da en que algn
indoeuropesta (de la rama paleoliticista o de la rama neoliticista) lo haga es posible
que llegue enseguida a la conclusin de que la gran mayora de tales fbulas,
tenidas por muchos como aristocrticamente indoeuropeas, tienen primas negras
en nuestra olvidada frica (y en otros sures, estes y oestes olvidados y de
tonos de color muy diversos). Primas que, para colmo, no son slo ms lustrosas
y tienen un aspecto bastante ms vivo y saludable que el apergaminado que
caracteriza a la mayora de las viejas fbulas europeas que conocemos, sino
que, encima, son ms (muchas ms) de las que nosotros tenamos fichadas como
legtimas. Porque resulta que el
corpus total de esas otras fbulas, africanas o de donde
sean, hasta
ahora excluidas, forneas, sin papeles, es mucho mayor que el de nuestro
familiar y legalizado coto indoeuropeo. Lo cual nos lleva a asomarnos,
intentando contener el vrtigo, a otra cuestin inquietante: cuntos de los
relatos que circularon en la Europa antigua quedaron sin documentar, pero puede
que sigan vivos y rozagantes en tradiciones orales que, por supuestamente
bastardas, jams haban sido tenidas ni siquiera en consideracin?
Cmo
encajar, en fin, todo esto dentro de las teoras indoeuropestas
neoliticistas, o dentro de la teora de la continuidad paleoltica, que prefieren
entender las protoculturas europeas como entes claramente definibles y
distinguibles, autosuficientemente europeas ms que hbridamente mediterrneas,
emparentadas, si acaso, con un Asia, con un Oriente, con una India
carismticos, pero vuelta de espaldas a un frica, a un sur, olvidados, faltos
de prestigio?
Otra
cuestin, de no menor relevancia: por qu revisar las pginas de la
bibliografa antropolgica no europea de cualquier monografa de estudios indoeuropestas
neoliticistas o continuistas (permtanseme otra vez las dos palabras) tiene que
equivaler a pasar revista a una bibliografa aeja, secundaria, fragmentaria,
descontextualizada, aunque cmodamente traducida y accesible (Frazer, etc.)
sobre esquimales o sobre polinesios, y no una bibliografa moderna y
actualizada que explore de manera sistemtica, con el detalle con que se
exploran las tradiciones de aqu mismo, los contiguos a nosotros mundos
lingsticos y culturales (frica, Oriente Medio) que ambas eurocntricas
teoras han dejado en los bordes mismos, pero por fuera, de su horizonte de
exploracin? Y, adems, por qu, cuando la antropologa resulta que es la
ciencia elegida, por los estudiosos de ambos indoeuropesmos, como herramienta
fundamental de anlisis, queda tan superficialmente tratada, tan a la ligera
citada, tan poco aprovechada y actualizada en lo que se refiere a sus mtodos,
planteamientos, alcances?
Porque
resulta evidente que ncleos bsicos (las cuestiones del parentesco, del
totemismo, de la religin, del mito, etc.) de las argumentaciones de ambas
escuelas no estn suficientemente apoyados (ni muchsimo menos) sobre la
inmensa, muy densa, complejsima, a menudo tambin enfrentada y polmica,
bibliografa que la ms avanzada antropologa actual ha generado sobre todas
esas cuestiones y sobre muchas ms. Pinsese que un autor tan bsico y tan
reconocido como Lvi-Strauss, con sus cruciales teoras sobre el totemismo o
sobre el parentesco (inclyanse tambin las obras de sus seguidores, de sus
crticos y de sus refutadores), ni siquiera aparecen ni en la bibliografa de
este libro ni en la de otros de esta escuela ni de la escuela rival, que tantas
pginas dedican a los ttems, a los tabes, a los eufemismos, a los parentescos
hombre-animal que creen cifrados en el (proto)lxico europeo. Y tngase en
cuenta, tambin, que muchos otros antroplogos e historiadores de las
mentalidades de fama tambin internacional y de cita profusa en el campo de las
ciencias sociales podran venir como anillos a los dedos de muchos captulos de
Zonimos ancestrales. Por ejemplo, Jean-Claude Schmitt, cuyo precioso
libro Le Saint Lvrier. Guinefort, gurisseur denfants
depuis le XIIIe sicle (1979), que est traducido al
espaol (La hereja del Santo Lebrel. Guinefort,
curandero de nios desde el siglo XIII, 1984), tantas
pistas fabulosas podra ofrecer sobre, por ejemplo, la etimologa de can (y sobre la de cancula o das del
perro), que ocupa algunas de las reflexiones centrales
de Ballester.
Otro
interrogante ms: qu necesidad hay de construir un eruditsimo, exigente,
comprometido edificio intelectual, como es el que construye el profesor
Ballester, sobre las orillas de un mar proceloso cuyas aguas se pierden
enseguida en una bruma inescrutable, cuando otros autores, como Gian Luigi
Beccaria, autor de libros de referencia, como I nomi
del mondo. Santi, demoni, folletti e le parole scomparse (2000), o como Tra le pieghe delle parole. Lingua, storia, cultura (2007), se contentan con edificar, sobre un territorio alejado de las
oscuras corrientes de la especulacin protolexical, a prueba de tentaciones y
de msticas de orgenes, resguardado de paleolticos y de neolticos ms
soados que cabalmente reconstruidos y reconstruibles, basndose en una
erudicin lingstica y cultural acaso ms prosaica pero no menos convincente,
monografas que dejan muchos menos flancos al descubierto y que ofrecen
enseanzas menos basadas en el uso del *asterisco y del condicional?
A todas estas preguntas, que dejo en el aire por si de
algn modo pueden contribuir al debate y a la reflexin sobre los objetivos y
los mtodos de nuestra ciencia comn, han de seguir varias afirmaciones.
La primera es que Zonimos ancestrales, el libro del profesor Ballester que est sirviendo de plataforma y de
hilo conductor de estas reflexiones, est lleno de observaciones muy
sugerentes, de datos cientficos valiossimos, de una erudicin viva y fecunda.
Muchas de sus aportaciones y de sus reflexiones son perfectamente vlidas y
aprovechables, algunas brillantemente irrebatibles, como lo son los trabajos de
tantos otros esforzados estudiosos (de la escuela de la continuidad paleoltica
o de la escuela indoeuropesta neoliticista) que le
han precedido. Ms, eso s, en las distancias cortas de la documentacin y de
la interpretacin lingstica, en que su erudicin y competencia le permiten
moverse como pez en aguas conocidas, que en las distancias largas en las que es
preciso recurrir al auxilio de una antropologa no suficientemente dominada, y
arrojarse a las olas de una especulacin prelingstica en que cualquiera, y no
solo l, corre el riesgo de naufragar.
Yo, personalmente, aunque no tengo ningn medio para
probarlo, creo que entra dentro de lo razonable, incluso de lo muy razonable,
que, como afirman el profesor Ballester y sus colegas, una gran parte de
nuestro lxico, de nuestras creencias, de nuestros relatos, de lo que hoy
muchos llaman despectivamente —olvidando su altsimo valor de indicios de cultura— supersticiones, poseen races viejsimas,
que no tienen por qu quedar detenidas en el tope de un Neoltico importado
supuestamente a Europa a ua de caballo, y que pueden remontar a mucho ms
atrs y a escenarios y a condiciones mucho ms diversos. De hecho, para la gran
mayora de los que estudiamos hoy comparativamente los mitos, las leyendas o
los cuentos, la idea de una cultura indoeuropea trada por fuerza de Asia en el
Neoltico resulta absolutamente extraa e inoperante. Basta con analizar la
dispersin de variantes de los tipos cuentsticos que clasifica el reciente
catlogo de Hans-Jrg Uther, The types
of International Folktales. A Classification and Bibliography, Based on the
System of Antti Aarne and Stith Thompson (Helsinki: Suomalainen Tiedeakatemia-Academia Scientiarum Fennica,
2004), para comprobar que los conceptos de Neoltico y de Paleoltico, y
los supuestos marcos cronolgicos que ofreceran a los relatos, estn sencilla
y merecidamente ausentes del catlogo. Igual, y eso es quiz ms significativo,
que no tienen cabida en l los conceptos de Europa ni de Indoeuropa, porque
la inmensa mayora de los tipos cuentsticos que hay documentados muestra una
dispersin geogrfica que no reconoce, ni se atiene ni se somete a tales
etiquetas.
Lo que muchos sospechamos,
cuando repasamos los atlas de dispersin geogrfica de los relatos
tradicionales, es que bastantes de ellos pueden tener ancestros inslitamente
viejos, prehistricos y preliterarios sin duda, y que nada tendra de extrao
que algunos (quiz muchos) viniesen del perodo que llamamos Paleoltico,
mientras que otros podran proceder de lo que hemos acotado como Neoltico,
hubiera o no entonces invasiones masivas de pueblos asiticos.
Pero cuidado: tampoco habra
de extraar que algunos relatos, incluso algunos documentados en continentes
diversos, fuesen mucho ms jvenes en trminos relativos y en la mayora de las tradiciones en que se han
registrado. Ah est, por ejemplo, el de Caperucita Roja (nmero 333 del catlogo de
Aarne-Thompson-Uther), que aunque parece contar con algn curioso e inseguro
antecedente medieval[3],
explot demogrficamente
e inund el mundo de versiones en fechas muy tardas, a partir solo de la
publicacin y de la veloz popularizacin de la versin de Charles Perrault en
1697.
Vivimos en un mundo en que
las palabras y los relatos nacen, se transforman y mueren, viajan, se contagian
y se retraen, con muy escasos orden, norma, sistema y previsin, por mucho que
nos pese a los fillogos. Reconstruir sus pasos, aun armados de cmodos y
tramposos condicionales y *asteriscos, o de estrategias tan prcticas pero tan
cuestionables como la de imaginar una *Europa o una *Indoeuropa monolticas,
impermeables, aisladas del resto del mundo (sobre todo del mundo del sur), es
tarea harto difcil, posiblemente vana e imposible cuando los rastros se
adentran en la bruma de un pasado cuyas palabras borr el viento. Vivimos en un
mundo en que el intercambio de palabras y de relatos entre compaas hechas y
enseguida deshechas en un viaje, en un retiro, en unas vacaciones, ha dado
lugar no solo a obras literarias como los Canterbury Tales de Chaucer o el Decamern de Boccacio, sino que ha moldeado,
tambin, la propia biografa cultural, el propio repertorio de palabras y de
relatos, hbridos, cruzados, promiscuamente multidireccionales, que atesoramos
cada uno de nosotros. Vivimos en un mundo, en definitiva, en que hace cuatro
siglos pocas personas (unos cuantos miles de campesinos de la zona
francoalpina, posiblemente), saban quin era Caperucita Roja (o un ser de ese
tipo), y en que, desde hace tres siglos, al azar de modas editoriales y de
xitos comerciales que nadie entiende muy bien cmo explotan, cientos de
millones de personas de todo el mundo han acogido en su memoria y han
contagiado a sus vecinos el nombre y el relato de Caperucita Roja. Tiene sentido que, en un territorio
tan inestable, queramos imponer nosotros a las palabras y a los relatos, con
afn generalizador, denominaciones y fechas de origen, certificaciones de
etapas, sellos que den cuenta de la emigracin de un lugar a otro,
nacionalidades y edades tan monolticas como las de Europa, Indoeuropa,
Paleoltico o Neoltico: marcas, todas, que, en cuanto escarbemos un poco o
miremos a nuestro alrededor, veremos desbordadas por la realidad, o no
corroboradas por las evidencias? Hay alguna razn que impida que algunas o
muchas de las voces a las que atiende el profesor Ballester en su libro, o de
las que estudiaron los fillogos que defienden el indoeuropesmo ms clsico,
lleven implantadas solo tres siglos (y no treinta o trescientos) en la
tradicin del pueblo de Cuenca o de la aldea de Granada en que modernamente se
ha podido documentar como supuesto endemismo dialectal, simple y llanamente
porque fue entonces cuando alguin o algo la contagi?
Pese a todas estas dudas, inquietudes y reflexiones,
suscitadas menos por este libro en concreto que por el paradigma general de los
estudios indoeuropeos, que se asientan sobre una idea clave, *Indoeuropa, que
soy incapaz de reconocer como ente lingstico o cultural, ni paleoltico, ni
neoltico), ni histrico ni real, Zonimos ancestrales me parece un libro comprometido, arriesgado, valiente, provocador, que
rebate de modo convincente algunos de los puntos ms obviamente dbiles de las
teoras indoeuropestas convencionales (la del papel que el caballo asitico
jug en las supuestas invasiones y colonizaciones de Europa y en el modelado de
su cultura, por ejemplo), que contribuye a poner en cuestin viejos mitos
cientficos o quizs pseudocientficos, sobredimensionados y sobreexplotados
(los del indoeuropesmo neoliticista acuado a
partir del XVIII), que era y es preciso revisar, y que abre caminos y escruta
horizontes que en el futuro comprenderemos no del todo (eso desde luego) pero
s mejor.
Cuando la filologa sea mejor aliada de la antropologa (y
viceversa), y cuando los cientficos de Europa, adems de embarcarse con tanto
ardor y tan pocas brjulas en el mar de las especulaciones lingsticas con
*asteriscos y con condicionales, vuelvan su mirada hacia (como mnimo) el norte
de frica y el Oriente cercano y medio que estn al otro lado del breve y vivo
Mediterrneo, y puedan apreciar y definir mejor, gracias al conocimiento y al
contraste con nuestros otros vecinos, quines
fuimos y quines somos los europeos.
[1] Fbulas
de Esopo. Vida de Esopo, ed. P.
Bdenas de la Pea (Madrid: Gredos, reed. 2001) Fbulas nm. 50.
[2] Vase, sobre todos estos
textos y su anlisis, Jos Manuel Pedrosa, "La bestia metamorfoseada en novia: una fbula de
Esopo, un relato del Calila e Dimna, y un cuento de los fang de Guinea
Ecuatorial", Orfrica I
(2005) pp. 49-60.
[3] Vase Susana Gonzlez Marn, Exista Caperucita antes de Perrault? (Salamanca: Universidad, 2005).