Garrosa Gude, José Luis. “Literatura de transmisión oral y enseñanza secundaria: cuentos y romances tradicionales en el I. E. S. La Laguna, (Parla)”. Culturas Populares. Revista Electrónica 1 (enero-abril 2006).

http://www.culturaspopulares.org/textos%20I-1/articulos/Garrosa.htm

ISSN: 1886-5623

 

 

 

 

 

 

Literatura de transmisión oral y enseñanza secundaria:

cuentos y romances tradicionales

en el I. E. S. La Laguna, (Parla) *

 

 

José Luis Garrosa Gude

 

A pesar de los múltiples problemas que se plantean para su conservación a largo plazo, aún es posible recuperar textos folclóricos en contextos aparentemente ajenos –cuando no opuestos– al mundo tradicional en el que siempre se han transmitido. Así, durante el curso escolar 2001-2002, tuvimos la oportunidad de obtener una serie de cuentos y romances tradicionales a través de algunos alumnos del I.E.S. La Laguna de Parla.

            Recordemos que Parla es un municipio del sur de Madrid con una población compuesta en un alto porcentaje por familias oriundas del sur de España. Asimismo, en los últimos años, se ha incorporado un importantísimo contingente de inmigrantes de distintos países. Esta diversidad se advierte también en los centros de enseñanza que, como hemos podido comprobar, se han convertido en auténticos crisoles culturales, aunque todavía no sepamos con exactitud cuál será el alcance de su influencia en el acervo folclórico hispano.

            La decadencia de ciertos géneros tradicionales es evidente y ha sido señalada a menudo por diversos especialistas. Resultan esclarecedoras –y aplicables en su totalidad a la localidad de Parla– las siguientes palabras de José Manuel Pedrosa:

 

[...] los niños y jóvenes que viven hoy en nuestras ciudades tienen un repertorio literario oral articulado esencialmente en torno a dos subgéneros: el de los juegos infantiles y juveniles (con sus canciones, retahílas y rimas asociados); y el de las leyendas llamadas urbanas o contemporáneas. Muchos de ellos son también conocedores de adivinanzas, trabalenguas, o chistes. Sin embargo, los romances, los cuentos, e incluso las canciones no específicamente infantiles ni juveniles, apenas tienen lugar dentro de su repertorio tradicional, como demuestra el hecho de que la mayoría de los –no muy abundantes– romances, cuentos y canciones recogidos en estas páginas no hayan salido de las memorias orales de los propios niños y jóvenes, sino –en su mayoría– de sus familiares adultos, y de extracción por lo general rural, a los que ellos mismos han encuestado[1].

 

            En primer lugar, ofrecemos cuatro cuentos tradicionales conocidos por una estudiante del primer curso de E.S.O. del instituto objeto de estudio[2]. Dicha alumna se los había oído a su abuela[3], natural de Madrigalejo (Cáceres), y los copió junto con otras muestras del repertorio tradicional de ese pueblo extremeño.

            Podemos apuntar que, aunque no sean cuentos raros en la tradición hispana, sí es interesante su aparición en un entorno urbano y sometido a un grado de aculturación tan alto como Parla, algo que debe animarnos a continuar la investigación en tales ámbitos.

            Los textos que ofrecemos han sido transcritos tal y como fueron entregados, ya que sólo se han corregido errores ortográficos y de puntuación, mientras que presentamos entre corchetes aquellos fragmentos en los que se aprecia una omisión evidente.

 

 

EL ROBO DE PESCADO + MORDIENDO LA PATA (Tipo 1 + 5)[4]

 

El sardinero y la zorra[5]

 

Érase una vez unos sardineros que iban de pueblo en pueblo vendiendo sardinas. Los caminos estaban llenos de lobos y zorras. Y una noche, volviendo de vender, a lo lejos vieron un gran bulto que no se movía. Cuando llegaron, vieron que era una zorra. Ellos creían que estaba muerta. La cogieron y la echaron encima de las cajas de las sardinas. Cuando ya llevaban bastante camino, la zorra, que no estaba muerta, cogió y abrió una de las cajas y se comió las sardinas. Al día siguiente, vieron un lobo y pensaron que estaba muerto. Dijo uno de los vendedores:

–Ayer una zorra y hoy un lobo. Éste no se va a escapar.

Le quitaron la piel y al lobo lo echaron encima de otra de las cajas de las sardinas. El lobo tenía bastante dolor pero no estaba muerto. Él no tuvo suerte, no comió sardinas. Como pudo, se bajó del carro. Entonces, en un árbol, la zorra lo esperaba y el lobo desde lejos oyó una voz que decía:

–El de las botas y el sombrero,

 ¿qué tal has quedao con los sardineros?

Entonces el lobo la vio, y, como pudo, salió detrás de ella. La zorra, como sabía tanto, se metió en un agujero y se quedó el rabo por fuera. Entonces el lobo la cogió el rabo con la boca y la zorra, como era más lista, le decía:

–Tira, tira, que tiras de un palo.

Y el lobo soltó el palo. La zorra le volvió a engañar.

Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

 

 

EL FORTACHÓN Y SUS COMPAÑEROS + ÁNIMA LIBERADA DEL TORMENTO (Tipo 301B + 326A*)

 

Juanito el tonto

 

Érase una vez un chico llamado Juanito, que le llamaban el tonto del pueblo. Él no tenía padres. Como nadie lo aceptaba, decidió irse del pueblo. Iba por un camino andando y se encontró con un señor que estaba segando. Le preguntó al señor:

–¿Cuánto gana usted aquí?

Y contesta el señor:

–Dos reales.

Juanito le dice al hombre:

–Si te vienes conmigo, te doy una peseta.

Y el hombre lo aceptó. Se fueron caminando y se encontraron a un hortelano[6] sembrando patatas y le preguntó:

–¿Cuánto gana usted aquí?

Y él le dijo:

–Una peseta.

Y Juanito le dijo:

–Si te vienes conmigo, te doy dos.

Y lo aceptó.

Los tres siguieron el camino. Pronto les cayó la noche y muy lejos vieron una luz. Y se acercaron y vieron que era un castillo grandísimo. Llamaron y nadie los contestó. Y la sorpresa mayor fue cuando abrieron; allí había de todo para comer: lomos, jamones, tocino, etc. Entonces decidieron comer y descansar.

Al otro día, al levantarse, dijeron de irse a por leña y pusieron un puchero con cocido a cocer. Uno se quedó preparándolo. Cuando el cocido ya estaba hecho, oyó una voz que decía:

–¡Que me caiigo! ¡Que me caiigo!

Salió corriendo de miedo y esperó que volviesen de por la leña y cuando entraron vieron que se habían comido el cocido. Al otro día, pusieron la comida en el puchero y otra vez esa misma voz dijo:

–¡Que me caiigo! ¡Que me caiigo!

Y entonces le contestó Juanito, que tenía una porra en las manos:

–Cáete, cáete.

En aquel momento cayó un gigante enorme. Entonces con su porra le golpeó y rodando cayó en un pozo cercano a la casa.

Entonces decidieron bajar uno por uno para ver lo que había en el pozo. Entonces el primero en bajar fue Antonio, y a la mitad de camino había una plaga de mosquitos. Tocando una campanilla que llevaba le subieron y le preguntaron:

–¿Qué has visto?

Y él contestó:

–Una plaga de mosquitos que no se puede pasar.

Entonces bajó Pedro con otra campanilla y pasó la nube de mosquitos, pero se encontró con un nido de abejas que le obligaron a salir. Y dijo Juanito:

–Yo bajaré.

Bajó Juanito y llegó al fondo del pozo, y entonces vio tres puertas y no sabía dónde llamar. Había una abierta y al entrar vio una princesa que lloraba a mares y le preguntó:

–¿Qué haces en el pozo?

Y ella le respondió:

–Nos tiene encantadas el gigante a mí y a mis dos hermanas.

Juanito le dijo:

–¿Dónde están tus hermanas?

Ella le respondió:

–En esa puerta, pero no podemos pasar porque él nos mataría.

Y Juanito la dijo:

–Llama a la puerta y yo con mi porra le mataré.

Y ella así lo hizo.

Al salir el gigante, Juanito le dio con la porra en la frente, y sus hermanas, contentas de alegría, le daban las gracias a Juanito por haberlas salvado la vida. Entonces las iba sacando con la cuerda. Cuando iba a subir Juanito se partió la cuerda y él se quedó dentro del pozo. Pero se acordó que tenía la oreja del gigante en el bolsillo y la pegó un muerdo y subió arriba. Cada uno se casó con una de las princesas, y vivieron felices y comieron perdices.

 

EL ZURRÓN CANTARÍN (Tipo 311B*)

 

El zurruquito

 

            Érase una vez unos padres que tenían cuatro hijos y todos ellos amasaban pan. Iban a por agua a una fuente para poder amasar. Entonces la más mayor llevaba un anillito de oro y, para que no se le cayera al pozo, se lo quitó y lo puso en el brocal. Y se marchó para casa y a la mitad del camino dijo:

            –Me he dejado mi anillito en el brocal, voy a volver a por él.

            Cuando llegó a la fuente había un mercade[r] con un zurrón muy grande y le dijo:

            –¿No habrá visto mi anillito?

            El mercade[r] la dijo:

–Sí. En el zurrón está metidito.

La niña fue a buscarle y la encerró dentro. Sus padres la buscaron y nunca la encontraron. Pero un día llegó un mercade[r] de casa en casa que cantaba su zurruquito.

Él le decía:

–Canta, zurruquito, canta,

que si no te doy con la palanca.

Y ella cantaba:

–Por un anillito de oro

que en la fuente me quedé,

adiós padre, adiós madre,

cuándo te volveré a ver.

Pero un día se le hizo tarde para ir a misa y le dijo a una señora:

–Señora, ¿me puede usted guardar mi zurruquito?

La señora le contestó:

–Póngale detrás de la puerta.

La señora estaba amasando y le decían sus hijos:

–Mamá, hágame una rosca.

Y otro decía:

–Y a mí otra.

–Y yo, que estoy en el zurrón,

hágame usted un roscón.

Entonces sus hermanos dijeron:

–Mamá, sale una voz del zurrón. Vuelve a decir lo del roscón.

Dice la madre:

–Hija mía, eso no puede ser verdad. Repetirlo.

–Mamá, hágame una rosca.

Dice otro:

–Y a mí otra.

–Y yo, que estoy en el zurrón,

hágame usted un roscón.

Entonces el padre abrió el zurrón en canal y se encontró a su bella hija. La escondió y le llenaron de agua y le pusieron detrás de la puerta. Llegó el vendedor y le dijo:

–Señora, que cojo el zurrón.

Y fue a la casa de al lado:

–Señora, me da usted una limosnita y le canta mi zurruquito.

Y el decía:

–Canta zurruquito, canta,

que te doy con la palanca.

Y se lo repitió varias veces, pero [el] zurruquito no cantaba. Lo cogió al hombro todo enfadado y se fue a un campo y al abrirlo estaba lleno de agua. Lo habían engañado.

 

 

PULGARCITO (Tipo 700)

 

El buey pinto

 

            Érase una vez en un pueblito pequeño vivía un matrimonio pobre que sólo tuvieron un hijo. Su hijo era muy pequeño, se llamaba Juanito. Su padre no se le quería llevar al campo a trabajar porque tenía miedo a que se lo comieran los animales. Pero un día le dijo Juanito a su madre:

            –Hoy le llevo la comida yo a papá.

            Su madre no quería por[que] tenía miedo. Pero tanto insistía que lo montó en la oreja del burro para que le llevara a su padre la comida.

            El camino era larguísimo, entonces le iba dando voces a su padre:

            – ¡Padre, padre, soy Juanito! ¡Voy metido en la oreja del borrico!

            Su padre, al oírle, dejó de arar y se [fue] en busca de él. Le sacó de la oreja del burro y se pusieron a merendar. En aquel momento vino una nube de agua, y, para no mojarse, Juanito se metió en una de las hojas de una col. Entonces el buey que tenía su padre para arar pegó un bocado a la col y se comió a Juanito. Y Juanito daba voces y su padre no lo oía. Le buscaron por todos los sitios y él llora[ndo] decía:

            –Padre, mata al buey pinto,

que yo te daré pa cuatro o pa cinco.

            Entonces el padre llamó a todos los vecinos para que le ayudasen a buscar en las tripas del buey a su hijo. Pero, como era tan chico, el agua se lo llevó y no lo encontraron. Como pudo salirse del agua, se fue andando de noche por un camino. Y a lo lejos vio una luz y eran unos ladrones montándose en las alforjas que estaban llenas de dinero y se dirigió a su casa.

            Cuando llegó a la puerta llamaba pero nadie lo escuchaba y le decía a su padre:

            –Soy Juanito que te traigo para que compres los bueyes.

            Y sus padres se pusieron muy contentos.

 

            Un alumno de 3º D, Ricardo Mencía, aportó un par de romances tradicionales que sabía su abuelo materno, nacido en Toledo[7]. El primero es La loba parda, un romance rústico muy difundido en la Península Ibérica. Según Ramón Menéndez Pidal, La loba parda es un típico romance de pastores, originario de Extremadura, que se fue propagando con los pastores trashumantes a través de las diferentes cañadas que atraviesan las dos Castillas[8]. Lo más importante de nuestra versión es su pleno carácter tradicional, ya que no presenta huellas de la versión facticia publicada en 1928 por el propio Menéndez Pidal en Flor nueva de romances viejos. El extraordinario éxito alcanzado por este libro se manifestó muy pronto en forma de un claro y permanente influjo en la tradición oral. Este fenómeno se refleja en contaminaciones más o menos puntuales, aunque a veces supone la plena sustitución de las formas antiguas por el romance libresco, un hecho patente en muchas de las versiones de La loba parda documentadas a lo largo de estas décadas. 

 

 


 

La loba parda (á-a)[9]

 

IGRH: 0234

Versión de Espinoso del Rey (p. j. Talavera de la Reina, antiguo El Puente del Arzobispo, Toledo), de Ismael Muñoz (71 años).

Recogida por su nieto Ricardo Mencía. Entregada en forma manuscrita el 15 de febrero de 2002. (Música no registrada)[10].

 40 hemistiquios.

 

Estando un pastorcillo   sentadito en su cabaña,

vio de venir siete lobos   y en medio la loba parda;

y venían echando a suerte[s]   para a ver a cuál le tocaba,

la ha venido a tocar   a la pobre loba parda.

–Loba parda no te arrimes   o tendrás mala llegada.–

Dio dos vuelta[s] a la red   y no pudo sacar nada.

Ha dado otra media vuelta   y sacó la cordera blanca,

la que tenía[n] los amos   para el día de la Pascua.

–¡Arriba, mis siete cachorros   y perra trujillana!

Si me cobráis la cordera,   tenéis doble ensenada[11],

siete calderos de leche   y otros tantos de cuajada.–

Han corrido siete leguas   entre cerros y montañas.

Al bajar un arroyuelo   y subir una costana,

                                     han cogido a la loba parda.

–Toma tu cordera   viva y sana como estaba.

–Yo no quiero a mi cordera   que estará baboseada,

lo que quiero es tu pellica   para hacerme una zamarra;

de las orejas pendientes   para que se los ponga mi ama,

los colmillos para cuchillos   para que corte el pan mi ama,

                                                          y de los huesos cucharas,

y del rabo haré aguja[s]   para coserme las bragas.

 

            Por último, presentamos una versión de un curioso romance vulgar llamado El salario del jornalero. Es un tema romancístico raro, desconocido en la tradición antigua, y del que únicamente conocemos otras dos versiones publicadas, una de Cantabria[12] y otra de Ciudad Real[13].

 

 

El salario del jornalero (é-a)[14]

 

IGRH: 3006

Versión de Espinoso del Rey (p. j. Talavera de la Reina, ant. El Puente del Arzobispo, Toledo), de Ismael Muñoz (71 años).

Recogida por su nieto Ricardo Mencía. Entregada en forma manuscrita el 28 de febrero de 2002. (Música no registrada).

42 hemistiquios.

 

No hay vida más arrastrada   que un galán arando en tierra,

todo el día se le va:   –¡Tente, Parda! ¡Abajo, Negra!

Por la noche viene Juan:   –Cocido tienes de cena.

–Echa pocas sopas, Juan,   que la olla no está buena,

el tocino es poco y rancio,   la morcilla de no veas,

los garbanzos son obispos   no se los ve entr[e][15] la berza.–

Estando en estas palabras,   el amo llegó a la puerta:

–Buenas noches tenga, Juan.   –Buen amo, también las tenga.

La suerte se ha acabado,   sólo un cornejal me queda.

–Me cago yo en las dos mulas   y en el galán que las lleva.–

Ya se le ha enfadado Juan:   –Amo, me haga usted la cuenta.–

L[e] ha sacado un papelón   que cubría toda la mesa

y tenía más renglones   que tejas tiene Valencia.

–¿Te acuerdas, Juan, que perdiste   la manta de la mula negra?

Treinta duros me costaron,   cincuenta tengo a tu cuenta.

¿Te acuerdas, Juan, que perdiste   las alforjas y la cazuela?

Treinta reales me costaron,   cuarenta tengo a tu cuenta.

Toma esos dos reales, Juan,   que sobran de tu cuenta.

–Me cago yo en los dos reales   y en el galán que los cuenta,

más valía ser un ladrón   de Sierra Morena

que servir a ciertos amos   que pagan de esta manera.

           

Consideramos que los textos que hemos presentado bastan por sí solos para justificar nuestras palabras iniciales. Cualquier muestra rescatada del olvido constituye un documento literario y etnográfico único, un testimonio valioso por sí mismo y por los datos que pueda arrojar. Quizá no sea demasiado tarde, incluso en géneros en franco declive, la tradición oral aún no está extinguida y no se han interrumpido del todo sus líneas de transmisión a las nuevas generaciones. A nosotros nos incumbe descubrir esas voces del pasado, registrarlas y estudiarlas, así impediremos que enmudezcan para siempre.

 

 



* Parte de este trabajo –el apartado de los cuentos folclóricos de Madrigalejo– se publicó en Revista de Folklore 265 (2003) pp. 6-9 y Revista de Folklore 269 (2003) pp. 162-165 en un artículo titulado «Un sondeo en la tradición oral de un instituto de Parla. Cuatro cuentos folklóricos de Madrigalejo (Cáceres)». Corregimos erratas, reelaboramos el texto y añadimos la sección dedicada a los romances de Toledo.

[1] José Manuel Pedrosa, La ciudad oral. Literatura tradicional urbana del sur de Madrid. Teoría, métodos, textos, ed. y coord. S. Moratalla (Madrid: Consejería de Educación, Dirección General de Ordenación Académica, Centro de Apoyo al Profesorado de Leganés, 2002) p. 87.

[2] Libertad Perailes Rodríguez, de 1º D.

[3] Natalia Manzanedo Felipe, de 55 años.

[4] Los cuentos aparecen ordenados de acuerdo con el Catálogo tipológico del cuento folklórico español. Cuentos maravillosos y el Catálogo del cuento folklórico español. Cuentos de animales de Julio Camarena Laucirica y Maxime Chevalier, publicados en la editorial Gredos en 1995 y 1997, basados a su vez en el catálogo establecido por Aarne – Thompson; en minúscula se presenta el título con el que los entregó y los conocía la alumna citada.

[5] El sardinero y la zorra y El buey pinto fueron entregados el día 13 de febrero de 2002; los otros dos, Juanito el tonto y El zurruquito, el día 15 de febrero.

[6] Primero escribió hortolano, después lo sustituyó por hortelano.

[7] Ismael Muñoz, nació el 17 de junio de 1930 en Robledo del Mazo, posteriormente vivió en Espinoso del Rey, también en la provincia de Toledo.

[8] Véanse estos y otros detalles en Romancero rústico. Romancero Tradicional de las Lenguas Hispánicas, Tomo IX, ed. A. Sánchez Romeralo y A. Valenciano (Madrid: Gredos, 1978) pp. 15-206. Este primer capítulo se dedica a La loba parda.

[9] Para presentar los romances, seguimos –salvo alguna modificación o añadido– las normas establecidas por el Seminario Menéndez Pidal en sus publicaciones. Así, consignamos el título normalizado, la asonancia y el número del IGRH (Índice General del Romancero Hispánico, elaborado por el Seminario Menéndez Pidal). En la ficha aparecen, por este orden, el lugar de procedencia –incluyendo el partido judicial y la provincia–, el nombre del colector y del informante, la fecha de recogida, precisamos si se ha registrado o no la música y, por último, el número de hemistiquios.

[10] Ante nuestra pregunta, el informante explicó a su nieto que este romance se cantaba y se recitaba.

[11] Clara deformación de «tenéis la cena doblada» y variantes similares. Pueden comprobarse en Romancero rústico, pp. 29-197.

[12] En El romancero vulgar y nuevo, ed. F. Salazar (con la guía y concurso de D. Catalán) (Madrid: Fundación Ramón Menéndez Pidal y Seminario Menéndez Pidal, Universidad Complutense, 1999) pp. 51-52 y p. 565. Clasificado como romance de injusticia social, fue recogido en la localidad de Fontibre por Manuel Manrique de Lara el año 1918. También se indica que su difusión se limita a Santander, Ávila y Huesca y se reproducen tres íncipits de la tradición moderna.

[13] Jerónimo Anaya Flores, Romances tradicionales de Ciudad Real (Antología) (Ciudad Real: Diputación Provincial, 1999) p. 154. El romance, titulado Juanillo arando, es una versión bastante deturpada procedente de Alcolea de Calatrava.

[14] En la versión entregada aparecía con el título de La vida de un labrador.

[15] En el manuscrito de Ricardo Mencía, este hemistiquio aparecía como «no se los ve entra la berza» y el hemistiquio 23 como «La ha sacado un papelón...». Restauramos las formas correctas entre corchetes.