GutiŽrrez Barajas, Mar’a JosŽ. ÒEl tonto que propuso una adivinanza imposible de acertar: una versi—n madrile–a del cuento ATU 851Ó. Culturas Populares. Revista Electr—nica 3 (septiembre-diciembre 2006).

http://www.culturaspopulares.org/textos3/articulos/gutierrez.htm

ISSN: 1886-5623

 

 

 

El tonto que propuso una adivinanza imposible de acertar:

una versi—n madrile–a del cuento ATU 851

 

 

 

Mar’a JosŽ GutiŽrrez Barajas

Universidad de Nanjing (China)

 

 

Resumen

El tonto que propuso una adivinanza imposible de acertar, nos ofrece una extensa versi—n del cuento oral que en la tradici—n hisp‡nica ha sido etiquetado como La princesa que no supo resolver el acertijo, y cuyas versiones se han registrado en la pen’nsula IbŽrica, HispanoamŽrica, y en muchos m‡s pa’ses de varios continentes. Tiene el nœmero 851 en el cat‡logo de cuentos universales de Aarne, Thompson y Uther. El ejemplo que exponemos tiene interesantes variaciones.

Palabras clave: cuento, adivinanza, princesa, ATU 851.

 

Abstract

The silly man who proposed a riddle imposible to make out, offers a long version of a folk tale which has been catalogued, in Spanish tradition, as The Princess who cannot solve the riddle. Different versions of this tale have been registered in Iberic Peninsula, Latin America, and many other countries of several continents. It is number 851 in the Index of International Folk Tales of Aarne, Thompson and Uther. Our version has very interesting elements.

Key Words: folktale, riddle, princess, ATU 851.

 

 

 

E

l cuento cuya trascripci—n ofrezco es conocido como El tonto listo, por su informante, Josefa Barajas Mart’n, de 48 a–os de edad y nacida  en Madrid. Ella (que es mi madre) lo aprendi— de su propia madre, que era tambiŽn natural de la ciudad de Madrid, por lo que esta versi—n de nuestro cuento puede considerarse tradicional de la capital de Espa–a.

            Se trata de una versi—n muy extensa, completa e interesante del cuento que en la tradici—n hisp‡nica ha sido etiquetado (por Julio Camarena y Maxime Chevalier[1].) como La princesa que no supo resolver el acertijo, y que en el cat‡logo de los cuentos folcl—ricos universales elaborado por Antti Aarne, Stith Thompson y Hans-Jšrg Uther[2] tiene el nœmero 851, y el t’tulo de The Princess Who Cannot Solve the Riddle.

            Julio Camarena y Maxime Chevalier resumieron de este modo las ÒCaracter’sticas espa–olas del tipoÓ:

 

I.               La justa de acertijos. Se ofrece la mano de la princesa a aquel que pueda poner un acertijo a la princesa que ella no sea capaz de adivinar.

II.             Las pistas. De camino al concurso se le presenta una serie de pistas al hŽroe: (a) ve a un caballo envenado, que se lo come un cuervo, cayendo Žste muerto a su vez. Doce hombres comen los cuervos y mueren envenenados.

III.           El acertijo. (a) El hŽroe propone el siguiente acertijo: ÒNo mat— a ninguno pero mat— a doceÓ; o (b) El acertijo del hijo no nacido; (d) de lo asado con palabras santas; (e) del agua tomada de la pila bautismal, etc.

IV.          La princesa ganada. (a) La princesa trata de averiguar la soluci—n visit‡ndolo por la noche y escuchando lo que sue–a. Pero Žl se da cuenta de la visita y se queda con una prenda, con la que prueba que lo ha visitado. (c) La demostraci—n expuesta como una cacer’a de galgos.

 

Se trata de un cuento que ha sido bastantes veces registrado en la pen’nsula IbŽrica (en castellano, en catal‡n, en gallego y en portuguŽs), en HispanoamŽrica, y en muchas m‡s tradiciones de todo el mundo, segœn se detalla en los cat‡logos de Camarena-Chevalier y de Aarne-Thompson-Uther, que dan noticia de versiones que van desde Finlandia, Hungr’a, MŽxico o Chile hasta Qatar, Ceil‡n, Indonesia, Jap—n o Sud‡frica.

Las versiones espa–olas son tan ricas e interesantes que Aurelio M. Espinosa (padre)[3] pudo acotar hasta cuatro subramas tipol—gicas diferentes. El relato se considera que pertenece a la familia de narraciones en la que tambiŽn figura el cŽlebre cuento de Turandot, que remonta, en œltima instancia, nada menos que a Las mil y una noches, (las cuales debieron tomar el relato, a su vez, de una tradici—n oral anterior y viej’sima), y que tiene entre sus eslabones la cŽlebre —pera Turandot de Giaccomo Puccini.

            La versi—n que ofrezco se encuadra dentro de la subrama I acotada por Espinosa, aunque aporta algunas singularidades de extraordinario interŽs.

            La principal es que las adivinanzas van dirigidas al rey, no a la princesa pretendida. Hay muchas otras, como el hecho de que el rey prometa que al vencedor del torneo de adivinanzas le conceder‡ no s—lo la mano de su hija, sino tambiŽn la mitad de su reino, detalle no muy habitual en otras versiones espa–olas. Pero este tipo de variantes entra ya dentro de lo que es comœn y l—gico dentro del terreno y de la poŽtica, siempre din‡micos y cambiantes, de la tradici—n oral.

            He aqu’, ya, esta nueva versi—n, pasada directamente de la voz a la escritura, de El tonto listo, o El tonto que propuso una adivinanza imposible de acertar:

 

Bueno, pues la adivinanza que voy a contar es una adivinanza, es una adivinanza que me cont— mi padre un d’a, jugando con Žl y con mi familia. Y es la siguiente. ƒl me cont—... es como un cuento; es una historia. Pero en realidad no es tal la adivinanza, sino un cuento. Es:

 

Pan mat— a Panda,

Panda mat— a tres,

pasŽ duro sobre blando

vi un muerto y tres cantando,

com’ carne engendrada por nacer

y la guisŽ con palabras de la iglesia.

 

            Entonces Žl nos comentaba que quŽ era. Y nosotros, una adivinanza tan enorme, pues Žramos incapaz de saberlo. Y la soluci—n que Žl nos cont— fue la siguiente:

 

            Esto era un reino que... Hab’a un reino, y el rey sab’a todas las adivinanzas que hab’a sobre su territorio. Entonces propuso que aquel que dijera, o sea, que le dijera una adivinanza, y Žl no fuera capaz de lograrle, o sea que no fuera capaz de adivinarla, pues le ced’a la mitad de su  reino y se casaba con su hija.

            Entonces iba mucha, iba mucha gente, y le dec’an, y todas las adivinaba. Y entonces los mataba. Hasta que lleg— el tonto del pueblo, y le dijo a su madre:

            Mam‡, Àsabes quŽ te digo? Que me voy a ir a presentar delante de rey, y le voy a decir una adivinanza.

            Entonces, como era el tonto del pueblo, pues pensaba [la madre]: ÒÁUy, Žste, Žste, le van a matar! Este pobrecillo, no sŽ quŽ...Ó.

Con lo cual [a] la madre no se le ocurre otra cosa que prepararle. Le dice el hijo, bueno, le dice el hijo:

Madre, prep‡reme usted un bocadillo, que me voy a marchar delante del rey.

            Y ÀquŽ adivinanza le vas a decir, hijo?

            Ah, ya se me ocurrir‡ algo.

            Con lo cual que la madre, como no quer’a que su hijo fuera asesinado, que fuera ahorcado y que pasara calamidades, pues no se le ocurre otra cosa que envenenar el bocadillo. Y envenena el pan. Con lo cual, coge su borrica, que se llamaba Panda, y se va. Se va caminando, caminando con su borrica. Y ya llega debajo de un ‡rbol, y se sienta a descansar, y se duerme. Se queda dormido. Mientras tanto, [a] la borrica le entra hambre, y se come el bocadillo. Y entonces, pues se muere la borrica. Al estar el bocadillo envenenado, se muere la borrica. Cuando se despierta, pues se da cuenta de que la borrica se hab’a muerto. Y, a la vez, vio, hab’a visto que el bocadillo no estaba; que hab’a restos de bocadillo y se lo hab’a comido. Y entonces hab’a unos lobos que se la comieron a la [borrica]. O sea, unos animales que se comieron a la borrica, puesto que estaban muertos, de estos carro–eros. Y se murieron tambiŽn. Con lo cual se qued— observando, y empieza:

            Pan (del pan que est‡ envenenado) mat— a Panda, y Panda, a su vez, mat— a tres (los tres que se hab’an comido a Panda).

            Con que sigue caminando, caminando, caminando, porque ya no ten’a borrica. Sigue caminando, y se encuentra pues que tiene que cruzar el r’o. Y entonces, al cruzar el r’o, llega delante del r’o y entonces se ve, y dice:

            ÁAy va! Y ahora Àc—mo cruzo yo el r’o?

            Entonces coge, ve un tronco de un ‡rbol, y atraviesa. Se sube encima del tronco. Como el tronco flota, que es madera, pues atraviesa el r’o. Y, a la que est‡ atravesando el r’o, ve un pez que est‡ muerto, y encima del pez hay tres pajarillos que est‡n cantando. Ya cruza al otro lado y se queda mirando, y dice:

            PasŽ duro sobre blando, vi un muerto y tres cantando.

            Pas— duro sobre blando, que era el tronco, que pasaba sobre el agua, que era blanda. Vio un muerto, que era el pez que estaba muerto. Y tres cantando, que eran los tres pajarillos, que estaban cantando.

            Y entonces, ya sigue caminando. Y le entra hambre. Y le entra el hambre y dice:

            Jo, quŽ hambre tengo, no sŽ quŽ.

            Y ve, entonces ve a un ciervo, una cervatilla, un ciervo. Y le mata. Y, al matarle, pues ya, bueno, pues le descuartiza para, para... para comŽrselo. Y se da cuenta de que estaba pre–ada. O sea, ten’a un[a criatura que] estaba engendrada. Y dice:

            Y ahora, Àcon quŽ, con quŽ la voy a guisar? Pues yo no me la voy a comer cruda. ÁUy la carne cruda! La tengo que guisar.

            Empieza a buscar por all’, y se encuentra una Biblia, un libro de misa, una Biblia.

            ÁAh! Pos con esto, esto lo enciendo yo y lo prendo.

            Y coge, enciende el libro de misa, y entonces, con eso, hace un fuego. Y guisa a la cervatilla que estaba pre–ada. Y sigue pensando, pensando, y dice:

            Com’ carne engendrada por nacer (que era la cierva que estaba pre–ada), y la guisŽ con palabras de la iglesia. ÁPos ya tengo yo aqu’ mi adivinanza! Ver‡s tœ, ver‡s. Ara voy al rey y se lo digo.

            Y... y, o sea, lo que este hombre demostraba, que era tan tonto, era un gran observador, que era diferente a los dem‡s. Entonces lleg— ante el rey, y le dice:

            A ver, venga tœ, a ver.

            Todo el mundo se re’a de Žl, porque era el tonto del pueblo, porque no sŽ quŽ. Y llega al rey y dice:

            A ver, te voy a decir mi adivinanza:

 

            Pan mat— a Panda,

            Panda mat— a tres,

            pasŽ duro sobre blando,

            vi un muerto y tres cantando,

            com’ carne engendrada por nacer,

            y la guisŽ con palabras de la iglesia.

 

            El rey no fue capaz de adivinarlo. Y era imposible, puesto que era una experiencia, algo que Žl hab’a vivido, y de su propia experiencia cont—. Entonces no, el rey no lo adivin—. Y no tuvo m‡s remedio que darle la mitad del reinado, y casarle con su hija, que era lo prometido. Con lo cual demostr— que el tonto no era tan tonto, sino que era un gran observador, y que experimentaba en la vida.

 



    [1] Julio Camarena y Maxime Chevalier, Cat—logo tipol—gico del cuento folkl—rico espa–ol. Cuentos-novela (Alcal‡ de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2003) nœm. 851.

    [2] Hans-Jšrg Uther, The Types of International Folktales: A Classification and Bibliography, 3 vols. (Helsinki: Suomalainen Tiedeakatemia-Academia Scientiarum Fennica, 2004).

[3] Aurelio M. Espinosa, Cuentos populares espa–oles,  3 vols. (Madrid: CSIC, 1947) vol. II, pp. 79-88.