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Valvassori, Mita. “Ensalmos y ritos contra las lombrices en Italia: del Decamerón (VII, 3) de Boccaccio a la tradición folclórica contemporánea”. Culturas Populares. Revista Electrónica 2 (mayo-agosto 2006). http://www.culturaspopulares.org/textos2/articulos/valvassori.htm ISSN: 1886-5623 |
Ensalmos y
ritos contra las lombrices en
Italia:
del Decamerón (VII, 3) de
Boccaccio a la tradición folclórica contemporánea
Mita Valvassori[1]
Universidad
de Alcalá
Los rituales y ensalmos
contra las lombrices presentan elementos comunes que funcionan como constantes a lo largo del
tiempo, como pretende demostrar este trabajo en el que he recogido una serie de
testimonios que van desde la Edad Media, documentados en el Decameron de Boccaccio, hasta la actualidad.
Me he centrado en los ritos italianos, aunque a lo ancho de un muy dilatado
espacio, pues he analizado versiones tanto del norte como del centro y del sur
de Italia. También he aludido a otras tradiciones como la española y no he
dejado de encontrar analogías y paralelismos muy significativos.
Lombrices. Ensalmos. Rito. Folklore. Cultura
popular.
Key words: worms, mutter incantation,
rite, folklore, popular culture.
En
términos médicos, las lombrices que son capaces de alojarse en el cuerpo de los
seres humanos son unos gusanos de forma redonda que pueden medir desde unos
pocos milímetros hasta un metro de longitud. Los hay de varios tipos, pero los
más habituales son los oxiuros (enterobius vermicularis), unos
gusanos de color blanco de hasta un centímetro de longitud. Pueden infectar a
cualquier persona, aunque afectan principalmente a los niños. Viven en la parte
baja del intestino grueso y los gusanos hembras, que parecen hilos blancos,
salen por la noche a depositar sus huevos microscópicos alrededor del ano,
causando así picor e irritación. Las causas fundamentales que producen la
infección son la ingestión de agua o de alimentos contaminados, y el contacto
con las larvas, que pueden penetrar a través de la piel.
El
modo en que afectaban a la población, especialmente en los tiempos pasados,
creó un problema importante en la vida diaria de las personas, y la carencia de
conocimientos y de medios para combatir la enfermedad de manera científica,
como se hace habitualmente hoy en día, generó una inquietud del pueblo que se
fue satisfaciendo con elementos de lo que se podría llamar religiosidad
popular. Es decir, frente a una necesidad concreta que afecta la vida cotidiana
de muchas personas, se acude a unos recursos mágicos que se apoyan en ensalmos
y ritos nacidos de la creencia popular, y que, consagrados y legitimados por la
misma, son utilizados como arma eficaz para superar las dificultades de la
vida.
Estos
ritos merecen ser registrados y analizados, pues encierran un interesante
bagaje cultural, reflejo de la sociedad que los crea, los hereda y los
transmite a lo largo de los siglos.
La enfermedad de las lombrices está documentada en
Italia como vermi (del
latín vermem) desde la
Edad Media, cuando se consolidó la costumbre de curar muchas enfermedades con
ritos y ensalmos estrechamente ligados a la creencia mágica y a la religiosidad
popular. En efecto, el Medioevo europeo vivió una doble actitud con respecto a
la magia y a todo lo que estaba relacionado con ella: por un lado arraigaron un
gran número de conceptos, creencias y ritos mágicos. tanto heredados de la
antigüedad como surgidos en la misma época; por otro lado, se emprendió una
encarnizada lucha para extirpar lo que se consideraba como brujería o
hechicería. Esta compleja relación de la sociedad medieval con la magia es
evidente que está directamente relacionada con la Iglesia, que se afirma como
autoridad religiosa, moral, pero también social y política. Es inevitable citar
al respecto el tratado Peri enhupnion ("Sobre los
sueños") del arzobispo Synesius de Cyrene (ca.
370-413), formulador de teorías sobre los espíritus y fantasmas que estuvieron
muy en boga durante toda la Edad Media, y que llamaron poderosamente la
atención de Marsilio Ficino, el gran teórico renacentista de la magia, que
tradujo el tratado en 1489. Igualmente relevantes son las numerosas y célebres
traducciones de tratados de magia del árabe y del hebreo que se realizaron en
la Edad Media y que constituyeron un referente fundamental en la cultura de la
época.
Uno de los textos medievales
que documenta la amplia difusión de la creencia popular que nos ocupa, es
decir, la curación de las lombrices a través de ritos y ensalmos, es la obra
maestra de Giovanni Boccaccio, el Decamerón, concretamente la novella 3 de la jornada VII. La novella pertenece al grupo de las que tratan de
las burlas y engaños que hacen las mujeres a sus maridos, como se ve en el
título que encabeza la misma: “Fray Rinaldo se acuesta con su comadre; el
marido le encuentra con ella en la alcoba, y le hacen creer que les estaban
conjurando las lombrices a su ahijado[2]”.
Doña Agnesa mantiene una relación ilícita con fray Rinaldo y, al ser
sorprendida por el marido con el amante en casa, encuentra con una rápida decisión
la manera de justificar a los ojos del marido la presencia del fraile:
Marido mío, tengo que decirte que
ha venido aquí fray Rinaldo,
nuestro compadre, y Dios nos lo ha mandado; pues por cierto, si no
hubiese venido, hoy habríamos perdido a nuestro niño. (G. Boccaccio, Decamerón, VII, 3) [3]
A las insistentes exigencias
de explicaciones del marido, doña Agnese responde:
-¡Oh, marido mío!- dijo la señora
-. Antes le vino de repente un desmayo que creí que estaba muerto y no sabía qué
hacerme ni qué decirme, hasta que fray Rinaldo, nuestro compadre, llegó en ésas
y cogiéndolo en brazos dijo: “Comadre, lo que tiene son lombrices en el cuerpo,
que se le acercan al corazón y le matarían sin duda; pero no tengáis miedo,
porque yo las conjuraré y las haré morir a todas, y antes de que me vaya de
aquí veréis al niño más sano que nunca lo visteis.” Pero como hacía falta que
tú dijeses algunas oraciones, y la sirvienta no te pudo encontrar, por eso se
las hizo decir a su compañero en el lugar más alto de nuestra casa, y él y yo
nos metimos aquí dentro. Y como nadie más que la madre del niño puede estar en
este menester, para que no se nos molestase nos encerramos aquí; y aún le tiene
en brazos, y creo que no espera más que su compañero acabe de decir las
oraciones, y estará hecho, ya que el niño ha vuelto completamente en sí. (G.
Boccaccio, Decamerón, VII, 3) [4]
La práctica del ensalmo de las
lombrices no constituye la parte esencial de la novella, cuyo interés y finalidad es el de
burlarse de los maridos crédulos e ingenuos, complacerse de la prontitud y del
ingenio de quien sale de situaciones difíciles, y mostrar la hipocresía y la
inmoralidad de la vida de la gente de la iglesia. Pero lo que aquí nos interesa
es que el pretexto al que recurre la mujer y la inmediata confianza y
credulidad del marido, demuestran cuán común y difundida era la costumbre de
conjurar las lombrices.
Con respecto a esta alusión a
la práctica de encantar las lombrices, Giardini hizo una observación muy
acertada:
È naturale che nella novella si accenni sommariamente
a tutta l’operazione, senza ripetere particolarmente né la preghiera né lo
scongiuro, né il rituale che di solito soleva accompagnare l’una e l’altro; è
naturale, dico, perché nel racconto, l’operazione magico-religiosa non si
compie per niente dato che il bambino è sano e “l’incantagione dei vermi” non è
che un’invenzione della donna per salvarsi dal grave imbarazzo del momento. Il
rito dunque non ha luogo, ma si finge che abbia avuto luogo. Il Boccaccio
tuttavia ne parla dimostrando di essere al corrente di una credenza assai
comune che del resto è giunta fino ai nostri giorni[5].
[Es natural que en la novella
sólo se mencione sumariamente toda la operación, sin repetir específicamente ni
la oración ni el conjuro, ni el ritual que habitualmente solía acompañar uno y
otro; es natural, digo, porque en el cuento, la operación mágico-religiosa no
se realiza en absoluto ya que el niño está sano y el encantamiento de las
lombrices no es más que una invención de la mujer para salvarse de la grave
incomodidad del momento. El rito entonces no tiene lugar, sino que se finge que
haya tenido lugar. En cualquier caso Boccaccio habla del mismo demostrando
estar enterado de una creencia muy común que al fin y al cabo ha llegado hasta
nuestros días[6].]
Por razones estrictamente
narrativas, Boccaccio no nos proporciona ningún dato relativo al ensalmo en sí,
exceptuando la posible necesidad de dos personas para realizarlo, pero tampoco
sabemos hasta qué punto se puede considerar éste un elemento meramente
narrativo o un testimonio fiable de la práctica en cuestión. No obstante, me
interesa destacar la amplia difusión del rito de “encantar” las lombrices en la
Italia medieval, puesto que se presenta aquí con tal naturalidad que hace
deducir el papel absolutamente cotidiano que asumía en la vida de la personas.
Las
confluencias y equivalencias entre lo mágico y lo religioso, y entre lo
simbólico y lo social han sido objeto de muchos estudios antropológicos; por
citar uno de ellos, podemos recordar aquí al padre de la antropología
estructuralista, Claude Lévi-Strauss, defensor de la teoría de que la religión
es la humanización de las leyes naturales, y de que la magia es la
naturalización de ciertas acciones humanas: ambas se constituirían, en
consecuencia, en dos sistemas, estrechamente relacionados entre sí y muchas
veces superpuestos, de explicación y organización significativa de la
experiencia del mundo.
Dentro
de las prácticas verbales y rituales que acoge el ámbito mágico-religioso, hay
que distinguir tres conceptos fundamentales: el ensalmo, la oración y el
conjuro. José Manuel Pedrosa los define así:
Se puede afirmar que el ensalmo se caracteriza básicamente por su
funcionalidad curativa o sanadora de alguna enfermedad, por la fuerte presencia
de elementos o motivos mágicos, y por el hecho de que el ensalmador se sitúe
como intermediario entre la divinidad y la persona que precisa la curación. La
oración suele pedir simple protección divina, y reflejar un tipo de pensamiento
religioso más ortodoxo, por lo que, al contrario que el ensalmo, suele ser
aceptada y fomentada por las instituciones religiosas. El conjuro no funciona
como una petición a un personaje sagrado, sino como un mandato imperativo a un
personaje no necesariamente sagrado (a veces incluso diabólico) para intentar
obtener algún tipo de favor moralmente negativo o perjudicial para otras
personas. En cualquier caso, muchas veces se producen confusiones y
confluencias entre estos repertorios[7].
En el caso de la
creencia que nos ocupa, hablamos entonces en castellano de ensalmos, puesto que
su finalidad es la de curar al niño de la enfermedad de las lombrices.
Apreciamos una constante en todos estos ritos, que es la presencia de un
ensalmador que actúa de intermediario entre el enfermo y Dios, la Virgen o el
santo, y que habitualmente es una mujer que tiene fama de curadora y a la cual
se atribuye un poder mágico que requiere una iniciación especial o una natural
tendencia, fundamentalmente un don que tienen sólo pocos privilegiados.
Las personas que, en el seno de una sociedad, se consideran investidas
de capacidad para practicar ensalmos y obtener curaciones, no suelen ser, salvo
casos excepcionales, auténticos profesionales. Hermanos gemelos, neonatos
sietemesinos, personas que hayan nacido "con una cruz en el velo del
paladar", se consideran como especial y naturalmente dotadas para esta
prácticas. También adquieren esta capacidad quienes reciben el conocimiento de
los ensalmos y técnicas curativas correspondientes de otro ensalmador. Las
transmisión de estos conocimientos suele realizarse de modo secreto y siguiendo
normas y rituales de transmisión muy estrictos, ya que se considera que si el
ensalmo se ve privado de su carácter secreto y se hace de dominio público,
pierde su "gracia" para curar[8].
Con
respecto al ensalmo para combatir las lombrices hay que destacar que suele
componerse de varios elementos: objetos, ritos y palabras. Los objetos suelen
ser objetos cotidianos que se consideran mágicos o especiales por sus
connotaciones simbólicas y por su función de amuleto o talismán repelente de
males. El rito está constituido por gestos repetidos automáticamente y que
también conllevan un bagaje cultural y simbólico importante. Finalmente, las
palabras que se repiten para hacer eficaz la curación, el ensalmo en sí, tienen
unas características específicas frente a otros tipos de discursos mágicos:
Al contrario de lo que sucede con las oraciones, que tienen
modalidades cultas y artificiosas y modalidades puramente tradicionales, el
ensalmo vive por lo general en el seno de las clases menos letradas del pueblo,
se transmite fundamentalmente por vía oral, y tiene una forma poética, en
consecuencia, caracterizada por los rasgos del estilo oral y folclórico. La
poética de los ensalmos se caracteriza por su tradicionalidad y por su
variabilidad, que en algunas ocasiones arranca de tiempos muy antiguos[9].
Con respecto
a las connotaciones simbólicas de las lombrices, éstas se identifican
evidentemente con el gusano, que conlleva una simbología interesante recogida
así por Cirlot:
Jung lo
define como figura libidinal que mata en lugar de vivificar. Débese a su frecuente
carácter subterráneo, a su inferioridad, a su relación con la muerte y con los
estadios de disolución o primariedad biológica. Así es muerte relativa (para lo
superior, organizado) lo que simboliza, pues, en el fondo –como la
serpiente- es un exponente de la energía reptante y anudada[10].
El
gusano, como la serpiente que es principio del mal, está relacionado con las
fuerzas negativas, inferiores, con la disolución, con la muerte, que entran en
el cuerpo humano y lo corrompen poco a poco hasta arrastrarlo en el mundo
subterráneo, hasta el mal, hasta la muerte.
Por otra
parte debemos pensar en el cuerpo humano de forma un poco distinta de la
habitual y reflexionar de una manera que atienda más a su dimensión
antropológica. En este sentido, José Manuel Pedrosa observa que:
Tener
agujeros abiertos en el cuerpo ha sido siempre considerado como una
eventualidad peligrosa, como un accidente temible que pone en cuestión la
integridad y el equilibrio de la persona, y al que se debe poner remedio
material (médico) y simbólico (mágico-ritual) cuanto antes[11].
En este
sentido entendemos cómo el bostezo o el estornudo son verdaderas invitaciones a
que entren en el cuerpo fuerzas negativas, enfermedades o incluso el demonio
(de ahí la fórmula castellana ‘Jesús’ para combatir estos peligros). Del mismo
modo cualquier agujero del cuerpo es un punto neurálgico de la persona y por
ahí (supuestamente por la boca) pueden entrar las lombrices, el mal. Hemos
visto la especial inclinación de los niños a padecer estas enfermedades, y eso
se explica por la mayor vulnerabilidad de los pequeños frente a las amenazas
externas. Además, la infancia es la edad en la que se cambian los dientes de
leche, y, con respecto a este tema Pedrosa destaca la ulterior fragilidad de
los niños que, al perder los primeros dientes, se quedan con un hueco en la
boca hasta que crezcan los dientes definitivos. Llevan entonces en su cuerpo
una herida simbólica hasta que no aparezca el diente nuevo y esto es fuente de
problemas y desequilibrios que les exponen aún más a la posible irrupción del
mal. Las lombrices representan, en este marco simbólico, el mal que entra en el
cuerpo por los agujeros con el fin de hacer enfermar y de corromper al
individuo. En efecto, la creencia popular es que los niños padecen las
lombrices por haber comido demasiado azúcar y demasiados dulces; es decir, que
han entrado por la boca. Pedrosa comenta la relación de esta creencia con las
caries dentales:
La
advertencia que todavía hoy se suele hacer a los niños españoles –a mí
mismo se me hizo muchas veces- de que comer mucho azúcar o muchos dulces puede
hacer que salgan lombrices en el estómago está íntimamente ligada a las
anteriores, aunque desplace de los dientes al estómago, de arriba a abajo, la
acción indeseable del mismo agente de las caries que inquietaba a los niños
babilonios de hace tres mil quinientos años[12].
En
muchos de los ritos contra las lombrices se emplea el hilo, normalmente cortado
en trozos con tijeras o con las manos, y se echa en un vaso de agua para comprobar
la efectiva presencia de las lombrices, pues en ese caso los trozos de hilo se
mueven en el agua.
La
simbología del hilo es muy amplia, y la encontramos como elemento fundamental
en creencias y tradiciones tanto populares como cultas desde la antigüedad.
Cirlot recoge el significado del hilo así:
Según el Zohar, es
uno de los símbolos más antiguos, como el cabello. El hilo simboliza la
conexión esencial, en cualquiera de los planos, espiritual, biológico, social,
etc.[13].
Y
habla también del significado de la acción de ‘hilar’:
Hilar, como también cantar, resulta una acción equivalente a crear y
mantener la vida. Por ello señala Schneider que desgraciada la hilandera que se
deja robar sus madejas (es decir, sus hijos) bañadas y tendidas a la orilla del
río para secarlas al sol. Las parcas y las hadas son hilanderas. Innumerables
figuras legendarias y folklóricas también[14].
Del
significado del hilo habla también con mucho tino el psicoanalista húngaro Géza
Rohéim:
En la antigüedad, se creía que el destino del hombre estaba
determinado desde el nacimiento por una o por varias diosas. Estas diosas, las
Parcas de los romanos, las Moiras de los griegos, las Atroz de los egipcios,
estaban siempre haciendo algo así como hilar o tejer un hilo […] Diversos
pueblos han tenido la creencia de que la vida humana está determinada (a veces
desde el nacimiento) por diosas maternales o por seres sobrenaturales, y que la
vida termina cuando ellas cortan una cuerda o un hilo[15].
Rohéim
recuerda al respecto a Ishtar, la diosa madre de los asirios, que teje el hilo
de la vida y lo corta. Tanto en la Ilíada como en la Odisea se hace
alusión a las Moiras que han tejido los hilos de la vida de cada persona en el
momento de su nacimiento. En la mitología clásica, las Moiras están
estrechamente relacionadas con las Erinias (Furias); su altar en Sykion estaba
en un bosque dedicado al culto de estas representantes vengadoras de la imagen
de la madre. Cloto hilaba el lino alrededor de la rueca, dejándolo listo para
su hermana Laquesis, que hilaba el hilo de la vida antes de que Atropos lo
cortase con sus tijeras. Todavía en la tradición griega moderna está presente
la figura de las Moiras, ahora convertidas en ancianas que aparecen tres días
después del nacimiento del niño para hilar su hilo. Llama la atención el gran
número de culturas y de panteones que poseen una o varias divinidades,
femeninas o masculinas, relacionadas con el tema de tejer el hilo de la vida de
los hombres, como podemos deducir del amplio abanico de ejemplos ofrecido por
Rohéim. Podemos decir que, en línea general, en la cultura occidental
encontramos tres divinidades femeninas hilanderas (las Moiras en la tradición
grecolatina, Santa Lucía y otras divinidades con hijas hilanderas que curan
varias enfermedades de los hombres en la tradición española, etc.) mientras que
en la cultura medio-oriental quien controla los hilos del destino es una única
divinidad, y suele ser masculina.
Se
ha explicado que:
En la simbología general, el acto de hilar o de tejer se considera,
por lo general, que representa procesos de creación y de crecimiento. Símbolos
relacionados con éste, como el de la red, la tela, la cuerda y el tejido, así
como otros parecidos, se utilizan frecuentemente para sugerir el desarrollo de
las vidas humanas individuales y del universo en su conjunto. Estos símbolos
tienen también connotaciones negativas como instrumentos de sujeción o como
herramientas de prisión[16].
Por
otra parte, no hay que olvidar la cuestión del dios “que ata” y el simbolismo
de los nudos, sobre el cual ha arrojado luz especialmente Mircea Eliade, quien
ha explicado cómo la atadura representa la enfermedad y la muerte[17].
Este tipo de simbolismo puede aclarar muchos aspectos de la estrecha relación
entre el hilo y los ritos de curación de enfermedades desde la más antigua
tradición. Finalmente, el mismo Rohéim identifica el hilo con el cordón
umbilical y lo relaciona con un importante y variado panorama de ritos de
distintas épocas y culturas.
Teniendo
en cuenta todo esto, podemos entender mejor la fuerte carga simbólica del gesto
de la mujer ensalmadora que corta el hilo para curar al niño que tiene
lombrices. Éste, evidentemente es, como señala Ferraro, un gesto de “magia imitativa: il filo avvolto in più
giri è il gomitolo dei vermi che sono nello stomaco del bambino”[18]
[magia
imitativa: el hilo enrollado en más vueltas es el ovillo de lombrices que están
en el estomago del niño][19].
En este
sentido, la ensalmadora corta y mata a las lombrices representadas por el hilo,
librando al enfermo definitivamente de su enfermedad. Además, quiero destacar
que, en varias ocasiones, encontramos un elemento muy interesante en el rito
del encantamiento de las lombrices: la ensalmadora mide con el hilo la altura
del niño y corta el trozo que le corresponde aproximadamente. Es decir, el hilo
mide como el niño, el hilo es el niño, el hilo es la vida del niño y sus
enfermedades, y sus lombrices: el hilo representa todas las lombrices que caben
en el cuerpo de ese niño. Por otra parte, este gesto es propio de lo que se ha
llamado la “magia homeopática o por analogía”. Con dicho nombre identificamos
un tipo de magia que permite que una cualidad de un objeto se transmita a otro
objeto con el que guarda una relación de analogía o semejanza. Por ejemplo,
clavar una aguja en una figura hecha a semejanza de determinada persona se
supone que transmitirá dolores y enfermedades a la víctima de esa acción
mágica. Del mismo modo, coger un hilo de la misma longitud que el enfermo y
luego cortarlo, por su semejanza y analogía representa las lombrices que son
cortadas y matadas por la ensalmadora. También por analogía, los trozos de hilo
son puestos en un vaso de agua, que representa en este contexto el cuerpo del
enfermo, o más exactamente sus entrañas, su tripa. De ahí se pasa entonces a un
análisis y observación que llega a la conclusión de la presencia, o no, de las
lombrices según el movimiento de los hilos en el agua. Si se mueven los hilos,
hay lombrices, y, dependiendo de su velocidad, aumenta el número de los mismos,
es decir, la gravedad de la enfermedad.
Otro
elemento frecuente en los ritos contra las lombrices es la cruz. La cruz es un
elemento fuertemente simbólico, y nos puede aportar datos interesantes para
entender mejor el significado de los gestos que nos ocupan. Es sabida la
función de la cruz como repelente contra las fuerzas malignas: la cruz bendice
y protege y, al mismo tiempo, expulsa el mal de la persona santiguada. El gesto
de trazar una cruz, de varias maneras, sobre cierta parte del cuerpo del
enfermo, implica la bendición de ese órgano y su curación; en este sentido las
cruces trazadas en la tripa del niño son un evidente recurso contra las
lombrices, es decir, contra el mal que está dentro de la misma. Todo esto está relacionado con el papel de la cruz como amuleto, concepto
fundamental que a menudo se confunde con el concepto de talismán que trataré de
distinguir. Frente al talismán, que es un objeto cuya carga de poderes mágicos
procede del interior de la persona, que es un catalizador de las propias
capacidades mágicas de la persona, el amuleto es un objeto mágico en sí mismo;
el amuleto tiene poderes mágicos de tipo general, sirve para repeler los males
o atraer la suerte de modo estable y constante, mientras que el talismán suele
tener funciones más específicas, dinámicas y activas, y operar en momentos o
condiciones determinadas (cuando se manipula de determinada manera, cuando se
pronuncian determinadas palabras mágicas, etc.). El uso de amuletos se
relaciona con uno de los principios del pensamiento mágico: el de la
‘simpatía’, que contagia las cualidades de un objeto en contacto con otro. De
este modo, las propiedades benéficas del amuleto mágico pasarían a la persona,
objeto o propiedad que lo usan o con los que está en contacto. En general,
podemos distinguir entre amuletos y talismanes de tipo natural y otros
elaborados por el hombre. Entre los de tipo natural podrían incluirse
determinadas flores, raíces y plantas (el ajo, el cardo que en muchos lugares de
Europa se ponía en las puertas de casas y cuadras para repeler a las brujas, o
el romero que se ponía en los carros o en las casas para espantar al demonio),
partes del cuerpo animal (patas de conejo, colas de zorro), conchas,
determinadas piedras, etc. Entre los amuletos elaborados por el hombre están
por ejemplo los cuchillos, las herraduras, los dibujos, pictogramas,
estatuillas, reliquias, etc.
El
amuleto más importante dentro del mundo cristiano es la propia representación
de la cruz. Ya en la antigüedad, las cruces griegas, formadas por cuatro líneas
iguales han sido documentadas como símbolos que conferían protección a personas
y propiedades en lugares de toda Europa. Curiosamente, cuando Colón advirtió
que también los indígenas americanos la usaban como amuleto, atribuyó el
fenómeno a la legendaria evangelización en las Indias a cargo de Santo Tomás.
También la "tau" (la cruz sin la línea vertical superior), la
esvástica (la cruz radiada), la cruz de San Andrés (la cruz aspada), y sobre todo
la cruz "immissa" "capitata" o "latina" (con la
línea vertical superior más corta que la inferior) asociada específicamente a
Jesucristo, han sido amuletos de gran tradición en muchos lugares. Durante
muchos siglos, y hasta hoy, los ritos de bendición, de purificación y de
expulsión de espíritus malignos realizados en el mundo cristiano han sido
inseparables del trazo o de la exposición de la cruz.
Pero
no quiero dejar de mencionar el interesante simbolismo que recoge Cirlot con
respecto a la cruz como inversión del árbol de la vida paradisíaco, siguiendo
esa lógica de lo inverso que tanto caracteriza los ritos del folklore y de la
creencia popular.
Cual acontece con el Árbol de la Vida, la cruz es un “eje del mundo”.
Situada en el centro místico del cósmos, es el puente o la escalera por los que
las almas suben hacia Dios. […] Consecuentemente, la cruz establece la relación
primaria entre los dos mundos (terrestre y celeste), pero también, a causa del
neto travesaño que corta la línea vertical que corresponde a los citados
significados (eje del mundo, símbolo del nivel), es una conjunción de
contrarios, en la que casan el principio espiritual y vertical con el orden de
la manifestación y de la tierra[20].
Y
más adelante:
La determinación más general de la cruz, en resumen, es la de
conjunción de contrarios: lo positivo (vertical) y lo negativo (horizontal); lo
superior y lo inferior, la vida y la muerte. En sentido ideal y simbólico,
estar crucificado es vivir la esencia del antagonismo base que constituye la
existencia, su dolor agónico, su cruce de posibilidades y de imposibilidades,
de construcción y de destrucción. Según Evola, la cruz simboliza la integración
de la septuplicidad del espacio y del tiempo, como forma que retiene y que a la
vez destruye el libre movimiento; por esto, la cruz es la antítesis de la
serpiente o dragón Ouroboros, que expresa el dinamismo primordial anárquico
anterior al cosmos (orden)[21].
Cirlot
destaca una interesante interpretación de la cruz como sincretismo de la
bipolaridad y dualidad del cosmos y de la vida, que nos ayuda a entender mejor
su enorme importancia y su fuerte presencia en los ritos de todos los tiempos y
de todas las culturas. Por otra parte, su oposición intrínseca a la figura
simbólica de la serpiente, que, como he comentado, está directamente
relacionada con los gusanos, es decir, con las lombrices que aquí nos ocupan,
explica su difundido empleo en los ritos contra esta enfermedad.
Finalmente
quiero destacar también que se puede interpretar el gesto de la cruz como el acto
de cerrar los agujeros del cuerpo, esos puntos de apertura que hacen el cuerpo
vulnerable, como he comentado anteriormente. De este modo, la cruz trazada
sobre la boca o sobre el ombligo cierra las puertas por las que entró el mal y
por las que puede volver a entrar en un momento posterior.
Por
lo que concierne los textos pronunciados por las ensalmadoras durante estos
ritos, los ensalmos, hay que tener en cuenta que en numerosos lugares se ha
documentado la función repelente de los espíritus malignos asociada no a
determinados objetos físicos, sino a determinados nombres o palabras. Esto se
explica porque en el pensamiento primitivo el nombre o la voz son considerados
como partes esenciales del ser, y simplemente pronunciar en voz alta, dibujar
en el aire o en la arena, o inscribir sobre cualquier material, el nombre de un
demonio o de un dios, o una fórmula especial, puede tener efectos mágicos
extraordinarios. De aquí la explicación de las variadas fórmulas, más o menos
cultas, declamadas por las ensalmadoras para combatir las lombrices, y también
la importancia de recitar ciertas oraciones durante el ritual de curación.
Tanto
en los textos como en los gestos es muy frecuente encontrar como constante el
número tres: hay que repetir el rito tres veces, cada tres días, hay que
repetir tres oraciones, o llevar a cabo algún gesto durante tres días, etc.
Creo que es entonces interesante hacer una breve mención al significado del
número tres y a sus connotaciones simbólicas principales. El número tres ha sido
considerado desde siempre, y en casi todas las culturas, como una cifra con
valor y funciones mágicas. En todo texto literario, desde la Divina Comedia dantesca
hasta las composiciones tradicionales y populares, la importancia de la
estructura ternaria está bien comprobada, pero quizás sea más evidente en los
textos y ritos religiosos y mágico-curativos. Una vez más cito a Cirlot por su
interesante resumen de la simbología de este número:
Es indudable que en la idea humana, viva, del tres y del ternario, entra
la experiencia multisecular de lo biológico. A la existencia de los dos (padre
y madre), sigue casi inevitablemente la del tres (hijo). Por ello dice Lao-tsé:
“El uno engendra el dos; el dos engendra el tres; el tres engendra todas las
cosas”. Por ello el tres tiene poder resolutivo del conflicto expresado por el
dualismo; y es también la resultante armónica de la acción de la unidad sobre
el dos. Simboliza la influencia del espíritu sobre la materia, de lo activo
sobre lo pasivo[22].
Y
además de armonía, el tres representa el orden, el hombre y la vida:
El tres parece el número del orden interior o vertical. Determinado en
el simbolismo del nivel por los puntos esenciales: alto, centro, bajo,
concierne al significado de los tres mundos, celeste terrestre e infernal, que
se relacionan íntimamente con la división ternaria del hombre, en espíritu
(irreales, pensamientos), alma (sentimientos), y cuerpo (instintos) y con las
posibilidades morales del bien, lo neutro y el mal[23].
Con este breve panorama del simbolismo
del número tres, al que hay que añadir el importante peso de la cosmovisión
cristiana, basada también en un sistema ternario, podemos fácilmente entender
la especial relevancia que adquiere esta cifra en los ensalmos que nos ocupan.
En su ensayo, Giardini se
refiere en términos muy generales a la tradición de los ensalmos contra las
lombrices de varias zonas de Italia y de varias épocas. Se pueden destacar
varios elementos comunes: el empleo de fórmulas constituidas por un núcleo
narrativo y una parte más propiamente mágica y misteriosa; la invocación a
Jesús o a la Virgen; la realización de gestos rituales que acompañan la
fórmula, que habitualmente consisten en trazar cruces en el cuerpo del enfermo,
masajearle la tripa, el pecho o la garganta y a veces cortar un hilo largo
cuanto el cuerpo del niño.
Ferraro habla
brevemente de la costumbre de la zona de Ferrara (región Emilia Romagna) de la
costumbre de marcar una cruz sobre el cuerpo de los niños, empezando por la
boca y siguiendo hasta el ombligo; la operación puede ser realizada por la
madre, puesto que es muy sencilla[24].
Por lo que concierne
la tradición de los ensalmos contra las lombrices en el centro de Italia, Amati
recoge el siguiente texto del siglo XIV:
A male di
bachi scrivi queste parole al malato: nella testa: Onus.
Sotto la
poppa ritta: et manuel.
Sopra al
petignone: sonos.
In sul
ginocchio ritto: Gob.
In sul pie
ritto: vermis[25].
[Al mal de los gusanos escribe estas palabras al enfermo: en la cabeza: Onus.
Debajo del pecho recto: et manuel.
Encima de la pierna: sonos.
En la rodilla recta: Gob.
En el pie recto: vermis][26]
Y otro ensalmo
parecido es el que recoge Giannini, también del siglo XIV y de la Toscana:
Chi avesse migniatti, iscrivi
queste parole e non potrà perire: ne la fronte iscrivere manovello, ne la mano manasti, nel ginocchio
iscrivere gobo, nel piè iscrivere vermi. Anchora è buona medicina a chi avesse i detti
bachi iscrivere in su il dito grosso del piede Jobe[27].
[Quien
tuviera lombrices, escriba estas palabras y no podrá morir: en la frente
escribir manovello, en la mano manasti,
en la rodilla escribir gobo, en el pie escribir vermi.
Todavía es buena medicina a quien tuviera dichos gusanos escribir en el pulgar
del pie Jobe][28].
Todos los
testimonios de Italia central llaman la atención por su parecido, ya que su
elemento fundamental es el trazar una especie de dibujo mágico y simbólico
sobre el cuerpo del enfermo: con símbolos como las cruces o como ciertas
palabras se recorre todo el cuerpo con el fin de curarlo.
Otro ensalmo toscano
recogido directamente por Giardini, que tiene mucha afinidad con los ensalmos
tradicionales sicilianos, es el siguiente:
San
Giovannino quand’era malato
la
Madonnina l’andiede a trovare.
Gli disse:
-Figlio, come tu se’ afflitto!
Ti ci
vorrebbe brodo di gallina.
Il
fegatello arrosolato e fritto,
i piedi
con la testa ‘n gelatina.
-O Madre
Santa, non posso mangiare,
c’ho i
bachi in corpo e non so come fare.
-E tu
ripeti le giuste parole.
Segnati,
figlio, dove più ti dole.
La croce
taglia ai vermini la testa,
la croce
taglia il male e sì l’arresta.
Lunedì
santo
Martedì
santo
Mercoledì
santo
Giovedì
santo
Venerdì
santo
Sabato
santo
Domenica
di Pasqua
il verme ch’è
tagliato in terra casca[29].
[San Juanito cuando estaba malo
la Virgencita fue a visitarle.
Le dijo: -Hijo, ¡qué afligido estás!
Te vendría bien caldo de gallina.
El higado cocido y frito,
los pies con la cabeza en gelatina.
-O Madre Santa, no puedo comer,
tengo los gusanos en el cuerpo y no sé qué hacer.
-Y tú repite las palabras justas.
Santíguate, hijo, donde más te duele.
La cruz corta a los gusanitos la cabeza,
la cruz corta el mal y así lo para.
Lunes santo
Martes santo
Miércoles santo
Jueves santo
Viernes santo
Sábado santo
Domingo de Pascua
el gusano que es cortado en el suelo cae][30].
Aparecen aquí varios
elementos que he analizado anteriormente. En primer lugar destaco la presencia de
la Virgen que va a visitar a un enfermo y que le concede la gracia de la
curación mediante el rito de santiguarse la tripa con el signo de la cruz que
“corta la cabeza de los gusanos”: una explicación práctica y eficaz para el
pueblo. A continuación se recitan los días de la Semana Santa, concluyendo con
el domingo de Resurrección o de Pascua que rima con casca, es decir ‘cae’ el gusano al
suelo. Con respecto a este ensalmo Giardini hace una observación muy
interesante:
L’atto del tagliare, che negli
scongiuri siciliani è materialmente eseguito su un filo con un paio di forbici,
qui è attribuito simbolicamente alla croce, la quale essendo costituita da due
assi ad angolo retto può ben rappresentare un paio di forbici bene aperte. È
probabile che l’invocazione ai giorni della settimana santa intendesse
riportare l’operazione del guaritore a quel periodo, in cui più si manifesta la
grazia divina[31].
[La acción
de cortar, que en los conjuros sicilianos es materialmente efectuada sobre un
hilo con unas tijeras, aquí es atribuida simbólicamente a la cruz, la cual
siendo constituida por dos ejes con ángulo recto puede representar unas tijeras
bien abiertas. Es probable que la invocación a los días de la Semana Santa
quisiese relacionar la operación del ensalmador a esa época, en la que se hacía
más patente la gracia divina][32].
Es una observación
aguda, aunque personalmente creo que la relación entre las tijeras y la cruz es
más compleja de lo que dice Giardini, puesto que el simbolismo de ambas figuras
es muy intenso. Creo que la relación es más dual, mutua, es decir, que no se
emplea la cruz solamente porque su forma recuerda a unas tijeras abiertas, sino
que la cruz tiene todas esas connotaciones simbólicas que he apuntado
anteriormente y que me parece que tienen más peso que la mera analogía formal
con las tijeras, aunque ésta también esté presente. Por otra parte, creo que el
empleo de las tijeras, aparte del gesto fuertemente simbólico de cortar que realizan, puede
reconducirse fácilmente por la misma vía analógica al símbolo de la cruz; es
decir, el empleo de las tijeras puede estar veladamente justificado por su
parecido con la cruz y por toda su carga simbólica de instrumento de
erradicación del mal.
Giardini se centra
en las tradiciones del centro de Italia y alude a la tradición meridional de
cortar las lombrices. Con respecto a estas costumbres del sur de la península
he encontrado testimonios que documentan este tipo de ritos en la actualidad.
Por ejemplo recojo el
testimonio de la señora Angela de Bisceglia, un pequeño pueblo de la costa
cercano a Bari (región Puglia), que revela su técnica para cortar las
lombrices, tagliare i vermi:
I vermi si racchiudono nella zona dell’ombelico ed è
lì che bisogna intervenire. Con le manipolazioni si rimette a posto il ventre
scombussolato dagli spasmi. Contemporaneamente si fanno segni della croce
usando gli spicchi d’aglio e si ripetono in mente le formule segrete. A volte i
vermi salgono fino al naso provocando convulsioni più gravi e in quel caso
l’aglio va passato anche sotto le narici. Nelle situazioni più dure è meglio
fare degli impacchi con la camomilla[33].
[Las lombrices están encerradas
en la zona del ombligo y es ahí donde hay que intervenir. Con las
manipulaciones se vuelve a colocar el vientre revuelto por los espasmos.
Contemporáneamente se marcan cruces usando los dientes de ajo mientras se
repiten las fórmulas secretas. A veces las lombrices suben hasta la nariz
causando convulsiones más fuertes y en ese caso hay que pasar el ajo también
debajo de la nariz. En las situaciones más duras es mejor hacer baños con
manzanilla][34].
En el ritual descrito por la
señora Angela encontramos algunos elementos comunes a varias creencias
populares, no solamente relacionadas con la curación de las lombrices. Por ejemplo
el empleo del ajo, que tiene unas connotaciones mágicas muy arraigadas y que se
emplea en muchos conjuros y ritos para combatir los malos espíritus. Como he
apuntado anteriormente, el ajo es un amuleto natural que tiene una larga
tradición en muchas culturas desde la antigüedad. Desde siempre el ajo se ha
interpretado simbólicamente como fuente de una especial energía que aleja la
influencia mágica maligna, posiblemente por su olor penetrante. En efecto,
muchos pueblos lo han considerado como remedio para el mal de ojo y como
amuleto repelente de los espíritus malignos. En la Europa central se empleaba
también contra los vampiros, mientras que en Grecia se atribuía un efecto
protector al simple hecho de pronunciar la palabra “ajo”. Se ha documentado en
varias culturas la costumbre de colgar ajo a puertas y ventanas para alejar los
espíritus malignos o metido en una bolsita para llevarla colgada al cuello en
contra precisamente de las lombrices y de otra enfermedades.
Por otra parte, el gesto de la
mujer que traza una cruz encima del ombligo del enfermo está cargado de
simbolismo, como hemos visto. Consideradas todas las connotaciones de la cruz,
especialmente en la cultura occidental, evidentemente relacionada con el
cristianismo, entendemos que el gesto de santiguarse es fundamental en todo
ritual mágico para combatir cualquier fuerza demoníaca o maligna. Pero es
todavía más interesante este gesto porque se realiza encima del ombligo, lo que
simboliza el deseo de cerrar un punto del cuerpo que se considera en la cultura
popular como una apertura hacia el exterior y por lo tanto causa de
vulnerabilidad de la persona. Lo mismo podemos decir con respecto a la
referencia que se hace a la nariz, que encierra la misma simbología que
cualquier otro agujero del cuerpo.
Finalmente quiero destacar
que, una vez más, se trata de un ritual mágico realizado por una mujer anciana
y respetada, símbolo de la sabiduría y de la experiencia, que tanto es venerada
en el ámbito popular y en toda cultura. La mujer, considerada entonces en una
condición especial de intermediaria entre el enfermo y Dios, traza una cruz
para cerrar el ombligo al mal y para repeler los gusanos malignos con la fuerza
de la fe representada por el ajo y por las cruces. Todo esto no serviría de
nada si no estuviera acompañado por un ensalmo, una “fórmula secreta” declamada
por la mujer y que, desafortunadamente, no conocemos, pues la oración del
creyente es fundamental para invocar a Dios para que realice este milagro de
curación y para realizar el intercambio de dones en el que se basa el ensalmo:
la mujer ofrece sus oraciones a cambio de la curación del enfermo. El empleo de
la manzanilla en el ritual tiene evidentes ecos de la tradición homeopática
popular.
Otro dato importante la señora
Angela que se nos ofrece con respecto al ritual es: “bisogna
tagliare per tre volte a un quarto d’ora di distanza l’una dall’altra, poi si
beve una tazza di camomilla rigorosamente senza zucchero [35] [hay que cortar tres veces, una vez cada
cuarto de hora, después hay que tomar una taza de manzanilla absolutamente sin
azúcar][36].
En la mayoría de los casos
vemos que el ritual debe ser repetido tres veces y, en este sentido, hay que
tener en cuenta la importante simbología del número tres en la cultura, que ya
he analizado. Si no se respeta la repetición del ritual, éste no tendrá éxito,
pues no se cumple uno de los fundamentales elementos mágicos. Una vez más,
vemos el empleo de la manzanilla con fines de curación, debido también a sus
evidentes virtudes curativas para el aparato digestivo.
Se añade un elemento más a
este aparato mágico simbólico, y está relacionado con la transmisión de los
conocimientos de las fórmulas secretas que permiten esta curación, pues no
puede enseñarse el ritual en cualquier momento, como explica la señora Angela:
La pratica si può tramandare soltanto a mezzanotte
della vigilia di Natale. Purtroppo non tutti coloro che la conoscono hanno la
volontà di insegnarla: alcuni temono che chi vuole imparare non mantenga il
segreto, altri (e sono la maggioranza) sono gelosi delle formule. Io non li
capisco proprio. Se si può allargare la possibilità di far bene alla gente,
perché impedirlo? (Angela, X años, Bisceglia, Bari)[37]
[El conocimiento de esta práctica
se puede transmitir solamente a la medianoche de Nochebuena. Desafortunadamente
no todos aquellos que lo poseen están dispuestos a enseñarlo: algunos temen que
quien quiere aprender no vaya a guardar el secreto, otros (y son la mayoría)
son celosos de las fórmulas. Yo de verdad no los entiendo. Si se puede ampliar
la posibilidad de hacer el bien a la gente, ¿porqué impedirlo?][38]
Aquí tenemos otro elemento
importante, la vinculación de la enseñanza a un momento concreto y destacado
como la fecha de Nochebuena, a las doce, es decir, un día especial en la vida
popular y religiosa y una hora igualmente señalada para todo tipo de
experiencia mágica. Por otra parte, el aspecto misterioso de estas formulas
secretas cumple con la faceta enigmática que requiere todo ritual mágico, pues
el hermetismo potencia su fuerza e incrementa el poder de quien posee el
conocimiento.
Siempre en la región Puglia
encontré otro testimonio de rituales para combatir las lombrices que tiene
muchos elementos en común con el anterior; se recoge en una página web que
incluye informaciones muy interesantes acerca del folclore de la zona del Alto
Salento:
Un rito magico molto diffuso era quello di ‘tagliare i
vermi’ ai bambini che soffrivano mal di pancia. Veniva chiamata una donna
esperta, che nel vicinato non mancava mai, e che interveniva con una tecnica e
una formula segreta che le era stata tramandata: per tre volte faceva il segno
della croce sulla pancia del bambino con le mani unte di olio e, massaggiando
la pancia, recitava preghiere misteriose[39].
[Un rito mágico muy difundido era
el de “cortar las lombrices” a los niños que sufrían dolor de tripa. Se llamaba
una mujer experta, que nunca faltaba en las cercanías, y que intervenía con una
técnica y una fórmula secreta que le habían transmitido: marcaba tres veces una
cruz en la tripa del niño con las manos untadas con aceite y, masajeando la
tripa, recitaba oraciones misteriosas][40].
Seguramente en el caso de
estos dos últimos testimonios, la proximidad de la procedencia de los
informantes influye de manera importante en las numerosas analogías que
presentan ambos rituales. Sin embargo, sabemos que varios elementos son comunes
a creencias de otros lugares de Italia o de Europa, y eso sólo se puede
explicar desde una perspectiva más amplia, que se apoye en la antropología y en
el folklore popular. Vemos que se emplea una vez más el verbo tagliare (cortar), y que se identifica la
enfermedad como habitual en los niños, aunque no se especula aquí sobre las
posibles causas de esta inclinación. La figura de la mujer esperta, término del que fácilmente podemos
deducir que alude a la avanzada edad y sabiduría de la mujer en cuestión, es el
de una intermediaria entre el enfermo y Dios, como ya he comentado. Podemos
deducir de aquí el dato de la abundancia de estas mujeres, lo que nos hace intuir
la especial difusión de estos ritos de religiosidad popular entre la gente en
el pasado y hasta hace relativamente poco tiempo. Este breve comentario
contradice de alguna manera el aura de exclusividad y elitismo que impregnaba
el testimonio anterior de la señora Angela. Como en el ritual descrito por la
otra informante, se nos dice que hay que trazar tres veces una cruz en la tripa
del enfermo, aunque en este caso no se emplea el ajo sino el aceite, elemento
natural que también es rico de connotaciones en el folklore. Durante el masaje,
la mujer debe recitar oraciones misteriosas, lo cual nos deja una vez más sin
conocer el texto de estos ensalmos, pero confirma la importancia del factor
misterioso y enigmático que constituye y garantiza la eficacia de este ritual.
Hasta ahora he recogido y
analizado testimonios de ensalmos contra las lombrices procedentes del centro y
del sur de Italia, y ya Pia Giardini plantea en su ensayo la importancia de
encontrar ensalmos parecidos en la Italia septentrional:
Sarebbe interessante sapere se formule affini venivano
adoperate anche nell’Italia settentrionale, per dedurne una continuità ed
omogeneità di credenze e pratiche magiche da un capo all’altro d’Italia[41].
[Sería interesante saber si fórmulas
afines eran empleadas también en la Italia septentrional, para deducir una
continuidad y homogeneidad de creencias y prácticas mágicas en Italia entera][42].
Efectivamente, tras realizar
una limitada investigación en mi zona natal, he encontrado testimonios que
confirman la existencia de este ritual en el norte de la península, tanto a
mediados del siglo anterior como en la actualidad. Los varios testimonios se
pueden agrupar en dos versiones del rito que se distribuyen de manera
complementaria en el territorio. La línea que hace de frontera cultural y
lingüística, según está corroborado por varios estudios, está constituida por
el río Adda, afluyente del grande río Po, en la región Lombardía. Es una
separación natural que creó una distinción fundamental entre las áreas que se
sitúan en cada una de las orillas y que son bastante amplias.
En la zona de los alrededores
de la ciudad de Crema, en la provincia de Cremona, predomina la creencia que yo
misma he recogido, en encuesta de campo, a la señora Augusta Denti, de 78 años,
de Montodine. Transcribo sus informaciones a continuación:
Quando vengono i bambini con il mal di pancia segno
loro i vermi, anche se a volte anche gli adulti possono averli a causa di un
forte spavento o di una grave preoccupazione. Nella maggior parte dei casi sono
bambini perché sono più portati. Il rito per vedere se ci sono i vermi è
questo: prendo un tovagliolo e spacco con la mano sette pezzi di un filo di
cotone, ognuno della lunghezza di un palmo di mano; si può anche tagliare con
le forbici ma se si fa con le mani è più efficace. Dispongo i pezzi di filo sul
tovagliolo, in croce uno sull’altro; nei tempi indietro mia madre, che mi ha
insegnato il rito, disponeva il filo sulla testa del bambino, sempre in croce.
Recito allora le preghiere: tre Ave Marie, tre Gloria Padre, tre Pater Noster e
un Salve Regina insieme ad un’invocazione specifica per far guarire il bambino
“Madona, Signor, fa sta bé c’al bagaí ché” e il nome del malato. Dopodiché
prendo un filo alla volta, lo immergo in un bicchiere pieno d’acqua e osservo
se si muove. Quando tutti i fili sono nel bicchiere, se si muovono, vuol dire
che la persona ha i vermi. Si devono muovere molto e dipendendo dalla velocità
sappiamo se ci sono tanti o pochi vermi. Nel caso in cui ci sono, bisogna
togliere i fili dall’acqua con uno stuzzicadenti, asciugarli e bruciarli. Prima
si bruciavano nella stufa o nel camino, mentre oggi io li brucio col fuoco
della cucina. Il rito va compiuto per tre volte, una volta ogni tre giorni,
fino al compimento della novena. In questi giorni la madre del bambino deve
accendere delle candele e pregare per la guarigione del figlio. Nei giorni
successivi il bambino defeca i vermi».
[Cuando vienen los niños con
dolores de tripa les marco[43]
las lombrices, aunque a veces los adultos pueden tenerlas debido a un fuerte
susto o a una gran preocupación. En la mayoría de los casos son niños, porque
son más propensos. El rito para ver si hay lombrices es éste: cojo una
servilleta y rompo con la mano siete trozos de un hilo de algodón, cada uno
largo como un palmo de mano; se puede también cortar con las tijeras, pero, si
se hace con las manos, es más eficaz. Pongo los trozos de hilo encima de la
servilleta, en cruz uno encima del otro; en tiempos pasados mi madre, quien me
enseñó el rito, ponía el hilo encima de la cabeza del niño, siempre trazando
una cruz. Pronuncio entonces las oraciones: tres Ave María, tres Gloria Padre,
tres Pater Noster y un Salve Regina, junto con una invocación específica para
hacer que el niño se cure: “Virgen, Señor, cura a este niño”, y el nombre del
enfermo. Después cojo uno por uno los trozos de hilo, los meto en un vaso lleno
de agua y observo si se mueven. Cuando todos los hilos están en el agua, si se
mueven, quiere decir que la persona tiene lombrices. Se tienen que mover mucho
y, dependiendo de la velocidad, sabemos si hay muchas o pocas lombrices. Si la
persona tiene lombrices, hay que sacar los hilos del agua con un palillo,
secarlos y quemarlos. Antes se quemaban en la estufa o en la chimenea, mientras
que hoy yo los quemo con el fuego de la cocina. El rito debe cumplirse tres
veces, una vez cada tres días, hasta cumplir una novena. Durante estos días, la
madre del niño debe encender unas velas y rezar por la curación del hijo. En
los días siguientes, el niño defeca las lombrices][44]
En este testimonio hay muchos
elementos interesantes que podemos fácilmente reconocer como constantes que se
repiten en otras tradiciones culturales y en otras versiones del mismo rito, y
que he analizado anteriormente. Voy a destacar los aspectos interesantes de la
técnica heredada y trasmitida por la señora Augusta. Como es habitual, la
informante tiene consciencia de la propensión de los niños por esta enfermedad,
aunque encontramos una innovación que consiste en la inclusión de los adultos
como posibles víctimas de esta patología, debida según la creencia popular (en
el caso de los adultos) a un estado psicológico de especial estrés o tras un
fuerte susto, lo cual no parece tener un fundamento científico. Al contrario,
no se ofrece ninguna información con respecto a la creencia popular acerca de
la causa de la enfermedad en los niños, aunque parece seguir la corriente
tradicional que ve en la excesiva ingestión de azúcar el motivo desencadenante.
El rito que cumple la señora
Augusta gira alrededor de un hilo, que, como he comentado, representa
simbólicamente las lombrices, y a la vez es el hilo de la vida; en este caso no
se emplean las tijeras, sino que se rompe con las manos, con un gesto más
quizás violento, en siete trozos. El número siete es otro de los números con
fuertes connotaciones simbólicas y cito textualmente la definición que da
Cirlot de la cifra:
Siete: orden completo, período,
ciclo. Está compuesto por la unión del ternario y el cuaternario, por lo que se
le atribuye excepcional valor. Corresponde a las siete direcciones del espacio
(las seis existentes más el centro). Corresponde a la estrella de siete puntas,
a la conexión del cuadrado y del triángulo, por superposición de éste (cielo
sobre la tierra) o por inscripción en su interior. Gama esencial de los
sonidos, de los colores y de las esferas planetarias. Número de los planetas y
sus deidades, de los pecados capitales y de sus oponentes. Corresponde a la
cruz tridimensional. Símbolo del dolor[45].
En numerología el siete es el
número sagrado, representa la energía y el movimiento, de modo que podemos
deducir que, aunque la señora Augusta ni siquiera lo sospeche, su gesto implica
muchas connotaciones simbólicas.
El gesto de poner los trozos
de hilo en la servilleta es una evolución del rito que se ha adaptado a los
tiempos actuales, en los cuales son frecuentes los casos en los que la madre va
a pedir el ensalmo para el hijo sin que éste esté presente durante el desarrollo
del ritual. Sin embargo, en el
pasado, según nos comenta la propia Augusta, su madre cumplía el gesto
simbólico encima de la cabeza del enfermo, siempre apelando al principio de
magia realizada por contacto. Tanto en la versión tradicional del rito como en
la moderna, los siete hilos son colocados uno encima de otro formando una serie
de cruces superpuestas, lo que nos lleva una vez más al simbolismo de la cruz.
Tras los gestos, se da paso a
la parte narrativa del rito, a la palabra, que en este caso no consiste en un
texto propio y original, sino en una serie de oraciones: tres Ave María, tres
Gloria Padre, tres Pater Noster y un Salve Regina. Como de costumbre las
plegarias van dirigidas a la Virgen y a Dios. Destaco la constante presencia
del número tres como pilar de la parte textual del rito, que está constituida
por una estructura (3+3+3) +1. Se forma, como vemos, una estructura de nueve
oraciones más un colofón final que cierra la petición. No se puede ignorar que
el número nueve es el múltiplo perfecto del tres, lo que implica cierta carga
simbólica. Cito textualmente Cirlot al respecto:
Nueve: Triángulo ternario.
Triplicidad de lo triple. Imagen completa de los tres mundos. Límite de la
serie antes de su retorno a la unidad. Para los hebreos, el nueve era el
símbolo de la verdad, teniendo la característica de que multiplicado se
reproduce a sí mismo (según la adición mística). Número por excelencia de los
ritos medicinales, por representar la triple síntesis, es decir, la ordenación
de cada plano (corporal, intelectual, espiritual)[46].
Por otra parte, el orden de
las oraciones también es significativo, pues se crea una estructura simétrica
en cuanto al destinatario de la invocación: Virgen-Dios-Dios-Virgen, en la que
podemos también ver la fusión de la figura materna y paterna en una secuencia
de plegarias que así contemplan y celebran estas divinidades. Finalmente, una
invocación libre concreta el nombre del enfermo pidiendo a Dios y a la Virgen
su curación, poniéndose de este modo la ensalmadora como claro intermediario
entre la divinidad y el niño.
Se pasa entonces al segundo
bloque gestual del rito, que consiste en la comprobación de la presencia de las
lombrices mediante la inmersión de los hilos en un vaso de agua. Como ya
comenté, éste es un ejemplo de magia homeopática, puesto que se basa en una
serie de analogías. En este sentido, el vaso con agua representa el cuerpo del
enfermo y los hilos, que además han estado en contacto con la cabeza del niño
en la fórmula tradicional, representan las lombrices que cobran vida y se
mueven declarando su presencia y actividad. En el caso de que sea corroborada
la creencia de que existe la enfermedad, se pasa al rito de incineración de los
hilos, es decir, de las lombrices. El empleo del fuego es un acto de purificación
del mal, que libera completamente al niño de las lombrices, proclamando la
fuerza del bien, de la luz, sobre las tinieblas de los agentes malignos
representadas por los gusanos. Con respecto a la simbología del fuego en los
ritos, Cirlot recoge las siguientes ideas:
En relación con este sentido
solar de la llama, aparece el fuego, en los jeroglíficos egipcios, como
asociado a la idea de vida y salud (calor en el cuerpo). […] Los alquimistas conservan
en especial el sentido dado por Heráclito al fuego, como “agente de
transformación”, pues todas las cosas nacen del fuego y a él vuelven. […] Las
investigaciones antropológicas han dado dos explicaciones de los festivales
ígnicos (perpetuado en las hogueras de San Juan, en los fuegos artificiales, en
el árbol iluminado de Navidad): magia imitativa destinada a asegurar la
provisión de luz y calor en el sol (Wilhelm Mannhardt) o finalidad
purificatoria, y destrucción de las fuerzas del mal (Eugenio Mogk, Eduardo
Westermack), pero estas dos hipótesis no son contrarias sino complementarias.
El triunfo y la vitalidad del sol (por analogía, espíritu del principio
luminoso) es victoria contra el poder del mal (las tinieblas); la purificación
es el medio sacrificial necesario para que ese triunfo se posibilite y asegure[47].
En todo caso, para que el rito
sea eficaz es necesario repetirlo tres veces, cumpliendo de ese modo una
novena, lo que nos vuelve a llevar al simbolismo crucial de los números tres y
nueve. Este intercambio de dones se cierra con el contra-don de la madre del
enfermo que reza sus oraciones para pedir y agradecer la curación del hijo a
las divinidades.
En la otra orilla del río
Adda, en la zona de la provincia de Lodi denominada Basso Lodigiano, predomina
la creencia que he recogido, en encuesta de campo, de labios de la señora
Giuseppina Tarenzi, de 57 años de Castiglione d’Adda y que transcribo a
continuación:
Quando ero piccola mi hanno segnato i vermi diverse
volte. Il procedimento per vedere se avevo i vermi era questo. Andavo da una
signora vecchia del paese che si diceva che era esperta nella guarigione di
questa malattia. Mi faceva distendere sul tavolo e mi misurava con un filo di
cotone dalla testa ai piedi e tagliava la lunghezza; poi tagliava un altro
pezzo che misurava come le spalle (facendo una croce). Mentre sussurrava
qualche preghiera che io non capivo mi faceva delle croci con il dito sulla
fronte, bocca e ombelico. Tagliava i due pezzi di filo con una forbice in
pezzettini di un centimetro e li metteva in un bicchiere pieno d’acqua, sempre
bisbigliando, e guardava se si muovevano. Se si muovevano voleva dire che
c’erano e allora mi faceva bere il bicchiere d’acqua con i fili dentro. Tutto
questo si faceva per tre volte di seguito. Durante questi tre giorni dovevo
dormire di notte con al collo una corona fatta di spicchi d’aglio infilati in
un filo di cotone. Quando andavo in bagno i giorni successivi vedevo nelle feci
i vermi bianchi che si muovevano. La donna non voleva ricompensa ma era sempre
omaggiata con qualche prodotto artigianale.
[Cuando era pequeña me han
marcado[48]
las lombrices varias veces. El procedimiento para ver si tenía lombrices era
éste. Iba a casa de una vieja del pueblo que se decía que era experta en curar
esta enfermedad. Me hacía tumbar encima de la mesa y me medía con un hilo de
algodón desde la cabeza hasta los pies, y cortaba ese trozo. Luego cortaba otro
trozo que medía lo mismo que los hombros (haciendo una cruz). Mientras
susurraba algunas oraciones que yo no entendía, me marcaba unas cruces con el
dedo en la frente, boca y ombligo. Cortaba los dos trozos de hilo en trocitos
de un centímetro y los metía en un vaso lleno de agua, siempre murmurando algo,
y miraba si se movían. Si se movían, quería decir que los tenía, y entonces me
hacía beber el vaso de agua con los hilos dentro. Todo esto se hacía tres veces
seguidas. Durante estos tres días tenía que dormir por la noche con un collar
colgado del cuello que estaba hecho de dientes de ajo cosidos en un hilo de
algodón. Cuando iba al baño los días siguientes, veía en las heces las
lombrices blancas que se movían. La mujer no pedía nada, pero era siempre
recompensada con productos artesanales][49].
La versión del rito recogida
en este testimonio tiene varios elementos que ya nos son familiares puesto que
nos salieron al paso en otras zonas y épocas. Pero introduce unas novedades muy
interesantes. Una vez más la ensalmadora es una vieja experta en curaciones
mágicas de este tipo, y emplea un hilo como elemento principal del ritual. Como
en algunas tradiciones del centro de Italia que recogió Giardini en su ensayo,
encontramos aquí el gesto de medir con el hilo el cuerpo del enfermo; esto
implica la analogía cuerpo-hilo que posiblemente aluda a una hipotética lombriz
que recorre toda la persona, es decir, la más grande que puede caber en ese
cuerpo. Este acto recuerda de alguna manera las cintas con la medida de algún
santo que se guardaban como protección gracias a las virtudes que el santo
había contagiado a la cinta a través del contacto, más o menos simbólico, con
su cuerpo. La analogía entre el cuerpo y el hilo o la cinta del mismo tamaño
es, según vemos, muy tradicional. Pero la ensalmadora, además de medir el niño
de los pies a la cabeza, mide la anchura de sus hombros, trazando de ese modo
con el hilo una cruz que recorre todo el cuerpo del enfermo, lo que conlleva un
fuerte simbolismo. Y la cruz se configura como el elemento que fundamenta todo
el ritual, ya que la ensalmadora corta el hilo con unas tijeras y traza con el
dedo unas cruces en la frente, boca y ombligo del niño. Este elemento también
lo encontramos en el centro de Italia y sabemos que proporciona la protección
como amuleto y que simboliza el cierre de esos agujeros del cuerpo.
La analogía entre el hilo y
las lombrices es aquí aún más evidente, puesto que los trozos son varios y de
tamaño muy limitado, y guardan cierto parecido con los gusanos reales. Volvemos
a encontrar el gesto de comprobación de la enfermedad con la inmersión de los hilos
en un vaso de agua, pero la purificación y liberación del mal es diferente. En
efecto, en el caso de detectar las lombrices, el niño debe beber el agua con
los hilos dentro, lo que parece contradictorio, pero se basa en la lógica del
inverso, concepto muy difundido y arraigado en las tradiciones mágicas
populares y folklóricas[50].
Se repite el sistema ternario en la repetición del rito tres veces, y en el
remedio que consiste en dormir tres noches con una corona de ajos al cuello;
encontramos así el ajo como amuleto y otra vez el hilo. El núcleo narrativo del
rito, el ensalmo en sí, vuelve a quedar en la oscuridad en la que prefieren
mantenerlo los informantes, pero sabemos con seguridad que la parte textual no
faltaba, y que estaba velada con un halo de misterio que hacía de esas palabras
algo mágico y eficaz.
La documentación acerca de ritos curativos de las
afecciones provocadas en humanos por las lombrices es conocida en España desde
finales del siglo XV y principios del XVI. Diversas fuentes de aquella época
atestiguan la preocupación por esta enfermedad, y algunos textos literarios
contienen breves alusiones a remedios mágico-esotéricos que se aplicaban al
problema en cuestión.
En 1528, Francisco Delicado,
en La lozana andaluza, ofrecía un testimonio precioso que prueba el arraigo tradicional de los
ritos de curación de las lombrices mediante ensalmos (a la par que daba
información sobre otros muchos remedios populares y mágicos para otras
enfermedades):
AUTOR: ¿En qué pasáis tiempo, mi señora?
LOZANA: Cuando vino vuestra merced, estaba diciendo el modo que
tengo de tener para vivir, que quien veza a los papagayos a hablar, me vezará a
mí a ganar. Yo sé ensalmar y encomendar y santiguar cuando alguno está aojado,
que una vieja me vezó, que era saludadera y buena como yo. Sé quitar ahítos, sé
para lombrices, sé encantar la terciana, sé remedio para
la cuartana y para el mal de la madre. Sé cortar frenillos de bobos y no bobos,
sé hacer que no duelan los riñones y sanar las renes, y sé medicar la natura de
la mujer y la del hombre, sé sanar la sordera y sé ensolver sueños, sé conocer
en la frente la fisionomía, y la quiromancia en la mano, y prenosticar[51].
En 1550, Juan de Arce de
Otárola, en sus Coloquios de Palatino y Pinciano, reitera la costumbre de ensalmar las lombrices, e
incluso hace alguna especulación acerca de una fuente que las mata:
PALATINO: Jamás me hallé en aldea que tenga fuente que no digan
los labradores alguna virtud y cosa señalada de sus fuentes. En mi tierra dicen
que hay una que mata las lombrices, y en aquel lugar de
vuestras monjas decían que había otra que por mucho que comiesen, en bebiendo
della se digería y ponía gana de comer, sino que tenía una tacha: que criaba
piojos en los muchachos.
PINCIANO: Si lo primero fuese verdad, no habría mejor fuente en el
mundo. Paréceme que la de vuestra tierra es buena para muchachos, que matará
las lombrices, y estotra para los hombres. Todo puede ser, que otras cosas refieren
de fuentes que parecen más estrañas y increíbles, y muchas dellas vemos por
expiriencia ser verdaderas. Unas son dulces, otras amargas, unas claras, otras
turbias, unas calientes, otras frías, unas delgadas, otras gruesas, y la mejor
dellas no debe de ser tan buena como un buen río[52].
Desde el siglo XV, también se
documenta la creencia de que la causa de las lombrices en los niños es la
excesiva ingestión de dulces y de azúcar, creencia que llega hasta hoy en día.
Y que, en el intervalo, se documenta, por ejemplo, en la Historia del famoso
predicador Fray Gerundo de Campazas alias Zotes (1758) de Isla: «porque el muchachuelo era goloso y padecía mucho
de lombrices»[53].
Pero también encontramos esta
idea en Max Aub, que en La calle de Valverde (1961), incluía este episodio:
-¿Otra bufanda? Vosotras queréis matarlo. No veis que no puede respirar el
chico; sudará y...
-Mira, Pilar, quítale una camiseta, con dos tiene bastante.
-Con tanto azúcar lo que le criáis son lombrices.
Estoy segura de que ese chico tiene lombrices. O la solitaria. ¡Más azúcar,
Teresa! ¡Más azúcar![54],
Además, Gabriel García
Márquez, en Cien años de soledad (1967), incluía este párrafo:
Al principio el
pequeño Aureliano sólo comprendía el riesgo, la inmensa posibilidad de peligro
que implicaban las aventuras de su hermano, pero no lograba concebir la
fascinación del objetivo. Poco a poco se fue contaminando de ansiedad. Se hacía
contar las minuciosas peripecias, se identificaba con el sufrimiento y el gozo
del hermano, se sentía asustado y feliz. Lo esperaba despierto hasta el
amanecer, en la cama solitaria que parecía tener una estera de brasas, y
seguían hablando sin sueño hasta la hora de levantarse, de modo que muy pronto
padecieron ambos la misma somnolencia, sintieron el mismo desprecio por la
alquimia y la sabiduría de su padre, y se refugiaron en la soledad. "Estos
niños andan como zurumbáticos", decía Úrsula. "Deben tener lombrices."
Les preparó una repugnante pócima de paico machacado, que ambos bebieron
con imprevisto estoicismo, y se sentaron al mismo tiempo en sus bacinillas once
veces en un solo día, y expulsaron unos parásitos rosados que mostraron a todos
con gran jubilo, porque les permitieron desorientar a Úrsula en cuanto al
origen de sus distraimientos y languideces[55].
Como podemos ver en esta
última cita, los textos también recogen remedios concretos a base de alimentos
diversos para combatir la enfermedad. Desde el siglo XV, los libros más
variados, desde ensayos a obras de teatro y, obviamente, los textos científicos
de medicina y de botánica, proporcionan un amplísimo abanico de recetas para
matar los molestos gusanos. Destaco como una especial constante en el espacio y
en el tiempo el empleo de miel y azúcar, lo que parece una paradoja, dado que
se creía que la enfermedad era provocada por el excesivo consumo de dulces.
Precisamente ésta es la idea que expone con sarcasmo Benito Jerónimo Feijoo en
su Theatro Crítico Universal de 1739:
PARADOXA XX.
Miel y azúcar, remedio de las lombrizes.
El expertísimo
Florentín Francisco Redi descubrió esta novedad, con repetidas experiencias, de
que mueren las lombrizes puestas en miel o en azúcar, y en agua azucarada o
mezclada con miel. Este descubrimiento debe servir de despertador a los
médicos, para que miren y remiren bien sus más establecidos dogmas, no fiándose
jamás de la possessión en que están, entre tanto que no se alega por ellos más
que el derecho de possessión. ¿Qué máxima más generalmente recibida, que todo
lo dulce fomenta y propaga las lombrizes? Con todo, la experiencia acaba de
mostrar que sucede lo contrario, y en vez de fomentarlas, las destruye[56].
Otro ámbito en el que se han
conservado muy bien estas creencias y rituales es el de la cultura popular
gallega moderna. Víctor Lis Quibén ha recogido un amplio y detallado corpus de
esos ensalmos gallegos en un ensayo al que remito a quien quiera profundizar en
el tema[57].
En esta ocasión me limito a destacar las muchas analogías que presentan los
ritos gallegos con los que he analizado de la cultura italiana: el concepto de
‘cortar’ las lombrices, el empleo del hilo o la importancia de la cruz que
viene trazada sobre varias partes del cuerpo del enfermo.
Los
procedimientos que emplean para curarlas son los clásicos y tradicionales, consistentes
en «cortar», «bendecir», «courtarlas», «desconxurar», haciendo cruces, desde el
pecho a la barriga, en las plantas de los pies y palmas de las manos, y en la
«cruz de rens» (región lumbar), recitando ensalmos, rezando oraciones y, en
algún caso, tendiendo a darle un carácter científico, al administrarle
diferentes substancias con miras a su curación[58].
Dentro
de los variados rituales contra las lombrices recogidos en Galicia, Quibén
distingue dos grupos: uno a base de manipulaciones y ensalmo, más parecido a
los que hemos analizado y encontrado en Italia a lo largo de este estudio, y
otro a base del empleo de diferentes sustancias. Parece que este segundo grupo
de rituales no haya tenido mucho arraigo o quizás simplemente no haya pervivido
en Italia, mientras que en el área gallega presenta unos rasgos bastante
complejos y sofisticados. En general se pueden resumir los elementos
principales empleados de este modo:
Los
objetos, substancias y líquidos que emplean son: un rosario, un libro en latín,
una navaja corriente o de afeitar, un cuchillo, una peseta antigua, un
cacharro, un vaso y una mariposa, un paño, azúcar, azafrán, «unto», harina,
incienso, aceite, agua, miel, aguardiente, pan, jamón, hollín, un diente de
ajo, romero, ruda, zarza, menta, hojas de «ampio» y hierba de «ascenta»[59].
Con
respecto a las divinidades a las que acuden e invocan los gallegos para curarse
de las lombrices, también presentan similitudes con las costumbres italianas
analizadas:
Los santos
y santas que se mencionan en los ensalmos son únicamente San Antonio, San Waldo
y Santa Ana y, como en todo caso, a Dios y a la Virgen María, y las oraciones
que se rezan son las de costumbre, el padre nuestro y el ave maría y, algunas
veces, el salve[60].
Por lo
que concierne la cuestión temporal, es decir, los días en los que se efectúa el
ritual y su duración, vemos que también Quibén recoge testimonios que
corroboran la importancia capital del número tres y de su múltiplo nueve:
Las
ocasiones en que llevan a cabo el tratamiento son: una al día, nueve al día,
una al día y tres seguidos, una al día y nueve seguidos, y una vez todas las
noches, hasta que cure el enfermo. Los efectúan a cualquier hora y día de la
semana, pero parece ser que tiene más valor cuando los realizan un miércoles
por la mañana[61].
Con respecto a los ensalmos,
no puedo realizar una comparación significativa, puesto que poseo un corpus
demasiado escaso de testimonios italiano, lo que deja esa parte del estudio
pendiente para un futuro.
Con esta investigación, que es, desde luego, un
primer paso dentro de una exploración más amplia y ambiciosa que me propongo
hacer en el futuro, he podido comprobar que en este tipo de ritos y ensalmos
contra las lombrices encontramos elementos comunes que funcionan como
constantes a lo largo del tiempo, ya que he recogido una serie de testimonios
que van desde la Edad Media hasta la actualidad, y a lo ancho de un muy
dilatado espacio, pues he analizado versiones tanto del norte como del centro y
del sur de Italia, y también en otras tradiciones como la española; y no he
dejado de encontrar analogías y paralelismos significativos.
Tras el análisis textual, pero
también antropológico y psicológico, de los elementos que funcionan como claves
de estos ritos y ensalmos, puedo afirmar que su difusión y presencia en el
tiempo y en el espacio no responde a una mera casualidad o a un simple fenómeno
de contagio por contigüidad o
proximidad. Al contrario, creo que los elementos que se repiten en estos ritos
están ahí por razones mucho más profundas, pues responden a ciertos esquemas
mentales comunes a todos los hombres, propios de su naturaleza humana y sobre
todo de su cultura: el hombre se enfrenta a veces a un problema de salud que
afecta su vida diaria, como es la enfermedad de las lombrices, y necesita una
solución para superar ese obstáculo, sea ésta médico-científica o
mágico-religiosa. Al principio es evidente que sólo cabía la respuesta
esotérica, mágica y religiosa. De ahí el arraigo de los ritos y de los ensalmos
que se basan en la fe o, si queremos decirlo así, en la superstición. Y la
intervención de ciertas personas que asumen el papel de mediadoras entre el
enfermo y la divinidad para obtener una curación milagrosa gracias a una
combinación de gestos y de palabras empleadas como petición y ofrendas.
Al analizar estos rituales, he
comprobado que los patrones y componentes empleados no son aleatorios, pues
tienen una carga simbólica muy fuerte que, combinada con los demás elementos
del rito, constituye una unidad significativa perfectamente estructurada y
coherente para el fin que pretenden. Pienso, por ejemplo, en el símbolo de la
cruz como amuleto, del hilo que representa las lombrices y a la vez el hilo de
la vida, de las connotaciones de los números tres, siete y nueve, del empleo
del fuego como purificación.
Sólo desde este marco general,
comparativo, interdisciplinar, abierto, se puede explicar e interpretar, en mi
opinión, la pervivencia en el espacio y en el tiempo de estos ritos y ensalmos,
pues nos revelan la extraordinaria capacidad de conservación y a la vez de
renovación de ciertas prácticas que responden a ejes ideológicos, mentales y
culturales propios del ser humano.
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Géza, “The thread of life”, Fire in the dragon and other psychoanalytic
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[1] Este
trabajo ha sido posible gracias a la beca FPI de la Universidad de Alcalá.
[2] Boccaccio,
G., Decamerón, edición de María Hernández Esteban, Madrid, Cátedra,
2002.
[3] Boccaccio, Decameron, p. 775.
[4] Boccaccio, Decameron, p. 776.
[5] Giardini, Maria Pia, Tradizioni
popolari nel Decameron,
ed. Leo S. Olschki, Florencia, 1965, pp. 41-42.
[6] Traducción de Mita
Valvassori.
[7] Pedrosa,
José Manuel, "Ensalmo", Enciclopedia Universal Multimedia, Madrid,
Micronet, diversas ediciones en CD-Rom.
[8] Pedrosa,
"Ensalmo”.
[9] Pedrosa, "Ensalmo”.
[10] Cirlot,
J. E., Diccionario de símbolos, Siruela, Madrid, 1997, p. 239.
[11] Pedrosa,
J. M., La historia secreta del ratón Pérez, Páginas de
Espuma, Madrid, 2005, p. 199.
[12] Pedrosa, La
historia secreta del ratón Pérez, p. 206.
[13] Cirlot, Diccionario
de símbolos, p. 248.
[14] Cirlot, Diccionario
de símbolos, p. 248.
[15]
Rohéim, “The thread of life”, Fire in the dragon and other psychoanalytic
essays on folklore, ed. A. Dundes, Princetown University, 1992, p.
88.
[16]
Bruce Long, J., “Webs and nets”, The enciclopedia of religión,
ed. M. Eliade, Nueva York – Londres, Macmillan, XV, 1987, p. 367.
[17] Mircea
Eliade, “Le Dieu lieur et le symbolisme des noeuds”, Images et symboles,
Gallimard, Paris, 1980, pp. 120-163.
[18] Ferraro, G., “Tradizioni e usi
popolari ferraresi”, Archivio per lo Studio delle Tradizioni Popolari, Vol. V, 1866, p. 282.
[19]
Traducción de Mita Valvassori.
[20] Cirlot,
Diccionario de símbolos, p. 157.
[21] Cirlot, Diccionario
de símbolos, p. 159.
[22] Cirlot, Diccionario
de símbolos, p. 437.
[23] Cirlot, Diccionario
de símbolos, p. 438.
[24] Ferraro, “Tradizioni e usi
popolari ferraresi”, p. 282.
[25] Amati, G., Ubbie, ciancioni
e ciarpe del sec. XIV,
Romagnoli, Bologna, 1866, p. 31.
[26] Traducción de Mita Valvassori.
[27] Giannini, G., Una curiosa
raccolta di segreti e di pratiche superstiziose fatta da un popolano fiorentino
del sec. XIV,
Città di Castello, Lapi, 1898, p. 32.
[28]
Traducción de Mita Valvassori.
[29] Giardini, Tradizioni
popolari nel Decameron,
pp. 44-45.
[30]
Traducción de Mita Valvassori.
[31] Giardini, Tradizioni
popolari nel Decameron,
p. 45.
[32]
Traducción de Mita Valvassori.
[34]
Traducción de Mita Valvassori.
[36]
Traducción de Mita Valvassori.
[38]
Traducción de Mita Valvassori.
[40]
Traducción de Mita Valvassori.
[41] Giardini, Tradizioni
popolari nel Decameron,
p. 46.
[42] Traducción de Mita Valvassori.
[43] La
expresión italiana segnare i verbi no tiene un correspondiente en
castellano y he optado por traducirla literalmente pues el verbo segnare significa
‘marcar, señalar, indicar’.
[44]
Traducción de Mita Valvassori.
[45] Cirlot, Diccionario
de símbolos, p. 336.
[46] Cirlot, Diccionario
de símbolos, p. 337.
[47] Cirlot, Diccionario
de símbolos, p. 215.
[48] Véase nota n° 42.
[49]
Traducción de Mita Valvassori.
[50] Véase
Pedrosa, La historia secreta del ratón Pérez, p. 305.
[51] Delicado,
Francisco, La lozana andaluza, ed. Claude Allaigre, Madrid,
Cátedra, 1994, p.381.
[52] Arce de
Otárola, Juan, Coloquios de Palatino y Pinciano, ed. José Luis Ocasar
Ariza, Madrid, Turner, 1995, p. 1264.
[53] Isla, José
Francisco, Historia del famoso predicador Fray Gerundo de
Campazas alias Zotes, ed. José Jurado, Madrid, Gredos, 1992, p. 702.
[54] Max Aub, La
calle de Valverde, ed. José Antonio Pérez Bowie, Madrid, Cátedra, 1985 p. 224.
[55] García
Márquez, G., Cien años de soledad, ed. Jacques Joset, Madrid,
Cátedra, 2004, pp. 94-95.
[56] Feijoo,
Benito Jerónimo, Theatro Crítico Universal, Oviedo, Instituto
Feijoo del siglo XVIII, 1998, p. 285.
[57] Quibén,
V. Lis, La medicina popular en Galicia, Akal, Madrid,
1980, pp. 213-221.
[58] Quibén, La
medicina popular en Galicia, p. 213.
[59] Quibén, La
medicina popular en Galicia, p. 214.
[60] Quibén, La
medicina popular en Galicia, p. 214.
[61] Quibén, La
medicina popular en Galicia, p. 214.