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Vega Rodr’guez, Pilar. ÒArt’culos de etnograf’a y costumbres en la prensa leonesa: canciones y cantares (1922-1928)Ó. Culturas Populares. Revista Electr—nica 2 (mayo-agosto 2006). http://www.culturaspopulares.org/textos2/articulos/vega.htm ISSN: 1886-5623 |
Art’culos de
etnograf’a y costumbres en la prensa leonesa:
canciones y
cantares (1922-1928)
Pilar Vega
Rodr’guez
Universidad
Complutense (Madrid)
En este art’culo se analizan otros factores, adem‡s de la moda popularista que ti–e de un matiz especial la vanguardia poŽtica del 27 y del influjo de los estudios de Ram—n MenŽndez Pidal, para el auge de las recopilaciones de canciones tradicionales y la moda de la armonizaci—n culta de canciones fokl—ricas. Concretamente, el peligro del centralismo impuesto por el rŽgimen del general Primo de Rivera en su propuesta de demarcaci—n territorial influye en la reacci—n de la prensa pol’tica y cultural leonesa haciendo proliferar la publicaci—n de canciones populares.
Canci—n popular. Cancioneros. Regionalismo. Mariano
Dom’nguez Berrueta. Le—n.
This paper studies the publication of popular
songs in LeonÕs press between 1922 and 1928, as well as the motifs that
enhanced this particular trend. It also includes the studied songs at the end
of the article.
Popular songs. Cancioneros. Regionalism. Mariano
Dom’nguez Berrueta. Le—n.
La hora
regionalista en la prensa leonesa. Canciones y cantares (1922-1928)
ÒEl campo se est‡ quedando sin cancionesÓ se lamentaba Publio Su‡rez Uriarte en un art’culo publicado en Vida Leonesa en 1924. Se est‡ quedando sin canciones como se queda sin ‡rboles y sin p‡jaros.[1] Pero desterrar de la propia cultura la mœsica tradicional es algo tan grave como asaltar el campo con las nuevas construcciones urbanas hasta no dejar en Žl resquicio de lo natural. ÒSegœn canta un pueblo as’ es su esp’rituÓ, aseguraba el escritor, Òporque la musa es hija leg’tima de su vida, de sus costumbres... en una palabra de su modo de serÓ[2] , o dicho de otro modo, el pueblo que abandona el canto comœn muestra que ha dejado de vivir en acuerdo o en desavenencia, en resumidas cuentas, deja de formar pueblo.
En las palabras de este periodista leonŽs hay el mismo anhelo de ruralismo que con tanto ardor defendieron a comienzos del siglo XX los utopistas ingleses del guild socialism. La industrializaci—n creciente agiganta las ciudades y vac’a los campos haciendo perder las diferencias que daban su identidad al pa’s natal. La cultura urbana es homogeneizadora por no decir uniformadora, a-hist—rica, y altamente inestable. El ciudadano desea regresar al campo donde era m‡s consciente de su individualidad y de la permanencia de los valores que hoy borra y camufla la sociedad urbana. Por esto, en el impuso a la recuperaci—n folkl—rica subyace tambiŽn el ansia de contener la sociedad tecnol—gica en unos l’mites razonables para que no acabe destruyendo toda marca de humanidad.
Las canciones tradicionales son el œltimo baluarte de una cultura que vincul— las experiencias vitales de la comunidad social. De ah’ el lamento que Su‡rez y otros escritores leoneses entonan ante el poco cuidado con que estaban trat‡ndose expresiones culturales que dif’cilmente hubieran podido representar un riesgo para el desarrollo urbano. Otro periodista leonŽs, Jacinto Rojo, se quejaba de lo escasamente que sus paisanos valoraban el patrimonio folkl—rico apoy‡ndose en el testimonio de un escritor amigo:
muy recientemente se lamentaba un compa–ero con un estimado colega del poco cuidado y de la escasa afici—n que los leoneses mostramos en recoger y propagar tanto aqu’ como fuera las sentidas canciones populares leonesas, que donde quiera que son o’das, segœn aconteci— en un reciente festival aristocr‡tico madrile–o, cautivan a las gentes por su dulzura, su sentimiento, la pureza de su ritmo ingenuo y aldeano, trasunto de aquella vida patriarcal y buena de los antepasados que giraba. en torno de la virtud y el trabajo sin buscar otros horizontes.[3]
En el terreno de la creaci—n musical, el regionalismo se plasm— en la proliferaci—n de cancioneros populares -armonizados desde un prisma culto- especialmente, en torno a los a–os 1922 y 1928, por las razones que podremos aducir.[4] Con anterioridad, a esta fecha hab’an publicado armonizaciones de canciones populares Rufino G. Nuevo y Miranda (Capricho pot-pourristico, 1885 y Todo por Asturias, 1887), Victor S‡enz Canel (3 pot-pourris) JosŽ Hurtado (100 cantos populares asturianos) y Anselmo Gonz‡lez del Valle, (Veinte melod’as asturianas para piano, 1910). El çlbum Alma Asturiana de Diego Maya y Francisco R. Lavandera con 90 canciones populares asturianas, de 1911, fue continuado por una recopilaci—n de 30 cantos m‡s por Lavandera. En forma de lied Nemesio Ota–o public— en 1918 las Canciones monta–esas: melod’as populares recogidas y comentadas en forma de lied por la Uni—n Musical Espa–ola. El 13 y 14 de junio de 1922 Falla y Lorca organizaron un festival de Cante Jondo, con el prop—sito de revitalizar y recuperar el primitivo cante andaluz, el 17 de septiembre de ese mismo a–o Eduardo Mart’nez Torner y Baldomero Fern‡ndez Casielles convocaban en Oviedo un Festival del Folklore Asturiano y en el nœm. 6 de la revista leonesa Renacimiento (1922)se hac’a eco a la convocatoria de la Secci—n de Aproximaci—n Musical Hispanoamericana del Liceo de AmŽrica de un concurso para armonizar en estilo culto una canci—n popular de cualquiera de las regiones espa–ola o hispano-portuguesa y americana. En el jurado de este premio figuraban Turina, Mauricio L—pez Roberts, Emilio Serrano, el maestro Luna y el maestro Conrado del Campo. TambiŽn en 1922 Jesœs Ar‡mbarri public— las Ocho Canciones populares vascas para soprano. Joseph Barber‡ armonizaba en 1928 para canto y piano las Seis canciones populares burgalesas (1928-1929). çngel Mart’n Pompey hizo lo mismo con aires castellanos en 1928 (Mart’n Pompey, çngel, Schola cantorum: poes’as populares, Cuadernos 1-IV) Jesœs Guridi y Rafael Benedito publicaron en 1928 el cuaderno de canciones titulado Pueblo: canciones populares (Bilbao, la Uni—n Musical Espa–ola). Y entre otros de los muchos autores que practican la armonizaci—n de la canci—n culta vale la pena citar a Manuel del Fresno y R. PŽrez del Villar (Colecci—n de cantos asturianos armonizados para canto y piano, 1935).
Por fin, en 1931 Lorca grabar’a con la Argentinita las Canciones populares antiguas, varios temas populares que Žl mismo ha recogido y armonizado (a excepci—n de la titulada Sones de Asturias) Son: ÔZorongo gitanoÕ; ÔAnda jaleoÕ; ÔSevillanas del siglo XVIIIÕ; ÔLos cuatro mulerosÕ; ÔNana de SevillaÕ; ÔRomance pascual de los pelegrinitosÕ; ÔEn el CafŽ de ChinitasÕ; ÔLas morillas de JaŽnÕ; ÔRomance de los mozos de Monle—nÕ; ÔLas tres hojasÕ; ÔSones de AsturiasÕ; ÔAires de CastillaÕ. Pero hay que decir que casi desde 1916 en cada una de las veladas l’ricas a las que asiste interpreta su particular versi—n de canciones populares.
El regionalismo, sin embargo, y como previno Adolfo Salazar en su libro La Mœsica Contempor‡nea en Espa–a, (Madrid: La Nave, 1930) no siempre obr— como est’mulo positivo en la creaci—n art’stica. En ocasiones, por un malentendido patriotismo, esta tendencia contribuy— m‡s bien a apartar a los artistas espa–oles de la urgente y necesaria vocaci—n europea que hubiera dado otras dimensiones y profundidad a la mœsica espa–ola. En cualquier caso, es cierto que el regionalismo fue pieza insustituible para la perfilar una m‡s exacta definici—n de las peculiaridades de cada provincia espa–ola.
Coinciden las fechas de estos ejemplos de armonizaci—n sustancialmente con los a–os en que se desarrollaron los hitos principales del gobierno de Miguel Primo de Rivera. Es curioso notar que, ya el 7 de julio de 1923, Miguel Pe–aflor en el Diario de Le—n, en un art’culo titulado ÒLa dictadura y el dictadorÓ se dec’a algo como lo siguiente, ÒEs evidente (É) que a una parte considerable y bien calificada, la mayor y mejor calificada de Espa–a, siente pœblica o secretamente simpat’a por la dictaduraÓ (p.1). Pe–aflor justificaba tal aprensi—n alegando que la sociedad estaba harta del caciquismo, de que el parlamentarismo hubiese servido tan solo a la defensa de los intereses particulares. Ante esta situaci—n, la figura de un l’der sin ambiciones personales, libre de ataduras partidistas como parec’a ser el general Francisco Aguilera se dibujaba como una opci—n posible. Francisco Aguilera, (Alia Miranda: 2004) Aguilera mantuvo despuŽs un autŽntico duelo de sables con el general Primo de Rivera en el curso de la dictadura. Pero lo cierto es que el art’culo de Pe–aflor ten’a que ver con el incidente ocurrido en las Cortes el 3 de julio, la famosa bofetada que JosŽ S‡nchez Guerra le propin— a Aguilera y que ech— por tierra su prestigio como l’der.
Unas semanas despuŽs, el 13 de septiembre, ten’a lugar el pronunciamiento de Miguel Primo de Rivera, y poco despuŽs de su llegada al poder se abord— nuevamente el espinoso asunto de la divisi—n territorial con el objeto de situar las Cajas del Fondo Nacional de Previsi—n. Para ello se dise–— un proyecto de reorganizaci—n del territorio nacional en 49 provincias con 12 o 14 regiones, definidas en funci—n de par‡metros de importancia hist—rica, econ—mica, administrativa o de servicios[5]. Este pron—stico llen— de inquietud y enorme preocupaci—n a las poblaciones m‡s peque–as o a aquellas otras que entendieron el regionalismo como el primer paso hacia el separatismo y la disgregaci—n de la patria. Cinco a–os antes, 1918, y ante el ascenso del federalismo, las Bases de Segovia (convocadas por las diputaciones castellanas) hab’an acordado combatir el separatismo disfrazado de Catalu–a y negarse a la prioridad o superior autonom’a de cualquier regi—n si ello repercut’a en la unidad del pa’s. Al mismo tiempo solicitaban la descentralizaci—n econ—mica y administrativa y un margen m‡s flexible de desarrollo a los municipios y provincias. El texto del ÒMensaje de CastillaÓ era elocuente: ÒViene Castilla, desde hace muchos a–os, sufriendo en silencio toda suerte de vej‡menes, ultrajes y menosprecios de elementos importantes de Catalu–a, donde pol’ticos sectarios, literatos, colectividades y peri—dicos que representan a aquellos, parecen haberse conjurado para hacer odioso el nombre castellano, comprendiendo en este calificativo todo lo que es espa–olÓ.[6]
El asunto de la demarcaci—n territorial espa–ola hab’a sido desde antiguo un proyecto frustrado una vez y otra y fuente de tremendos conflictos entre comunidades. En 1849, y a propuesta de Bravo Murillo, se fund— en Madrid la Comisi—n encargada de formar el mapa geol—gico provincial de Madrid y del Reino. S—lo un a–o m‡s tarde dicha comisi—n era transformada en el proyecto m‡s general del dise–o del Mapa geol—gico de Espa–a que fue encomendado al Inspector General de Minas D. Joaqu’n Ezquerra Bayo. El que ser’a uno de los m‡s famosos regeneracionistas, Lucas Mallada, fue destinado en 1870 a este servicio que por entonces dirig’a C. Fern‡ndez de Castro y se aplic— a los trabajos de elaboraci—n del Mapa geol—gico tomando como primer referente la provincia de Huesca, de la que Žl era oriundo. Mallada no lleg— a sobrepasar los l’mites de esta provincia pero su estudio le convirti— en uno de los m‡s prestigiosos ge—grafos del pa’s. En 1881 present— ante la Sociedad Geogr‡fica Nacional una propuesta de divisi—n territorial de Espa–a, en la cual ped’a que se tuviesen en cuenta, a la hora de la distribuci—n administrativa de las provincias espa–olas, principalmente las variables de la superficie y poblaci—n y no tanto las nociones hist—ricas, que s’ hab’a respetado la divisi—n provincial de Javier de Burgos en 1833[7]. Tras la ley de Javier de Burgos, el primer proyecto de divisi—n territorial hab’a sido el de Patricio de la Escosura -de 28 de IX de 1847- el cual propuso una configuraci—n nacional en once gobiernos generales, proyecto que apenas s’ tuvo existencia unas semanas y al que sigui— el Proyecto de Ley provincial, presentado a las Cortes en enero de 1884 por Segismundo Moret[8]. La ley Moret, que tampoco lleg— a ponerse en marcha, ordenaba en quince regiones el territorio espa–ol, y fue reemplaza por la m‡s descentralizadora iniciativa del ministerio Romero-Robledo, en diciembre de 1884, nuevamente mero desideratum. La divisi—n de Silvela y S‡nchez de Toca, de 1891, inspirada en la de Moret, distribu’a el territorio en trece demarcaciones regionales, entendiŽndose la regi—n como un elemento clave para delimitar diferencias entre comunidades, puesto que, en la opini—n de S‡nchez de Toca (1891) y como repetir’a en su libro de 1907 Regionalismo, Municipalismo y Centralizaci—n, la regi—n aœn conservaba Òpatentes realidades hist—ricas y naturalesÓ. TambiŽn en 1907 el gobierno de Maura previ— la organizaci—n del territorio en estas mismas trece regiones. Apoy‡ndose en los estudios previos de los ge—grafos Macpherson, Ballesteros y Huguet del Villar, Juan Dant’n Cereceda, en los art’culos publicados enÓEl SolÓ durante los a–os 1918 y 1919, dio a luz la propuesta de divisi—n territorial que tres a–os m‡s tarde, 1922, ser’a editada en forma de libro con el t’tulo Ensayo acerca de las regiones naturales de Espa–a [9]. La obra de Dant’n pretend’a constituirse en el contrapunto de Mallada pero aœn sustentaba los mismos criterios de divisi—n territorial. Por lo que se refiere al tema que aqu’ nos ocupa el problema de la divisi—n de Dant’n es que continuaba adscribiendo a la regi—n castellana (regi—n ‡rida espa–ola) comarcas de la Ribera, P‡ramo, tierra de Campos, vegas de los r’os îrbigo, Luna y Esla y Toral, vinculadas a la provincia de Le—n, as’ como otras zonas que hab’an pertenecido hist—ricamente a su reino. Lo mismo ocurr’a con su memoria al describir la regi—n astur-leonesa, en su mayor parte leonesa: Babia, Gord—n, Maragater’a, Luna, Bierzo, Oma–as, Alto Cares, La Ceana, Las Cabreras, etc.
Cuando las previsiones del gobierno del General Primo de Rivera comenzaron a tener en cuenta un nuevo proyecto de demarcaci—n territorial varios de los eruditos e intelectuales locales de Le—n dieron inicio en la prensa a una campa–a de sensibilizaci—n de los ciudadanos ante el riesgo que corr’a la provincia vistas las posibilidades de la divisi—n territorial espa–ola que se barajaban en el momento. Por un lado la formaci—n de una Regi—n Noroeste, que comprendiese Galicia, Asturias y Reino de Le—n, con capitalidad en Le—n. Otra posible distribuci—n geopol’tica era el reconocimiento de una regi—n adscrita al antiguo Reino de Le—n integrada por cinco provincias, pero gobernada desde Valladolid. Otro de los proyectos atend’a a la posible adscripci—n de Le—n a Asturias o a Palencia y, finalmente, se planteaba incluso la autodeterminaci—n de Le—n como regi—n independiente. La prensa de aquellas fechas sol’a detenerse a resumir y analizar las propuestas territoriales promovidas en el pasado, proyectos que, como se ha dicho, no hab’an llegado a aplicarse por falta de viabilidad pero que ahora se ve’an incluso m‡s adecuados a los concebidos por el gobierno presente, porque en aquellas remodelaciones, de una manera u otra, se hab’a respetado la personalidad de Le—n Òcuando menos uniŽndose con quien siempre estuvo unido, con las ciudades que formaban su antiguo ReinoÓ (Diario de Le—n, 10-11-23, p.1). En cambio, el peligro era ahora la asimilaci—n err—nea de la tierra leonesa a otras comarcas vecinas. Ante esta perspectiva varios de los intelectuales y pol’ticos de la ciudad de Le—n reaccionaron activamente, primero en la prensa, consignando su preocupaci—n en diversos sueltos, llamando a la ciudadan’a a la movilizaci—n y pidiendo a los pol’ticos que olvidasen sus diferencias ante un problema mayor como era la posible adscripci—n err—nea de la provincia a otra regi—n. Pero lo peor de todo era la pasividad y la indiferencia con que los leoneses contemplaban toda la actividad pol’tica, alertaba el periodista Fabio Ci—n en el art’culo titulado ÒDe la capitalidad LeonesaÓ publicado en el Diario de Le—n el 13-12-1923:
Nos absorben, nos anulan, por deshacer al tirar de nosotros en dos
direcciones opuestas, Asturias y Castilla, si aqu’ no surge un potente defensa,
instinto de conservaci—n, incluso de enŽrgica protesta contra todo lo que puede
empeque–ecer, retrasar, eclipsar la floreciente prosperidad de esta capital y
de esta regi—n leonesa [10].
Los leoneses no acababan de hacerse conscientes del peligro que les acechaba. En una conferencia pronunciada en el Casino de Le—n, (27-6-1923) Domingo Rex censuraba a la ciudad por su aton’a espiritual, su escasa cultura patri—tica, la profunda indiferencia con que acog’a cualquier manifestaci—n de cultura. Le—n, dec’a el orador, Òno existe como pueblo m‡s que en el mapaÓ. Le—n es un pueblo que duerme y que por su pereza se corrompe. Un pueblo que se siente ufano de poder decir que su ciudad es la œnica de Espa–a donde no hay plaza de toros, como si eso quisiera decir que hay, en cambio, juegos florales o exposiciones art’sticas. Es una ciudad suicida, apostrofa incluso Roa de la Vega en la revista Vida Leonesa. Ante una transformaci—n tan radical como hab’a sido el golpe de estado -se escandalizaba el cronista del Diario de Le—n (DL) Lamparilla (Carmelo Hern‡ndez)- el pueblo leonŽs sigui— Òsu camino como si nada hubiese pasadoÓ. No pudo o’rse en la ciudad, Òni un viva, ni un grito, ni un aplauso, ni nada turb— la calma de la proclamaci—n de la ley marcial. (DL, 4-10-1923) Le—n no reaccionaba mientras Asturias consegu’a alegar en las alturas la agregaci—n administrativa de Le—n y Valladolid iba convirtiŽndose en gu’a y norte del movimiento regionalista castellano ÒÀNo ser‡ hora de que el pueblo, los hombres de buena voluntad que haya se lancen a constituir una agrupaci—n c’vica leonesa, (...) (DL 5-12-1923) se preguntaba Lamparilla. Parece que todos los entusiasmos regionales de que hacen gala tantos, poco pueden impulsar a la defensa porque no son m‡s que eso, entusiasmo sin compromiso.
Y no vale decir como dice
el semanario La Cr—nica de Le—n que est‡n probados los entusiasmos por la regi—n, que se tiene esp’ritu
leonŽs, si despuŽs, a vuelta de hoja, aparece la cuquer’a perenganista, el quedarse entre dos aguas, el
particularismo, la poltroner’a de no molestarse o en sacrificar por el bien
comœn un peque–o ‡tomo de amor propio, una minœscula incomodidadÓ (DL, 23-10- 1923).
A lo largo de tres o cuatro meses despuŽs del pronunciamiento militar Lamparilla hizo cuanto estuvo en su mano para promover desde el Diario de Le—n una campa–a de sensibilizaci—n. Logr— agregar en el mismo proyecto a las autoridades y los hombres de prestigio de la ciudad, entre ellos, el director del Instituto, Mariano Dom’nguez Berrueta. Se trataba de defender una divisi—n inspirada en la geograf’a y en la historia, lo œnico que verdaderamente pod’a beneficiar a la provincia y rescatar el sentido originario del tŽrmino regi—n[11]. A Mariano Dom’nguez Berrueta le fue encargada por la Diputaci—n Provincial de Le—n [12] una memoria resumen de la situaci—n de la provincia Òdesde punto de vista cultural, pol’tico, socialÓ la cual fue publicada por el Diario de Le—n el 5 de noviembre de 1923. Pocos d’as despuŽs era contestaba por Carmelo Hern‡ndez se–alando varias imprecisiones, entre otras, la de emplear la gu’a tur’stica presentada a un concurso del ayuntamiento por Raimundo Fern‡ndez a lo cual sali— al paso el concejal del Ayuntamiento, Arturo Fraile, asegurando que la de Fern‡ndez[13] hab’a sido la œnica que concurs— a la redacci—n de una gu’a tur’stica para la ciudad. Quiz‡ la redacci—n de esta memoria fue confiada a Mariano Dom’nguez Berrueta por su profundo conocimiento de la provincia y posiblemente de este documento se tom— lo esencial para la Memoria que finalmente se envi— al Directorio, con mucho retraso respecto de otras regiones, sobre la situaci—n cultural, econ—mica, industrial de la provincia. En ella se trataba de hacer ver que Le—n era una provincia de primer orden que no pod’a ser agregada a ninguna otra.
En suma, uno de los principales logros de los escritores leoneses en la prensa fue el de conducir una reflexi—n m‡s profunda acerca del concepto de regi—n y consecuentemente del regionalismo, como nuevo modo de sentir la patria. El leonesismo es Òes algo espiritual- dec’a Diario de Le—n, es una idea, no una n—mina, es querer sentir, amar lo que se ama, siente y quiere ese conjunto de cosas que llamamos Le—nÓ (DL, 7-3-1924). Por eso es necesario alimentar esa pasi—n buscando Ò las ra’ces del leonesismo en los estratos de la historia, en las capas hondas tomadas por la tradici—n, lengua, costumbres, arte, y en los veneros ricos de que corren olvidados, pero limpios, en los romances, cantos populares, en arqueolog’a, en liturgia, que todo es fuente y cantera para tallar y bru–ir los bloques del Leonesismo Ò (ibid) La moda podr‡ llamarlo regionalismo pero lo que en verdad quiere decir esta palabra es amor a la tierra, que Òno se engendra por las cualidades de la tierra, sino porque es su tierra, su pa’s, su puebloÓ, un amor que llega hasta Òel sacrificioÓ (DL, 7-3-1924). Esta es la raz—n por la que los intelectuales pusieron en marcha una serie de iniciativas para la recuperaci—n y reevaluaci—n del patrimonio art’stico y popular de la provincia. Entre ellas vale la pena nombrar la formaci—n de una Comisi—n de Monumentos (DL, 27-10-23) para promover la restauraci—n y protecci—n de los edificios emblem‡ticos de la ciudad[14]. TambiŽn se fund—, en enero de 1924, a imitaci—n de lo que se hab’a hecho en otras provincias, la Uni—n Patri—tica Leonesa, sociedad c’vico regionalista a la que se hab’a se–alado el objetivo de mantener la personalidad hist—rica, geogr‡fica, tŽcnica pol’tica, el afianzamiento y defensa de los valores e intereses regionales de Le—n, Òen todos sus aspectosÓ, desde Òla restauraci—n de nuestras gloriosas tradiciones, la conservaci—n de nuestra instituciones, el acrecentamiento y progreso de la riqueza comercial, industrial, agr’cola, pecuaria y forestal, la difusi—n de la cultura, y creaci—n de centros docentes en los m‡s apartados lugares, la sindicaci—n agraria obrera, la apertura de nuevas v’as de comunicaci—n y, en suma, cuanto tienda a hacer pr—spera y grande nuestra querida regi—nÓ (DL, 15-1-1924). Esta sociedad se vio completada con la fundaci—n de otra Uni—n Patri—tica en Astorga el 27-10-1924. Expresado lo mismo en lenguaje m‡s claro y menos capcioso, el partido œnico del General Primo de Rivera se ocup— de absorber para la intenci—n centralista los brotes regionalistas, integrando en el patriotismo nacional la irritada sensibilidad de los que defend’an las singularidades de la cultura natal.
En marzo de 1925, La Cr—nica de Le—n (LC, 21-3-1925) daba noticia del nacimiento de la Sociedad de Estudios Leoneses cuyo prop—sito hab’a de ser la divulgaci—n de las obras de autores leoneses (que habr‡n de formar Biblioteca de Estudios Leoneses) y de toda informaci—n vinculada con hallazgos o actividades en el marco de las tradiciones leonesas de la pudiese hacerse eco la prensa, local, nacional y extranjera. Dos meses despuŽs de su fundaci—n, el 16 de mayo, su director, Juli‡n Sanz Mart’nez ped’a en un manifiesto la adhesi—n de las principales personalidades de la ciudad[15] y publicaba el borrador de sus estatutos (LC, 23 de mayo de 1925) Entre las obligaciones de la Sociedad se contaba la organizaci—n de conferencias, exposiciones y excursiones dirigidas al fomento del estudio de temas leoneses, la formaci—n de un archivo fotogr‡fico de todas estas actividades, y la confecci—n de un ’ndice bibliogr‡fico de todo lo publicado referente a la regi—n, cuya œltima finalidad ser’a la formaci—n de un museo etnogr‡fico. Un mes m‡s tarde, el 20 de junio de 1925, LC daba la noticia de la constituci—n de un Centro Regional de Le—n en Madrid. La Sociedad de Estudios Leoneses comenz— sus actividades con la convocatoria de un concurso para artistas de la regi—n (que no tuvo gran Žxito puesto que hubo de ampliar su plazo para recibir m‡s obras, LC, 10-12-1925), promovi— adem‡s la convocatoria de un concurso de recopilaci—n de canciones populares, una exposici—n de trajes regionales, y la instituci—n del ÒD’a regional de Le—nÓ, etc.[16] De todas forma no debi— ser muy operativa. S—lo un a–o despuŽs, en un art’culo de La Cr—nica (16 de octubre de 1926) que comentaba el estudio le’do en 1919 por Miguel Bravo en el C’rculo Mercantil Astorgano, Daniel Reyero apoyaba la propuesta del erudito de promover un cuestionario para implicar a los maestros y p‡rrocos en la recopilaci—n folkl—rica de materiales [17] y aseguraba que para esta tarea no hac’a falta ir a llamar a las puertas de la Academia de la Historia. La provincia contaba con estudiosos como –y Reyero hac’a la n—mina de eruditos locales- Miguel Bravo, Julio Gonz‡lez, JosŽ Mar’a Luengo, R. Rodr’guez, Antol’n GutiŽrrez Cu–ado (alcalde de Le—n), T. Gala, JosŽ Mar’a Vicente, Mariano Dom’nguez Berrueta,, F. del R’o, Medina Bravo, y Publio Su‡rez. Pero la conclusi—n era mordaz, Òy alguno m‡s; pero no muchos, no sea que ocurra igual que con la Sociedad de las Naciones, digo con la Sociedad de Estudios Leoneses, que al parecer, no da se–ales de vidaÓ.
Como se ha dicho, en estas iniciativas no hab’a ningœn prop—sito separatista. Al contrario. Como se advierte en la obra literaria de afamados escritores del regionalismo, singularmente Pereda, no parec’a verse contradicci—n alguna entre la exaltaci—n de la patria chica y la consolidaci—n del pa’s, pues como argumenta un an—nimo corresponsal del DL:
Las regiones lo son por eso, por su naturaleza especial, por su
historia, sus dialectos, sus costumbres, sus usos, derecho consuetudinario,
trajes, ajuares de casa, aperos de trabajo, folklore, etc. No suelen coincidir
los l’mites de las regiones hist—ricas y geogr‡ficas o naturales. Todo lo que
Žstas tienen de permanentes e inalterables como hechas por la naturaleza lo
tienen de artificiales y transitorias las divisiones hechas por los hombres[18].
Y porque, como explicar‡ un folklorista un poco posterior, Manuel Fern‡ndez Nœ–ez (Folklore leonŽs, 1931) hacer regi—n es formar patria. El cultivo de las tradiciones populares har‡ patente de por s’ las divergencias entre regiones y, consecuentemente, la necesidad de utilizar un criterio hist—rico en el problema de las demarcaciones territoriales.
(... )las canciones populares, las leyendas, la tradici—n, la mœsica,
el traje, las modalidades peculiares, el dialecto, cuanto tiende a expresar
manifestaciones propias, espont‡neas, de la regi—n, sin mixtificaciones
sospechosas, har‡n historia, y como elemento inexcusable la historia ha de
unirse. Hacer regi—n, es formar patria. Al fin de toda esa multiplicidad de
factores, brota un comœn anhelo, una afinidad, un sentimiento inconfundible,
una analog’a y una comunidad de aspiraciones que tiene su œltima manifestaci—n
en la patria. (Folklore, pr—logo).
Sin embargo, opinaba el periodista Jacinto Rojo, pese a que no pueden resultar incompatibles patria y regi—n, s’ se observa en la provincia leonesa una apat’a, un conformismo, hasta un desdŽn -no menos da–ino por su relativa inconsciencia- que no puede traer sino consecuencias nocivas para la regi—n y para el conjunto del pa’s, precisamente en un momento en Òque el esp’ritu de las regiones va cobrando br’os portentosos –vŽase quŽ hacen los vascos, los salmantinos, los valencianos, los gallegos-Ò. Esta actitud se revelar‡ perjudicial porque no ya la mœsica leonesa sino tambiŽn Òsu literatura, su arte, su industria Ò es desconocida fuera de la regi—n Òapenas cruzamos los l’mites de la provincia, barrera artificial con la que jam‡s pudimos estar conformesÓ[19]. Lo mismo reitera el DL [20]cuando tacha a la regi—n de ÒindiferenteÓ porque ha consentido que se lleguen a adjudicar los valores netamente leoneses, Òa ciertas provincias castellanasÓ y porque intencionadamente deja dormir en el olvido Òacontecimientos en los que Le—n lleva la primac’aÓ. M‡s en concreto y refiriŽndose a la mœsica tradicional se lamentaba Jacinto Rojo en LC de que el desdŽn por lo t’pico y lo viejo, y el ansia de renovaci—n estuviese forzando la sustituci—n de todo lo que hab’a caracterizado al pueblo por otras manifestaciones sin calidad suficiente para perdurar, ni autŽnticamente representativas.[21]
En verdad, el interŽs de los peri—dicos leoneses por el estudio de tradiciones y motivos t’picos de la cultura popular fue obvio tal como se desprende de las numerosas entradas al tema.
De larga fecha son protestas nuestras tambiŽn en la prensa para que por todos los medios tratemos de conservar el folklore regional y la mœsica genuinamente de la tierra ya premiando a los pocos compositores que como Villar, Blanco, etc. han mostrado interŽs decidido en recoger y coleccionar lo que han hallado de este orden, ya estimulando m‡s esta afici—n, como asimismo dando a conocer en sus audiciones cultas y populares lo que aœn resta, que no es poco, de aquel hermoso caudal de armon’as (Su‡rez Uriarte: 1924)
Los personajes a los que alude Publio Su‡rez son Venancio Blanco, que en 1909 inici— la publicaci—n de Las mil y una canciones populares de la regi—n leonesas[22] y Rogelio Villar con su obra ÒCanciones leonesasÓ rese–ada en abril de 1905 en El Mensajero de Le—n, donde un an—nimo autor, posiblemente su director M. Bravo Medina, dec’a:
Las canciones leonesas son verdaderos poemitas musicales, en el estilo de Grieg y de los compositores de la moderna escuela rusa que con sus hermosas obras van conquistando la admiraci—n del mundo. El tema de estas composiciones aparece siempre en su integridad; tal como le canta el pueblo leonŽs, pero el maestro, como si quisiera analizarlo y exponerlo en varios matices, lo desarrolla y parafrasea en medida tan justa y original, que produce singular encanto al realzar su propia inimitable belleza. Para conseguirlo emplea varios giros r’tmicos y muy discretos comentarios arm—nicos y contrapunt’sticos, relacionados con el car‡cter de la pieza, y aœn con lo que pudiera llamarse sus condiciones Žtnicas, pues el Sr. Villar, como leonŽs, conoce a maravilla, los antecedentes hist—ricos y literarios de estas manifestaciones del arte popular de su tierra. El Mensajero de Le—n, (18 de abril de 1905)
Inclu’a la colecci—n de Villar las siguientes canciones
- Berceuse. ÒNo me mires que me matas / con esos tus ojos tristesÓ
- Danza monta–esa. ÒOrilla, orilla, / que esta noche no duerme, sola la ni–aÓ
- Endecha.Ó La vi llorando y dije / Àpor quiŽn suspiras?Ó
- Danza ribere–a. ÒSoy del hoyÓ
-
Ijujœ
- Ronda. ÒLev‡ntate morenita / lev‡ntate resaladaÓ
- Tonada. ÒCampo verde, campo verde / el campo y sus olivaresÓ
- Campesina. ÒÀC—mo quieres que vaya / de noche a verte?Ó
- Remembranzas. ÒCalle arriba, calle abajo /anda un gavil‡n heridoÓ
- Scherzo. ÒTres hijuelos hab’a el reyÓ
- Danza Leonesa, Ó El d’a que tu naciste / nacieron todas las floresÓ
- Meditaci—n. ÒCuando vayas a la fuente / no vuelvas anochecido, resaladaÓ
- Scherzo. ÒSi de Le—n me ausento / lloro de penaÓ
- Ecos. ÒTengo para quererte / prudencia y modoÓ
- Berciana. ÒArriba el lim—n, abajo la olivaÓ
- Lamento. ÒAunque mi madre no quiera / contigo me he de casarÓ
- Danza leonesa. ÒAy, ay, ay, ay, como retumba el pandero / Ay, ay, ay, ay, como le tocarŽ yoÓ.
- Nocturno: ÒMe dijiste que era fea / y al espejo me mirŽÓ
- Alborada. ÒQu’tate de esa esquina / majo que llueveÓ
- Melancol’a. ÒPor el puente de Bembibre/ pasaba un arrieroÓ
- Danza maragata. ÒSal a bailar buena moza / sal a bailar maragataÓ
- Ocaso. ÒEres como el ave fŽnix / que cuando muere renaceÓ
- Nostalgia. ÒPor aquellos campos verdes / bajaba un labradorÓ
- Eleg’a. ÒSœbete a la torre y mira / mira si viene el que esperoÓ
- Danza monta–esa. ÒElla se est‡ divirtiendo / con rosas de otro rosalÓ.
A continuaci—n, el an—nimo cr’tico de El Mensajero leonŽs animaba a Villar a llevar lo que ahora compon’a en piano hacia la forma del lied, el cuarteto o la suite de orquesta, e incluso el gŽnero teatral para que el trabajo del maestro Villar –bajo la perspectiva de un nuevo enfoque de lo popular- cristalizase en todo su Òalcance art’sticoÓ.
En esta labor de recuperaci—n del patrimonio folcl—rico el DL no brind— ep’grafes de periodicidad regular (P‡ginas leonesasÓ, ÒRevista agr’colaÓ, ÒAsuntos leonesesÓ) sino que comœnmente utiliz— secciones de este tono para cubrir huecos de la maqueta, en Žpocas de menos densidad informativa[23], pero, de vez en cuando, sus p‡ginas insertaron poemas, canciones y coplas invocando el argumento ret—rico de que constitu’an verdades generalmente aceptadas. Por ejemplo, al hablar de la festividad de la Virgen del Pilar, advocaci—n t’pica espa–ola, Lamparilla a–ad’a el Òcantar popularÓ:
Hay en el mundo una Espa–a
y en Espa–a un Arag—n
y en Arag—n una Virgen
Reina del pueblo espa–ol (DL, 12-10, 1921)[24]
Pero, indudablemente, el plato fuerte de la recuperaci—n regionalista en la prensa fue obra de La Cr—nica de Le—n. Este peri—dico contribuy— a la recuperaci—n popular con varias secciones espec’ficas en las que se comentaron tradiciones. Eran aquŽllas: Asuntos leoneses, Al vuelo, Por los pueblos, Monumentos leoneses, Lugares, Notas para la historia de Le—n y su provincia, Valores regionales, Costumbres monta–esas, Mirando al pasado, Folklore, Supervivencias prehist—ricas, Rincones leoneses, Andanzas por las tierras de Le—n, Acerca del origen de....De la monta–a leonesa: descripci—n de... Origen de supersticiones, etc.). En estas secciones se ofrec’a la trascripci—n de cantares, se describ’an monumentos y se propon’an medidas para su restauraci—n y conservaci—n, se hac’a la rese–a de las obras hist—ricas o de investigaci—n folkl—rica que se ocupaban de la provincia de Le—n[25], o se aconsejaba sobre rutas pintorescas, etc. Principalmente Jacinto Rojo y Daniel Reyero instaron a reunir fuerzas para abordar la tarea de la recopilaci—n. Ahora o nunca, era el lema de Reyero. Era perentorio recoger copiar, y publicar todo lo que el pueblo sab’a acerca de la medicina, higiene, bot‡nica, pol’tica, moral y agricultura, y copiar los proverbios, cantares, adivinanzas, f‡bulas, cuentos, leyendas, y tradiciones. Asimismo se hac’a necesario transcribir usos y costumbres, ceremonias, espect‡culos, fiestas familiares y regionales; codificar los ritos, creencias, supersticiones, mitos y juegos infantiles que recuerdan vestigios de civilizaciones pasadas y hacer el repertorio de las locuciones, giros, trabalenguas, voces infantiles, modismos, provincialismos, top—nimos, etc.
Otra de las revistas que en menor medida se ocup— de temas locales fue Renacimiento. En un art’culo titulado, ÒLas canciones leonesasÓ[26] (procedente del libro Paisajes hombres y costumbres de la provincia de Le—n, de 1922) Le—n Mart’n Granizo resum’a algunos de los t—picos m‡s repetidos en la prensa acerca del cancionero leonŽs. La canci—n, aseguraba Mart’n Granizo, ha acompa–ado casi todos aquellos actos de la vida social del pa’s, mostr‡ndose Òunas veces t’mida y l‡nguida como en los cantares de amor, y otras bronca y acerada como en los restos de los rudos cantos de guerra, de los que aun quedan reminiscenciasÓ (Ib’d.). Pero siempre, insist’a el autor, afirmando la relaci—n con la naturaleza, pues los accidentes y elementos de Žsta son los que pueden encontrarse en aquella. As’ pues, puede decirse que la canci—n popular es un producto geogr‡fico que aœn pervive en la provincia de Le—n Òsosteniendo y alimentando con su ritmo el esp’ritu de sus hombres y hasta de sus cosasÓ. Esa misteriosa simbiosis entre sus estrofas y sus paisajes es una evidencia que nadie puede negar cuando escucha alguna de esas viejas canciones Òdicha en su hora y en su lugarÓ. Principalmente la canci—n es ritmo y fuerza arm—nica, pero de esta energ’a es de donde toman fuerza las palabras y las formas mŽtricas hasta conseguir que traduzca la emoci—n del esp’ritu. La canci—n es Òun completo organismo vivo que crece, se ensancha, se reproduce y muereÓ. Unas veces se manifiesta emigrante y ambuladora, y otras se agarra al terru–o Òadormilada en sus rinconesÓ para salir œnicamente en d’as de fiesta.
Mart’n Granizo diferenciaba en su art’culo dos tipos de canciones, las de la monta–a y las canciones del llano, divisi—n que coincid’a con la establecida por Rogelio Villar en su repertorio. A esta clasificaci—n superpon’a la que distingu’a entre canciones adaptadas a las diversas circunstancias de la vida comœn y aquellas otras espec’ficas de las diversas Žpocas y estaciones del a–o. Ambos tipos pod’an ser resumidos en la enumeraci—n de Òcanciones picarescas, humor’sticas, sat’ricas, epital‡micasÓ. Ya fuesen de un tipo o de otro todas ellas ven’an acompa–adas por la pandereta y la zanfo–a en el norte y el tambor y la flauta en el sur. Como anotaba tambiŽn Rogelio del Villar todas ellas databan de una antigŸedad, remot’sima, pues el pueblo leonŽs Òcanta aœn como cantaba en el siglo XIVÓ. Y a t’tulo de ejemplo citaba Mart’n Granizo la estrofa de una canci—n del llano Òcon su monoton’a peculiar, con su sobriedad, con su grave sentimiento del amorÓ:
Desde la mi ventana
le veo arando
con el buey Golondrino
y el Avellano.
Arre, buey; tente, vaca;
cela, Romero,.
Esta es la tonadilla de mi
vaquero. (p.74)
A la que pod’a contraponerse la dulzura ingenua de una canci—n de monta–a:
Ya se van los pastores a Extremadura,
ya se queda la sierra triste y
escura.
Para Extremadura se van
marchando,
y las pobres zagalas quedan
llorando (p.74)
Los cantares de boda que en el sur, cerca de Valencia de Don Juan se llaman, ÒPajarcicosÓ, constan de una parte variable y otra fija. La que var’a es la siguiente:
Cantaban los pajarcicos
a la sombra de un espino,
y en su lengua nos dec’an;
ÁQue viva el se–or padrino!
A la gala, gala, de la rosa
bella;
a la gala, gala, del gal‡n que
la lleva;
a la gala, gala, de la bella
rosa;
a la gala, gala, del gal‡n que la goza.
TambiŽn de los alrededores de Valencia de Don Juan pod’a anotarse esta canci—n:
Yo le quiero labrador,
que coja las mulas
y se vaya a arar,
y a la media noche
me venga a rondar.
Labrador, labrador, ha de ser...
quien de mi ventana se lleve la
miel.
All‡ arriba en aquella monta–a
hab’a una ca–a
y en ella una flor....
ÁLabrador, labrador es mi amor!
No le quiero molinero,
que le llaman maquilero,
yo le quiero labrador,
que coja las mulas y se vaya a
arar...
y a la media noche me venga a rondar.
Pero cerca de La Magdalena, a orillas del r’o Luna, aclara Mart’n Granizo, la canci—n de amor tomaba otro sesgo.
Aunque soy monta–esina,
vizca’no no le quiero
ÁArriba monta–esina salada!
Arriba y no te caigas n«el agua!
Quien tiene pena se muere,
quien no las tiene tambiŽn;
yo quiero vivir alegre;
ma–ana me morirŽ.
Que viva mi amante,
que viva mi amor;
que viva mi amante,
que cogi— la flor. (pp.74-75)
En su art’culo ÒMœsica leonesaÓ Jacinto Rojo hab’a reiterado la misma impresi—n (LC, 12-5-23). La canci—n nunca podr‡ ser superada o sustituida porque adem‡s de expresar a la comunidad es casi obra espont‡nea de la naturaleza. La canci—n popular es humana pero su humanidad est‡ absorbida y transformada por la misma naturaleza. Su origen proviene de las remotas Žpocas en que el esfuerzo del hombre era mucho menor, cuando parec’a que todo lo pon’a la naturaleza, ÒPor eso nos parece hoy algo as’ como una flor o un fruto nacidos espont‡neamente del seno de la madre tierraÓ[27]. En la visi—n de Su‡rez Uriarte, era posible ver en la canci—n una creaci—n autŽntica en cuanto en ella se trasluc’a la perfecta fusi—n de poes’a y mœsica.
Es, pues, la canci—n popular
l’rica, y en especial, su elemento musical, suz—n, la que entona, como uno de
los elementos concurrentes de que habla Taine, en el gran cuadro viviente e
insuperable de la naturaleza. Es en la plasticidad del paisaje la maga que nos
inicia en lo que pudiŽramos llamar la cuarta dimensi—n del arte. (...)
Aparte de este sentido musical
de la canci—n, cuando la consideramos en sus concreciones poŽticas encontramos
en ella otros mŽritos y otros importantes valores. Su pensamiento recorre toda
la gama de alturas, desde los m‡s elevados o los m‡s profundos hasta los m‡s
sencillos y triviales que se deslizan a ras de tierra. Parece que siempre
procurando imitar a la naturaleza, escribe la balada con inspiraciones
encontradas en la cumbre inaccesible; en el misterio del bosque, o en el
secreto del lago; ya en el madrigal compuesto con los aromas de florecillas
silvestres, ya el agudo epigrama que hiere como la espina de la zarzarrosa; ora
la anacre—ntica que con el manso rumor del arroyo canta los placeres f‡ciles de
la vida, o la eleg’a que llora con rugir de oleaje las fieras mordeduras del
dolor o el epitalamio que celebra la sublime c—pula con el incienso de toda la
flora primavera.
ÁY quŽ riqueza de adornos en la franca sencillez de su estilo! Toda la rica pedrer’a de met‡foras, im‡genes y s’mbolos campea en la canci—n popular. Tan espont‡neas y propias le son como a la tierra es dar floresÓ (Publio Su‡rez Uriarte, ÒLa canci—n popularÓ, Vida Leonesa 1 de junio de 1924, n.5)
A modo de ejemplo citaba los versos siguientes
ÀPara quŽ subes tan alto
paloma, si vas herida?
ÁCu‡nto m‡s arriba subas,
mayor ser‡ la ca’da!
Cuando vayas a la fuente
no vuelvas anochecido
que es maliciosa la gente
Valle arriba, valle abajo
anda un gavil‡n herido
ÁNunca has de poder pagarme
lo mucho que te he querido!
De todas formas, no todos los eruditos leoneses compartieron la misma fe incondicional en la materia folkl—rica. Rogelio Villar opinaba, por ejemplo, que lo popular de por s’ no pod’a constituirla obra art’stica[28].
Nosotros hemos tenido, se ha dicho muchas
veces, un gran mœsico: el pueblo, que, como el artista, tiene tambiŽn su
personalidad, su manera y hasta su estilo. En Žl est‡ vinculada nuestra
verdadera y casi œnica tradici—n musical. El canto popular vibra en el campo en
toda su ingenuidad, en toda su primitivez; siendo un hecho real las
nacionalidades musicales desde el punto de vista general del arte, pero Žste no
adquiere todo su desarrollo y su valor hasta el momento en que el artista le estiliza,
le refina; cuando le transforma de arte natural, llamŽmosle as’, en arte
erudito; de mœsica natural en mœsica art’stica [29].
Es decir, en el terreno de la mœsica no vale lo que se aplica en la poes’a acerca del arte ingenuo. La belleza natural propiamente dicha no existe en la mœsica. Si la canci—n se compone de sonidos regulares y medidos, de enorme sencillez, no deja por eso de ser producto de la inteligencia, por eso nunca un elemento tomado del mero sentimiento o de la belleza natural es otra cosa que el primer grado de un arte sencillo. Y esto teniendo en cuenta que no ha de entenderse por mœsica popular la mœsica populachera y plebeya de las ciudades. El arte popular es un arte elemental, aun muy pobre en sus realizaciones tŽcnicas. Por eso cuando se defiende un arte popular, impregnado del esp’ritu colectivo, es en el sentido de tomar del esp’ritu popular la inspiraci—n para desarrollarla en formas art’sticas y elevadas. Lo cual nada tiene que ver con la obra de los coleccionadores de cantos populares, cuyo mŽrito es obvio. Se trata de no conformarse con formas medianas, el pot-pourri, la fantas’a o rapsodia, etc. Se trata de no dejarse confinar en el localismo cuando el arte por esencia aspira a lo universal. As’ se entiende que el lied sea el gŽnero hacia el que apunta la cr’tica de Villar. El lied, como explica Gabriel Mart’nez[30] es el œltimo paso de elevaci—n del material popular, la perfecta simbiosis entre mœsica y poema donde el piano deja de ser mero acompa–amiento y participa con la caracterizaci—n en el argumento poŽtico. El origen de la canci—n popular es siempre an—nimo, independientemente de la armonizaci—n que se le otorgue. La canci—n culta, en cambio, aunque inspire su melod’a en el folklore de una determinada regi—n procede de un autor reconocido. En este sentido se pide al lied que alcance la simbiosis perfecta entre canci—n folkl—rica y canci—n culta, algo as’ como lo que consigue Lorca en sus poemas.
Bibliograf’a
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Dom’nguez Berrueta, Mariano, Del Cancionero leonŽs, [S.l. : s.n., 1941 (Le—n : Imp. "Proa").
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Mart’nez Garc’a, ed. Selecci—n y comentarios, 50 a–os de cancioneros asturianos armonizados (1885-1935); pr—logo por J. E. Casariego Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, 1989.
Mor‡n Bard—n, Alrededores de Salamanca, Salamanca : Calatrava , 1923.
Torner, Eduardo, Cancionero Musical de la L’rica popular asturiana, Tip. Nieto y compa–’a, Madrid, 1920.
Anexo.
Para concluir, copiaremos algunos de los materiales folkl—ricos incluidos en la prensa leonesa por estas fechas. En esta ocasi—n, algunos cantares que muestran el interŽs regionalista de que venimos hablando.
1. ÒCantares populares de la fiesta del CarmenÓ, Diario de Le—n 16 de julio de 1924
Toma este Escapulario
ponlo en tu pecho
y a las balas de plomo
no tengas miedo.
Si una corona pusiera
por encima de tu pelo
parecer’as la imagen
de la Virgen del Carmelo.
El santo Escapulario
que me diste al marchar
Del pecho que te adora
nunca se apartar‡.
Yo me asomo a la ventana
y a voces clamo a mi madre
si mi madre no responde
escucho a la Virgen del Carmen.
A la Virgen del Carmen
quiero y adoro
porque saca las almas
del purgatorio.
Atada a la cadena
de tu Rosario
Baja hasta el Purgatorio
Tu Escapulario.
y cuando llega
salen de all’ a montones
las almas buenas
Estas palabras reproducen literalmente lo que segœn la
tradici—n popular la Virgen dijo a S. Sim—n Stock, general de la orden de los
Carmelitas, cuando se le apareci— el 16 de julio de 1252, prometiŽndole que
quien llevase aquel s’mbolo de su propio manto, y por tanto, de la voluntad de
ponerse bajo su amparo, no sufrir’a la muerte eterna del infierno. M‡s aœn, que
en el s‡bado siguiente a la muerte la Virgen en persona lo sacar’a del
purgatorio.
2. ÒCantares en la fiesta de la Pur’simaÓ, Felisa Villa, ÒDescripci—n y situaci—n de Castro VegaÓ en la secci—n Manos Blancas, en La Cr—nica, 13 de mayo de 1922 que continœa como ÒFiestas y c‡nticos popularesÓ el 20 de mayo de 1922.
La primera, va por Dios;
la segunda, por Mar’a
la tercera, porque vayan
tus palabras con las m’as.
Los labradores
por la ma–ana
cogen la reja,
van a la fragua,
ramo de flores
por la ma–ana
los labradores[31].
Tiene ojos de que s’
carita de no negarlo
y amiga de socorrer
al pobre necesitado.
Los labradores, etc.
Todos los ojitos negros
les van a aprender ma–ana,
y tœ que negros los tienes
Žchate un velo en la cara.[32].
Los labradores, etc.
En Valverde sale el sol,
en Matallana la luna
en Castrovega del alma
la rueda de la fortuna.
Los labradores, etc.
Para queso Villal—n;
para jardines Valencia
para tocar y bailar
las mozas de Castrovega[33].
Las fuentes han sido el cura, el maestro y cincuenta vecinos. Fue un trabajo premiado por el Ayuntamiento en el Certamen literario de la Asociaci—n cat—lica de normalistas.
3. Cantares de Siega , ÒPor los pueblosÓ, La Cr—nica de Le—n, n.436, p. 4, 2 de agosto de 1930. Firmado J.G.
Ò Hay que ver a nuestros segadores de Bierzo bajo, atareados en las faenas de la siega, y expuestos a los ardores del sol, que para aliviar estos trabajos tan ‡speros emplean una serie de cantares, con los cuales se les olvida el cansancio y les origina m‡s vigor y fuerza en el fatigable trabajo, como es el segar el pan con la hoz. A los cantares les dan un tono trŽmulo y pausado, cuyos cantares son los siguientes.
No es fantas’a
el cantar de ma–ana;
no es fantas’a.
No es fantas’a,
que se acaba la gracia
para todo el d’a.
Canto sin ella
porque no tengo gracia;
canto sin ella.
Canto sin ella,
yo quisiera comprarla,
no hay quien la venda.
Para cuando llega la que lleva la comida, empiezan el cantar siguiente:
Vienes airosa
cuando vienes al campo;
vienes airosa,
vienes coloradita
como una rosa[34].
Y siguen los cantares siguientes:
No viene el m’o,
viene tu carretero;
no viene el m’o.
No viene el m’o,
a la sombra del carro
queda dormido.
La que es doncella
en el cantar se conoce;
la que es doncella.
la que es doncella
tiene la voz delgada,
alta y serena.
Porque no tengo
dices que no me quieres;
porque no tengo.
Porque no tengo
la nariz afilada
y el pelo negro[35].
Has de quererla,
dices que no la quieres;
has de quererla.
Has de quererla,
has de probar el agua,
has de beberla.
Retumba el agua
por debajo del puente;
retumba el agua.
Retumba el agua,
es la mi morena
que el pa–o lava[36].
Canta un canario
en tu garganta, ni–a;
canta un canario.
Canta un canario
dale ca–a dulce
que cante claro[37].
Tiene peligro
la mujer junto al hombre;
tiene peligro.
Tiene peligro,
como los garbanzales
junto al camino.
Cantando dice
la perdiz en el nido;
cantando dice.
Cantando dice
la que tiene marido,
de quŽ se aflige.
Muera la otra,
viva mi cuadrilla;
muera la otra.
Muera la otra,
que parece madeja
de seda floja.
M‡s me valiera
cuando te d’ la mano;
m‡s me valiera.
M‡s me valiera
Hacer la sepultura
y echarme en ella.
Ven tœ si quieres
a los madriles voy;
ven tœ si quieres.
Ven tœ si quieres
a cumplir la palabra
dada la tienes.
Traigo que darte,
de los madriles vengo;
traigo que darte
Traigo que darte,
una peina y un peine,
para peinarte.
Con cinco mulas,
arrierito nuevo;
con cinco mulas.
Con cinco mulas,
tres y dos son del amo,
las otras tuyas.[38]
Sale del alma
el amor que tengo;
sale del alma.
Sale del alma,
si del alma no sale,
no vale nada.
Madre, c—rteme
por cortar ca–a dulce;
madre, c—rteme.
Madre, c—rteme,
ca–a dulce del alma
Ác—mo me duele!
De Villalibre
la sobrina del cura;
de Villalibre.
De Villalibre,
dicen que es tan bonita
que Dios nos libre.
Van dos con dengue
por la calle abajo,
van dos con dengue.
Van dos con dengue,
una pica el cigarro,
otra lo enciende.
Son dos contrarias
las dos que andan en el baile;
son dos contrarias,
una baila de risa,
otra de rabias.
Majo, a las mulas,
cuando vas a dar agua;
majo a las mulas.
Majo, a las mulas,
desde mi cama siento
las herraduras[39].
ÁQue no cantemos,
de Madrid ha venido;
que no cantemos!
ÁQue no cantemos,
que se ha muerto la Reina,
que la recemos!
Ni–a de Orense
quŽ quieres que te traiga;
ni–a, de Orense.
Ni–a, de Orense,
un pa–uelo de seda
que dure siempre.
De La Rioja
quŽ quieres que traiga;
de la Rioja,
un libro de cantares,
hoja por hoja.
Ni–a, de Lugo
quŽ quieres que te traiga;
ni–a de Lugo.
Ni–a de Lugo,
un pa–uelo de seda
que cueste un duro.
Con la verbena
para quŽ me comparas;
con la verbena.
Con la verbena,
si la verbena es blanca,
yo soy morena.
Tiene tres torres,
la Virgen del Rosario;
tiene tres torres,
dime, blanca paloma,
en cu‡l te pones[40].
Que te empapelen
va diciendo tu madre;
que te empapelen.
Que te empapelen,
las desempapeladas
nadie las quiere.
Este es el propio ritmo y metro con que los cantan, ahora , que su verdadera simetr’a es la siguiente:
Va diciendo tu madre
que te empapelen,
las desempapeladas
nadie las quiere.
5. ÒDe RondaÓ, Por los pueblos, La Cr—nica de Le—n, n.323, p. 3, 2 de junio de 1928. Restituto Mart’nez. (Hace cincuenta a–os. Pueblo, Cerezales de Rueda – o del Condado, como al lector le plazca)[41]
ÒLas noches de los miŽrcoles y de los s‡bados eran las preferidas para rondar. Algunas veces al oscurecer, y casi siempre despuŽs de cenar, grupos de mozos recorr’an las calles del pueblo entonando canciones propias del caso. He aqu’ algunos cantares:
Por esta calle me voy,
por la otra doy la vuelta,
la dama que tenga amores
que deje la puerta abierta[42].
Por tu calle voy entrando,
resalada, prenda m’a;
por tu calle voy entrando,
despierta si est‡s dormida.
Despierta si est‡s dormida,
que dormida no estar‡s,
porque los enamorados
duermen un sue–o y no m‡s[43].
Esta noche la ronda
yo me la llevo,
si hay algœn atrevido
que salga luego.
Considero que estar‡s
en la cama y no durmiendo,
estar‡s considerando
en el amor que te tengo.[44]
A tu puerta estuve anoche,
tres veces toquŽ al candado.
Ni–a, pa tener amores
tienes el sue–o pesado.
A tu puerta estamos cuatro,
todos cuatro te queremos;
salga la ni–a a escoger,
los dem‡s nos marcharemos.[45]
Tienes un hoyo en tu barba,
y me tienes en Žl;
yo a ti te tengo en el alma;
dime cu‡l es m‡s querer.
Eres rubia como el sol
Cuando del Oriente sale
y blanca como la nieve
antes de pisarla nadie[46].
Tus amores y los m’os
no se tienen que olvidar;
han nacido al mismo tiempo
para morir a la par.
C‡sate, ni–a temprano;
no hagas tœ lo que la rosa
que al andar de mano en mano
se marchita y se deshoja.
C‡sate, ni–a, a gusto,
no andes penando,
que el disgusto de un padre
no dura un a–o.
Con la trenza de tu pelo
tengo de hacer un cord—n
para col‡rmelo al cuello,
y ponŽrselo al reloj[47].
Cuando venga de la guerra,
ni–a, ya estar‡s casada,
pero si te acordar‡s
de los ratos que te amaba.
En tu puerta tropecŽ
y a tu ventana ca’,
de tu reja me agarrŽ,
dispensa si te ofend’
Tienes una cinturita
que parece contrabando[48];
yo como contrabandista
por ella vengo penando
Por una perla brillante
paseo la calle angosta
y ahora me dicen sus padres
que la quieren meter monja[49]
Dicen que no nos queremos
porque no nos ven hablar,
al tœ coraz—n y al m’o
se lo pueden preguntar.[50]
Algœn d’a fue tu calle
carretera para m’,
y ahora se me hace una cuesta
que no la puedo subir[51]
Ma–ana por la ma–ana
te levantas la primera,
que la sortija de plata
a la ventana te queda
(....)
ÒHan pasado cincuenta a–os. Hoy no se ronda; hoy se va a ÒcortejarÓ y suele hacerse en los mismos d’as. El mozo llama a la puerta antes que la moza se acueste. Salga quienquiera a contestar, si el mozo gusta se presenta inmediatamente la moza y le invitan a pasar y a sentarse. Para esto, naturalmente, influye la confianza en el mozo, el aprecio en que se le tenga y la calidad del mismo. Al principiante, de calidad no manifiesta y que sea al mismo tiempo poco o nada conocido, se le suele tener a pie firme junto a la misma puertaÓ
6. Baile de la Pandereta (recogido en Vegas del Condado, hace cincuenta a–os) ÒPor los pueblosÓ, La Cr—nica de Le—n, 21 de julio de 1928, n.330. Restituto Martinez, p.2
ÒÉÉlos j—venes de entonces apenas conoc’an la dulzaina. La ve’an en ciertas solemnidades. Acaso una o dos veces al a–o y nada m‡s. Por eso no se daban mal rato. Ten’an la pandereta comprada por S. pedro en Le—n o en Bo–ar. ÁY hab’a que ver una pandereta en manos e la t’a Andrea! ÀAquello era hacerla hablar! Y ese repiqueteo y esos cantares que brotan de los labios del mismo pueblo, siempre oportunos, siempre variados, con su mœsica airosa, con su lenguaje sencillo y su sabor aldeano eran el encanto de aquellas gentes a quienes si los a–os han hecho olvidar en parte las viejas costumbres no por eso aceptan de buen grado esas coplas de ciego de mœsica menos popular que ramplona que tanto abundan hoy en los pueblosÓ.
El tambor lo tocaba casi siempre un hombre. La pandereta era tocada indistintamente por un hombre o por una mujer, aunque m‡s veces era la mujer quien tocaba. Ya lleg— el domingo. Salir del rosario y presentarse en la pradera todo es uno. por la t’a Andrea no queda nunca ÀQuŽ mucho una tarde para una mujer sola? ÀPues ah’ est‡n Elo’na y Melania que son m‡s j—venes. Solo con esas tres hab’a para una tarde de junio y ni se cansar’an ellas de cantar ni el pœblico de bailar. Recuerdo algunos de sus cantares.
Para empezar a cantar
No pido licencia a nadie
Que le tengo yo de m’o
Pues tengo el amor del alcalde
Este pandero que toco
Tiene en el medio una rosa
Con un letrero que dice:
Vivan quien baila y lo toca[52]
Aunque estoy aqu’ bien sŽ
ojos que me est‡n mirando
Quien pudiera comprender
Las faltas que me est‡n dando
Ya te he dicho due–o m’o
Que no me seas cobarde,
Que teniendo la ocasi—n
La primera es la que vale.
Compa–era, a ti y a m’,
Todas nos tienen envidia
Porque nos rondan dos mozos
Y ninguno es de la villa.
En la sala del amor
Los s‡bados hay audiencia;
ten cuidado no te coja
La rigurosa sentencia.
Antes de salir los mozos a bailar y como tardaren algœn tiempo sol’an escuchar.
QuŽ hacen ah’ esos mocitos
Que no salen a bailar
Si lo hacen porque yo toco
Ahora lo voy a dejar.
Salir, mozos a bailar
No lo tomŽis a bajeza,
Que aunque la que toca es chica
La que baila es de presencia.
ÀPor quŽ vienen al baile
Los Baberones?
No bailan las mujeres
Por falta de hombres.
Da la vuelta bailador
Aunque rompas una pierna,
Que lo merece la ni–a
Que tiene cuerpo de reina.[53]
Vale m‡s tu bizarr’a
Cuando sales a bailar
Que toda la Andaluc’a,
Arag—n y Portugal.
Se–or bailador que baila
con esa perla brillante
H‡gale ustŽ esta pregunta:
ÀEs casada o tiene amante?
Da la vuelta bailador
Que tœ bien la sabes dar,
Que por alta que la des
Al cielo no has de llegar.
ÒAparte de estos cantares de los que hac’an uso en los momentos oportunos, ten’an las cantadoras un repertorio tan abundante y variado que pocas veces terminaba la mœsica por falta de letra. Copiaremos algunos:
Desde aqu’ te estoy mirando
Cara a cara, frente a frente,
y no te puedo decir
Lo que mi coraz—n siente.[54]
Tengo de ir a Madrid
S—lo por ver a la reina
Que est‡ vestida de verde
como el campo est‡ de hierba.
El gal‡n que est‡ bailando
Con la dama de su gusto
Aunque le toquen dos horas
No se le har‡ el tiempo mucho.
Tienes un hoyo en la barba
Y a mi me tienes en Žl;
yo a ti te tengo en el alma.
Dime cu‡l es m‡s querer[55].
6. Baile de Pandereta. ÒPor los pueblosÓ. La Cr—nica de Le—n, n. 331, 28 de julio de 1928, p.4
Con el sombrero a lo tuno
Me pareces un ladr—n,
No digo de los caminos,
Pero de mi coraz—n.
Dicen que tus manos pican,
Para m’ son amorosas:
TambiŽn pican los rosales
Y de ellos salen las rosas[56].
Amor m’o y due–o de otra
Yo soy de las olvidadas.
Ahora ya estar‡n contentas
Las que estaban enojadas.
Algœn d’a ignoraba
Lo que ahora veo:
ÁLas vueltas que da el mundo!
ÁV‡lgame el cielo!
Si tœ quieres que te quiera[57]
Has de enladrillar el Soto
Y despuŽs de enladrillado
SerŽ tuya o serŽ de otro.
Tienes el pelo rizoso,
No te cabe en el sombrero,
PŽinalo m‡s a menudo
Ser‡s mozo macareno.
Con el coraz—n da–ado
Te pones hablar conmigo.
Y yo con mi sencillez
Lo que me pasa te digo.
La luna est‡ entre nublados;
Ella se descubrir‡
Aunque tengas amor firme
No le digas la verdad.
Piedrecilla de tu calle,
Serrana, quisiera ser
Para que tœ me pisaras
Y yo besara tus pies.
Por hondo que sea un pozo
Una larga soga alcanza:
De las cosas imposibles
No pierdas las esperanzas[58].
No era raro o’r este cantar cuando un mozo bailaba con una moza que ten’a novio:
Se–or bailador que baila,
Haga una raya en el medio
No se arrime ustŽ a la dama
Que tiene celos su due–o.
TambiŽn sol’a o’rse este otro:
Coraz—n apasionado,
Mira lo que le sucede:
Que tienes el amor puesto
En una que no te quiere.
Tampoco faltaban aquellos cantares mezcla de iron’a y despecho:
Un mozo le dice a otro
Que de su gusto no hay nada:
Todas son pobres y feas
La suya vendr‡ embarcada *
Pon el zapato a lo llano
El domingo como el lunes;
No es tanto lo que tœ vales
Como lo que lo presumes.
Mira c—mo corre el agua
Por encima de la arena
Gal‡n, si tœ no me quieres
Otro majito me espera.
Como la siempreviva
Soy para amarte
Siempre que tœ te muestres
Firme y constante.
Morenina soilo soilo;
Morenita soy bastante;
M‡s quiero ser morenita
Que no mujer de un tunante.
Dices que no me quieres;
DŽjalo y anda,
Que si tœ no me quieres
Otro me aguarda.
De quŽ te sirve tener
El pu–al entre la faja,
Si no tienes coraz—n
Para tirar la navaja.[59]
Algœn d’a por verte
Dinero diera,
Y ahora por no verle
Lo recibiera.
Me llamaste pobre y fea;
Calla tœ, cabeza de aire;
ÀCu‡ntas rejas de oro tiene
El palacio de tu padre?
De casarme contigo
Tengo intentado
Cuando la Noche Buena
Caiga en Verano.
Te anduviste alabando
Que te daba a escoger
Las cazuelas en la plaza;
ÁLas que no pueden vender!
Tienes un par de bueyes
y un carro herrado;
Eres un lindo mozo
Y no te has casado.
Los ojos de aquel gal‡n
Santa Luc’a los guarde,
Que si no son para m’,
Vengan cuervos y los saquen.
Porque te quiero, te amo
Y te doy cari–o,
Crees tœ que con todos
Hago lo mismo.
Tienes mucha fantas’a
Y en la cabeza mucho aire
Y en los cuernos de la luna
Tienen la hacienda tus padres.
Algœn d’a fui tuya
Y ahora soy de otro,
Por tu mala cabeza,
Que eres un loco.
Anda vete con aquella
La que tœ siempre has querido,
Que yo me lavo las manos
Con el agua del olvido.
Eres gal‡n que a todas
Las apeteces,
ConsuŽlate con una,
Que no son nueces.
* de otras tierras.
El lector puede suponer que despuŽs de una estrofa o dos segu’a siempre un estribillo que sol’a ser para muchas el mismo. Uno de los que m‡s se cantaban era el siguiente:
Gasta la molinera lindos vestidos
Y el pobre molinero muerto de fr’o;
Gasta la molinera lindos zapatos
Y el pobre molinero anda descalzo.
Con el aire que lleva la boticaria,
el molino de viento muele que rabia.
Muele que rabia, ni–a, muele que rabia.
Con en el aire que lleva la boticaria ...
O tambiŽn este otro:
Con el aire que lleva
La molinera,
Con el aire que lleva
Muele la piedra.
Con el aire que lleva
En su vestido,
Con el aire que lleva
Muele el molino.
Por œltimo, no faltaban nunca las despedidas:
All‡ va la despedida;
No vos la quisiera dar.
Como sois amigos m’os.
No vos quisiera olvidar.
All‡ va la despedida
Para los que est‡n bailando,
Y la que sepa tocar
Que se vaya preparando.
La despedida canto
Porque no digan
Que los dejo bailando
Sin despedida.
Yo tambiŽn me despido hasta el pr—ximo art’culo. En Žl haremos cantar solamente a los hombres. Y es seguro que os han de gustar.
7. Baile de la Pandereta, , ÒPor los pueblosÓ, La Cr—nica de Le—n, 21 de julio de 1928, n.330. Restituto Martinez.
ÒHab’amos quedado en hacer cantar tambiŽn a los hombres. M muchos, no. Pocos y buenos. Con el t’o Alejandro y Marcelo tenemos para una larga sesi—n. Estos son de los que no hacen falta darles cuerda. Cantan ellos solos. ÀQuŽ se les acaba el repertorio? ÁSi no supieran inventar! ÁY quŽ cantares! Hay para todos y ... todas. Y luego ese meneo, ese aire, esa acci—n, esa seriedad y esa risa tan a tiempo; todo, todo es en el t’o Alejandro y Marcelo juventud de antes y de ahora. Que nadie se acerque al baile teniendo por quŽ estar triste, que se alegra de momento. Se alegra con esos cantares tan oportunos como joviales, con esos estribillos que m‡s de una vez han hecho a los perezosos, a los tranquilos confundirse entre las nubes de polvo que levantaban los que todav’a no saben si les interesa saber lo que es un vals. Ya est‡n cantando. Escuchadles:
Este pandero que toco,
En el medio tiene un ramo,
Con un letrero que dice:
ÁVivan los que est‡n bailando![60]
No sŽ c—mo no florece
La escalera de tu casa,
SubiŽndola quien la sube,
Baj‡ndola quien la baja.
Eres como la nieve
Que cae a copos.
Y por eso te quieren
tanto mis ojos.
Los ojos de una morena
Tienen el mirar ingrato.
Miran m‡s en un hora
Que los de una blanca en cuatro.
Ojos negros y grandes
En una moza,
No hay vara de justicia
M‡s rigurosa.
QuŽ contentita estar‡
Tu madre, casta doncella,
Que estando el cielo tan alto
Tiene en su casa una estrella.
M‡s quisiera mi ni–a
So–ar contigo,
Que tener la panera
Llena de trigo.
DespuŽs de haber so–ado
M‡s quisiera tener
La panera de trigo
Y a ti por mujer.
Se–or Alcalde mayor
No prenda ustŽ a los ladrones
Que tiene usted una hija
Que roba los corazones.
Cuando estoy en el baile
No sŽ cantares,
Cuando estoy en la iglesia
Vienen a pares.
Ojos negros, cara blanca
Tiene aquella labradora;
A mi con ellos me mata,
Y a todo el mundo enamora.
No quiero, no quiero
Que al molino vayas,
porque el molinero
Te rompe la saya[61]
Te rompe la saya
Te rompe el vestido
No quiero que vayas
De noche al molino.
Tu ojos, blanca paloma
Tienen pleito con el sol
Porque el sol es un solo
Tus ojos dos soles son.
Eres hija de viuda,
Eres honesta
No merecen tus ojos
mala respuesta.
Aunque me pongan al pecho
Ca–ones del veinticuatro
Y tu padre el artillero
De tu querer no me aparto.
Eres como la nieve,
Del puerto, ni–a.
Yo no digo de blanca,
Sino de fr’a.[62]
No faltaban los que hac’an poner coloradilla alguna moza. VŽase uno de muestra.
Echaste la cinta al dengue
Para ver si te casabas;
Has de romper esa y otra.
Y has de quedar como estabas.
La dama que no tiene
Quien la corteje,
Siempre tiene una cara
Como un hereje.
Por œltimo, nunca faltaban las despedidas, que sol’an ser muy variadas. VŽase una:
All‡ va la despedida,
Y ahora el remato y concluyo,
M‡ncame lo que tu quieras.
Que mi coraz—n es tuyo.
Que el pr—ximo domingo,
Cuando yo cante,
Os tenga aqu’ bailando
Todos delante.
8. ÒCantares patri—ticosÓ, (N.D’az de Escovar, Diario de Le—n, 18-9-1924, p.1)
Un coraz—n no es bastante
que diez o doce quisiera,
para darlos por mi Patria
defendiendo mi bandera.
Va muy deprisa mi barco
y aun me parece que tarde
pues me esperan mis hermanos
para defender la Patria.
Con su escapulario al cuello
y el recuerdo de mi madre,
vengan moros, vengan balas
que yo no le temo a nadie.
No llores, hermana m’a
que si yo fuera cobarde
todos, y tœ la primera
llegaran a despreciarme.
No he de cejar en la lucha,
pues el coraz—n me dice
que hay muchas madres que rezan
muchos labios que bendicen.
Para que luchen los moros
tienen que hacer guerra santa
ÁAl espa–ol es bastante
el grito de Viva Espa–a.
9. ÒCoplicas baturrasÓ (Francisco Iglesias L—pez, DL, 22-9-1924)
Siempre he sido soldau;
cabo no hi podido ser
y ahora que me casado
ya hi llegau a coronel.
Ante un espejo un baturro
se vio y exclam— con ira;
ÁRidiez! que cara de burro
tiene ese hombre que mira!
Llevas un mo–o de a libra
y risos de a cuarter—n
y tienes cuerpo d«enguila
y un carantes como el sol
Un estudiante tunante
se puso a pintar un pino,
y del hambre que ten’a
pint— un pernil de tocino.
En el hospital de Caspe
hay un rat—n con viruelas
y en la cabecera un gato
puniŽndole sanguijuelas.
La boca me gŸele a rrancho
el pescuezo a cornet—n
las espaldas a muchadas
y las manos a fusil
La mujer qu «enterraron
el otro dia
si no se hubiera muerto
aun vivir’a
10. Otras coplicas (Francisco Iglesias L—pez, DL, 23-9-1924)
El cencerro de la vaca
de tu madre, que estŽ en gloira
lo llevo colagu al cuello
pa tenete en la memoria
A nadie le improta nada
que yo le peque a mi burra
porque yo le doy el pienso
y le pago la herradura...
El borrico se m«ha muerto
la miŽs se m«ha pereau
la suegra se me cas—...
ÁGŸen a–ico hemos echau....!
He de mandar que m«intierren
sentado, cuando me muera,
para que puedas decir,
se mui—, pero me espera.
11. Coplicas Baturras (Francisco Iglesias L—pez, DL, 29-9-1924)
Tienes la cara de vaca
y la nariz de ternera;
si en algo ti ofendido
perdona patas de yegua.
El gŸen Santo Domingo
de la Calzada
dio vida a una gallina
dimpuŽs de asada.
La mujer del Arcalde
que hay en Berdejo
pesa catorce arrobas
sin el pellejo
1.ÒParece
que una mano destructora, armada de invisible guada–a, va segando sin
cesar toda la fronda en que ten’an sus nidos las aves
y tambiŽn el misterio, ese p‡jaro invisible que vive entre las sombras y el
silencio, pero cuyo vuelo sentimos a veces en el alma, que se estremece al vago
rozar de sus alas inmaterialesÓ, Publio Su‡rez Uriarte, ÒLa canci—n popularÓ, Vida Leonesa 1 de junio de 1924, n.5, p.2.
[3] No he podido localizar la referencia a esa
exhibici—n. El art’culo de Jacinto Rojo con t’tulo de ÒMœsica leonesaÓ en La
Cr—nica, 12-5-23)
[4] Pueden consultarse estas versiones en 50 a–os de cancioneros asturianos
armonizados (1885-1935)
selecci—n y comentarios por Gabriel
Mart’nez Garc’a; pr—logo por J. E. Casariego Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, 1989 El interŽs de
Falla por los temas populares era bien conocido como lo prueban las Siete
Canciones Populares Espa–olas[4]
(estrenadas en el homenaje que Manuel Aza–a organiz— en el Ateneo, el 7
de enero de 1915 para Manuel de Falla y Turina).
[5] Joan C. Ullman,
ÒRevolution from Above: The Primo de Rivera Dictatorship in Spain, 1923-1930 by
James H. RialÓ, Journal of Modern History, Vol. 62, No. 3 (Sep., 1990)
, pp. 644-646
[6] Pablo MŽndez, Burgos siglo XX: cien a–os de luces y sombras. Librer’a Berceo,1998. P‡g. 20.
[7] Anales del Reinado de D» Isabel II / Javier de Burgos Madrid : [s.n.], 1850-1851 (Establecimiento tipogr‡fico de Mellado) 6 v. ; Eduardo Roca, Las ideas de administraci—n de Javier de Burgos Alcal‡, Madrid : Instituto Nacional de Administraci—n Pœblica, D.L. 1987
[8] Juan Antonio Lacomba, ÒRegionalismo, regeneracionismo y organizaci—n territorial del estado. Los planteamientos de J. S‡nchez de TocaÓ, Revista de estudios regionales, 31 (1998), pp. 229-254. En este art’culo se comentan todos los proyectos de divisi—n territorial desde 1847.
[9] Ballester, Rafael. Geograf’a de Espa–a. Gerona: Imprenta y Librer’a de Viuda e Hijo
de JosŽ Franquet, 1916; Huguet del
Villar, Emilio, Archivo
Geogr‡fico de la Pen’nsula IbŽrica. Barcelona: Tipograf’a La AcadŽmica, 1916 y Macpherson, JosŽ,
"Breve noticia acerca de la especial estructura de la Pen’nsula
IbŽrica". Anales de la Sociedad Espa–ola de Historia Natural, VIII, 1879, pp. 5-26. J. Dant’n Cereceda, Ensayo acerca de
las regiones naturales de Espa–a.
Madrid: Museo Pedag—gico Nacional, 1922. Como anota en el pr—logo de esta obra
el autor: ÒLa presente divisi—n provincial, de menguado artificio sufre en
Espa–a, honda crisis. Son sus causas m‡s inmediatas el desarrollo de los medios
de comunicaci—n – aun cuando el fen—meno parezca parad—jico- en cuanto a
su influjo en sus œltimas y distantes consecuencias, que ha borrado l’mites
convencionales, acrecido la poblaci—n, transformado hondamente sus relaciones,
desenvuelto los recursos naturales, exaltado la conciencia de la personalidad
regionalÓ. En la obra de Leonardo Mart’n Echeverr’a, Nuestra Patria, editada por la Subsecretar’a de Propaganda
el mapa de los dialectos leoneses abarca casi hasta Badajoz. (Barcelona, Labor,
1938, 72)
[10] Nuevos art’culos sobre la capitalidad, ÒLa
capitalidad leonesaÓ, Diario de Le—n 10-12-1923; ÒLa hora regionalistaÓ, Diario de Le—n, 11-12.1923. En
cuanto a la capitalidad las posibilidades barajadas para convertirse en el
centro rector de la regi—n eran las ciudades de Valladolid, Burgos, Santiago de
Compostela.
[11] Aunque no todos estaban de acuerdo es preferir un criterio cultural. Un an—nimo colaborador del Diario de Le—n, en octubre de 1923, se apoya en la personalidad geogr‡fica, o lo que es lo mismo, en el concepto de regi—n natural para solicitar la misma independencia: ÒSi se quiere quitar una cosa arbitraria artificial, como la actual divisi—n de provincias, no debe para ellos de acudirse a otro sistema arbitrario, sino tenerse en cuenta, la naturaleza, a la geograf’a, lo que no es invenci—n de los gobiernosÓ (DL, 31-10-1923).
[12] En 1934 se ocup— de dirigir el comitŽ organizador del Centenario del Paso Honroso y de las fiestas conmemorativas del XIII Centenario de la muerte de S. Isidoro. Fue el presidente del Grupo de Tradiciones Leonesas, y recibi— el primer premio en los juegos florales de Salamanca de 1901 por Alma Charra, y el Ama.
[13] DL, 16-11-1923.
[14] De la formaron parte entre otros, Miguel Casta–o (alcalde) y Fern‡ndez Llamazares (abad de la Colegiata de S. Isidoro) Fortunato Vargas y Zamora, Juan C. Torbado, Publio Su‡rez, FŽlix ArgŸello y Vigil (presidente de la Diputaci—n provincial en 1929) Manuel Fern‡ndez (de la banda de Mœsica Municipal fue el autor del Himno de la Fiesta del çrbol, Diario de Le—n 3-11-23) y JosŽ Pinto Maestro (abogado y concejal del ayuntamiento en mayo de 1928).
[15] Sus miembros: Mercedes Monrroy (directora de
la escuela Normal) Agust’n Alfageme, Mariano AndrŽs, JosŽ Arag—n Escacena
(concejal), FŽlix ArgŸello (presidente de la diputaci—n Provincial que convoca
una reuni—n de la uni—n patri—tica el 11-9-1925 y presidente de la comisi—n de
Monumentos, acadŽmico correspondiente de Bellas Artes), Miguel Bravo (Delegado
Regio de bellas Artes), Miguel D’ez Canseco (Presidente de la sociedad Cultural
y Deportiva leonesa, miembro de la Diputaci—n) Miguel Casta–o (alcalde de
Le—n), Luis Conejo, Mariano D. Berrueta (Director del Instituto General y
TŽcnico de Le—n), M‡ximo Eguiagaray, Miguel Escudero, Ricardo Espinosa, Ricardo
Fanjul (periodista), Antol’n Garc’a Cu–ado, (que ser‡ brevemente el alcalde de
Le—n) Eustasio Garc’a Herrera, Honorato Garc’a Luengo, CŽsar G—mez Barthe,
Jesœs L—pez, los eruditos locales JosŽ Mar’a Luengo, Modesto Medina Bravo los
escritores çngel Nieto, Alfredo Nistal (vocal de la Asociaci—n de la
Prensa) çlvaro Panero, Julio PŽrez Llamazares (abad de la
colegiata de S. Isidoro), Francisco del R’o Alonso (maestro, abogado, doctor y
periodista, director del Diario de Le—n) Raimundo Rodr’guez, M‡ximo Sanz (dibujante de Vida
Leonesa) Vicente Serrano,
Publio Su‡rez Uriarte (De la comisi—n de Monumentos y acadŽmico
correspondiente, secretario del Ayuntamiento, dict— lecciones de literatura
universal en los cursos de extensi—n cultural de la escuela Normal de Maestros)
Francisco Ju‡rez, Juan C. Torbado y JosŽ Mar’a Vicente (secretario del Junta
provincial de protecci—n de la infancia y represi—n de la mendicidad). Nuevas
adhesiones se publican en el n.
175, 1 agosto de 1925, entre ellos, Mar’a S‡nchez Mi–ambres (concejala en
1927), Rogelio H. del Villar (el famoso mœsico), Germ‡n Gull—n Nœ–ez (presidente
de la Diputaci—n Provincial) Demetrio Monteser’n (escultor) Daniel Reyero,
(periodista) etc.
[16] Mariano Dom’nguez Berrueta, Del Cancionero leonŽs, 1941, 48.
[17] Lo mismo hab’a defendido Publio Su‡rez Uriarte, en su art’culo ÒLa Canci—n popularÓ (Vida Leonesa 1 de junio de 1924, n.5) instando a que se distribuyese a los curas y maestros de provincia un cuestionario que pudiese recoger este material de los distintos pueblos. Un segundo paso ser’a la formaci—n en Le—n de una comisi—n de folklore que se ocupase de la sistematizar de los datos y la confecci—n de una enciclopedia comœn.
Á[18] DL, 19-11- 1923. La prensa detalla las actuaciones de las ligas leonesistas en cada
localidad – de las cuales existen corresponsales para el Diario de
Le—n al menos en Benavides,
Valde—n, Cistierna, Ponferrada, etc.
[19] Jacinto Rojo, La Cr—nica, 12-5-1922, portada.
[20] Diario de Le—n, 18-5-1925, p. 1.
[21] ÒApenas s’ muy de tarde en tarde podemos
saborear alguno de los aires populares leoneses aqu’ y con poca mayor
frecuencia en las apartadas aldeas de monta–a o de la ribera, donde todav’a el
funesto ÒorganilloÓ, no ha entrado llevando la canci—n en boga, achulada y
picarescaÓ; La Cr—nica, 12-5-1922. Ese desdŽn continœa pocos a–os
despuŽs, y el desprecio de Òlo viejo y lo t’pico y el ansia de modernidad y
renovaci—n puede originar en ocasiones verdaderos des—rdenes art’sticosÓ,
asegura Jacinto Rojo en ÒRespeto a lo t’picoÓ, ibid. 16 de agosto de 1930.
[22] Lleg— a componer otros dos cuadernos m‡s, uno publicado en 1911 (que gan— el premio del Ateneo LeonŽs) y otro de 1934 que sali— p—stumo. Su objetivo fue recopilar el mayor nœmero de canciones t’picas transcribiendo con fidelidad sus melod’as y ritmos y armoniz‡ndolas en muchos casos. Algunas de las canciones: Maragata: Castillo de los Polvazares, El coxu di riguellu: danza maragata ; A la jerigonza : danza maragata. En 1909 publica tambiŽn Manuel Fern‡ndez Nœ–ez (como documenta Joaqu’n D’az: 1991) Cantos populares leoneses (1909) y Canciones ba–ezanas, Folklore ba–ezano (1914).
[23] Como la descripci—n de los hechos de la guerra, el avance del batall—n de Burgos, diversas iniciativas patri—ticas, escenas y cr—nicas, dibujos, la aventura de un soldado leonŽs, las figuras del d’a en el frente de batalla, carta de un quinto, carta de un soldado, ecos de la campa–as, como se ve en Cuento de la campa–a de Juan Miguel, DL, 22-10-1921.
24 Marcelino D’az de Otazu cita un romance morisco para demostrar la antigŸedad del deporte h’pico, La Cr—nica, 6-5-1922. Miguel D’ez Canseco, presidente de la Sociedad Cultural y Deportiva Leonesa, rememora en un art’culo, ÒMiesÓ, publicado en Diario de Le—n, 10-2-1928 algunos versos del cancionero medieval ÒBuscando mis amores / sal’ por esos montes y riberasÓ y a–ade nost‡lgico al hacer la pintura del oto–o en las tierras natales, Òahora conozco la verdad con que nuestro pueblo cantaÓ: ÒSi de Le—n me ausento; / muero de pena / que no hay tierra en el mundo / como mi tierraÓ.
[26] Renacimiento, n.7, 27 de agosto de 1922, p.1
[27]Que siguen a la letra casi lo anunciado por
Falla: ÒHay que tomar la inspiraci—n directamente del pueblo, y quien no lo
entienda as’ solo conseguir‡ hacer
de su obra un remedo m‡s o menos ingenioso de lo que se proponga realizar.Ó Segœn cita Arias Sol’s de
Falla, http://www.elcatalejo.com/g_a/fas/voz19.htm
[28] Rogelio Villar, El sentimiento nacional en la mœsica espa–ola, Madrid : [s.n., s.a.] (Artes Gr‡ficas "Mateu")
[29] Ibid. p. 30.
[30] Gabriel Mart’nez (1989:13).
[31] Canci—n que se documenta en Piornal, en la
Tesis Doctoral de "El folklore de Piornal: estudio anal’tico musical y
planteamiento did‡ctico" presentada en C‡ceres, el 29-5-2000, Victor A. D’az Calle, http://www.piornal.net/musica/tesis/tesisrecambioamorios.htm,
1997-2002.
Los labradores, por la ma–ana,
el primer surco es por su dama.
Los labradores, al medio d’a,
cortan la rosa de Alejandr’a.
Los labradores, ya por la tarde,
dicen la yunta, suelta que es tarde.
Suelta que es tarde, moreno m’o,
tœ a comer paja yo a beber vino.
[32] Aparece en fuentes andaluzas como una buler’a
[33] Versi—n similar en la jota de Bald—var: Para jardines Valencia; / Y para vino, el Villar; / Y para mozos rumbosos, / Los mozos de Baldovar. / Para cantar un navarro; Para bailar, un francŽs; / Para tocar la guitarra, / Un mocito baldovŽs / Tan grande c—mo el Cabezo. / Tan alto como el Castillo; / Tan sordo como un cerrojo, / ÁquŽ buen mozo para el trillo! : http://groups.msn.com/campodearriba/baldovar.msnw
[34] En la jota de Los Villares (Jaen) http://serrano.iespana.es/jota.htm :
Cuando vienes del campo / vienes airosa, / vienes coloradita / como una rosa, / como una rosa, ni–a, / como una rosa, / cuando vienes del campo / vienes airosa.
[35] Nariz afilada y pelo negro, dos de las siete cosas, que como afirma el Arcipreste de Hita, hacen la belleza femenina.
[36] Debajito del puente / retumba el agua: / eran las lavandera, las panaera, / como lavaban En canci—n juvenil de Alc—zar, Soria, http://www.alcozar.net/etnografia/cancijuve1.htm y copla flamenca: http://foroagua.pangea.org/fa-flam.html
Debajo del puente / retumba el agua / es una lavandera / que pa–os lava (Aliste, Zamora, http://www.aliste.info/pueblos.asp).
[37] Canci—n de cuna : (É) En tu puerta, Teresa, canta un canario,/ Žchale ca–amones que cante claro. (É) Joaqu’n Rodrigo, Canciones espa–olas, 1951 (www.recmusic.org).
[38] Arriero es mi amante con cinco mulas, (Bis) / tres y dos son del amo, las dem‡s suyas,
las dem‡s suyas ni–a, las dem‡s suyas http://agrupacionculturalagla.iespana.es/letras.htm.- Cancionero popular de Extremadura, Bonifacio Gil Garc’a, 1931: Eres arrierito / de cinco mulas / tres y dos son del amo / las otras tuyas.
[39] Canci—n tradicional leonesa, interpretada por el grupo musical La Bra–a: D—nde vas a dar agua, /
mozo de mulas, / que desde mi cama siento / las herraduras? / Si sientes las herraduras / de las mis mulas,
lev‡ntate, morenita / y ponte a la luna.
Cuando vas a la arada, mozo de mulas, / desde mi cama siento las herraduras. / Cuando vas a la arada, mozo de bueyes, / En Soria (Alc—zar) (loc.cit.).
Donde vas a dar agua/ mozo de bueyes, /que desde mi cama siento / los cascabeles / Donde vas dar agua / mozo de mulas, / que desde mi cama siento / las herraduras. http://orbita.starmedia.com/alcozar-imagenes/jromero01.htm www.dipsanet.es/usr/calzadadevaldunciel/ etnologia/cronicas/canciones/4.pdf –
[40] Cancionero berciano, A. DiŽguez Ayerbe i Fern‡ndez Lua–a, 1977, n. 73.: Tiene tres torres./
La virgen de la Encina / tiene tres torres,/ dime blanca paloma, / dime blanca paloma, / en la cual te pones.
[41] Vegas del Condado. Le—n, Historia Leyenda y Folklore, por Restituto Mart’nez Rodr’guez: A MODO DE PROLOGO: ÒCuando all‡ por los a–os 20 llevŽ a dos semanarios leoneses algunos trabajos, producto de mis observaciones en el medio rural, lo hice con el fin de que fuesen m‡s conocidas las costumbres de un pueblo medio, escondido en una peque–a zona de la monta–a berciana donde yo ejerc’ el cargo de maestro durante m‡s de cinco a–os.
A m‡s de medio siglo de distancia, algunos amigos que fueron disc’pulos m’os por aquellas fechas y que sab’an de mis aficiones me rogaron que escribiera un libro sobre lo que yo hab’a podido observar para que en el futuro el pueblo pudiera conocer algo de su historia. http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm Es interesante comprobar que el mismo octogenario que publica la breve historia de Vegas del Condado es el recopilador de las canciones que reproducimos, sesenta a–os despuŽs, y cuando Žl mismo hab’a recogido cantos de cincuenta a–os antes.
Esta noche la ronda / yo me la llevo, / si hay algœn atrevido/ que salga luego. Restituto Mart’nez Rodr’guez, http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm
[42] Por esta calle me voy, / por la otra doy la vuelta; / la que quiera ser mi novia, / que deje la puerta abierta. http://www.augustobriga.net/memoria/rondas.htm
[43] Bien se que est‡s en la cama, / bien sŽ que dormida no, / bien sŽ que estar‡s diciendo: / Žse que canta es mi amor http://www.geomundos.com/sociedad/almorzadero/coplas-especializadas_doc_1638.html
[44] En Vegas del Condado (Le—n):
Considero que estar‡s / en la cama y no durmiendo;/ estar‡s considerando, / en el amor que te tengo. / Despierta si est‡s dormida, / que dormida no estar‡s,/ porque los enamorados / duermen un sue–o no m‡s. Restituto Mart’nez Rodr’guez, http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm
[45]A tu puerta estamos cuatro, / todos cuatro te queremos, / salga la ni–a a escoger; / los dem‡s nos marcharemos.
A tu puerta estuve anoche,/ tres veces toquŽ al candado; / ni–a, pa tener amores / tienes el sue–o pesado. Restituto Mart’nez Rodr’guez, http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm
[46] Tus amores y los m’os / no se tienen que olvidar, / han nacido al mismo tiempo / para morir a la par. Restituto Mart’nez Rodr’guez, http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm.
Eres rubia como el sol / cuando del oriente sale, / y blanca como la nieve / antes de pisarla nadie. (ibid.)
[47] C‡sate, ni–a, temprano / no hagas tœ lo que la rosa / que al andar de mano en mano / se marchita y se deshoja.
C‡sate, ni–a, a gusto, / no estŽs penando / que el disgusto de un padre / no dura un a–o.
Cuando venga de la guerra, / ni–a, ya te habr‡s casado, / pero s’ te acordar‡s / de los ratos que te he amado (ibid.).
[48] Tienes una cinturita / que parece contrabando, / yo como contrabandista / por ella vengo penando.
[49] Por una perla brillante / paseo la calle angosta / y ahora me dicen tus padres / que te quieren meter monja.(ibid)
[50] Dicen que no nos queremos, / porque no nos ven hablar, / a tu coraz—n y al mio / se lo pueden preguntar Las canciones del pueblo espa–ol. Juan de Aguila (Uni—n musical espa–ola) - Pˆg. 47.
Jota de Arag—n armonizada por Falla: Dicen que no nos queremos / porque no nos ven hablar / a tu coraz—n y al m’o / se lo pueden preguntar.
[51] Algœn d’a era tu calle / carretera para m’, /
ahora se me ha hecho cuesta / que no la puedo subir Chittaga (Santander) http://www.geomundos.com/sociedad.-
Algœn d’a fue tu calle / carretera para m’; / ahora se me hace una cuesta / que
no la puedo subir. Rosario Guerra Iglesias. 1997-2002.http://www.piornal.net/musica/tesis/tesisrecambioamorios.htm
[52] Este pandero que toco / en medio tiene una o / con un letrero que dice / viva quien toca y yo. Piedad Gallardo Gutiez, Ò Canciones recogidas en Tremaya (Palencia)Ó; Revista de Folklore, 1991, tomo 11b, nœm. 129
[53] Manuel Prada (de unos 70 a–os)(gaitero de la localidad), su mujer Joaquina Sampedro de unos 55 y su hijo Severiano. . Recopilador: Joaqu’n D’az, FŽlix PŽrez y J.A. Ortega. Lugar, fecha: Santiago de la Requejada (ZAMORA), l981. Fonoteca de la Fundaci—n Joaqu’n D’az. 17. "Baila bien bailador aunque rompas una pierna" (Jota).
[54] Desde aqu’ te estoy mirando / Cara a cara, frente a frente / Pero no
eres pa' decirme / Chiquitito vente, vente. (Cantos Para Todos.- Volume Xb, Anillo de
Compromiso, Music
CD or Cassette Tape with Teacher Resource Book ISBN 0-9768650-5-X).
[55] Tienes un hoyo en la barba / que te sirve de mes—n, / a todos les das posada / menos a mi coraz—n. Restituto Mart’nez Rodr’guez, http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm.
En el hoyo de tu barba / ha nacido un arbolito / de naranjas y limones / mira si estar‡ bonito . Rosario Guerra Iglesias. 1997-2002. http://www.piornal.net/musica/tesis/tesisrecambioamorios.htm.
[56] Dicen que tus manos pican, / para m’ son amapolas; / tambiŽn pican los rosales /y de ellos salen las rosas. Chitag‡ (Santander) coplas especializadas, http://www.geomundos.com
[57] Si querŽs que yo te quiera / has de enladrillar el mar, / y despuŽs de enladrillarlo / puedes venirme a buscar. Cancionero popular rioplatense. N.293.- ttp://www.cervantesvirtual.
[58] Utilizada como canci—n popular en los materiales did‡cticos publicados por JosŽ Luis Garc’a Pe–a, Religi—n. Vivir y actuar desde la esperanza y en un nuevo milenio. 1999, significativamente en la editorial leonesa Everest.Ó Cuanto m‡s hondo est‡ el pozoÓ, Carmona, A., Cancionero del Reino de Le—n, recopilado por Juan Hidalgo Montoya (Palencia, 1978), incluye dentro del Reino de Le—n a Palencia y Valladolid.
De que te sirve llevar el pu–al entre la faja, si te has dejado quitar de la mano la navaja (Chitag‡, Santander) www.geomundos.com/sociedad/almorzadero/ coplas-
[60] Este pandero que toco, en el medio tiene un ramo, con un letrero que dice: ÁVivan los que estan bailando! (Eduardo Mart’nez Torner, n.135, 1920)
[61] No quiere mi madre / que vaya al molino / porque el molinero / me rompe el vestido / Te rompe el vestido / te rompe la saya / no quiere tu madre / que al molino vayas (Calzada de Vandunciel, http://www.dipsanet.es/usr/) No quiere mi padre / que vaya al molino (Costumbres y canciones del P‡ramo leonŽs (1997) Diputaci—n Provincial. Grupo Folkl—rico de la Virgen de la Gu’a)
[62] Eres como la nieve
del puerto ni–a
no te digo de blanca
sino de fr’a.
Estribillo
Sœbela majo sœbela
sœbela sœbela
la perita del ‡rbol
ya est‡ madura.
Subir s’ subirŽ
pero no bajarŽ
la perita del ‡rbol.
Morena resalada
coge otro garbo.
Parentesco con la canci—n 195, ÒSube la pera al ‡rbolÓ, del Cancionero de Zamora (10). Miguel Manzano, Cancionero del folklore zamorano, Editorial Alpuente. Madrid, 1982. 635 p‡ginas C‡ndido Santiago, ÒLa ronda en el p‡ramo leonŽsÓ Revista de Folklore, 1993, Tomo: 13b , Revista nœmero: 151, 25-28