Missler, Peter. ÒLas hondas ra’ces del Ciprianillo. 2» parte: los grimoriosÓ. Culturas Populares. Revista Electr—nica 3 (septiembre-diciembre 2006).

http://www.culturaspopulares.org/textos3/articulos/missler.htm

ISSN: 1886-5623

 

 

 

 

Las hondas ra’ces del Ciprianillo. 2» parte: los grimorios

 

 

Peter Missler

 

 

 

Resumen

Investigaci—n acerca de la relaci—n entre los grimorios europeos de la Edad Media (libros de magia que se cre’a que proporcionaban a sus usuarios poderes sobrenaturales e influencia sobre los demonios), y su equivalente espa–ol de los siglos XVIII y XIX, el Gran Libro de San Cipriano, que goz— de gran fama como manual para la bœsqueda de tesoros escondidos. Se pueden distinguir dos tipolog’as diferentes de este Ciprianillo: una rama de versiones que se inscriben dentro del ‡mbito de la magia negra, y que –sin embargo– es una mera traducci—n espa–ola de un cl‡sico francŽs, el Grand Grimoire; y una rama de versiones m‡s originales, cercanas al mundo de la magia blanca, que trata sobre todo de exorcismos y protecciones contra el mal de ojo, y que se trata de una obra t’picamente espa–ola. Para evitar la solicitud a los demonios de ayuda para localizar tesoros escondidos, los editores de este Ciprianillo ÒblancoÓ incluyeron en el texto un elenco de tesoros supuestamente escrito por quienes eran sus due–os en el momento de esconderlos.

Palabras clave: Ciprianillo, San Cipriano, Clavicula Salomonis, grimorio, magia blanca, magia negra, Salom—n, tesoros escondidos.

 

 

Abstract

The present article investigates the relationship between the medieval Grimoires, books of magic meant to lend their owners supernatural powers and influence over demons, and their later, 18th and 19th century Spanish equivalent, widely known as The Great Book of Saint Cyprian, a work  which enjoyed its greatest popular fame as a manual for searching hidden treasures. Two quite different classes of this ÒCiprianilloÓ can be distinguished: a black magic version, which is, however, merely a Spanish translation of one of the most famous French books of magic: the Grand Grimoire; and a more original white magic version, mainly concerned with exorcisms and protection against the evil eye, which is a typical product of Spain. In order to avoid having to ask favours from demons as to the where-abouts of hidden treasures, the authors of this ÒwhiteÓ Ciprianillo introduced into the text a list of hidden treasures supposedly written by its original owners at the time of hiding.

Key words: Saint Cyprian, Clavicula Salomonis, Grimoire, Black Magic, White Magic, Solomon, Spain, Hidden Treasures.

 


 

2.1 El Millonario de Adolfo Ojarak

E

n la primera entrega de este art’culo (vŽase ÒTradici—n y parodia en el Millonario de San Cipri‡n, primer recetario impreso para buscar tesoros en GaliciaÓ en Culturas Populares. Revista Electr—nica 2, mayo-agosto 2006, http://www.culturaspopulares.org/textos2/articulos/missler.htm), describimos el Millonario de San Ciprian firmado por Adolfo Ojarak: un Ciprianillo burlesco de fechaci—n temprana, impreso a poco de comenzar la segunda mitad del siglo XIX, que daba indicaciones sobre la localizaci—n de imaginarios tesoros que estar’an supuestamente escondidos en las cercan’as de Coru–a. Nuestra conclusi—n fue que nos encontr‡bamos ante una parodia de otros escritos de tipo popular, hecho por un impresor o por algœn intelectual coru–Žs; si bien aquel libro proporcionaba, al mismo tiempo, datos muy valiosos sobre las creencias populares que circulaban en torno a tesoros escondidos y a magia popular.

 

2.2 Los grimorios del rey Salom—n

Acaso la cualidad m‡s fascinante de aquel Millonario era su mirada hacia atr‡s, tanto en lo que se refer’a al estilo como en lo que ata–’a a la forma, a las fuentes del gŽnero: a los libros de tesoros ‡rabes que vieron la luz en tiempos medievales en Egipto y en el Magreb. En ambas ramas era comœn que apareciese una lista de localizaciones de tesoros escondidos junto con las instrucciones para desencantarlos y para neutralizar a sus diab—licos guardianes. Esta coincidencia estructural y estil’stica debi— de ser, posiblemente, una curiosa casualidad, porque casi mil a–os separan ambas ramas, y aquel formato se hab’a abandonado muy pronto –como veremos– en los Ciprianillos espa–oles. ÀO pudo ser un retorno consciente a los or’genes del gŽnero, que acaso pudieran ser conocidos por el editor?

Para arrojar alguna luz sobre la cuesti—n, ser‡ preciso que aclaremos primero algunos puntos acerca de la gŽnesis de los Ciprianillos en general; que se hallan en el centro de un autŽntico laberinto de libros m‡gicos, en el que es muy f‡cil perderse sin posibilidad de alcanzar ninguna claridad. Intentemos, por tanto, poner algo de orden en esta materia.

Para empezar, es importante precisar que, a pesar de su t’tulo, el Millonario de San Ciprian  no es un verdadero Libro de San Cipriano. S—lo es una de sus partes, y ni siguiera la m‡s importante: es la parte que limita sus instrucciones a descubrir y a recuperar los tesoros escondidos dentro de la tierra. El ÒverdaderoÓ Gran Libro de San Cipriano –si es que puede denominarse as’ toda su tribu de versiones y de variantes– es mucho mas amplio y complejo, porque ese tŽrmino habr’a de englobar a un grimoire, un manual de magia, con sus recetas para acciones m‡gicas, sus curaciones, sus filtros de amor, sus c‡lculos astrol—gicos, y –a veces– sus indicaciones para la convocatoria de demonios.

Como tal, el Ciprianillo pertenece a Òthe great jungle of the pseudo-Solomonic writingsÓ, segœn lo calific— Norman Cohn en su gran estudio sobre la historia de la demonolog’a europea[1]: es decir, al gigantesco cuerpo de los grimorios medievales, que cuenta con docenas de t’tulos y con centenares de copias en casi todos los idiomas europeos y medio-orientales.

Es casi imposible definir este gŽnero adecuadamente. Pero pueden ser destacadas algunas caracter’sticas que casi todas estas obras tienen en comœn. Se trata de tratados de magia y demonolog’a que integran muchas p‡ginas relativas a la astrolog’a, supuestamente escritas en hebreo por el rey Salom—n, quien habr’a supuestamente recibido de Dios el poder para dominar los demonios (o a los jinn de las versiones isl‡micas) y que decidi— poner por escrito sus conocimientos antes de morir, con el fin de que no los perdiesen sus descendientes. De casi todos esos libros se dice que fueron tra’dos a Europa por algœn rab’ (a menudo nombrado Abraham) y despuŽs traducidos del hebreo a algœn idioma europeo, para que fuese usado en beneficio de algœn pr’ncipe o de algœn arist—crata.

Pero la realidad bibliogr‡fica es bastante m‡s prosaica. El gŽnero parece que naci— mas bien en Bizancio alrededor del a–o 1000 (aunque hay fuentes y aspectos de su demonolog’a que vienen de mucho m‡s atr‡s), no tiene nada que ver con el rey Salom—n, se integra dentro de una tradici—n de naturaleza m‡s griega que jud’a, se expandi— por Europa, y lleg— a Espa–a a travŽs de Italia y del sur de Francia.

Dentro de los contenidos de estos grimorios, las p‡ginas dedicadas al descubrimiento y a la bœsqueda de tesoros por medio de la magia llenan cap’tulos peque–os, y –en las obras de mayor reputaci—n– partes m‡s bien insignificantes. De hecho, eran funciones m‡s, al lado de otras como la de recuperar objetos robados, frustrar los esfuerzos de los cazadores, volar por el aire o hacerse invisible. As’, en la Clavicula Salomonis, el libro cl‡sico que fue la fuente primordial de casi todo el gŽnero, el espacio que se reserva a las bœsquedas de tesoros escondidos es el de un cap’tulo muy corto y casi trivial[2], perdido en la sombra de una docena de operaciones que se consideraban de mayor prestigio.

En ocasiones, sin embargo, aquellas obras interpretaban la bœsqueda y la recuperaci—n de un tesoro como algo que trascend’a el simple descubrimiento de oro y de joyas enterrados bajo la tierra, y convert’an tales episodios en una alegor’a de la conquista del poder y del saber sobrenatural, en la que el oro se convert’a en s’mbolo de la inmortalidad, de la omnisciencia, de la omnipotencia, de acuerdo con las cualidades que se le asociaban en la tradici—n alqu’mica. En aquellas circunstancias, su bœsqueda asum’a la forma de una convocatoria de demonios bastante complicada y tenebrosa.

Podemos tomar como ejemplo un episodio que encontramos en el Grand Grimoire, un cl‡sico de la magia negra que circul— sobre todo en francŽs y que data aproximadamente de mediados del siglo XVIII[3]. Aqu’, el mago, tras largas semanas de abstinencia y de sofisticadas preparaciones de utensilios m‡gicos, a las horas astrol—gicas precisas y exactas, se dirige por la noche a la monta–a con sus ayudantes. Dibujan un c’rculo m‡gico, encienden velas y un fuego, y se colocan dentro. A continuaci—n, el mago convoca al demonio que corresponda –en este caso, a Lucifugo Rofocale, el ministro de hacienda del mundo diab—lico– arrojando una moneda fuera del c’rculo. Una vez aparecido el diablo, el mago le fuerza, mediante f—rmulas m‡gicas, oraciones y torturas realizadas con instrumental diverso, a revelar en quŽ lugar de los alrededores se halla un tesoro. Una vez que el demonio se ha rendido, el mago, solo, abandona el c’rculo y le sigue hasta el sitio indicado. All’ le espera un gran perro negro, que es en realidad una especie de genio guardi‡n, y tambiŽn el esp’ritu de la persona que escondi— el tesoro. Por medio de otros rituales m‡gicos se aparta a los dos del oro; y, acto seguido, el mago toma posesi—n del tesoro, retirando una de las monedas y devolviendo otra de su propio bolsillo. Ya es suyo; y despuŽs de dar licencia al demonio para que se vaya, concluye el ritual.

Segœn se aprecia a partir de este ejemplo, la adquisici—n de un tesoro escondido por medio de la magia constaba efectivamente de dos operaciones distintas: primero, la del interrogatorio a un demonio acerca del paradero del tesoro; despuŽs, el exorcismo del tesoro, con su desencantamiento y transferencia demon’aca al mago. Ambas operaciones se articulan a menudo dentro de una misma secuencia y de un mismo ritual, pero son en el fondo aut—nomas y diferentes. En la primera, se pide informaci—n a un demonio casi omnisciente, que en la mayor’a de los casos ostenta un puesto elevado dentro de la jerarqu’a demon’aca, como el Lucifugo de nuestro ejemplo. En la segunda, se neutralizan los custodios, como el perro negro y el esp’ritu del difunto que acabamos de conocer. De modo que, para un verdadero y sofisticado mago, el interrogatorio y el desencantamiento eran episodios de cualidad desigual, que exig’an operaciones separadas[4]; una dicotom’a que iba a tener consecuencias importantes cuando los primeros editores del Ciprianillo se pusieron al trabajo de traducir y de adaptar los grimorios al mercado espa–ol.

 

 

2.3 La fechaci—n del Ciprianillo

Puede que no sea Žste el espacio id—neo para que nos adentremos en la dif’cil y complicada cuesti—n de la gŽnesis del Gran Libro de San Cipriano, de su dataci—n y de su bautismo con el nombre del Santo de Antioqu’a. El Gran Libro de San Cipriano es, en realidad, la peor pesadilla que puede sufrir un fil—logo. Tiene tantos antepasados como descendientes, tantas influencias como ramificaciones, y los detalles acerca de su nacimiento han quedado ocultados por el tiempo. Me limitarŽ a decir que creo, con Barreiro de V‡zquez Varela[5] y con otros investigadores, que no qued— afianzado ningœn texto con el nombre de ÒSan CiprianoÓ antes de la segunda mitad del siglo XVIII. Aparte del hecho, en s’ mismo significativo, de que no se documente el t’tulo hasta el a–o 1802[6], llama la atenci—n –por mucho que se trate de un arriesgado Òargument from silenceÓ– el hecho de que ninguno de los grandes comentaristas acerca de la magia de los siglos XVI al XVIII –Del R’o, Ciruelo, Casta–ega, Feijoo– mencione el t’tulo, aunque todos tuvieron a su alcance una abundante informaci—n acerca de los grimorios, y conoc’an, adem‡s, y a fondo, la leyenda de San Cipriano. El caso de Feijoo es especialmente significativo, porque escribi— muy ampliamente, y hasta Žpocas tan tard’as como los a–os en torno a 1750, sobre libros de magia, bœsquedas de tesoros e incluso sobre la Cueva de San Cipriano en Salamanca (eco perfecto de la cl‡sica Cueva de Antioqu’a en la que habr’a aprendido su magia San Cipriano), sin mencionar ni una sola vez ningœn libro de San Cipriano[7].

Todo esto nos lleva a pensar que la invenci—n o concepci—n de un grimorio en espa–ol, de atribuci—n asociada a San Cipriano, solo pudo ocurrir entre 1750, cuando Feijoo public— sus comentarios, y el a–o 1802, cuando el titulo queda ya atestiguado documentalmente. Ello no implica que no existieran grimorios populares, incluso en espa–ol, antes de aquel per’odo. De hecho, algo debi— de haber, porque encontramos, con cierta regularidad, a partir de 1600, ÔveederasÕ, curanderos y magos populares que manejaban una obra que se identificaba como ÒEl LibroÓ[8]. Pero no tenemos pruebas que alcancen a relacionar tal obra –como algunos investigadores suelen hacer– con el nombre y con el t’tulo de Libro de San Cipriano. Ninguna obra es as’ nombrada en ningœn documento anterior. No sabemos, en relaci—n con El Libro del que hablan algunas fuentes, quŽ forma ten’a, quŽ magia defend’a, en quŽ idioma estaba escrito, ni hasta quŽ punto se relacionaba con los Ciprianillos del siglo XIX.

Por lo tanto, habr’a que considerar todos estos datos con gran cautela, para no oscurecer aœn m‡s nuestro fr‡gil entendimiento filol—gico.

            Al fin y al cabo, el enredo bibliogr‡fico en que ya est‡ metido el Ciprianillo es lo suficientemente dif’cil, dado que no es, de hecho, un œnico libro; sino todo un grupo de textos en el que caben variantes de muchas naturalezas, que s—lo tienen en comœn el idioma (vernacular ibŽrico, ya sea espa–ol o portuguŽs), la autor’a legendaria de San Cipriano, y algunas (pero no todas) bases argumentales. M‡s all‡ de eso, no hay ningœn denominador comœn, y no existe ningœn texto b‡sico establecido. S—lo podemos distinguir dos tipos m‡s o menos aut—nomos: uno de pura magia negra, y otro m‡s bien de magia blanca, ritual o ceremonial. Ambos surgen a la vista de los historiadores con la llegada del siglo XIX, y no podemos determinar cu‡l de los dos fue redactado primero, ni, por tanto, si uno de los dos influy— en la redacci—n del otro. Lo œnico que podemos hacer es tratarlos, m‡s o menos, de igual a igual.

 

 

2.4 El Ciprianillo negro

El mejor ejemplo de la modalidad negra, es, sin duda, el Libro de San Cipriano supuestamente editado por Òla rabina Beneciana KabinaÓ, que public— por primera vez Barreiro de V‡zquez Varela en 1885, como apŽndice a su libro acerca de la actividad de la Inquisici—n en Galicia[9]. Se trata de un grimorio de pura magia negra, que nos sitœa ante escenas de monte, de c’rculos m‡gicos, de modos de establecer pactos diab—licos, y ante todo un cat‡logo de seres infernales. Se parece mucho a los grimorios medievales del norte de Europa; lo cual no debe resultar nada sorprendente, visto que el texto presentado por Barreiro es, como ya advirti— Vicente Risco[10], una mera traducci—n al espa–ol del Grand Grimoire francŽs. Todo el ritual, y amplias secciones del texto, son idŽnticos. El demonio principal, Lucifugo Rocofale, aparece en ambos; lo que no deja de ser una singularidad de este texto en particular, tal y como observ— Arthur Waite[11]. Hasta la supuesta editora, ÒBeneciana KabinaÓ no es m‡s que una torpe transexualizaci—n del nombre de ÒAntonio Veneciano del RabinaÓ (a veces ÒEl RabinoÓ), supuesto editor italiano del Grand Grimoire original.

            Tanto el Ciprianillo de Barreiro como el Grand Grimoire francŽs est‡n organizados en cuatro partes (las cuales, por cierto, no son muy coherentes con su divisi—n en cap’tulos). Empiezan con dos cortas introducciones tituladas ÒPre‡mbuloÓ y ÒCap’tulo 1Ó, firmadas por el supuesto editor (Antonio Veneciano o Beniciana Kabina). A partir del cap’tulo segundo comienza el Libro Primero, con las elaboradas instrucciones para la puesta en escena y la evocaci—n de Lucifugo Rofocale que ya hemos resumido arriba. Todo ello habr’a sido escrito, como siempre se pretende en estos casos, por el Rey Salom—n[12]. La tercera parte se identifica con el Libro Segundo, que se titula ÒEl Sanctum RegnumÓ y que es un mŽtodo abreviado para establecer pactos con el diablo, pensado especialmente para Òlos que, queriendo hacer pacto con el Esp’ritu, carecen de los medios necesarios para procurarse la vara fulminante y trazar el c’rculo cabal’stico del que se ha hablado en la primera parte de este libroÓ[13]. Es, por lo tanto, un Ògrimorio de pobresÓ, un manual para la gente menos adinerada que no pueda pagar costosos instrumentales e ingredientes m‡gicos; y que, por tanto, no tendr‡n m‡s remedio que pagar con Òcuerpo y almaÓ al diablo en los siguientes veinte a–os, segœn deber’a estipular un contrato firmado con la propia sangre[14].

            El libro contiene un cat‡logo de demonios, con sus nombres, se–as secretas y oficios. DespuŽs viene el mŽtodo para hacer el pacto, que en el fondo difiere bastante poco de su detalle en el Libro Primero. Esta es, sin duda, la parte m‡s negra de todas (Arthur Waite la calific— como Òone of the most atrocious of its classÓ[15]). La obra termina con una cuarta secci—n (pocos veces bien distinguida del Sanctum Regnum), que informa acerca de una docena de operaciones que pueden ejecutarse una vez firmado el pacto, para conseguir poderes y riquezas: por ejemplo, para Òganar todas las veces que se juegue a la loter’aÓ, para Òhablar con los esp’ritus en la vigilia de San JuanÓ, para Òdisfrutar de doncellasÓ y hasta para recuperar la receta de la piedra filosofal.

            Como se puede apreciar, este Ciprianillo es casi una fotocopia de su progenitor francŽs, y, como tal, es muy discutible el que se merezca el nombre de ÒLibro de San CiprianoÓ. Es verdad que se public— varias veces bajo ese titulo a partir de la aparici—n de la edici—n de Barreiro[16]; pero no tiene nada de original, y lo cierto es que un mero cambio de etiqueta no cambia la naturaleza ni la sustancia del texto. Adem‡s, esta misma traducci—n espa–ola (con algunas variantes m’nimas y triviales) tambiŽn ha sido publicada a menudo con otros t’tulos, como, por ejemplo, El Verdadero Drag—n Rojo[17] y Los Secretos del Infierno[18], lo que demuestra que el v’nculo entre el Libro y el Santo es tremendamente precario.

De hecho, uno tiene poco que ver con el otro. El santo no aparece nunca en el texto original del Grand Grimoire, ni en la mayor’a de sus traducciones al espa–ol; y las pocas veces que encontramos cap’tulos o p‡rrafos supuestamente escritos por San Cipriano en ediciones posteriores, la comparaci—n con el original francŽs demuestra que contiene adiciones tard’as y arbitrarias de algœn editor moderno. As’, en Los Secretos del Infierno fue a–adida, al final del libro, una Contrici—n de San Cipriano (pp. 69-70) y una Oraci—n de San Cipriano (pp. 70-71), indicadas para liberar a la gente del mal de ojo impuesto por el practicante de algœn maleficium. Todo esto no es s—lo una singularidad de esta edici—n, pues las dos oraciones tambiŽn constituyen una anomal’a en el contexto de un libro de nigromancia, visto que se inscriben plenamente dentro de la tradici—n de magia blanca de la que trataremos m‡s adelante[19].

            Si existen tan pocas razones para asociar al famoso santo con este texto particular, Àpor quŽ, entonces, se presenta a menudo la traducci—n espa–ola del Grand Grimoire como Libro de San Cipriano? Yo creo que es por un simple malentendido que tiene sus ra’ces en una ligereza del mism’simo Barreiro, quien bautiz— su edici—n as’ para acercarse a tradiciones populares ya extendidas. Por desgracia, no puedo ofrecer datos contundentes ni definitivos sobre esta cuesti—n, porque Barreiro no hizo una transcripci—n integral del texto que le sirvi— de fuente. De grandes secciones de aquel texto s—lo dio un resumen; y s—lo en tales resœmenes se presenta a San Cipriano como coautor del libro, al lado de Salom—n: la primera vez, en la descripci—n del ÒPre‡mbuloÓ, donde se menciona que ÒKabina no se titula autor; porque ya se dice que tan gran libro pertenece no ya solo a San Cipriano, sino a Salom—n y ‡ otros sabiosÓ[20]. En el sumario que da del ÒSanctum RegnumÓ se sugiere que este apartado fue Òllamado vulgarmente San CiprianioÓ[21]. De estas dos vagas frases no podemos deducir certezas sobre a quiŽn o a quiŽnes atribuy— ÒBeneciana KabinaÓ, o, mejor dicho, el editor de la traducci—n que delegaba su voz en la rabina, las varias partes del libro en cuesti—n. Pero parece m‡s bien que Barreiro dio ese nombre a su edici—n porque, en su d’a, ya exist’a la costumbre de atribuir cualquier libro de magia popular escrito en espa–ol –sobre todo si daba indicaciones acerca de c—mo recuperar tesoros escondidos– al santo de Antioqu’a; igual que parece que las ediciones posteriores se limitaron, simplemente, a copiar de Barreiro, por razones de rentabilidad comercial.

 

 

2.5. El Ciprianillo blanco

El Ciprianillo ÒblancoÓ, es, en realidad, una obra mucho m‡s interesante que la mera traducci—n del Grand Grimoire a la que nos acabamos de referir. Es, adem‡s, un autŽntico producto espa–ol, original y singular en varios sentidos. No est‡ en la —rbita de la nigromancia, pero es un intento de volver a lo que en el Medioevo se identificaba con la Magia Ritual o Ceremonial, es decir, no con la acci—n de vender el alma al diablo para convertirse en su sirviente, sino con la de usar los poderes m‡gicos y las operaciones religiosas para, como due–o de los demonios, realizar obras buenas y cristianas, y no negativas ni oscuras.

El concepto de Magia Blanca ha sido muy discutido a lo largo de los siglos. En un principio, y m‡s o menos hasta los tiempos de Santo Tom‡s de Aquino, los te—logos reconoc’an que algunos magos pod’an dominar a los demonios para hacer buenas obras sin apostatar del cristianismo. Hasta el famoso inquisidor Nicolas Eymerich, que oper— en Arag—n durante el siglo XIV, distingui—, en su gran libro sobre la brujer’a, entre rituales en los que el practicante imploraba favores a los demonios (lo que era herej’a), y rituales en que el practicante daba —rdenes a los seres malignos (lo que no era necesariamente herej’a)[22].

Pero, hacia m‡s o menos el a–o 1500, la opini—n general cambi—. La magia blanca, dec’an los comentaristas, no exist’a; y si de vez en cuando parec’a funcionar, ello era s—lo debido a los trucos ingeniosos y astutos del diablo para enga–ar al mago, y para hacerse con su alma convenciŽndole de que le ten’a bajo su control, mientras le tentaba, seduc’a y empujaba a cometer pecados mortales. Porque Òes veros’mil, que si no en todos, en los m‡s de sus ritos [de magia, hay] algœn sacr’lego culto del demonioÓ, segœn escribi— el Padre Feijoo en tono bastante mas clemente que el de otros comentaristas[23].

Para un buen numero de editores del Ciprianillo, estas ideas resultar’an problem‡ticas. Eran gente que, obviamente, se dedicaba a la magia; pero que –como sucedi— tantas veces[24]– sol’an ser sacerdotes, que eran los œnicos que ten’an los conocimientos, las habilidades, y las bibliotecas necesarias para poder ejecutar tales tareas con Žxito. Acaso los m‡s escŽpticos e hip—critas de entre ellos hicieron caso omiso de las prohibiciones de la iglesia, y se echaron sin m‡s en brazos de la magia negra. Pero hubo, sin duda, otros que, a pesar de que se metieron en actividades estrictamente prohibidas por su fe, aun sintieron cierto escrœpulo religioso en relaci—n con aquella demonologia. Estos fueron quienes, cuando adaptaron a la tradici—n hisp‡nica los grimorios latinos, griegos y franceses, no s—lo tradujeron los textos, sino que, simult‡neamente, los ÒcristianizaronÓ y convirtieron en tratados de magia ceremonial: el mal menor; el pecado con Ôcircunstancias atenuantesÕ.

            El fruto de todo esto es el Ciprianillo ÔblancoÕ del siglo XIX, en cuya redacci—n se aprecian tres cambios esenciales: est‡ en espa–ol, se atribuye a San Cipriano, y su contenido se halla ÔcristianizadoÕ para evitar cualquier asomo de condescendencia hacia los demonios. De esta tipolog’a de Ciprianillos han sido reeditados recientemente, en un mismo tomo, dos ejemplares muy diferentes en forma y estilo, pero parecidos en su orientaci—n. Ellos nos servir‡n de buenos ejemplos[25].

La cristianizaci—n del primero de los dos no puede ser m‡s evidente. Para empezar, est‡ dirigido exclusivamente a sacerdotes, a frailes e, incluso, a monjas, que son los sujetos a los que el libro intenta instruir en las artes m‡gicas[26]. Las operaciones que se ense–an servir‡n a Žstos para ejecutar obras beneficiosas para sus reba–os: curar a sus feligreses, encontrar cosas perdidas, buscar agua, deshacerse de los demonios que molestan, proteger contra el mal de ojo, etc. Pero la magia sigue siendo la magia, y encontramos tambiŽn algunas operaciones m‡s sospechosas, como la adivinaci—n mediante la cartomancia, los filtros de amor, y hasta un poco de astrolog’a. Pero, a cada paso, el libro afirma que hay maneras de ejecutar estas operaciones sin caer en el pecado; y, adem‡s, el mŽtodo para llevar a cabo todas estas operaciones suele basarse exclusivamente en el exorcismo –pr‡ctica perfectamente aceptable en la tradici—n religiosa–. No hay pactos con el diablo, sino —rdenes contundentes. Tampoco hay instrucciones expl’citas sobre c—mo convocar demonios. El primer capitulo se llama ÒInstrucciones para los religiosos y religiosas que hayan de combatir alguna dolenciaÓ, y explica c—mo reconocer si una enfermedad es el resultado de algœn hechizo o acci—n del diablo. Y, cuando es as’, el cap’tulo sexto propone el ÒExorcismo para expulsar del cuerpo al diabloÓ, y conseguir la curaci—n. Todo el libro es una especie de manual de curanderismo para religiosos, que intenta, hasta donde se puede, evitar las peores y m‡s peligrosas pr‡cticas de la magia, remplaz‡ndolas por otras que parecen m‡s acordes con la fe.

Y aqu’, de repente, encontramos una explicaci—n perfectamente l—gica para la eleccion de San Cipriano como autor legendario del libro; una explicaci—n, adem‡s, bastante m‡s convincente que la de que pudo deberse a un mero capricho de algœn traductor espa–ol del Grand Grimoire o a algœn malentendido de Barreiro. Porque la figura del santo –cuya leyenda, por cierto, es repetida, de forma bastante elaborada, en el tercer cap’tulo de este Ciprianillo– casa muy bien con la cristianizaci—n del libro mismo. Tal biograf’a funciona, en efecto, como un programa, una advertencia, un paralelo, de lo que sucede tambiŽn con el texto. Cipriano fue, como hemos visto, un mago pagano que pudo aprender las artes m‡gicas del mism’simo diablo antes de someterse al mandato cristiano de alejarse de la magia. Pero tras su conversi—n fue tan buen cristiano que lleg— a obispo y despuŽs a santo. Y el propio libro, en perfecto paralelismo con el autor, pas— de ser pagano a ser cristiano. De algœn modo, la atribuci—n a tal santo transmite un mensaje ideol—gico acerca del contenido del libro a sus futuros usuarios.

            A los compradores espa–oles siempre les interes—, m‡s que nada, la bœsqueda de tesoros escondidos, que, ciertamente, era guiada por cualquier Ciprianillo ÒblancoÓ. Pero hasta esa parte deb’a cristianizarse; lo que provoc— algœn inconveniente. Como vimos arriba, la bœsqueda de tesoros por medios m‡gicos se desarroll— siempre en dos etapas aut—nomas: la del interrogatorio de un demonio de alto rango acerca de la localizaci—n del tesoro, y la del exorcismo del tesoro para que quedase liberado de sus guardianes. No hab’a nada de malo, desde el punto de vista de la magia blanca al menos, en practicar un exorcismo, que en el fondo consiste en apartar, a la fuerza, a algœn demonio de sus cargos o posesiones. Encontramos, pues, en este Ciprianillo-para-religiosos, todo un manual de instrucciones para practicar tales desencantamientos. Pero hacer un interrogatorio por v’a de una convocatoria al demonio era imposible en este contexto, porque, insisto en ello, la teolog’a sol’a considerar tal interrogatorio como una petici—n de favor y un acto de adulaci—n al demonio, con todas las consecuencias que ello pod’a tener sobre la salud del alma. Por tanto, llegados a la parte del libro que ser’a utilizada para intentar localizar tesoros escondidos, los editores del Ciprianillo ÔblancoÕ decidieron evitar escrupulosamente cualquier rito demonol—gico; e introdujeron en su lugar el descubrimiento del enterramiento por medio de la rabdomancia, es decir, de la producci—n –mediante instrucciones muy parecidas a las recetas de la Clavicula Salomonis– de una Òvara adivinatoriaÓ, de madera de avellano, de la inscripci—n en ella de letras y de cifras m‡gicas, y de la pr‡ctica de oraciones (el De Profundis, entre otras). Todo ello hab’a de ser œtil para encontrar –aparte de agua y de minas– monedas y tesoros escondidos. As’, tanto la locaci—n como el exorcismo pod’an ser practicados sin caer en la apostas’a[27].

El segundo Ciprianillo ÒblancoÓ dio una soluci—n al dilema de otra manera. Esta obra –m‡s corta pero tambiŽn algo m‡s sospechosa que la primera[28]– invierte el orden del descubrimiento y del exorcismo. Empieza con un largo cap’tulo sobre la ÒManera de desencantar los tesorosÓ, e indica precauciones estrictamente necesarias antes de desenterrar un tesoro, para que toda la operaci—n estuviese siempre bajo el control del mago. Hab’a que dibujar un c’rculo m‡gico por encima del lugar donde se pensase que estaba el hallazgo, hab’a que entrar en el c’rculo con tres personas, depositar la confianza en Dios, arrodillarse y rezar un par de largas oraciones para el Òconjuro y desligamiento de la tierraÓ. La primera de estas oraciones era la ÒLitania de los SantosÓ, que empieza con

 

            Kyrie eleison

            Christe eleison

            Sancta Maria. Ora pro nobis.

            Sancta Dei Genitrix. Ora pro nobis.

            Sancta Virgo Virginum. Ora pro nobis-

            Sancte Michael. Ora pro nobis.

 

DespuŽs hay que pasar a los arc‡ngeles, los ‡ngeles, los ap—stoles y los santos, y recitar unos doscientos nombres sagrados. Algo que, en el contexto de la magia, da la impresi—n de que es un repuesto de los largos cat‡logos de demonios, con sus nombres secretos, oficios y se–as que siempre encontramos en la magia negra[29]. Sigue el exorcismo con una larga oraci—n en lat’n. Entonces, dice el texto, el aire de alrededor se llenar‡ con Òespantables fantasmasÓ, que dispersar‡ una tercera oraci—n que se limita m‡s o menos al ÒVade Retro SatanasÓ. Y, Òacto seguido el tesoro ser‡ vuestroÓ.

Pero Àc—mo saber d—nde hay un tesoro escondido, y d—nde practicar este exorcismo? Pues bien, los editores del segundo Ciprianillo ÒblancoÓ, no se muestran muy dispuestos a organizar una convocatoria de demonios, pero tampoco estaban muy interesados en la rabdomancia, as’ que decidieron incluir, en el cap’tulo segundo de su obra, una simple lista de tesoros escondidos: un inventario de nombres de aldeas y lugares en los que se hallaban supuestamente tesoros enterrados en el pasado: Òlos Tesoros del Reino de GaliciaÓ. Era una soluci—n alternativa para guiar al usuario hasta el tesoro, tan eficaz como la rabdomancia.

Era, tambiŽn, una soluci—n muy creativa. Pero, por mucho que la inclusi—n de tal elenco dentro de un grimorio fuera una innovaci—n de los redactores del Ciprianillo (no se encuentra en ningœn otro libro de magia que yo conozca), tampoco era ninguna invenci—n. Los editores simplemente adoptaron y adaptaron una tradici—n popular con la cual ya estaban familiarizados: los libros compuestos por largas listas de tesoros escondidos por romanos, visigodos, moros, etc., que durante muchos siglos pasaron de mano a mano entre los buscadores de tesoros, tanto campesinos como burgueses, y que ya exist’an mucho antes del primer intento de producir un grimorio en lengua vern‡cula espa–ola. De tales listas –espa–olas, ‡rabes, y quiz‡s incluso jud’as– trataremos en la pr—xima entrega de este art’culo.

 

 

Brion (Coru–a), 6 de noviembre 2006.

 



 

[1] Cohn, Norman, EuropeÕs Inner Demons, Paladin: Hertz 1976, 166.

 

[2] Clavicula Salomonis, libro 1, capitulo 14. El texto de la Clavicula esta disponible en Internet.

 

[3] Utilizo aqu’ la traducci—n y descripci—n de Waite, A. E., Book of Spells, Wordsworth Reference: Ware 1995, pp. 100 y ss. El libro de Waite, un estudio cl‡sico sobre los libros de magia, se public— por primera vez en 1911, bajo el titulo The Book of Ceremonial Magic.

 

[4] As’, en el citado cap’tulo de la Clavicula Salomonis se dice que el mago, para conseguir el tesoro, tiene que desplazarse a un sitio Òdonde sea por interrogacion de las Inteligencias, sea de otra manera, sabe que se halla un tesoroÓ; y entonces debe proceder a desenterrarlo y desencantarlo con seguridad.

 

[5] Barreiro de Vazquez Varela, Bernardo, Brujos y astr—logos de la Inquisicion de Galicia y el famoso libro de San Cipriano, 1» edicion, Coru–a 1885, pp. 126 y ss. (existe una reedicion de Akal Ediciones, Madrid 1973.)

 

[6] Galicia Diplom‡tica, t. II, n¼ 13, 30.9.1883, pp. 100 y ss., art’culo an—nimo (posiblemente del mismo Barreiro) titulado ÒArchivo de la inquisici—n de Galicia (apuntes sobre bibliograf’a y lectura prohibida desde 1800 a 1819)Ó, donde se menciona el caso del presb’tero Juan Rodr’guez de Ferrol, acusado de poseer Òel Libro de San CiprianoÓ y otros papeles que pensaba utilizar para buscar tesoros escondidos. Dejo aparte aqu’ la version de ÒJonas SufurinoÓ, con su absurda pretensi—n de haber sido escrita en el a–o 1000, y con su no menos absurda fecha de publicaci—n de 1510. En los libros de magia nunca se puede uno, y nunca se debe, fiar de las fechas de publicaci—n que se declaran en la portada.

 

[7] S—lo recientemente descubr’, en la p‡gina web de Hibris, escrito por Don FŽlix Castro Vicente, una referencia que dice que: ÒEsto no implica que no pudiera haber libros con el nombre de San Cipriano en Žpocas anteriores, ya que el famoso mago Heinrich Cornelius Agrippa (1486-1535), (É) cita en sus obras libros de nigromancia atribuidos a Cipriano.Ó Es una noticia interesant’sima, y, si fuera cierta, tendr’a implicaciones importantes para nuestra comprensi—n de la gŽnesis de los Ciprianillos. Pero queda por ver lo que dice Agrippa exactamente, y si es cierto que estas obras son verdaderamente de Žl, o, al menos, si lo son de su Žpoca. DespuŽs de todo: no pocas veces se recurr’a a Agrippa como autor ap—crifo de libros m‡gicos, con la pretensi—n de acogerse a su prestigio (vease Waite, Book of Spells, pp. 77 y ss. y 97).

 

[8] As’, por ejemplo, un curandero de Tameiron, en Galicia, en 1602 (Barreiro, Brujos, 20), y un paisano del pueblo de Sesa, en Arag—n, llamado Juan Font‡n, de quien se dijo en un juicio de la Inquisicion de 1650 que pose’a ÒEl LibroÓ (dato encontrado en una pagina web que ya no existe).

 

[9] Barreiro, Brujos, ApŽndice, pp. 121-149. Si comprendo bien lo que dice Barreiro en la p. 125, trabaj— a partir de un manuscrito que ten’a a su disposici—n.

 

[10] Risco, V., ÒLos tesoros legendarios de GaliciaÓ, en Revista de Dialectolog’a y Tradiciones Populares VI (1950) p. 191.

 

[11] Waite, Book of Spells, 101, nota a pie de p‡gina: ÒThis alteration of the fallen Light Bearer into Fly-the-Light does not seem to occur in magical literature preceding the Grand GrimoireÓ.

 

[12] En la edici—n de Barreiro (Brujos, p. 130), el cap’tulo 2 lleva como subtitulo ÒLa Granguejeria y Clavicula de SalomonÓ, i.e. el Grand Grimoire y la Clavicula Salomonis.

 

[13] Los Secretos del Infierno, p. 35; ve‡se en la nota 18, m‡s abajo, el t’tulo completo.

 

[14] Waite, Book of Spells, 255: Òin Black Magic, as in some other processes, the necessitous must be ready to sacrifice, and the sorceror who is insufficiently equipped must pay a higher price in the endÓ.

 

[15] Waite, Book of Spells, 102. Waite da una buena descripci—n del Sanctum Regnum, con valiosos comentarios y an‡lisis, en las p‡ginas 101-102 y 255-262.

 

[16] As’, aparte de la edici—n y de la reedici—n de Barreiro, tambiŽn, por ejemplo, como el segundo libro de los tres publicados en la compilaci—n llamada Libro Magno de San Cipriano, Tesoro del Hechicero, Ediciones Humanitas, Barcelona 1985. Vease abajo.

 

[17] Aunque pretende ser una edici—n de 1521, se trata en realidad de una traducci—n hecha en el siglo XIX del ÒDragon RougeÓ francŽs. Hubo no pocas ediciones francesas a partir de 1825, m‡s o menos. Para no complicar aœn mas el asunto, dejo aparte aqu’ el papel que puede haber jugado en la gŽnesis del Ciprianillo ÔnegroÕ este libro, que, segœn Waite (p. 109), es Ôin all respects identicalÕ al Grand Grimoire.

 

[18] Los Secretos del Infierno, o sea, El Emperador Lucifer y su ministro Lucifugo Rofocale, ÒEdici—n del Mago BRUNOÓ, imprenta La Neotipia, Rambla de Catalu–a 116, sin a–o (la aparici—n tanto de Anatole France como Ram—n y Cajal en unas anuncios al final del libro demuestra que fue impreso en las primeras dŽcadas del siglo XX, como muy pronto). La obra se declara una Òreproducci—n ’ntegraÓ de la edici—n francesa publicada en Nimes, Òen casa de Gaude, Impresor y LibreroÓ en 1835, y pretende estar Òsacado de un manuscrito del a–o 1522Ó. Quiero expresar mi gratitud al Doctor Marcial Gondar Portasany, de la Universidad de Santiago de Compostela, por poner a mi disposici—n su ejemplar de esta rara edici—n.

 

[19] N—tese que lo contrario –la inclusi—n de componentes ÒnegrosÓ en textos ÒblancosÓ tambiŽn se da de vez en cuando, como veremos abajo.

 

[20] Barreiro, Brujos, p. 127.

 

[21] Barreiro, Brujos, p. 147.

 

[22] Cohn, N., EuropeÕs Inner Demons, Paladin: Hertz 1976, 169-179.

 

[23] Feijoo, Teatro Critico Universal, tomo 7, discurso 7, Cuevas de Salamanca etc, ¤ IV:13. Vease tambiŽn Fray Martin de Casta–ega, Tratado de las supersticiones y hecher’as, capitulo 5; y Waite, Book of Spells, 254, nota al pie.

 

[24] As’, por ejemplo, Feijoo, Cartas Eruditas, tomo 3, carta 2, De la vana y perniciosa aplicaci—n a buscar tesoros escondidos, ¤ 23. Tambien Barreiro, Brujos, p. 127; y Waite, Book of Spells,p. 96.

 

[25] Son el primer y el tercer libro, incluido en el Libro Magno de San Cipriano, Tesoro del Hechicero, Ediciones Humanitas, Barcelona 1985. La edicion no da las fechas originales de los textos –quiz‡s desconocidas–, pero la inclusi—n del segundo libro, un Ciprianillo ÒnegroÓ similar al de la edici—n de Barreiro de 1885, sugiere que la edici—n se public— por primera vez a finales del XIX o poco despuŽs. Este Ciprianillo ÒnegroÓ no lleva el Pre‡mbulo, pero a–ade algunas otras cosas (como un cap’tulo sobre la Cruz de San BartolomŽ), y adem‡s tiene varios comentarios en notas a pie, que intentan ÔsuavizarÕ sus contenidos de magia negra, declarando que el mago siempre tiene que tener cuidado de mantener el control de los demonios, y de no convertirse nunca en su esclavo etc. Parece que el editor que junt— los tres libros se sent’a poco c—modo con esta obra de magia negra.

 

[26] La idea de que un cura fuese tambiŽn mago, algo sorprendente para nosotros, no lo era del todo en el pasado. Por ejemplo, Le Roy Ladurie, E., Montaillou, village occitan de 1294 ˆ 1324 (Gallimard, 1982), escribe en p. 247, cap. X, y p. 467, cap. XX, sobre las creencias que circulaban acerca de los poderes m‡gicos de los sacerdotes, tanto en el siglo XIV como incluso en el siglo XX.

[27] Las instrucciones para hacer la vara, el exorcismo y la manera de encontrar el tesoro se desgranan, de manera bastante desordenada y repetitiva, a partir de la pagina 142 del Libro Magno.

 

[28] El tercer Ciprianillo, en el Libro Magno de Ediciones Humanitas (desde la p. 319 hasta el final). Consta s—lo de cuatro cap’tulos: los dos primeros, plenamente cristianizados, sobre tesoros escondidos; el œltimo, sobre varias maneras de adivinar; y el tercero, sobre los maleficios de un cierto Òmago ArthaphernesÓ, que –con la excusa de que era mejor hablar abiertamente del fruto prohibido antes que aumentar su prestigio y atractivo gracias al secretismo da recetas de la nigromancia mas destructiva. La combinaci—n es francamente asombrosa.

 

[29] Se puede ver un ejemplo en Waite, Book of Spells, pp. 195 y ss.