Ballester, Xaverio. Vendr el Coco y Te Comer. Culturas Populares. Revista Electrnica 5 (julio-diciembre 2007).

http://www.culturaspopulares.org/textos5/articulos/ballester.htm

 

ISSN: 1886-5623

Recibido: 01/11/07    Aceptado: 14/11/07

 

 

 

Vendr el Coco y Te Comer

Xaverio Ballester

Universitat de Valncia

 

Resumen

La raz de coco —el clebre personaje asustanios del folclore peninsular— podra relacionarse con la raz cltica *kokk– rojo. Tal significado explicarase por metonmica asociacin —va el color de la sangre y por razones tabusticas o culturales— con el dios de la guerra Marte o su correspondiente variante cltica.

Palabras clave: folclore, etimologa, lenguas clticas.

 

Abstract

The name of coco —a kind of ghost or monster which, according to Spanish folklore, is supposed to eat the children who do not want to sleep— could be related to the old Celtic root *kokk– meaning red. This meaning was applied in ancient times to the god of war Mars or to his Celtic counterpart[s]. Of course, the colour of blood was probably the main reason for this metonymic association.

Keywords: folklore, etymology, Celtic languages

 

 

Durmete, nio, durmete

Y

a, / que vendra el coco / y te comer, as una quiz la ms popular ―y amenazadora― de nuestras canciones de cuna. En otros lugares de Espaa el mismo arrullo se canta letreando un viene en vez de vndra, seguramente para hacer coincidir el acento de palabra y el ictus o tiempo fuerte del comps, que con vendr queda en verdad distorsionado. Sin embargo, aqu un futuro cual vendr es sintcticamente ms correcto y esperable (cf. el siguiente comer) y el desajuste entre acento de palabra e ictus rtmico o musical es, por lo dems, muy comn en la poesa y en la msica, mxime en la msica y poesa populares; bastar al respecto recordar canciones aquellas nuestras como la de quisiera ser tan alta/ como la lun [...] par ver los soldados de Catalu o la de eres alta y delgada/ como tu madr/ moren salad y tantas otras. En realidad la tal distorsin acentual se conforma como un recurso histricamente considerado bien legtimo en nuestra mediterrnea tradicin al menos desde la poca romana, pues dicho expediente fuera empleado regularmente en la poesa latina clsica. El nico caueat para este tipo de disociaciones consiste en cuidarse de que la nueva acentuacin rtmica no provoque confusiones con otros trminos; confusin que ciertamente no acontece en los citados casos de lun, Catalu, moren, salad o nuestro vndra.

         Como fuere, no ser aquel vndra ―o vendr o vieneel objeto aqu de nuestro examen, sino la amenazante figura del coco, personaje que tradicionalmente en Espaa y en tantos pases de hispnico hablar ha tenido aterrorizados a millones de bebitos, bebs, infantes e infantones durante un nmero de siglos an por determinar, un coco que nos ha tenido amenazados an desde otras canciones de cuna como en aquella con la estrofa durmete, nio mo,/ que viene el coco/ y se lleva a los nios/ que duermen poco recogida por Calvo y Prez (2003: 17), estribillo que con las pertinentes variaciones encontramos en otros lugares, como en la cantinela asturiana drmete, miou neno,/ que vn el coco/ a llevar los nenos/ que durmen pouco, mbito donde el coco es descrito como un gigantn de ojos como el fuego, boca de espuerta, estmago descomunal, muy peludo y negro como el tizn, que acta por las noches, llevndose a los nios que no comen bien (Fernndez s.d.: 41). Pero quin es en realidad ese malvado secuestrador y pedofgico siue engullidor de bebitos coco que viene [por las noches] a comerse a los nios que no se quieren dormir? y sobre todo, si ha de venir de dnde viene?

La primera acepcin que con coco viene, sin embargo, a las mientes de la mayora de los actuales hispanohablantes, es con probabilidad una notoriamente bien distinta: la del refrescante fruto tropical de tan buen olor y mejor sabor, la del tan singular manjar de degustacin preferentemente estiva y festiva, pues el coco no es producto autctono sino extico y del trpico, un producto ultramarino y colonial. De hecho, parece bien seguro que la acepcin del coco que comen nuestros nios procede de la del coco que a nuestros nios se come. La transferencia vendra va metafrica y motivada en y por la semblanza que se crea o quera ver entre el refrescante manjar y la supuesta cabeza del malvado coco tradicional, pues se recordar que el coco tropical presenta regularmente junto a un tamao asaz similar al de una cabeza humana unos pelachones ciertamente semejantosos a los de un individuo peln, todo lo cual, junto a alguna eventual protuberancia a modo de nariz o mentn o bien alguna concavidad a modo de ojos o boca, puede en verdad propiciar la figurada analoga visual con un tipo feo, obscuro y mal encarado, como, segn la tradicin, deba de ser nuestro vernculo e hipntico coco. As resumidamente y para decirlo en palabras de Juan Coromines (1996: II 111 s. coco I), el fruto del cocotero habra recibido el nombre del monstruo infantil por comparacin de la cscara y sus tres agujeros, con una cabeza con ojos y boca, como la de un coco o fantasma infantil, y ya el rabe Abenbatuta [...] insiste en el ao 1330 en esta notable semejanza.

 

Estivo uso de festivo luso

Propiamente, sin embargo, la promocin de tal nomenclatura referida al radical fruto tropical no se debera a las lingsticas costumbres de hispanos, sino a usos de lusos, en concreto de los navegantes y comerciantes portugueses de finales del siglo XV. Siempre segn Coromines (1996: II 110s s. coco I), en efecto, el cocotero procede de las tierras ribereas del Ocano ndico, aunque se extendi por el Pacfico [...] Bautizaron su fruto los compaeros de Vasco de Gama en 1498 [...] el vocablo debi ser inventado por los portugueses durante su primera visita a la India, en cuyos idiomas no se halla palabra alguna anloga a coco. Ciertamente estudios ms recientes han confirmado el origen del cocotero en el rea sudasitica y sudpacfica occidental, demostrando que especies estrechamente emparentadas existieron todo a lo largo de la costa meridional del mar de Tetis [...] y que la Cocos nucifera result manifiestamente domesticada en el sudoeste de la Asia insular y en el Pacfico sur (Mahdi 1998: 394).

Y en verdad estudios ms recientes han confirmado tambin que en las lenguas habladas donde se origin tal fruto, no se halla palabra alguna anloga a coco, de suerte que el origen ibrico del trmino estara reconfirmado por la circunstancia de que el correspondiente vocablo para coco[tero] en dichas lenguas presenta fisonoma bien diferente. As, parece claro que la mayora de las lenguas austronsicas heredaron una preforma comn ―aproximadamente *niaur o algo similar― que explicara trminos cuales, entre otras, neula en tavara, ni en pancumu y vogeo, nioy en ivatano, niu en agomes, arosio, bugotu, engela, havayano, motu, musau, paama, rotuma, saha, sesaque, sinaugoro, tongano, vaturanga, ulava y uvea, niuh en isinay, niuk en caiva, niukka en talaude, niul en numbamio, niula en molima, niura en are, niuy en mahanyano, niwe en savay y sobei, niwer en camariano, niwi en maquiano y miaifuine, niyog en tagalo, niyg en aclann, niyok en chamorro, niyg en hanunoo, nol en simalur, nu en cusaye y lifu, nuo en soboyo, nyu en antiguo javans o iu en savu (uide Mahdi 1998: 395). El conocimiento y cultivo del rbol debi de llegar a la India probablemente desde Ceiln (Mahdi 1998: 396); de hecho, en las lenguas dravdicas el trmino correspondiente consiste en un compuesto de las voces para fruto y sur, as por ejemplo y omitiendo algn signo diacrtico en la transliteracinten kāy en cota, tengāy en cannada, tēnkāy en tamil, tenkāya en telugu o tennankāy en malayalame, voces que, como se ve, tampoco ofrecen similitud fontica con nuestro coco. 

         Por otra parte, de hecho, tambin coco ―as, por ejemplo, en la popular locucin de comer el coco a alguien por convencer totalmente a alguien – anular la voluntad de alguien – hacer cambiar la opinin a alguien― pasa en el coloquial hablar por chocarrero sinnimo para cabeza a partir, otra vez, de la similitud con el producto del cocotero, de modo que, al menos en esta trada de acepciones para el monstruo, para el fruto y para la cabeza, la antigua y bsica acepcin sigue siendo la primera, como lo es tambin ―y ms translcidamente― para una directa cuarta acepcin que tiene el trmino de persona fea o mala y que inspira desprecio o pavor.

         Todo el asunto nos introduce de rondn en un tema lingstico tan obvio como capital cual es el de la sincrnica sinonimia o variedad de significados para un mismo trmino en un momento dado, contingencia que, como en el caso de nuestro coco, se plasma diacrnicamente muchas veces en una tambin banalsima pero no menos ilustrativa metasemia o transferencia de significados, un viajar ―como de costumbre, va la metfora de la similitud o va la metonimia de la contigidad― de una acepcin a otra, de un significado a otro, porque los significados se desplazan, y desplzanse mucho y de todas las formas posibles, y se desplazan tanto que a veces ya no se reconoce o recuerda su punto de partida, de modo que, a falta de la oportuna documentacin histrica, la originariedad de un significado no suele ser tan fcil de detectar como en el caso de nuestro coco, por lo que se hace menester recurrir a otros protocolos metodolgicos. Voici un siniestro ejemplo.

 

Verdugo que da la vida, verdugo que da la muerte

La mayora de los contemporneos hablahispnicos tampoco reconocern para verdugo otra acepcin que aquella popularizada por la famosa pelcula El Verdugo (1963) de Luis Garca Berlanga, a saber, la del funcionario encargado de ejecutar, ay, la pena de muerte. Sin embargo, la voz verdugo posee ―como, por cierto y contra la creencia popular, suele ser lo habitual en las lenguas― numerosas otras acepciones, entre ellas, la probablemente bsica y prstina de renuevo – tallo – brote. Cuando la inexistencia de decisiva documentacin impide acceder a determinar con relativa certidumbre el significado bsico de una palabra, existen ciertos indicios o criterios que orientativamente pueden ayudarnos a alcanzar tal propsito. Aqu estara en primer lugar el grado de naturalidad con el que se manifiesta la motivacin de un trmino, pues ―y lo repetiremos una vez ms― las palabras no son ―digan lo que digan los estructuralistas― producto de la arbitrariedad sino de la convencin, y una convencin en lo posible econmica y, por tanto, motivada. As pues, la referencia a su vistoso color verde parece una motivacin bien natural ―como toda la visual o visualizable― para un renuevo o brote de rbol, mientras que no se atisba una relacin tan natural entre lo verde ―o el timo correspondiente― y el ejecutor tipo berlanguiano.

         En segundo lugar, la acepcin originaria suele ―pero simplemente suele― presentar una mayor derivacin lxica, aunque a veces esta quede reducida a un argot muy especfico o se haya conservado slo en dialectos ms o menos perifricos, reservas lingsticas que habitualmente constituyen los mejores museos arqueoglotolgicos de un continuo lingstico. As, por ejemplo, alinendose con la acepcin arborcola para verdugo encontraramos al menos verdugal para un monte con tallos nuevos, verdugn como prctico sinnimo de verdugo brote o verduguillo para un listn de madera. Bsicamente en este atender tanto a la deteccin de la motivacin de un trmino en una lengua cuanto simultneamente a la densidad morfolgica y frecuentemente tambin lxica de una raz en esa misma lengua consiste el criterio elaborado por Alinei y denominado ms recientemente (1996: 264) de densidad [morfo]semntica, criterio ciertamente til para la deteccin del origen local y temporal de aquellos trminos que, como vimos, suelen peregrinar de una lengua a otra.

         En tercer pero no postrer lugar, un buen indicio a la hora de determinar el valor primario de una palabra constityelo tambin el grado de concrecin ―pero de concrecin fsica y real― de su significado, pues resulta que de modo general y muy regularmente lo concreto, como de motivacin ms natural por visual, suele ser ms antiguo que lo abstracto. As, por ejemplo, parece algo ms fsico o propio de la phýsis o naturaleza una directamente tangible entidad arborcola antes que una abstracta determinada ocupacin, profesin o funcin social, aunque sea la de una tambin tangibilsima entidad humana o persona.

         Adems suele an existir otra serie de pistas o indicios para poder atisbar la valencia primera de un trmino. Obviamente la mayor antigedad de un referente, en el caso de que esta se d o pueda establecerse, sugiere invariablemente la mayor antigedad de esa acepcin. As, por ejemplo, patente es en nuestro caso que histricamente los renuevos de rboles han precedido en millones de aos a la aparicin de la sufrida y sufriente profesin de punidor.

         Igualmente, no cabe olvidar el criterio, llammosle, de irreciprocidad, en el sentido de que habitualmente podremos explicar slo una acepcin como derivada de otra y no nos encontraremos en situaciones en las que dos significados puedan, al tiempo, ser explicados como derivado el uno del otro y el otro del uno. As, por ejemplo, este ltimo criterio se manifestara, en concreto, en el poder explicar el verdugo ejecutor ―seguramente va la intermediaria acepcin para verdugo de vara – mimbre – objeto flexible y especialmente apto para el azote― a partir de verdugo tallo en la idea de que histricamente el encargado de ejecutar azotes sirvirase de un verdugo tallo – vara para cumplir su cometido, mientras que no se ve tan claramente va cul metfora o natural metonimia pudo pasarse del valor de ejecutor [de azotes] al de vara – tallo, salvo ciertamente por una menos frecuente metonimia desde el agente humano al instrumento por ste empleado.

         Tambin, en fin, aquel criterio de la densidad morfolgica, lxica y semntica puede ampliarse con el de la densidad y congruencia de la motivacin en el sentido de comprobar el grado de alcance y adecuacin del timo establecido para referentes afines. As, por ejemplo, adscribir el verdugo tallo al timo de verde con su motivacin, en ltima instancia, cromtica resulta mucho ms congruente que adscribir directamente al mismo timo el verdugo ejecutor y de hecho encontramos aquella motivacin para un buen nmero de referentes arborcolas o afines en formas hispnicas cuales verdal para una variedad de frutas, verdear y verdecer para cuando comienzan a brotar plantas o sembrados, verdn para una tierra con plantas recin brotadas, verdinal para humedales, verdor para la lozana de las plantas o verdura para muchos vegetales comestibles.

         Todos y cada uno de estos criterios en mayor o menor medida y con menor o mayor nitidez convergen, pues, independientemente en la idea de que fue aquel verde verdugo o brote que daba la vida al rbol, del que se parti para llegar a la hoy acepcin ms usual del verdugo o ejecutor que, por social dictamen, da la muerte a otro humano.

 

De cuescos, agallas y pepitas

Establecido por razones ya simplemente histricas la prioridad del valor de monstruo infantil sobre el fruto, queda por determinar en coco, si ello es posible, su etimologa y consecuentemente su motivacin. Comenzando nuestro anlisis con la puritita formalidad, cabe ciertamente reconocer que en /koko/ salta a la vista ―o, ms exactamente, al odo― la tpica secuencia iterada de consonante – vocal que encontramos en tantas otras formas onomatopyicas, cual cuc, expresivas cuales chichi o pipi, infantiles cuales pap o mam o en los tres o dos conjuntos a la vez. A tal fin una primera pista sera, pues, la forma misma del trmino, la cual aparentemente podra contener una onomatopeya. Tal el parecer, por ejemplo, de Moliner (1997: I 655 s. coco), quien remite a una base coc– de la que dice Raz expresiva que se encuentra en las palabras coca y coco con que se nombra la cabeza y cosas relacionadas con ella (1997: I 652 s. coc–), claro que la ilustre lexicgrafa no especifica por qu un segmento como /kok/ puede resultar expresivo para una cabeza o cosas relacionadas con ella. En esa misma lnea Coromines (1996: II 110 s. coco I) considera tambin la forma voz de creacin expresiva amn de probablemente paralela pero no descendiente de la voz helnica kkkos (κόκκος) huesecillo – cuesco – pipa – pepita aadiendo que ambos vocablos y otros anlogos de muchos idiomas pertenecen originariamente al lenguaje infantil, afirmacin que ―y para los ambos vocablos― dista[ra] mucho de estar demostrada. Ya en concreto en cuanto al origen del coco infantil sostiene nuestro ms reputado etimlogo que dbase a la comparacin de la cabeza esfrica del coco, groseramente figurada, con uno de los numerosos frutos que llevan este nombre en iberorromance de modo que coco habra sido primeramente un nombre infantil de agallas y otros frutos esfricos europeos, por los cuales se aplic al fantasma infantil, y a su vez, partiendo de ste, se bautiz el fruto del cocotero (Coromines 1996: II 111 s. coco I). A esta argumentacin pueden hacerse al menos tres objeciones bsicas. Veamos.

            En primer lugar, no se ve con nitidez por qu /koko/ o algo similar deba ser necesariamente una voz expresiva para pequeos frutos esfricos o quasi esfricos. Sin embargo, Coromines (1996: II 111 s. coco I) llega incluso a ver aqu una raz onomatopyica en iberorromance. Ahora bien, si muy probablemente nadie discutira una posible motivacin onomatopyica en el latn coccus gallo (cf. francs coq), mayor imaginacin se necesitara, desde luego, para detectar onomatopeya alguna en mudos cuescos ―los de las frutas― u otros similares productos esfricos. O casi esfricos. En lugar segundo, precisamente eso: algunos de esos frutos a los que se aplica el trmino coco o voces expresivas similares resultan ser, como las pepitas, precisamente poco esfricas, poco redondas; Coromines (1996: II 111 s. coco I) aduce, por ejemplo, coca bugalla grande en el gallego de Tuy o cuco lapa en gallego septentrional y slo formas extrahispnicas citadas y aunque alejadas a veces en significado, cuales el francs coque cscara de huevo, el italiano ccco o cucco huevo o el sobreselvano coc hueso de fruta, presentaran el exigible requisito de redondez. En tercer lugar y siempre suponiendo cabeza esfrica para el coco infantil, la extraordinaria diferencia de tamao entre algo as como una pepita y el cabezorro ms bien espectacular del coco infantil ―y, por otra parte, comparable sin duda al tamao del coco del cocotero― hace en principio bien opaca la razn por la que se habra podido materializar una tal analoga. Con razn matizaba Coromines aquello de que la cabeza del coco deba ser groseramente figurada. Y tan groseramente para dejarla poco esfrica y ms reducida que la cabeza de un jbaro. Por cierto, aqu cabra mencionar a ttulo de inventario la variante cuco para nuestro monstruoso coco, forma que, aunque claramente secundaria y probablemente caricaturizada por influencia del cuco pjaro, resulta bastante comn en Hispanoamrica.

 

Coqueto coco gestual

Nada verosmil nos parece asimismo la antigua propuesta de Ortiz (1929: 298), quien asignando a coco un indudable origen africano supone que el vocablo pas a Espaa desde frica y las Indias Occidentales, gracias a los numerosos negros bantes que influyeron en el lenguaje espaol. Tampoco tiene grandes dudas en relacionar Ortiz (1929: 297) nuestro coco infantil con el coco gesto – mueca y el cocar o hacer ademanes halagadores – hacer seas cariosas, aunque a simple vista se aprecia la dificultad de conciliar el sentido pavoroso del monstruoso coco infantil con el halagador y carioso del coqueto coco gestual. Sin embargo, es esta tambin la opinin recogida todava en la edicin electrnica del Diccionario de la Real Academia Espaola que para coco y junto a la primaria acepcin de fantasma con que se mete miedo a los nios ofrece la de gesto – mueca remitiendo as adems al mismo coco tanto el cocar como el hacer cocos. Como de costumbre, en las pesquisas etimolgicas el espigueo, a la bsqueda del eslabn perdido, por la concatenacin de lenguas y dialectos puede siempre proporcionarnos pistas de inters cuando no pruebas definitivas. En ese sentido el, por ejemplo, cuclada guio – pegada de ojo – siestecita de la conservadora fabla de Monflorite (Escudero 1995: 31s) o los clucad[et]a sueecito y el clucar el gello o guiar el ojo de la tambin conservadora fabla de Gistan (Mott 2000: 96 s. clucada y 154 s. gello) as como el valenciano clucar guiar o el cataln [ull] cluc [ojo] cerrado e incluso el francs clin dil guio – pestaeo apuntan tanto a un originario sentido guio para el gestual coco espaol y su derivado cocar cuanto a una raz con base fnica sinestsica (*cluc– o *cloc–) del tipo que, por ejemplo, encontramos en los internacionalismos ingleses click o aun clip.  

Convendra, por otra parte, tambin acaso inquirir la etimolgica vecina pista portuguesa, ya que, como vimos, la voz al menos en la acepcin de fruto del cocotero es tradicionalmente ―mas no anempricamente― adscrita a este sociolingstico mbito. De hecho el Diccionario de la Lengua Espaola en su vigsima primera edicin de 1992 as como en la edicin electrnica de estas fechas (= 2007) an remite nuestro coco al portugus cco, fantasma que lleva una calabaza vaca, a modo de cabeza. De nulo valor ―y en su forma y en su significado― nos parece la hiptesis recogida por Machado (1987: V 174 s. coco) de un origen a partir del latn calcāre pis[ote]ar, en portugus calcar tambin pis[ote]ar, por ser supuestamente nuestro y su coco un ser fantstico que nos pisa (calca) en el sueo, causndonos pesadillas. Ahora bien, la vecina pista portuguesa podra ser indirectamente til al menos en su remitir ―si, como parece, no hay aqu una base latina― a alguna celticidad. Siempre y cuando, claro es, uno crea en el esencial celtismo de las lenguas de antiguos lusitanos y galaicos y no desee hacer prosperar el origen de estas hablas desde ilusorias invasiones de [pre]itlicos.

Partamos, pues, otra vez de la forma. Pues bien, si esta no es onomatopyica y contiene una voz patrimonial, mientras la /k/ inicial apenas podra representar otra cosa que una antigua /k/, la segunda /k/, la /k/ intervoclica debe de ser primariamente el resultado de una secuencia geminada /kk/ o eventualmente de una secuencia de otra consonante ms /k/, opcin esta que sobre todo a tenor precisamente del testimonio portugus cabe considerar muy poco probable, ya que en tal caso esperaramos ms bien una resolucin tipo /ik/ ―en concreto [jk]― y no /k/. En cuanto al vocalismo, cumple anotar que la primera /o/ podra proceder de una misma /o/ larga latina o latinizada o bien de un diptongo /au/, siendo en principio de menor relevancia el origen de la segunda /o/, explicable como la tpica adaptacin morfolgica regularmente procedente, en suma, de una antigua /u/ breve latina o de procedencia afn. Todo ello nos dara, por tanto, una potencial base */kokk–/ o */kaukk–/. Y puesto que la pista onomatopyica parece inverosmil y la pista latina parece exhausta, no cabe sino mirar en la celticidad de substrato. Y aqu nos encontramos con una sorpresa, una raz que por forma y significado bien parece cuadrar a nuestro coco.

 


Escarlata, carmes y bermelln

En efecto, un cocos o coccos con el sentido de escarlata – rojo es forma bien reconstruible en glico a partir de testimonios cuales ―siguiendo a Delamarre (2003: 120s s. cocos, coccos)― los antropnimos Cocus y Coccus o los derivados Cocca, Coc[c]illus, Cocidius, Cocilla, Cociru, Cocurus o Cocusia. La extensin de esta voz en las lenguas clticas, con verbigracia crnico y gals coch rojo, antiguo irlands coic rojo haran difcil ―aunque, cierto, no imposible― retrotaer directamente la forma glica hasta el griego kkkos huesecillo – cuesco – pipa – pepita – quermes – cochinilla; por su parte, el equivalente latino, coccum, de la forma helnica recin citada abre la posibilidad de que el latn copiara en realidad de una lengua que en ltima instancia no era la helnica, ya que en latn no slo se dan los valores ms restrictos de quermes – gusanillo – grano para teir de escarlata – escarlata, sino tambin un inesperado gnero neutro ―pues el masculino coccus es tardo― que no cabra esperar de haberse tratado de una directa copia del griego kkkos.

En cuanto a la cuestin de por qu el personaje infantil habra recibido el nombre de [el] rojo, otra vez Delamarre (2003: 120s s. cocos, coccos) resulta utilsimo al recordarnos que el trmino constitua un apodo de Marte, ya que el rojo es el color guerrero por una obvia asociacin metonmica con la sangre y, por tanto, con la muerte, de modo que resulta fcil comprender por qu una alusin al rojo poda causar pavor a insomnes infanzones. As pues, el coco, el rojo habra sido una elptica, elusiva y acaso tabustica nominacin para el ms sanguinario y violento de los dioses del antiguo panten latino, deidad a la que celtas y romanos debieron de asimilar la correspondiente divinidad cltica. De hecho, como acabamos de ver, suele atribuirse tambin este timo al tenimo Cocidius, dios venerado en la antigua Britania y al que los romanos asimilaban a Marte en virtud de la asociacin de ambos a la caza y a la guerra (Galloni 2006: 285s). 

La asociacin entre el cruento Marte y el rojo sanguneo o bien perdur al menos hasta finales del s. XIII o bien era tan obvia y natural que reemergi en este perodo, pues, en efecto, en su obra supra phisonomiam su autor, conocido o identificado como Guillermo de Aragn (Phis., epil. 215), recuerda que el ―rojizo― planeta Marte hace rojizo al nacido (Mars facit natum rubei coloris; uide la edicin de Val 2006: 383). Acaso tambin el Martu del Piamonte o gatn negro con los ojos como brasas (Canobbio 2006: 136), marido de la gata Marel[l]a ―o acaso tambin originariamente Martel[l]a?― y homlogo de nuestro coco en aquellos lares, remonte, en ltima instancia, al latino Marte–, cabiendo aducir para la terminacin en –u las pertinentes formas om, ome u omu [del sac] que para hombre [del saco] encontramos como derivadas del latino homĭne– hombre en este mismo mbito lingstico.

 

Los mritos del roble

Por ltimo, la extraa y aparentemente autnoma doble emergencia greco–cltica del trmino y la inestable correspondencia latina podra adems tener una explicacin satisfactoria a partir de testimonios como el de Plinio (nat. 9,141: coccum Galati rubens granum, ut dicemus in terrestribus, aut circa Emeritam Lusitani in maxima laude est) de que en Galacia ―es decir, en la Galia del Helenismo― llamaban coccum al grano carmes ―y, reincidentes las lenguas, ntese que carmes viene de quermes― de modo que una raz cltica o de amplia difusin en las hablas clticas, incluyendo la de los tan orientales glatas, habra suministrado voces en realidad distintas a helenos y romanos porque desde diferentes hablas clticas. Pero es que otros en el citado pasaje de Plinio se establece, como veamos, una asociacin con el mismo producto en Lusitania: El coscojo de Galacia, la grana roja, como diremos al tratar de las plantas terrestres, es el ms apreciado, o el de Lusitania de los alrededores de Emrita en la traduccin de Virgilio Bejarano (1987: 145). Y, en efecto, comentar despus Plinio (nat. 16,32): omnes tamen has eius dotes ilex solo prouocat cocco. Granum hoc primoque ceu scabies fructicis, paru aquifoli ilicis, cusculium uocant [...] gignitur et in Galatia, Africa, Pisidia, Cilicia; lo que, otra vez en la versin de Bejarano (1987: 151), viene a decir Todos estos mritos del roble, sin embargo, los sobrepasa la encina solamente con el quermes. Este es un grano, y al principio como una roa del arbusto, una encina de hoja pequea a la que llaman coscojo [...] Se cra tambin en Galacia, frica, Pisidia, Cilicia.

En esa lnea no menor inters ofrecera asimismo el testimonio tambin pliniano de que Los de Dirraquio se enorgullecen de la vid balisca, a la cual llaman coccolobis las Hispanias (nat. 14,29: baliscam Dyrrachini celebrant, Hispaniae coccolobin uocant), testimonio convergente con el de Junio Moderato Columela (3,2,19) cuando, hablando de las vides, recuerda: balisca, quarum minorem coccolobin uocant Hispani o, en la traduccin de Garca Armendriz (2004: 245), la balisca, cuya variedad ms pequea llaman coccolobis los hispanos. Y, en efecto, mientras que el trmino coccolobis es aceptado como hispnico sin mayor problema, para el trmino balisca Andr (1956: 50 s. balisca) plante la posibilidad de un origen ilrico, mbito territorial donde se hallaba la antigua ciudad de Dyrrachium, hoy Durrs, en Albania. Ambos textos refrendan, pues, la existencia de una voz hispnica coccolobis susceptible, por forma fnica y semntico contexto, de dejarse interpretar como un compuesto sobre nuestro glico cocco– rojo o sobre el latino–romnico cocco– grano? si es que, como tantas veces suele en las lenguas acontecer, uno y otro no representan en realidad ms que dos acepciones de una misma forma, en cuyo caso y atendiendo tanto a la aplicacin de los criterios arriba expuestos concernientes a la deteccin del valor originario de un trmino cuanto, aqu en concreto, al caudaloso testimonio etimolgico que nos ofrecen los variabilsimos cromatnimos o nombres para los colores en tantas y tantas lenguas del mundo, cabra concluir que el grano o quermes y no el rojo o carmes habra sido el timo primario, valor que, una vez ms, habran conservado casi intactos los perifricos y humildes dialectos.

 

 

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

 

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