Guadalajara, Jos. La venida del Anticristo: terror y moralidad en la Edad Media Hispnica. Culturas Populares. Revista Electrnica 4 (enero-junio 2007).

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ISSN: 1886-5623

 

 

 

La venida del Anticristo:

terror y moralidad en la Edad Media Hispnica

 

Jos Guadalajara

 

Resumen

Las creencias apocalpticas medievales generaron miedos colectivos atizados por las profecas y sermones de clrigos y visionarios que actuaron favorecidos por circunstancias sociales difciles. El anlisis de los motivos que suscitaron esos miedos, as como los valores de moral cristiana transmitidos por los textos hispnicos es el objeto de este artculo.

Palabras clave: Anticristo, profeca, predicacin, moralizacin, apocalptico, Vicente Ferrer, Juan Unay.

 

Abstract

During the Middle Ages, apocalyptic beliefs generated collective fears, impeled by prophecies and sermons of preachers and visionaries acting under stressful social situations. This paper analyzes the motives of those fears as well as the values of the christian moral transmited by the hispanic texts.

Keywords: Antichrist, Prophecy, Vicente Ferrer, Juan Unay.

 

 

E

l mundo medieval vio desarrollarse con una vitalidad sorprendente una de las leyendas que ms conmocionaron los nimos y la vida de los hombres de aquel tiempo. Se trata de la creencia en la venida cercana del Anticristo, ese personaje terrorfico y poderoso al que las profecas, sermones y otros escritos hacan referencia constantemente, sobre todo en algunos periodos histricos especialmente conflictivos. Ms que una leyenda, es decir, una relacin de sucesos que tienen ms de tradicionales o maravillosos que de histricos o verdaderos, segn la definicin del DRAE, se presenta como un acontecimiento irreversible, respaldado por la autoridad de los textos bblicos y por una larga tradicin que arranca de los primeros siglos del cristianismo, si bien sus precedentes han de remontarse a pocas todava ms remotas[1].

El carcter verdico de este magno suceso que habra de producirse en los aos finales de la humanidad no carece, sin embargo, de elementos legendarios y maravillosos capaces de impresionar los nimos colectivos con una fantasa creativa que encuentra su representacin en los escritos del gnero apocalptico y en una iconografa rica y desbordante. Al amparo del corpus doctrinal de la escatologa ortodoxa, no por eso menos fabulosa y sorprendente, proliferaron en la Edad Media multitud de imaginativos relatos y relaciones futuristas que, combinando, a veces, lo poltico y lo religioso, desbordaron con resonancias terribles o esperanzadoras la sensibilidad y los pensamientos de la gente que vivi en aquella poca. Por este motivo, entre la revelacin divina y la invocacin legendaria, se mueve la biografa del Anticristo en el medievo, personaje supuestamente corpreo que habra de culminar, despus de tres aos y medio de reinado en el mundo, la historia de los tiempos.

En esta ocasin no voy a referirme, pues ya lo he hecho en otras publicaciones[2], a los aspectos que conforman la tradicin de este personaje, es decir, su origen, retrato, actuacin y muerte; ni siquiera, aunque en algunos momentos ser imposible soslayarlos, a todos aquellos componentes que integran la visin apocalptica de los numerosos profetas y tratadistas medievales. La leyenda del Anticristo comprende infinidad de matices y detalles que fueron enriquecindose con el paso de los siglos, si bien hay un entramado bsico que, como punto de partida, marca su desarrollo desde sus ms antiguos precedentes. La Edad Media europea hered todo un conjunto de interpretaciones que sobre el Anticristo y el fin de los tiempos haban elaborado los primitivos autores cristianos (Ireneo, Tertuliano, Hiplito, Lactancio, etc.), a los que hay que aadir, en este sentido, la labor importantsima de los denominados Padres de la Iglesia, entre los que Agustn de Hipona ocup un lugar de privilegio. Sobre este substrato creci el fermento medieval, ampliando los mrgenes interpretativos y expandiendo un conjunto de ideas que, con las particularidades debidas a los diferentes autores, se adentraron en fantsticos territorios jams explorados por los primeros exegetas.

La apocalptica, en conjunto y en grado diferente, revisti en la Edad Media dos vertientes complementarias: una de ellas, la religiosa y espiritual, se presenta como el punto culminante de una imprescindible redencin humana; dicho de otro modo, como la garanta ofrecida por la divinidad de que la justicia y la rectitud en esta vida se vern recompensadas con un ms all eterno; al mismo tiempo, desde esta perspectiva ecunime, aspecto que subyace en el fondo de casi todas las religiones, el pecado y la depravacin moral sern acreedores tambin de un necesario y aleccionador castigo. La otra vertiente de este planteamiento escatolgico vino constituida por la dimensin poltica y social que, con intensidad variable y distintas aplicaciones y motivos, se convirti en parte consustancial de la visin proftica de los ltimos tiempos. Ambas vertientes se conjugaron en los escritos del gnero apocalptico, asocindose con un deseo didctico y moral o con una leccin apologtica o crtica proyectada sobre un personaje, un estamento o toda la sociedad.

La preocupacin por la venida del Anticristo en la Edad Media, sentida con mayor profusin cuando las circunstancias sociales eran ms opresoras, constituye una manifestacin singular de la religiosidad de este periodo histrico. Frente a la actitud oficial de la jerarqua eclesistica, siempre cauta en la proclamacin de la inminencia de este acontecimiento[3], se alzaron las voces de multitud de profetas, clrigos y visionarios que, como el valenciano fray Vicente Ferrer, entre otros, anunciaron para su misma poca el nacimiento del Anticristo y preconizaron la proximidad del ocaso de los tiempos. Los argumentos probatorios de esta certeza varan de unos autores a otros, puesto que cada uno colore la realidad circundante con las tinturas ms afines a sus preferencias y a su talante intelectual; no obstante, hay una serie de elementos comunes, inherentes a lo apocalptico, que aparecen en casi todos los vaticinios de este gnero. En sntesis, toda la explicacin sobre la necesidad de este magno suceso remite a un acto de la voluntad divina que opera de acuerdo con ese tpico de la literatura moral que es el grave estado del mundo a causa de los grandes pecados cometidos por los hombres. Un autor de la poca de los Reyes Catlicos como es el aristcrata aragons Martn Martnez de Ampis, nacido en Sos y criado en Sdaba, lo proclama con toda claridad en su Libro del Anticristo:

 

En el advenimiento del Anticristo tan manifiesto peccarn los hombres que no havrn temor ni vergena de cometer adulterios ms que de comer y de hablar. Ya me paresce que se allega, segn esto, el tiempo, que ya en el mundo mucho se gloran en las maldades[4].

 

No escasean los testimonios de este mismo tipo en los textos que integran la tradicin apocalptica hispnica, aunque la funcionalidad de este tpico tenga, como puede suponerse, un alcance mucho ms extenso y no exclusivo de las especulaciones sobre los ltimos tiempos. Las referencias, no obstante, a los pecados humanos en los escritos del Anticristo se relacionan con la proliferacin desmesurada de los males en el mundo, con un estado total de corrupcin civil y eclesistica que exige una inmediata respuesta por parte de la divinidad. El citado fray Vicente Ferrer, autor importantsimo en la difusin de los miedos escatolgicos durante los primeros aos del siglo XV, expresaba en un sermn que predic en Toledo el da 8 de julio de 1411 su completo convencimiento de que los pecados han llegado ya a tal extremo que el fin de la humanidad es inminente. stas son sus palabras:

 

E pues el mundo non se ha corregido nin se corrige, aýna deve venir Antichristo e la fin del mundo, e muy mucho aýna[5].

 

Unos aos despus, en el 1420, en un escrito annimo castellano en donde se trata de probar por medio de diversos argumentos que han llegado ya los ltimos tiempos, se indica que el mundo tiene grande malata mortal. Esta afirmacin se verifica, segn su obsesionado autor, con una serie de seales que evidencian el estado morboso en el que se encuentra la humanidad en esos aos. Estos signos no son otros que los tpicos pecados del pueblo, entre los que figuran la injusticia social, la abundancia de vicios (lujuria, gula, codicia, etc.), los falsos matrimonios, la falta de autntica fe, la deslealtad, la escasa caridad, la corrupcin, la simona

El Libro del conocimiento del fin del mundo, que as he denominado a este escrito annimo al que me estoy refiriendo, falto de ttulo en el manuscrito que lo contiene[6], es una muestra ms de la tradicional asociacin entre la contemporaneidad y la escatologa, una leccin edificante que los profetas de desgracias y clrigos descontentos rememoran constantemente en sus escritos no solo para recordar –ms adelante escribir sobre intencionalidades- que el fin est al cabo mismo de la calle, sino para transmitir un contenido doctrinal y moralizante que rememore tambin lo inestable de la existencia, su efmera durabilidad y, en definitiva, segn las viejas palabras del Eclesiasts, que todo es vanidad de vanidades.

Un clsico ya en este gnero apocalptico es el fraile minorita del Sancti Spiritus Juan Unay o Juan Alemany, cuyo Libro de los grandes hechos tuvo, segn parece, una buena difusin en los siglos XV y XVI[7]. No es el momento ahora de adentrarse en el anlisis de su denso contenido (crtico, mesinico y milenarista), sino de comprobar que, una vez ms, se recurre al tpico, es decir, a los graves pecados del hombre, para justificar la necesidad de una serie de acontecimientos decisivos para el futuro de la humanidad, entre ellos la aparicin del Anticristo:

 

Onde, sennores hermanos e amigos, sabed que en el tienpo que fuere engendrado el falso traidor Antechristus se levantarn muy muchos tormentos por todo el mundo, en tal manera que no sabrn las gentes qu consejo tomar. Et esto avern a todos los del mundo por los muy grandes pecados en que se enbolvern, por lo qual nuestro Sennor Dios esconder la su faz que los non querr ver[8].

 

Esos terribles pecados, como es lgico, vuelven a ser los de siempre, casi como en cualquier poca, pero que para el hombre que los vive y los siente en su propia persona son los ms escandalosos e insoportables de toda la historia. Esto es lo que transmite ahora el fraile Juan Unay en su libro, recargando el efecto del pecado sobre el estamento eclesistico, como gusta de recordar muy a menudo; as, por ejemplo, con estas palabras retrata a los predicadores de su tiempo:

 

E fazen mucho por cobrar fama de grandes predicadores, esto non por salvar las almas de los que oyen sus predicaiones sinon porque ganen ms dineros que los otros rreligiosos para con que puedan mantener grandes vanaglorias, e los bitos de buen panno e doblados, et que puedan tener quantas putas quisieren, agora sean casadas, o biudas o mugeres profesas[9].

 

Este lamentable estado de corrupcin eclesistica, a la que deben aadirse los abusos cometidos por los poderosos, determina la existencia de un clima favorable a las especulaciones apocalpticas. Si a esto sumamos problemas de otra ndole de susceptible aparicin (pertinaces sequas, periodos de. hambre, crueles mortandades, prodigios sorprendentes, cisma eclesistico, etc.), es fcil comprender cmo el hombre medieval, atizado por el furor de profecas y presagios en un contexto de intensa impregnacin religiosa, se sinti indefenso y psicolgicamente estimulado para admitir, y en ocasiones anhelar, un inminente final que sin duda le aterrorizaba, aunque en otros momentos pudiera producirle un vehemente deseo que le llevaba a imaginar aquella rea1idad ednica que algunos visionarios haban anunciado en sus vaticinios. Ambos aspectos, el terror y el mesianismo, se conjugan en los escritos de este gnero con una pretensin didctica y moralizante, casi siempre muy crtica, pero tambin encomistica, tocada adems por el convencimiento de que el Anticristo iba muy pronto a enseorearse de todo el mundo.

Despus de este prembulo, conviene ya que me detenga en las intencionalidades que motivaron a los autores de esta c1ase de profecas y que les llevaron a proc1amar la venida inminente del Anticristo, ya que ste es el objeto esencial del presente artculo. Muy complicado se presenta pretender indagar en los pensamientos de estos visionarios a travs de una serie de manifestaciones escritas que van llegado hasta nosotros y en las que solo es posible delimitar, en principio, el alcance de su significado ms obvio: 1a expresin de la llegada del fin del mundo. Esta certeza, admitida por la misma jerarqua eclesistica, no ofrece ningn punto de conflicto que distorsione la mentalidad del hombre de la Edad Media, ya que las autoridades bblicas en las que se pronostica esta catstrofe y la exegesis posterior confirman perfectamente la necesidad futura de este acontecimiento. Sin embargo, sobre este hecho incuestionable se construyeron despus las ms atrevidas teoras, que trataron de asignar una cronologa precisa a lo que para la Iglesia no resultaba susceptible de clculos. Las conocidas palabras de Mateo, 24.36: "De aquel da y de aquella hora nadie sabe, ni los ngeles del cielo ni el Hijo, sino solo el Padre", bastaron para acallar y condenar, a veces por medio de la Inquisicin, los pronsticos de aquellos que se arriesgaron a proc1amar la validez de un ao concreto para el nacimiento o la actuacin del Anticristo en el mundo. Pero esto, en apariencia tan simple, se complic adems con acerbas crticas sociales y expectativas mesinicas que convirtieron al gnero apocalptico en un medio idneo de propaganda poltica y denuncia social. Esta ltima consideracin no debe de todos modos generalizarse, pues los numerosos autores que trataron el problema de los tiempos finales de la humanidad pertenecieron a diferentes tendencias y sus intenciones no coincidieron necesariamente. As, por ejemplo, la mesura ideolgica demostrada por Martnez de Ampis contrasta con el pensamiento subversivo y milenarista de un Juan Unay o con las obsesivas creencias de Arnaldo de Vilanova o fray Vicente Ferrer, quienes estimaron respectivamente que el Anticristo habra de aparecer en los aos 1376 y 1403[10].

Al margen de 1a repercusin que en la sociedad de la Edad Media pudiera tener este tipo de proclamas (que fue mucha, a tenor de su proliferacin y de los testimonios conservados) la predicacin o la difusin de profecas sobre e1 Anticristo en los reinos hispnicos llev aparejada una evidente intencionalidad didctica y moral. La raz de este adoctrinamiento se encuentra en la materia misma del fin del mundo, idnea, desde su vertiente religiosa y social, para elaborar modelos de conducta y desencadenar reacciones muy diversas y contradictorias. Uno de los aspectos que ms destacan en este sentido es la extensin de los miedos escatolgicos, tan afianzados en el occidente medieval, como muy bien ha estudiado Jean Delumeau en un libro ya clsico[11]. El componente psicolgico que subyace en las advertencias de una catstrofe definitiva fue explotado por los predicadores y visionarios con una evidente intencionalidad moralizante y crtica, destinada a procurar un cambio de vida que corrigiera, sobre el tpico religioso de la fugacidad de las cosas mundanas, el lamentable estado en el que se encontraban los hombres a causa de sus pecados. En los textos sobre el Anticristo, el "terror didctico", expresin que me parece muy propia para definirlo, es manejado conscientemente por los autores para conseguir esta finalidad, adems de utilizarlo tambin como una forma indirecta de condena y denuncia de la corrupcin e injusticia sociales. Son distintos los modos en los que este terror se ofrece en los escritos, variando sus proporciones y manifestaciones segn los diferentes autores y pocas. Su empleo se produce inc1uso fuera de las obras especficas del gnero apocalptico; as, es frecuente encontrar apelaciones dispersas al miedo colectivo dentro de otros escritos, como sucede, por ejemplo, en la versin castellana del Speculum laicorum, conocida como EI Espculo de los legos, en donde uno de sus captulos se dedica a exponer las distintas razones que deben mover al hombre a temer el da del juicio[12]. Pero Lpez de Ayala inc1uir tambin varias referencias de este tipo en las estrofas en cuaderna va de su Libro Rimado de Palacio. Merece la pena insertar aqu una de ellas:

 

Vern Dios a Jicio aquel da de espanto,

tan grande e tan fuerte e de tan grant quebranto

que tremir de miedo el omne que fuer santo:

e qu ser, mesquino de m, que pequ tanto?[13]

 

Otras muchas alusiones podran citarse, pero no es mi propsito ser exhaustivo en esta relacin. S es importante entresacar de todas estas referencias la idea fundamental que las preside, que no es otra que la impresin general de terror que suscitaba la imagen de ese da espantoso y que serva a la vez de leccin moralizante. Las formas que adopta el terror apocalptico pueden ser muy diversas, aunque las ms efectivas son, sin duda, la insistencia con que las profecas se refieren a la proximidad de la aparicin del Anticristo, al presagio de grandes catstrofes y tribulaciones, a los signos del juicio y al fin del mundo inmediato. El impacto psicolgico de esta advertencia fue enorme, como bien puede comprenderse, pues no hay nada. que conmocione tanto como presentar la realizacin de un acontecimiento dramtico dentro del espacio vital que a uno le corresponde; esto era perfectamente reconocido por los visionarios y predicadores, como lo demuestra Arnaldo de Vilanova en su Tractatus de tempore adventus Antichristi, quien considera imprescindible la difusin de ese miedo escatolgico ("ideo vox terroris est talibus necessaria")[14] para conseguir la conversin de muchas gentes que se sentirn entonces conmocionadas por el conocimiento de este suceso terrible. Esta idea la reiterar en varias ocasiones, como lo har unos aos despus, hacia el 1302-1303, en el Eulogium. stas son sus palabras, segn la traduccin moderna de Elena Cnovas y Flix Piero que he manejado en este caso:

 


la persecucin del mximo Anticristo y la consumacin del siglo, cuanto ms cercanas las creen tanto ms aterran a los mortales y les alejan de las cosas temporales, por ello, el que niegue su cercana en un sermn pblico y predique su tardanza, directamente atenta contra la doctrina de Cristo, en lo que atae al fin, ya que empuja a las almas de los oyentes a inclinarse en sentido contrario al debido[15].

 

Este mismo pensamiento hubo de estar presente un siglo ms tarde en el dominico fray Vicente Ferrer, quien se refiere con claridad, segn la transcripcin de su relator, al xito de su predicacin sobre el Anticristo y el fin del mundo con estas palabras:

 

Quin vido nunca gente resebir a rey nin a papa e seguirlo como siguen a este peccador? Esso mismo, quin vido a los rapazes, que nunca los pudo castigar rrey nin prnipe por premia nin por falagos, e agora castganse e disiplnanse, e dizen a la puerta del palaio el Credo e el Pater Noster e la Ave, Mara? E an –forado soy de lo dezir- las infantas doa Mara e doa Catalina se desiplinan; e el Rrei tom la disiplina para se desiplinar, sinon que non ge lo consentieron, ca non ge lo dava el estado[16].

 

Esta finalidad moral del terror, presente en otros muchos textos y en numerosas referencias, reaparece con nitidez en otro sermn de Fray Vicente Ferrer, en el que comunica que predicar la proximidad del fin del mundo habr de producir "tres bondades" en los hombres: el menosprecio de lo terreno, la obediencia de los mandamientos y el propsito de confesin, todo lo cual, segn advierte, "non lo faran si non sopiesen esto"[17]. Es indudable que los sermones o las profecas sobre la inminente llegada del Anticristo, con la inclusin de precisas cronologas sobre el instante de su nacimiento o actuacin, revisten una efectiva carga moralizante, reconocida por los mismos autores que predicaron o compusieron estos textos; no obstante, esta apreciacin no debe inducir a caer en un fcil error, que consistira en creer que todas estas afirmaciones, como el famoso "aýna e mucho aýna e mucho en breve" de Vicente Ferrer o su creencia de que el Anticristo haba cumplido ya ocho aos en el 1411, se deban exclusivamente a una tctica de predicacin que intentaba conseguir, por medio del terror apocalptico, la conversin de todos los pecadores. Un anlisis de la produccin vicentina permite, en este caso concreto, establecer la conclusin de que para el fraile dominico la predicacin de la edad del Anticristo no era solo un motivo moral sino una arraigada creencia que difundi a lo largo de su itinerario apostlico por diversos lugares de Europa. La carta que desde Alcaiz escribi a Benedicto XIII el 27 de julio del ao 1412 puede servir de indicio para admitir la autenticidad de su pensamiento apocalptico; en ella, le comunica al papa Luna la proximidad de la actuacin del Anticristo (le escribe adems que ya ha cumplido nueve aos), algo que podra perfectamente haber excusado si se tratara tan solo de un mvil predicatorio de intencin moralizante[18]. Es evidente que al Papa no tena por qu infundirle ese terror didctico que transmita en sus sermones, lo que confirma que su creencia de que el Anticristo ya haba nacido era una conviccin muy bien asimilada. Arnaldo de Vilanova, que como he indicado ms arriba tambin estuvo persuadido de la cercana del fin del mundo, basa sus clculos para este acontecimiento en un pasaje del libro de Daniel, cuya interpretacin le condujo a fijar el ao 1376 como el momento de la futura actuacin del Anticristo. Esta idea, argumentada en su Tractatus de tempore adventus Antichristi y en el De mysterio cymbalorum ecclesiae, fue para Vilanova mucho ms que el punto de partida para la utilizacin del miedo apocalptico, ya que, a partir de ella, configur la tesis principal de su escatologa

La slida creencia en la proximidad de su venida, como lo demuestran los casos comentados de Vicente Ferrer y Arnaldo de Vilanova, es complementaria de la difusin de un terror didctico, fcil de percibir en las numerosas profecas y escritos sobre el final de los tiempos. La funcin didctica y moral de esta literatura se aprecia tambin en las descripciones fsicas y en algunos rasgos caracterolgicos de la figura del Anticristo. La prosopografa del personaje cubre las facetas ms diversas, pues, frente a.la ausencia total en muchos textos de descripciones externas, aparecen aquellas representaciones que ofrecen una imagen humana del mismo (as, en Francecs Eiximenis y Martnez de Ampis)[19]; en otros autores, la morfologa del Anticristo acusa una deformacin caracterstica que lo aproxima a los modelos de la tradicin representada por el Apocalipsis y que tan granados frutos dio en las miniaturas de los cdices denominados Beatos, aunque la figura humana no sea tampoco ajena a stos.

Este tipo de figuraciones, poco abundantes en los escritos hispnicos conservados, refuerza la dimensin terrorfica del Anticristo, que, de esta manera, parece tambin afianzar la vertiente moralista. Juan Unay nos ofrece en su Libro de los grandes hechos una de estas descripciones deformes del hijo de perdicin, al que presenta como un hombre de rostro amarillo, moreno y redondo, lampio en las quijadas, calvo y de frente plida, ojos pequeos y garzos, nariz plana con grandes orificios, complexin desproporcionada, con largas piernas y pequeas manos con puntos amarillos en sus palmas, etc[20].

La iconografa monstruosa o zoomrfica revela el intento de contraponer externamente los principios del mal y del bien, asocindolos de modo respectivo con la fealdad y la belleza, tpico de extenso alcance que no precisa de mayores aclaraciones. Juan Unay utilizar este lugar comn con un criterio diferenciador y, al mismo tiempo, con una pretensin moralizante. Su descripcin paralela de Cristo, o ms adelante del que denomina Encubierto y Nuevo David, trasluce con toda exactitud este pensamiento del fraile franciscano. Al impacto negativo causado por una imagen grotesca (no siempre usada en los escritos y otras representaciones artsticas) debe aadirse el efecto contrario producido por una figuracin de nobles maneras y formas, lo que contribuye a intensificar la vertiente didctico-moral de estos escritos.

El terror se desarrolla en otras ocasiones destacando uno de los cuatro poderes caractersticos del Anticristo: su capacidad de infligir un cruel martirio a sus detractores para conseguir por medio del tormento la negacin de la fe en Cristo y la conversin forzosa, procedimientos que, como es sabido, poseen un evidente correlato inquisitorial. Vicente Ferrer, por ejemplo, lo expone de esta manera tan realista en uno de sus sermones:

 

Sabed que los del Antichristo que tomarn un cochillo pequeo e tomarn el un dedo de la persona e dirn: Quin viva? E si dize: Ihess!, tajar lo han con el canivete ass como quien asierra. E ass los otros dedos. E poner lo han en la prisin; e dar le han a comer pan e agua por que pene. E dende a otro da a la otra mano dirn esso mismo: Quin biva? Si dize: Este seor, dar le han muchas riquezas, mas ser condepnado. Mas si dize: Ihess!, dar le han muchos tormentos, tanto que durarn ms de un ao en este tormento[21].

 


El terror didctico conoce, sin embargo, un desarrollo todava ms dramtico en los escritos y profecas apocalpticas: me refiero a las inmensas tribulaciones que habrn de preceder la venida del Anticristo en el mundo. Esta constante proclama de los visionarios se convirti, con toda su carga moral, en un tpico de esta literatura; fue adems una va de escape a las tensiones acumuladas, puesto que el fin poda estimarse, a la luz de una interpretacin mesinica, como el origen de una nueva era donde todo mal y corrupcin seran eliminados. El annimo autor del Libro del conocimiento del fin del mundo se refiere a estas tribulaciones que presagian la llegada de los ltimos das haciendo recaer 1a culpabilidad en todo el entramado social, sobre todo en los representantes del estamento eclesistico y del poder civil.

Ajena a esta clase de literatura, pero muy influida por ella, se encuentra en la Edad Media hispnica un determinado tipo de profecas y escritos, de carcter poltico y moral, que auguran funestos designios para el futuro de la sociedad; en ellos, las advertencias apocalpticas estn impregnadas con ese tono inquietante y dramtico, capaz de suscitar miedos y esperanzas muy intensas. De este contenido participan, por ejemplo, la Lamentain de Spaa del Marqus de Santillana, el annimo Libro de la consolain de Espaa, las afamadas profecas de San Isidro o las no menos difundidas del mago Merln[22]. Valga como muestra un breve fragmento del citado escrito de. Santillana en el que los presagios de inminentes tribulaciones recuerdan el tono quejumbroso y amenazante de las profecas sobre el Anticristo:

 

A la gruesa Spaa terribles e infinitos males se apparejan onde los buenos ni los malos non storern, ni en los advenimientos dellos ser luenga distania[23].

 

El terror implcito en advertencias de este tipo, donde se funden propsitos polticos e intenciones morales (recurdese que el Marqus fue uno de los responsables de la cada de don lvaro de Luna)[24], es el prtico que da entrada a los primeros avisos de que el fin del mundo se encuentra prximo. Profecas, tratados, sermones, obras de teatro, poemas, etc. advierten a toda la Europa del medievo que, antes de la venida del Anticristo, se multiplicarn los males en el mundo. En ese ambiente catico, al que se refieren los visionarios y exegetas, caldeado por la desesperacin y el miedo, se vivirn los ltimos das de la humanidad; as, al menos, parecen confirmarlo las palabras del apstol Marcos, muy a menudo parafraseadas en los escritos medievales[25]:

 

Porque se levantarn pueblos contra pueblos y reinos contra reinos; habr hambre y  terremotos por diversos lugares. Eso ser el comienzo de los dolores (Mc. 13.8).

 

En la versin castellana del Vade mecum in tribulatione de Juan de Rupescissa, muy difundida en el siglo XV, se alude constantemente a ese periodo de tribulaciones que el interpolador de este libro ha situado entre los aos de 1460 y 1465. En este tiempo, adems de una serie de prodigios propios de los adynata o impossibilia, el tpico mundo al revs (espantosos gusanos, por ejemplo, que destruirn los leones, osos, leopardos y lobos), se enumeran tambin terribles catstrofes, hambres generales, diluvios, enfermedades, guerras y toda suerte de imposturas eclesisticas y nobiliarias. Resulta transparente no solo el intento de moralizacin y crtica social, sino la funcin caracterstica asignada al miedo colectivo, realzado a lo largo del escrito en numerosas ocasiones. As, junto con los males mencionados ms arriba, se alude tambin, con la intencin anexa de producir un efecto terrorfico, a los crueles tormentos, quemas y muertes que padecern los clrigos corruptos, quienes por sus pecados sern depurados, lo mismo que todos los pueblos cristianos, "como fino oro, segn reza el escrito[26].

En un poema annimo cataln del siglo XV, conocido como Vinguda de lAntichrist i els seus quinze senyals[27], se pondera asimismo la importancia del terror desde sus primeros versos; su autor advierte de la aparicin de diversas seales y signos extraos que causarn inmenso pavor en todas las gentes, a las que conmina de inmediato para que crean en "Deu omnipotent". La presencia del Anticristo, engendrado por un ncubo y una perversa juda, intensifica este cuadro de horror, completado con la sucesiva aparicin de los signa iudicii, que provocarn en todos, ricos y pobres, altos y bajos, "gran spavent", seguido de lloros y suspiros. Al final, una recreacin del futuro da del Juicio, con los tpicos lamentos de los pecadores y su temor a las penas eternas del infierno, remata este poema de ms de ochocientos versos, donde su autor, movido por la intencin didctica de dar a conocer un cuadro completo de los ltimos tiempos, se ha interesado adems por los aspectos morales que subyacen en la realizacin de este acontecimiento. A ello no resulta ajeno el empleo del miedo como elemento doctrinal, muy efectivo para provocar una modificacin de las conductas.

Uno de los componentes ms caractersticos, sin duda, de la tradicin del Anticristo es el constituido por los quince signos del juicio, compilacin atribuida por casi todos los autores a un escrito desconocido de San Jernimo al que stos denominan "los Anales de los judos". Este antiqusimo listado, de enorme difusin tanto en versiones latinas como vernculas[28], contiene una serie de prodigios y cataclismos que habrn de sucederse dentro del periodo inmediato de cuarenta y cinco das que seguir a la muerte del Anticristo. Se comprende bien el xito de este conjunto de seales en una poca como la Edad Media, tan receptiva con lo inusitado y muy susceptible ante la aparicin de fenmenos naturales (terremotos, eclipses, sequas, inundaciones, etc.) que reclamaban en muchas ocasiones una interpretacin de orden sobrenatural. As, por ejemplo, en la Historia de los Reyes Catlicos don Fernando y doa Isabel de Andrs Bernldez se transmite la impresin que caus en la gente un eclipse acaecido el 29 de julio de 1478:

 

... el ms espantoso que nunca los que fasta all eran nacidos vieran, que se cubri el sol de todo e se par negro, e parecan las estrellas en el cielo como de noche; el qual dur as cubierto muy gran rato, fasta que poco a poco se fue descubriendo, e fue gran temor en las gentes, y fuan a las iglesias[29].

 

En este fragmento de la crnica se aprecia con toda claridad el espanto provocado por este citado eclipse, que condujo a las gentes camino de la iglesia; el propio Andrs Bernldez se referir ms adelante a un terremoto que tuvo lugar- en el ao 1504 y que suscit extremos similares, llegndose a considerar incluso este fenmeno como el comienzo del fin del mundo[30]. No faltan otros testimonios de esta clase en los escritos de la Edad Media, los cuales son un exponente directo de la sensibilidad colectiva ante hechos que se consideraban prodigiosos. El impacto que en ese medio caus la propagacin de las seales apocalpticas corre parejo con estas muestras referidas; por este motivo, la apelacin inmediata al miedo, unida a una intencin moralizante, es una finalidad primordial en la difusin de los signa iudicii. Gonzalo de Berceo, que, como es sabido, redact en cuaderna va una de estas versiones, los Signos que aparesern ante del juiio, asocia ya en la estrofa cuarta de este libro estas dos pretensiones aludidas:

 

Por eso lo escripso el varn acordado,

que se tema el pueblo que anda desvado,

mejore en costumnes, faga a Dios pagado,

que non sea de Christo estonz desemparado[31].

 

En el siglo XV, el obispo Pero Guilln de Segovia utilizar, lo mismo que Gonzalo de Berceo hizo en el XIII, el terror y la moralidad en un dezir narrativo en el que se refiere a la celebracin del Juicio y a las quince famosas seales; antes que l, el autor del Libro de miseria de omne dedic tambin varias estrofas de su escrito a exponer asuntos relativos a escatologa, en donde el terror didctico se convierte en la pretensin principal de esta parte del texto que podemos considerar como un "microtratado" apocalptico[32]. As queda caracterizado el ambiente previo a la llegada del Anticristo, a quien se califica de "sabio encantador":

 

Dems por todas tierras e por todos los logares

sern terrores del cielo e muy grandes tempestades

e fames e pestilencias en castillos e ibdades,

e pressura en las gentes, e confusin en los mares[33].

 

Sin embargo, la naturaleza misma de los signa iudicii justifica perfectamente, sin necesidad de perseverar en ello con apelaciones directas, el intenso temor que en ese contexto histrico suscitaron los acontecimientos que haban de preceder la destruccin definitiva. Estas seales combinan lo fantstico con cataclismos csmicos y convulsiones terrestres, todo ello con un efecto devastador muy parecido a la apertura de los siete sellos o al toque de las siete trompetas que se desvelan en el libro del Apocalipsis. Entre los signos figuran una inundacin martima que anegar todas las tierras, la produccin de un gran terremoto, ros de fuego orientados hacia el ocaso del sol, cada de astros, rboles que sudan un roco sangriento, aves que hablan y lloran, peces que emiten rugidos y mugen, piedras que chocan entre s, montes y edificios reducidos a polvo, muertos que salen de sus sepu1cros, etc.

Como puede apreciarse, no era necesario insistir demasiado en el miedo colectivo, puesto que el contenido de los signos transmita por s solo esta sensacin. Todava a finales del siglo XV, en el mismo incunable que contiene el Libro del Anticristo de Martnez de Ampis, se edita el denominado Libro del judiio postrimero, en donde se trata de demostrar, amparada bajo la autoridad de numerosos pasajes de la Biblia, la certeza del ltimo juicio de Dios. Este escrito incluye adems un comentario muy amplificado de cada uno de los famosos quince signos, en el que se trasluce por completo la intencionalidad moralizante del autor. ste asocia las diferentes seales, espantosas como siempre, con un pecado caracterstico, de tal modo que viene a inferirse la conclusin de que cada falta cometida contra Dios hallar su correlato final en una terrible manifestacin destructora. As, uno de estos signos -el mar y todas las aguas de la tierra en estado de combustin- vendr "por los viciosos adlteros, que habrn consumido la vida suya envueltos en las delectaciones de la carne [...] que as en el otro mundo sern atormentados los miembros de sus cuerpos con los infernales fuegos"[34]. Una vez ms, queda manifiesto a lo largo de todo el libro que las fabulaciones realizadas a costa de los signa iudicii se ponen al servicio de un adoctrinamiento y propsito moral que encuentran en el terror apocalptico un medio idneo para difundir este mensaje.

La venida del Anticristo llev aparejada, adems de lo analizado, otros motivos didcticos no menos importantes. En un sermn de Vicente Ferrer, en el que su autor trata de justificar por qu Dios permitir la actuacin del Anticristo en el mundo, se ofrece un conjunto de variadas razones que, en el fondo, comportan no solo una crtica de determinadas conductas sociales sino una leccin moral que sirva para transmitir a los numerosos oyentes (el sermn fue predicado en Toledo el da 7 de julio de 1411) la necesidad de un cambio de costumbres y prcticas de la vida cotidiana. En este caso, fray Vicente Ferrer adopta la postura de un autntico telogo moralista que utiliza el argumento apocalptico con un sentido muy pragmtico, si bien esto no menoscaba su profunda certeza de que el Anticristo hace ya ocho aos que se encuentra entre los hombres. Las razones aducidas como causa de esta aparicin suponen una censura de las creencias mgicas de la poca, de la blasfemia y ofensa a Dios, del escaso celo que se guarda durante la misa o del incumplimiento mismo de ese precepto, como hacen algunos hombres que, durante el domingo, "tragonean en las tavernas" o como muchas mujeres que, en ese da, "afytansse e van por la calle, e descubren los pechos a los omnes estraos e a sus maridos cbrenlos"[35]. Los motivos de fray Vicente Ferrer para corroborar la venida del Anticristo prosiguen con la negativa de los cristianos a pagar el diezmo a la Iglesia, 1a desobediencia a sta, las relaciones extramatrimoniales y de parentesco, el cisma y hasta el descuido en el uso de los ritos, como persignarse deprisa, casi trazando un crculo, en vez de una cruz, sobre el pecho. Cada una de estas censuras, con el objeto de insistir en su valor moral y de introducir una dosis de temeridad en las gentes, las acompaa de una conclusin reiterativa: " E si otro pecado non oviesse, ste sera bastante para que veniesse el Antichristo".

Esta vertiente moralizante de la predicacin vicentina sobre el fin de los tiempos no se le escap tampoco al recopilador de estos sermones en el cdice que los conserva, quien, dirigindose ahora a los posibles lectores de los mismos, dej escrito:

 

Por ende, es de leer todo para lo bien entender el que lo quisiere saber, por que sea avisado e aperibido para bien obrar antes que vengan las tribulaciones que han de venir en los tales tiempos[36].

 

La curiosa carta que un supuesto rey de Armenia remiti a todos los cristianos para advertirles del nacimiento del Anticristo, "un nio mucho obscuro e tenebroso" que "fablava perfetamente as commo si l oviese xxx aos, diiendo al pueblo que l es fijo de Dios"[37] concluye con una petitio de carcter moral, autntica razn de ser de esta breve epstola que, segn todos los indicios, pudo haber gozado de una extensa difusin en el siglo XV. En el manuscrito donde se ha preservado aparece copiada junto con otra carta, "que cay de los ielos a la tierra", llena de apreciaciones doctrinales y severas amenazas contra los pecadores, excelente muestra de esa clsica alianza entre el mensaje moral y el impacto terrorfico al que me he venido refiriendo a lo largo de estas pginas. La comn intencionalidad de estas dos epstolas justifica su inclusin dentro del mismo manuscrito, si bien la carta del rey de Armenia ha utilizado la materia apocalptica como punta de engarce con un didactismo moralizante, en tanto que la segunda misiva ha apelado a la censura directa de los pecados y a la amenaza con las penas del infierno para desembocar en ese mismo propsito didctico. La citada petitio de la primera carta no deja lugar a dudas sobre su autntica finalidad:

 

Consejamos a todos los pueblos cristianos que ayan paz entre ellos et fagan penitenia de sos pecados que el aguero da del mundo se aproximar [...] Et que rogamos a todos los que esta nuestra carta leern e veern que la embien por las provinias porque aquellos que la vern o la leern et oyrn lloren sus pecados et fagan penitencia dellos et fagan paz entre s[38].

 

Otros autores de profecas sobre el Anticristo y el fin del mundo apelan constantemente a ese propsito moral; ms bien, para la mayora de ellos la razn de escribir estos tratados y pronsticos no es otra que advertir a todos de su venida y conminarles para que eviten los pecados y se mantengan constantes en la fe. Como advierte Juan Unay en su Libro de los grandes hechos, ser necesario que los hombres, "pues ya el tienpo es llegado", no se dejen engaar "por podero del diablo" ni tampoco seducir por "aquel falso traidor del Antechristo"[39]. Consideraciones de este gnero, reforzadas con una severa crtica contra los eclesisticos corruptos y contra los poderosos, junto con un profundo mesianismo, son frecuentes a lo largo de este libro de Juan Unay, pues la causa que late en el fondo de estas tribulaciones futuras viene dada por los tpicos pecados cometidos por la humanidad.

En la versin castellana del Libro de las tribulaciones, obra, como ya seal ms arriba, del franciscano francs Juan de Rupescissa, la vertiente moralizante se reviste de una violenta censura contra la Iglesia de su tiempo, necesitada de una urgente y radical reforma; sta es la razn que explica el pronstico de una serie de calamidades terribles que habrn de purificarla y devolverla a su primitivo estado, "segn la manera e rregla que Jhesuchristo tena con sus apostoles"[40]. El didactismo de este texto apocalptico se refuerza en ocasiones con una apelacin a aquellos que por las riquezas y bienes temporales otorgados por el Anticristo pondrn en juego "los deleites e folgansas de paraso para sienpre jams"[41], amenaza tpica de la predicacin y de la literatura moral de todos los tiempos.

En una profeca annima catalana, compuesta en el ao 1449, el incremento de los males en el mundo es tambin el punto de partida del autor en esta visin sobre los ltimos tiempos. Ya desde el inicio del escrito proclama su intencin moralizante y destaca la importancia del amor a Dios y la prctica de la virtud como medios imprescindibles para la "correccio de mala vida". Los aspectos didcticos de esta profeca se conjugan con la introduccin de elementos que tratan de conmocionar el nimo de los lectores (terremotos, guerras, turbacin del aire, concilio de los demonios, procreacin del Anticristo en el ao 1446, conjuncin planetaria en el da de su nacimiento, etc.); se resaltan adems las corrupciones propias del estamento eclesistico, tpico caracterstico, como vamos observando, de este tipo de escritos[42].

La expresin de este contenido moral, pero no crtico contra la jerarqua ni contra el poder establecido, es constante tambin en la vita del hijo de perdicin recreada por Martn Martnez de Ampis al filo del siglo XVI; no solo las xilografas que acompaan al texto cumplen con esta funcin, sino que los extensos comentarios del escritor aragons, glosados con numerosos pasajes bblicos, martillean el odo del lector con reiteradas apreciaciones de severa moralidad. EI temor a Dios, lo efmero de la existencia, los pecados de los hombres, el miedo a los tiempos ltimos, los tormentos infernales, etc. son, entre otras tantas, las razones inherentes a este libro apocalptico, cuya finalidad no es tan solo difundir la biografa del Anticristo y su tal vez prxima aparicin en el mundo, sino encauzar, como cualquier otro tratado moral de la poca, las conductas humanas hacia la virtud y los idea1es ticos del cristianismo.

Del conjunto de las observaciones presentadas a lo largo de estas pginas se desprende que los escritos apocalpticos medievales no fueron solo un medio para propagar unos conocimientos relativos a las caractersticas del Anticristo y a su actuacin en el mundo en los tiempos ltimos de la humanidad, sino un compendio de advertencias morales que, bajo una cobertura escatolgica, cumplieron una funcin doctrinal en una sociedad impregnada de un intenso teocentrismo. Adems, todas estas obras se aprovecharon de las tensiones sociales de la poca para crear una literatura polmica y crtica contra los abusos y corrupciones de los eclesisticos, muy distantes de los principios evanglicos y entregados a un materialismo que discordaba con una espiritualidad y un rigor asctico que ya solo pareca encontrarse en los tratados tericos y en un escaso nmero de clrigos observantes. A la vez, la proclamacin de la venida inminente del Anticristo revisti una dimensin poltica, pues son muchos los escritos (el caso de Juan Unay, por ejemplo) que presentan los acontecimientos apocalpticos inmersos en las luchas de conquista y expansin territorial, sobre todo en relacin con sueos mesinicos cifrados en el logro de una monarqua universal cuyo smbolo es la recuperacin de la ciudad santa de Jerusaln. Las figuras del Encubierto, el vespertilio, el Nuevo David y otras similares encarnaron a esos hombres predestinados que llevaran a trmino esa misin providencial, no exenta de luchas atroces contra los musulmanes, a quienes venceran definitivamente.

La historia del Anticristo en la Edad Media, convertida en leyenda fascinante a travs de los siglos, estuvo comprometida con la autoridad de la Biblia y con los testimonios de los Padres de la Iglesia, pero tambin con una fantasa capaz de suscitar una profunda reflexin o un temor irracional. Entre ambas tendencias se movieron los visionarios e intrpretes medievales, quienes dejaron en sus tratados y profecas la huella de una preocupacin ancestral por el fin de los tiempos, que, en el fondo, no fue sino la proyeccin a un plano csmico de una realidad incuestionable: la muerte individual.

Ya para concluir, me gustara cerrar este artculo con las palabras de uno de aquellos hombres que vivieron en aquel tiempo, dentro de ese espacio en el que muchos tuvieron la sensacin de encontrarse en las postrimeras del mundo. As se refleja en una composicin potica escrita hacia el ao 1398, obra de aquel poeta pedigeo del Cancionero de Baena llamado Alfonso lvarez de Villasandino, quien dej plasmada en varios versos la impresin viva de su poca, causada por la difusin de profecas apocalpticas:

 

Amigos, ya veo acercarse la fin,

segunt las seales se van demostrando:

los muy fuertes muros se van derribando,

peresen las flores de todo jardn[43].

 



[1] Del anlisis de esta tradicin y su desarrollo posterior se han ocupado en distinta medida varios libros: Horst Dieter Rauh, Das Bild des Antichrist im Mittelalter: Von Tyconius zum Deutschen Symbolismus, Aschendorff, Mnster, 1979; Richard Kenneth Emmerson, Antichrist in the Middle Ages. A Study of Medieval Apocalypticism, Art, and Literature, Manchester, University Press, 1881, Jos Guadalajara Medina, Las profecas del Anticristo en la Edad Media, Madrid, Gredos, 1996 y L.J. Leitaert Peerbolte, The antecedents of Antichrist, Brill Academic Pub, Hardback, 1996.

[2] Adems del libro citado en la nota anterior, he abordado otros problemas relacionados con el Anticristo en La genealoga del Anticristo en la tradicin apocalptica y su desarrollo en los escritos hispnicos, Voz y Letra, 2: 19-36 y en El retrato del Anticristo en los textos castellanos medievales, Actas del VI Congreso de la Asociacin Hispnica de Literatura Medieval, Alcal de Henares, 1995: 729-736. Tambin analizo estos aspectos en mi libro El Anticristo en la Espaa medieval, Madrid, Ediciones del Laberinto, 2005.

[3] Las palabras de Agustn de Hipona en su De civitate Dei, libro XVIII, cap. LIII, pueden considerarse de la mxima autoridad a este respecto. Su magisterio fue decisivo en el seno de la Iglesia.

[4] Libro del Anticristo, cap. VI, f.bI. Cito por la edicin incunable de 1497, realizada en Burgos por Fadrique de Basilea y de la que se conserva un ejemplar en la Biblioteca Nacional de Madrid. Hay edicin facsmil de Ramn Alba, Del Anticristo, Madrid, Editora Nacional, 1982. La edicin de Zaragoza de 1496 (Pablo Hurus) ha sido editada por Franoise Gilbert, Libro del Anticristo. Declaracin del sermn de San Vicente (1496), Navarra, Eunsa, 1999.

[5] Editado por Pedro M. Ctedra, Sermn, sociedad y literatura en la Edad Media. San Vicente Ferrer en Castilla (1411-1412), Salamanca, Junta de Castilla y Len, 1994: 571.

[6] Vase mi libro Las profecas del Anticristo: 366-367. Hago una edicin de este Libro del conocimiento en el Apndice documental: 443-463.

[7] Adems de la versin del siglo XV de este libro, contenida en el ms. 8586, B.N.M., fols. 1-30r., se conservan otras dos en los mss. 1779, B.N.M., fols. 40r.-50r. y 6176, B.N.M., fols. 231v.-247r.; un ejemplar de esta obra en cataln, impreso en el ao 1520 en Valencia por Joan Jofr, es descrito por F.J. Norton, A descriptive catalogue of printing in Spain and Portugal. 1501-1529, Cambridge, University Press, 1978, n 1215. Ha sido editado por Eullia Duran y Joan Requesens, Profecia i poder al Renaixement, Valencia, Eliseu Climent, 1997: 73-133.

[8] Cito, a partir de ahora, por mi edicin del Libro de los grandes hechos: 411.

[9] Id.: 413.

[10] Arnado de Vilanova lo expresa, por ejemplo, en su Tractatus de tempore adventus Antichristi y en el De misterio cymbalorum eclesiae (vase ed. de ambos en Josep Perarnau i Espelt, El text primitiu del De misterio cymbalorum eclesiae dArnau de Vilanova, Arxiu de textos catalans antics, 1988-1989: 7-287; las referencias al ao citado se encuentran en las pginas 92 y 169). El dato cronolgico de Vicente Ferrer lo he analizado en mi artculo La edad del Anticristo y el ao del fin del mundo, segn fray Vicente Ferrer, Homenaje a Horacio-Santiago Otero (coordinacin Jos Mara Soto Rbanos), Madrid, CSIC, 1998: 321-342.

[11] Jean Delumeau, El miedo en Occidente, Madrid, Taurus, 1989. Vase tambin Mara del Carmen Carl, Los miedos medievales (Castilla, siglo XV), Estudios de Historia de Espaa, 4: 109-157.

[12] El espculo de los legos, ed. Jos M Mohedano Hernndez, Madrid, CSIC, 1951, cap. XXVIII.

[13] Libro rimado de Palaio, ed. Jacques Joset, Madrid, Alhambra, 1978, 2 vols., estrofa 144.

[14] Tractatus de tempore: 138.

[15] Elena Cnovas y Flix Piero, Arnaldo de Vilanova, escritos condenados por la Inquisicin, Madrid, Editora Nacional, 1976: 83.

[16] Alocucin en Salamanca sobre su misin, ed. Pedro M. Ctedra, ob. cit: 633.

[17] Sermn segundo del quemamiento del mundo, id.: 589-597 (cita, 590).

[18] Puede verse una edicin de esta carta en Francisco Vidal y Mic, Vida del valenciano apstol de Europa San Vicente Ferrer, con reflexiones sobre su doctrina, Valencia, 1857: 579-587. Ms reciente es la de H.D. Fags, Notes et documents de lHistoire de Saint Vicent Ferrer, Lovaina-Paris, 1905: 213-224. Hago un anlisis del contenido de esta carta en Las profecas del Anticristo: 242-246.

[19] Vase el libro X, tratado V, cap. XXIV de la Vida de Jesuchrist de Eiximenis, ms. 4187 B.N.M. y el ya citado Libro del Anticristo de Ampis, en donde las xilografas que representan al personaje ofrecen del mismo una cndida figura humana, eso s, rodeada de diablos en apariencia invisibles para los que se encuentran en torno al Anticristo.

[20] Vase la transcripcin que del Libro de los grandes hechos, en su versin ms antigua conservada (ms. 8586 BNM, fols. 1r.-30r.), hago en Las profecas del Anticristo...: 405-425. Para la descripcin fsica del Anticristo: 408-410.

[21] Sermn del avenimiento del Antechristo e de las otras cosas que deven venir en la fyn del mundo, ed. Pedro M. Ctedra, ob.cit.: 544.

[22] Lamentain de Spaa, ed. ngel Gmez Moreno y Maximiliam P.A.M. Kerkhof, en Marqus de Santillana. Obras completas, Barcelona, Planeta, 1988: 410-413. Vase Julio Rodrguez-Purtolas, "El Libro de la consolain de Espaa, una meditacin sobre la Castilla del siglo XV, Miscelnea de. textos medievales, 1, 1972:189-2120. Dos versiones de la profeca de San Isidro se preservan en el ms. 1779, B.N.M., fols.37v.-38v. y en el ms. 6149, B.N.M., fols.224r.-228r. Para algunas profecas de Merln puede consultarse Pere Bohigas, "Profecies de Merli. Altres profecies contingudes en manuscrits catalans", Butllet de la Biblioteca de -Catalunya, VIII, 1928-1932: 253-279 y "La visin de Alfonso X y las Profecas de Merln", Revista de Filologa Espaola, XXV, 1841: 383-398. Recurdense tambin las profecas de Merln incluidas en la Crnica del rey don Pedro, escrita por Pero Lpez de Ayala (Crnicas, ed. Jos-Luis Martn, Barcelona, Planeta, 1991, ao 18, cap. XXII y ao 20, cap. III).

[23] Lamentain: 410.

[24] Esta participacin ha quedado reflejada perfectamente en las crnicas (vase, por ejemplo, Crnica de Juan II, ed. Cayetano Rosell, en Crnicas de los reyes de Castilla, vol. II, Madrid, Atlas, 1953: 677-678.

[25] As lo hace, entre otras, el Marqus de Santillana: e no vees tus gentes contra tus gentes, e tus pueblos contra tus pueblos, e los hermanos contra los hermanos, e los padres contra los fijos, Lamentain: 411. Vase tambin Juan Unay, Libro de los grandes hechos: 409.

[26] Libro de las tribulaciones, ed. en Las profecas del Anticristo: 427-441.

[27] Ms. 451, Biblioteca de Catalua, fols. 73v.-88v.

[28] Vase William W. Heist, The Fifteen Signs Before Doomsday, East Lansing, Michigan, 1952, quien clasifica hasta 120 versiones de este texto. Tambin Jos Luis Pensado, Los signa iudicii en Berceo, Archivum, 1960: 229-270.

[29] Andrs Bernldez, Historia de los Reyes Catlicos don Fernando y doa Isabel, en Crnicas de los Reyes de Castilla, vol.III, Madrid, Atlas, BAE, 1953: 593.

[30] Id.: 721.

[31] Ed. Arturo Ramoneda, Madrid, Castalia, 1980: 132,

[32] Pero Guilln de Segovia, Obra potica, ed. Carlos Moreno Hernndez, Madrid, Fundacin Universitaria Espaola, 1989, 194-198 y Libro de miseria de omne, ed. Pompilio Tesauro, Pisa, Giardini Editore, 1983: 121-131.

[33] Id.: 121.

[34] Libro del judiio postrimero, I. 543 B.N.M., fols. gVII-nVIII (para texto citado vase cap. X).

[35] Sermn segundo del Antechristo, ed. Pedro M. Ctedra: 554.

[36] Id.: 574.

[37] Ed. Mara Teresa Herrera, Dos cartas apocalpticas en un manuscrito de la Universidad de Salamanca, en Salamanca y su proyeccin en el mundo (Estudios Histricos en honor de D. Florencio Marcos), Salamanca, 1992: 637-643. Texto citado: 639.

[38] Id.: 640.

[39] Libro de los grandes hechos: 405.

[40] Libro de las tribulaciones: 432.

[41] Id.: 435.

[42] Se encuentra esta profeca en el ms. 336, fols. 116v.-153v., de la Biblioteca Inguimbertine de Carpentras; ha sido editada por Martin Aurell, La fin du monde, lenfer et le roi: une prophtie catalane du XV sicle, Revue Mabillon, 5, vol. 66: 143-177.

[43] Cancionero de Juan Alfonso de Baena, ed. Brian Dutton y Joaqun Gonzlez Cuenca, Madrid, Visor, 1993: 124.