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González Grueso, Fernando D. “Buddai, el gigante dormido australiano de Lovecraft, y
el mito del gigante dormido de los aborígenes de Australia: de la tradición
oral a la ficción científica”. Culturas Populares. Revista Electrónica 4 (enero-junio 2007). http://www.culturaspopulares.org/textos4/articulos/gonzalezgrueso.htm ISSN: 1886-5623 |
Buddai, el gigante
dormido australiano de Lovecraft, y el mito del gigante dormido de los
aborígenes de Australia:
de la tradición
oral a la ficción científica
Fernando D. González Grueso
La Trobe University
y The University of Melbourne (Australia)
Resumen
Los motivos mítico-folclóricos están muy
presentes en la obra de Howard Phillips Lovecraft. En este artículo se detalla
la vinculación entre motivos y temas del folclore internacional, y un ejemplo
de la ficción científica del autor en cuestión. Para el relato La sombra
fuera del tiempo, Lovecraft
toma de fuentes orales aborígenes australianas la leyenda y mito del gigante
dormido, los espantosos vientos que cruzan las tierras del continente austral,
la siniestra luna, los campos de piedras que bañan el país, y las huellas
fosilizadas que dejaron una vez los gigantes del Tiempo del Sueño.
Palabras clave: Lovecraft, La
sombra fuera del tiempo, Buddai, mito, leyenda, gigante, aborígenes,
Dreamtime.
Abstract
This paper
analyses the way in wich some international mythical and folcloric elements are
used by H. P. Lovecraft for the construction of his science fiction tale The Shadow out of
Time. Having as source the oral aboriginal cultures of Australia, Lovecraft
makes use of the legends and myths of the Sleeping Giant, the strong winds, the
sinister moon, the mysterious fields of rocks, and the fossilised fingerprints
of the giants of Dreamtime.
Keywords: Lovecraft, The Shadow out of
Time, Buddai, Myth, Legend,
Giant, Aborigines, Dreamtime.
Introducción
M |
ucho se ha escrito sobre la influencia del
folclore en la literatura fantástica y maravillosa. Sin embargo, parece que no
ha merecido especial atención el seguimiento de cómo ese mismo folclore se ha
visto plasmado en otro tipo de literatura, la de ficción científica. Sin
intentar abarcar un espectro tan amplio, vamos a mostrar un ejemplo de la
presencia de elementos folclóricos en un relato de Howard Phillips Lovecraft. E
incluso intentaremos ir más allá, demostrando que la literatura oral no es sólo
reminiscente, sino que está en la propia esencia de la historia que se narra.
Antes de introducirnos en
este tema, convendría encuadrar al autor dentro de su época y de su corriente
literaria. La obra de Lovecraft se ha venido a etiquetar con los términos de
“horror”, “horror psicológico”, “horror cosmológico”, “historias macabras” e
“historias de terror”. Y, dentro de esta enorme maraña terminológica y
conceptual, que es mucho mayor de la que aquí se esboza, vamos a tratar de
poner orden siguiendo las palabras del propio autor[1].
Sus relatos se pueden
dividir en dos tipos: relatos de horror, o Weird Tales (en inglés), dentro de los cuales se incluyen los famosos relatos
de Nueva Inglaterra ―término no del todo
adecuado, puesto que, en realidad, la localización de los protagonistas de
todas sus historias se sitúa casi siempre en ese área, sea cual sea su
temática―; y relatos de horror cosmológico, que son un tipo especial de
relatos de ficción científica. Así lo confirma el propio autor al escribir que
duda de “si podría tener algún éxito en el tipo ordinario de ficción científica[2]”.
La
influencia del folclore en Lovecraft ha quedado atestiguada por él mismo en uno
de sus ensayos:
Cuando
tenía tres años o menos escuchaba ávidamente los típicos cuentos de hadas, y
los cuentos de los hermanos Grimm están entre las primeras cosas que leí, a la
edad de cuatro años. A los cinco me reclamaron las Mil y una noches[3].
A esto se suma la enorme
cantidad de referencias que hace o que utiliza el autor a lo largo de su obra,
procedentes del folclore, de las leyendas, de los mitos, de los cuentos y del
mundo de la etnografía y de la etnología en general. En concreto, en el relato
que se estudia aquí, esas referencias aparecen en varias ocasiones y nos
aportan pistas para descifrar su imaginario. Afirma el narrador de la historia
que, al igual que en la mitología hindú:
El
mito primitivo y la quimera moderna coinciden en el supuesto de que el género
humano no es más que una ―quizás la menor― de las razas altamente
evolucionadas y dominantes de la larga y en gran parte desconocida carrera de
este planeta[4].
La referencia constante a
figuras de la tradición mítico-épico-folclórica, como los dioses filisteos y
fenicios Dagon, Ashtoret e Hidra; o Atys y Cibeles, las diosas frigias; pasando
por los arcángeles Belial y Samuel; los demonios hebreos Satán, Beelzebub y
Azazal; los Aiolos y Tyche acadios; la diosa demonio mesopotámica Lilith, y el
Huitzilopotchli azteca, entre otros, no hace sino confirmar la amplia base de
documentación mítica y leyendística que sustenta la inventada cosmogonía de
toda su obra.
Para algunos, Lovecraft pasa
por ser uno de los mayores expertos en mitologías antiguas de principios del
siglo XX. A ello hay que añadir sus conocimientos de diversas tradiciones
orales y folclóricas. De entre todos los dioses y seres que asoman en sus obras
hemos de resaltar uno, que si bien no posee un nombre definido común en el
conjunto de pueblos que lo acogen en sus panteones de creencias, sí está de
algún modo presente e influyente en el relato que se va a examinar en este
artículo, en el cual ofrece el punto de partida de todo el entramado narrativo.
Ese ser es Buddai.
Vamos
a hacer ahora un resumen del relato The Shadow out of Time, “La sombra fuera del tiempo[5]”, de Lovecraft, para ayudar al lector a seguir el hilo de la
explicación sin dificultades.
Este magnífico relato,
escrito en 1934, narra la historia de Nathaniel Wingate Peaslee, profesor de
Economía Política de la Universidad de Miskatonic. Nathaniel cuenta en forma de
diario sus recuerdos, y pretende dejárselos a su hijo, el profesor Wingate
Peaslee, profesor de Psicología de la misma universidad, para que así no se
pierda el recuerdo de los hechos. Todo comienza cuando un día deja de tener
conciencia de sí mismo, parece haber quedado transformado en otra persona, y
deja de recordar, durante un lapso de varios años, qué ha hecho y dónde ha
estado. Cuando se recupera, comienza a tener sueños
en los que, poco a poco, se ve adquiriendo una forma no humana, y va sintiendo
que vive en un momento diferente. Con el tiempo. y tras ser abandonado por
todos, excepto por su hijo, sus sueños empiezan a remitir y dejan de afectarle.
Pero un día recibe una carta procedente de Australia en la que le comunican que
los datos acerca de sus experiencias oníricas que él ha ido ofreciendo en
diversas revistas especializadas de psicología ―no en vano el
narrador-protagonista llegará a ser profesor de esa disciplina―,
coinciden de forma sorprendente con unos restos arqueológicos hallados por el
remitente de la carta en el Gran Desierto de Australia. Asimismo, coinciden con
una leyenda de los aborígenes que habla de un gigante dormido.
Una expedición de la
Universidad de Miskatonic parte para ese singular yacimiento, y entre los
miembros que la forman, está el personaje que había sido presentado como
director de otra singular expedición a la Antártida en otro de relatos de
Lovecraft: “En las montañas de la locura”. Una vez
allí, empiezan a encajar los cabos sueltos que habían quedado esbozados
anteriormente. Durante la ausencia mental del cuerpo, el otro, un ser perteneciente a otra especie y a otro planeta que controla el
movimiento mental en el espacio-tiempo,
llegó a dominar al profesor Peaslee. Se trataba de un miembro de la
llamada Gran Raza. Durante el intercambio, él vivió en el cuerpo de ese ser, y
ambos pudieron observar y estudiar sus respectivos tiempos y culturas.
En un paseo nocturno cerca
de unas piedras semienterradas, Nathaniel se ve
sorprendido por un viento feroz y encuentra, por
casualidad, un resquicio por el que entrar a un subterráneo que se abre entre
varias ciclópeas ruinas. Se trata de una ciudad gigantesca. Un viaje a las
profundidades le revelará el secreto de su presencia mental en aquella ciudad,
en la forma de un ser de la Gran Raza. Escapará del lugar tras pasar por varios
túneles y por una brecha abierta en la tierra. Despertará, sin quererlo, al temor de la Gran Raza: un ser que fue la causa de
su destrucción, y de su emigración a otros cuerpos fuera del tiempo. El único
objeto que podría demostrar la veracidad de la historia frente a la comunidad
científica, un libro de la antiquísima biblioteca de la antediluviana ciudad,
escrito en inglés, y de su puño y letra, queda extraviado durante su huida.
Al hilo de este resumen del
cuento de Lovecraft, pasaremos a comentar los aspectos más llamativos del
relato, y su vinculación con motivos folclóricos universales, para luego
mostrar la influencia que ejercieron sobre el autor norteamericano los mitos y
las leyendas de los aborígenes australianos.
1. Universales en el imaginario de
Lovecraft: el héroe que atraviesa espacios estrechos; el silencio
Para ilustrar este epígrafe, he seleccionado
motivos presentes en el imaginario y en la literatura (oral y escrita) de
muchas tradiciones culturales, lo que nos permitirá apreciar el modo en que
este relato de Lovecraft se pliega a ellos. Se trata de los conceptos de héroe
penetrador y de silencio.
El héroe que penetra por
espacios estrechos es un motivo que se repite en la literatura universal y que
parece tener su origen en la literatura folclórica. José Manuel Pedrosa ha
estudiado y formulado esta idea del simbolismo del espacio y del
desplazamiento, a partir de elementos teóricos
expuestos por Claude Lévi-Strauss en su libro La alfarera celosa, y de varios conceptos elaborados por Mijail Bajtin en su Teoría y
Estética de la Novela y en La cultura popular en la
Edad Media y el Renacimiento.
Antes de pasar a la
aplicación de estas teorías a la obra en cuestión, se reproducirán aquí varios
fragmentos del relato, para que, tras su lectura, se puedan hacer las
correspondientes reflexiones.
El viaje al interior de las
ruinas de Nathaniel es un viaje a través de innumerables túneles y de una delatora
brecha:
Entre
su superficie y el suelo había un túnel de impenetrable negrura, en cuyo borde
superior podían verse indicios de un gigantesco abovedado[6].
En
un lugar se había derrumbado la mayor parte de la bóveda, de modo que me vi
obligado a trepar por un enorme montón de piedras hasta casi alcanzar el
descarnado techo del que colgaban grotescas estalactitas […] Cada piedra y cada
rincón de aquel demoníaco túnel me eran conocidos[7].
Encontré
el plano inclinado e inicié el descenso […] aunque después de verme detenido
por una hendidura cuyo punto más estrecho tenía cuatro pies de longitud. La
mampostería había caído a través de la hendidura dejando al descubierto una
sima de incalculable profundidad[8].
Parecieron
transcurrir interminables siglos mientras tropezaba, saltaba y reptaba a lo
largo de aquel pasillo cubierto de escombros[9].
Pero
a muy poca distancia tropecé con un lugar completamente obstruido en el que el
montón de piedras caídas casi tocaba el techo, peligrosamente combado. Ignoro
aún cómo pude trepar y apartar a un lado suficientes bloques para abrirme paso[10].
El protagonista, y héroe en
este caso, se adentra en una vasta inmensidad de túneles subterráneos, cruza
espacios muy estrechos, pasillos inacabables, incluso se ve en la necesidad de
apartar cascotes caídos y de saltar una brecha abisal. Cumple, de este modo,
uno de los perfiles de los héroes de ficción, ya que “a todos los héroes les
define la capacidad de llegar más allá de donde llega el común de los mortales[11]”.
El recorrido que realiza Nathaniel es extremadamente peligroso, y muy acorde
con las pautas del imaginario que han sido descritas de este modo por el profesor
Pedrosa:
Esos
espacios estrechos, guardados, amenazantes, peligrosos, que suelen tener forma
de tubo o de entrada de
tubo muestran, en muchos
casos, una dinámica que podríamos llamar gemelar, es decir, que aplasta entre paredes o fuerzas
gemelas[12].
Recordemos que ese camino
laberíntico, esa penetración por esos espacios estrechos y atemporales, lleva
al protagonista a encontrarse consigo mismo, con lo que fue en otro tiempo y
lugar. Se produce, por tanto, una noción de “progreso, crisis y transformación
vital, es decir, […] una nueva situación o estatus[13]”.
Pero además de encontrar el fantasma de lo que él fue y de lo que una vez
estuvo vivo, el descenso a través de los túneles le lleva a asumir al miedo de la Gran Raza. José Manuel Pedrosa opina que la idea de penetrar en
espacios estrechos es también una pieza atávica en el imaginario de la
humanidad:
Idea
clave en el sistema de representaciones imaginarias del ser humano, sobre todo
en las relaciones con el miedo y la angustia de quienes por no ser o por no
sentirnos héroes, asociamos este tipo de espacios a la muerte y a los muertos
[…] los espacios estrechos se asocian tradicionalmente al mundo liminar de los
fantasmas y del más allá[14].
Y, como no existe un héroe
que no sea capaz de salir de los problemas en los que se ve involucrado,
Nathaniel se ve obligado a abandonar la ciudad perdida y a cruzar de nuevo los
mismos espacios estrechos que cruzó en su viaje de ida. Un factor que
condiciona también el hecho de ser o no ser un héroe:
La
capacidad penetradora del
héroe debe acreditarse tanto en el sentido de entrada como en el de salida del
tubo. En ningún caso puede quedarse dentro. Quedarse en el interior del tubo
equivale a la muerte[15].
Como afirma el profesor
Pedrosa, lo difícil no es entrar, sino salir. Y salir es lo que hace el
narrador de la historia, pero en su camino de huida comete un error; hace ruido:
Entonces
llegó el gran desastre. Mientras cruzaba ciegamente la cima, mis pies
resbalaron y me encontré formando parte de una avalancha de mampostería
acompañada de ensordecedores estampidos que resonaron en la negra caverna como
otros tantos cañonazos[16].
El ruido estruendoso de las
rocas precipitándose despierta y atrae hacia él a los demonios del abismo, con
lo que se ve obligado a acelerar su paso. En silencio se adentra en la ciudad
perdida, siempre cuidadoso y caminando de puntillas en varias ocasiones, pues
aquí, como en el tejido lógico general del relato cuentístico, es crucial el
papel que “juega el silencio, el secreto, el callar, la ausencia, la anulación
o la aniquilación del lenguaje[17]”,
que ha de mantener el héroe, si quiere gozar de autoprotección en las
situaciones más críticas. Nathaniel hace ruido, rompe el equilibrio de paz
sonora que ha durado millones de años.
Tiempo después, en el barco
de vuelta a su hogar escribe lo siguiente en un diario:
Pero
yo debo contarle a mi hijo lo que vi, o creí ver, y permitirle que utilice su
criterio como psicólogo para calibrar la realidad de mi experiencia, y decidir
acerca de la conveniencia de comunicarla a otros[18].
Sin embargo, y a pesar de
todos sus afanes, parece que el secreto fue mantenido y que la comunidad
internacional, y especialmente la científica, no reaccionaron ante sus
palabras. El silencio, por tanto, delata y a la vez protege al ser humano.
2. El gigante dormido, los espantosos
vientos y la luna espectral
En el relato de Lovecraft asoma una carta que
el explorador Robert B. F. Mackenzie dirige al profesor Nathaniel Wingate
Peaslee. Lleva fecha del 18 de mayo de 1934, y en ella que se puede leer lo
siguiente:
Los
negros siempre han hablado de las grandes piedras con señales, las cuales parecen inspirarles un profundo
terror. Las relacionan de algún modo con sus leyendas raciales acerca de
Buddai, el gigantesco anciano que duerme desde hace siglos en el subsuelo con
la cabeza sobre su brazo, y que algún día despertará y devorará al mundo.
Existen
algunas fábulas muy antiguas y semiolvidadas de enormes chozas subterráneas de
grandes piedras, donde los pasadizos conducen cada vez más abajo y donde
sucedieron cosas horribles. Los negros pretenden que en cierta ocasión varios
guerreros, en retirada de una batalla, bajaron a uno de aquellos subterráneos y
no volvieron a aparecer, y que unos espantosos vientos empezaron a soplar desde
aquel lugar inmediatamente después
de que los guerreros bajaron[19].
El nombre Buddai es una mera
creación lovecraftiana. Pero, si se rastrea su
origen en relación con el folclore aborigen australiano, se encuentran datos
muy interesantes que permiten afirmar que el autor se inspiró en una leyenda
real australiana para modelar su gigante dormido.
Rex Gilroy nos informa de
que, entre las leyendas aborígenes, se encuentran fábulas acerca de
hombres-simio:
Ellos
son conocidos con muchos nombres por todos los aborígenes que hay a lo largo
del continente, y toman un número diferente de formas. Son los gigantes del
Tiempo del Sueño, razas de gigantes homínidos que vagaron por el continente
incluso antes de la aparición de los primeros aborígenes[20].
El mismo Rex Gilroy llevó a
cabo su investigación en las Blue Mountains, las
Montañas Azules del oeste de la región de Sydney, y mencionó también que esa
“tradición del Gigante Dormido es una reminiscencia de la Gigante Dormida de
Currabubula”, del norte del mismo Estado, New South Wales:
Una
hembra gigante Goolagah había caído en un sueño durante el Tiempo del Sueño.
Los tempranos colonos fueron advertidos de que ella debería despertar algún día
y causar estragos en los alrededores[21].
Su investigación le lleva a averiguar
que en el Mt. Solitary, en el siglo XIX, los colonos fueron informados por la
tribu Dharuk de que había un gigante dormido en aquella montaña, creencia
basada en que “la formación que se extiende de este a oeste a través del valle
(Jamieson Valley) da la impresión de ser una figura humana gigante reclinada[22]”.
Los ecos llegan hasta la zona
noreste del mismo Estado, según atestigua la leyenda titulada “El que vive
en una montaña”:
Dentro
de la montaña de Jaol Gun boon, conocida por el hombre blanco como la Montaña
Lindsay, vive un hombre espíritu.
El
hombre espíritu es repulsivo en su apariencia, pues está cubierto de pelo de
pies a cabeza. Sin embargo, no es todavía un espíritu demonio, porque no dañará
a la humanidad en tanto los palos y las piedras que hay sobre la montaña no
sean tocados por el hombre.
En
el Tiempo del Sueño, la montaña fue sagrada para el hombre espíritu, y
prohibida para todos los demás hombres. Nadie tenía permitido profanar el lugar
donde habita. Si es profanado en cualquier momento, entonces la rabia de aquel
que descansa dentro de la montaña caerá sobre el imprudente.
El
hombre espíritu deja la montaña a veces, para vagar por otros lugares. Nadie ha
osado ir allí para recoger palos o piedras, porque cuando el hombre espíritu
vuelva, él lo sabrá y castigará a los culpables. Desde el Tiempo del Sueño, el
hombre espíritu ha vivido en esa montaña, y hasta el día de hoy todavía vive
ahí[23].
La leyenda tiene una difusión
geográfica más amplia, pues se registra también entre los miembros de la tribu
Higuera, cerca de la ciudad de Ipswich, en el Estado de Queensland:
El
gigante es identificado con el monte Castillo. Es una figura de Padre Creador que ha sido
identificada con Biame. Es descrito como un hombre viejo que ha estado yaciendo
dormido con su cabeza sobre la palma de una mano, con el hombro profundamente
enterrado en la tierra. En el Tiempo del Sueño, el gigante despertó e inundó
todo el país, pero ahora está durmiendo otra vez, hasta que venga el momento de
despertar y vaya a ayudar a su gente[24].
Parece paradójico que, en
este caso, el gigante dormido tenga un carácter positivo y no negativo como en
los anteriores ejemplos. Este relativo cambio de actitud se explica por la
influencia de elementos cristianos en los pueblos de las diferentes regiones
del sureste de Australia, tal y como afirma el gran cuentacuentos y experto
aborigen Mudrooroo Nyoongah:
Biame
(o Baiame, Byamee), Biame el Padre Creador, es quizá la deidad más importante
en el presente de las comunidades aborígenes de la región del sureste de
Australia. La mitología del presente ha tomado, para caracterizarle, ciertos
elementos de la cristiandad[25].
De este modo, si esa
leyenda ha pasado de boca en boca y ha recorrido dos Estados, es legítimo
pensar que se haya extendido por territorio más amplio, hasta el Gran Desierto,
y esa certidumbre se hace más plausible si se tiene en cuenta que era normal
entre los aborígenes de toda Australia el regalar cuentos/leyendas a otros en
celebraciones de acontecimientos importantes, como pueden ser las bodas entre
personas de tribus diferentes. Hace cien años era relativamente común que un
suegro ofreciera un cuento/leyenda a su yerno como regalo de bodas, junto con
la promesa de que nadie en su tribu repetiría ese cuento/leyenda nunca más.
Aún así, estas no son más
que conjeturas, y es muy posible que Lovecraft leyera o escuchara esta leyenda
y la trasladase al oeste de Australia.
Pero, por más que parezca
sorprendente, la difusión de esta leyenda dentro de Australia, y su parecido
llamativo con otra leyenda polinesia puede conducirnos hasta Lovecraft, hasta
Buddai, y hasta la creencia en un gigante dormido que tal vez se pueda
encontrar en todo el Pacífico Sur.
Una leyenda polinesia cuenta
la historia de un gigante extraordinario que se llama Moke, y que es el más
alto de todos los gigantes del Pacífico. Este gigante tiene por madre a una
mujer que vive en una cueva que se abre en una montaña. Durante su juventud es
criado en la cueva, y su valor como gran guerrero queda de manifiesto cuando
vence a los invasores de su pueblo que vienen en canoa[26].
Un
segundo elemento que hemos de considerar son los azotes de viento que barren
Australia. Se trata de fuertes vendavales que recorren a toda velocidad grandes
distancias, y para los cuales los aborígenes australianos han encontrado un
origen mitológico.
El dios creador Bunjil estaba
trabajando en la creación de las cosas del mundo cuando se percató de que no
tenían vida:
El
trabajo de Bunjil se acercaba a su final. La tierra era regular, adornada con
una extensa vegetación, desde el musgo y las pequeñas hojas de hierba, hasta
los altos árboles que se mantenían rígidos e inflexibles frente al aire
inmóvil. La vida animal era abundante, e infinita su variedad, que volaba, se
arrastraba por el suelo y cavaba a través de la tierra. Sólo los árboles y las
plantas permanecían sin movimiento, debido a que Bunjil había olvidado darles
vida.
―Debe
de haber vida, pues la vida es un estado latente de incesante actividad ―murmuró―. Debe de haber
movimiento en el aire para llevar a las nubes a su espalda, fuertes vientos
para torcer los árboles, y brisas adecuadas para permitir a los pájaros volar
contra ellas y hacerlos entonces fuertes.
Miró
a su alrededor. Bellin-bellin el Cuervo estaba detrás de él, con una bolsa
hermética colgada de su cuello[27].
―¿Has
cogido los vientos que te di para que los guardaras en tu bolsa? ―preguntó.
―Sí,
Gran Padre Bunjil: están ahí, ninguno ha escapado.
―¡Bien!
Ahora abre la bolsa y libera algunos de los vientos.
Bellin-bellin
abrió cuidadosamente una esquina de la bolsa. Una agradable brisa se fue
atravesando las tierras del oeste, otra las del este, otra las del sur, y un
viento más furioso y frío marchó hacia el norte.
Los
árboles menearon sus ramas, los pájaros alzaron sus voces en cuanto sintieron
el aire fresco acariciando sus cuerpos, e incluso los insectos y los lagartos
se unieron en alabanza a Bunjil, el dios Proveedor.
―¡Está
bien! ―dijo Bunjil― Un último viento, por favor, el más fuerte y
más frío, uno que desafíe a mis hijos para que sean más valientes, para que se
mantengan en medio de las furiosas tormentas, y los prepare para los años
diabólicos que se avecinan.
Bellin-bellin
abrió el cuello de la bolsa todavía más, y salió de allí un viento silbante,
con la nieve y el frío de los estanques de las montañas, fuerte y frío.
―¡Basta!
¡Basta! ―lloró Bunjil―. Nadie puede resistir el viento del sur.
Tan
fuerte fue aquel viento, que dobló por la mitad los altos árboles y los desnudó
de sus hojas, mientras él y su familia fueron elevados fuera del mundo, junto
con todas sus posesiones. No dejó de soplar hasta que Bunjil y todos sus
familiares y seguidores fueron llevados de vuelta, sobre su soplo, a su hogar
permanente en el cielo[28].
Ese viento más furioso y
frío es temido por todos los aborígenes a lo ancho y
largo de todo el país[29].
Y tal vez ese viento sea el mismo que se encuentra en el siguiente fragmento
del relato de Lovecraft:
Alrededor
de las 3,30 de la mañana se desencadenó un furioso vendaval, despertando a todo
el mundo en el campamento, y derribando tres de las tiendas […] Y, sin embargo,
tres hombres ―todos ellos australianos― parecieron captar algo
siniestro en el ambiente.
Mackenzie
le explicó al Profesor Freeborn que se trataba de un temor derivado del
folclore negro: los nativos habían tejido una tela de maléfico mito acerca de
los violentos vientos que a largos intervalos barrían las arenas bajo un cielo
despejado. Tales vientos, susurraban, soplaban desde las grandes chozas de
piedra enterradas bajo el suelo, donde habían ocurrido cosas terribles[30].
No parece una casualidad que
Lovecraft localice esos vientos en unas formaciones rocosas que, con el tiempo,
descubrirán unas ruinas antediluvianas que guardan los secretos y el horror de
antiguas civilizaciones. Esos vientos serán creados por demonios.
Otra
cuestión digna de interés: son innumerables las culturas en las que la luna es considerada una divinidad o un factor asociado a la resurrección de
los muertos o de los espíritus de la noche; tanto que sería muy prolijo
revisarlas todas. El caso es que se trata de una creencia muy común entre los
aborígenes australianos. Los Kulin del Estado de Victoria son un ejemplo. Estos
aborígenes dicen que se puede revivir a una persona fallecida, si la luna o el hombre-luna dan un bebedizo al
cadáver[31].
Lovecraft, tal vez haciéndose
eco de este motivo según era conocido en Australia, integró en su relato la
imagen de la luna como ente maligno asociado a los espantosos vientos:
La
luna, que había empezado a menguar, brillaba en un cielo despejado y empapaba
las antiguas arenas de un resplandor pálido y espectral que me pareció algo
infinitamente maligno. Había dejado de soplar el viento[32].
Claro está, no será esta la
única ocasión en la que se hará hincapié en la luna y en su poder resucitador.
Durante todo el relato, Lovecraft menciona varias veces el poder de la luna,
primero como algo ominoso, luego como luz que lleva al protagonista a descubrir
las ruinas de la ciudad perdida, después como único elemento que le relaciona
con el mundo exterior, para terminar asociando a Selene con el renacer de los
extraños sueños y el despertar de los demonios.
El gigante dormido, el poder arrasador de los
vientos, la influencia mágica de la luna, son elementos coincidentes entre las
mitologías aborígenes australianas y los motivos narrativos que Lovecraft ha
ido sembrando en este relato ambientado en Australia.
Y no son los únicos: a estos motivos se ha de
sumar otro: el de las piedras y su relación con el mundo de los sueños.
3. Las grandes piedras y el Tiempo del Sueño
En las páginas de La sombra fuera del tiempo hay referencias muy recurrentes al miedo que despierta entre los
nativos y entre los mineros la zona en la que el equipo del protagonista lleva
a cabo las operaciones de búsqueda. Tales terrores se asocian siempre a la zona
de piedras en las que están excavando. Y podrían tener relación con ciertas
creencias aborígenes muy antiguas, según las cuales existe un país llamado Nabonkitkit, un lugar lejano en el desierto que es “el demoníaco país-piedra, de
acuerdo con las tribus Nalul y Djauan[33]”
en el Estado de Northern Territory. Otra posibilidad, que no invalida la
anterior, y que da más credibilidad a la base mítico-folclórica del relato de
Lovecraft, es la de que otras dos tribus de Northern Territory (Mungarai y Ngalarkan) conocen la leyenda y el sueño de “Nanmamnrootmee, el lugar de los
demonios[34]”, en el que
se encuentra la piedra Jaleetjee, que tiene un
agujero al nivel del suelo que conduce a un lugar muy peligroso.
Es decir, una piedra que
conduce al lugar de los demonios, al igual que le sucede al protagonista del
relato de Lovecraft, quien accede al lugar de los/sus demonios a través del
agujero practicado por el tiempo en una roca, en el área de las grandes
piedras, cerca del campamento de exploración.
En el caso de que los
vínculos que se muestran aquí, entre las mitologías aborígenes australianas y
el relato de Lovecraft, no parezcan suficientemente explícitos, aún puede
aducirse otra significativa coincidencia más: las huellas que Nathaniel
encuentra en los subterráneos de la gran ciudad perdida:
Pensé
en aquellas huellas de cinco círculos en el polvo, y en lo que mis sueños me
habían dicho de tales huellas […] y de los extraños vientos y ruidos sibilantes
asociados con ellas. Y pensé en las leyendas de los negros actuales, en las que
se hablaba del horror de grandes vientos y de indescriptibles ruinas[35].
Nathaniel recuerda las
huellas de sus sueños, unas huellas que asocia a unos vientos que prometen la
destrucción, y a unas ruinas de lo que fue otro mundo sobre la Tierra, un mundo
que los aborígenes afirman pertenecía a los hombres-simio, los gigantes del
Tiempo del Sueño:
Vivieron,
porque han dejado evidencia de su extinta presencia en el folclore de nuestros
aborígenes, a la vez que en sus colosales instrumentos esparcidos a lo largo del país, y en las
monstruosas huellas dejadas a menudo, y fosilizadas en la roca, para mostrar su
viajar a través de los parajes de su tierra atemporal[36].
Volviendo al relato de
Lovecraft, encontramos la referencia a otro tipo de huella, consistente esta
vez en restos de muescas y de diseños de la Gran Raza, que habrían perdurado
hasta el momento de la llegada del protagonista a los campos de piedras:
Y
Freeborn encontró huellas de símbolos que encajaban oscuramente en ciertas
leyendas papúes y polinesias[37]
de infinita antigüedad[38].
Llegados a este punto, el
último eslabón de la cadena conduce indefectiblemente al Tiempo de los
Sueños. Rex Gilroy explica la naturaleza de los
megalitos que surcan Australia, y que, para los aborígenes, son símbolos de
tiempos perdidos:
La
evidencia de estas a menudo sangrientas batallas se puede encontrar a lo largo
de las tierras. Se trata de gigantescas agrupaciones naturales, concentraciones
de megalitos y yacimientos de piedras muy grandes o monolíticas[39].
Estas rocas de perfiles tan
característicos muestran, según los aborígenes, las marcas de las guerras antiguas
entre seres prehumanos, que ellos denominan Las Grandes Batallas:
Muchas
batallas mitológicas tienen lugar en el Tiempo del Sueño, y son el resultado de
la reordenación del mundo del Tiempo del Sueño hacia el mundo presente. El
Tiempo del Sueño, lejos de ser un período estático, fue una época de gran
cambio; una era cósmica fue reemplazada por otra […] Otro ejemplo es la gran
batalla de Uluru, la gran roca monolítica en el centro de Australia que marca
el final del Tiempo del Sueño[40].
4. Epílogo
A la luz de todos estos datos, podemos concluir
que Lovecraft no sólo bebía de motivos folclóricos que podríamos llamar
generales, lo cual vincularía de modo muy laxo y general sus ficciones
científicas con motivos y con temas del acervo narrativo universal. Es decir,
su relato La sombra fuera del tiempo no es,
simplemente, uno más entre los innumerables descensus ad inferos que, desde el Poema de Gilgamesh, la Eneida de Virgilio o la Comedia dantesca, hasta
las modernas aventuras de Indiana Jones, jalonan las literaturas (orales y
escritas) de todo el mundo. Lovecraft, en La sombra fuera del tiempo, tomó posiblemente (a través, seguramente, de sus muchas y curiosas
lecturas), de la literatura mítica de los aborígenes australianos, los motivos
del gigante dormido, de los vientos espantosos, de la luna espectral, de los
campos de piedras, de las huellas fosilizadas. Más aún: si el concepto de sueño
en Lovecraft es ya de por sí particular, el protagonista, Nathaniel, descubre a
través de sus sueños quién fue en otro tiempo, dónde estuvo, y, lo más
importante, cuál es el secreto de la vida en el universo. Es cierto que, para
Lovecraft, “el fenómeno de soñar igualmente ayudó a construir la noción de un
mundo irreal y espiritual[41]”.
Pero también lo es que ello no se halla demasiado lejos del concepto del sueño
que conservan los aborígenes:
Soñar,
en el sentido de los sueños, o en la fase entre vigilia y sueño profundo, es un
estado en el que las revelaciones o instrucciones son recibidas de los
ancestros. Por eso, mitos, canciones y ceremonias se reciben en este estado
[…], y, de hecho, el soñar y la mitología deben ser vistos como una misma cosa[42].
Antes de concluir este
estudio, merece la pena señalar que Lovecraft, que sólo conoció de oídas y de leídas las mitologías de los
aborígenes australianos, debió recurrir a fuentes documentales y bibliográficas
bastante básicas. Hoy, casi un siglo después de que el autor norteamericano
construyese su obra, yo he tenido que recurrir, también, a bibliografía
científica, afortunadamente más abundante, más desarrollada, más perfeccionada,
que la que había en época de Lovecraft.
Dado
que vivo en Australia, intenté acceder a informantes nativos, a través de
entrevistas personales, pero, en la actualidad, resulta prácticamente imposible
obtener el permiso de los ancianos de las comunidades aborígenes, de las
agencias y organismos oficiales australianos, y cumplir las muy rigurosas
restricciones que hay en lo que se refiere a la recogida de datos etnográficos.
Ello tiene, desde luego, su
justificación: las comunidades aborígenes han sufrido, durante siglos, todo
tipo de abusos, que han incluido asesinatos, secuestros, violaciones,
castraciones y esterilizaciones voluntarias, desplazamientos masivos, etc. Téngase en cuenta, por
ejemplo, que los campos de piedras del Desierto del Oeste ―lugares
sagrados para los aborígenes― están siendo hoy invadidos por
explotaciones mineras.
Esa es la razón principal de
que hoy velen de modo muy tenaz y receloso por los secretos y por las culturas
de sus mayores.
A las autoridades
australianas les corresponde tomar medidas que garanticen todos y cada uno de
los derechos (territoriales, políticos, sociales, culturales) de estos pueblos,
y que faciliten la plena comprensión, reivindicación y normalización de sus
miembros y de sus culturas, porque el respeto riguroso a tales derechos es la
única base sobre la que puede construirse un conocimiento más justo y completo
de su riquísimo patrimonio cultural.
Bibliografía
Bibliografía
básica:
Gilroy, R., “Giants from the Dreamtime”, Book On
the Yowie, (cap. 5. de War of Giants). URL: http://www.theaustralianyowieresearchcenter.com/
yowie_ book_ ch5. html, [página visitada el 19 de abril de 2006].
Lovecraft,
Howard Phillips, Obras escogidas. Segunda selección, Barcelona, Editorial Acervo, 1981.
Lovecraft, Howard Phillips, Omnibus 2. Dagon and other
macabre Tales, London, Harper Collins Publishers, 2000.
Lovecraft, Howard Phillips, Omnibus 3. The hunter of
the Dark, London, Harper Collins Publishers, 2000.
Lovecraft,
Howard Phillips, “Algunas notas sobre algo que no existe” (trad. Giordanino, E.
y Bellver Torlá, C., del original escrito en 1933 para la revista Unusual Stories), Malacandra. URL: http://www.geocities.com/SoHo/Cafe/1131/
hpl.html.
[Página visitada el 27 de marzo de 2006].
Norledge, Mildred, Aboriginal Legends from Eastern
Australia, Sydney-Wellington-Auckland, A. H. & A. W. Reed, 1968.
Nyoongah, Mudrooroo, Aboriginal Mythology, London, Harper
Collins Publishers, 1994.
Pedrosa,
José Manuel, “La lógica de lo heroico: mito épica, cuento, cine, deporte…,
(modelos narratológicos y teorías de la cultura)”, Los mitos y los héroes, Urueña, Centro Etnográfico de Castilla y
León, 2003, pp. 37-63.
Pedrosa, José Manuel, “Teseo y el
laberinto, o por qué los héroes están obligados a pasar por tubos estrechos”, Europa:
narraciones de lo intercultural. Actas del Congreso "Europa, continente
abierto: narraciones de lo intercultural", ed. P. Vega Rodríguez, Madrid, Cooperación
Internacional-Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2005, pp. 21-33.
Pedrosa,
José Manuel, “La lógica del cuento: el silencio, la voz, el poder, el doble, la
muerte”, El cuento folclórico en la literatura y en la tradición oral, eds. R. Beltrán y M. Haro,
Valencia, Universidad, 2006, pp. 247-270.
Reed, A. W., Myths and Legends of Polynesia,
Wellington-Sydney-London, A. H. & A. W. Reed, 1974.
Reed, A. W., Aboriginal Myths, Legends and Fables, Wellington, A. H.
& A. W. Reed, 1982.
Robinson, R., Legends and Dreaming, Sydney, Edwards
& Shaw Publishers, 1952.
Otra
bibliografía consultada:
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Polynesians, Vermont & Tokyo, Charles E. Tuttle Company, 1969.
Bozic, S. and Marshall, A., Aboriginal myths, Melbourne, Gold
Star Publications, 1972.
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Hale Limited, 1959.
Heath, J., Nunggubuyu Myths and Ethnographic Texts, Canberra,
Australian Institute of Aboriginal Studies, 1980.
Le Roy, J., Kewa Tales, Vancouver, University of
British Columbia Press, 1985.
Massola, A., Bunjil’s Cave. Myths. Legends and
Superstitions of Aborigines of South-East Australia, Melbourne, Lansdowne Press,
1968.
McElhanon, K. A., Legends from Papua New Guinea, Ukarumpa (Papua
New Guinea), Summer Institute of Linguistics, 1974.
Peck, C. V., Australian Legends, Melbourne, The
Lothian Publishing, 1933.
Ramsay Smith, W., Myths & Legends of the
Australian Aboriginals, London-Bombay-Sydney, George G. Harrap & Company
LTD., 1970.
Reed, A. W., Myths and Legends of Polynesia,
Wellington-Sydney-London, A. H. & A. W. Reed, 1974.
Reed, A. W., Myths and Legends of Australia, Sydney-Wellington-London,
A. H. & A. W. Reed, 1976.
Reed, A. W., Aboriginal Stories, Chatswood (NSW,
Australia), A. H. & A. W. Reed, 1994.
Robinson, R., Aboriginal Myths and Legends, Melbourne, Sun
Books, 1977.
Thomas, W. J., Myths and Legends of the Australian
Aborigines, Melbourne and Sydney, Whitcombe & Tomb Limited, 1939.
Unaipon, D., Legendary Tales of Australian
Aborigines, Melbourne, Melbourne University Press, 2001.
[1] Véase Howard Phillips Lovecraft,
“Supernatural Horror in Literature”, Omnibus 2 Dagon and other Macabre Tales, London, Harper Collins Publishers,
2000, pp. 423-512.
[2] Howard Phillips Lovecraft, “Algunas notas sobre algo que no existe”, Malacandra, trad. E. Giordano y C. Bellver Torlá del original “Some notes on a
Nonentity”, escrito en 1933 para la revista Unusual Stories, en la que nunca llegó a publicarse.
http:/www.geocities.com/SoHo/Café/1131/html [visita el 27 de marzo de 2006].
[3] Lovecraft, “Algunas notas sobre algo que no existe”.
[4] Howard Phillips Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”, Obras escogidas de H. P. Lovecraft, 2ª
selección, Barcelona, Ediciones Acervo, 1981, p. 176.
[5] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
pp. 155-235.
[6] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 214.
[7] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”, pp.
218-219.
[8] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 219.
[9] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 220.
[10] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 221.
[11] José Manuel Pedrosa, “La lógica de lo
heroico: mito épica, cuento, cine, deporte…, (modelos narratológicos y teorías
de la cultura)”, Los mitos y los héroes, Urueña, Centro Etnográfico de Castilla y León, 2003,
pp. 37-63.
[12] Pedrosa, “La lógica de lo heroico”, pp. 37-63.
[13] Pedrosa, “La lógica de lo heroico”, pp. 37-63.
[14] Pedrosa, “Teseo y el laberinto, o por qué los
héroes están obligados a pasar por tubos estrechos”, Europa: narraciones de
lo intercultural. Actas del Congreso "Europa, continente abierto:
narraciones de lo intercultural", ed. P. Vega Rodríguez, Madrid, Cooperación
Internacional-Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2005, pp. 21-33.
[15] Pedrosa, “La lógica de lo heroico”, pp. 37-63.
[16] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 231.
[17] Pedrosa, “La lógica del cuento: el silencio,
la voz, el poder, el doble, la muerte”, El cuento
folclórico en la literatura y en la tradición oral,
eds. R. Beltrán y M. Haro,
Valencia, Universidad,
2006, pp. 247-27, p. 249.
[18] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 235.
[19] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 200.
[20] Traduzco de Rex Gilroy, Giants
from the Dreamtime. The Yowie in the Myth and Reality, Book On the Yowie, http://www.theaustralianyowieresearchcenter.com/yowie_book_ch5.html [vista el 19 de abril de 2006].
[21] Traduzco de Gilroy, Giants from
the Dreamtime.
[22] Traduzco de Gilroy, Giants from
the Dreamtime.
[23] Traduzco de Mildred Norledge, Aboriginal
Legends from Eastern Australia, Sydney- Wellington- Auckland, A. H. & A. W. Reed, 1968, p. 18.
[24] Mudrooroo
Nyoongah, Aboriginal Mythology, London, Harper Collins Publishers, 1994, pp.
149-150.
[25] Nyoongah, Aboriginal Mythology, p.17.
[26] Véase el larguísimo relato “Moke
the Warrior Giant”,
en A. W. Reed, Myths and Legends of Polynesia, Wellington-Sydney-London, A. H. & A. W.
Reed, 1974, pp. 142-145.
[27] Es interesante la comparación entre la bolsa que porta Bellin-bellin,
y la bolsa dentro de la cual Eolo encierra los vientos favorables y
desfavorables a Odiseo, en la obra de Homero.
[28] Traduzco del relato “Bunjil the
Creator” en A. W.
Reed, Aboriginal Myths, Legends and Fables, Wellington, A. H. & A. W. Reed, 1982, p.
54.
[29] Véase bibliografía consultada.
[30] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 208.
[31] Véase Nyoongah, Aboriginal Mythology, p.
40.
[32] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 207.
[34] Traduzco de R. Robinson, Legends
and Dreaming, R.,
Sydney, Edwards & Shaw Publishers, 1952. p. 39.
[35] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 230.
[36] Traduzco de Gilroy, Giants from
the Dreamtime.
[37] Yo mismo he intentado contrastar el tipo de
muescas que describe el relato de Lovecraft con los datos que ofrecen varios
libros clásicos de mitología y folclore de Polinesia y de Papua Nueva Guinea, y
no he encontrado, hasta el momento, vínculos significativos. Puede que
Lovecraft inventase el motivo, o que lo adaptase de modo muy libre de sus
fuentes documentales acerca de Australia y de sus culturas aborígenes.
[38] Lovecraft, “La sombra fuera del tiempo”,
p. 204.
[39] Traduzco de Gilroy, Giants from
the Dreamtime.
[40] Traduzco de Nyoongah, Aboriginal
Mythology, p.73.
[41] Traduzco de Howard
Phillips Lovecraft, Supernatural Horror in Literature, Ómnibus 2.
Dagon and other macabre tales, London, Harper Collins Publishers, 2000, p. 424.
[42] Traduzco de Nyoongah, Aboriginal Mythology,
p. 50.