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Pedrosa,
Jos Manuel. Comer con sal, comer sin sal, o lo civilizado frente a
lo salvaje: el cuento ATU 923 (El amor como la sal) y otras
fbulas de princesas desterradas y recuperadas. Culturas
Populares. Revista Electrnica 4 (enero-junio 2007).
http://www.culturaspopulares.org/textos4/articulos/pedrosa.htm ISSN: 1886-5623 |
Comer con sal, comer sin sal,
o lo civilizado frente a lo salvaje:
el cuento ATU 923 (El amor
como la sal)
y otras fbulas de princesas desterradas y recuperadas
Jos
Manuel Pedrosa
Universidad
de Alcal
Para Elas Rubio
Resumen
Estudio del cuento ATU 923 (El amor como la sal), y de sus valores simblicos y antropolgicos,
relacionndolo con las dicotomas crudo / cocido y salvaje / civilizado. Se
analizan sus coincidencias con otros cuentos tradicionales, y tambin con obras
literarias como el Poema de Gilgamesh,
la Ilada, el Cantar de Mio Cid, El rey Lear y Robinson Crusoe.
Palabras clave: El amor como la sal,
Antti Aarne, Stith Thompson, Hans-Jrg Uther, ATU 923, crudo, cocido, salvaje,
civilizacin, Gilgamesh, Ilada,
Cid, Rey Lear, Robinson Crusoe.
Abstract
Study of the folktale ATU 923 (Love like Salt) and its symbolic and
anthropological meanings, in relation to the dicotomies raw / cooked and savage
/ civilized. Analysis of concordances with a variety of other folktales, and
with literary masterpieces such as the Poem of Gilgamesh, the Iliad, the Song of the Cid, King Lear and Robinson Crusoe.
Keywords: Love like Salt, Antti Aarne, Stith Thompson,
Hans-Jrg Uther, ATU 923, Raw, Cooked,
Savage, Civilization, Gilgamesh, Iliad,
Cid, King Lear, Robinson Crusoe.
Una
versin siciliana del cuento de El amor como la sal (ATU
923)
E |
n las pginas
de este mismo nmero de esta revista (vase el artculo de Simona Serra que
lleva el ttulo de El agua y la sal (ATU 923), cuento tradicional siciliano de la coleccin de G. Pitr) ha sido
publicado un interesantsimo relato popular siciliano, recogido por el inmenso
etngrafo Giuseppe Pitr (1841-1916) de labios de Elisabetta Sanfratello, domestica del mio egregio amico sig. avv. Giuseppe
Gugino di Vallelunga. El cuento fue publicado en su lengua siciliana original
en 1875 (con el ttulo de Lacqua e lu sali), y ha sido traducido ahora por Simona Serra al espaol. He aqu su versin:
Les
va a ser contado, y se les volver a contar, un bellsimo cuento a ustedes,
seores.
Haba
una vez un rey que tena tres hijas. Un da, mientras estaban en la mesa, el
padre dijo a las tres hijas:
─Bueno,
pues vamos a ver quin me quiere ms de vosotras tres.
La
mayor se dio la vuelta:
─Pap,
yo te quiero como a mis ojos.
La
mediana contest:
─Pap,
yo te quiero como a mi corazn.
La
pequeita contest:
─Yo
te quiero como al agua y a la sal.
El
rey se sinti ofendido:
─Que
me quieres como al agua y a la sal? Rpido! Llamad a los verdugos, porque voy
a darte la muerte!
Vinieron
los verdugos y se llevaron a la nia. Las hermanas, que sintieron lstima de
ella, entregaron una perrita a los verdugos y les dijeron:
─Cuando
lleguis al bosque, matad a la perrita y dad golpes sobre la camisa. A nuestra
hermana no debis matarla. Dejadla en una gruta.
Apenas
los verdugos llegaron al bosque, mataron al perro, dieron golpes sobre la
camisa, y a ella la dejaron dentro de una gruta. Arrancaron la lengua a la
perrita y fueron al encuentro del rey. Cuando llegaron al rey:
─Majestad,
aqu estn la camisa y la lengua.
Y
su Majestad les entreg un premio.
Dejemos
a esta gente y volvamos adonde la nia. Pas un hombre salvaje, y ella le dio
cuenta de su mala suerte. El salvaje le dijo:
─Quieres
venir conmigo?
─Qu
es lo que hago yo aqu? Voy.
Carg
su fardo y march. Apenas llegaron a la habitacin de l, l le ense toda la
casa, los muebles, y le dijo:
─Aqu
tienes todo lo que desees. Ahora tienes que rezar al Seor para que te
favorezca con su ayuda, y no debers tener miedo de nada.
Comieron.
l se march a cazar, puesto que era un hombre salvaje. Y ella se qued dentro.
Por la maana se levant y se arregl el pelo. Apenas se lav y tir el agua,
en la ventana de la princesa se coloc un pavo y cant:
─Es
en vano que te alises o que te rices el pelo. El hombre salvaje quiere comerte.
Ella,
cuando escuch tal cosa, se ech a llorar. Lleg el hombre salvaje y le dijo:
─Qu
pasa?
─Qu
pasa? Qu es lo que va a pasar? Pues que me lav la cara y, apenas tir el
agua, un pavo me dijo: "Es en vano que te alises o que te rices el pelo.
El hombre salvaje quiere comerte".
El
hombre salvaje contest:
─Si
te lo vuelve a decir, t le dices:
Pavo, pavo,
de
tus plumas he de hacer un plumaje,
de
tu carne he de hacer un bocado;
he
de ser la mujer de tu dueo.
Cuando,
al da siguiente, ella le dijo eso, el pavo se sacudi y arroj lejos todas las
plumas. El hijo del rey, cuando se asom y vio el pavo desnudo, desnudo, se
sinti maravillado y prest atencin. Al da siguiente, la mujer se arregl el
pelo y tir el agua. El pavo le dijo:
─Es
en vano que te alises o que te rices el pelo. El hombre salvaje quiere comerte.
Y
ella le contest:
Pavo,
pavo,
de
tus plumas he de hacer un plumaje,
de
tu carne he de hacer un bocado;
he
de ser la mujer de tu dueo.
Cuando
el hijo del rey se puso a mirar al pavo, vio, vio que el pavo se iba sacudiendo
las dems plumas. Y a la hija del rey se le fue transfigurando su hermosa cara,
y volvi a ser tan hermosa como Dios la haba hecho. Dijo [el hijo del rey]:
─Rpido,
pap, yo me quiero casar, y deseo a esta chica.
El
padre dijo:
─Veamos
quin es dueo de esta chica, porque creo que pertenece al hombre salvaje.
Envi
mensajeros al hombre salvaje, y les orden que solicitasen a la chica. De este
modo contest el hombre salvaje:
─Si
a ella le gusta, ella con una mano, y yo con cien.
Llam
a la chica y le solt un largo discurso. La chica se hizo de rogar, fingiendo
que no deseaba abandonar al hombre salvaje. Pero para sus adentros senta como
si hubiese pasado cien aos entre las garras de aquel hombre salvaje. Pues
bien, concertaron la boda. Luego lleg el hombre salvaje y le dijo a la chica:
─Mira,
a m me tienes que matar el da antes de que te cases. Tienes que invitar a los
tres reyes del reino: a tu padre el primero. Y has de encargar a todos los
criados que pongan agua y sal a todo el mundo, excepto a tu padre.
As
lo hicieron. Enviaron una citacin a los tres reyes.
Bueno,
pues el caso es que al padre de aquella muchacha le haba ido creciendo la
nostalgia de aquella hija, hasta el punto de que enferm de angustia. Cuando
recibi el anuncio, dijo:
─Y
cmo puedo ir as, cuando siento el fuego de la ausencia de mi hija?
Y
no quera ir. Luego pens:
─El
otro rey se ofender si no voy. Y puede declararme la guerra!
March.
Un da antes de casarse, los novios mataron al hombre salvaje, lo dividieron en
cuatro partes y lo distribuyeron por cuatro habitaciones. Cada cuarto en una
habitacin. Y la sangre, derramada por todas la habitaciones y por la escalera.
El pavo haba dicho que haba que hacerlo as. La sangre y la carne eran de oro
y de piedras preciosas. Cuando llegaron los tres reyes y vieron las escaleras
de oro, se sintieron inquietos por tener que poner los pies encima:
─No
pasa nada ─dijo el pequeo rey─ pasad, que esto no es nada.
Por
la tarde se casaron. Al da siguiente celebraron el almuerzo. El rey orden:
─Nada
de sal ni de agua para aquel rey!
Se
sentaron a la mesa, y la pequea reina se coloc al lado de su padre. Pero su
padre no coma. La hija le preguntaba:
─Real
Majestad, por qu no come? Es que no le gusta la comida?
─En
absoluto! Eso no tiene nada que ver. Est muy rica!
─Pues,
por qu no come?
─Por
nada, es que no me siento bien.
Y
el novio y la novia le alcanzaron algunos tenedores con carne. Al rey no le
apeteca comer, y mascaba como una cabra. (Cmo iba a comerla sin sal?).
Cuando
terminaron la comida, se pusieron a contar historias. El Rey, fastidiado como
estaba, cont todo lo que haba sucedido con su hija.
─Y
usted, Real Majestad ─le pregunt la hija─, si viera a su hija la
reconocera?
─Dios
lo quisiera! Hace tanto que la vi por ltima vez!
Ella
se levant y march a ponerse el vestido que llevaba cuando se separ de su
padre, en el momento en que fue enviada a la muerte.
─Real
Majestad, os acordis ahora de vuestra hija? Es que no soy yo vuestra hija?
Me hicisteis matar porque os dije que yo os quera como a la sal y al agua.
Ahora habis comprobado lo que significa comer sin sal y sin agua.
El
padre fue incapaz de hablar. Lo nico que hizo fue agacharse, abrazarla y
pedirle perdn.
Ellos
se quedaron felices y contentos, y nosotros estamos aqu sin nada[1].
Segn
apunt ya Simona Serra, la traductora al espaol de Lacqua e lu sali, estamos ante una versin,
muy detallada y sugerente, del relato que tiene el nmero 923 en el catlogo de
tipos narrativos universales elaborado por Aarne, Thompson y Uther, en el que
aparece resumido de este modo:
El
amor como la sal: Un rey (o un hombre rico)
pregunta a sus tres hijas cunto le aman. Las dos mayores comparan su amor con
cosas muy preciosas (o dulces), como el oro, las piedras preciosas, el azcar,
la miel, los vestidos ms valiosos. Pero la mayor dice que ella le ama igual
que a la sal. El padre se siente ofendido por la respuesta de la hija ms
joven, y la destierra (o bien decreta su muerte), mientras que recompensa a las
hijas mayores de modo proporcional al valor de sus aseveraciones.
La
hija ms joven se pone a trabajar entonces como sirvienta en un pas lejano,
con cuyo rey acaba casndose. Ella invita a su padre al banquete de bodas, y le
sirve platos que no tienen sal. De ese modo el padre se da cuenta de que la sal
es indispensable. La hija entonces revela su identidad[2].
Simona
Serra ha sealado tambin, en su artculo, que
El cuento de El amor como la sal no slo tiene paralelos evidentes en la famossima
tragedia del Rey Lear que aparece reelaborada, por ejemplo, en la Historia
Regum Britanniae de Geoffrey de Monmouth, o en el King Lear de Shakespeare. Ha sido recogida en tradiciones
folclricas de todo el mundo. Entre ellas, las de Finlandia, Lituania, Suecia,
Islandia, Irlanda, Inglaterra, Francia, Espaa, Portugal, Pases Bajos,
Alemania, Italia, Malta, Hungra, Chequia, Eslovaquia, Rumania, Bulgaria,
Grecia, Polonia, Rusia, Ucrania, Armenia, Lbano, Qatar, Yemen, Kuwait, Irn,
Paquistn, India, China, Japn, Mxico, Brasil, Chile, Caribe britnico, Egipto
o Sudfrica. Y, tambin, en las tradiciones orales de diversas comunidades de gitanos
y de judos.
Una versin espaola del cuento de El
amor como la sal (ATU 923)
Tras conocer la versin de Giuseppe Pitr y
saber de la difusin internacional del cuento de El amor como la sal, puede ser muy aleccionador comparar esta versin siciliana con
algunos etnotextos registrados en Espaa. Por ejemplo, con ste del pueblo de
Cantabrana (Burgos):
Haba
otro rey, y ese rey tena tres hijas mozas ya. Y dijo, dice:
–Voy
a saber la que me quiere ms de las tres.
Conque
pregunt a la mayor que a ver lo que le quera. Y le dijo, dice:
–Yo,
pap, te quiero mucho, mucho.
Despus
pregunt a la segunda. Dice:
–Y
t, cunto me quieres?
Y
le dijo, dice:
–Yo
mucho, mucho, mucho ms.
Y
pregunt a la pequea la ltima.
Dice:
–Y
t, cunto me quieres?
Y
le dijo la pequea:
–Yo,
como el agua a la sal.
Pero
l, aunque era rey, pues no entenda, crea que le quera decir que no le
quera nada. Conque ya, a la hija pequea, por decir eso, la ech de casa. Y
fue a parar a casa de otro rey ella, a pedir trabajo, y la dijeron:
–Ya
tenemos criados.
Bueno,
pero por lstima –que iba de pastorcilla y ya no iba de princesa–,
la cogi y se qued all.
Dice:
–Pero
tienes que ir a cuidar el rebao de ovejas.
[Y
ella] va a cuidar el rebao. Y ya llevaba [consigo] pues cosas del palacio.
Conque va, y cuando llegaba al monte, coga y llevaba un cachabo. Conque va,
llega, y se despojaba de toda ropa, y se pona de princesa: los cabellos dice
que eran de oro, y el peine con el que se peinaba, que era de plata. Dice que
daba gusto verla, pareca una princesa hecha y derecha. Conque ya, [cuando] iba
a pasar una oveja, coga el cachabo y se pona:
–Cachabn, cachabola,
que
no me pari mi madre
para
ser pastora!
Y
la mataba a la oveja. Y cuando llegaba por la noche, deca:
–Mire,
mi amo: que se ha muerto una oveja.
–Bueno,
pues qu se va a hacer. Se ha muerto una oveja, pues se ha muerto.
Conque
a otro da por la maana, otra vez la pastorcilla a cuidar el ganao. Llegaba, como
digo, al punto donde dejaba los ganaos, y se despojaba de
todas vestiduras. Se vesta de princesa, se peinaba, sacaba los peines de oro y
plata que tena, y coga el cachabo. Y, al pasar la oveja,
[otra vez lo mismo]:
–Cachabn, cachabola,
que
no me pari mi madre
para
ser pastora!
[Y]
otra [oveja] que caa. Y va ande el rey otra vez, y se lo dijo ella, que
se haba muerto otra. Y ya, pues empez a sospechar algo el rey. Y ya por
tercera vez. Pues dijo, dice:
–Tengo
que ver yo cmo se muere as el ganao.
Conque
ya, va otro da con el ganao, se quita toda ropa, se pone de princesa, saca
los peines de oro y plata, se peina, y dice que daba gusto verla. Va a pasar el
ganao
y [dice]:
–Cachabn, cachabola,
que
no me pari mi madre
para
ser pastora!
[Y]
otra [oveja] que cay. Ya vio el otro [lo que pasaba] –que la estaba
mirando desde un alto–, y dice:
–sta
no es pastora, sta tiene que ser reina. Algo tiene que ser.
Conque
al da siguiente dice que ya no la manda a cuidar el ganao. Pero se
enamor l de ella. Como la vio tan bien, se enamor. Y ya se puso a hablar con
ella, y la pidi para matrimonio. Y ella dice:
–Uy,
eso no puede ser, cmo se va a casar un prncipe como usted con una
pastorcilla! –Dice– no.
–No
importa, yo te quiero –dice–, y sers mi esposa.
Conque
ya, ella accedi. La cogi con el caballo y la llev a palacio. En el palacio
ya lleg un da que pusieron una fecha pa casarse: tal da nos
casamos. Pero ella le dijo a l –ya saban los que iban a ir a la
boda– que haba que convidar a tal rey, que era el padre. Ella no dijo
que era el padre ni nada.
Dice:
–S,
hombre, s! –Como la quera, dice–: pues hay que convidarle.
Pero
ella orden que a todos [dieran] buena comida y bebida, todo [lo] que
quisieran, pero que a aquel rey le tenan que poner la comida sin sal. Y los criaos pues as lo
hicieron. Pusieron buenas comidas, buenas bebidas, y todos se divirtieron
mucho. Pero lleg la hora de la comida, y a aquel rey no le gust, porque no
tena sal. Y entonces se record de la hija, dice:
–Ay,
Dios! –dice–, ahora ya veo yo –dice– que era la hija
[pequea] la que ms me quera a m, que me dijo, una vez que la pregunt, que
me quera como el agua a la sal. –Dice– dnde estar?
Conque
a todos preguntaron que qu tal las comidas, y a l tambin, y dijo que la
comida que estaba bien, pero que no le haba gustao porque no tena sal. Y
entonces se declar despus ella, porque l se quejaba:
–La
ech de casa. Dnde andar la pobre? –Dice–, que me dijo que me
quera como el agua a la sal...
Y
era la que le quera ms que las otras.
Y
colorn, colorao, este cuento se ha acabao[3].
Destierro de
la civilizacin, sacrificio de los compaeros salvajes, regreso a la
civilizacin
Los episodios
centrales de estas versiones siciliana y burgalesa de El amor como la sal muestran por
un lado discrepancias y por otro lado concomitancias ciertamente sorprendentes.
En ambos relatos, la princesa que naci en palacio, y que fue luego desterrada
por un padre propenso a los estallidos de ira irracional, se ve obligada a
desempear, disfrazada de criada, un oficio servil, en un escenario degradado,
inhspito, salvaje. Pero su aficin a lavarse, a peinarse y a acicalarse
(aunque fuera a escondidas) despeja, en ambos casos, el terreno para que un
prncipe curioso y observador (con el que acabar casndose) descubra su
identidad.
En
el cuento siciliano se suceden los episodios que describen cmo, mientras la
muchacha vive disfrazada de criada en medio de un pramo salvaje,
por
la maana se levant y se arregl el pelo. Apenas se lav y tir el agua, en la
ventana de la princesa se coloc un pavo
que perteneca
al prncipe, que pareca conocer determinados secretos de la princesa, que
recibi amenazas por parte de ella y que acab, muy pronto, desplumado (lo cual
parece sugerir una especie de atenuado sacrificio).
Mientras,
en el cuento espaol, durante el perodo de clandestinidad, en el marco de otro
escenario salvaje, y, tambin, en ocasiones repetidas,
llega, y se
despojaba de toda ropa, y se pona de princesa: los cabellos dice que eran de
oro, y el peine con el que se peinaba, que era de plata. Dice que daba gusto
verla, pareca una princesa hecha y derecha. Conque ya, [cuando] iba a pasar
una oveja
del rebao del prncipe, la princesa-sirvienta
prorrumpa en lamentos acerca de su suerte y mataba al pobre animal.
La
discrepancia ms llamativa entre ambos relatos estriba en que en el cuento
siciliano interviene un extrao hombre salvaje que mantiene retenida a la
princesa en ese tiempo y en ese espacio –liminares y problemticos– de exclusin de la civilizacin,
mientras que, en la versin espaola, no aparece ningn salvaje secuestrador:
es la propia princesa la que, forzada a huir del padre, decide mantenerse
oculta en ese ingrato desierto espacial, social, identitario.
Claro
que esta discrepancia se ve, en cierto modo, atemperada por otra reveladora
coincidencia: en ambos relatos, la princesa da muestras de soportar de muy mala
gana su transitorio estatus de sirvienta, y de desear que concluya pronto su
obligada estancia en el limbo de lo salvaje. As, en el cuento siciliano, la
princesa
para
sus adentros senta como si hubiese pasado cien aos entre las garras de aquel
hombre salvaje.
Mientras
que, en el relato espaol, no cesa de lamentar el hecho de que
no me pari mi
madre
para
ser pastora.
Otra
concordancia muy sugestiva: en el cuento siciliano, como paso previo a la
liberacin del desolado mundo salvaje y a la reincorporacin al civilizado
mundo palaciego, la princesa ha de pasar por el trance de ejecutar repetidos,
casi ritualizados actos de violencia contra los seres que han sido sus
compaeros en el espacio de la no-civilizacin.
En
primer lugar, lanza repetidas amenazas de muerte contra el pobre pavo (que
acabar siendo desplumado, sacrificado?) que pertenece al prncipe con el que
se casar, segn declara el ltimo verso de la cancin que ella canta:
Pavo,
pavo,
de
tus plumas he de hacer un plumaje,
de
tu carne he de hacer un bocado;
he
de ser la mujer de tu dueo.
Adems,
la princesa-sirvienta siciliana se ve obligada a matar, ella misma (con la
ayuda de su futuro marido), y antes de reincorporarse al mundo de lo
civilizado, al hombre salvaje en cuya compaa ha pasado su exilio. De hecho,
es el mismo hombre salvaje quien, con desapasionada crudeza, sin la menor seal
de miedo ni de inquietud, como si con ello cumpliese un trmite tan previsible
como fatal, le comunica la sentencia: Mira, a m me tienes que matar el da
antes de que te cases. Muy poco despus, en efecto, apenas desvelada la
identidad de la falsa sirvienta por el enamorado prncipe, el mismo da en que
la joven se esposa con l y formaliza su reincorporacin a la sociedad
civilizada, los novios mataron al hombre salvaje.
Pues
bien: en el cuento burgals, la princesa-sirvienta se dedica tambin a matar,
en otro escenario liminar en el que se dan la mano lo salvaje y lo excluido, a
varias de sus ovejas –compaeras
nicas de la pastora en el yermo–, antes de ser descubierta por
el prncipe. Y esos sacrificios los ejecuta sin pestaear, sin sentir ningn
escrpulo ni remordimiento, y sin que el prncipe –patrn al
que la falsa criada est privando de sus animales, lo cual debera llevarle a
reaccionar airadamente– oponga ni resistencia ni enojo: al revs, lo que exterioriza es una
especie de pasiva complacencia que se viste poco a poco de interesada
complicidad.
Hay
otras versiones documentadas en la pennsula ibrica del cuento ATU 923 (El
amor como la sal) en que los animales que se le
mueren a la princesa-sirvienta son pavos, lo cual establece un vnculo ms que
sugestivo con el sufrido, vituperado y repetidamente desplumado pavo de la
versin siciliana de Pitr. He aqu un pasaje de una versin recogida en La
Puebla de Don Rodrigo (Ciudad Real):
Pues
nada; ella, con su maleta, pues, casa por casa, buscando a ver ande la
recogan, pa lo que fuera: pa criada, pa lo que fuera. Ya llega a una casa y
tenan unas pocas criadas. Dice:
–Anda! Pues como no sea de pavero, que se ha muerto
el pavero ─tenan muchos pavos all en una granja.
As
es que, a otro da por la maana, coge los pavos y los lleva, all, a otra
cerquilla que tenan. Y ella, con su maletita siempre en la mano. Abre su
maleta, se pone un buen vestido, unos buenos zapatos, muchas alhajas y dice,
mirndose al espejo:
–Pavito,
si
tu amo me viera,
me
quisiera?
–El hombre aquel era viudo.
–Car car car car! –y se muri.
–Pero, madre! –ella, asustata, se lo quit todo, lo meti en su maleta...
–Ay, por Dios, el primer da y un pavo muerto!
Anda, cuando se entere el amo! Anda, cuando se entere!
Pues,
nada, llega...
–Ay, mire ust, el primer da y ya se ha muerto un
pavo!
Dice:
–A ver!
Ande
hay ovejas
hay
pellejas.
Pues
n; a otro da se va, se pone todo...
–Pavito,
si
tu amo me viera,
me
quisiera?
El
pavo...
–Car car car car! –y se qued muerto.
–Pero, madre! Ahora s que s...!
Pues,
nada, como amigos.
–Ay! Mire ust, que esta mujer le va a dejar sin
pavos.
El
amo...
–Ande hay ovejas
hay
pellejas.
Y
se acab.
Pues, a otro da, volvi. Pero l ya la sigui; se
escondi y mir a ver qu pasaba o qu haca. Pues, nada, se pone un buen
vestido, alhajas, sus buenos zapatos y... a ver: ella era guapsima!, y
mirndose en el espejo...
–Pavito,
si
tu amo me viera,
me
quisiera?
Empieza
el pavo...
–Car car car car! –hala, otro!
Y
ya l, como vio... pues, nada, viene.
–Pero mire ust, la ti ust que despedir! Ust
fjese! A ver: le deja sin pavos a este paso!
–A ver! Y qu le vamos a hacer?
Ande
hay ovejas
hay
pellejas.
Bueno,
pues n. Pues, a otro da, manda preparar el bao: que la ducharan, que la
vistieran..., en fin. Le abrieron un armario pa que se pusiera los mejores
vestidos, que se iba a casar con ella. Las otras echaban chispas...
–Pero, madre! Una desconocida, que ha veno y ya,
ahora, quiere casarse, y nosotras, aqu toa la vida y no se ha fijao en nenguna
de nosotras!
Pues
ya, que se casan: que se casan[4].
Esta
versin de El amor como la sal registrada en el pueblo
manchego de Puebla de Don Rodrigo est rematada por la escena consabida: el
banquete en que la hija, esposa ya de su flamante prncipe, flamantemente
reinsertada en el mundo de la civilizacin, invita a su padre, le sirve una
comida sin sal que hace comprender al viejo testarudo lo imprescindible de tan
preciosa especie, desvela su identidad al padre y se reconcilia con l.
En
otras versiones espaolas, como en esta riojana, el final del pavo llega
tambin de forma fulminante:
Pues
la meten a pastora de pavos. Cuando estaba sola en el campo que le pareca que
no la oa nadie haca:
–Pavito real, pavito real
dnde
est el rey de Portugal?,
antes
me baaba en baeritas de oro
y
ahora me lavo en pocitos de lodo.
Si
el hijo del rey me vera as
se
enamorara de m?
Y
deca el pavo:
–Sis sis.
Y
caa el pavo muerto. Y cada da que iba al campo volva con un pavo muerto,
porque volva a cantar el pavo y caa muerto. Y el hijo del rey la vigil, y la
vio[5].
No
cabe duda: la muerte, el sacrificio, la eliminacin (a un tiempo fsica y
simblica) de seres que se identifican con el estado salvaje (da igual que sean
hombres montaraces, ovejas o pavos), y que han sido los nicos acompaantes de
la princesa-sirvienta mientras dur su forzoso destierro en el monte, se
revelan como requisitos ineludibles para que la joven se libere de su disfraz
de salvaje, recupere su identidad principesca y pueda reincorporarse a la
civilizacin.
No
es ste el espacio ms adecuado para que nos extendamos acerca de la universal
─y llena de complejsimos matices y coordenadas─ asociacin, tantas
veces sealada y analizada por los antroplogos, entre rito de paso y violencia
ritual. Baste, ahora, sealar que los cambios de estatus sociocultural que
condicionan la situacin de los seres humanos en el seno de sus comunidades
suelen estar marcados por ritos violentos de desagregacin del estado anterior
y de agregacin al nuevo estado. Ejemplos ms que ilustradores: el bautismo,
que es una inmersin en agua que equivale a una muerte por ahogamiento del
individuo anterior y al nacimiento de un nuevo sujeto social, cultural y
religioso; la circuncisin, mutilacin traumtica que acaba (simblicamente)
con el inmaduro ser anterior y permite que nazca un individuo socialmente ms
maduro; o el matrimonio, que arranca a los contrayentes ─mediante el
ritual del rapto de la novia o mediante la actual luna de miel, que es un
desarrollo edulcorado y a posteriori del atvico
y casi universal rapto─ del espacio, del tiempo y del estatus anterior, y
les sita, dramticamente, en un cronotopo absolutamente nuevo.
A
la luz de estas reflexiones podemos comprender mejor el tipo de cuento que
estamos analizando y, sobre todo, entender de otro modo la actitud de la
princesa-sirvienta, que, a travs de la violencia que ─de manera
aparentemente fra e insensible─ ejerce sobre sus compaeros de vida
salvaje, por el cauce de las muertes que, por activa o por pasiva, induce en
sus compaeros de travesa, no hace ms que cumplir con una especie de fatal,
ineludible y traumtico rito de paso, absolutamente prescriptivo para que
queden bien sealados y justificados los cambios radicales que han de operarse
en su trayectoria vital.
El sacrificio
del compaero salvaje: Enkidu, Viernes, Queequeg, Ben Gunn
Tampoco es el momento ahora, porque he
tratado muy ampliamente acerca de ello en otro estudio[6], de detenernos demasiado en las fbulas protagonizadas por hroes
cuyos compaeros y auxiliares salvajes son sacrificados justo en el momento en
que el primero ha de hacer su reingreso triunfal en la civilizacin. El ejemplo
ms antiguo, y acaso ms hermoso y significativo, lo encontramos, nada menos
que en el Poema de Gilgamesh, escrito en lengua acadia en
la Babilonia de antes del 1.500 a.C. Pero otras tradiciones literarias nos
ofrecen muchos y muy reveladores ejemplos. Repito algunas de las reflexiones
que hice en el estudio al que me acabo de referir:
El sabio, contenido, moderado Enkidu muere muy
pronto, apenas saboreadas las mieles del xito, por culpa de una enfermedad
devastadora que enfrenta al hroe al ms trgico captulo de la existencia: la
muerte. En el antiqusimo y hermossimo Poema de Gilgamesh hallamos, pues, no slo la primera expresin
─y una de las ms emotivas y desoladas─ del tndem pico compuesto
por el hroe humano y por su salvaje auxiliar, sino tambin el primer ejemplo
de auxiliar muerto, desaparecido, sacrificado en el servicio de su amo, que en
seguida veremos repetido en muchas ms ficciones.
Muchos
siglos despus de que fuese puesto por escrito el maravilloso Poema de
Gilgamesh, la Inglaterra que extenda
su imperio colonial ms all de cualquier frontera antes conocida recurri
muchas veces a las figuras del hroe carismtico (blanco y perteneciente a la
raza colonizadora, por supuesto) y del salvaje auxiliar (no blanco, y
perteneciente a la raza colonizada, o bien, en alguna ocasin, a algn estrato
"inferior" de la colonizadora) para convertir en expresin literaria
la gesta de las conquistas. Recurdese el Robinson Crusoe de Daniel Defoe, con ese protagonista absoluto, el
nufrago Robinson, que se expresa en primera persona a travs de su diario, que
llega ─sin caer en l─ hasta los bordes del abismo del estado
salvaje, y que, cuando encuentra a alguien an ms "salvaje" que l,
un asustado nativo al que bautiza ─ejercicio de poder que implica
sometimiento silencioso del bautizado─ con el nombre de
"Viernes", reafirma su condicin de ser superior y carismtico.
En
los captulos iniciales de la novela, antes de su naufragio, Robinson haba ya
demostrado su bajeza moral cuando vendi a un traficante de esclavos a un
criado moro al que deba la vida. Al final de la narracin, sus credenciales
ticas no mejoran en absoluto: de vuelta a Europa con Viernes, y en camino
hacia Inglaterra, el salvaje cuyo ingls es todava balbuceante no deja de
auxiliar a su amo, enfrentndose y venciendo (como buen salvaje que es) a un
oso y a una jaura de lobos. De la trinchera donde se enfrenta con los animales
salvajes es de donde nos llega la ltima noticia del criado abnegado, prudente,
silencioso. A partir de ese momento, la oscuridad se cierne sobre l: Robinson
regresa por fin a su lugar natal, arregla sus negocios, gana, trafica, reparte,
cambia, vende, regresa a Brasil y, sobre todo, se enriquece, pero no vuelve a
dedicar a Viernes ni una sola palabra, ni un breve epitafio que permita al
lector saber si se ha deshecho de l y de qu forma. Viernes, el ayudante fiel
e imprescindible en los malos momentos, es arrojado por su amo a un olvido ms
infamante que la propia muerte, y la nica voz que sigue escuchndose hasta la
pgina final del libro es la de la locuaz boca abierta de Robinson.
Otro
ejemplo clebre: el de la pareja de Ismael y Queequeg, los inolvidables
protagonistas de Moby Dick
de Herman Melville. Recordemos la exagerada descripcin que el primero
─blanco, anglosajn, cristiano, con voz (puesto que ejerce de
narrador)─ hizo del segundo ─piel oscura, isleo de algn Oriente
remoto, pagano, sin voz (puesto que no ejerce de narrador)─ la noche en
que por primera vez se cruzaron sus vidas, en la atestada posada de balleneros
en que se vieron obligados a compartir cama:
Dios
santo, qu espectculo! Qu cara! Era de un color oscuro, purpreo,
amarillento, con grandes parches negruzcos aqu y all [...] Esos parches
negros que tena en la cara no podan ser telas adhesivas. Eran manchas, aunque
no poda adivinar su origen [...] Entonces se quit el sombrero ─un
sombrero nuevo, de castor─ y apenas pude retener una exclamacin ante la
nueva sorpresa que me estaba reservada. El individuo no tena un solo pelo en
la cabeza ─o por lo menos un pelo del que valiera la pena hablar─,
salvo un mechn anudado sobre la frente. Esa cabeza rapada y cobriza pareca un
crneo enmohecido. Si el extrao no se hubiese interpuesto entre el lecho y la
puerta, me habra precipitado hacia ella con mucha ms prisa de la que siempre
llevo hacia la comida[7].
Pese a lo traumtico del primer encuentro, Ismael y
Queequeg no tardan en convertirse en compaeros inseparables. El silencioso y
austero (es decir, con el cuerpo cerrado) salvaje Queequeg adopta enseguida el papel de compaero, de
protector, de ngel guardin de su civilizado amigo (que ejerce de locuaz
narrador, lo que le identifica con un cuerpo abierto), y muere en el catastrfico naufragio del Pequod, el barco infernal del capitn Ahab, mientras a
Ismael el hecho de ser el nico superviviente le convierte en el hroe de la
novela.
Resulta
extraordinariamente significativo el que, dentro del mismo relato, una especie
de bucle magistral reproduzca el tndem hroe civilizado─auxiliar salvaje
encarnado en las figuras del enloquecido capitn Ahab y de su enigmtico y
horrible servidor Fedallah,
un
ser como los que la gente civilizada y naturales de la zona templada solo ve en
sus sueos, y muy oscuramente, pero cuyos semejantes se deslizan de tanto en
tanto por entre las inmutables comunidades de Asia, sobre todo en las islas
orientales[8].
Ahab
est convencido de que las artes ocultas del extravagante, solitario y hurao
(es decir, salvaje) Fedallah son lo nico que puede conducirle hasta la presa
cuya captura le obsesiona (la ballena blanca Moby Dick), es decir, hasta el bien que tiene limitado y cuya satisfaccin ansa ms que ninguna otra cosa
en el mundo. Y no le falta la razn: Fedallah le llevar hasta la ballena, y
morir enganchado en las cuerdas y arpones que hieren la piel del monstruo,
antes de que su dueo, el infernal Ahab, corra exactamente el mismo destino. El
salvaje auxiliar (Queequeg, Fedallah) vuelve a aparecer sacrificado y a
preceder en la muerte al hroe blanco y supuestamente civilizador, ansioso de
dominar las fuerzas monstruosas de la naturaleza (Ahab) y de sobreponerse al
insondable olvido por medio de la escritura, otra de las marcas distintivas de
la civilizacin (Ismael).
Detengmonos
ahora en otra novela muy clebre: La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson, cuyo hroe indiscutible
es el esforzado adolescente Jim Hawkins (blanco, anglosajn, civilizado y
civilizador), pero cuyo indispensable (y salvaje) auxiliar tiene un estatus
ambiguo y dinmico. En un principio, da la impresin de que ese papel le est
reservado a John Silver, el alegre cocinero cojo de maneras aparentemente
exquisitas del que algn rapto momentneo e involuntario de furia pone al
descubierto un carcter temiblemente violento. Cuando queda claro que Silver es
en realidad el ms traidor y sanguinario (es decir, salvaje) de los piratas, el
papel auxiliar ser asignado a un puado de marineros fieles a Jim Hawkins y a
los suyos (entre ellos un negro colosal, representante una vez ms de un grupo
crudamente marginado) que van siendo sacrificados y muriendo uno a uno en su
enfrentamiento con los piratas. Y luego, a Ben Gunn, un pattico salvaje de
barba y uas incultas y mirada y discurso extraviados, antiguo pirata que
llevaba muchos aos abandonado en la isla del tesoro, y que se convierte en
aliado indispensable de Jim Hawkins y en gua que le conduce hasta el tesoro.
Tanto John Silver (el falso auxiliar) como Ben Gunn (el auxiliar verdadero),
salvajes cada uno a su modo (por su carcter violento y sanguinario el primero,
por su vida alejada de la civilizacin el segundo) desaparecen al final de la
novela. Silver escapa y se esfuma, Gunn malgasta su parte del botn en bebida.
Slo al blanco, cristiano, civilizado Jim Hawkins, vencedor, por supuesto, de
las trampas que ofrecen las islas desiertas y las asechanzas exticas, se le
anuncia el esperanzador y rentable futuro que est reservado al colonizador.
Las
muertes sacrificiales del extico hombre montaraz del cuento siciliano de El
amor como la sal, o las de los desdichados
ovejas y pavos ─nicos y dciles compaeros de nuestra herona transente
por el desierto de lo salvaje─ de las versiones espaolas, obedecen, sin
duda, a una previsin lgica, inexorable, superior, que tiene atada de pies y
manos la estructura de todo este corpus de narraciones, y que entronca con el
papel que todos estos otros salvajes tristes y sacrificados (Enkidu, Viernes,
Queequeg, Ben Gunn, y tantos ms) desarrollan en las ficciones que les dan
acogida.
La lgica interna de nuestro
cuento va revelndose, al trasluz de todos estos ilustres paralelos, cada vez
ms coherente, crecientemente compacta, implacablemente tensada sobre una
trabazn en que la direccin y la fuerza de cada hilo estn magistralmente
orientadas.
Comer con sal, comer sin sal: lo civilizado frente a
lo salvaje
Las tres grandes partes estructurales que de
manera obvia pueden ser distinguidas en el cuento de El amor como la sal (vida de la protagonista como princesa / vida como salvaje / vida de
nuevo como princesa) tienen, segn vamos a terminar de comprobar, una
coherencia interna, simblica, ideolgica, absolutamente asombrosa. Porque la
oposicin estado salvaje / estado civilizado informa no slo su episodio
central, el del destierro (cosa que es totalmente evidente), sino tambin las
partes introductoria y conclusiva, las que relatan cmo el rey destierra lleno
de furia a su hija porque se ha atrevido a comparar su amor filial con el sabor
de la sal, y cmo el mismo rey se reconcilia a ltima hora con su hija cuando
cae en la cuenta de que la sal resulta absolutamente indispensable para cocinar
y para comer, es decir, para vivir y para vivir en el seno de la civilizacin.
Tampoco
es ste el momento ms adecuado para que nos extendamos acerca de las teoras
sobre lo crudo y lo cocido[9] que, desde los cuatro volmenes de las Mitolgicas de Claude Lvi-Strauss (Lo crudo y lo cocido, De la miel a las cenizas, El origen de las maneras
de mesa, El hombre desnudo) han estado situadas en el centro de muchos trabajos y de muchos
debates antropolgicos, y han estimulado reflexiones y reacciones como las que
se han plasmado en Bueno para comer: enigmas de alimentacin y cultura, Comida y evolucin: hacia una teora de los hbitos alimenticios
humanos, Canbales y reyes, o Vacas, cerdos, guerras y brujas (obras todas ellas de Marvin Harris), o en el revelador Cocina,
cuisine y clase de Jack Goody.
El
caso es que la sal ─alimento que se obtiene mediante la aplicacin de
tecnologas que son indicios de civilizacin─, segn afirma y segn
recalca machaconamente nuestro cuento, es un ingrediente absolutamente
imprescindible para cocinar, y, por lo tanto, para comer de manera civilizada:
es decir, para vivir con los dems. Cuando, al final del cuento, al rey-padre
le sirven un plato cocinado sin sal, rechaza comerlo: le resulta imposible
concebir la cocina, la civilizacin, la vida social, sin sal. De modo que ahora
es l, el monarca poderoso que antes se haba dedicado a excluir de la sociedad
a los dems, quien queda al margen de la comunidad, degradado a la categora de
la exclusin, porque mientras los dems comen con sal, y participan de ese modo
en un rito grupal, solidario, civilizatorio, que refuerza a un tiempo al
individuo y a la comunidad, l, privado de comer con sal, queda apartado de los
dems, solo, aislado, en peligro no solo de muerte social, sino tambin de
muerte fsica.
Y
no slo eso: el padre que al principio haba expulsado de la civilizacin a
su hija por comparar el amor filial (y, por tanto,
el amor social, los lazos de solidaridad y de cohesin familiares y
comunitarios) con la sal, resulta, al final, expulsado de la civilizacin por
su hija, cuando sta se niega a ponerle sal en la
fundamental comunin de tecnologa civilizatoria que es la cocina.
Dicho
de otro modo: si por culpa del padre, la existencia de la hija se haba
desarrollado de acuerdo con este esquema: vida de la protagonista como princesa
/ vida como salvaje / vida de nuevo como princesa, ahora resulta que, por causa
de la hija, el itinerario biogrfico del rey ha de desarrollarse as: vida como
rey / vida como excluido / vida de nuevo como rey.
La
reconciliacin final, una vez probada ─de modo tan ejemplar y
concluyente─ la importancia de la sal como factor de inclusin social y
como marca de civilizacin, permite el reencuentro, en el ltimo y dramtico
extremo, de dos vidas, la del padre y la de la hija, que desde el momento
inicial de estallido de la ira paterna haban transitado por sendas cruzadas,
simtricas, especulares, incomunicadas. Y aleja, de paso y por partida doble y
definitiva, los fantasmas de la exclusin, de la soledad, de lo salvaje, de la
imposibilidad de intercambiar dones: enemigos y polos opuestos, todos ellos, de
la integracin, de la vida en comunidad, de la civilizacin, del enriquecedor
intercambio de dones que son garanta de vida y de cultura para todos.
Ms cuentos de destierros, de salvajes
disfrazados y de retornos a la civilizacin
El cuento ATU 510B, comnmente conocido como Piel
de asno, y tambin como El vestido de oro, de
plata y de estrellas, narra la historia de un rey
que se enamora de su hija, la
cual, para contener los deseos de su padre, le pide un vestido de oro (o de
sol), otro de plata (o de luna) y otro de estrellas (o de diamantes). Como el
padre se las arregla para conseguirlos y para entregrselos, la joven acaba
huyendo, disfrazada de humilde sirvienta, y se pone a trabajar penosamente,
oculta su identidad, en otro lugar. Pero, en ocasin de alguna fiesta, y al
igual que sucede con el cuento casi hermano ATU 510A (Cenicienta), la joven criada se viste, a escondidas, con una indumentaria
esplndida, que despierta el inters de su seor, el prncipe, quien, tras
hacer todo lo posible por descubrir la identidad de la misteriosa dama, acaba
casndose con ella.
Hay
muchos ms relatos, adems de los del complejo de Piel de asno, basados en tortuosos conflictos entre un padre colrico, dictatorial
y a veces incestuoso, y una hija que, para salvar su vida y/o su virginidad, se
ve obligada a vivir desterrada, escondida, disfrazada, en un territorio
salvaje, extrao, hostil. Muchos acaban de forma fatalmente trgica[10]. Pero muchos otros tienen final feliz: aquellos en que la identidad
de la princesa acaba siendo descubierta por el prncipe con el que se casa.
Ah
est, por ejemplo, el ATU 706, La muchacha sin manos, que suele estar protagonizado por una joven que se corta las manos
porque rechaza casarse con su padre, y que es abandonada en el bosque y ha de
vivir escondida en el espacio de lo salvaje, hasta que un prncipe que la
sorprende all se casa con ella, a pesar de una mutilacin, que, por supuesto, queda
al final maravillosamente curada.
Otro
cuento que muestra sugerentes coincidencias con el complejo de relatos que
estamos analizando es el ATU 923B (La princesa que era responsable de su
propia fortuna), que es, en mi opinin, el que ha de
considerarse paralelo ms cercano de ATU 923, El amor como la sal. O, por lo menos, paralelo ms prximo a la muy singular versin
registrada en Sicilia por Giuseppe Pitr, con su ambiguo, misterioso y
originalsimo salvaje secuestrador.
He
aqu el resumen en espaol que de ATU 923B ofrece el catlogo de tipos
cuentsticos de Aarne-Thompson-Uther, en que vemos que no falta un salvaje que
cumple un papel similar:
Cuando
un rey pregunta a sus (tres) hijas quin es el responsable de su buena fortuna
[...], las hermanas mayores responden que es el mismo rey, mientras que la ms
joven dice que es ella misma (o bien Dios) [...] El padre se enfada por causa
de esa afirmacin, y obliga a la joven a casarse con un mendigo (o con un
lisiado), con quien ella ha de vivir en humildes circunstancias.
Algunas
variantes comienzan por la descripcin de un prncipe que se queda lisiado
[...]
Gracias
al ingenio de su mujer, el mendigo se convierte en rey, o queda curado de su
enfermedad.
En
otras variantes, el marido vuelve mgicamente a su antiguo estado de prncipe.
El padre visita al nuevo rey, reconoce a su hija, y es forzado a admitir que
ella ha sido la responsable de su propia fortuna. O el padre, en el intervalo,
ha perdido su reino y vagabundea empobrecido hasta el palacio de su hija.
Dentro
del tejido argumental de los relatos que desarrollan conflictos entre padres
iracundos y/o incestuosos, hijas que huyen de los dominios paternos, esconden
su personalidad y trabajan como humildes sirvientas, y prncipes que al final
descubren la verdadera personalidad y se casan con la joven disfrazada, parece ─a la vista de todo este intrngulis
de ramas y de versiones─ que
hay cauces de contaminacin y de mezcla especialmente fecundos, y motivos que
transitan de aqu para all, que se metamorfosean, se enredan, se pegan y se
despegan con ms facilidad que la que tenemos nosotros para seguir sus pasos.
Si siguiramos tirando de los muchos y diversos
hilos, cuerdas y bucles de hilos que podemos detectar dentro de este enmaraado
ovillo, llegaramos, sin duda, a muchos ms tipos cuentsticos. Por ejemplo, al
ATU 312 (El asesino de muchachas, o Barbazul), en cuyas versiones suelen estar
tejidos los mimbres, bien conocidos, de las tres hermanas, de la menor
entregada a un salvaje secuestrador, de la muerte del salvaje y del matrimonio
con el prncipe rival y liberador.
O
al cuento AT 425G (La falsa novia toma el puesto de la herona), que vuelve a estar protagonizado por una princesa arrojada a un
pramo salvaje, convertida contra su voluntad en criada, y descubierta
astutamente por el prncipe con el que acabar casndose. Este tipo cuentstico
tiene, adems, el inters aadido, si lo contrastamos con el relato de Pitr,
de que la funcin secuestradora que en el relato siciliano tena el hombre
salvaje es cumplida, ahora, por una perversa criada impostora. Conozcamos una
versin burgalesa, que tiene, adems, el inters aadido de que disfraza a la
princesa protagonista de guardiana de pavos:
Haba
una vez, en un lejano reino, pues unos reyes que tenan una hija. Y de muy
joven la prometieron a un prncipe de un pas vecino. Y, llegado el tiempo de
que concertaron ya la boda, pues la mandaron a que conociera al prncipe, que
viva en un palacio con su padre ya muy anciano. Y la mandaron all con su
squito y una doncella para que la sirviera. Y llevaba un caballo. Y el caballo
de la princesa se llamaba Falada, y saba hablar. Y, al tiempo de despedirse de
sus padres, la reina, su madre, se pinch en el dedo, y dej caer unas gotas de
sangre, lo
recogi en un paito, y se lo dio a la princesa. Y le dijo que lo guardara, que
le servira, y que no le perdieran. Y la princesa pues se le meti aqu, en
el pecho. Y ya echaron a andar, se pusieron en camino, y haca un da de mucho
calor. Llevaban muchas horas andando, y haca mucho calor, y vieron un ro
caudaloso. Y la mand a la doncella que bajara para que la diera agua, y
la doncella le contest, dice:
–Si
queris beber agua, bajaros vosotras (o ust misma, que no s cmo
la llamaba), que yo no quiero ser vuestra criada.
As
que la princesa se baj del caballo y se agach a beber, y, al agacharse a
beber, se le cay el paito y se le llev el agua, y la criada lo vio. En esto,
la princesa intent montar a caballo otra vez, y entonces la dijo la criada que
no, que ese caballo sera de ella, y ella montara en el de ella. Y se quitaron
la ropa. La hizo quitarse la ropa: la doncella se puso las ropas de la
princesa, y la princesa la de la doncella.
Ya
llegaron al palacio y salieron a recibirlas con todos los honores. La princesa
no conoca al prncipe, nada ms a su padre, y haca ya mucho tiempo. Y la
recibieron con todos los honores a la falsa princesa. Y la otra, callando. La
doncella la hizo jurar a la princesa que no dira nada a nadie. Y la princesa,
pues callando. Y ya llegaron, y a la [falsa] princesa la llevaron por ah en
eso, a presentarla al prncipe, y olvidaron a la verdadera princesa. Y entonces
el prncipe se dio cuenta [de que estaba all la supuesta criada], y dice:
–Quin
es sta?
Dice:
–Pues
es una doncella que me he trado –dice–, pero me ha servido muy mal
–dice–, y voy a escoger otra –dice–. Darla si queris [una
ocupacin] en el palacio.
Y,
antes, acord el rey de que... Tena un chavalito que se llamaba Conrado,
que guardaba un rebao de pavos, y para que le ayudara [la princesa]...
Decidieron eso. Y entonces dijo la doncella, dice:
–Y
tambin quiero que matis a mi caballo, que me ha dao muchos
disgustos en el camino y no le quiero –dice–. Tenis que matar el
caballo.
El
caballo de la princesa, que saba hablar. Y entonces el rey se lo prometi que
le mataran. Y entonces la verdadera princesa le dijo al rey que si le podan
poner la cabeza en un sitio donde ella le viera todos los das. Y el rey pues
se lo prometi. Y le cortaron la cabeza al caballo, y le clavaron la cabeza en
un arco que tenan que pasar todos los das con los pavos, a cuidarles. Y la
princesa, por la maana al salir el sol, sala con el chavalillo a cuidar los
pavos. Y al pasar por debajo, [la princesa] al caballo deca:
–Oh,
Falada, que ests ah clavado!
Y
el caballo la contestaba:
–Oh,
princesa, si tu madre supiera esto, se la partira el corazn!
Y
as todos [los] das. Y bueno, cuando salan, ya pasaban por el arco, ya salan
al campo y ya les dejaban a los pavos sueltos. Ella se sentaba debajo de un
rbol. Y entonces la princesa se soltaba el pelo, que era rubio como el oro, y
se pona a peinar. Y el zagalillo aquel, como era un pelo tan bonito, quera
arrancar algunos cabellos. Y la princesa deca:
–Sal,
viento, sal –dice–, llvate el sombrero de Conrado
–dice–, y no le dejes volver hasta que me peine.
Y
as, sala un viento, le llevaba el [sombrero]; y, cuando volva, ya se haba
peinado.
Y
as todos los das. Y el chavalillo, pues ya se cans, y se lo dijo un da al
rey lo que pasaba –dice–. Que no quera ir a cuidar con sa, porque
le haca lo que le haca. Y entonces el rey la llam, y la dijo que quin era.
Y entonces dijo ella, dice:
–No
–dice–, que he jurado no decir nada.
Dice
el rey, dice:
–Bueno,
pues mira, te metes ah en tu habitacin, que hay una estufa, y se lo cuentas a
la estufa.
Y
entonces el rey estaba escuchado desde fuera. Entonces la princesa deca, dice:
–Heme
aqu cuidando pavos –dice–, y, sin embargo, soy princesa.
–Dice– una doncella falaz –dice– ha ocupado mi puesto.
Y
el rey lo oy, y entonces se descubri todo, y la llevaron, la vistieron de
princesa, y luego llamaron a la otra.
Y
[a sta] la haban dado un brebaje, y dice que no vea muy bien. Primero no la
conoci, pero despus la conoci, y se puso a temblar. Y ya, ordenaron que la
cogieran, la metieran presa en un calabozo, y luego celebraron la boda y fueron
muy felices[11].
Concluye
aqu, al menos provisionalmente, nuestro anlisis del cuento ATU 923 (El
amor como la sal) y
de sus parientes directos e indirectos, genticos, sobrevenidos y postizos. Si
cada vez que tiramos de alguno de los mltiples hilos de su trama nos vemos
trasladados a caminos y a vislumbres nuevos y sorprendentes, es ms que
probable que en ocasiones futuras tengamos que volver sobre l.
De
hecho, algunas de las frases que hemos ido sembrando por aqu y por all, y
cuyos ecos renunciamos a apurar aqu, son promesas de horizontes insospechados:
La
oposicin estado salvaje / estado civilizado informa no slo su episodio
central, el del destierro (cosa que es totalmente evidente), sino tambin las
partes introductoria y conclusiva, las que relatan cmo el rey destierra lleno
de furia a su hija porque se ha atrevido a comparar su amor filial con el sabor
de la sal, y cmo el mismo rey se reconcilia a ltima hora con su hija cuando
cae en la cuenta de que la sal resulta absolutamente indispensable para cocinar
y para comer, es decir, para vivir y para vivir en el seno de la civilizacin.
Si
lo pensamos bien, tambin la Ilada homrica, tambin el Cantar de Mio Cid, tambin el Rey
Lear de Shakespeare, tambin el Robinson Crusoe de Defoe, tienen una
parte inicial marcada por el intempestivo estallido de ira de un rey (o de una
especie de soberbio y dominante rey-padre); un episodio central que sigue los
pasos de un hroe desterrado, solitario, imposibilitado de comunicar y de
intercambiar palabras y dones con los dems; y un colofn que celebra la
reconciliacin de los sujetos enfrentados (el rey-padre que decret el
destierro y el hijo-sbdito desterrado), la recuperacin triunfal de las
alianzas, la garanta de que el equilibrio y la armona de toda la comunidad
van a quedar, tras un crtico perodo de suspensin, armoniosamente restaurados.
Pero
eso son ya otras historias, y muy grandes, y no caben aqu...
[1] Traduccin de
Simona Serra a partir de Giuseppe Pitr, Fiabe, novelle e racconti popolari siciliani I (Palermo: L. Pedone Lauriel, 1875) nm. 10; hay Ristampa anastatica
delledizione di Palermo, 1870-1913 a cura di Aurelio Rigoli publicada en
Palermo, Il Vespro, 1978.
[2] Traduzco de Hans-Jrg
Uther, The types of International Folktales. A Classification and
Bibliography, Based on the System of Antti Aarne and Stith Thompson (Helsinki: Suomalainen Tiedeakatemia-Academia
Scientiarum Fennica, 2004) nm. 923.
[3] Elas Rubio Marcos, Jos Manuel Pedrosa y Csar
Javier Palacios, Cuentos burgaleses de tradicin oral (teora, etnotextos y
comparatismo) (Burgos: Coleccin Tentenublo,
2002) nm. 58.
[4] Fragmento del
cuento registrado por Julio Camarena en Puebla de Don Rodrigo (Ciudad Real) y
publicado en Julio Camarena y Maxime
Chevalier, Catlogo tipolgico del cuento folklrico espaol: Cuentos-novela
(Alcal de Henares: Centro de
Estudios Cervantinos, 2003) nm. 923, pp. 317-321.
[5] Javier Asensio
Garca, Cuentos riojanos de tradicin oral (Logroo: Piedra del
Rayo, 2004) pp. 152-154.
[6] Jos Manuel
Pedrosa, El hroe, el salvaje y el
viaje: Don Quijote / Sancho... y Guillermo / Renuard, Tamino / Papageno,
Robinson / Viernes, Ismael / Queequeg, Asterix /Obelix, en prensa en un
volumen colectivo sobre ideologas y culturas de los Siglos de Oro que editar
Elena del Ro Parra.
[9] Una
aproximacin muy general se puede hacer a partir de Jos Manuel Pedrosa, "Lo
crudo y lo cocido: teora, smbolo, texto (de Lvi-Strauss al cuento
tradicional)", Revista de Folklore 266 (2002) pp.
39-54.
[10] Vase al respecto Jos Manuel Pedrosa, "Por qu vuelan de
noche las lechuzas, por qu muri joven Roldn, por qu se llama una novela Cien
aos de soledad: exclusin, soledad y muerte en los relatos de incesto", "Entra
mayo y sale abril": Medieval Studies of Literature and Folklore in Honor
of Harriet Goldberg, eds. M. Costa Fontes y J. T. Snow (Newark, Delaware: Juan de la
Cuesta Press, 2005) pp. 259-280.