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Hernndez, Graciela B. Leyendas acerca de
tesoros escondidos. Versiones mapuches registradas en Baha Blanca
(Argentina). Culturas Populares. Revista Electrnica 4 (enero-junio 2007). http://www.culturaspopulares.org/textos4/articulos/hernandezg1.htm ISSN: 1886-5623 |
Leyendas acerca de
tesoros escondidos.
Versiones mapuches
registradas en Baha Blanca (Argentina)
Graciela B. Hernndez
CONICET/Universidad Nacional del Sur
(Baha Blanca, Argentina)
Supongamos el caso que me regalaras hoy este libro; pasado un ao yo
tambin te dar un libro igualmente bueno: entonces nos diremos Katr el uno al otro, o nos miraremos por katrwen.
–Traduccin del testimonio de Pascual
Segundo Painemilla amkucheu, realizado por Fray Flix de Augusta
Resumen
En este artculo damos a
conocer nuevas versiones de leyendas sobre tesoros escondidos y peligrosos,
recopiladas en la ciudad de Baha Blanca. Los nuevos testimonios que recopilamos
y analizamos fueron narrados por estudiantes que cursan el primer ciclo de una
escuela de adultos. En sus relatos describen los peligros que representa
desenterrar los tesoros, en especial la plata, que dejaron los indios mapuche
cuando escapaban de los blancos.
Palabras clave: Folclore,
literatura oral, tesoros, leyendas, cuentos, reciprocidad, pueblos originarios.
Abstract
This paper presents and
analyzes new versions of legends about hidden and dangerous treasures recorded
in the city of Baha Blanca. The informants were students in the first cycle of
an adults' school. In these versions they describe the danger that represents
digging up the treasures, especially silver left behind by the Mapuche Indians
when they were escaping from white people.
Keywords: Folklore, Oral Literature, Treasure,
Legend, Folk Tale, Reciprocity, Native People.
Introduccin
E
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Consideramos que el tpico de la bsqueda de los tesoros ocultos y
de los peligros que esta empresa encierra es casi universal. Pero tambin es
particular, propia de cada cultura. En este caso, nosotros trataremos de
analizar estos testimonios en relacin con las pautas de la cultura mapuche, en
la cual imperaban los intercambios recprocos, al menos en la vida cotidiana,
entre la gente comn que no asuma jerarquas polticas ni religiosos
especiales; y tambin en relacin con las pautas culturales que surgieron de la
interaccin de los mapuche con los campesinos chilenos blancos y mestizos.
1. El tesoro escondido: una
acumulacin de bienes peligrosa
En nuestra
sociedad, el dinero es el medio ms comn de intercambio. Damos dinero a cambio
de alimentos, ropas u otros bienes; el dinero es tambin una medida de valor y
un medio de pago por el que satisfacemos nuestras obligaciones, aunque no
recibamos directamente algo a cambio.
El dinero se ha instalado de tal
modo en nuestra cultura, y tiene tanta importancia, que nos resulta difcil
concebir su ausencia; pero no siempre existi: la ley de la oferta y la demanda
que regula el intercambio en las sociedades de mercado era desconocida en otros
tiempos o en otras culturas.
Las reglas del mercado son de
introduccin reciente en muchas partes; es por ello que la acumulacin de
bienes puede ser vista como una conducta que atenta contra el tejido social.
En el mbito del relato (pueden ser mitos, cuentos,
leyendas, testimonios y memorias de distintos tipos, y hasta sueos), una de
las formas ms frecuentes de acumulacin rpida es la que tiene lugar mediante
el hallazgo de un tesoro escondido, aunque, por lo general, estas fbulas
defienden que el beneficiario del encuentro no puede disfrutar de su rpido
xito econmico, sino que ha de enfrentarse a muchos peligros. Porque, en
muchos de estos relatos, el tesoro conduce a la muerte, y no a una vida
placentera.
El hallazgo de bienes, en este caso del tesoro, no trae
aparejado ninguna contraprestacin. Ello quiere decir que no crea obligaciones
hacia nadie. Lo cual le convierte en un hecho socialmente peligroso.
2. El contexto de la enunciacin
y el entorno cultural
Ya dijimos que
los emisores de las narraciones que vamos a analizar son estudiantes de una
escuela inicial de adultos. A pesar de que los tres tienen ms de sesenta aos,
no han concurrido con anterioridad a ninguna institucin escolar. Se criaron en
Chile, migraron en distintos momentos –entre fines de la dcada del 50 y
comienzos del 70-, y se radicaron en el barrio de Villa Rosario, donde el
entorno cultural permite que se conserven determinadas pautas, especialmente
las creencias.
Los relatos fueron recopilados en
el marco de una propuesta experimental de educacin intercultural denominada
Taller de Historia, la cual tena como objetivos abordar el estudio de las
ciencias sociales a partir de las experiencias personales, de las historias de
vida, de la cultura en un sentido amplio.
En trminos generales, se denomina cultura mapuche o araucana a la
cultura indgena que predomin en Chile desde el sur del ro Bo-Bo y se
extendi tambin a la Argentina a travs de una serie de complicados
mecanismos, en los cuales los intercambios comerciales fueron muy importantes.
Entre los mapuche o araucanos, y
de alguna manera tambin entre los campesinos chilenos no mapuche, han existido
sistemas de intercambios recprocos (en algunos lugares an subsisten) de
comida, bebidas y otros objetos.
Durante la dcada de
1960, cuando Louis Faron trabaj en Chile, y an tena mucha vigencia una institucin
llamada mingaco –originada
en la minga del rea andina– que obligaba a la ayuda recproca del grupo familiar, los cuales
estaban emparentados tanto por lazos de sangre como por lazos ceremoniales
(parentesco ficticio). El mingaco funcionaba a travs del sistema de los que el
autor denomin vuelta mano, y tena como objetivo realizar determinadas tareas: cosechas, limpieza
de tierras, construccin de viviendas[1].
El intercambio de
determinados bienes tena un papel fundamental en la creacin de lazos
ceremoniales de parentesco. En la lengua mapuche existe una palabra para
designar mitad, shangi. Segn el clrigo Augusta, para emparentarse de esta forma haba que
compartir la mitad de un vaso de licor: el primero bebe la mitad del vaso, y el
segundo la otra mitad; esto generaba una alianza que perduraba[2].
La entrega mutua de un cordero se denominaba konchotun, y generaba una relacin simtrica
denominada konchowen; este vnculo se oficializaba generalmente en el marco del mximo ritual
colectivo mapuche, el ngillatn (1934: 3-4). En el lacutun tambin imperaba la retribucin;
segn Toms Guevara, este vnculo parental surga cuando alguien peda a una
familia que uno de sus hijos llevara su nombre; el solicitante tena que
contribuir con dinero y animales para la realizacin de la fiesta, pero, al
ao, el padre del nio le devolva al lacu de su hijo la visita y los regalos[3].
3. El marco referencial
Los testimonios acerca de los
tesoros de los indios y de los peligros que acechan a sus buscadores han sido
rotulados como cuentos o como mitos; sabemos que estas clasificaciones pueden
ser bastante problemticas, cambiantes y arbitrarias; pero, de cualquier forma,
tanto unas como otras reflejan siempre los mismos argumentos, y tienen una
estructura similar.[4]
En las recopilaciones de cuentos y
mitos realizadas a fines del siglo pasado y en las primeras dcadas del siglo
XIX no encontramos testimonios representativos de estos argumentos; tanto es
as que en la compilacin de cuentos de Yolando Pino Saavedra[5]
no est ni siquiera contemplada.
En las Tradiciones
Araucanas de Bertha
Koessler-Ilg[6] hay
documentado un relato un tanto confuso sobre el tpico del tesoro escondido: se
trata del oro de los incas que permanece oculto en la tierra de los mapuche o
araucanos. Pero en parte difiere de las versiones que analizaremos –en las que siempre se habla de la
plata de los mapuche–, si
bien hay aspectos absolutamente coincidentes. El testimonio fue titulado El
tesoro del Chenke de Sierra Nevada, y fue recopilado en Neuqun, Argentina:
Ningn blanco lo
encontr. Pero los araucanos saben dnde est (el oro), ven luces como
bailando, fuegos que parecen que saltan, que se juntan y corren por el aire,
como balas que explotan despus (1962: 266).
Entre los investigadores
chilenos que han documentado el tema se encuentra Yosuke Kuramonchi, quien en
su obra Cultura Mapuche public la versin bilinge del Entierro de Plata, recopilada en cercanas de la
localidad de Lautaro[7]:
La gente antigua haca entierros de plata como reserva.
Enterraban grandes cntaros con plata y oro bajo un roble que ellos reconocan.
Dejaban estas riquezas en un cntaro. All, dicen, llegaba a apoderarse de
ellas el mal (wekufu), diablo le llaman a eso
maligno los huincas. Estos entierros a veces se cambiaban del lugar en que los
dejaron. Se ven cosas cerca del lugar del entierro. A veces se ve una damajuana
o una vela. Cmo se trasladan estos entierros hermanos?
Trabajaba yo de cuidador –cuando se es pobre se llega a hacer esto, hermano– y antes del amanecer, estaba como otras veces junto a un roble,
cuando sali de pronto, cerca del rbol, una liebre corriendo. Se oy un sonido
yangan!... cuando sali corriendo la liebre.
As como suena una cadena cuando es tirada arrastrndola desde abajo, as se oa:
yangan, yangan.
La gente antigua deca que as sonaba la plata antigua dentro de los cntaros (metawe).
El mal es el que se hace dueo de esto que
est bajo la tierra, dicen, hermano... Yo estaba ah cuando aquella liebre se
volvi una tela blanca, como una sbana se torn y levant del suelo. Se elev
y fue como volando hacia el volcn Llaima. Se dirigi hacia all y volvi a
subir, como un pao blanco iba. Cuando lleg cerca de la montaa a la que le
dicen Llaima se perdi de mi vista, hermano.
Nuestra gente antigua deca que cuando
amaneca volva a su lugar la plata que se haba ido. Haba que esperar
escondido, preparado para sacarla cuando volviera.
As es que me fui a esconder y esper.
Comenzaba a amanecer cuando vi venir volando otra vez a aquello como lienzo.
Lentamente baj hacia ac y se aproxim a la tierra, luego apareci una liebre
que entr al roble de donde haba salido. Entonces se sinti otra vez el ruido
que hace la plata, hermano. Lleg la liebre entrando al mismo lugar de donde haba
salido. Y el ruido que se sinti cuando sali se produjo otra vez. Hasta aqu
noms llega mi conversacin, oye hermano (1990: 160).
Este autor registr
otros testimonios similares en su obra Mitologa Mapuche[8]. Uno de ellos es La visin del cntaro de
plata; se trata de un mito registrado en versin
bilinge, de boca de una mujer mapuche de la IX Regin de Chile:
La gente antigua sabe que por Ao Nuevo, a media noche, suceden
cosas extraordinarias. Si se sale, se debe llevar un lazo por si se topa uno
con entierros que se encuentran en forma de cntaros llenos de plata. En el
lugar en que se encuentran, siempre se halla un animal: un perro, un caballo o
un toro. Si uno se encuentra con uno de estos animales, en la noche de San
Juan, debe lacearlo y dejarlo amarrado en el mismo lugar en que lo encontr. Al
da siguiente, al regresar al lugar en que se dej atada esa visin, se
encontrar un cntaro lleno de joyas de plata (1991: 81).
La misma informante le transmiti otro mito sobre
el mismo tema, que titul: El hombre que vio un caballo y un gran fuego. En este texto, el protagonista oa durante la
noche el ruido de un caballo:
Al pasar por el lugar donde haba tenido
esta visin me encontr con que all haba ahora un fuego muy grande que
iluminaba un gran sector.
Dicen que en el lugar en donde han visto
estos grandes fuegos despus se encuentra un entierro de joyas de plata. Es lo
que yo he escuchado (1991: 84).
Por ltimo, este autor tambin recopil El entierro de
Futa Coyam, que le fue transmitido por un varn,
tambin en la IX Regin. Se trata de un mito que seala la presencia de
animales guardianes de los entierros de plata: en este caso, de un toro que
oficiaba de guardin de un tesoro enterrado junto a un gran roble. Cuando el
hombre se encontr con el toro y lo quiso enlazar, sinti que el animal no era
pesado:
No vena amarrado el toro rojo de su
extremo, sino un gran tiesto lleno de plata. Este era el entierro que cuidaba
el torito.
Al hombre no se lo vio ms por esos lugares, y eso
porque dicen que no se debe quedar uno en el lugar donde se encontr esa
riqueza (1991: 86).
Csar Fernndez, en su
obra Cuentan los mapuches[9], compil una serie de relatos
recogidos tanto por investigadores como por aficionados; en el primer grupo se
encuentra un cuento recopilado por la especialista Berta E. Vidal de Battini en
1952, denominado: El castigo de los chenques; recordemos que se denomina chenques a los lugares en los que se
encuentran huesos semienterrados de indgenas antiguos, eventualmente asociados
a sus bienes personales o a alguna ofrenda funeraria, aunque no necesariamente
a algn metal valioso:
Los paisanos tienen
miedo de pasar cerca de los chenques en la noche y los miran con
respeto supersticioso. Los chenques son como tesoros enterrados
(1995: 128).
Otro de los relatos que public este autor es el recopilado
por el sacerdote scar Barreto en 1992, denominado El Chenque del Cerro Bayo. En este caso se asocia la idea del chenque en el que no slo haba restos humanos, sino tambin la platera que
acompaaba a los muertos importantes al ms all: rastras,
cuchillos con cabo de plata, espuelas, estribos bombillas y prendedores, aros y
vinchas, bienes de los que se desprendan las mujeres para obsequiar al
difunto. Segn este testimonio, los que robaron el chenque fueron unos ingleses guiados por un indgena conocedor del terreno.
Pero el gua muri despus de haber sacado la plata.
En este ltimo testimonio no aparece la olla de greda o el
cntaro como recipiente para guardar la platera; el narrador habla del cuero
de un animal que se mataba sobre la tumba. Segn un ritual que era frecuente
entre los indgenas patagnicos, este cuero serva para envolver estos bienes
tan apreciados. En las noches de luna llena, el animal sacrificado sala a
pastar: si alguien lo segua, poda llegar hasta el lugar en el que estaba el
cuerpo enterrado con todas sus joyas:
En una noche de luna (el vaqueano) enlaz
un alazn mansito que fue de la suerte, bueno, suerte para los gringos esos,
para l fue la desgracia (ob. cit 1995: 130).
4.
Las nuevas versiones recopiladas en Baha Blanca
Con anterioridad a los testimonios que
transcribiremos a continuacin habamos recopilado un relato al que denominamos
Historia del sapo,
porque era ste el animal que sealaba la presencia de plata enterrada en un
cntaro de cermica. La narradora del relato era una mujer originaria de la
zona rural de la X Regin de Chile; segn ella, la plata es peligrosa porque,
cuando se abre el cntaro, emana un vapor, un vaporizo, que puede ser mortal
para el descubridor. En su momento comparamos este testimonio con el material
de Crdenas Tabes,[10],
ya que el autor analiz detalladamente el tema de la bsqueda de entierros de
plata en Chilo.
En esta
isla. la bsqueda de tesoros es una actividad bastante frecuente, especialmente
en la noche de San Juan, cuando los isleos invocan al diablo para sacar las
riquezas enterradas y se preparan para enfrentar las visiones que aparecen
junto a los entierros; enriquecerse de esta manera no es fcil, ya que muchos
han encontrado plata, pero sta se convirti en piedra (1978: 99).
Adems
del relato mencionado, habamos registrado algunos testimonios fragmentados,
los cuales simplemente daban cuenta de la presencia de tesoros enterrados y
custodiados por el Anchimalln (especie de enano luminoso, sobre el que
volveremos) o el diablo, pero sin desarrollo narrativo; contrariamente a las
escuetas informaciones que habamos recopilado antes, nuestros narradores de la
escuela de adultos de Villa Rosario fueron locuaces y disfrutaron al hablar del
tema.
Transcribiremos
los testimonios tal como fueron emitidos por los tres narradores: un varn, y
dos mujeres. Una de ellas se considera mapuche. Los dems no comparten la misma
adscripcin tnica, pero s la misma cultura, cuyas pautas internalizaron por
diferentes razones: el primero, porque pas parte de su vida trabajando en el
campo con los mapuche; mientras que la segunda viva en el mbito rural. y con
su familia daban alojamiento y comida a los empleados de las empresas madereras
–mayoritariamente mapuche–, trabaj como vendedora ambulante de ropa
en las comunidades indgenas.
Es por
ello que la cultura mapuche no tiene casi secretos para ella.
4. 1. Los tesoros enterrados del tiempo de los
indgenas
Mi padre encontr cantaritos
enterrados para el sur de Valdivia, en la montaa. Eran entierros de los
indios. Pero en ese tiempo no haba ni un indio por ah. Vaya a saber de qu
ao estaran. Estaban haciendo caminos las empresas, y ah mi pap encontraba cantaritos
de greda enterrados. No tenan nada. Mi padre los encontr vacos. A lo mejor
eran cementerios, porque cuando enterraban a los indios les ponan cantaritos
de mudai (bebida
realizada por fermentacin directa). Dicen que le ponan cantaritos.
En una
ferretera en Villarica hay una paila grande de cobre, bueno, eso era un
entierro de plata, que mi padre iba a buscar agua a un arroyo. No tan slo l:
iban mucho los vecinos, porque ah hay que ir a buscar agua a los arroyos, vio
cuando queda lejos el agua? Porque all los arroyos son limpitos, vienen de las
sierras, limpita el agua. Bueno: sali una llama para arriba, una llama as,
celestita, como dice la seora, celestita. Y se perda, se vea y se volva a
perder. Entonces dijo mi padre que hay que enterrar un cuchillo donde sale la
llama. Mi padre dijo:
–Voy a dejar el agua, y voy a volver
para enterrar el cuchillo. Maana voy a venir.
Cuando fue a
mi casa mi padre, y volvi con el cuchillo, no apareci ms la llama.
Se le
apareci a otro hombre. Los hombres fueron en la noche. Fueron tres, porque
dicen que se aparecen espritus, los que estn encargados del dinero, Satans.
Dicen que se aparecen espritus, tienen miedo.
Entonces los
hombres esos lo sacaron: tenan una paila llena de oro. Paila le llamaban a
esos fuentones de cobre. Esa est colgada en Villarica, en una ferretera. Los
hombres se llevaron todo el oro y quedaron ricos.
Narradora: Ins Aedo. Nacida en Chile, 70 aos en 2000.
4. 2. Las luces
de los tesoros
Cuando
yo estaba chiquita, me mand mi padrastro, me dice:
–Anda, llvate un gallo. Cuando cante
el gallo, va a dar una luz.
Yo
me fui con miedo. Como era chiquita...
–Te vas a ir en el crucero –me dijo.
El
crucero son los caminos que cruzan. Me fui con el gallo. El gallo no cant
nunca. Pas ms fro. Y, a pata, me fui al crucero. Pero era lejos, como a las
cuatro por ah. No cant nada el gallo, pero nada, nada.
Volv
para la casa como a las seis, por ah.
–Son mentiras –les dije yo–, qu va a ver plata. La plata,
cuando quiere arder, empieza a levantar en llamas –le digo yo.
–Es que atencin no habr puesto –dijo mi padrastro–. Si hay mucha plata, es un entierro –me dijo–. Es claro: yo anduve por ah, me
fij, el gallo no cant nada, y despus me vine para la casa. Yo no vi ni una
cosa, nada, nada. Ni una cosa. Al lado de mi casa, en la casa de los viejitos
de mi padrastro, ah sacaron un entierro.
Mi
padrastro me haba mandado porque la plata verdadera arde, las llamas son bien
azulito, bien celestito, viene a ser cuando est quemando la plata, y cuando
quera prender fuego... Yo fui, pero no v nada. Perd la plata.
Tena
un to que sac un entierro, al lado de la casa nuestra, de mi padrastro. Sac
una ollita de greda. Se sac, y tena bastante plata. Pero no lo vimos ms a
ese to. Hay que irse lejos, muy lejos.
Cuando
venan los espaoles, los indios escondan la plata. Los indios escondan la
plata y la enterraban.
De
los entierros puede salir como un perro, un len. Diferente clase de animales,
porque hay plata enterrada. Cuando es chico, uno lo ve.
Una
vez vi tres patitos, blanquitos. Los persegu. Nosotros tenamos patos blancos,
de esos gritones. Y, bueno, los sal a buscar. Los sal a buscar para el
arroyo, y se me perdieron en una planta. Pero yo no vi nada. Despus de ah
sacaron un entierro. Era como una palanganita.
Narradora:
Antonia Maique Amollao, Nacida de Chile, 68 aos en 2000.
4.3. Los tesoros son del diablo
Son espritus, es el diablo. De toda clase de espritus pueden aparecer,
espritus que pone el diablo ah. Eso es avaricia. Dos no pueden ir. Si van
dos, muere uno. Yo tena un pariente, all en la zona de Arauco. Sac un
cntaro de greda. Fueron dos, se hicieron ricos con la plata. Fueron dos, pero
uno muere. No muere enseguida: al tiempo muere.
Despus estn
los espritus. Vio? Es un hombre que viene con esas cosas, con magia, y uno le
dice qu anda haciendo. Esos hombres leen la magia –yo nunca he ledo magia porque yo no s
leer–, leen esa magia, y al que le tienen odio
le mandan esas cosas.
Narrador: Isaas Alvear. Nacido en Chile, 67 aos en 2000.
4.3. El chivito que seala la plata en sueos.
Tres noches seguidas tuve ese
sueo, en Pun, en la quinta de Marchi, en una quinta que hay en Pun, para el
lado del cementerio.
Vena un chivito marroncito;
tena unas astitas as (chiquitas), y me balaba al lado de la cama, y me deca
que lo siguiera. Pero yo no le haca caso. Llegaba a la puerta el chivito, y
vena donde m el chivito para que lo siguiera. Es que me deca: en tal parte
hay plata enterrada.
Era todo yuyo, todo pasto
verde, la quinta. Y as, lejos, haba unos tamariscos, y me deca el chivito –tres noches seguidas–: ac hay plata enterrada. Ven, and
mirar, hay un pedacito todo peladito, que nunca ha salido yuyo: ah est la plata.
Usted sabe que yo fui, fui a
ver, llev a mi madre –mi madre
viva en aquel entonces–, igualito,
como el chivito me mostr: as estaba todo, no haba ni una planta de yuyo ah.
Todo alrededor haba yuyo
verde, pero ah no haba nada.
Narradora: Ins Aedo, Nacida en Chile, 70 aos en 2000.
4.4. La sirena del lago
Cuando yo fui a buscar agua, estbamos en Panguipulli. Y all
sacbamos agua de una vertiente que sala heladsima, limpia. Pero ese da fui
a buscar agua para lavar ropa, fui a buscar un balde de agua en la playa, y ah
haba como tipo de isla as, una roca, y ah veo una chica peinndose con un
peine al sol bien amarillito. Le digo:
–Pap, hay una chica peinndose arriba de la roca.
–Adnde? –me dice l–.
Lo va a mirar, y ni noticia. Nada. No sali ms la chica. No se vio
ms. Y despus no s qu da fui otra vez, qu fui a hacer, cuando uno es chica
juega, corre. bamos corriendo con mis hermanos. ramos todos chicos, y veo un
ternero donde estaba la chica, ah. Era manchadito, holands, y le digo:
–Mire, pap, hay un ternero.
Y me dijo:
–Dejalo, eso debe ser algn entierro que hay por ah. Un entierro
tiene que ser –y me dijo– Te anims a irlo a marcar?
–No –le dije–, por favor, no quiero ir nunca ms a
ningn lado. Nunca ms quise ir donde estaba el ternero ah, ni a buscar agua a
la playa.
Estaba muy paradito en la roca. La roca era como una isla. Ah mismo
haba visto a la chica peinndose. Entonces me dijo mi padre:
–Esa es la sirena del lago. La chica, debe ser la sirena que sale del
lago a peinarse.
Despus de un tiempo, pasara como un mes, dos meses sera, sacaron
un entierro, un entierro pero as de grandote. Una palangana pero grande, tena
plata.
Dicen que la plata cuando ya est encima, sale de todas formas, sale
vestida de mujer, de animales, de todo...
Narradora:
Antonia Maique Amollao. Nacida de Chile. 68 aos en 2000.
Anlisis
de los etnotextos
Desde el mismo nombre de nuestro pas, Argentina
(de argentum: plata),
la toponimia del sur de Sudamrica da cuenta de la importancia que tuvo desde
la primera poca de la conquista este metal. Es por ello que nos encontramos un
Ro de la Plata, un Virreinato del Ro de la Plata, o una ciudad cuyo nombre es
Mar del Plata.
La existencia de una ciudad o de un lugar en el
cual abundaba este metal precioso se vincula con la leyenda de La Ciudad de
los Csares o de La tierra de los Csares. A travs del tiempo se esper
encontrar distintos tipos de poblaciones organizadas de maneras distintas,
tanto gobernadas por un rey indgena –en algunos relatos era un inca– o por un rey blanco. Pero en todos los casos se esperaba que fueran
poseedores de cantidades inconmensurables de plata.
El nombre de la ciudad de los Csares tiene su
origen en uno de los expedicionarios de Caboto, Francisco Csar, quien le narr
sus peripecias a Ruy Daz de Guzmn. Este relato dio lugar a la bsqueda de
sitios que este capitn haba encontrado cuando haba partido del fuerte de
Sancti Spiritus hacia Lima. En aquel viaje haba encontrado una provincia con gente
vestida de oro y plata, bajo las rdenes de un gran seor; ello sugiere que
deba tratarse de un pueblo con una organizacin social compleja, con
concentracin de poder.
La bsqueda de aquel lugar maravillosamente rico
se realiz tanto desde Chile como desde Tucumn.
La Ciudad de los Csares vino a reemplazar al
desaparecido sueo de hallar El Dorado. Y hasta los propios jesuitas la
buscaron afanosamente.
Jos Manuel Pedrosa[11]
ha encontrado en Espaa (y en otras tradiciones y culturas) leyendas y cuentos
coincidentes en buena medida con los nuestros. En Espaa, el pueblo al que se
atribuye el ocultamiento de tesoros suele ser el de los moros, es decir, los musulmanes y moriscos que
fueron expulsados de Espaa entre los siglos XVI y XVII.
Llama la atencin Pedrosa sobre el hecho de que,
en algunos de los relatos atestiguados en Espaa, los buscadores que persiguen
los tesoros son extranjeros, descendientes de aquellos moros que regresan para
recuperar las pertenencias de sus antepasados.
A nosotros nos parece muy interesante, adems, el
hecho concreto de que los bienes que hay que exhumar pertenezcan, en el mbito
espaol y en el mapuche, a la rbita de los vencidos. Nuestros narradores temen
encontrarse con la plata de los mapuche de antes, de los antiguos –los actuales no tienen metales preciosos
que esconder–,
y piensan que estos bienes
siempre traen desgracias de una manera o de otra, porque enriquecerse con los
bienes de los que sufrieron no les parece digno, pues ello creara diferencias
de clase econmica, y deudas con el diablo o con otras figuras mticas afines.
Segn ha sido documentado en muchas partes del
mundo, en el lugar en el que se cree que hay tesoros escondidos, stos se
manifiestan de distintas maneras, emitiendo por lo general seales que
determinadas personas son capaces de descodificar. La presencia de tesoros
puede ser detectada porque aparece un fuego encendido, ya que se cree que la
plata arde y que produce una llama particular. Tambin porque, en el lugar se
aparecen animales con comportamientos diferentes a los que se espera de ellos.
Y, en ltimo trmino, porque en esos mismos lugares es posible ver otros seres
mticos, que slo se relacionan con los humanos en ocasiones especiales; la
mayora de ellos son temidos. y debido al rpido cambio cultural y al contacto
intertnico, suelen ser asimilados al diablo del cristianismo: el mismsimo
diablo es el que cuida los tesoros de los indios. Incluso los relatos que
hablan de alguien que suea con el lugar en que hay un tesoro, y que lo marca
de alguna manera, tienen relacin con narraciones que han sido atestiguadas en
muchos otros lugares.
[1] Like the small mingaco groups, however, partners in a vuelta
mano arrangement
are usually kin, males of the same patrilineage. Ceremonial kinsmen (trafkin,
misha, or koncho) frequently engage in joint labor
on a vuelta mano basis. Louis Faron, Mapuche Social Structure (Urbano: University of Illinois
Press, 1961), p. 48.
[2] Flix de Augusta y S. Fraunhausl, Lecturas
Araucanas (Chile: Padre Las
Casas, Imprenta y Editorial San Francisco, 1934), p. 32
[3] ...porque es invariable costumbre entre los
araucanos devolver en cantidad igual o superior lo que ha recibido como dviva:
entre ellos no hai en buenos trminos regalos sino prstamos a plazo fijo, i
quien no cumple con el compromiso de la devolucin, falta a una regla jeneral i
se hace acreedor al desprecio de todos i hasta queda expuesto a la violencia.
Toms Guevara, Psicologa del pueblo araucano, (Santiago de Chile: Imprenta Cervantes, 1908), p.
112.
[4] Las categoras de mito y cuento se confunden frecuentemente; incluso
hay clasificaciones mixtas como la de cuentos mticos, generalmente el rtulo
depende ms de los presupuestos tericos del compilador que de las
caractersticas del relato que se analiza. E. Mltinski, en su trabajo El
estudio estructural y tipologa del cuento hizo un
balance del aporte de Vladimir Propp a la narrativa folklrica con la obra Morfologa
del cuento que sent las bases –cuando fue traducida al ingls en los aos 50– del anlisis estructural de los textos narrativos. Tambin seala que
antes que se conocieran estas ideas, Claude Lvi-Strauss dio a conocer en 1955 El
anlisis estructural del mito, y que es difcil saber hasta qu punto el etngrafo francs no conoca lo
producido por el pensador ruso; a pesar de las diferencias, ambos coincidieron
en gran parte en las estrategias de anlisis de la narrativa oral. En este
balance el autor plantea que una de las diferencias existente entre ambos –aunque hay muchas ms– es que Propp estudi
los cuentos y Lvi-Strauss los mitos; finalmente, reconoce que ambas esferas
del relato son muy parecidas. El trabajo fue publicado en: Vladimir Propp, Morfologa
del Cuento (Madrid: Editorial Fundamentos, 1981)
p.198.
[5] Yolando Pino Saavedra, Cuentos mapuches de Chile (Santiago de Chile: Ediciones Universidad de Chile, 1987).
[6] Bertha Koessler-Ilg, Tradiciones Araucanas
(La Plata: Instituto de Filologa. Universidad Nacional de La Plata. Tomo I,
1962).
[7] Yosuke Kuramochi, Cultura mapuche I Relatos
Mapuches (Temuco: Pproyecto CONICYT, 1990).
[8] Yosuke Kuramochi, Mitologa Mapuche
(Ecuador: Ediciones ABYA_YALA, 1991).
[9] Csar Fernndez, Cuentan los mapuches (Buenos Aires: Biblioteca de la Cultura
Argentina, Ediciones Nuevo Siglo, 1995).
[10] Antonio Cardenas Tabies, Usos y costumbres
de Chilo (Santiago de Chile:
Editorial Nascimiento, Santiago, 1978).
[11] Vase Jos Manuel Pedrosa, Existe el
hipercuento?: Chaucer, una leyenda andaluza y la historia del tesoro fatal (AT
763), Revista de Potica Medieval 2 (1998) pp. 195-223 , p. 206; "Ms
reescrituras del cuento de El tesoro fatal (AT 763): del Orto
do Esposo, Vicente Ferrer y Hans Sachs a Ea de Queiroz,
William Faulkner y Max Aub", Revista de Potica Medieval 5
(2000) pp. 27-43; y "El cuento de El tesoro soado (AT
1645) y el complejo leyendstico de El becerro de oro",
Estudos de Literatura Oral 4 (1998) pp. 127-157.