Pedrosa, JosŽ Manuel. Sobre: Marina Sanfilippo, El renacimiento de la narraci—n oral en Italia y Espa–a (1985-2005). Madrid: Fundaci—n Universitaria Espa–ola, 2007. Culturas Populares. Revista Electr—nica 4 (enero-junio 2007).

http://www.culturaspopulares.org/textos4/notas/pedrosa.html

 

ISSN: 1886-5623

 

 

 

Marina Sanfilippo, El renacimiento de la narraci—n oral en Italia y Espa–a (1985-2005). Madrid: Fundaci—n Universitaria Espa–ola, 2007;  281 pp.

 

L

a publicaci—n de la tesis doctoral de Marina Sanfilippo, narradora oral, profesora de la Facultad de Filolog’a de la UNED, mujer que vive en la frontera entre varios mundos (la cultura espa–ola y la cultura italiana; la labor de teor’a, de cr’tica y de pedagog’a de la literatura, y la labor pr‡ctica de narrar historias, de viva voz, ante el pśblico) quedar‡, en los anales de la cr’tica de las literaturas espa–ola e italiana, y, sobre todo, en los anales de la cr’tica de la narraci—n oral, como un hito absolutamente se–alado.

El renacimiento de la narraci—n oral en Italia y Espa–a (1985-2005), es, sin duda, el primer estudio acadŽmico extenso e intenso, con afanes de exhaustividad y con esp’ritu cr’tico, que ha visto la luz acerca de un gŽnero que, aunque hunde, lejanamente, sus ra’ces en tradiciones del pasado, casi todo el mundo coincide en que ha sido refundado, en que ha adquirido el cu–o de nuevo, definido y diferenciado gŽnero literario y cultural, en las escasas dos dŽcadas que han transcurrido desde la fecha inaugural que da el mismo t’tulo del libro: 1985.

            La humanidad no ha tenido la suerte de contar con demasiadas descripciones detalladas, objetivas, profundas, de los momentos fundacionales de la gran mayor’a de los gŽneros literarios, ni con ojos, o’dos y plumas atentos a dejar constancia fiel o a dar noticia acreditada de los ingredientes, de los combustibles, de las chispas que los provocan, y de c—mo fueron sus primeros balbuceos y sus pasos iniciales. El libro de Marina Sanfilippo es una rara y, adem‡s, muy elaborada y muy sensible excepci—n a esa regla, una especie de fotograf’a, a un tiempo objetiva y personal, fidedigna y comprometida, de la infancia de un nuevo gŽnero literario que, en un lapso muy breve de tiempo, ha crecido, prosperado, trascendido, con vigor s—lo comparable al de algunos de los ni–os prodigiosos y acelerados de los mitos y de los cuentos a los que los especialistas han puesto la etiqueta de infancias o de mocedades de los hŽroes.

            El movimiento cada d’a m‡s internacional, m‡s poderoso, m‡s global, de narradores orales que Marina Sanfilippo ha historiado, est‡ llamado, si sigue progresando a este ritmo (y no digamos ya si aprieta el paso, como muy bien podr’a suceder), a convertirse en un gŽnero literario aśn m‡s potente, m‡s representativo, m‡s identificador de unas sociedades (las nuestras) en que la relaci—n pasiva y silenciosa del sujeto con los medios de comunicaci—n y de cultura de masas (con la televisi—n y con el ordenador, sobre todo) ha propiciado, a modo de reacci—n, una especie de nostalgia de la voz, de af‡n por recuperar el calor de la performance, la inmediatez del directo, la percepci—n viva y cercana del sonido acompa–ado por el gesto.

            El movimiento de narradores orales  que ha nacido y que se ha desarrollado en Occidente justo en las dos śltimas dŽcadas y pico es un intento de dar marcha atr‡s, de rectificar la distancia que separa a las personas de la cultura masificada, enlatada, teletransmitida, que ya ha ganado la partida, sin duda, a cualquier otra forma de cultura, por m‡s que haya bastantes (aunque s—lo en tŽrminos relativos) resistentes que proponen y cultivan estrategias alternativas: los narradores orales y sus pśblicos, por ejemplo.

La narraci—n oral ha nacido en tiempos y en espacios en los que el mundo de la oralidad anterior, la que todav’a guardaba muchas rasgos pre-modernos, pre-industriales, pre-laboratorios de marketing, la tradicional, la de (para entendernos) los abuelos, hab’a entrado, en Occidente, en una crisis definitiva e irreversible. Ha ido extendiendo sus sones y sus acentos por bares, por pubs, por bibliotecas, por parques, por plazas, por centros culturales, por teatros, por festivales. Y se extender‡, sin duda, mucho m‡s, porque los tiempos le son y le ser‡n aśn m‡s propicios: la dictadura cl—nica y clonificadora de los medios de cultura de masas seguir‡ endureciŽndose, y la resistencia de un nśmero apreciable de personas, minoritario en tŽrminos relativos, pero valioso, selecto y consciente en sus exigencias, se intensificar‡ tambiŽn.

Adem‡s, la narraci—n oral ha empezado ya a tener, y est‡ llamada a ampliarlo muy sustancialmente, un papel pedag—gico de primer orden, extraordinariamente interesante y positivo, en la escuela primaria y en la secundaria, en muchas actividades de difusi—n y de dinamizaci—n cultural no s—lo para ni–os y j—venes, sino tambiŽn para adultos, y, seguramente, en los circuitos y escenarios teatrales, en los que sigue cumpliendo un papel, todav’a no homologado, de hermana peque–a y algo arribista, que no tardar‡ mucho, en cualquier caso, en abrirse huecos apreciables y en ganar terreno en la programaci—n de los (incluso de los grandes) teatros.

Uno de los grandes y raros mŽritos del libro de Marina Sanfilippo es que parte inequ’vocamente del marco teatral (y de la semi—tica teatral) para explicar el fen—meno de la narraci—n oral.

Por alguna raz—n que a algunos estudiosos del folclore nos resulta sorprendente, el mito de or’genes que algunos narradores orales han querido abonar de su arte es el de que se trata de un repertorio popular, que mana, como chorro ininterrumpido, de una tradici—n oral apegada al pasado y al terru–o, pr’stina, an—nima, at‡vica, patrimonial, pre-literaria o pre-letrada, m‡s cerca de la voz agreste que de la letra aprendida en la escuela: la de los mitos, las leyendas, los cuentos que durante siglos han sido transmitidos, en variantes siempre dis’miles, como textos abiertos siempre a la innovaci—n y a la improvisaci—n, de padres a hijos, de abuelos a nietos (si eran iletrados mejor que mejor), de manera natural, ingenua, informal, en la intimidad del hogar o, como mucho, de la peque–a reuni—n de los m‡s allegados...

Cuando lo cierto es que el gŽnero que hoy se llama narraci—n oral es (de acuerdo al menos con lo que yo he presenciado) un repertorio de arte (utilizamos los conceptos polarizados de poes’a popular / poes’a de arte que emplearon Croce y tantos otros), una actuaci—n, un espect‡culo, un gŽnero de autor, y de autor artista, documentado, preparado, cultivado, viajero, curtido en lecturas, en espect‡culos, en mśsicas, en artes globales, autoexigente, perfeccionista, que ensaya una y otra vez ante el espejo, que pule, depura y perfecciona (estiliz‡ndolas, sopes‡ndolas, esculpiŽndolas) sus obras (suyas y muy suyas, de estilo que cuanto m‡s personal es m‡s tradicional deja de ser), y que actśa en escenarios y ante auditorios de ahora mismo y no de ayer ni de ma–ana, de quita y pon, con los que no le liga relaci—n estable ni de parentesco ni de vecindad.

Todo lo cual no tiene demasiado que ver, desde luego, con los cauces y modos de producci—n y de transmisi—n, ni con la poŽtica ni con la funci—n ni con la sociolog’a del folclore.

Cita muy acertadamente Marina Sanfilippo, en la p‡gina 60 de su libro, las palabras de uno de los grandes pont’fices (te—ricos y pr‡cticos) del teatro actual, Peter Brook, cuando defiende que el arte juglaresco, m‡s o menos profesional o semiprofesional, pśblico y no privado, del cuentacuentos Ňde mercadoÓ africano (paralelo lejano, no antepasado genŽtico del cuentacuentos occidental) es un arte teatral; se hace eco, en la p. 194, de la opini—n de Francisco Garz—n, uno de los grandes impulsores de la narraci—n oral contempor‡nea, de que Ňlos relatos literarios predominan numŽricamente sobre los popularesÓ en el repertorio de los narradores orales de Espa–a y de HispanoamŽrica; y es mucho m‡s clara y contundente  en la p. 183, cuando afirma que entre los narradores que ella ha encuestado Ňparecen ser muy pocosÓ los que han sido herederos o han tenido hilo directo con la tradici—n folcl—rica patrimonial, mientras que Ňel segundo casoÓ, el de los narradores que no han recibido esa tradici—n de manera directamente tradicional, sino busc‡ndola, aprendiŽndola e investig‡ndola en los libros, Ňest‡ mucho m‡s extendido y, entonces, el narrador se encuentra en los libros con un relato muerto, desarraigado de su contexto natural (Vansina, 1966: 14), un relato que muy poco tiene que ver con el cuento en su vida real, viva y din‡mica dentro de la tradici—nÓ.

            Palabras clarividentes, clarificadoras y, sobre todo, necesarias. Porque no por leer atentamente, aprenderse a la perfecci—n y narrar con los m‡s convincentes recursos teatrales un cuento ruso, coreano o mozambique–o puede erigirse un narrador oral espa–ol en portavoz leg’timo de la tradici—n folcl—rica de Rusia, de Corea o de Mozambique. Privilegio que s—lo est‡ nos guste o no al alcance de quienes hayan mamado directamente del venero oral, colectivo, an—nimo, de aquellas tradiciones, sin necesidad de bibliograf’as intermedias, de ejercicios de impostaci—n de la voz ni de ensayos ante el espejo.

            El libro de Marina Sanfilippo que ahora nace no s—lo deshace este tipo de t—picos y, adem‡s, sienta bases, desbroza caminos, introduce luces en otras cuestiones que alguna d’a, cuando el gŽnero de la narraci—n oral haya ganado en antigźedad, en alcance, en influencia social, se revelar‡n preciosos: propone una investigaci—n en teor’a de la literatura, en semi—tica teatral, en literatura comparada (Espa–a-HispanoamŽrica-Italia, y m‡s), hasta en filolog’a pura y dura, de muy alto nivel. La impresionante bibliograf’a final es perfecta prueba de ello.

Es posible que a ella se le pudieran a–adir autores y t’tulos que podr’an llenar algunas de las escasas lagunas que tiene. Los muchos e imprescindibles estudios de John Miles Foley (y de su escuela, articulada en torno a la revista Oral Tradition) acerca de la construcci—n y de las f—rmulas de los discursos orales, redondear’a seguramente sus consideraciones acerca de los usos formulaicos de los narradores orales. Los colosales estudios de Linda DŽgh o de John Niles acerca de los narradores y de las tradiciones narrativas orales, an—nimas, tradicionales, folcl—ricas, proporcionar’an śtiles muy importantes para deslindar y para distinguir, aśn mejor, los territorios de la narraci—n folcl—rica y de lo que se llama narraci—n oral, que yo prefiero (esta observaci—n personal la he reservado con toda intenci—n para el final, y la defenderŽ en otra ocasi—n) llam‡r mon—logo. Otros mŽtodos y propuestas de acercamiento, de transcripci—n, de literaturizaci—n de las narraciones orales, menos conocidas, menos influyentes y m‡s controvertidas, como las que ha formulado la profesora francesa Jeanine Fribourg, y aplicado en Espa–a Alfredo Asi‡in Ansorena (en su libro Narraciones folcl—ricas navarras: recopilaci—n, clasificaci—n y an‡lisis, monogr‡fico de los Cuadernos de Etnolog’a y Etnograf’a de Navarra 38:81, 2006, podr‡ encontrarse una completa defensa y bibliograf’a de tales mŽtodos) podr’an haber sido tenidos tambiŽn en cuenta, aunque s—lo fuera a t’tulo de referencias.

            Cabe, finalmente, decir que El renacimiento de la narraci—n oral en Italia y Espa–a (1985-2005) est‡ escrito con precisi—n, pulcritud (aunque la autora suela escribir, muy insistentemente, Ňa parteÓ por ŇaparteÓ), flexibilidad, sensibilidad, buen estilo...

Como si se tratase, casi casi, de una notable narraci—n oral.

 

 

JosŽ Manuel Pedrosa

Universidad de Alcal‡