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Agúndez García, José Luis. “Cuentecillos españoles (I). El Averiguador Universal”. Culturas Populares. Revista Electrónica 2 (mayo-agosto 2006). http://www.culturaspopulares.org/textos2/articulos/agundez.htm ISSN: 1886-5623 |
Cuentecillos
españoles (I). El Averiguador Universal
José Luis Agúndez García
Fundación
Machado (Sevilla)
El Averiguador Universal (1879-1882) fue una revista quincenal que continuó la labor del Averiguador (1861-1876) buscando el éxito de otras
publicaciones europeas, como la londinense de Notes and Queries, que pretendían mantener una correspondencia
literaria con y entre sus lectores sobre toda cuestión que despertase la
curiosidad en el público. En 1882 se constituía en portavoz de la Academia
Nacional de Letras Populares, creada a semejanza de la asociación denominada
Folklore en Inglaterra. Como
tal, entre producciones literarias por entregas (Pachecos y Palomeques [1623] de Céspedes y Meneses, la edición
primera de Las Quinientas apotegmas de Luis Rufo, etc.), ofrecía al público un sinfín de
materiales aportados popularmente entre producciones de los grandes escritores
pioneros del folklore implicados con las tradiciones, como el propio
responsable de la Revista, José María Sbarbi o Ricardo Palma, Fernán Caballero,
Romualdo Nogués, Sarmiento, etc.
Palabras clave
Literatura siglo XIX. Literatura oral y escrita. Folklore. Tradiciones
populares y literarias. Paremiología. Cuento tradicional. Leyenda. Revistas
siglo XIX.
El Averiguador Universal (The universal inquirer)
(1879-1882) was a biweekly magazine that continued with the tradition of the Averiguador (Inquirer)
(1861-1876) and that pursued the same success of other European publications
such as the English Notes and Queries, that had a literary correspondence with and
between their public about any topic that called the reader’s attention. In
1882 it was the voice of the Academia Nacional de Letras Populares, that was created in resemblance of the Folklore in England association.
This magazine offered, among literary serials (Pachecos y Palomeques (1623)
by Céspedes and Meneses, or the first edition of Quinientas apotegmas by
Luis Rufo), many other kinds of material written by the pioneer authors of
folklore and tradition such as José María Sbarbi (in charge of the magazine),
Fernán Caballero, Romualdo Nogués or Sarmiento.
XIX century literature. Written and oral literature. Folklore. Literary
and popular tradition. Legends. XIX century magazines.
Uno de los recursos que mayor sazón proporciona al discurso es el cuentecillo, tanto en la forma oral como en la escrita. El cuentecillo, la anécdota, la gracia prendidos como destellos en una exposición elevan la predisposición del auditorio hacia el orador. El individuo capaz de desplegar con gracia un rosario de cuentecillos apropiados en su conversación suele resultar favorecido en las relaciones en sociedad.
Es una realidad tan evidente que no pocos grupos sociales los han incluido en sus menesteres. Los usaron los clérigos en sus sermones tanto para mantener la atención de los feligreses como fábula o parábola moralizante, lo usaron los docentes con idénticos fines, los abogados…. Es muy conocida una anécdota clásica de Demóstenes, que nos recuerda Bernardino de Velasco en su Deleite[1]. También resuena en Boira[2]:
Defendiendo
Demóstenes, padre de la elocuencia, á un hombre que iba á ser condenado á la
pena capital, algunos de los jueces se divertían entre sí en conversaciones que
alarmaron al elocuente orador.
Conociendo
entonces que la oratoria sería inútil en un país de sordos, trató de llamar la
atencion de los jueces, y lo consiguió refiriendo un cuento que enlazó con su
asunto, y es el siguiente.
Seguidamente cuenta el cuentecillo del que alquila un asno. En medio del desierto, al mediodía, decide ponerse bajo su sombra, pero el alquilador, que lo ve, le dice que la sombra no se la ha alquilado, que se aparte; el otro alega que lo había alquilado con la sombra, y deciden ir al tribunal. En este punto, la atención vuelve de nuevo a la actitud de los jueces:
Entre
tanto, los que esto escuchaban, habian dejado de hablar, y atentos y
silenciosos, no podian ocultar el interés que tomaban en el pleito del jumento,
ni la estraordinaria curiosidad que tenian por saber la resolucion que en él
recayó; pero el diestro orador, cambiando de repente de entonación y de asunto,
esclamó enardecido:
-¡Oh,
senado supremo! el despreciable litigio de un asno llama vuestra atencion, ¿y
no os la llama la importancia de la vida de un hombre?
Esta
reconvencion produjo tal efecto, que no se distrajeron más; escucharon al
irresistible orador, y el reo fue absuelto.
Si a nuestra sociedad puede resultar irreverente la actitud de los jueces griegos ante asunto que hoy nos parece grave (una pena de muerte), no vamos a culparles por el interés mostrado ante un cuentecillo, pues a nosotros mismos infundió curiosidad, y pesarosos estamos de que el juicio del asno no se celebrase para saber el veredicto del jurado con respecto a la propiedad de la sombra.
Para el cortesano renacentista era una preocupación o un arte que debía aprender; entre sus materias de estudio era imprescindible una buena colección de cuentos para exponer en los momentos más adecuados. La gracia en la conversación fue muy valorada desde siempre, no sólo en el despliegue de anécdotas, sino en la prontitud, agilidad verbal y ocurrencia: le era imprescindible al cortesano improvisar respuestas ingeniosas, ser capaz de cumplimentar consonantes, buscar versos apropiados, ingeniar motes, comprender cientos de refranes tras los que se condensaban miles de historias, si no quería pasar por rústico ignorante. Y ¡cuántos rústicos dominaban estas “artes”!
Eran necesarios en los largos viajes, como los de las romerías y peregrinaciones, en las sobremesas, en las largas noches de invierno, en determinados trabajos…
Imposible resulta recuperar todos los transmitidos por la voz, perdidos en el viento y el tiempo, salvo los que aún puedan perdurar brotando desde lo más hondo del recuerdo colectivo; a los que se dedican los investigadores del folklore. Pero es posible disfrutar de toda una innumerable colección de chistes, cuentecillos y anécdotas que se encuentran dispersos en nuestra literatura, bien adornando buena porción de obras de la literatura escrita, bien formando colecciones completas de ellos, pues fueron creadas, en ocasiones, como “manuales” o acopios para uso del orador o contertuliano. Algunas de estas colecciones fueron meros manuscritos preparados para uso personal o restringido, tal vez inéditos aún. Otras fueron publicadas en ediciones raras y de escasa difusión.
La revista que nos ocupa en esta ocasión, El Averiguador Universal, disfrutó de una tirada de unos cuatrocientos ejemplares en su día, pero hoy no es una obra a la que se pueda acceder fácilmente, por lo que nos parece útil poner ante el folklorista parte de los materiales que en él se vertieron: los cuentecillos, anécdotas, relatos breves… tradicionales, orales o escritos. La idea del creador, Sbarbi (Cádiz, 1834 – Madrid, 1910), era dedicarse a curiosidades de todos los campos, y para todos los públicos, de ahí lo de universal. El propósito era que los subscriptores (o no) expusiesen preguntas o curiosidades que quisiesen saber; en publicaciones sucesivas se contestaría a esas preguntas, bien por la editorial o por otros subscriptores (o no). Es claro que gran parte quedaba sin contestación. Interesa comentar que la mayoría de las preguntas iban dirigidas a curiosidades lingüísticas, especialmente al esclarecimiento y origen de dichos, refranes o frases célebres. Quizás la devoción del director hacia este tema dirigiese las preguntas hacia él… Evidentemente, muchas anécdotas, cuentecillos, sucesos históricos, fábulas, y otras formas narrativas son unos de los elementos que suelen estar en el origen (real o supuesto) de tantas y tantas expresiones. Naturalmente, como obra miscelánea, la Revista fue abriendo un amplio campo donde cobijar gran variedad de materiales, entre ellos los cuentos en sí. En el cuadernillo del 31 de agosto del primer año, el propio Sbarbi escribía un cuento moralizante, que no reproducimos por el escaso interés folklórico. Lo anunciaba como Cuento primero, y llevaba el título de La sortija encantada. Visitar a los enfermos. Cuenta que la aristócrata doña Isabel hace ver a su hija que mejor que una joya material había otra: visitar a una pobre anciana desahuciada y consolarla: las lágrimas de agradecimiento serían mejor que la joya. Con esta idea, visitan a la anciana que, conmovida, le dice a la niña que la bendice y que lo mismo pedirá que haga su propio hijo. Yendo de paseo, la mamá, en una tormenta, es arrastrada por el río. El hijo de la anciana se lanza por ella y la rescata. En gratitud pide únicamente besar las manos de la niña por la que habían corrido las lágrimas de su madre, y por las que él vertería su sangre (nº 22 [1879], pp. 350a-351b)
Manifestaba Sbarbi en el primer cuadernillo (15 de enero de 1879) sus propósitos:
“1.º y principal arraigar en España una especie de
comercio, trato ó correspondencia literaria, que ha alcanzado gran prosperidad
en casi toda Europa y áun en el suelo Norte-americano, como lo acreditan, entre
otras publicaciones, las Notes and Queries, de Lóndres; L´Intermédiaire des chercheurs et
curieux, de París; el Historical
magazine, de Amsterdam, y el
antiguo malogrado Averiguador,
de Madrid, de quien comenzó á aclimatar en nuestro suelo este linaje de
literatura, como queda indicado.
2.º Publicar en sus columnas cuantos documentos, noticias, descubrimientos y novedades se relacionen con todo aquello que entrañe verdadero espíritu de curiosidad (…) parece no excluir de su jurisdiccion materia alguna, con todo, se propone firmísimamente eludir de su competencia toda cuestion que trate de dogma religioso ó de política vigente, por razones que no pueden ocultarse á la penetracion del más sencillo lector. (nº 1 [1879], pp. 2-3)
Parece ser que algunos suscriptores se quejaron de que se tratasen temas vulgares, por lo que advierte en el nº 3:
…créese
la misma en el caso ineludible de proclamar, y de proclamar muy alto, que el
espíritu de la presente publicación es universal, como lo previene el título; y que por lo tanto,
contando en el número de suscriptores y favorecedores con personas de todos los
estados, clases y profesiones sociales, con tódos habla, y á todos tiene
forzosamente que dar gusto en cuanto le sea posible. (nº 3
[1879], p. 25a; 15- feb.)
Se observará que es deseo de Sbarbi emular la labor de otros eruditos e instituciones de las culturas más avanzadas del mundo circundante, y de continuar con la tarea del precedente Averiguador. Él mismo había dado cuenta de la vida de la revista en los periodos precedentes: había salido por primera vez en 1868, una segunda en 1871 y una tercera en 1876 (el último número vio la luz el 11 de noviembre). Cabe señalar que coincide con una época muy volcada en la exhumación de tradiciones literarias espigadas en autores clásicos españoles.
Salía a manos de los subscriptores quincenalmente (cada día 15 o último de mes), cada número tenía 16 páginas, para formar un volumen anual de unas 400 numeradas de forma continua.
Por las advertencias repetidas regular e invariablemente durante todo el primer año, parece que se topaba constantemente con la morosidad de los lectores, advirtiendo, en alguna ocasión, de que con esa actitud llegaría la defunción de la Revista. Quizás Sbarbi pecó de ingenuo enviándola a personas que la solicitaban sin aportar nada de antemano, pero ya sabemos que eran otros tiempos, en que la palabra y el honor gozaban de más alta estima ¿o no?
Lo cierto es que, al medio año de existencia, el 31 de julio, por esta causa, se le ocurre insertar unas estrambóticas anécdotas de un tal Camilo de Lellis (imaginamos que totalmente ajeno al santo italiano, así llamado, que sobresalió en su dedicación hacia los enfermos, hasta ser nombrado patrono de los trabajadores sanitarios, bien conocido como S. Juan de Dios [1550-1614]). No quiere que a sus subscriptores les ocurra como a él. E inserta la siguiente historia:
Morir por falta de memoria
Es la triste de D. Camilo de Lélis, aquel
célebre solteron, que al preparar para su cena un huevo pasado por agua, puso
en el puchero su reloj de plata, y se colocó lindamente el huevo en el bolsillo
del chaleco.
Este
desgraciado no se acordaba, por lo regular, ni de su nombre ni de las señas de
su casa, y llevaba siempre úno y ótro apuntado en la cartera. Pero las carteras
se suelen perder, y el infeliz perdió un dia la suya, echándola en el buzon del
correo en vez de una carta.
Al
día siguiente se leía en el Diario este anuncio:
“En
la fonda de… se encuentra un caballero, pues tal parece en su traje y en sus
maneras, que fue conducido anoche por el sereno del barrio, y que no sabe adónde
dirigirse, porque se le han olvidado completamente su nombre y las señas de su
casa. La persona que, por éstas, venga en conocimiento de quién es, podrá
llegarse á recogerlo y pagar un huevo pasado por agua, que fue su cena.”
Cuando
leí este anuncio, grité al momento: “¡Él es!” En efecto, era él.
Este
buen hombre vivía solo, y como estaba fuera de casa la mayor parte del dia, le
habían roto muchas veces el cordon de la campanilla los areneros y los
repartidores de prospectos. Para economizar este gasto, puso en la puerta un
letrero que decía: Cuando no se abra al segundo campanillazo, es señal de
que nadie hay en casa. Llega
él á pocos dias, se olvida de que es su habitacion, llama una vez, dos, tres,
se exaspera, levanta la vista, y vuelve piés atrás exclamando: — ¡Qué
diablo! ¿Cómo he de abrir si no estoy en casa?
¡Ah!
la muerte de este infeliz ha sido original.
Acostumbraba
todas las noches fumarse un puro, y su última operación, que era doble,
consistía en echarse en la cama, y tirar despues por la ventana, que estaba
allí cerca, la punta del cigarro.
Parece
imposible equivocarse en una operación tan sencilla; pero, ¡oh suerte de las
criaturas! andamos siempre al borde de un abismo expuestos á que se nos vayan
los piés.
Hace
cuatro ó cinco noches que, despues de reflexionar un rato sobre lo que estaba
haciendo, por miedo de equivocarse, tanto se quiso asegurar, que se equivocó, y
trocando los frenos, echó el cigarro en la cama, y su cuerpo en las losas de la
calle. ¡Vaya una equivocacion!
La
memoria le faltó hasta en los últimos momentos. —Grande golpe ha sido,
señor sereno; —dijo él mismo con voz desfallecida al primero que se
acercó. Y continuó diciendo:
—
¿Sabe usted quién es ese desgraciado? No le arríendo la ganancia.
Ni siquiera se acordaba de que era él.
Ahora
bien, para el suscriptor que, por falta de memoria, seguramente, no abone
luégo á esta ADMINISTRACION
el importe de su
suscripcion, á pesar de las moniciones que anteriormente le han sido dirigidas,
morirá irremisiblemente esta REVISTA.
Con
que, ¡ojo al cristo!
LA
REDACCION
(nº 14, pp. 201b-202a)
¡Triste historia de los que se dedicaban a las letras! Bien lo sabía Rafael Boira (aunque le fue mejor finalmente), que, menos de dos décadas antes se había imaginado lo que le iba a suceder con su Biblioteca de la Risa (1862), y por eso, tras el prólogo de su El libro de los cuentos[3], en el que prometía hacer reír a carcajadas, insertaba la primera historia y el subsiguiente recordatorio:
Morir por falta de memoria
Algunos,
no muchos, de nuestros suscriptores, se han olvidado al suscribirse de remitir
el importe del tomo corriente, y como es tanto el cariño que les tenemos,
vamos, en su obsequio, á principiar traspasando los límites del plan de la
obra, refiriéndoles, en vez de un cuento, una historia verdadera.
Es
la triste de D. Camilo de Lélis, aquel célebre solteron, que al preparar para
su cena un huevo pasado por agua, puso en el puchero su reloj de plata, y se
colocó lindamente el huevo en el bolsillo del chaleco (…)
La historia “verdadera”, como puede observarse, coincide plenamente. Es decir, que Sbarbi, como era tan corriente entonces, toma la idea, la exposición, hasta las palabras exactas de otro autor precedente. El añadido final al suscriptor con los negros presagios, sí es propio de Sbarbi.
Como decimos, la mayor abundancia de narraciones breves suelen traerse a propósito de la explicación de algún dicho.
Beber
los kyries
(…) Ótros dicen, que cierto sacristan había
dado en jugar, en cuyo ejercicio gastaba lo más del tiempo, de donde perdió
mucha reputacion en compañía del dinero. Dícese de él que, por más abreviar,
ordinariamente encargaba al organista, que tañese los Kyries. Enfadado el tañedor de que se lo hubiese
dicho tantas veces, le respondió: No puedo creer, hermano, sino que ha
jugado los kyries, pues así
rehusa cantarlos.
Respondió el sacristan: Y áun plega á Dios no pierda tras ellos la Gloria, según me trae la perdicion del juego.” (nº 3 [1879], pp. 36b-37a; 15-feb.)
Tomar
las de Villadiego
(…)
¡A que no sabes (me preguntó un dia el agustiniano Fr. José Marquez, que es el
respetable varon á quien aludo) á que no sabes quién fue Villadiego!
—Nó, señor (…)
—Pues
voy á decírtelo.
Villadiego era un soldado
Que, á San Pedro, en ocasión
De estar en dura prision,
Nunca le faltó del lado.
Vino el espíritu alado,
Y, lleno de vivo fuego,
Le dice á Pedro: “Sal luégo,
Toma las calzas, no arguyas;”
Y, por ponerse las suyas,
Tomó las de Villadiego.
Donoso juego de palabras, y lindo alarde de imaginacion por parte de quienquiera que era el autor de esta décima, que, como harto jóven yo á la sazon, no se me ocurrió preguntar quién era (…) (nº 14 [1879], pp. 211b-214b; 31-jul.)
Por
un solo punto Martin perdió su asno.
Cierto eclesiástico llamado Martin, que poseía
la abadía de Asello, en Italia, mandó poner en la puerta esta inscripcion
latina:
Porta patens esto.
Nulli claudaris honesto.
(Puerta,
permanece abierta; no te cierres á ninguna persona honrada.)
Sucedía
esto en época en que abandonada de tiempos atrás la puntuacion, acababa de
volver á ponerse en práctica. Nada fuerte Martin en achaque de ortografía, tuvo
la desgracia de topar con un copista tan iletrado como él, por lo que, en vez
de colocar el punto despues de la palabra esto, lo puso después de nulli, dando tal transposicion el siguiente sentido:
Porta patens esto nulli.
Claudaris honesto.
(Puerta,
no te abras á nadie. Estáte cerrada para toda persona honrada.)
Noticioso
el Papa de tan inconveniente inscripcion, despojó en seguida de su abadía a
Martin para dársela á otro, el cual reparó inmediatamente el desacierto de su
antecesor, añadiendo por bajo este otro verso:
Un pro puncto caruit
Martinus Asello.
(Por un solo punto perdió Martin su Asello.) (nº 16 [1879], pp. 244a-245b; 31-ago.)
Estar
como el Gobernador de Cartagena.
Si mal no recuerdo, en todas las series de
publicacion que cuenta en España El Averiguador se ha hecho esta pregunta, sin obtener contestacion; y
á falta de otra, alla vá la que hace muchos años oí en América á una persona
anciana que decía haber presenciado el suceso.
Existía
en Cartagena de Indias la antigua costumbre de atar á las rejas de las casas
los caballos que por el momento no se utilizaban, con la cual, dicho se está,
que se obligaba á los transeuntes á caminar por el arroyo, no muy limpio en la
estacion de las aguas, que dura lo más del año. Un gobernador, cuyo nombre no
recuerdo, pero que no será difícil averiguar, censuró la tolerancia de sus
antecesores, y, queriendo iniciar las reglas de policía urbana, prohibió el
amarre de los caballos, bajo pena de multa que había de distribuirse entre el
denunciador, el juez, etc. Pasaron dias sin que los jueces tuvieran que
entender en el asunto, porque no había denuncias, continuando los caballos
tomando fresco en las más de las rejas, y el tal Gobernador acostumbrado á la
disciplina militar y poco sufrido, por tanto, con la inobediencia de sus
órdenes, mandó publicar un segundo bando, de cuya ejecucion hizo responsable al
jefe de su guardia, ordenando que fueran desjarretados los caballos que se
hallaran en contravencion de las nuevas disposiciones. —El dia que
empezaron á regir, se presentó el Capitan á dar cuenta de que habían sido desjarretados
cuatro caballos, parte que oyó el Gobernador frotándose las manos y diciendo
repetidas veces: “me alegro, me alegro:” el Capitan, sin embargo, no mostraba
participar de la satisfaccion de su jefe, ántes parecía compungido su semblante
de tal modo, que el Gobernador hubo de interrogarle por la causa. —Es, señor, dijo,
que averiguados los nombres de los propietarios de los caballos, resulta que V.
E. lo es de dos de los muertos. —Quedóse un momento perplejo el
Gobernador, y no ocurriéndole que objetar, repitió ¡¡ME ALEGRO!! pero con un tono tan discorde de la frase, que desde entónces empezaron
á decir los que sufrían contrariedades, Me alegro… como el Gobernador de
Cartagena. (nº 21 [1879], pp.
325b-326a; 31-agosto)
Picio.
A
principios del siglo actual existía en Granada un zapatero de este nombre,
natural de Alhendin (provincia de Granada, distante legua y media de su
capital), el cual por no sé qué delito, había sido sentenciado á la última
pena. Hallándose en capilla, recibió la consoladora noticia del indulto; y fue
tal y tanta la sorpresa que le causó tan inesperada nueva, que cayéndosele á
poco el cabello, las cejas y las pestañas, y llenándosele de tumores la cara,
quedó tan monstruoso y deforme, que en breve pasó á ser citado como tipo de la
fealdad más horrorosa. Retiróse despues á Lanxaron (villa á siete leguas de
Granada), donde, por no querer quitarse de la cabeza el pañuelo que
constantemente la tapaba, á fin de no descubrir la calva, jamás entraba en la
iglesia; lo cual, observado un dia y ótro por los habitantes, fue causa de que
le hicieran salir más que de prisa de aquella poblacion. Entónces se refugió en
Granada, donde murió no há muchos años, según declaracion de personas
fidedignas, que me aseguran haberlo conocido.
JOSÉ MARÍA SBARBI. (nº 21 [1879], p. 326b; 31-agosto)
El
conejo de las ánimas.
Es antiguo el cuento de un cazador muy devoto
de las ánimas del purgatorio, pero de muy desgraciada puntería, el cual yendo
de caza acertó á encontrar á tiro dos conejos juntos parados. A tan agradable
vista, dijo echándose á la cara la escopeta: “Ánimas benditas, si mato á los
dos, úno será para vosotras.” Esto dicho, disparó; mató úno, y viendo al ótro
escapar incólume, exclamó: “¡Vaya un paso que lleva el conejo de las ánimas”!
Este
cuento también suele contarse algunas veces sustituyendo perdices á los
conejos.
UN
CAZADOR (EN EL PLATO.)
(…)
¡Extraña pregunta en un cazador! ¡Hombre, si son los Crístus, si está en la cartilla del oficio! —Esto exclamó un viejo
veredero al leer la pregunta á que contesto, y me contó la historia siguiente.
Va de cuento.
En
una nacion que está en el mapa, y en un pueblo de la tierra, había un cazador
como múchos, que, saliendo de la oficina el sábado, cargaba con el zurron y los
avíos, y estrujando hormigas se llevaba andando, andando, hasta el domingo por
la noche. Muchas veces se volvía á casa sin haber visto; ótras veía y disparaba, pero no cobraba, y
la verdad es que volvía siempre de bolo.
Oyó
decir en una ocasión que las ánimas benditas del Purgatorio son grandes
protectoras de los cazadores y favorecen los buenos tiros; y propuso en su
interior utilizar en tiempo el patronazgo. La ocasión no tardó en presentarse.
Yendo por una laderita muy despacio y cuidadoso, vió con indecible alegría que
por un repecho frontero subían dos conejos pareaditos, y proponiéndose matar á
ambos, exclamó: -¡Ánimas benditas, úno para sufragios por vosotras, y el ótro
para mí! —Hizo fuego en el instante, y al disiparse el humo viendo correr
un conejo, y muerto el ótro, rompió á reir muy satisfecho, diciendo: — ¡Cómo
huye el conejo de las ánimas!
A. (nº 25 [1880], 5; 15-en.) E incluye otra versión más en el nº 27 ([1880], pp. 38-39; 15-feb.)
De agua y lana.
(…) Es respuesta del sombrerero que, preguntado de qué se hacía el sombrero, que parece cosa maravillosa no llevar costura ni ser tejido, responde: que de harto fácil materia, que es agua y lana.” (nº 26 [1880], p. 18b; 31-en.)
A perdiz por barba, y caiga el que caiga.
[En una sierra paradisíaca había un monasterio donde los monjes disfrutaban de bellas vistas y de los manjares del campo: las truchas del arroyo, y las perdices cuando la regla lo permitía. Pero fallecieron tres frailes, y el médico dijo que la causa eran las perdices, que había que reducir su ración a media perdiz. El abad “convocó á capítulo” e informó del hecho, “cuando un hermano rechoncho, de gran cerviguillo y de mofletes relucientes, pidió la palabra, y reclamando atención” expuso una serie de razonamientos y laudes a favor de la perdiz]
Despues
de todo, seguía el orador, la debilidad de estómago de los difuntos no era
razon suficiente para angustiar á los que lo tenían dispuesto para digerir las
plumas del ave, si preciso fuera; y observando de reojo el efecto de sus
argumentos, acentuó el final de la peroracion, pidiendo que se conservasen las
tradiciones del Convento sin peligrosas novedades, y declamando en el colmo de
la elocuencia: —Sí, señores, Á perdiz por barba, y caiga el que caiga. —Una salva de aplausos compensó su
facundia; y cuéntase que, al levantarse la sesion, cada uno de los asistentes
recordaba que tambien canta el vulgo:
“Cuando se muere un fraile
Dicen los demás:
Un enemigo ménos,
Y una racion más.”
C.
F. D. (nº 27 [1880], 39a-41a; 31-en.)
Eso
nó, Miguel de Vergas.
El
Dr. D. Francisco del Rosal explica así el orígen de este proverbio. “Tuvo
principio en Salamanca, donde fuera de la Puente está la ermita de la Trinidad,
donde al pié de una imagen de Dios Padre hizo pintar un devoto ciudadano,
llamado Miguel de Vergas,
con una copla que decía así:
Querría honra y provecho
y que nada me faltase,
y, cuando Dios me llevase,
irme á la gloria derecho.
Al
pié de la cual copla escribió un estudiante: Eso nó, Miguel de Vergas.” (nº 28 [1880], 56b; 29-feb.)
Pocos meses después alguien explicaba:
Aún
existe en la parroquia de la Trinidad extra pontem de Salamanca la figura del Padre Eterno ante quien
está arrodillado el buen caballero Miguel de Vergas, que tiene una larga túnica
sobre la cual ciñe el cinturon de que cuelga la espada; mas la inscripcion no
se conserva, ni áun señales de ella.
E. O. A. de C. (nº 36 [1880], 182b; 30-jun.)
Pese a que nos hemos propuesto agilizar la lectura del contenido de la Revista, nos parece conveniente aclarar este punto. La tradición es antigua, y sin duda, la versión primera del Averiguador Universal originó el comentario del subscriptor E. O. A de C. La anécdota que ya había contado quien había residido y estudiado en Salamanca (Correas) no habla de ninguna inscripción, sino de un supuesto pensamiento del devoto Miguel y de las habladurías del pueblo. Véase la versión de Correas[4]:
Eso
no, Miguel de Vergas; que tenéis muchos pecados.
Este refrán nació de Salamanca, adonde hubo un
ciudadano rico y que casó dos hijas con dos doctores y hizo racionero un hijo
que después fué canónigo, y tuvo otras dignidades; y en la torre de la
Trinidad, parroquia del arrabal, están dos pinturas de bulto relevadas en la
pared por la parte de afuera: la una de Dios Padre, y la otra de un hombre
arrodillado delante, y por los efectos ya vistos y por la postura de las
figuras, fingió el vulgo que Miguel de Vergas hace esta oración: “Señor, case
yo mis hijas con dotores y a mi hijo véale canónigo en la Iglesia mayor, y
después de mis días lévame con vos a la gloria.” A esto dicen: “Eso no, Miguel
de Vergas”; y parece que lo dice el ademán de la pintura, dando a entender que
no puede haber dos glorias, acá y allá. Fué Miguel de Vergas virtuoso y pío, y
hizo la dicha torre, y reparó la iglesia, y fundó en ella una capilla para su
entierro, y lucióse su virtud en su descendencia.
Lo mismo viene a decir Nogales[5]:
Eso
nó, Miguel de Vergas.
Dicho
muy popular en Salamanca, referente á un vecino llamado así, tan favorecido por
la fortuna, que gozó de general estimación, grandes riquezas, constante salud y
no interrumpida paz, logrando casar á sus hijas ventajosamente, ver á sus hijos
en altos puestos y prolongar muchos años su vida. Reedificó la iglesia de la
Trinidad, extra-muros, construyendo en ella, para su enterramiento, una
capilla, donde hizo esculpir en alto relieve la figura del padre Eterno y la
suya propia, arrodillada en actitud de orar. El vulgo conocedor de su historia,
inventó, no sin gracia, que estaba diciendo:
“Vivo, tengo honra y provecho;
y pues nada me ha faltado,
quiero cuando haya finado
irme á la gloria derecho.”
y que Dios le contestaba: “Eso nó, Miguel de
Vergas, que ya es mucha gollería.”
Se aplica á los pedigüeños insaciables que lo quieren todo y no se contentan
con menos.
Sopalanda
(…)
Recuerdo á este propósito [pronunciación de las -s finales en Andalucía], que
yendo un dia por la plaza de San Francisco de Sevilla, pasó junto á mí un
zagalon con dos escopetas al hombro; y preguntándole en esto un conocido suyo
que le salió al encuentro: “Dí, fulano, ¿son francesas esas escopetas?”, le
contestó inmediatamente el preguntado, con este verdadero escopetazo: “Nó; son
S-inglesas.” (nº 29
[1880], 68a; 15-mar.)
A
la luna de Valencia.
(…)
Otros quieren que venga el refran del chasco que se llevó cierto individuo, que
hubo de pasar largas horas de la noche esperando inútilmente en un zaguan ó
patio descubierto de una casa, que en Valencia se llama también luna.” (nº 31 [1880],
32b-33a; 31-mar.)
Averígüelo
Várgas
D.
Francisco de Várgas, fiscal del Consejo de Castilla, embajador de España en el
Concilio de Trento, orador en él por el papa Pío IV, embajador en Roma y
Venecia, etc., fue varon de erudicion singular, de mucha sutileza y sagacidad
de ingenio, por lo cual Cárlos I de España y V de Alemania, cuando se ofrecía
alguna cosa difícil de averiguar, etc., acostumbraba decir: Averígüelo
Várgas.
MIGUEL ESTÉBAN RUIZ. (nº 34 [1880], 147a-b; 31-may.)
Es este un dicho controvertido, muy debatido. El mismo Averiguador Universal incluyó un verdadero tratado en el nº 33 (15 de mayo de 1880) de cuatro páginas, caso excepcional. Quince días más tarde proponía la explicación anterior de Miguel Esteban Ruiz, que viene a ser una de las dos que Correas propone (sub voce: Averigüelo Várgas), la otra hace referencias al mayordomo de un obispo de Segovia. Iribarren[6] también se ocupa del dicho e intenta iluminar el asunto.
¿Y
tienes á tu hijo muerto, teniendo apio en el huerto?
(…)
Covarrubias, ó mejor dicho su continuador Noydens, se explica así á este
propósito: “Del apio hay
un refran que dice: El apio en el huerto y el hijo muerto; dícese de los remedios que vienen tarde. A
una mujer muriósele un hijo, y estándole haciendo remedios para su enfermedad,
faltaba apio, y buscándolo, no lo hallaron hasta despues de muerto. Vino una de
las vecinas á hacerle saber de cómo en un rincon del huerto había una mata de
apio, lo cual causó más dolor, que remedio á la muerte. Y para dar á entender
que es de necios acudir con el remedio cuando no es menester, dice el refran: El
apio en el huerto y el hijo muerto.”
JOSÉ MARÍA SBARBI. (nº 40 [1880], 246b) (31-ago.)
Tarazona
no recula, aunque lo mande la Bula.
Toma
su orígen de una época muy remota é ignorada, con motivo de la procesion que se
dirigía á publicar la Bula de la Santa Cruzada.
Parece
que la víspera de dicha procesion, se trató de cuál era la carrera que debía seguirse
al dia siguiente, en lo que no hubo conformidad, resolviendo los más la que
despues se siguió; y es el caso que, la minoría, al parecer díscola, dispuso
medirlo, construyendo la noche anterior una pared de tierra que, interceptando
completamente una de las calles que debían recorrerse, hiciera imposible el
tránsito de la procesion. Esto debieron pensar los de la construccion referida;
mas el resultado no respondió á sus deseos, pues arrojando las banderas,
faroles y cruces por cima del obstáculo, pronunciaron el refran dicho (…) (nº
41 [1880], p. 277; 15-sep.)
A pregunta delicada, T.
II, núm. 309, página 227 [si hubo algo más en la famosa frase
pronunciada por el general Cambronne en la batalla de Waterloo: La Guardia
muere, pero no se rinde], contestación
olorosa.
(…)
Si por reciente no le parece bastante autorizada la obra, ahí están las Cartas
de Eugenio de Salazar, vecino y natural de Madrid, escritas á muy particulares amigos suyos, colección verdaderamente clásica, publicada
por la Sociedad de Bibliófilos Españoles. El autor, sesudo magistrado de Felipe
II, saca á relucir la palabrilla, aunque la pone en griego para que no se
escandalicen los lectores, y así, dice; chega á merda á o ollo de o cu… Por último, la Crónica de Don Sancho IV, libro clásico más remoto, cuenta que estando
en la villa de Alfaro, como quisiera el Rey poner coto á las revueltas que
promovían Don Lope de Haro y el Infante Don Juan, entró en el aposento en que
estaban diciendo, “Finquedes aquí conmigo fasta que me dedes mis castillos. —E el Conde se
levantó mucho aína é dijo: “¿Presos? ¿Cómo? ¡á la merda! e metió mano á un cuchillo”.
Con
esto se prueba que el general Cambronne fue un plagiario del Conde de Haro y de
los apellidos del preguntante.
C. F. D. (nº 42 [1880],
p. 278b; 30-sep.)
Refrán
alcarreño. Bien holgarás,
trotera, que á Balconete no irás por brevas.
(…)
Entre las famosas relaciones topográficas de Felipe II, figura la del pueblo de Balconete, en la
Alcarria, de la cual tomo literalmente este párrafo: “A los 44 capítulos dixo: que no sabe otra cosa
que ser notable en la dicha villa de Valconete sino es haber oido un refran que
dicen: agora holgaras trotera, y no ieras por bebras á Valconete, y que se dice
porque en una ladera entre la dicha villa y Retuerta, donde dicen la Fuente del
Chorrillo, hay muchos huertos y higuerales, donde se cojen muchas bebras, y que
de otro pueblo comarcano vino una muger por bebras y cayó de una higuera abajo
y se quebró una pierna y desque la llevaron á su pueblo y la vido el marido, y
que iba coxa le dixo ansí: pese atal: agora holgaras trotera y no iras á coger
bebras á Valconete.”
Es
cuanto sé.
J. C. G. (nº 43 [1880],
pp. 292b; 15-oct.)
El
diablo está en Cantillana.
(…)
Dicen éstas [personas a las que ha oído] que tal frase trae orígen de una justicia hecha por Don Pedro el Cruel en Cantillana. Habiéndose reunido en dicha
villa algunos nobles con el objeto de armar un motin (que los motines son muy
antiguos en España), y sabedor de ello D. Pedro se dirigió con mucho sigilo á
Cantillana, mandó prender á los revoltosos, y sin más sentencia que su mandato
fueron ahorcados de un arbol; todo esto sucedió de noche y sin mucho ruído.
Cuando á la mañana siguiente despertaron los vecinos y vieron aquel
espectáculo, cuéntase que exclamaron: “el diablo (que así llamaban á D. Pedro,
según algunos por sus justicias, según muchos por sus crueldades) está en
Cantillana. (…)
Fr. T. R. O. S. A. (nº 46 [1880], p. 342a; 30-nov.)
Gonzalo
Fernández de Oviedo, en el tomo II de sus Quinquagenas de la Nobleza, que está inédito (pues sólo se ha publicado
el tomo I de ellas), da otra explicacion á esa frase, y que parece más exacta.
Según él, había por las inmediaciones de Cantillana un bandido que desvalijaba
á los pasajeros al pasar la barca. Llamábanle el diablo. Por ese motivo solían los arrieros y
caminantes avisarse el peligro, diciendo únos á ótros, cuando sabían que estaba
esperando con su cuadrilla: Tened cuidado que está el diablo en Cantillana. (…)
V. DE LA F. (nº 47 [1880], p. 355; 15-dic.)
Pelar la pava.
(…) Encontrándose por acaso dos andaluces que iban de viaje; y preguntándose el úno al ótro: “Diga V., compadre, es éste el camino de Jerez?” le contestó el ótro al úno: “Ni usted es mi compadre, ni éste es el camino de Jerez.” (…) (nº 56 [1881], pp. 114b-115a; 30-abr.)
Parece
que vino de haber sido sorprendida una moza de servicio con un galan de su
clase en postura no muy ejemplar entre la cancela y el zaguan, y que,
interrogados acerca de en qué se ocupaban, salieron con que pelaban los dos
la pava, y verdaderamente la pelaban. Es decir que bajo pretexto de pelar ó
desplumar la pava, se entretenian mientras tanto charlando… (nº 56 [1881],
pp. 114b-115a; 30-abr.)
No está muy de acuerdo con la versión
que da la Academia, especialmente en lo que señala de actividad nocturna, pues
es factible a cualquier hora. El cuentecillo que extracta es de Bastús[7];
pero dice que no le convence. Sin embargo, poco más de un mes después se
presentó otra versión no muy diferente:
(…) El orígen de esta frase, según lo he oído
referir, es el siguiente. En un lugar servía á una ama anciana y achacosa una
criada jóven y lista. Ambas se tenían cariño; pero la criada tenía además novio,
el cual rondaba cierto dia las rejas de la casa á la hora convenida del
anochecer. A la sazón había el ama ordenado á la criada que matara y pelase una
pava, para solemnizar la fiesta del dia siguiente, que era de las en que
repican górdo. La muchacha, por su conveniencia, fuése á pelar la víctima á la
reja que daba á una desierta calle; y allí acudió el solícito rondante. Entre
los dos, para no perder tiempo, trabóse al punto animada conversacion
interminable según costumbre, y á la vez iban pelando á cuatro manos al difunto
y aún caliente animal.
—Anda,
ayúdame, decía la muchacha en voz baja. —Con mucho gusto, respondía el
zagal; pero sin darse gran prisa, para que el coloquio durara el mayor tiempo
posible.
El
ama gritaba en tanto: — ¡muchacha! ¿no vienes? —La criada
respondía: — ¡ya voy! señora; que estoy pelando la pava.
Volvía
á impacientarse la primera, y exclamaba: — ¡muchacha! ¿qué haces?
—Y contestaba la segunda sin moverse de la reja: — ¡estoy
pelando la pava!!
Y de aquí viene, según mis noticias, esta
chistosa frase, tan popular en toda España, que se aplica á los festejos de los
novios por los balcones ó las ventanas.
C. M. PERIER. (…) (nº 59 [1881], p. 162; 15-jun.)
Nudo gordiano
[Anécdota histórica bien conocida que no merece repetirse.]
(nº 72 [1881], pp. 374b-375a; 31-dic.)
Correr
más que Cardona.
En el Diccionario de voces aragonesas por Borao hallo lo siguiente (Introducción, pág. 85): “… más listo que Cardona, con alusion al vizconde de ese título que aterrado por el miedo cuando su grande amigo el infante D. Fernando fue mandado matar en 1363 por el rey su hermano, huyó precipitadamente desde Castellon á Cardona, pasando el Ebro por Amposta.” (nº 76 [1882], pp. 50a-51b; 28-feb.)
El
calderero poeta.
En la cubierta correspondiente al núm. 28 (28
de febrero de 1881) de Las Misiones Católicas, interesante Revista quincenal ilustrada que sale á
luz en Barcelona, leo la especie siguiente:
EL CALDERERO POETA. —Habló el célebre Quevedo á Felipe IV á favor
de un pobre oficial de calderero, que, poeta de nacimiento, como todos los
verdaderos poetas lo son, versificaba de una manera relativamente admirable.
El
Rey mandó al celebérrimo satírico le presentase el anunciado fenómeno, y el
segúndo, deseando aprovechar la oportuna ocasión, nada envidiosa, á fuer de
verdadero genio, al siguiente dia fue al palacio del Retiro con el calderero.
Encontraron
al Rey que bajaba la escalera para salir á paseo; y el calderero, instruido por
Quevedo, dobló la rodilla derecha para besar la mano al Rey, el cual le levantó
diciendo:
—Dícenme que verteis perlas.
A lo que el
calderero repuso:
—Sí, señor: mas son de cobre,
y como las
vierte un pobre,
nadie se baja
á cogerlas.
El
Rey pensionó al calderero para que recibiese educación literaria, figuró
despues entre los poetas del siglo de oro, con el conocido y aplaudido nombre
de Matos Fragoso.”
Habiendo consultado el lector una biografía de Juan de Matos Fragoso, en la que no figura la anécdota, quiere saber quién es el verdaderamente el Calderero poeta, si Fragoso no lo es. (nº 81 [1882], pp. 130b-131a; 30-abr.)
Los
buenos enamorados han de tener cuatro ssss.
Estas son: sabio, solícito, secreto y solo. Cuando el gracejo del pensamiento estriba en la palabra, mejor dicho en la letra (que es más que más), puede asegurarse por punto casi general que no cabe traduccion posible, así sucede con la locucion acabada de enunciar, de igual modo que con la contestacion dada por aquel estudiante que, no sabiendo cómo arreglárselas para comer de gorra unas cuantas sardinas de las que estaban aderezando cierta noche en una venta en que pidió sólo cama, dijo á la dueña que si le daba á cenar de aquel pescado, él le enseñaría á cambio las cuatro ffff que debían tener las sardinas para ser por todo extremo recomendables. Aceptada la proposicion, y previamente trasladado, por supuesto, el manjar de lo lleno de la sarten al vacío de su estómago, dijo: Pues han de ser frescas, fritas, frias y fiadas. (nº 94 [1882], p. 346a; 30-nov.)
Parecerse al Cristo de la Humildad y
Paciencia.
(…)
Habíase puesto un muchacho á vender en cierta plaza de Andalucía una banasta de
almejas en un dia de semana santa, y nadie se acercaba á comprárselas. Afligido
al cabo de algunas horas, por temor del castigo que le aguardaba al volver á su
casa sin realizar la mercancía, sentóse en un poyo, y descansando el codo en el
muslo y la cara en la mano, se echó á llorar desconsoladamente. Pasó en esto un
caballero, y, sabedor del caso, trató de consolarlo diciéndole: “No te apures,
que ya las venderás,” como en efecto sucedió al poco tiempo. Pues bien, al dia
siguiente hubo de ir ese mismo rapaz á una iglesia donde se veneraba a una
imágen de bulto que representaba al Cristo de la Humildad y Paciencia; y creyendo que su actitud y afliccion
respondían á no hallar quien le comprara almejas, le gritó con la mejor buena
fe del mundo: “No llores, que tú las venderás; lo mismo me pasó á mí, y al fin
las vendí tódas.” JOSÉ MARÍA SBARBI. (nº 78 [1882], p. 92;
31-mar.)
Quien te conoció ciruelo, ¿cómo te tendrá
devoción?
(…)
Cuéntase de un labrador que en cierta ocasión regalo un trozo de ciruelo á un
escultor amigo suyo. Pasados algunos meses le enseñó el artista un magnífico
Cristo que había sacado de aquel tronco, creyendo que tal vista excitaría la
admiracion del patan; mas no sucedió así, pues prorrumpió en las palabras
susodichas, que con el tiempo llegaron á convertirse en proverbio.
JOSÉ
MARÍA SBARBI. (nº 78 [1882], p. 94b; 31-mar.)
Gracias á Macarandona.
Como
respuesta (…), copio el siguiente cuento que en su comedia El secreto á
voces pone Calderon de la
Barca [jorn. 2, esc. 18] en boca de Fabio, criado gracioso.
Hay cerca de
Ratisbona
Dos lugares de
gran fama,
Que el uno
Agere se llama
Y el otro
Macarandona.
Un
solo cura servía,
Humilde siervo
de Dios,
A los dos, y
así á los dos
Misas las
fiestas decía:
Un
vecino del lugar
De
Macarandona, fue
A Agere, y
oyendo que
El cura empezó
á cantar
El
prefacio, reparó
En que á voces
aquel dia
Gratias
Agere, decía
Y á
Macarandona no.
Con
esto, muy enojado
Dijo al cura:
¿gracias dá
A Agere, como
si acá
No le
hubiéramos pagado
Sus
diezmos? Cuando escucharon
Tan bien
sentidas razones
Los nobles
macarandones,
Los bodigos le
sisaron:
Viéndose
desbodigar,
Al sacristán
preguntó
La causa, él
se la contó
Y dio desde
allí en cantar
Siempre
que el prefacio entona
Porque la
ofrenda se aplique:
Non tibi semper et ubique
gracias á
Macarandona.
(nº
85 [1882], p. 194; 15-jul.)
[Perdonar
a Meco]
MECO-MORO-AGUDO:
EPÍTETOS
DEL IMPOSTOR MAHOMA.
POR QUÉ LOS GALLEGOS NO PUEDEN NI DEBEN
PERDONAR Á MECO.
SU AUTOR
EL R. P. M. FR. MARTIN SARMIÉNTO,
Benedictino
(…)
Dícese, que un estudianton, que era natural del lugar de Meco, junto á Alcalá,
ó que se llamaba Meco de apellido, que tambien le hay hácia dicho lugar, pasó á
Galicia, como pasan otros tunantes; y que habiéndose insinuado en el servicio
de no sé quién, consiguió ser cura de San Martin del Grove, que está en una casi isla, en donde la ria
del Padron entra en el mar alto. Que habiendo allí manifestado las habilidades
que llevó á Galicia, se desenfrenó tanto su carnal apetito, que vició á muchas
mujeres, ya por sugestion, ya por violencia. Que irritadas éstas, determinaron
echarle de este mundo, ahorcándole de una higuera; y que finalmente, habiendo
hecho autos de la Justicia de la Coruña, se castigaron algunas delincuentes, y
que de tódo se conserva memoria en el archivo de la Audiencia. (p. 220b)
Esta
historia se refiere de varios modos, que es el carácter de las fábulas mal
forjadas, que siempre se cuentan sine die, et sine consule.
(…) ¿Y quién dirá, que este caso es singular y
bastante para introducir un caso tan extendido en España? No sobra otra cosa
que casos semejantes del Grove. En nuestros dias conocimos al Cura de la Mota, que además de haber sido más Meco que el del Grove, añadió mil sacrílegas imposturas. Ningúno pregunta á
los campesinos si han perdonado ó perdonan al cura de la Mota, sino si son hijos de dicho Cura (…)
Madrid y octubre 1 de 1796. —Fr. MARTIN SARMIENTO. (nº 86 [1882], pp. 219a-222a; 31-jul.)
Explica Sbarbi que el estilo del benedictino no tiene la frescura y altura de otras producciones literarias porque fueron apuntes que hizo sin ninguna intención de difusión.
Las
cuentas del Gran Capitan.
[Anécdota
histórica conocidísima: (Boira[8],
Bastús[9],
Nogales[10],
Lope
Barrón[11]
[Quintana. Vidas de españoles célebres; Rosell,
Crónica general de España, t. III]… Refleja la versión de
Bastús. (nº
87 [1882], pp. 227a-228a; 15-ago.)
[Cita y extracta la historia que halla en el obispo italiano Paulo Jovio en su Historia general del Mundo.] (nº 89 [1882], pp. 258b-259a; 15-sep.)
Tal vez fuese la dirección que seguía la Revista lo que impulsó a Romualdo Nogués a enviar algunos de sus cuentecillos que encerraban en sí el origen de alguna expresión o refrán:
CURIOSIDADES
ORIGEN
DE
ALGUNOS MODISMOS ARAGONESES
Para
probar la tenacidad aragonesa, han inventado el siguiente cuento. San Pedro,
que viajaba con Jesucristo, preguntó á unos aragoneses:
—
¿Adónde vas?
Respondiéndole:
—A
Zaragoza;
—Hombre,
dí si Dios quiere.
—Que
quiera, ó nó, voy á Zaragoza, —añadió el habitante de las orillas del
Ebro.
Jesucristo
convirtió al aragones en rana, y lo echó á un charco.
Pasaron
muchos siglos; Jesucristo volvió al aragones á su primitiva forma, y al
preguntarle otra vez el Apostol:
—
¿Adónde vas? —
Contestó sin
vacilar:
—A
Zaragoza, ó al charco.
**
Dicen
que la racion de carne de los monjes de Veruela era de tres libras, y que al
tratar el abad de disminuirla, para evitar apoplejías, se opuso la comunidad
gritando:
—
¡A carnicera por barba, y caiga el que caiga! —
Frase
aplicada en Aragon á los que no contienen sus apetitos.
**
En
Tarazona, las personas que formaban la cabeza de una procesion se metieron en
una calle sin salida, que concluía en la tapia de un huerto. Hicieron alto al
llegar al obstáculo; pero los que marchaban á retaguardia ordenaron terminantemente
prosiguiesen sin detenerse, creyendo deshonroso para aragoneses el volver
atrás. Escalaron la tapia, echaron estandartes, cruces y santos al huerto, y
continuó adelante la procesion. Desde entonces se dice:
“Tarazona no
recula, aunque lo mande la bula.”
**
Un
chico de Belchite, que se había roto la cabeza, derramaba abundantes lágrimas,
y sus paisanos le decían:
—
¿De Belchite, y lloras?
**
En
Aragon es muy comun consolar á los niños, diciéndoles: —No llores, aunque
te veas con las tripas en la mano.
**
Un
cura se desesperaba de que su ama, la mujer más parlanchina de la comarca,
siempre que le dirigía la palabra cesaba de dar vueltas al huso, asegurando no
podía moverlo al mismo tiempo que la lengua. El buen sacerdote, para que
callara, le repetía sin provecho:
—Dímelo
hilando, casera.
A
los que no trabajan por hablar, suelen en Aragon hacerles la anterior
advertencia.
**
Un
labrador de Chódes se volvió temprano del campo, rabiando de las muelas; púsose
un pañuelo por debajo de la barba, se acostó y llamó al médico, el cual,
equivocándolo con la mujer, que sabía se hallaba embarazada, le dijo á la hija:
—Chica,
anda prónto á buscar á la comadre, que tu madre está de parto.—
Para
ponderar á un galeno en Aragon, no hay como compararlo al médico de Chódes.
**
En
la guerra de la Independencia mataron cerca de Borja á un soldado frances. El
comandante del fuerte de dicha ciudad previno al Ayuntamiento de la mísma que,
si no se averiguaba quiénes eran los culpados, asesinarían á los dos primeros
españoles, grandes, ó chicos, que encontraran en las calles. Recayeron leves
sospechas en dos inocentes mendigos llamados Bolchácas y Mangas. Los sacaron al
campo, les hicieron una descarga, se salvó Bolchácas, y entró en la poblacion
gritando:
— ¡Ya cayó
Mangas!
Expresion
que se dice en Borja todavía, para manifestar que se ha cometido una
injusticia.
**
Para
las fiestas de un pueblo pequeño llamaron á los famosos gaiteros de Lumpiaque. Tódos,
pensando que lo mejor de la funcion sería el baile, aguardaron con impaciencia
á que llegara la noche; se encendieron candiles y velones, se llenó la sala, se
prepararon las parejas, y como nunca empezaba la música, porque los gaiteros no
concluían de templar, aburrida, se dispersó la reunion. Dado el poco
sufrimiento de los aragoneses, es probable arrojaran á los músicos por la
ventana.
A
los muy pesados en acabar lo que hacen, les dicen en Aragón:
“Pareces á los
gaiteros de Lumpiaque, que amanecieron templando.”
**
Varios
vecinos de Alagon consiguieron que un arriero, amenazándolo con matarlo, les
vendiese una arroba de salmon, y sólo accedió á condicion de que le hiciesen
escritura de pagárselo al mismo precio que el priméro que despachase en Zaragoza.
El regidor perpetuo de esta ciudad (que marcó, como era costumbre antiguamente,
el valor del género), caballero rico y de buen humor, dio al arriero testimonio
de habérselo comprado á onza de oro la onza. Los de Alagon pagaron por una
arroba aragonesa de pescado 138.240 rs. Todavía no les hace gracia cuando oyen
decir, al encarecer un objeto: —Ha costado más que el salmon de Alagon.
**
Pescando
con caña en el Ebro úno de Utebo, creyó que algun barbo colosal había picado en
el anzuelo, cuando, á pesar de ser hombre de bríos, no podía sacarlo. Llamó en
su ayuda á los vecinos del pueblo; acudieron tódos con cuerdas y ganchos, y
tantos esfuerzos hicieron, que arrancaron del fondo del rio un enorme madero.
El que quiera que le caliente las costillas los de Utebo, puede preguntarles:
— ¿Y el barbo?
**
Un
aragones, de genio endemoniado, se casó con una navarra, que lo tenía peor. Les
cogió en campo raso una horrorosa tormenta; y al exclamar, desesperado, el
marido: “De Navarra, ni mujer ni tronada,” replicó furiosa su dulcísima mitad:
—De
Aragon, ni hembra ni varon.
Aún
se repite el dícho.
**
Cuentan
en Zaragoza que despues de haber permanecido un forastero muchos dias en la
antigua Posada del Sol, le
advirtió al cebadero (mozo de cuadra) lo despertase tempráno, porque deseaba ir
á misa de Infantes, que se celebra al amanecer en la iglesia del Pilar.
—
¡Vuelvo! —gritó al salir por la puerta; y no lo vieron más. En la capital
de Aragon, si creen que algúno no piensa pagar sus deudas, suelen decir:
—Ese
habrá ido á misa de Infantes.
**
En
varios pueblos de Aragon, á los muy torpes les dicen: “Te pareces á Pique.”
Este era un mozo gran andador, como casi tódos, al que le advirtieron madrugara
para ir á Calatayud.
Cuando
el amo se levantó, ya estaba de vuelta; teniendo que hacer dos veces el camino,
por no enterarse del recado ántes de marchar.
**
En
noche lluviosa y fria pidió un fraile, cansado y hambriento, hospitalidad á una
mujer de Ambel, tan póco caritativa, que no le dio ni cena, ni fuego, ni cama.
El pobre, al pasar por la cuadra para ir al corral, recibió un par de coces de
una mula; subió, para secar sus hábitos, leña que no pudo encender, porque
estaba húmeda y verde, y se marchó del pueblo en el acto, murmurando:
—De
Ambel, ni mula, ni leña, ni mujer. La mula, guita (falsa); la mujer, maldita;
la leña, sin arder. ¡Maldito sea Ambel!!! —
Todavía
se repite en Aragon lo que dijo el fraile.
**
El
capitan Hernando Tello Portocarrero salió de Dourlens la noche del 11 de mayo
de 1597, caminó siete leguas, y se situó al amanecer muy cerca de Amiens, plaza
fuerte é importante, cuyos habitantes, por guardarla mejór, no quisieron que
Enrique IV les diese soldados para su defensa. Al ser de dia se presentaron
varios aldeanos en la entrada de dicha ciudad con un carro de leña, y dos de
ellos tropezaron, cayeron al suelo, y desparramaron las nueces que llevaban en
unos cestos. Miéntras los franceses que guardaban la puerta, riéndose á
carcajadas de su torpeza, cogían la fruta, los aldeanos, desabrochándose los
gabanes, sacaron los pistoletes, y á los gritos de ¡Viva España! se apoderaron de la entrada de la plaza; los
centinelas de la muralla no pudieron levantar el puente, por el carro que los
españoles habian cruzado en él; á los tiros acudió Portocarrero con la
caballería, y aunque los de Amiens se defendieron bravamente por las calles y
desde las casas, la ciudad quedó por Felipe II. Los diez soldados disfrazados
de aldeanos iban á las órdenes del sargento Francisco del Arco, natural de
Borja, que murió de capitán. Desde la referida sorpresa, se dice:
—Más
es el ruído que las nueces.
[Un lector replicará (nº 85 [1882], p. 195a; 15-jul.) corrigiendo al “señor Soldado viejo”, pues ha hallado la expresión en autores más antiguos (Segunda Celestina). La redacción corrobora este punto y confirma que también existe “en las colecciones más antiguas de Refranes castellanos”]
**
Cuentan
que en el Ayuntamiento de Tarazona propuso un regidor matar una vaca para el
convite que iban á dar á un personaje, oponiéndose ótro por ser mucho gasto, y
asegurando que con média tenían bastante.
—Se
puede arreglar, añadió el priméro; nos comemos la mitad; y el resto que siga paciendo (pastando). —
Los
de Tarazona se burlan de los de Borja diciendo:
—Borja,
Paris, ó Roma.—
A
lo que contestan los de la segunda de aquellas ciudades:
—Ó
la media vaca de Tarazona— (aludiendo á la anécdota anterior)
**
Malejan,
pequeña aldea de Aragon, situada sobre una eminencia rodeada de árboles, se
asemeja á un pintoresco aduar de Marruécos. Al expulsar los moriscos, quedó
completamente deshabitada, así como el pueblo inmediato, llamado Rivas, del
cual, á pesar de encontrarse en los mapas de España, sólo existe un molino del
mismo nombre. Como los cristianos tenían á los moriscos por embusteros,
habladores y gente sin Dios ni fe, para dar á conocer que es difícil ocultar un
suceso, hoy todavía se dice en Borja:
“Como
el secreto de Rivas, que lo sabían en Malejan.”
**
En
el siglo pasado, ó en ótro, un señor de Alfocea (pueblo cercano á Zaragoza),
para imitar á los cuervos, se empeñó en volar; atóse dos alas de cañas á los
brazos, se arrojó desde un peñasco, quedó del golpe sin esperanzas de vida, y,
aconsejándole no repitiera la prueba, replicó muy incomodado:
—
¡Que nó! En
cuanto pueda ponerme de pié: no he volado, porque me faltaba la cola.—
En Aragon,
para llamar archibárbaro, dicen:
—
¡Es más bruto que el señor de Alfocea!!
UN SOLDADO VIEJO, NATURAL DE BORJA. (nº 75 [1882], pp. 35b-39b; 15-feb.)
Estos dichos de Aragón cumplen la función de glosar refranes, pero también son excelentes pullas. Quizás fuese una consulta hecha hacía casi año y medio la que creó cierta curiosidad por el tema. Le parecía a un palentino que sería tarea curiosa recoger las pullas, o tradiciones burlescas, como las denominó, y le invitaba al propio Sbarbi a que iniciase un proceso de recolección, si tal no existía. Curiosamente, la invitación puede seguir teniendo validez para el folklorista del siglo XXI. El tema, pues, surgió de una pregunta en que el subscriptor se interesaba por alguna publicación sobre el tema, y una propuesta de recopilación. Por lo demás, percibía la existencia de una tradición muy general que se concretaba en realizaciones locales particulares. Verdad que parece que, aun hoy, escapa a la comprensión de mucha gente. La actitud del palentino nos sirvió, además, para disfrutar de unas pocas pullas que dejó como muestra:
Tradiciones
burlescas.
(…)
Existen esparcidas por el pueblo curiosas colecciones de anécdotas, leyendas ó tradiciones
más o ménos graciosas y picantes, en proporcion de los del pueblo A respecto al
cercano B, zahiriéndoles, y los de B á su vez de A, con el mismo fin.
Estas
tradiciones, idénticas en el fondo y muy parecidas en la forma, por villas y
lugares ab initio
separados y sin comunicación entre sus moradores. Verbi gratia: De Almudévar, provincia de Huesca, cuentan que pusieron pleito al sol, porque cuando
iban á la ciudad les daba de cara, y cuando volvían por la tarde, también, lo cual
era muy incómodo para los viandantes. –Acudió una comisión, en nombre de
éstos, á querellarse del sol, ante el Justicia mayor, con la pretension nada
ménos de que remediára tal desacato del rubicundo Febo; y despues de varios
dias de consulta entre los jurados, y de revolver en busca de antecedentes,
empolvados infólios, uno de los jurados dio este dictámen en forma de consejo:
“Que los de Almudévar empréndan el viaje á Huesca por la tarde, y el de regreso
á su pueblo por la mañana, y entónces el sol les dará de espaldas, en vez de
darles de frente.”
Esta
anecdotilla, me aseguran por aquí, que con ótras del mismo sabor corren
impresas en un libro titulado Historia de Pedro Saputo, especie de Gil Blas, ó mejor, Bertoldo, Bertoldino y Casaseno, y que en dicha Historia se atribuye a Pedro Saputo el consejo ó dictamen referido.
Pero
tropiezo con una dificultad, y es, que en Castilla la Vieja, nadie ha oído
hablar de tal historia, ó al ménos entre la gente del pueblo, narradores de
estas leyendas, no es conocida, así como lo es de Bertoldo; y sin embargo, de Villamartin de Campos, si mal no recuerdo, Hautilla del Pino y otros varios pueblos, cuya situacion
geográfica les hace tener la capital al oriente, y, por ende, en sus viajes
diarios á la ciudad de Palencia, reciben de frente los rayos del sol que nace,
y en los de regreso por la tarde á sus hogares tambien sufren tête à tête los
rayos del sol poniente, de dichos pueblos se refieren anécdotas iguales en todo
á la de Almudévar. (…)
¿Cómo
se explica que en pueblos tan distantes, sin relacion alguna probable, fueran á
coincidir en burlas tan parecidas de sus vecinos respectivos? Burlas que, dicho
se queda, nadie puede referir, sin exponerse á una paliza, á los moradores del
pueblo aludido.
Así,
en Palencia, para reirse
de los de Dueñas, les
llaman botijeros, cuyo
orígen aseguran los palentinos dimana de que los antiguos eldanenses, queriendo demoler el castillo del pueblo, cansados
de manejar el pico y el azadon la emprendieron con los muros á botijazos, hasta
que á fuerza de romper en ellos numerosos ejemplares de tan frágil vajilla,
consiguieron tirarlo, y áun añaden algúnos, que varias viejas entusiastas, no
siendo bastante los botijos existentes en el pueblo, acabaron de rematar el
castillo con huevos de aves de corral.
A
esta hazaña, que no hace mucho honor á la penetracion de mis paisanos, oponen
éstos:
Que
en Palencia hubo una vaca
á la que quitaron su cría para el matadero, y, enfurecida, escapó del establo
entrando por la calle Mayor acometiendo á diestro y siniestro, haciendo grandes
fechorías, y malhiriendo entre otras personas notables, al hijo del señor
Corregidor, por lo que esta autoridad, luégo que tuvo bien atada y á su
disposicion la res vacuna, dispuso que la ahorcáran como facinerosa, y con
objeto de prolongar su agonía, mandó que echasen el nudo corredizo al rabo, y
apretáran hasta ahorcarla, y es fama que aún van tirando.
A
los de Cevico de la Torre,
en la misma provincia, para hacerles salir, se les dice: “Rico Cevico, que
viene la ballena por el arroyo, y era la albarda de un borrico.” —Lo cual
tiene su orígen, de que en cierta ocasión entró un vecino en el pueblo,
alborotando casa por casa, con la primera parte de la frase entrecomada;
salieron las autoridades y personas pudientes á ver el milagro, y
efectivamente, á lo léjos se distinguía, bogando hácia el pueblo, un bulto, que
tódos tomaron por el gran cetáceo; y cuando estaban echando sus cálculos acerca
de cómo le habían de pescar, y habían llevado á la orilla del arroyo todos los útiles
aparentes que hallaron á mano, vieron con gran sorpresa que era la albarda de
un pollino escapado del pueblo el día anterior. Y en Zaragoza se refiere cosa
muy parecida de los de Monzalbarba y Utebo, á
quienes más de una ronda les espeta al són de jota esta coplilla:
Los tontos de de Monzalbarba
Y los agudos de Utebo,
Fueron á pescar un barbo,
Y pescaron un madero.
Aún
podría citar por referencia otras tradiciones tan burlescas en el fondo como
las apuntadas, pero para muestra basta un boton; y si éste es malo, como el
presente artículo, aún sobra con lo que dicho queda, suficiente á mi juício
para explicar mis deseos de ver reunidos y coleccionados en un tomo las tradiciones
burlescas populares.
J.
FERNÁNDEZ BRIZUELA.
Castejon de Monegros, agosto de 1880 (nº 41 [1880], pp. 258a-260a; 15-sep.)
El propio Sbarbi escribirá poco después para contestar en un artículo al palentino y a otro subscritor que proponía que se recogiesen y se enviasen Apodos ó Motes (I, p. 242). Afirma Sbarbi que, en España, no existe ningún libro del tipo que propone el palentino, y se atreve a asegurar que posiblemente no lo haya en ninguna parte. Y recuerda algunas pullas:
Tradiciones
burlescas.
(…)
“y ballenatos los de
Madrid, porque diz que creyeron ballena una albarda que bajaba por la corriente
del Manzanares (…)
La
retratista popular Fernan Caballero, pinta con los siguientes colores los
apodos de ataja-primos, tardíos,
zorros y desechados, adjudicados en Andalucía respectivamente á
los naturales de Chiclana, Vejer, Medina, y Conil. Dice así:
“El
de ataja-primos, mal
nombre que pica de muerte á los chiclaneros, dicen que debe su orígen á dos
primos que, estando en la orilla del rio, vieron la luna reflejada en él, y la
quisieron coger; pero como por más que corrían, el reflejo quedaba siempre á
igual distancia de ellos, y nunca lo podían alcanzar, le dijo el úno al ótro:
“Da vuelta, adelántate y atájala, primo.”
El
de tardías, que incomoda
tanto á los de Vejer, proviene de haber querido echar abajo un peñasco que les
estorbaba, y que tiene vetas amarillas. Cuéntase que el medio de que se
valieron para llevar á cabo tan ardua empresa, fue el tirarle huevos, los que
se estrellaron en él como lo atestiguan las vetas amarillas. Habiendo consumido
sin obtener resultado el puesto de huevos que llevaban, enviaron á algúnos de
entre ellos al pueblo para que les trajesen más. Tardándose los comisionados, y
estando ellos tan enfuncionados y tan impacientes por llevar su obra á cabo, se pusieron á darles
voces, diciendo: “Llegad, tardíos!”
En
cuanto al de zorros, que
enfurece á los de Medina, refiérese que estando este pueblo en poder de moros,
y no pudiendo los españoles hacerse dueños de él, discurrieron una treta, que
fue el fingirse zorros. Así
sucedió que una noche los moros de Medina oyeron con espanto tal concierto de
aullidos de zorros en todas direcciones, y un tau, tau, tan estrepitoso y
general, que se asustaron y abandonaron el pueblo, de que se posesionaron
pacíficamente los fingidos zorros.
Tocante
á los desechados de Conil,
no hemos podido, á pesar de nuestras investigaciones, hallarle más etimología,
sino el que, en siendo de Conil, nadie los quiere, ni encuentran cabida”.
(…)
Suele darse [retoma Sbarbi su repertorio] el dictado de los del embudo hueco á los hijos de Ciempozuelos, á causa de
referirse de ellos que en cierta ocasión vinieron dos individuos de aquella
villa á Madrid con objeto de encargar á un hojalatero les construyera un embudo
de ciertas dimensiones. Convenidos en el trato, y cuando se hallaban en la
mitad del camino nuestros dos sujetos, de vuelta á su casa, ocurriósele á uno
de ellos preguntar ál ótro:
—Di,
fulano, advertiste al maestro que el embudo sea hueco, no tengamos que nos lo
vaya á sacar macizo?
—Hombre,
nó, se me ha pasado por alto semejante circunstancia.
—Pues
dí tú que se nos ha olvidado lo más esencial.
—Y
ya, ¿qué remedio?
—
¿Qué remedio? volver atrás y prevenírselo.
Y
en efecto, cuéntase que volvieron atrás, y encargaron al hojalatero que tuviese
mucho cuidado con que el embudo saliese hueco, lo que, según la pícara émula
tradicion, dio al mote que queda apuntado.
He
oído referir asimismo que unos vecinos del pueblo de Carranque vinieron en
cierta ocasión á la córte con objeto de encargar á un escultor les hiciera un
Cristo. Habiendo preguntado el artífice cómo lo querían, si vivo, ó muerto,
pusiéronse á conferenciar entre sí los palurdos aquéllos, sin atreverse á
resolver la cuestión, hasta que uno de ellos, al parecer más avisado que los
demás, exclamó: —Nada, maestro, hágalo vivo su merced; que si nuestros
paisanos no lo quieren vivo, nosotros nos encargamos de matarlo.
Hemos
dicho arriba, copiando á D. Fermin Caballero, que ballenatos es mote de los hijos de Madrid, apodo que
vemos atribuído por el autor de la pregunta que promueve esta respuesta, á los
naturales de Cevico de la Torre; pero nadie ignora que el dictado más
generalmente aplicado á los madrileños es el de gatos, cuyo motivo, transcrito á la letra del Orígen
histórico y etimológico de las calles de Madrid, por D. Antonio Capmani y
Montpalau, pág. 96, es el
siguiente:
“Fue
un apellido (el de Gato) muy célebre en esta villa, del cual se habla en la
conquista de Madrid en tiempos del rey D. Alonso VI, que explican que fue un
soldado valiente que en el asalto de esta plaza hizo prodigios de arrojo,
trepando por una muralla, auxiliado de su daga, que clavaba en las unturas de
las piedras. Maravillados de su habilidad, sus compañeros de armas, dijeron que
parecía un gato (…).
JOSÉ
MARÍA SBARBI.
(nº 47 [1880], pp. 356a-358b; 15-dic.)
REFRANES Y DESVERGÜENZAS
(…)
Más intencionado es el cuento, en prosa, que se refiere de la ciudad de doña
Elvira [Toro].
Como
un viajero diera señales de admiracion al contemplar la torre del reloj, que de
notoriedad es hermoso monumento, un toresano que sirviendo de guía le
acompañaba, exclamó con la mayor satisfaccion y naturalidad:
—Pues
mire V., está hecha aquí.
La
frase alcanzó gran éxito, de tal manera, que preguntar hoy á un toresano del
pueblo si la torre está hecha allí, conduce al mismo peligroso resultado que la
interrogacion por las chimeneas en el Viso, por la hora de Astorga á un
maragato, por el reloj del Cura á un baracaldes, ó por la bula de Meco á un
gallego. (…)
Estos
son otros cantares que no necesitan explicación; los hay más inciviles, del
cura de Villalpando y su sobrina, y de las mujeres de San Román de Hornija. (…)
Aún
sigue aprovechándose por gente de buen humor cualquier circunstancia local
oportuna, según acredita, por último ejemplar, el siguiente epigrama de Leon de
la Vega:
“Brindó
hospedaje en Zamora
tras obsequio
pasajero
á Telesforo,
un viajero
en cierta
locomotora;
y cortés le
respondió
el dicho don
Telesforo:
—Muchas gracias;
lo que es yo,
no puedo pasar
de Toro.”
C. F. D. (nº 54 [1881],
pp. 90b-93b; 31-mar.)
Los cuentecillos de Nogués parece que animaron a otros amantes del chascarrillo; no sólo fueron los que había insertado en El Averiguador Universal, sino los que había publicado aparte. Un lector pide parecer sobre enviar un centenar de cuentos, dado el éxito de los cien del Soldado viejo [Nogués]; evidentemente, el parecer de la Revista era positivo, pero, desgraciadamente nunca aparecieron. La Revista terminaba el año (1882) y Sbarbi dejaba pendiente la continuación de los artículos; en su lugar ofrecía la entrega de otra obrita para los subscriptores, durante dicho año.
(…) Un estudiante nada jóven, y tambien
aragones y de la tierra del Jalon, tiene otros cien cuentos aragoneses inéditos
(…)
Había
en Alcalá (quizá fuera en Salamanca ó Sevilla y por eso no riñamos), un
zapatero repentista que tomaba mucho rapé en caja, sin fusique ni fungueiro.
Llegó
un dia un estudianton á su tenducho, y arrodillándose delante de él, con el
tricornio en el suelo y las manos cruzadas ante el pecho, le dijo con tono
suplicante:
¡Postrado aquí
me tendrás,
hasta que me
dés un polvo!
El
zapatero sin inmutarse, y ántes al contrario con tono de autoridad, y después
de sacar la caja, dar sobre la tapa de ella los dos golpecitos de rúbrica, y
sorber él priméro una buena racion, le alargó la caja diciéndole:
¡Pecador, ego
te absolvo!
Levántate y
tomarás.
Todavía
se ha olvidado á don A. G. F. una cosita del prefacio.
Tratándose
de un charlatan oí decir á cierto eclesiástico:
—Tambien
ese es de los del prefacio;
en tomando la tarabilla no sabe concluir:
—
¿Y qué tiene que
ver eso con el prefacio?
—Le diré á V.: al acabar el prefacio dice en sus últimas palabras una cosa que cuadra bien á todos los charlatanes, sine fine dicentes.” (nº 76 [1882], pp. 60b-61a; 28-feb.)
Más, si lo prometido por el estudiante “nada joven” no llegó a ver la luz, para desgracia nuestra, sí nos pudo compensar otro pequeño ramillete de chascarrillos aragoneses; quizás ellos sean una porción de los prometidos por el estudiante nada joven:
CUENTOS ARAGONESES
El
herrero de Almudévar le metió por la boca á su mujer un hierro candente, porque
le trajo el almuerzo frio. Condenáronle á morir ahorcado. A los que le llevaban
al patíbulo, gritó un labrador amigo suyo:
—Vecins
d´Almudévar, al ferreiro del pueblo quereis enforcar? ¿Quién vus aferrará las
mulas y las rejas de labrar? Doce teixidors (tejedores) hay en el pueblo: aunque enforquéis á
úno, entuavía vus quedan once. —
Los
labradores convencidos con tan bravo argumento, echaron mano á un tejedor, y lo
ahorcaron. Desde entónces quedó en proverbio el decir: La justicia de
Almudévar, que pague quien no lo deba.
Esta
anecdotilla se publicó en un libro impreso en Huesca intitulado: Aventuras
de Pedro Saputo.
**
A
los que huyen del trabajo les suelen decir en tierra de Huesca: “Paíces á los
burros de Arguís, que, de ver la carga, sudan.”
**
A
los de Daroca les dicen por burla los de los pueblos inmediatos:
Daroca la
loca,
Los muros
altos, la gente poca;
Si no fuera
por la mina,
No valía una
sardina;
Si no fuera
por el ruejo,
No valía un
abadejo;
Si no fuera
por los Corporales,
No valía
cuatro reales.
Aluden
á la mina ó túnel que abrió Mosen Piérres Bedel, para salvar la ciudad de
inundaciones. Al santo ruejo,
ó piedra de molino, que rompió la puerta de la ciudad, dando lugar á que
salieran las aguas dia de San Buenaventura, y al Santísimo Misterio.
**
Tienen
por patron los de Illueca á san Babil, y los de Sestrica á san Miguel.
Ponderaba
úno de Illueca lo múcho que valía una reliquia de san Babil que les regaló el
papa Luna, natural de aquel pueblo, á quien por eso le llamaban el Papa
Illueca.
“¡Valiente
cosa!” dijo el de Sestrica: —Nosotros tenemos en mi pueblo una plumica
del ala de S. Miguel.”
**
El
cadáver del papa Luna, que murió en Peñíscola, estaba insepulto en el castillo
de Illueca, propio de los condes de Morata, señores del pueblo, por haber
muerto escomulgado: su cadáver estaba íntegro ó momificado. Los franceses, que
le persiguieron terriblemente en vida, teniéndole sitiado en Aviñon,
maltrataron su momia, tirándola por una ventana del palacio, de cuyas resultas
quedó destrozada.
Contábalo
con lastima úno de Illueca, á lo que le dijo ótro de Jarque: —“Mira tú
que mala cuenta os trujo, que os lo comisteis en la taberna por abadejo.”
**
Vendió
úno de Gotor un burro á cierto vecino de Illueca. Pocos dias despues se dijo
que el burro era robado, pues el de Gotor lo había comprado á unos gitanos en
la feria de Calatayud. Encontrando un dia el comprador de Illueca al vendedor,
se encaró con él y le dijo: —“Ciquío, ¿sabes que á tu burro le ha salido
mala voz?”
El
de Gotor, con el mismo tonillo peculiar de los de aquella tierra, le contestó:
—“Pusqué, telo vendí yo pa cantor?”
**
Un
labrador rico, pero de linaje oscuro, casó con una infanzona tan pobre como
orgullosa, la cual luégo que se vió fuera de miserias, se hizo muy desdeñosa con
su marido y la parentela de éste. Un dia que riñeron, le llamó piojoso,
piojoso, piojos. Exasperado
el marido, le echó una soga al pescuezo y la tiró al rio medio estrangulada. Al
caer, le dijo el matador:
—Ya
no volverás á insultarme. —
La
infanzona moribunda, ya que no podía hablar, sacó las manos, y comenzó á juntar
úna con ótra las uñas de los dedos gordos, como quien mata los insectos á que
aludía con aquel mote.
**
Como
cuento, y mero cuento histórico, puede pasar el siguiente que oí contar á un
valenciano.
A
los Aragoneses llaman en Valencia churros, y por diminutivo, churretes. Como hay muchas criadas aragonesas de la
serranía de Teruel, que suelen ser apreciadas por su honradez y laboriosidad,
la palabra churreta es
casi sinónima de criada.
El
orígen de la palabra churro,
decía el valenciano que proviene de que en ocasión de celebrarse córtes
generales en tiempo de Don Jaime II y jurar los fueros el Rey, dijo en limosin
ó catalan Jureu… para que
todos jurasen. Los catalanes y valencianos lo entendieron y dijeron juro, pronunciando churo. Pero los aragoneses, como no lo entendieron,
callaban, por lo que el Rey algo enfadado exclamó: Digan churo. Oyendo aquello los aragoneses lo
pronunciaron fuérte diciendo: Churro.
**
Cuenta
el P. Feijoo en su Menagiana, ó Colección de cuentos, que á un alcalde de
Calatayud de la familia de los Ramiros le pusieron un pasquin muy picante.
Bebía los vientos el Alcalde por saber quién lo había puesto, y ofreció un buen
premio al que lo averiguara; pero á la noche siguiente apareció cerca del mismo
sitio otro pasquin que decía:
“No lo sabras, bobo,
Pues que lo
puse yo solo.”
En
efecto, en tiempo de Felipe V fue alcalde muchos años don Juan Ramiro,
partidario de la casa de Borbon, como lo fueron el clero y la nobleza de allí,
aunque nó la gente del pueblo.
**
En
un año de gran carestía, un pobre montañes de hácia el valle de Hecho les dijo
á sus tres mocetes, que
fueran á ganarse la vida, pues no tenía para darles de comer. El chiquito, que
era listo, cogió una campanilla, y se propuso pedir limosna haciéndose el mudo.
El
montañes al despedirlo le dijo en la fabla que áun conservan en la montaña de
Aragon: — ¡Mocé, non bebas vin, que fablarás muyto!
Bien
le fue al chico una temporada con su industria. Pero habiendo llegado á Huesca
le ofrecieron un vasito de vino en una casa donde le recogieron. Dióle el
tufillo en la nariz al seudo-mudito, y no pudiendo vencer la tentacion, bebió
un buen trago, á pesar de la oportuna advertencia paternal, y, como era de suponer,
se achispó.
—
¡Lástima de chico, —decía el dueño de la casa, mirando al pobre mudito!
— ¿De qué se quedaría mudo?
Abrió
la boca el mudito, y dijo con aire lastimero: —“Lo soy de nacion.” por
decir de nacimiento.
**
En
una boda que hubo en Meneses estaba muy seria la novia durante la comida. Los
convidados comenzaron á gritar: “¡Que diga la novia gracia!”
La
novia, despues de múcho pensarlo, dijo:
“¡Que
cuerten pan!”
**
Cuando
algúno hacer barbaridades que llegan á darle funesta celebridad, suelen decir
en Aragon:
“Ese
es como el dulero de Calanda, que, por hacerse famoso, despeñó la dula”
(adhula).
**
Dos
comerciantes de Calatayud fueron á Zaragoza para una comision del Ayuntamiento,
hacia el año 1852. Iban con sus buenas capas de paño azul y sus chaquetones ó
americanas de buen paño.
Un
empleado del gobierno civil de Zaragoza les preguntó en tono de broma:
—Ustedes tienen traza de ganaderos.
—Ya
se ve que sí.
—
¿Y en qué comercian ustedes? —
El
uno de ellos, no poco listo, le respondió:
—Por
ahora tratamos en perras.
**
A
un librero de Zaragoza en cuyo tenducho entré por ver si tenía algunas obras
antiguas le pregunté si tenía algunos libros antiguos.
—Aquí
tiene V. todas las obras que quia V. pidir; tiene V. la Pastora de lamer-mor
[N. A.: una novela de Walter
Scott], las aventuras de Tilímaco…
—Pero
si yo no quiero novelas, ni libros nuevos; lo que yo quisiera saber es si tiene
V. libros viejos, de esos grandes de los conventos.
—¡Precisamente
viene V. á pegar con el que más libros de frailes ha devorao en Zaragoza! —Aún le compré alguno que
por casualidad tenía, y que había sido por cierto del P. Santander, obispo
auxiliar de Zaragoza.
**
—
¿Qué tal os ha salido el santo que vus han traido de Zaragoza?
—
¡Flojillo! lo sacamos antier en rogativa, y llovió, pero fue poquito.
**
Estando
formando un batallon de la Milicia de Zaragoza, acordaron los jefes que los
capitanes, ántes de romper filas, exhortasen á sus compañías respectivas á
suscribirse para regalar una espada de honor á Lord Clarendon.
Un
nacional, que no oía bien, lo que decían preguntó al de al lado:
—“¿Qué
dicen?”
El
ótro, que tampoco oía muy bien, respondió:
—“Paíce
que piden pa úno.”
El
primero contestó: “Todos los dias andan pidiendo. El que no tenga, que vaya al
hespital, que tambien yo voy cuando estoy malo.”
Echáronse
á reir tódos al oir tal simpleza. Preguntando el capitan por qué se reían, le
dijeron: —Dicen aquí que si quiere algo Milord, que vaya al hospital.
La
broma fué tal, que ya no hubo que tocar fagina para que cada uno se fuera por
su lado.
**
A
un caballero de Calatayud que fue á tomar una vara del palio el dia del Córpus en
Sedíles, se le acercó úno de los regidores con su capa de paño pardo de
Illueca, que no la pasaba un puñal, y quitándosela de la mano le dijo, al ver
que iba de levita y sin capa: —“Quítese V., señor, que no va V. decente
para llevar el palio.”
**
Estaba
un dia Pignatelli en el taller de herrería, que había en la Casablanca, para
las obras del Canal y las grandes exclusas, que allí llaman las inclusas. Acababa de encargar unas grandes cadenas para
la sujecion de las compuertas, á un atlético herrero, cuando éste, al verle
cerca del yunque donde iba á martillar, tuvo la mala ocurrencia de decirle:
—Aparte V. S., señor canónigo, que estas chispas no son como las del Coso [llamaba así á unas
lindas señoritas cuya casa frecuenta el canónigo, N. A.]. –Costóle el
chiste que le echáran al tobillo la cadena que estaba haciendo.
**
Un
cura que decía misa en el Templo hacia el año 1827, tardaba múcho en decirla, y
sobretodo en los mementos: momentos los llamaba su sacristan.
Creyendo
un baturro que se dormía el cura, fue al altar y le apagó las velas “. ¿Qué
hace V.?” le dijo el cura. “Miste (Mire usted), pa dormirse no menesta (no
necesita) luz.”
**
Estando
un amigo mio en una botiga (tienda) de Zaragoza, donde con mucho descaro se
daba dinero para un motin, llegó un baturro embozado en su manta, y preguntó en
voz alta, como si tratara de la cosa más sencilla del mundo:
—“¿Es
aquí donde pagan pa eso que va á haber?”
Diéronle
un duro, diciéndole:
—“Ya
se te avisará cuando sea.”
**
“Quisiéramos
que nos hiciera usted un Cristo bien majo, mejor que el de Calatorao”, decían á
un escultor de Zaragoza dos regidores de un pueblo de la ribera del Jalon.
—“Lo
quieren Vdes. muerto, ó en agonía?”
Despues
de conferenciar un rato, dijeron al escultor: —“Hágalo V. en la agonía;
que, si no nos gusta, ya lo traerémos á que lo mate.”
**
Para
exagerar la malicia de un vecino suyo, decía úno de Ricla:
—“Es
peor que los chiles de la Almunia, que salen al camino á picar.”
**
Un
maestro de escuela de Tarazona pidió una gracia al Ayuntamiento, que le fue
negada. El maestro puso por muestra un verso de la Sagrada Escritura que dice: Doce-bo
vos, pero lo partió en esta
forma:
Doce-
bo vos
El Ayuntamiento
lo llevó á mal, tomándolo por alusion, pues eran doce los concejales.
**
En
algunas comarcas de España llaman por antonomasia gente á la tropa.
Viniendo
unos de Loharre á vender una piara de cerdos en la feria de Huesca, les echaron
el ¡alto! con la consabida fórmula:
—¿Quién
vive?
—España.
—
¿Qué gente?
Despues
de un rato de pausa y á la segunda intimidacion, contestó uno de ellos:
—Non
semus gente, que semus cochins de Luarre que venimus á vender enda Huesca.
El
que lo cuenta á los de Loharre, ya puede mirar cómo lo hace.
D. V.
(nº 79 [1882], pp. 106a-110b; 15-mar.)
El cuentecillo, chascarrillo o anécdota tambien accede a la Revista de forma ocasional, sin formar pequeñas colecciones, con diversos motivos, los mismos por los que en tantas ocasiones había acudido para ilustrar diversas composiciones mayores a lo largo de toda la historia de la literatura, quizás como composición suelta. Fue muy frecuente que diversos autores versificasen cuentecillos populares: al El Averiguador Universal fueron a parar algunos de ellos, inequívocamente tradicionales[12]:
LAS
PLAYERAS (inserto en LA ENCICLOPEDIA, Revista cientifico-literaria decenal de Sevilla, el 25 de abril pasado)
Cuéntase
de un mozuelo andaluz, que, hallándose en tierra extraña, dominado por el
cansancio, ó tal vez por la nostalgia, se tendió en el suelo, y se puso á
tararear en voz bastante baja, si bien no tanto que no pudiera ser percibida de
los transeuntes, unas playeras ó seguidillas gitanas;
que por ambos nombres es conocido este canto. Acertaron á pasar cerca de él
unos caballeros; y pensando éstos que se hallaba acometido de alguna dolencia,
le preguntaron que por qué se quejaba. Como no les hiciera caso el rapaz una ni
otra vez, y condolidos aquellos sujetos tratáron de levantarlo, les dijo el
mozo con notable desenfado: “¿Qué he de tener, cuerpo de tal? que estoy
ensayando aquí unas playeras de mi tierra, para que no se me olviden.” (nº 9 [1879], p. 129a; 15- may.)
LECCION
DE HISTORIA NATURAL
Explicaba
un maestro á sus discípulos, que el hombre estaba formado de un poco de barro,
deduciendo de aquí que el hombre será tierra.
—Pues
si es así, —le dijo un chico, — ¿cómo es que cuando úno se come una
aceituna no crece un olivo?
—Algunas veces sucede: cuando tu madre estaba encinta se comió una bellota, y nació, por consiguiente, un alcornoque. (nº 38 [1880], 221b; 31-jul.)
LA
OXEADORA DE HOMBRES
Hé
aquí el consejo que da una mujer honrada como la misma virtud, y que fue muy hermosa,
á ótra de iguales cualidades que se queja de que, cuando va por la calle, la
siguen importunamente muchos individuos del sexo fuerte.
“En
cuanto un hombre se ponía á seguirme, me volvía, y le miraba con mucha atencion
y fijeza á los piés, con lo cual se desconcertaba y desistía de su intento.
Atribuyo semejante resultado á que los hombres rara vez van bien calzados, ó á
que suelen tener los piés algo grandes ó defectuosos; y la mirada de desprecio
que echaba yo á su calzado, les convencía de la inutilidad de su intento, con
lo cual conseguía oxearlos ó espantarlos, como si fueran moscones.” (nº 38 [1880], 221b; 31-jul.)
Modelo
de culteranismo femenil
Fue
célebre á fines del siglo pasado en Cuenca Doña Catalina de Mota, dama sabia
entre los necios, que de puro fina se deshilachaba; entre otras cosas decía:
“Doméstica, abre esos pinos, corre esos linos para que entren los céfiros
matutinos.” Para ajustar una carga de leña, se valía de estas palabras:
“Rústico del campo. ¿en cuánto apreciais esos descompuestos palos con que
agobiais á ese escuálido jumento? pero advierte que será de tu gravámen, si
entre nós hay avenencia, subirlos al cacúmen de este elevado edificio.”
Habiendo cenado lentejas y sufrido indigestion, preguntada por su dolencia y la causa, diz que respondió: “Condimenté unas atrevidillas, las coloqué en el crisol, sus efluvios subieron á la media naranja y dieron con mi humanidad en tierra; pero acudí á la bomba acuática, y á beneficio de sus inyecciones, volvió mi salud á su estado prístino.” (nº 24 [1879], p. 383a; 31-dic.)
Quizás no parezca oportuno incluir lo anterior entre los cuentecillos; pero la cantidad de anécdotas de este tipo es enorme en la recolección de publicaciones dedicadas a tales producciones. Un solo ejemplo tomado de Roberto Robert: “Una señorita necia dijo á su criada:
—Doméstica: aproxima un instrumento para separar lo supérfluo de lo coruscante (Pedía las despabiladeras.)”[13]
CURIOSIDADES
DEL SUBLIMISISMO
Ó ESTILO SUBLIMÍSIMO
CAPÍTULO ÚNICO
(…)
Y la Juventud barcelonesa sería ingrata y rahez si no condescendiera con tal
pretension, á la manera que sucedió con aquel deudor insolvente que, hallándose
próximo á la agonía, y pidiendo á su acreedor que lo dejara morir en paz, oyó
de boca de éste las siguientes consoladoras palabras: ¡Vive Dios, que no
morirás hasta que no me pagues!
(…)
Recuerdo á este propósito, que en cierta ocasión se llegó una beata ilusa á un
confesor, refiriéndole que todas las noches veía en sueños al Niño Dios, en
cuya atencion se vió obligado el sacerdote á preguntarle qué es lo que
acostumbraba cenar; y habiéndole respondido ella que una taza de sopas con
jamon y un par de huevos, un guiso de carne, otro de pescado, ensalada,
postres, y media botellita de vino, le dijo: “Pues, hija mia, dobla mañana la
racion, y verás, no digo yo al Niño Dios, sino hasta el trono de la Santísima
Trinidad.” (nº 56 [1881], pp. 116a-120a; 30-abr.)
EL SERMON DE PASION
(CUENTO GADITANO)
(…)
Estaban
entretenidos
en una cristiana
plática
un padre predicador
y un concurso de
beatas
en el convento del
Cármen,
allá por semana
santa.
Explicaba el orador
con frase discreta
y sabia
la pasion
dolorosísima
del Salvador de las
almas,
y llegado había ya
al punto
que los evangelios
marcan
del prendimiento en
el huerto,
cuando al decir las
palabras
de Jesus — ¿A
quién buscais? —
un gallego de una
casa,
que en el templo
entraba entónces
para llevar á sus
amas
unos paraguas, pues
miéntras
el sermón se
predicaba
se había armado una
tormenta,
creyó que le
interrogaban,
y, sin pararse en
pelillos,
exclamó con voz
bien alta:
“Eu busco á mis
señuritas
para darles los
parajuas.”
PEDRO
IBÁÑEZ PACHECO.
(nº 74 [1882], pp. 20b-21a; 31-ene.)
CUENTO ANDALUZ
Dias
pasados iba por las calles de Málaga un hombre con un cordero acuéstas y
gritando:
—
¿Quién me compra el más instruío—
Un
jóven lo pára con objeto de preguntarle el precio.
—
¡Cuatro duros!
—Pos
ya lo creo! como que en Benamocarra estaba siempre lo mesmo que ahora haciendo bee…
bee… pa que no se le orviase
el arfabeto.
—
¿Y por qué no ha pasado de la be?
—
¡Ay, señorito! como ya no se pagan los maestros, el de Benamocarra, no puo
seguí aelante, ni mi cajnero tampoco; po eso voy á vel si lo vendo. (nº 80 [1882], p. 123b; 30-abr.)
LA NECESIDAD
CUENTO POPULAR DE VIZCAYA.
[Cuento
que Trueba recuerda de su madre. A Seneca (no Séneca, aclaración del autor), el
último molinero, se le murió su mujer y quedó con un único hijo. Les dijo a los
vecinos que le ayudaría La Necesidad. Manda al niño con una carga a la panadera
de Somorrostro, consolándole con que si pasase algo La Necesidad le ayudaría.
El burro cayó con su carga en medio del camino: llamó insistente el niño a La
Necesidad; mas, como no venía, soltó la carga del burro, con lo que, a poco, se
levantó, lo arrimó a un ribazo, donde acercó la carga que colocó sin problemas.
Cumplimentada la tarea, llegó a casa e informó a su padre del incidente. El
padre le explicó que quien había levantado al burro y lo había cargado había
sido La Necesidad]
ANTONIO DE TRUEBA. (nº 87 [1882], pp. 232a-234a; 15-ago.)
UN ESTUDIANTE
HAMBRIENTO.
(CUENTO
ANDALUZ.)
Cierto
estudiante andaba
por ciudades y
aldeas ambulante,
y el infeliz
pasaba
un hambre de
cesante,
que es veinte
grados más que de estudiante.
Echaba
el terno y taco
anhelando los
goces de una olla,
que su
estómago flaco
llenaba de
bambolla,
fuera pan,
fuera col, fuera cebolla.
Ganoso
de manjares,
en un meson se
entró cual peregrino;
y, hurgando
los vasares;
al despertar,
ladíno
se encontró
una corteza de tocino.
Por
inútil, no pinto
de su enjuto
gaznate la alegría;
en todo aquel
recinto
sólo un
chiquillo había
que hacía que
dormía, y no dormía.
Fiéro
el tocino alcanza
ántes que el
hambre su garganta agoste,
y en su
oprimida panza,
que estaba
como un poste,
lo zampó sin
decir oste ni moste.
Gritó
el muchacho indino:
—Madre,
aquí hay un ladron, con tales ganas,
que ha comido
el tocino
con que por
las mañanas
suele untarse
papá las almorranas!
Con
terribles denuestos
maldice el
Estudiante cuanto toca;
por más que á
Dios invoca,
¡qué arcadas y
qué gestos!
echó el pobre
las tripas por la boca.
Lector,
si á cada instante
tu panza no
has de ver más afligida
que el mísero
Estudiante,
no quieras en
tu vida
tener hambre,
y tener poca comida.
(nº 76 [1882], p. 61; 28-feb.)
EL ALCALDE DE UN
LUGAR
En
mi valle, y á dos leguas
De mi pobre
lugarejo,
Levanta sus
pardas chozas
Otro
pueblo.
No
quiero mentar su nombre,
Que á latin
saber por cierto,
Pues me lo veda
el motivo
De
mi cuento.
Es
el caso, que hace un siglo,
(Poco más ó
poco ménos,)
Pululaban por
sus calles.
Cien
rateros
Y
de la audaz policía,
Y de
alguaciles muy diestros,
Se mofaban los
astutos
Ladronzuelos.
¿Qué
hacer con tanto perdido?
(¡Prole de
Ceuta por cierto!)
Siempre
espanto de los pobres
Lugareños
Congregados
los pudientes
En pacífico
congreso,
Parece ante el
Alcalde
Decidieron.
Y
hecho así, cual se convino,
En nombre de
todos ellos
Discurrió el
Dómine, que era
Fiel
de fechos,
Y
discurrió con tal maña,
Tal sesudez,
tal criterio,
Que ahogó su
voz un aplauso
De
los buenos.
Recapacitó
el Alcalde,
Frunció el
ceñoso entrecejo,
Y con voz que
estalló ronca
Como
un trueno,
—
¡Exterminio! —gritó airado—
Y sépase quién
es Pedro. —
Se llamaba así
el Alcalde
Según
veo.
Meditó
mucho el asunto,
Y hubo mucho
cabildeo
Entre
golillas, corchetes
Y
labriegos,
Y
á cumplir tamaña empresa
Destinó, ¡caso
estupendo!
Cierto asesino
incansable
De
aquel pueblo.
¿Procedió
bien la Justicia?
Nadie lo
afirme ni en sueños,
Porque el
fin jamás fue excusa
De
los medios.
JUAN
B. PASTOR ALCART
(De la
Revista de Alcoy)
(nº 76 [1882], p. 63; 28-feb.)
UN
GALLEGO SECREYENTE MUERTO
(CUENTO)
Cogieron
á un gallego junto á un puerto
los civiles, y
habiendo convenido
que el matarlo
era caso decidido,
quisieron dar
un susto al inexperto.
Con
pólvora no más (y esto es lo cierto)
le tiraron;
del trueno al estampido
cayó en
tierra, redondo y sin sentido,
pensando el infeliz
estaba muerto.
Pero
al verle caer con tal presteza,
huyeron los
civiles de contado,
creyendo
haberle muerto en su torpeza.
Volvió
de su congoja el desgraciado,
y es fama que,
empinando la cabeza,
exclamó:
“¡Dius me haya perdonadu!”
(nº 76 [1882], pp. 63b-64a; 28-feb.)
EPIGRAMA
(DIALECTO
BERCIANO)
— ¡Ay,
Anton! ¿Qué quieres, Xan?
—
¿Dormes; ou non dormes? —Non.
—Pois
préstame un real, Anton,
que ch`ö
volveréin mañan.
—Para q´
ö queres? —Pra un gotin.
—Bebe
agua —Cria mormo.
— ¿Con
que queres un real? —Sin.
—Pois
faite conta que dormo.
ANTONIO FERNÁNDEZ Y MORALES.
(nº 76 [1882], pp. 64b; 28-feb.)
EL
PRENDIMIENTO
(CUENTO
GADITANO)
[El sastre Guerrero solía coger buenas borracheras, y siempre era llevado a casa por los vigilantes, pero un día lo llevaban alborotando, como era costumbre, a la prevención; ante el alboroto, la gente salía a los balcones a ver qué pasaba:]
— ¿Me
quisiera usted hacer
el favor, cabo
Rivero,
de explicarme
qué sucede? —
preguntó, de
susto lleno,
un señor ya
entrado en años,
que estaba
asomado á un cierro.
—Muy
torpe debe usted ser
si no llega á
comprenderlo
(contestó sin
vacilar
nuestro sastre
sonriendo):
como hoy es
miércoles santo,
han querido
los serenos
representar á
lo vivo
el paso del
Prendimiento.
PEDRO
IBÁÑEZ PACHECO.
(nº 78 [1882], pp. 88a-90a; 31-mar.)
CURIOSIDADES
APUNTES
HISTÓRICO-ANECDÓTICO-BIBLIOGRÁFICO-FIOLÓGICOS-FELINOS
(…)
¿Y quién no recuerda que, allá en la alborada de su existencia al oir de boca de
sus mayores, ó de su nodriza, aquellas consejas traídas á cuento para alejarle
del sueño, ó acallarle del lloro, un gatazo negro era por lo regular el tema obligado de
semejante entretenimiento? ¿Quién podrá echar jamás en olvido, así viviera más
años que Matusalen, aquello de
Érase
una vez un gato
que tenía los
piés de trapo
y los ojos del
reves:
¿quieres que
te lo cuente otra vez?
como
igualmente el juego con que le entretuvieron en aquella feliz edad, juego tan
cándido como ella, consistente en sobar las mejilla priméro y golpearlas
suavemente á lo último, diciendo:
Miso
gatito.
qué has
comidito?
—Sopitas
de la olla.
—En qué
me las guardaste?
—En la
cazolita.
—Con que
las tapaste?
—Con la
tapaderita.
¡Zape, zape,
zape, zape!
EL DOCTOR MARAÑON Y
UÑATE. (nº 77 [1882], pp. 72a-79a;
15-mar.)
CURIOSIDADES
EPIGRAMA
Estaban
en el balcon
Dos hermanas
una tarde,
Y pasó don
Juan Velarde
Mandando su
batallon.
— ¡Qué
guapo es el coronel!
(Le dijo
Cármen á Juana)
¡Cómo me
gusta! Y tú, hermana,
¿No estás perdida
por él?
—Yo no
soy tan exclusiva
(Respondió
Juana al momento);
Y, hablando
sin fingimiento,
Estoy más
muerta que viva
Por todo su
regimiento,
L. P. DE A. (nº 91 [1882], p. 296a; 15-oct.)
CURIOSIDADES
¡CONCEPCION
TIENE V. PARA RATO!
[Don
Rodrigo poseía un cuadro de la Concepción de Velásquez. También tenía una hija
picada de viruelas. Hizo extender la voz de que el cuadro sería dote para su
hija Sabina; mas no surgió pretendiente. Expuso sinceramente el caso a un
pintor, que, tras dudar de si el cuadro podía valer por sí solo por dote,
exclamó: “¡Concepcion tiene V. para rato!”
ALEJANDRO GOMEZ FUENTENEBRO. (nº 93 [1882], pp. 324a-226a; 15-nov.)
INSCRIPCION
NOTABLE
En una aldea de Castilla, de cuyo nombre no quiero
acordarme, prestaban sus servicios espirituales en la parroquia titular un cura
y un sacristan, de cuyo zelo por su ministerio no se encontraban muy
satisfechos, todos ó la mayoría de los vecinos: y era motivo el descuído en
ámbos, el del priméro por una desenfrenada aficion á la caza de la perdiz, y el
del segúndo por dedicarse con gran ahinco al cuidado y cria de sus numerosas
ovejas, que, según se cuenta, le producían mucho más estipendio que sus
trabajos de sacristía.
Refiérese
que cansados los feligreses de que no se celebrara misa muchos domingos, y
discurriendo la mejor manera de darles á entender su falta, úno de ellos, más
aventajado que los demas, de esos que se suelen denominar la plana mayor ú
oficiales, discurrió colocar en la puerta del templo, escrito en gruesos
caractéres, la copla siguiente.
Sacristan, á
tus ovejas.
Y tú, cura, á
tus perdices.
¡Y tú,
Iglesia, santa!
¿Qué
dices?
Señor,
nada:
“Que más vale
sola,
Que mal
acompañada.”
Lo
que, según parece, les hizo variar de conducta, y seguir de nuevo el camino del
deber que nunca debieron abandonar.
A. ROA Y GARCIA. (nº 85 [1882), p. 202; 15-jul.]
La anécdota viene a cumplir el mismo papel que el cuentecillo en
el discurso, en el diálogo oral o escrito. Resulta difícil, en ocasiones, discernir entre cuento o anécdota. El cuento, como vimos que dice el Padre Sarmiento, aparece sine die, despojado de toda seña de identidad que lo ancle a un lugar y apunte a personajes concretos; la anécdota sí, es sucedido cierto; dice el narrador que le ocurrió a él en tiempo y lugar exactos, o a otro confidente de irrefutable credibilidad; pero, bien sabe el folklorista que muchas de tales anécdotas tan fidedignas se repiten invariablemente por todo lo ancho de una cultura con fechas, lugares y nombres cambiados. Incluso la misma anécdota histórica puede verse reflejada en diversos personajes: con esto debemos contar a la hora de contemplar las “anécdotas”.
LECCION SEVERA EN SON DE BURLA
Hablando
de Josué una noche en casa de Cuvier, un célebre astrónomo se burlaba de aquel
patriarca hebreo, quien en medio de su inspiración ordenó al Sol que se
detuviera cuando en su calidad de profeta debía saber que sólo la tierra es la
que se mueve.
—Amigo
mio, le preguntó Cuvier con una suave sonrisa, que á veces tenia en él la más
punzante expresion: ¿A qué hora amaneció hoy?
—Hoy
ha salido el sol á las siete y cincuenta y seis minutos, y se ha puesto á las
cinco y once minutos de la tarde.
—
¡Salir! ¡Ponerse! exclamó
Cuvier. ¡Cómo! Eres un astrónomo célebre, te tienes por un semidios y más que
un profeta, y con todo eso dices que el Sol sale y se pone, cuando es la Tierra la que se mueve!...
—Empleo,
como tódos, interrumpió el astrónomo, las expresiones consagradas por el uso.
—Entonces, no te burles más de Josué, que hacía como tú, replicó Cuvier con cierto tono seco que no admitía réplica. (nº 24 [1879], p. 384a; 31-dic.)
OMNIPOTENCIA DEL ORO,
AUNQUE SEA TRANSFORMADO EN COBRE.
Tiene
la palabra nuestro apreciable colega malagueño El Mediodía, del 25 de agosto próximo pasado, en cuyas
columnas leemos lo siguiente:
“Se
nos refiere un caso ocurrido hace dos ó tres tardes en la calle de la Victoria,
y el cual no queremos dejar de referir.
Recorre
actualmente las calles de esta ciudad, un pobre hombre con varios perros de
aguas que hacen distintas habilidades, y un burro que se finge muerto, siendo
en vano que su dueño lo arrastre, le pegue latigazos y le hostigue, pues el
animal permanece inmóvil. Dos borrachos contemplaban extáticos, como ya hemos
indicado, en la calle de la Victoria, al burro habilidoso; y al fin, uno de
ellos le habló al ótro al oído, y dijo en voz alta:
—Yo
me atrevo con éste, á levantar al burro. —
Y
dirigiéndose ambos al animal, úno empezó á meterle en la boca una moneda de perro
grande, miéntras el ótro
trataba de alzarle el hopo y colocarle otra moneda… Como es natural, el animal
levantóse al momento, y ántes que su dueño pudiera contener á los dos
adoradores de Baco.
Al
ver que el burro se levantó, miéntras el dueño les amonestaba, decía el más osado de los borrachos:
—Mía
tú cómo yo lo he levantado: convéncete de que en enseñando dinero, jasta los
burros resucitan.” (nº 41 [1880], p. 269a; 15-sep.)
CURIOSIDADES
HISTORIA
DE UNA LECCION DE SOLFEO INEJECUTABLE
[Don Antonio Linares, maestro de capilla de la Colegiata del Salvador en Sevilla, en el primer tercio de siglo, daba clases de solfeo. Advierte en una de estas clases que un estudiante y su sobrina se están intercambiando confidencias por signos, lo que le incomoda sobremanera, y decide alejarlo de allí en al momento; le pone una partitura de solfeo mientras le advierte:]
Toma,
ahí tienes tu leccion; te prohibo terminantemente volver á poner los piés en mi
casa hasta tanto que no la sepas de corrido y sin errar siquiera un punto.
¿Qué
había de volver el mocito?
¡Que
si quieres! ¡Volver!... Las espaldas.
[Por supuesto, le puso como tarea el aprendizaje de una partitura dificilísima, que se incluye en la propia Revista.] (nº 71 [1881], pp. 357a-362b; 15-dic.)
DISCURSO
LEIDO EN LA
SOLEMNE INAUGURACION
DE LA
ACADEMIA
NACIONAL DE LETRAS POPULARES
EL DOMINGO 29
DE ENERO DE 1882
POR SU
PRESIDENTE INTERINO
EL PRESBITERO
D. JOSÉ MARIA SABARBI.
(…) Hallábase de visita cierta señora andaluza
en casa de unas amigas, y con motivo de haber recaído la conversacion sobre lo
no muy bien que en el casamiento de sus hijas le fuera con los parientes de sus
respectivos yernos, exclamó: “Aseguro á ustedes que si volviese yo á tener otra
hija, y quisiere casarse, desearía que lo hiciese con un cunero. — ¿Qué dice usted, señora, con un culero?
—prorrumpió un señor
madrileño que estaba á su lado, y que por lo visto ignoraba que semejante
palabra equivale á lo que en Madrid se denomina inclusero; en Toledo pedrero; y comunmente, expósito. No hay para qué decir que la risa promovida
con tal suceso fue tan animada como general.
Pues otra señora, igualmente andaluza, que acababa de trasladarse á la Córte, le dijo un dia á su cocinera: —Fulana, para mañana quiero que me traiga usted unas tagarninas. —Corrida y medio escandalizada la buena de la mujer, esperó á que se presentase la ocasión de hallarse á solas con la doncella, que era andaluza como su ama, para decirle: ¡Hija, no sabía yo que tu señorita fumaba! —Mi señorita? quién le ha levantado semejante testimonio? — ¿Qué testimonio ni qué niño muerto!, cuando ella misma me ha pedido hace poco le traiga unas tagarninas, y yo me he quedado tan sobrecogida, que no he sabido qué contestarle? —La carcajada que soltó la muchacha fue tal, que habiendo resonado en los ámbitos de la casa llegó á los oídos de todos sus moradores, quienes, así como la cocinera, se reían sin saber de qué, porque cuantos más esfuerzos hacia la pobre chica por hablar, más se lo impedía un nuevo flujo de risa; hasta que, habiendo podido declararse al cabo, quedó descifrado el enigma, y enterada la cocinera de que lo que su ama le había pedido no eran cigarros im-puros del estanco, sino cardillos para la olla. (…) (nº 74 [1882], pp. 24a-32b; 31-ene.)
AVENTURAS DE
UNA MOMIA
[El orientalista M. Maspero intenta llevar una momia al museo de El Cairo. No sabiendo qué tarifa asignarle los del ferrocarril como mercancia, por similitud, le aplican la misma que la empleada para el pescado seco. Instalada en el museo, dijeron que había resucitado, pues un brazo, al darle el sol, se había erguido]. (nº 84 [1882], pp. 186b-188a; 30-jun.)
PODER CASI
MIRACULOSO
DEL BUSTO DE
CÁRLOS III
[La Coruña, el gobernador ocupa parte la huerta de un paisano para agrandar su finca. No encontraba aliado el paisano para denunciar el caso, hasta dar con el escribano Pegerto; con el concertó el pago de un ojo de buey (una onza de oro con la efigie de fallecido Carlos III) por llevarle el caso. Se presentó ante el Gobernador con el escrito de derechos de propiedad del hortelano para que los firmase; el mandatario furioso le preguntó quién le daba tanta osadía; contestó que la “majestad del rey D. Cárlos III, cuya cara he visto momentos ántes de la de vuecelencia”. El gobernador accedió y compensó al labriego]
ALEJANDRO GÓMEZ FUENTENEBRO. (nº 87 [1882], pp. 234b-236a; 15-ago.)
Si hubo escritores que se empeñaron en versificar cuentecillos tradicionales, generalmente de rasgos humorísticos, algunos se ocuparon preferente u ocasionalmente en otro tipo de cuentecillos, aquellos encaminados a presentarse ante la conciencia con fines formativos, bien morales, sociales, políticos… Es cierto que estos apólogos tenían una larguísima tradición literaria. Como decimos en la introducción de nuestros Cuentos populares andaluces de animales[14], fábula y cuento popular coinciden muchas veces en los contenidos, si bien difieren en las formas: los cuentos populares cuentan la fabulación, las fábulas nos presentan un modelo, pretenden que modifiquemos nuestra conducta para acomodarla a la enseñanza que nos exigen los acontecimientos acaecidos a los personajes de la fábula, generalmente animales para afianzar la idea de símil. El cuento popular prescinde de moraleja, la fábula, no; por eso está hoy prácticamente muerta, o al menos en estado latente esperando otros tiempos. No admite la mentalidad actual normativa alguna, repugna muy especialmente cuanto suene a prédica: no son los tiempos de la moraleja. Estamos de acuerdo en que la moraleja puede resultar anacrónica para la mentalidad de hoy, pero consideramos que la fábula duerme injustamente, porque resulta enormemente formativa, no necesariamente tendenciosa. ¡Cuántas han dejado tras sí expresiones que aún recordamos, y nada tienen que ver con la moralidad! Acordémonos de frases como sonar la flauta por casualidad o aunque la mona se vista de seda. Escuchar la frase ya despliega en nuestro recuerdo una historia que nos aconseja muy acertadamente. Esta es la causa de que reflejemos aquí las fábulas de El Averiguador Universal (la excesivamente larga la resumimos, como venimos haciendo con otras producciones. Incluimos la balada por su carácter moralizante).
CURIOSIDADES
HURTOS IMPUNES
NADIE PUEDE
SER JUEZ EN CASA PROPIA.
FÁBULA
Cuando
Gil va á la plaza por un pan,
Falto de peso
es como se lo dan;
Y al ir Menga
por diez varas de tela,
Vara y Menga
demandan de contado
Justicia, por
un hurto que es probado;
Pero… ¿Quién
se la hará, si el panadero
Es regidor, y
alcalde aquel tendero?
Cuando
el lobo es guardian de las ovejas,
En sus
garras quedan las pellejas.
JOSÉ MARÍA SBARBI (p. 163b)
ELPADRE Y EL
HIJO
Con la
esperanza todo se alcanza
FÁBULA
Si
te muestras impaciente
Porque á
bulto y de repente
No
comprendes tu leccion,
Que te
sirva de instrucción
La
fabulilla siguiente:
En
amor y compañía
Padre é Hijo
caminaban
Por larga y
penosa vía,
Que
conducirlos debía
A la ciudad
que buscaban.
El
Muchacho, que veía
Que un dia
tras ótro pasaba,
Y que, por más
que corría,
Ni las torres
descubría,
Ni nunca al
pueblo llegaba,
Cansado
de tánto andar,
Vino á perder
la paciencia;
Que es propio
del esperar,
Llegar á
desesperar,
Y más no
habiendo experiencia.
El
Padre, que proyectaba
Sacar del
lance instrucción
Para el
chicuelo, aguardaba
Se ofreciese
la ocasión,
Y así, en
silencio marchaba.
Con
efecto, no tardó;
Y al divisar
la ciudad
El Chico, á su
Padre oyó
Que, con
afabilidad,
De esta manera
le habló:
—En
el mundo en que habitamos,
Viajeros
los hombres son;
Y, si nunca
desmayamos,
Tárde, ó
temprano, alcanzamos
Lo que
anhela el corazon.
JOSÉ
MARÍA SBARBI (p. 164a)
(nº 83 [1882], pp. 163b-164a; 15-jun.)
EL RUISEÑOR Y
EL PAVO REAL
FÁBULA
[La idea de la fábula es muy conocida. El pavo real presume de sus plumas; le contesta el ruiseñor que eso es vacío, hueco, y replica:] “Yo dentro de mí llevo el canto”
F. de la Vera é Isla. (nº 80 [1882], p. 123a; 30-abr.)
BALADA
De una niña encantadora
un jóven se
enamoró
y le dijo:
—Pide, hermosa,
cuanto anhele
tu ilusion;
aún las joyas
de mi madre. –
Y la niña
contestó:
—No
quiero sus ricas joyas,
que quiero su
corazon.—
Loco de amor
el mancebo,
hacia su casa
corrió;
halló dormida
á su madre,
y con sanguinario
ardor
le hizo
pedazos el pecho
y el corazon
le arrancó…
Volvió á casa
de su amada
á llevarle el
corazon;
mas de él una
roja gota
de sangre se
desprendió,
y al entrar
ciego el amante
de sus anhelos
en pos,
resbaló en
aquella sangre
y vacilando
cayó.
Mas del
corazon materno
brotó cariñosa
voz
que decía:
—¿Te has hecho daño,
hijo de mi
corazon?
(De El
Mediodía.)
(nº 89 [1882], p. 260a; 15-sep.)
Las recopilaciones de la época disfrutaron incluyendo diversos absurdos, juegos, adivinanzas o trabalenguas. No hemos extractado los juegos, pero sí algunas breves composiciones más representativas.
PARENTESCO
RARO
Acaba
de morir un individuo que ha dejado entre sus papeles el siguiente escrito:
Me
casé con una viuda, que tenía de su primer marido una hija casadera.
Ahora
bien: mi padre, que venía á visitarme todos los dias, se enamoró de mi hija
política y se casó con ella: de modo que mi padre llegó á ser mi yerno porque
se casó con mi hija; y mi hija política, mi madrastra, porque era ella mujer de
mi padre.
Algun
tiempo despues mi mujer tuvo un hijo, que fue cuñado de mi padre, porque era
hermano de su mujer; y al mismo tiempo tio mio, porque era hermano de mi
madrastra.
La
mujer de mi padre tuvo también un hijo, que fue mi hermano, porque era hijo de
mi padre; y nieto mio, porque era hijo de mi hija.
Mi
mujer era abuela mia, porque era madre de mi madrastra, y yo era marido y nieto
de mi mujer.
Muchos
y raros parientes ingertos en cuatro personas.
(De El Mosquito.) (nº 42 [1880], pp. 285b-286a; 30-sep.)
CUENTA CURIOSA
que, de las
caballerías que había sacado de bagaje, formuló un cabo.
Capitán…, 1 caballo. / Teniente… 1 yegua. / Subteniente… 1 macho. / 3 sargentos… 3 mulas. / Y el cabo que firma… 1 burro. / Total… 7 bestias. (Del Beti-bat). (nº 80 [1882], p. 123a; 30-abr.)
Cuanto se viene diciendo hasta ahora no es aplicable a otro género que abundó en la Revista, la leyenda. Coincide con parte de las producciones traídas hasta ahora en su carácter popular, en que circulaba oralmente, al par que de forma escrita en ocasiones; pero la fábula, a diferencia del cuento, se tiñe con aires de veracidad, aunque bajo esa capa de veracidad no es fácil aplicar un grado fijo de historicidad a todas ellas. Hay un amplio arco entre cuento e historia en el que cabría adscribir cada fábula; pero no siempre se acertaría en el grado. ¿Hasta donde llega la verdad en cada caso? Hay algunas asentadas en hechos bien probados, al parecer, como sucede en las tradiciones de Ricardo Palma, pero otras nos hacen recelar más y acercarlas al cuento. La fábula está bien localizada en el tiempo y el espacio. A veces son la etiología del nombre de un lugar, o de algún accidente orográfico o monumento. Exponemos únicamente el argumento de las fábulas por razones obvias: suelen ser extensas y puede accederse a ellas en otras publicaciones.
EL CHOCOLATE DE LOS JESUITAS
(TRADICION PERUANA)
(…)
RICARDO PALMA.
Lima, octubre 12 de 1878. (nº 31 [1880], 91a-93b; 31-mar.)
En este título copia la leyenda cuzqueña según la cual los jesuitas, hacia 1765, comenzaron a enviar a España, sospechando una estrecha correspondencia entre el conde de Aranda en España y el virrey del Perú, D. Manuel de Amat y Juniet en la que ellos “tenían obligado capítulo”, “cajoncitos conteniendo bollos de riquísimo chocolate del Cuzco, muy apreciado” en cada galeón que partía hacia el continente y dirigido a un amplio número de personalidades, incluido el rey, y personajillos; hasta que uno de los aduaneros notó que los cajoncitos pesaba más de lo que era de esperar para la carga, avisó al virrey y descubrieron que
“Dentro de cada bollito iba... iba...
¿Un jesuita?
¡Quiá! Nó señor.
Una oncita de oro”.
Puede leerse dentro del cap. XII (El Demonio de los Andes) de las Tradiciones peruanas. Serie sexta, Montaner y Simón, 1893, tomo III, pp. 304-307.
LOS JUDÍOS DEL PRENDIMIENTO
(TRADICION PERUANA.)
(…)
Lima, octubre de 1877. (nº 32 [1880], 122b-124a; 30-abr.)
Puede leerse en la obra mencionada de Ricardo Palma, en la serie 5ª, tomo III, pp. 39-43
Cuenta la tradición, en esencia, que en cierta casa, en 1636, apareció la siguiente redondilla:
“Que en lo que digo no miento
pongo por testigo á Dios:
esta casa es la de los
judíos del Prendimiento.”
Lo que desencadenó un proceso del Santo Oficio contra ciertos portugueses, entre ellos “D. Antonio Balseyra Vasconcelos da Cota Pinheyro, natural de Zelorico do Bebado, marido de una doña Nicolasita, limeña”. Tras los primeros tormentos, confesó que sus hijos habían sido bautizados por su propia mano y a la usanza judía, por lo que hicieron que fueran bautizados de nuevo. Y él fue condenado “con otros infelices penitenciados á público paseo en burro, con chilladores delante y zurradores detrás” y con los vestidos propios: coroza y sambenito. Los hijos acudieron a ver el espectáculo y regresaron contentos refiriendo: “¡Señora madre! Señora madre! ¡Qué buen mozo estaba señor padre vestido de obispo! ¡Lástima que su merced no lo haya visto!”
Ricardo Palma recibió críticas de García Rodrigo por el contenido de las dos leyendas (quizás sea más propio en estos casos utilizar el término de tradiciones, tal como hace el autor) peruanas aparecidas en la Revista, a lo que el propio Sbarbi parecía adherirse, por lo que, decidió defender su postura, haciendo constar que tenía por norma no responder a ataque alguno. Entre otras cosas, alega el conocimiento en profundidad de los procesos completos, sumarísimos que se conservaban en Perú de los hechos contados en las leyendas, lo que dudaba que se diese en el caso del crítico, que tal vez hubiese leído cierta síntesis que circulaba. Para defenderse de la acusación del caos de su país tras la independencia, lo que también había señalado el crítico, dice, razonablemente, que ellos son consecuencia de su historia, en la que España, evidentemente, mucho había tenido que ver.
CONTESTACION A UNA CRÍTICA
Sr. D. JOSÉ MARÍA SBARBI.
(…)
¿Cree el señor García Rodrigo que yo soy el inventor de la tradicion sobre el
chocolate de los jesuitas? Pues mojados tiene sus papeles. Esa historia es tan
añeja, que ótros, ántes que yo, la han referido. Y para convencerse, no hay más
que echarse á leer las Memorias del Duque de Saint-Simon. Entre el relato del
señor Duque y el mio, no hay gran discrepancia.
Algún
run-run sobre esto debió de llegar á oídos de mi crítico, pues conviene en que,
á ser cierta la conseja, serían los teatinos los héroes de ella. Deje su merced
en paz á los pobrecitos padres de la órden de San Cayetano, y no los traiga por
los cabellos para colgarles el mochuelo!
Otra
tradicion mia –Los Judios del prendimiento –hace escupir bílis á mi iracundo crítico,
quien para defender á la Inquisicion, trae á cuento (muy imprudentemente
traído) que los americanos hemos sido ingratos para con la metrópoli, y que,
desde la independencia, no presentamos al mundo sino un cuadro de motines,
robos y asesinatos políticos (…)
RICARDO PALMA.
Lima,
setiembre 4 de 1880
(nº 44 [1880], pp. 310a-317a; 31-sep.)
A
continuación entregaba una nueva leyenda: EL OMBLIGO DE NUESTRO PADRE ADAN (TRADICION.)
Según ella, hacia 1607, el bachiller Juan del Castillo, buen mozo, solía acudir a la tertulia de la escribanía de Cristóbal Várgas, donde rivalizaba en coplas con fray Rodrigo de Azula.
Un día le escribió unas rimas que concluían:
A ver ¿tuvo,
ó no tuvo
Adan
ombligo?
A lo que contestó en latines que sí, al ser igual a todos sus descendientes. Le arguyó que no, pues no lo había necesitado, por no haber nacido de mujer.
La discusión rebasó el área de la tertulia, llegando a la Inquisición, que se las arregló para acusar al buen mozo de portugués judaizante.
Así sucedió. Una noche le cayeron encima al
disputador coplero los familiares de la Santa; lo encerraron en un calabozo; lo
pusíeron á pan y agua; lo sujetaron á la cuestion de tormentos; se zurció
proceso en regla; y el domingo de la Santísima Trinidad, 10 de julio de 1608, coram
populo, y con asistencia del
excelentísimo señor virrey Marqués de Montesclaros y de todo el cortejo
palaciego, se le quemó por hereje en el cementerio de la Catedral (…)
RICARDO PALMA
(Lima,
1880)
(nº 44 [1880], pp. 316a-319a; 31-sep.)
No era don Francisco Javier García Rodrigo un rival cómodo; por un lado, estaba muy unido al círculo de la Revista y a la nobleza madrileña (era Secretario del Cuerpo colegiado de la nobleza de Madrid, sobre la que publicaría El Cuerpo Colegiado de la Nobleza de Madrid. Historia de su creación, varones ilustres, hechos gloriosos y vicisitudes, hasta el año de 1884, Madrid, Imp. de la viuda é hija de Fuentenebro, 1884); por otra parte se había ocupado del tema de la Inquisición, sobre la que había escrito su Historia Verdadera de la Inquisición (Madrid, 1876-1877), además de otros tratados teológicos como Los principios católicos ante la razón (Madrid, Fuentenebro, 1870). Lo cierto es que resultó especialmente molesto cebándose en reiteradas críticas descalificativas, no ya hacia los contenidos, sino por lo que él juzgaba imprecisiones y desconocimiento de determinadas locuciones y refranes que el peruano utilizaba, como el reflejado arriba de traer por los pelos. Hasta cuatro artículos llegó a enviar a lo largo de cuatro meses. Los títulos son harto significativos:
1. CURIOSIDADES. UN GRAMÁTICO A LA BIRLONGA. VARAPALO PRIMERO. Contestación a Ricardo Palma. (…) (nº 46 [1880], pp. 344a-260a; 30-nov.)
2. CURIOSIDADES. UN CRÍTICO DE TRES AL CUARTO. VARAPALO SEGUNDO. (…) (nº 47 [1880], p. 361a-365b; 15-dic.)
3. NI GRAMÁTICO NI CRÍTICO. VARAPALO TERCERO. (…) (nº 49 [1881], pp. 9b-14a; 15-en.)
4. CURIOSIDADES. RECTIFICACIONES. 4º VARAPALO. (…) (nº 54 [1881], pp.87a -90a; 31-mar.)
Ricardo Palma eludió toda polémica, y siguió participando en la Revista. Tras la última crítica se dirigía a ella para formular una pregunta:
Dominus
vobiscum.
—
¿Cuántas veces se dice Dominus vobiscum en la misa? Un seminarista del Perú, que, corriendo
los tiempos, llegó á ser nada ménos que arzobispo de Lima, dejó confuso á su
maestro con esa pregunta.
Como
no sé que hasta hoy se le haya ocurrido á nadie hacer semejante averiguacion,
doy traslado de dicha pregunta á los lectores de esta REVISTA.
RICARDO PALMA.
Lima.
(nº
56 [1881], pp. 114b-115a; 30-abr.)
No se demoró mucho el presbítero en satisfacer la pregunta, y le contestó haciendo ver que él sí se había ocupado del tema y que había sido a raíz de haber oído, precisamente, la misma historia:
Muy pequeño era yo cuando oí referir el suceso
que narra el preguntante, aunque con alguna variacion. En efecto, contáronme de
un examinador sinodal que tenía la fatal costumbre de, cuando no contestaba
inmediatamente el examinando á las preguntas que le hacía, decirle: prónto,
prónto, prónto; con lo cual,
dicho se está que al hombre más capaz lo dejaba aturrullado por completo.
Llegó, empero, el dia en que la falta de talento del examinador, ó su sobra de
maldad, o ambas cosas á la vez (que suele ser propio del bruto el ser
depravado), hubieron de topar con la horma de su zapato, pues se presentó á
sínodo un estudiante que, al par de tener la conciencia de lo que valía y
sabía, no se mordía la lengua; y, al haber sido interrogado acerca de un punto
de tan ardua resolucion como poco cursado, necesitó tomarse el tiempo convenientemente.
Al prónto, prónto, prónto
del sinodal, le objetó el examinador con que se sirviera dejarlo recapacitar un
momento; mas como insistiera una y otra vez el preguntante en su trina impertinente prontitud, jugando el todo por el todo el acosado del
infeliz examinando, le volvió las tornas en estos términos: “Si cree V. S. que
tan prónto se puede
satisfacer á cuestion tan rara como delicada, V. S. que todos los dias sube al
altar, sírvase satisfacer mi curiosidad: ¿Cuántas veces se dice Dominus vobiscum en la misa?... Prónto, prónto, prónto.” Con lo cual dejó corrido al bueno del
examinador, y mereció poner de su parte al resto del tribunal.
Quien
me refirió el suceso, tampoco sabía, ó había tal vez olvidado, el número de Dominus
vobiscum que se dicen en la
misa. Lo que recuerdo ahora es, que, muy niño y todo como entónces era yo, me
faltó tiempo para echar mano á un devocionario, buscar el modo de ayudar á
misa, contar las veces que en ella se dice Dominus vobiscum, y sacar en conclusion que son ocho.
JOSÉ MARÍA SBARBI. (nº 59 [1881], pp. 163b-164a; 15-jun.)
La contestación de Sbarbi no cayó en el olvido, pues Ricardo Palma aprovechó la ocasión para hacer constar el detalle en su ¡Al rincón! ¡Quita calzón! (Tradiciones peruanas. Quinta serie, III, pp. 134-136), donde elabora el episodio que describe el clérigo. Y en nota a pie de página hace constar: “Mi amigo el presbítero español D. José María Sbarbi, ocupándose en El Averiguador, el periódico madrileño, de esta tradición, asegura que son ocho los Dominus vobiscum”.
Volvería a participar en la Revista con otras leyendas, que resumimos, tal como nos hemos propuesto:
EL CABALLERO
DE LA VÍRGEN
(TRADICION
LIMEÑA.)
(…)
Lima, 1617
(Lima, 1879.) RICARDO PALMA.
(nº 74 [1882], pp. 21a-23a; 31-ene.)
Se preparaban para celebrar pomposamente las fiestas de la Inmaculada, como se había hecho en la metrópoli: quince días de procesiones, comparsas infantiles,… De pronto, apareció en la plaza la figura del “casi enano” don Juan Manrique, lujosamente ataviado en su caballo, al modo caballeresco, desafiante, usando un lenguaje que imitaba el de los romances, retando a todo aquel que negase “que la Vírgen María fue concebida sin pecado original (…). Dijo, y arrojó sobre la arena de la Plaza un guantelete de hierro”. Nadie osó aceptar el reto. “Desde ese dia quedó bautizado con el mote de EL CABALLERO DE LA VIRGEN.
ELOBISPO
CHICHEÑÓ
(TRADICION
LIMEÑA.)
(…)
RICARDO PALMA.
(nº 75 [1882], pp. 39a-41b; 15-feb.)
En Lima, hacia 1780, era muy popular Ramón, conocido por Chicheñó (por su forma de pronunciar sí, señor, lo que se generalizó para designar a los de su especie). Hicieron presencia dos acaudalados catalanes, que se instalaron con un cargamento de cosas preciosas, surtiendo un almacén en el que se abastecía la alta sociedad de los objetos más lujosos. Tres andaluces se hacen pasar por importantes personalidades eclesiásticas y se presentan en el almacén. Escogen los más ricos objetos propios de la iglesia y los cargan prometiendo volver inmediatamente del arzobispado con el importe de la compra. Mientras tanto, Chicheñó, vestido de obispo, quedó invitado de los comerciantes. Tras la tardanza, todo se descubre, y Chicheñó “fue a chirona; pero que, reconocido por tonto de capirote, la justicia lo puso prónto en la calle.
En cuanto á los ladrones, hasta hoy (y ya hace un siglo), que yo sepa, no se ha tenido de ellos noticia.”
EL PRIMER TORO
(TRADICION
LIMEÑA.)
(…)
RICARDO PALMA.
(nº 75 [1882], pp. 57a-58b; 15-feb.)
Era costumbre que los comediantes o su empresario satisficiesen al repostero del virrey con diversos productos cuando este acudía al Coliseo a los festejos.
En 1768, tras el estreno de la Plaza de Acho, el propietario señaló veinte pesos para “cerveza y butifarras”, y que el primer toro se adjudicase también al cochero y repostero para apropiarse de la venta del mismo tras la muerte en el coso. Pasado el tiempo, con la independencia, al cochero del General San Martín se le negaron estos privilegios, por lo que inició un proceso que trascendió a la alta política. Terminó el litigio legal con un No ha lugar, por ahora; lo que no era victoria de uno u otro bando. Todo tuvo que terminar con un acuerdo de ambas partes en el que una y otra debieron ceder.
LA CALLE DEL
GOBERNADOR VIEJO
LEYENDA
VALENCIANA
(…)
MANUELA INES RAUSELL (nº 88 [1882], pp. 249a-254a; 31-ago.)
1406, una rica dama, doña Luz, espera a su amado; se presenta don Juan de Pertusa y hablan de amor, ella quejándose de su ligereza con otras mujeres. Llega el gobernador, Ramón Boil, y ella le habla cariñosamente: se encienden los celos en el enamorado, y continuarán las vistas de ella con el gobernador. Pertusa desea matarlo. El 6 de enero de 1407, auxiliado por su negro esclavo, sorprendió al rival en el camino que solía llevar cada noche, y lo apuñalaron. El asesino volvió de inmediato, como había planeado, a la presencia de sus contertulios, a los que había abandonada breves instantes, sin mostrar ninguna sospecha. La gente, en cambio, comenzó a intuir que el asesino era Pertusa, y doña Luz lo rechazaba. El Rey don Martín lo acusó por la sola denuncia popular; pese a que lo negaba todo, el rey fingió condenarlo a muerte, encomendando al verdugo que si persistía en su inocencia en el camino a la horca no cumpliese la orden, pero sí si confesaba. Los remordimientos le impulsaron a pedir confesión y declarar su crimen. Fue ejecutado.
CURIOSIDADES
APUNTES
HISTÓRICO-ANECDÓTICO-BIBLIOGRÁFICO-FIOLÓGICOS-FELINOS
(…) Entre los turcos tiene fuerza de artículo
de fe el suceso siguiente, y tánto, que sería asunto comprometido el dejar
entrever la más mínima sonrisa que pudiera ser interpretada como una falta de
credulidad acerca del particular.
Sostiene,
en efecto, una tradicion oriental, que cierto dia que el morrongo del Profeta se había quedado dormido sobre la
manga del vestido de su amo, entanto que se hallaba éste meditando
profundamente acerca de cierto pasaje de la ley, teniendo que acudir
indispensablemente Mahoma á las prácticas religiosas que reclamaban su
presencia, se decidió á cortarse aquella parte del vestido sobre que estaba
descansando el bueno del animalito por no interrumpirle el sueño. Vuelto el
Profeta del cumplimiento de sus funciones, y observando que el minino, al volver igualmente de su sopor, se levantaba
para hacerle una cortesía, como en ademan de agradecimiento por la merced
recibida, esponjando el rabo y arqueando el lomo, prometió al justo del bicho
un lugar preferente en el Paraíso, y pasándole tres veces la mano por el
espinazo le comunicó al propio tiempo la virtud de no caer nunca de semejante
lado, sino de piés. (…)
EL DOCTOR MARAÑON Y UÑATE. (nº 77 [1882], pp. 72a-79a; 15-mar.)
EL PITIRROJO
EN LA CRUZ
(TRADICION.)
(…) (nº 78 [1882], pp. 87a-89a; 31-mar.)
En la escena terrible tras la crucifixión, un cuervo se posó en el brazo izquierdo de la cruz y desplegó su “charla disonante” que parecía querer acrecentar la agonía, mientras el pitirrojo se acercó temeroso suplicando abrigo y protección al que se inmolaba; a su vez, se esforzaba en arrancar las espinas de la frente. Cristo bendijo a la avecilla y maldijo al cuervo.
LA SOLEDAD
Había una viuda pobre y anciana, muy devota de
los Dolores de María, que diariamente iba á la iglesia y se ponía ante el altar
de la Señora de la Soledad, donde permanecía aún despues que concluido el culto
quedaba la iglesia sola, de manera que, para cerrarla, tenía el sacristan que
decirle que se fuese.
—Señora,
—le preguntó en una ocasión, — ¿qué hace V. ahí todos los dias
perenne al pié de ese altar despues que el servicio divino ha concluído?
—Acompaño
á la Señora en su soledad, —contestó la buena anciana.
Sucedió
que el solo hijo que tenía la pobre viuda vino á morir, naufragando la nave en
que venía de América. ¡Cómo pintar el desconsuelo de aquella desamparada viuda
que quedaba aislada, triste y solitaria con su dolor, como un cipres sobre una
sepultura! En vano querían consolarla algunas compañeras vecinas; nada lograban
sino que con más prontitud y más violencia se sucedían únas á otras las
congojas con las que respondía á sus consuelos: fuéronse, pues, aquéllas
desanimadas despues de darle el pésame, y la infeliz quedó sola con su inmensa
afliccion. Abrióse entónces la puerta, y entró una señora muy hermosa con manto
y toca de luto, acompañada de un hombre bello y jóven con túnica morada, manto
rojo y el pelo tendido sobre los hombros, que se quedó en pié apartádo. La
señora, con paso lento y blando se acercó, se sentó al lado de la desconsolada
madre, y con dulces y bondadosas palabras empezó á consolarla y á decirle tales
cosas y con tanta uncion, que el consuelo y la conformidad se iban infiltrando
en el ánimo de la doliente á medida que las iba pronunciando.
¿Quién
sois, señora? —exclamó al fin asombrada de lo que la pasaba, y llena de
gratitud hácia la que tanto bien la hacía. ¿Quién sois que con tanta caridad
habeis acompañado en mi soledad y desamparo y tan maravillosamente me habeis
consolado?
—Soy,
—contestó levantándose la hermosa y digna señora, —soy María, á la
que tanto has acompañado en su soledad, y que viene á acompañarte en la tuya.
FERNAN CABALLERO. (nº 78 [1882], p. 90; 31-mar.)
CREACION DE LA
GOLONDRINA
En un dia de sabat, que era el domingo de los
judíos, fue el Niño Dios, que entónces era muy chiquitito, con otros niños á
jugar al campo cercano: cogieron barro blanco y se pusieron á hacer pajaritas
con las alas abiertas, que ponían al sol para que se secasen.
Acertó
á pasar por allí un pícaro fariseo, que, cofórme vió lo que hacían, se enfadó y
les dijo que estaban pecando, pues en dia de sabat no se podía hacer nada, y se
acercó para, con su gran pié, pisar y aplastar las pajaritas; pero el Niño Dios
dio una palmadita, y todas las pajaritas echaron á volar.
Entónces,
en la casa en que vivía el Niño Dios y sus santos padres pegadas al alero del
tejado, cogiendo del mismo barro con el que ellas habían sido formadas, se
pusieron á labrar sus nidos, y desde entónces han seguido labrándolos en pobres
y humildes casas, á las que llevan paz y ventura.
Cuando
los malvados judíos llevaron á crucificar al Calvario á Cristo nuestro bien,
ellas desconsoladas, le siguieron con las santas mujeres, afligidas y
compadecidas cual ellas, y le sacaron las espinas de la corona que por cruel
escarnio le habían puesto, y se clavaban en su sagrada frente. Cuando murió su
y nuestro Criador vistieron luto y se pusieron el manto negro, que no se han
quitado nunca.
FERNAN CABALLERO. (nº 78 [1882], p. 91a; 31-mar.)
Debió de ser esta una tradición popular que siempre guardó en mente con gran cariño y que dejó fluir en otros escritos; decía en La familia de Alvareda: “También fueron ellas [golondrinas] las que sacaron las espina de la corona del Salvador, cuando pendía de la Cruz” (Buenos Aires-México, Espasa-Calpe Argentina, p. 67), y lo contará nuevamente en Flores Humildes (BAE, p. 85).
EL ZAPATERO-MÉDICO
(LEYENDA ALCOYANA)
(…)
JOSÉ
MONTLLOR BLANES
(De la Revista de Alcoy) (nº 37 [1880], 188a-192a) (30-jun.)
Un pobre zapatero decide ejercer accidentalmente de médico; se alía con otro pícaro y, auxiliados por picardía y astucia, la fortuna y la ignorancia de unos simples, consigue hacer pensar a unos crédulos que su absurda intervención salvará al miembro de una familia. Al poco tiempo, recibe la visita de los familiares y, cuando piensa que vienen buscando venganza, le muestran toda una serie de regalos, reconocimientos y compensaciones por su buen hacer, que había salvado al pariente. Piensa si su vocación no está en aquella mísera zapatería, sino en la complaciente medicina.
LEYENDA ALCOYANA
(…)
(nº 35 [1880], pp. 188a-192a; 30-jun.)
Un joven es asaltado por unos moros que pretenden hacerse con su ganado. Como ve que lo quieren llevar del ramal, andando, les hace ver que si van montados irán más rápido y se expondrán menos a ser prendidos, y que no hay maldad en su idea; para que se confíen, les dice que le monten y aten a él en su más vieja cabalgadura, que así se dejará llevar. Cuando deciden seguir el consejo, su caballería emprende el galope, como cabeza de reata, y las demás la siguen hasta la ciudad portando a sus asaltadores jinetes, que no se atreven a tirarse en aquel loco galopar. Evidentemente, el simple fue agasajado y recompensado por la hazaña.
SAN ANTONIO EL GUINDERO
(TRADICION MADRILEÑA.)
(…)
(nº 35 [1880], pp. 164b-167b; 15-jun.)
Tradición del siglo XVIII según la cual un guindero que iba a Madrid vendiendo su mercancía recibió la ayuda de un fraile cuando desesperado golpeaba a la acémila que, tras tropezar, había dejado caer la mercancía al suelo. Llegado al mercado, vendió, sorprendentemente, su fruta de forma favorable, pese a que se había estropeado parcialmente, por lo que decidió agradecer al fraile por su lección de serenidad. Tras buscarlo por los conventos e iglesias del lugar, descubrió que estaba en de la parroquia de S. Nicolás, pero en efigie: era la estatua de S. Antonio de Padua.
CURIOSIDADES
AZULEJOS DE TRIANA
SEPULCRO NOTABLE.
(…)
JOSÉ MARÍA ASENSIO.
Sevilla. (nº 61 [1881], pp.
196b-200b; 15-jul.)
Tradición según la cual, el alfarero Castro (por los años de 184…), estando rezando en la iglesia, sintió que un viejo le tocaba en el hombro y le decía: “Ahí está enterrado el esclavo asesinado por el Marqués de ***! ¡Ahí está, Castro, ahí está!” y se lo repitió en más ocasiones. Con el paso del tiempo se descubrió allí el sepulcro de Íñigo López esclavo…
CURIOSIDADES
LA CRUZ DEL
PERDON
LEYENDA
MADRILEÑA
(…)
MANUEL FERNANDEZ Y GONZÁLEZ
(De Los lúnes de El Imparcial.)
(nº 90 [1882], pp. 275b-284a; 30-sep.)
Noche invernal de 1640, dos jinetes salen por la Puerta del Sol con una linterna. No repararon en la Cruz de madera del Atochal, donde se separaron y uno perdió alguna prenda por el fuerte viento. Se dirigió a una casa de campo, donde una dama leía Tirante el Blanco. Ella arroja una escalerilla por la que sube el jinete, la besa: se desmaya ella, él exclama que cumple con su venganza.
Blas, uno de los siervos le dice al otro, Gil, que ha oído a la señora Cruz, que tal vez haya algún hombre… Opinan que “El honor del amo es el honor del criado”, y acechan. Quince años antes el amo había ordenado asesinar a otro “visitante” de su esposa en un ambiente de tormenta similar, y lo habían dejado entre los cañizales.
El muerto había dejado a un hijo, don Gabriel, de doce años. Por el asesinado era la Cruz, a la que acudía una mujer de la quinta de D. Pedro Várgas de Hita. Pasados los años, había vuelto don Gabriel, entonces paje de lanza del Emperador, con deseos de venganza, aunque ignorando los hechos exactos de la muerte del padre. Gustó de amoríos, y se enamoró de doña Cruz Várgas. Cuando se presentó ante el padre y a este, don Pedro, le trajo al recuerdo los rasgos del asesinado, le negó la mano de su hija.
Una noche de visita había visto don Gabriel a una dama con los rasgos semejantes a los de su amada en la Cruz, y ella, tras un desmayo, vio reflejado a don Gaspar, el asesinado, en el rostro del joven, y así lo nombró. Este hecho inconsciente hizo que le tuviese que revelar todo, y fue lo que dirigió la urdimbre hacia la culminación de la venganza, que debería completarse tras la consumación de su amor con la amada, la hija del asesino y de la amante del padre.
El atormentado don Pedro salió en la que sería la segunda noche trágica. Confundidos, Blas y Gil , pensando que se trataba de otro ladrón del honor del amo, lo asesinaron y lo dejaron en la Cruz, como habían hecho años atrás. Entonces el amante emprendía el regreso a la ciudad; pero, al llegar a la Cruz, cuatro hombres que custodiaban el cadáver lo vieron, lo culparon al echar en falta las prendas halladas al pie del monumento en el caballero, y fue colgado delante de la Cruz de los Cañizares.
Algunas curiosidades descritas en la Revistas también encierran ciertos acontecimientos que exigen, aunque sea exiguamente, narración, por lo que lo incluimos en esta ocasión.
CORDONES DE LOS CADETES
Un
periódico atribuye el orígen de los cordones que se usan por los cadetes al
hecho siguiente:
“Habiendo
llegado tarde un cuerpo de ejército de caballería belga para entrar en accion,
el Duque de Alba dijo que al primer individuo de aquel cuerpo que se viese en
su presencia, lo mandaria ahorcar inmediatamente. Enterados aquellos valientes
del dicho, se presentaron tódos reunídos al Duque, llevando colgado del cuello
un cordel, y en su remate un clavo, diciéndole:
“Así
harémos siempre, para que más pronto se pueda llevar á efecto la ejecucion.”
Poco
tiempo después se distinguieron tanto en un combate, que el mismo Duque ordenó
que las cuerdas fuesen cambiadas en cordones, y el clavo en bellota dorada,
como señal de honor y distincion.”
(De La Fe, 25 de junio.) (nº 61 [1881], p. 204a; 15-jul.)
CURIOSIDADES
LA CALESA
(HISTÓRICO)
(…)
(nº 85 [1882], pp. 196a-199a; 15-jul.)
Hacia 1829, en el barrio de Lavapiés había un figón-taberna donde una viejecita, junto a su nieta, servía unas ricas cenas caseras. Alguien les comenta que el rey acude cada noche a cenar. La nieta entabla relación con uno de los clientes y le dice que se parece al Rey, por la efigie de las monedas. El monarca le pregunta que qué le pediría si él fuese el rey, contesta que una calesa. A la noche siguiente, entre la curiosidad del barrio, se presentaron doce calesas, que fueron el origen de la casa de Josefa Gutiérrez, la Naranjera, de la calle Fuencarral.
Durante el año 1881 (tomo III), Sbarbi fue incluyendo, por entregas, una novela del XVII. Es obra conocida, pues existen ediciones muy recientes. La edición primera se incluía en la obra del madrileño Céspedes y Meneses (1585-1638) Historias peregrinas y ejemplares. Con el origen, fundamentos y excelencias de España y ciudades adonde sucedieron (Zaragoza, Juan Lurumbe, 1623), tal como sucedió en otras ediciones posteriores, aunque también se ha reeditado independientemente. Las entregas venían encabezadas por el siguiente título:
(SECCION NOVELISTICA.)
PACHECOS Y PALOMEQUES.
HISTORIA
SUCEDIDA EN TOLEDO,
con el orígen,
fundamento y antigüedad de esta Imperial Ciudad.
En el número 59 (1881; p. 176; 15-jun.) se anunciaba la novela como el primer título de la edición de obras que vivirían de forma paralela a la Revista:
PACHECOS Y PALOMEQUES POR D. GONZALO DE CÉSPEDES Y
MENESES (NOVELA DEL SIGLO XVII)
Sería, pues, el primer volumen de la BIBLIOTECA DE “EL AVERIGUADOR UNIVERSAL”. En el mismo lugar, se anunciaba en prensa LAS QUINIENTAS APOTEGMAS DE D. LUIS RUFO, ahora por primera vez publicadas.
El presbítero se sentía orgullo de poseer Las Quinientas del hijo de Juan Rufo, que había escrito Las Seiscientas (estas últimas de fácil consulta por haberse reeditado modernamente). Él había descubierto el manuscrito de ambos en manos de un anticuario y lo había comprado sin valorar, en principio, aquel tesoro. Fue publicando los apotegmas del hijo también a lo largo del tercer año de la Revista (1881), más una última parte, las conclusiones y análisis de la obra y los avatares por los qué fue a parar a sus manos el manuscrito, el último año de la Revista (1882) (todo ello en nueve entregas). A mediados de junio anunciaba que se ponía en venta la obra por ocho reales.
Evidentemente, no es dable incluir aquí toda la obra de
LAS QUINIENTAS APOTEGMAS
DE
D. LUIS RUFO, HIJO DE D. JUAN RUFO,
JURADO DE CÓRDOBA,
DIRIGIDAS AL PRÍNCIPE N. S.
Más la rareza de la misma, pues no se ha vuelto a publicar recientemente, que sepamos, tal vez aconseje su reedición, tal vez en este lugar.
Para finalizar, conviene recordar algunos datos que suelen manejar los folkloristas y que se hallan en la Revista que nos ocupa. Como se ha visto, en enero del último año, Sbarbi presentaba un Discurso leido en la solemne inauguración de la ACADEMIA NACIONAL DE LETRAS POPULARES (nº 74 [1882], pp. 24a-32b; 31-ene.).
En febrero explicaba algunos términos de la recién fundada asociación:
(…)
Acábase de fundar con el título de ACADEMIA NACIONAL DE LETRAS POPULARES, á
semejanza de la asociación denominada Folklore en Inglaterra, donde tuvo su cuna en 1878, y de donde
se propagó muy en breve á las principales naciones de Europa, en que está
produciendo los resultados más satisfactorios. Su objeto, como lo acredita el
título que la distingue, es ocuparse en todo lo que diga relacion con el saber,
tradiciones y manera especial de ser del pueblo español en todas y cada una de
sus varias provincias, bajo las múltiples diversas manifestaciones de su
lengua, refranes, cuentos, leyendas, romances, cantares, música, etc. (p. 45b)
Presidente:
Víctor Balaguer, Vicepresidente: José María Sbarbi; Vocales: Manuel Murguía,
Alejandro Gómez Fuentenebro, Ubaldo Romero Quiñones, secretarios: Emilio de
Igneson, José María Medina.
Desde la siguiente entrega, la Revista añadiría a su título el de portavoz de la Academia. Hoy en día, no podemos más que lamentar la muerte de El Averiguador y calcular cuántas cosas podrían habernos llegado tras una más larga vida. Es claro que se iba encaminando decididamente a los temas tan queridos del moderno folklorista. En el nº 75 (1882, pp. 44b; 15-feb.) aparecía la estampa del sello, en el que se podía leer circundando los ovales bordes en la parte superior ACADEMIA NACIONAL DE LETRAS POPULARES. Madrid. Y en la parte inferior, como lema DE TODOS ES MANTENERLA PUES QUE Á TODOS DEBE EL SER.
Lamentamos, como folkloristas, que no se haya sabido mantenerla como merecía, tal como nos obligaba el lema de la Academia.
(Hemos optado por incluir en esta selección las composiciones narrativas menores, la mayoría tradicionales, muchas populares; pero hemos dejado fuera otros muchos materiales etnográficos o folklóricos, como los dichos y refranes sin glosar, o glosados sin narración o, especialmente, algunos romances antiguos).
[1] FERNÁNDEZ DE VELASCO Y PIMENTEL, Bernardino, Deleite
de la Discreción y Fácil Escuela de la Agudeza (1743), ("Austral", 662), Buenos Aires,
Espasa-Calpe, 1947, pp. 125-126.
[2] BOIRA, Rafael, El
libro de los cuentos, colección completa de anécdotas, cuentos, gracias,
chistes, chascarrillos, dichos agudos, réplicas ingeniosas, pensamientos
profundos, sentencias, máximas, sales cómicas, retruécanos, equívocos, símiles,
adivinanzas, bolas, sandeces y exageraciones. Almacén de gracias y chistes.
Obra capaz de hacer reír a una estatua de piedra, escrita al alcance de todas
las inteligencias y dispuesta para satisfacer todos los gustos. Recapitulación
de todas las florestas, de todos los libros de cuentos españoles, y de una gran
parte de los extranjeros, Madrid, Imp. Miguel Arcas y Sánchez (“Biblioteca de la
Risa por una Sociedad de Buen Humor”), 1862, segunda edición, 3 tomos; I, pp.
202-203.
[3] Supra, pp. 9-10.
[4] CORREAS,
Gonzalo, Vocabulario de
refranes y frases proverbiales y
otras fórmulas comunes de la lengua castellana en que van todos los impresos
antes y de otra gran copia (1627), ed. de Víctor Infantes,
Madrid, Visor, 1992.
[5] [NOGALES
DELICADO Y RINCON, Dionisio de] (Caballero de Santiago, Maestre de Granada), Dichos
españoles históricos, anecdóticos, populares y literarios que para apacible
entretenimiento de lectores curiosos da a la estampa Don D. de N.-D.R.,
Sevilla, Imp. de F. Díez, 1913-1915, 3 series, I, p. 89.
[6] IRIBARREN, José
Mª, El Porqué de los Dichos. Sentido,
origen y anécdotas de los dichos, modismos y frases proverbiales de España con
otras muchas curiosidades (1955), Pamplona, Gobierno de Navarra. Departamento
de Educación y Cultura, 1998, pp. 14-15.
[7] BASTÚS, V.
Joaquín, La sabiduría de las Naciones, ó los evangelios abreviados: probable
origen, etimología y razón histórica de muchos proverbios, refranes y modismos
usados en España, Barcelona, Librería de Salvador Manero, 1862-1867. 3
vols., III, 203, pp. 315-316.
[8] Op. cit., I, pp. 157-158.
[9] Supra, III, nº 103; pp. 210-212.
[10] Op.
cit., I, p. 8.
[11] BARRÓN, Lope, Frases
populares, Málaga, Tip. del “Colegio Español”, 1897, pp. 379-285.
[12] A modo de ejemplo, véase el
titulado El sermón de pasión, del que recogimos una versión en José L. AGÚNDEZ GARCÍA, Cuentos
populares sevillanos (en la tradición oral y en la literatura), Sevilla, Fundación Machado,
1999, nº 254. En el estudio, vemos cómo Hansen, (The Types of the
Folktale in Cuba, Puerto Rico, The Dominican Republic, and Spanish South
America, ["Folklore Studies", 8], Berkeley-Los
Angeles-London, University of California Press-Cambridge University Press,
1957) lo
clasifica como tipo 1833**E. Señalábamos allí algunas versiones, a las que
habría que añadir una variante de Anselmo J. SÁNCHEZ FERRA, “Camándula
(El Cuento Popular en Torre Pacheco)”, Revista Murciana de Antropología.
Número monográfico, nº 5 (1988), Murcia, 2000, p. 199, nº 267; y un estudio de Rafael
BELTRÁN, “Notes per a un catàleg tipològic de les rondalles valencianes, II:
Rondalles de la Vall d´Albaida i l´Alcoià”, Almaig, Ontinyent,
2001, pp. 129c-130a, nº 22.
Del
cuento referido bajo el título Un estudiante hambriento, recogimos una versión
idéntica en la provincia de Valladolid, publicada en José L. AGÚNDEZ GARCÍA, Cuentos
populares vallisoletanos (en la tradición oral y en la literatura), Castilla, 1999, nº 46, donde
dimos relación de buena porción de versiones orales y escritas recogidas de la
tradición. Habría que añadir una versión de una recopilación titulada Super-Cuentos
de antaño para todos, Ávila, D. L., 1994, pp. 244-255; otra de Jesús
SUÁREZ LÓPEZ, Folklore
de Somiedo: leyendas, cuentos, Somiedo (Asturias), Ayuntamiento de Somiedo, 2003, pp.
302-303; otra del
mencionado Sánchez Ferra, p. 179; otra de Javier ASENSIO GARCÍA, Cuentos Riojanos de
Tradición Oral, Logroño, Gobierno de La Rioja, Consejería de Desarrollo
Autonómico y Administraciones Públicas, 2002, p. 194; otra de Juan RODRÍGUEZ PASTOR, Cuentos
Extremeños Obscenos y Anticlericales, Badajoz,
Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz, (“Raíces”, 15),
2001, p. 187, nº
76.19; otra más de Carlos GONZÁLEZ SANZ, José A. GRACIA PARDO, Antonio J.
LACASTA MAZA, La sombra del olvido. Tradición oral en el pie de la sierra
meridional de Guara, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses
(Diputación de Huesca), 1998, pp. 96-97; así como la literaria
de Boira, op. cit., I,
pp. 99-100.
También puede consultarse el nº 75 de los Cuentos
populares sevillanos, por un tema similar.
Del
titulado Epigrama (Dialecto Berciano) “—
¡Ay, Anton! ¿Qué quieres, Xan?”, da cuenta Maxime CHEVALIER (Cuentos
Folklóricos Españoles del Siglo de Oro, Barcelona,
Crítica, 1983, nº
203). A las versiones de Timoneda, Lucas Hidalgo y Yehá, allí señaladas, habría
que añadir una de Boira (op. ct., III, p. 58); dos de Roberto ROBERT, El
mundo riendo. Gracias y desgracias chistes y sandeces, epigramas y necedades,
cuentos é historias, redundancias y laconismos, problemas y claridades,
anuncios, apotegmas, despropósitos, malicias y otras cosas que no son nada de
lo dicho. Colección enorme, selecta, novísima en prosa y verso, (con 160
grabados, dibujos de T. Padró) sacada de autores antiguos y modernos,
nacionales y extranjeros, clérigos y seglares, famosos y oscuros, Barcelona, Librería Española
de I. López Bernagosi, 1866, pp. 177-178 y una variante más en verso en p. 700a.
[13] Op. cit. p. 315.
[14] Agúndez García, José
L., Cuentos populares andaluces de animales, Sevilla, Fundación
Machado, 2005.