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Surez Lpez, Jess. La muerte predestinada (AT
934): del Libro del
Caballero Zifar
a la tradicin oral asturiana. Culturas Populares. Revista Electrnica 1 (enero-abril 2006). http://www.culturaspopulares.org/textos%20I-1/articulos/Suarez.htm ISSN: 1886-5623 |
La muerte predestinada (AT 934):
del Libro del Caballero Zifar a la tradicin oral asturiana
Jess Surez Lpez
Archivo de la Tradicin Oral
Museo del Pueblo de Asturias
En
1989, el investigador Jos Manuel Pedrosa recoga de la tradicin oral
cordobesa un cuentecillo folclrico nunca antes documentado en la tradicin hispnica,
por lo que cabe hablar de l como un texto de rareza y valor excepcionales.
Dicho cuentecillo, narrado por una mujer octogenaria procedente de Castro del
Ro (Crdoba) y publicado bajo el ttulo de El destino burlado, es el
siguiente:
Este tambin era un nio que le dijeron el sino. El sino
es lo que le va a pasar. Y deca que tena que ser matado por un rayo y de una
tormenta. Y entonces los padres cogieron, hicieron una tinaja de bronce, y
cuando haba tormenta metan al nio all. Pero cuando el nio ya fue ms
grande, desa que no se meta all, que por qu lo metan, que no se meta
nadie all, que por qu lo tenan que meter, que no se meta. Y la madre:
—No, por Dios, mtete,
mtete!
Y entonses dijo el nio:
—Pues me voy y no me meto!
Y se march a la calle. Y vino un
trueno muy grande y un relmpago muy grande, y cay un rayo en la tinaja y la
hizo cisco. Entonses, cuando vieron ellos que el nio se salv la vida l solo,
porque si se hubiera metido en la tinaja, lo hace cisco. Y tena sino y lo pag
la tinaja[1].
S
apareca, sin embargo, catalogado bajo el nmero 934, en la clasificacin
universal de Aarne-Thompson, quienes ofrecen el siguiente resumen de un
cuento-tipo que se extiende por toda la Europa Nor-oriental (con versiones
recogidas en Finlandia, Suecia, Estonia, Lituania, Irlanda, Italia, Hungra,
Chequia, Serbia, Croacia, Rusia) y llega, incluso, hasta la India:
Segn una
profeca, un prncipe perecer en una tormenta. El rey lo confina en un refugio
de hierro en el subsuelo, pero un da, en ausencia del rey, una tormenta
destruye el refugio[2].
Por
su parte, el Catlogo tipolgico del cuento folclrico espaol recientemente editado por Julio Camarena y
Maxime Chevalier, aade dos nuevas versiones portuguesas, cuatro versiones
italianas y cinco versiones procedentes de distintos enclaves del judeo-espaol
(1 versin libia, 1 versin tunecina, 1 versin europea askenaz y 2 versiones
israeles).
Ms
adelante habr ocasin de hacer algunos comentarios sobre las variantes
conocidas del cuento. Veamos ahora cmo se manifiesta la pervivencia de este
cuentecillo en la tradicin oral asturiana a travs de tres nuevas versiones
por m recogidas en los concejos de Caso, Quirs y Villayn.
El destino
burlado
Lugar: Coballes,
CASO.
Informante: Jeromo
Calvo Martnez, 78 aos, natural de Buspriz (Caso).
Fecha: 26-II-2000.
Era un prncipe que leyeren el
signo y dba-y el signo de ser matu a tal da y a tal hora per un rayo. Y fezo
el padre un castillu pa que no lo pudiera destruir ningn rayu ni ninguna cosa,
muy fuerte. Y, coo, el da que tena que metese all da en amagar de tormenta
y qu s yo qu y pal castillo aquel Y elli non quixo, que si la deba que la
pagaba onde quiera, que elli que encerru que non quera morrer. Y bueno, vien
la tormenta y qu s yo qu y vien un rayu y desfezo el castillo aquel y qued
el mozu sanu y salvu. S, nun quixo metese all y nu-y fezo nada el rayu.
El destino
burlado
Lugar: Llanuces,
QUIROS.
Informante:
Venerando lvarez Menndez, 83 aos.
Fecha: 3-XII-1999.
Y otra vez otru que hubiese naco
con el signo de que lu iba a matar un rayo. Y deca da y hora. Y dicen los
padres, que eran ricos:
—Pues vamos a construir un
castillo. Y el da que venga la tormenta, te metes en castillo y se va a
joder el rayo!
Conque, bueno, vien el da deso,
empieza a tronar, y rayos y tal. Y entonces va l y sal del castillo, y diz a
los padres:
—No quiero castillo, salgo al
campo a morir aonde Dios me la destin.
Y que hubiera salo al campo entre
rayos, y que vien un rayo y derrumba el castillo y a l no le pas n. Haba
salu y que se libr!
El destino
burlado
Lugar:
Lendequintana, VILLAYON.
Informante: Jesusa
Prez Villabrille, natural de La Paradiella-Rellanos (Tineo).
Fecha: 6-VI-2000.
Yo tengo sento uno que deca el
sino que tena un hijo y que iba a morir tal da que iba a tronar y que lo
mataba un rayo. Y el padre por defenderlo pues hzo-y un horno de zinc, pa
metelo all aquel da. Y el hijo pues nun quiso metese en el horno
—A lo que Dios quiera!, yo
a campo libre!
Y bax el rayo pol horno y el hijo
tuvo a campo libre y nu-y pas nada y si ta en el horno pues matbalo el rayo.
Frente
a las versiones indo-europeas y semtico-africanas (catalogadas por Aarne-Thompson
y por Camarena-Chevalier respectivamente), los tres cuentecillos asturianos
—junto con la versin cordobesa— nos ilustran acerca de una serie
de concepciones o actitudes del hombre en relacin con la posibilidad de
modificar su destino, cuyo germen argumental o ideolgico es mucho ms
profundo de lo que pudiera parecer a juzgar por la aparente sencillez de estos
relatos.
As,
mientras que las versiones catalogadas por Aarne-Thompson apuntan hacia la
muerte inevitable de la persona sealada por el destino, segn se seala en el
resumen del cuento-tipo 934, las versiones asturianas y la versin cordobesa
culminan con la salvacin del protagonista, que burla su trgico destino
precisamente cuando decide ignorarlo —en vez de tratar de evitarlo por todos
los medios como pretende el rey su padre— y decide actuar por s mismo, a
su libre albedro.
Veamos
ahora una versin de signo contrario, procedente de la vecina Galicia y
publicada con posterioridad a la edicin de los catlogos citados:
Era
un matrimonio e tia un fillo. E un adiviador dxolle que o fillo lle iba
morrer dunha chispa. E dixo o pai:
—Meo
fillo non vas a morrer dunha chispa, porque eu tenho que che facer un couso
para que non morras da chispa. Morrer tes que morrer, pero da chispa non vas a
morrer.
Agharrou
o pai unha casa de ferro, ben preparada, unha casia pequena.
E
cada ves que tronaba:
—Nenooo!
Mtete na casa!
Al
iba, meta o neno na casa e cerrballe a porta, e o neno al.
Pasaron
varias tronadas, muitas e muitas. O rapas sempre se salvaba da tronada, sempre
se salvava. Pero cheghou un da, cau al a chispa, desfxolle a casa toda e
matu o rapas.
E
morreu da chispa.
Non
foi o que dica o pai, senon que foi o que dica o Noso Seor[3].
Desgraciadamente,
no me ha sido posible consultar el amplio muestrario de versiones indo-europeas
y semtico-africanas por ser bibliografa de todo punto inaccesible, pero s
podemos acceder, gracias a la generosidad de Julio Camarena, al resumen de dos
versiones italianas, procedentes de la Romaa e inventariadas por Stefano
Orioli. La primera de ellas se titula La leggenda della tana del re Tiberio y
dice as:
Re
Tiberio aveva avuto preannunziata la morte causa un fulmine. Perci se ne stava
sempre chiuso in una grotta. Un giorno que il cielo era sereno, re Tierio usci
dalla tana, ma fu colpito a morte da un fulmine[4].
La
segunda tiene por ttulo La leggenda del mausoleo di Teodorico y concluye
tambin con la muerte inevitable de su protagonista:
A
figlio di Teodorico fu predetta, da un cristiano, la morte a causa di un
fulmine. Quando era brutto tempo, egli si rinchiudeva in una torre, ma venne
colpito da un fulmine in un giorno sereno[5].
La
extraordinaria dispersin geogrfica de este cuento por toda Europa —en
una franja que desciende desde los pases nrdicos hasta el Norte de
frica—constituye un claro indicio de su venerable antigedad, que, sin
embargo, y hasta la fecha, no ha sido probada documentalmente. El Catlogo
tipolgico del cuento folclrico espaol (vol. IV, editado en 2003) recoge slo dos versiones literarias del
Siglo de Oro para el cuento tipo 934 [El prncipe y la tormenta] que, en rigor,
corresponden al tipo 934A [La muerte predestinada], y que veremos a
continuacin. Pero, antes, veamos un texto que ha escapado a las diligentes
pesquisas de quienes nos precedieron. Se trata de un cuentecillo insertado a
modo de exemplum en el Libro
del Caballero Zifar, novela de
caballeras de principios del siglo XIV:
Dize
el cuento que vn enperador ouo en Roma, e auia muy grant miedo de los truenos e
de los relampagos. E reelandose del rayo del cielo que caya estone, e con
miedo del rayo mando fazer vna casa so tierra, [l]abrada con muy grandes cantos
e muchas bobedas de yuso, e mientra nublado fazia, nunca de ally salie. E vn
dia venieron a el en la maana piea de caualleros sus vasallos, e dixieronle
de commo fazia muy claro dia e muy fermoso, e que fuesen fuera de la villa a
caa a tomar plazer. E el enperador caualgo e fuese con los caualleros fuera de
la villa; e el seyendo fuera quanto vn miguero, vio una nuuezilla en el ielo,
pequea, e caualgo en vn cauallo muy corredor para se yr a aquella casa muy
fuerte que feziera so tierra; e ante que alla llegase, seyendo muy erca della,
ouose estendido la nuue por el ielo, e fizo truenos e relampagos, e cayo
muerto en tierra. E esta enterrado en vna torre de la su casa fuerte, e non
pudo fuyr del poder de Dios[6].
Si
confrontamos este texto —de principios del siglo XIV— con las
diferentes versiones que han llegado a nosotros a travs de la tradicin oral,
vemos que, al pasar por la pluma del annimo autor del Zifar —probablemente el clrigo toledano
Ferrn Martnez— la trama del cuento ha sufrido una doble manipulacin:
en primer lugar se omite la profeca como motivo inicial del cuento, y se
reemplaza sta por un muy grant miedo de los truenos e de los relampagos que
justifique la construccin del refugio subterrneo. De este modo, se suprime la
figura del adivino —incomoda para el autor-clrigo por cuanto que la
religin cristiana slo admite el poder de Dios para saber las cosas que estn
por venir— y en consecuencia desaparece la predestinacin como factor
desencadenante de la intriga del cuento. De este modo, el cuento pierde su significado
ms profundo: la disyuntiva entre predestinacin y libre albedro (segn muera
o no su protagonista alcanzado por el rayo) y se queda en una simple moraleja:
e non pudo fuyr del poder de Dios [] ca el es seor de los ielos e de la
tierra e del mar e de las arenas, e ninguna cosa non puede salir de su poder[7]
Por
otra parte, y frente al resto de versiones orales en las que el protagonista es
un nio o un prncipe —al que sus padres tratan de proteger de los
efectos del rayo—, la versin del Zifar tiene un protagonista adulto —un
emperador de Roma—, ya que si fuera un nio sera natural que tuviese
muy grant miedo de los truenos e de los relampagos. Y este miedo infantil,
por s solo, no justificara la construccin del refugio por parte de unos
padres que, al tener el cuento un protagonista adulto —y con capacidad
autosuficiente para la construccin de dicho refugio— sobran desde el
primer momento.
El
manipulador del texto medieval pudo haber sido ms o menos hbil en la
cristianizacin de nuestro cuentecillo —de probable raz oriental o
indoeuropea—, pero la tradicin oral le delata siete siglos despus.
Por
otra parte, y dejando de lado el texto medieval del Caballero Zifar, la disyuntiva apuntada entre predestinacin
y libre albedro se manifiesta con claridad en funcin de la solucin que
adoptan las distintas versiones de la tradicin oral moderna respecto de la
muerte o la salvacin del protagonista, hecho ste que seguramente
convendra observar a la luz de las tres religiones del Libro —cristiana,
musulmana y juda— e, incluso, de las creencias precristianas de los
pueblos de la Europa del Norte, ya que las versiones orales de este cuentecillo
se extienden —como apuntamos al principio— por una extensa rea
geogrfica que abarca las tres grandes ramas lingsticas del continente
europeo (germnica, romnica y eslava) y que, a modo de gigantesco trapecio,
tiene sus vrtices en Finlandia, Israel, Pennsula Ibrica e Irlanda.
As,
la predestinacin es una paradoja que ha desafiado a los telogos cristianos
en su lucha por compatibilizar dos aspectos irreconciliables de la
experiencia humana: la libertad y el determinismo. La Biblia mantiene ambos
lados en tensin sin tratar de resolver el problema. Aunque ensea que Dios tiene
el control del universo, las Escrituras dicen igual de claro que l ofrece la
salvacin a todos los humanos y les hace responsables de la verdadera eleccin
de aceptar o rechazar su genuina oferta. En este sentido, la Biblia no es
fatalista, pues Dios da a todo el mundo la capacidad de elegir; pero en
realidad todas las posibles opciones se reducen a una sola que el Rey Salomn
sintetiza en uno de sus proverbios: La mente del hombre planea su camino, pero
el Seor dirige sus pasos. (Proverbios: 16:9).
Los
musulmanes, por su parte, creen en el Decreto Supremo Al Quadar, por el cual
todas las cosas han sido creadas y determinadas: todo lo que nos pasa ya est
escrito y tendr que pasar; pero esta creencia en la Divina Predestinacin no
significa que el ser humano no tenga libre albedro. En cierto modo, los
musulmanes creen que Dios ha dado a los seres humanos el libre albedro, lo que
significa que ellos pueden escoger entre el bien y el mal y que ellos mismos
son responsables de sus decisiones. As, la aparente contradiccin entre la
libertad del hombre y la predestinacin de sus acciones ha sido objeto de
abundantes discusiones entre los estudiosos del Corn, de los que una
referencia particularmente frecuente ha sido este pasaje cornico: El que
quiere coge el camino hacia su Seor, pero vosotros no querris ms que si
Allah lo quiere (LXXVI, 29-30). De forma general, el pensamiento musulmn ve la
solucin del problema en la aceptacin de la voluntad de Al, que corresponde a
la idea fundamental del Islam. Se ha hecho notar igualmente, que la
contradiccin se encuentra resuelta si se define la libertad humana como
participacin limitada de la libertad absoluta e infinita de Al.
Por
su parte, y segn la doctrina juda, el determinismo del destino escrito en
las estrellas no es absoluto. Existen varios procedimientos capaces de
modificar el curso del destino: el arrepentimiento ante Dios (Teshuv), la
oracin (Tefil) y la caridad (Tzedak), a los que cabe aadir el cambio de
nombre y el cambio de lugar, que constituyen los indicios exteriores de un
cambio profundo en la existencia del hombre. Al contrario que los idlatras,
quienes estn convencidos de que la predestinacin escrita en el horscopo es
absolutamente irrevocable, el hombre judo ha aprendido desde Abraham la
capacidad de salir fuera de su destino astrolgico y de dominarlo con la
ayuda de los procedimientos indicados.
Y
a este respecto, son ilustrativas las siguientes palabras del folclorista
alemn Haim Schwarzbaun:
Resulta
muy interesante el hecho de que el folclore judo sea, a pesar de todo, rico en
tipos de cuentos folclricos que ponen nfasis en que un mortal puede sortear y
esquivar el destino, en que un hombre puede ser capaz de superar sus malos
hados [] Un proverbio talmdico afirma que el atrevimiento, incluso ante lo
divino, puede procurar ventajas, es decir, que la audacia puede ser efectiva
incluso ante Dios[8].
Hasta
aqu los textos que podemos aducir de La muerte predestinada en su variante tipo 934 [El prncipe y la
tormenta]. Sin embargo, la tradicin oral asturiana es rica en versiones de
este rarsimo cuento en su variante tipo 934A, cuyo resumen es:
El
muchacho (muchacha) muere cuando y como el destino lo haba predestinado cuando
naci. Fracasan todos los esfuerzos para evitar la profeca.
y
del que slo se conoca, hasta la fecha, un puado escaso de versiones orales
en todo el mundo hispnico (1 versin de Lugo, 1 versin portuguesa, 1 versin
hispana de los EE. UU. y una versin sefard), adems de una versin literaria
del Siglo de Oro recogida en la Silva Curiosa (1583) de Julin Iguez de Medrano, y otra
que inspir la comedia Lo que ha de ser, de Lope de Vega, y que podra resumirse brevemente de esta manera:
Un
noble joven al que su padre encerr en un castillo con el fin de burlar la
profeca de que su muerte sera causada por un len, cansado ya de su
confinamiento y contemplando la figura de un len bordado en el tapiz que
cubra las paredes de su cmara, golpe enfurecido la imagen con el puo, con
tan mala fortuna que result herido por un clavo oculto y muri al poco tiempo
de calenturas.
Cuyo
antecedente se encuentra probablemente en las Fbulas de Babrio (S. III), concretamente en la titulada El
viejo timorato y el hijo nico[9], de argumento muy similar al de las versiones
ureas —salvo que la fbula de Babrio se desarrolla a partir de un sueo
prsago y no de una profeca—, y aparece tambin, con una intriga ms
parecida a las versiones de tradicin oral moderna, en las fbulas espicas
bajo el ttulo de El nio y el cuervo:
A
una mujer que consult a los adivinos sobre su hijo, an pequeo, le predijeron
que un cuervo lo matara. Asustada por ello, la mujer prepar un arca muy grande
y encerr all al nio para impedir que el cuervo lo matara. Y todos los das a
unas horas determinadas lo abra y le procuraba la comida necesaria. Un da que
tena la tapa levantada y estaba colocando la manta, el nio se asom
imprudentemente y ocurri que as el cierre del arca se abati sobre su mollera
y lo mat
La fbula muestra
que lo que est marcado por el destino es ineludible[10]..
Veamos
ahora una versin de este cuento tipo 934A recogida de la tradicin oral
moderna en la provincia de Lugo, que es la nica accesible de las cuatro que
aparecen reseadas en el citado Catlogo tipolgico del cuento folclrico
espaol:
Haba
un matrimonio, cal unha meiga lle dixera que a sa filla a morrer por culpa
dun dente do porco. A nai, a nai da nena, procurou evitar ese mal e encerrouna
nun cuarto para que non a puidera morder ningn porco, pero pola mata,
colocaron a carne no cuarto da nena, e cando estaba durmindo descolgouse un
dente de porco e caeulle na cabeza.
E
as foi como morreu a rapaza, descolgndoselle o dente e candolle na cabeza[11].
A
ste ltimo tipo hay que aadir una sorprendente actualizacin del cuento,
que fue recogido como leyenda urbana en el pueblo madrileo de Legans, y
dice as:
Un
chico hizo una vez la gija. Los espritus le dijeron que el da 20 de abril su
destino sera un coche rojo. El chico no sala a la calle por miedo, pero un
da, mientras que l estaba en el saln viendo la televisin, estaba colgado de
la pared un cuadro de un coche rojo: pero su destino haba llegado, el cuadro
se cay en la cabeza del chico; entonces, ste muri[12].
Y
no menos sorprendente resulta encontrar paralelos de nuestro cuentecillo en
tradiciones tan lejanas como la de los hutus de Ruanda:
rase
una vez un hombre que se llamaba Ruhinyuza. Era ladrn. Una noche fue a robar a
una familia que haba tenido un recin nacido. Cuando lleg a la casa, oy a
Dios que predeca la llegada del beb. Dios deca que el beb crecera y que
ms tarde crecera hasta ser una mujer que morira entre los colmillos de un
elefante.
Cuando
Ruhinyuza oy esto, recapacit y dijo que le gustara vivir con esta chica a
fin de comprobar si eran ciertas las palabras de Dios. Cuando la nia fue
mayor, Ruhinyuza fue a pedir su mano. sta acept el matrimonio, y le dijo que
debera estar siempre acompaada para no morir entre los colmillos del
elefante. Ruhinyuza estuvo de acuerdo. El da de la caza, los habitantes
gritaron:
—El
elefante!, El elefante!
Todo
el mundo fue a contemplar a este gigantesco animal. La mujer de Ruhinyuza
sinti curiosidad y fue a verlo. Se dispuso a mirar por un hueco que haba
detrs de ella. Pero no poda ver bien. Cuando estuvo en las ramas del rbol,
el elefante vino corriendo para esconderse bajo el rbol. La mujer tuvo miedo y
cay sobre los colmillos del elefante. Muri en el instante.
As,
Ruhinyuza comprob que Dios dice siempre la verdad. Y no intent nunca ms
comprobar si eran ciertas las palabras de Dios[13].
Frente
a este exiguo puado de versiones recogidas a travs de medio mundo, la
tradicin oral asturiana muestra —por s sola— una sorprendente
variedad de tipos y motivos, que veremos a continuacin:
El
destino cumplido
Lugar: Quintanal,
MIRANDA.
Informante:
Francisco Menndez Troteaga, 82 aos.
Fecha: 5-V-2000.
Una vez decan que haba una moza
ya que decan que tena que morire mordida de una culebra. Ya con eso los
padres tenanla tol tiempo en casa. Ya un da pues asomuse a la ventana, ya
pasaba un arrecimal por all, ya era en tiempo que haba racimos ya asomuse
all a coger un racimo duvas, ya taba all la serpiente ya picula, ya muri
daquella.
La muerte
predestinada
Lugar: La Hueria
de Urbis, MIERES.
Informante:
Alejandro Daz.
Fecha: 11-XI-2000.
Haba un nenu que decen, que-y
hubieren dicho que tena que morir de la picadura de una culebra: El fiyu tuyu
va a morrer de una picara de una culiebra. Y yeren unos seorotes y tal,
trancronlu en casa pa que no lo mordiera una culebra, que nunca pisare n de
cesped ni n de onde hubiera una culebra. Y que tenen una enredaera destes
de una recimos, que yos-llamamos recimos, eses uves piquiines, una parrina
deses de recimos y que sali al correor o a la galera y que taba comiendo un
pin de aquellos y que haba una culebrina destes de cien pates
—llammos-yos culebrina de cien pates—, y que lu mordi en la
lengua y que muri. Eso s, eso oylo, que tena el signo se.
El destino
cumplido
Lugar: Felguera,
RIOSA.
Informante:
Amrica Villoria Vzquez, 80 aos.
Fecha: 8-X-2000.
O contar a una seora — yera
Mara la de LOtero la que nos lo contaba—, que deca que un seor que
tena una hija y que cuando naci que-y dijieron el que diba a ser muerta por
picala un animal, una culebra o as, y los padres pues que la metieron entre
cristales pa que no la picare nada. Pero diz que fue una amiga a vela y que-y
llev uva, y que entre la uva iba una vespa [avispa] y que la hubiera picu y
que de aquello se hubiera muerto.
La muerte predestinada
Lugar: Gradura,
TEVERGA.
Informante:
Feliciano Fernndez Fernndez, 75 aos.
Fecha: 24-IX-2000.
S, eso del signo pues o de una,
cuando naci, ley el signo y mordida por un esquerpin —esquerpin
son sas que decimos gafuras de ms tamao— Y entonces pues que la
guardaban y que dorma en una habitacin, pero la habitacin tena unas ramas
—deban ser de parras o de recimos— hasta la ventana. Y por la
ventana que entrara el esquerpin y matara a la moza la chiquilla o la eso.
Eso era cuando naci.
Todas
estas versiones del tipo 934A [La muerte predestinada] podran agruparse bajo
el motivo de profeca de muerte por picadura de animal ponzooso. A stas hay
que sumar algunas otras, que podran clasificarse bajo el mismo tipo 934A, y
cuyo motivo podra resumirse como profeca de muerte laboral (en la mina),
del que no conozco ms versiones que las asturianas por m recogidas:
El destino
cumplido
Lugar: La Hueria
de Urbis, MIERES.
Informante: Toms
Zapico, natural de Dochal, MIERES.
Fecha: 11-XI-2000.
Un paisano tena un
fyu solo —de oyelo a mio madre, mio madre saba munchas— y dio-y
el sino de que diba matase na mina. Diz l:
—Me cagen
diez, pues no lo echo pa la mina!
Y luch con l y
estudilu pa cura. Y un da diba pa un pueblu y cay una nube del demonio y
metise a una bocamina. Y all muri, tapse la bocamina fjate t!, y muri
en la mina.
El destino
cumplido
Lugar: Llanuces,
QUIROS.
Informante:
Venerando lvarez Menndez, 83 aos.
Fecha: 3-XII-1999.
Y otra vez otru, que
haba nacido con el signo de matase na mina. Y dicen los padres:
—Te vamos a
estudiar pa cura, y as nun pereces na mina.
Bueno, estudironlu pa
cura. Y cuando tena la carrera y yera sacerdote ya, va a llevar los
sacramentos de un pueblucu a otro, que yera parroquia. Y en medio diste
trayecto de los dos pueblos haba minas, y vien una tormenta, y entra a
atechase na boca de la mina y tras!, hndese la mina y lu mata. Tena el
destino de matase na mina y na mina se mat siendo cura. Si, hombre, stos contbamelos
a m mio buela, mio buela tena mucha memoria.
El
destino cumplido
Lugar: Piera,
BIMENES.
Informante:
Enedina Vallina Palacio, 73 aos.
Fecha: 30-IV-2000.
Eso s, fue a un sobrn
de mio gela. Cntan-y que diba a tener tres hijos y diben a matase los tres na
mina. Y dos, los dos primeros, matanse na mina. Y el otru, diz l:
—Pues esti na
mina no se mata. Voy a estudialu pa cura.
Y estudilu pa cura, y
un da fue a llevar los santos sacramentos a un cordal, pas al cordal y pas
per un chamizu, y empez a tronar muncho y metise na mina y fundise la mina y
all se mat.
A
estas ltimas hay que sumar una versin mixta, procedente de Bimenes, que
combina los dos motivos:
La
muerte predestinada [A + B]
Lugar: Santa
Gada, BIMENES.
Informante: Luis
Daz Iglesias, 68 aos.
Fecha: 21-IV-2000.
Yo sent de n que tena dos fiyos,
y que tena el signu de quun que diba a morrer ella que diba a morrer de una
picadura de una culiebra, y l que diba a morrer en la mina. A ella metila pa
que nun saliera pa ningn sitio metila a modista pa que nun saliera de casa
pa ningn sitio, y [a] l estudilo pa cura, al fiyu.
—Ya vers como no andando pol
pra non saliendo de casa, non la muerde la culiebra.
Ya ents tena un arracimal en la
par, y ella fue a quitar una uva, pero haba una culiebra pel arracimal, y
ella al coger la pia catapumba!, picla la culiebra. Y cay muerta de asco.
Y el fiyu fue a confesar a n, y
vino una nube y l pa nun se moyar metise en una mina, en una bocamina, pa
atechase, y que se haba matu all. Eso dicen s, s, bax un fundise la
mina y matlu la mina.
Las
ms antiguas versiones conocidas de este tipo 934A remontan, como hemos visto,
a la fabulstica griega y a la literatura del Siglo de Oro espaol —Esopo
y Babrio, Medrano y Lope—; pero adems, nuestro cuentecillo tiene una
clara conexin con un suceso —histrico o pseudo-histrico— que
documentan otros autores de la poca como Pedro Mexa, en la Silva de varia
leccin (1540) o Sebastin de
Covarrubias en el Tesoro de la Lengua Castellana o Espaola (1611) y que tiene por protagonista a Esquilo,
famoso poeta trgico y padre del teatro griego, que muri en Gela (Sicilia) en
el ao 456 a. C. Veamos el relato de Covarrubias sobre tan inslito suceso:
Del
guila se escrive que, para quebrar la concha de la tortuga y comer su carne,
la levanta en el ayre y cae con ella sobre un peasco, adonde la haze pedaos y
consigue su intento. Cuentan un caso raro, a este propsito, que a Esquilo,
poeta trgico, aviendo hallado por la astrologa judiciaria que ava de morir
desastradamente, cayndose encima de la cabea una testudo, y siendo este
nombre ambiguo y equvoco, que significa la bveda del aposento y la concha de
la tortuga y a ella mesma, se sali de su casa, y no quiso vivir debaxo de
techo; y ass estava en campo raso y abierto. Pero como fuesse calvo, un
guila, juzgando ser su cabea algn guijarro pelado, descarg sobre ella una
tortuga, y le mat; de que hizo mencin Angelo Policiano[14].
No
conozco el testimonio de Angelo Policiano, humanista y poeta italiano que vivi
en la Florencia del siglo XV bajo la proteccin de Lorenzo el Magnfico; pero
s un testimonio muy anterior, relatado por Plinio el Viejo en su Historia
Natural, escrita bajo el
imperio de Vespasiano, en el siglo I de nuestra era, y que en el captulo
dedicado a las guilas dice lo siguiente:
Tiene
industria de quebrar las tortugas que caza dexndolas caer dende lo alto. Por
semejante desastre muri el poeta Eschilo, mientras procurava evitar lo que
estava pronosticado que hava aquel da de caerle encima, estando l con segura
confianza (segn se dize) del cielo[15].
El
relato sobre la extraa muerte de Esquilo lo recoge tambin Valerio Mximo,
historiador latino del siglo I d. C., cuya principal obra conservada, Factorum
et dictorum memorabilium libri novem, es una recopilacin de ancdotas y hechos notables extrados de libros
antiguos[16]. Y parece
ser que la fuente primigenia del relato se encuentra en el testimonio de
Hermipo de Esmirna, filsofo e historiador griego, que vivi en Alejandra a
mediados del siglo III a. C.,
autor de una extensa obra de carcter biogrfico que comprenda las
vidas de los filsofos, poetas, retricos, historiadores, etc., que se conserva
de manera fragmentaria y es citada con frecuencia por los autores greco-latinos[17].
Veamos
ahora un ltimo texto que combina, de forma magistral, varios de los motivos que
hasta ahora hemos visto. Se trata de la recreacin realizada por Juan Ruiz, en
el Libro de Buen Amor,
cuando fabla de la constelaion e de la planeta en que los omes nasen e del
juizio que los inco sabios naturales dieron en el nascimiento del fijo del
rrey Alcarez, que dice as:
Era
un rrey de moros, Alcaraz nonbre ava,
nasi
le un fijo bello; ms de aquel non tena.
Enbi
por sus sabios, dellos saber querra
el
signo e la planeta del fijo que nasa.
Entre
los estrelleros quel vinieron a ver,
vinieron
inco dellos de ms complido saber;
desque
vieron el punto en que ovo de naser,
dixo
el un maestro: Apedreado ha de ser.
Judg
el otro e dixo: Este ha de ser quemado.
El
terero dize: El nio ha de ser despeado.
El
quarto dixo: El infante ha de ser colgado.
Dixo
el quinto maestro: Morr en agua afogado.
Quando
oy el rrey juizios desacordados,
mand
que los maestros fuesen muy bien guardados;
fizo
los tener presos en logares apartados;
dio
todos sus juizios por mintrosos provados.
Desque
fue el infante a buena hedat llegado,
pidi
al rrey su padre que le fuese otorgado
de
ir a correr monte, caar algn venado:
respondi
le el rrey que le plaza de grado.
Cataron
claro da para ir a caar;
desque
fueron en el monte, ovo se a levantar
un
rrevatado nublo; comen de agranizar,
e
a poca de oro, comen de apedrear.
Acord
se su ayo de commo lo judgaron
los
sabios naturales que sus signos cataron:
diz:
Vayamos nos, seor, que los que a vs fadaron
non
sean verdaderos en lo que adevinaron.
Penssaron
mucho ana todos de se acojer;
mas,
commo es verdat e non puede fallescer
en
lo que Dios ordena, en commo ha de ser
segund
natural curso, non se puede estorer.
Faciendo
la grand piedra, el infante aguij;
pasando
por la puente, un grand rrayo le dio;
forad
se la puente, por all se despe;
en
un rbol del rro de sus faldas se colg.
Estando
ans colgado, ad todos lo vieron,
afogse
en el agua, acorrer non lo podieron.
Los
inco fados dichos, todos bien se conplieron;
los
sabios naturales verdaderos salieron.
Desque
vido el rrey conplido su pessar,
mand
los estrelleros de la presin soltar;
fizo
les mucho bien e mand les usar
de
su astrologa en que non avi que dubdar.
Y
remata el cuento, el arcipreste Juan Ruiz, con una declaracin personal no
exenta de irona:
Yo
creo los estrlogos verdad, natural mente;
pero
Dios, que cri natura e aidente,
puede
los demudar e fazer otra mente,
segnd
la fe cathlica; yo desto s creyente[18].
Es
interesante a este respecto la distincin establecida por Alfonso X el Sabio en
las Las Siete Partidas (c.
1251) cuando legisla sobre los agoreros, sorteros e otros adivinos:
Adevinana
tanto quiere dezir como tomar el poder de Dios para saber las cosas que estn
por venir. E son dos maneras de adeuinana. La primera es la que se faze por
arte de Astronoma, que es vna de las siete artes liberales. sta segund el
fuero de las leyes non es defendida de vsar a los que son maestros, e la
entienden verdaderamente: porque los juyzios, e los asmamientos que se dan por
esta arte, son catados por el curso natural de las planetas e de las otras
estrellas, e fueron tomadas de los libros de Ptolemeo e de los otros sabidores
que se trabajaron de esta sciencia. Mas los otros que non son ende sabidores
non deuen obrar por ella [] La segunda manera de adeuinana es de los
agoreros, e de los sorteros, e de los fechizeros, que catan agueros de aues , o
de estornudos, o de palabras que llaman prouerbio, o echan suertes, o catan en
agua, o en cristal, o en espejo, o en espada, o en otra cosa luziente, o fazen
fechuras de metal, o de otra cosa cualquier, o adeuinana en cabeza de ome
muerto, o de bestia, o en palma de nio, o de muger virgen. E estos truhanes, e
todos los otros semejantes dellos (porque son omes daosos, e engaadores, e
nascen de sus fechos muy grandes males a la tierra) defendemos que ninguno
dellos non more en nustro seoro, nin use y destas cosas, e otros, que
ninguno non ser osado delos acoger en sus casas, nin encubrilos[19].
Frente
a la legislacin del Rey Sabio, quiz demasiado favorable a la astrologa
judiciaria, se levantan algunas voces ya en los ltimos das del siglo XIII,
como la de Pedro Pascual, obispo de Jan, quien reprueba esta pretendida
ciencia en un Libro contra las
fadas et ventura et oras minguadas et signos et planetas:
Su
assy fuesse como los sabios mintrosos disen, que el ome non avie en s podero
nin albedro de faser bien nin mal, davan a entender los dichos sabios que e
todas las criaturas que Dios cri, non avie criatura ms menguada como el ome
Et Dios mismo non quiso aver podero sobre el ome , para le faser por fuerza
seer bueno o malo. Pues cuanto menos querrie nin darie podero a ningn
planeta, nin ora, nin signo, nin fada, nin ninguna cosa de las sobredichas, que
oviesse podero nin sennoro sobre el ome?[20]
As,
Ramn Lull, quien en el rbol de la ciencia condena la vanidad de la astrologa judiciaria
y afirma que Hereje es aquel que tiene mayor temor de Gminis y de Cncer que
de Dios, lo cual ilustra con el ejemplo de un astrnomo, el cual dijo en
presencia del rey que haba de vivir diez aos. Y entonces un soldado con la
espada que traa cort la cabeza al astrnomo, para que el rey se alegrase y
conociese que aquel astrnomo haba mentido y tambin su ciencia[21].
O
el arzobispo de Sevilla, Pedro Gmez de Albornoz, quien en su Libro de la
justicia de la vida espiritual califica
de idlatras a quienes tratan de adivinar el futuro mediante la astrologa:
Especie
de ydolatra es la de algunos que por astrologa quieren adivinar de las cosas
futuras, et disen que los planetas et cuerpos celestiales han nescesaria influencia
en los cuerpos inferiores que son en la tierra, e assy juzgan que el que nasce
en una constellacin aver bien, et sy en otra mal Et stos pecan gravemente,
porque substraen et tiran nuestras obras de magnificencia et de servicio de
Dios[22].
Las
refutaciones de la astrologa judiciaria se suceden una tras otra hasta
nuestros das, pero la creencia popular en la predestinacin y el ansia por
conocer el futuro, no desaparecern mientras no cambie la naturaleza humana,
siempre vida de lo maravilloso. Como muestra de la actualidad de este
fenmeno, cabe citar, finalmente, el reciente artculo de Juan Jos Mills
publicado en La Nueva Espaa
(22-II-2004) bajo el ttulo de Nunca hubo tantos profetas donde se da la voz
de alarma sobre las dosis de fatalismo e, incluso, de dirigismo poltico
que conlleva el ansia por conocer el futuro:
Defindase
usted de los presagios, tanto de los buenos como de los malos. No crea usted en
las seales que anuncian un futuro bueno, nefasto o regular. No lea los horscopos.
Su destino no est escrito en las estrellas, sino en las neuronas. Moctezuma
confundi a Hernn Corts con una profeca y se entreg a la derrota como un
cordero al sacrificio. El caudillo azteca tena ms armas, ms poder, ms
fuerza, pero crea en las seales, en los augurios, en los orculos. [] La
condicin principal para sufrir una derrota es la conviccin personal de que
uno puede salir derrotado. A ms de cinco siglos del Descubrimiento, todava
hoy los presagios actan con una eficacia sorprendente. No hay peridico sin
horscopo; no hay ciudadano que no cruce los dedos o toque madera o rece una
oracin para atraer a la suerte o a la mala suerte. [] Es increble la
cantidad de sujetos que se ganan la vida haciendo augurios por la radio.
Llamamos a esos augurios anlisis polticos o financieros, pero son
profecas. Tenemos ms profetas que Moctezuma, casi todos dedicados a
planificar nuestro fracaso con tal grado de realismo que no nos queda ms
remedio que seguir sus instrucciones. []
Me pregunto si las encuestas no son tambin una forma de presagio, es
decir, una orden ms que un pronstico. Hay individuos que por no decepcionar a
su horscopo son capaces de romperse la pierna, incluso de romperse el corazn.
Nunca los profetas, los augures, los magos, los sacerdotes tuvieron tanto
trabajo como hoy. Gurdese usted
de ellos, porque es el modo ms eficaz de protegerse de usted mismo.
[1] Versin procedente de Castro del Ro (Crdoba), narrada por Mara Luisa Elas Urbano, nacida en 1907, y recogida por Jos Manuel Pedrosa en 1989. Vase J. M. Pedrosa, El destino burlado (AT 934): un rarsimo cuento folclrico andaluz y las creencias sobre la predestinacin entre Oriente y Occidente, Demfilo 28 (1998), pp. 147-156. El texto ha sido reproducido bajo el ttulo de El prncipe y la tormenta como versin nica para el rea lingstica del castellano en el Catlogo tipolgico del cuento folclrico espaol, tomo IV (Cuentos-novela) recientemente publicado por Julio Camarena y Maxime Chevalier (Alcal de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2003), pp. 390-391.
[2] Vase Antti Aarne y Stith Thomson, The Types of the Folktale: a Classification and Bibliography [FF Communications 184] 2 revisin (Helsinki: Academia Scientiarum Fennica, 1981), n 934. Existe traduccin al espaol de Fernando Pealosa, Los tipos del cuento folklrico. Una clasificacin [FF Communications 258] (Helsinki: Academia Scientiarum Fennica, 1995).
[3] Versin de Torneiros-Porrio (Pontevedra), narrada por Camila Martnez, de 64 aos en 1997, y publicada por Camio Noia Campos en Contos galegos de tradicin oral (Vigo: Edicins Nigra Trea, 2002), p. 254.
[4] Publicado por Pratella en La Pi, VI, 125, e inventariado por Stefano Orioli, Repertorio della narrativa popolare romagnola (Firenze: Leo S. Olschki, 1984).
[5] Publicado por N. Massaroli en La Pi, I, 170, e inventariado por Stefano Orioli, op. cit.
[6] Libro del Caballero Zifar, ed. Cristina Gonzlez (Madrid: Ctedra, 1983), pp. 137-138.
[7] Zifar, op. cit.
p. 137.
[8] Haim Schwarzbaum, Studies in Jewish and World Folklore (Berln: Walter de Gruyter & Co, 1968), p. 277. Sigo la traduccin de Jos Manuel Pedrosa en El destino burlado (AT 934): un rarsimo cuento folclrico andaluz y las creencias sobre la predestinacin entre Oriente y Occidente, Demfilo 28 (1998), pp. 147-156.
[9] Fbulas de Babrio, ed. de Carlos Garca Gual, P. Bdenas de la Pea y J. Lpez Facal (Madrid: Gredos, 1985), nm. 136.
[10] Nota del traductor: La palabra griega krax significa indistintamente cuervo, aldabilla o cierre, de ah la ambigedad del orculo. Sigo la edicin de Carlos Garca Gual, P. Bdenas de la Pea y J. Lpez Facal (Madrid: Gredos, 1985), nm. 162.
[11] Xerardo Barreiro Prez, O presaxio da meiga, Narracins orais do concello de Palas de Rei (Santiago de Compostela: Sotelo Blanco Edicins, 1995), nm. 120.
[12] Jos Manuel Pedrosa y Sebastin Moratalla (eds.), La ciudad oral. Literatura tradicional urbana del sur de Madrid (Madrid: Consejera de Educacin: 2002), p. 197.
[13] Narrado por un nio de 14 aos, procedente de la regin de Kibungo y refugiado en el campo de Benaco (Tanzania). Publicado por Luis Estepa y Jos Manuel Pedrosa en Mitos y cuentos del exilio de Ruanda (Oiartzun: Sendoa, 2001), nm. 13.
[14] Sebastin de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana o Espaola (1611), sub voce ҇guila. Sigo la edicin de Martn de Riquer (Barcelona: Altafulla, 1993).
[15] Cayo Plinio Segundo, Historia Natural, Libro X, Captulo III. Sigo la traduccin de Francisco Hernndez (c. 1576), que sirve de base a la edicin de la Universidad Autnoma de Mxico (Visor Libros, 1999), pp. 484-485.
[16] El relato sobre la muerte de Esquilo figura en el libro IX, captulo XII, Ext. 2.
[17] Sus Fragmentos fueron reunidos y publicados por E. A. Lozynski (Bonn, 1832).
[18] Libro de buen amor, estrofas 129-140. Sigo la edicin de Gybbon-Monypenny (Madrid: Castalia, 1989). El cuento de la triple o quntuple muerte predestinada se inserta en varias obras literarias del Siglo de Oro espaol. As la versin de Cristbal de Castillejo en Obras de conversacin y pasatiempo (1573), la que se recoge en el Cancionero de Sebastin de Horozco o la de Baltasar Gracin en Agudeza y arte de ingenio (1648). Cfr. Maxime Chevalier, Cuentos folklricos espaoles del Siglo de Oro (Barcelona: Crtica, 1989), n 70. De poca medieval es la versin que Geoffrey de Monmouth incluye en las Vita Merlini (c. 1135), como demostracin del poder del Merln, o el vaticinio de la triple muerte que se recoge en El baladro del sabio Merln con sus profecas, segn la edicin prnceps de Juan de Burgos (1498), cuyo nico ejemplar conocido se conserva en la Biblioteca Universitaria de Oviedo y ha sido recientemente editado en facsmil (Oviedo: Universidad de Oviedo-Ediciones Trea, 1999).
[19] Setena Partida, Ley 1, Titulo XXIII, segn la edicin de Andrea de Portonariis (Salamanca, 1555), reed.facsmil (Madrid: Boletn Oficial del Estado, 1985).
[20] Citado por Amador de los Ros (Historia crtica de la literatura espaola, IV, p. 79) segn el cdice h-iii-3 de El Escorial. Cfr. Menndez Pelayo, Historia de los heterodoxos espaoles, op. cit., tomo I, p. 604.
[21] Traduccin de Alonso Cepeda, Arbol de la ciencia del iluminado Maestro Raimundo Lulio, nuevamente traducido y explicado (Bruselas, 1664). Cfr. Menndez Pelayo, ibidem.
[22] Manuscrito de la Biblioteca Nacional, citado por Amador de los Ros. Cfr. Menndez Pelayo, op. cit., p. 605.