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Garrosa
Gude, José Luis. “Literatura de
transmisión oral y enseñanza secundaria: cuentos y romances tradicionales en el
I. E. S. La Laguna, (Parla)”. Culturas Populares. Revista Electrónica 1 (enero-abril 2006). http://www.culturaspopulares.org/textos%20I-1/articulos/Garrosa.htm ISSN: 1886-5623 |
Literatura de transmisión
oral y enseñanza secundaria:
cuentos y romances
tradicionales
en el I. E. S. La Laguna, (Parla) *
Recordemos que Parla es un municipio del sur de Madrid con una población compuesta en un alto porcentaje por familias oriundas del sur de España. Asimismo, en los últimos años, se ha incorporado un importantísimo contingente de inmigrantes de distintos países. Esta diversidad se advierte también en los centros de enseñanza que, como hemos podido comprobar, se han convertido en auténticos crisoles culturales, aunque todavía no sepamos con exactitud cuál será el alcance de su influencia en el acervo folclórico hispano.
La decadencia de ciertos géneros tradicionales es evidente y ha sido señalada a menudo por diversos especialistas. Resultan esclarecedoras –y aplicables en su totalidad a la localidad de Parla– las siguientes palabras de José Manuel Pedrosa:
[...] los niños y jóvenes que viven hoy en nuestras ciudades tienen un
repertorio literario oral articulado esencialmente en torno a dos subgéneros:
el de los juegos infantiles y juveniles (con sus canciones, retahílas y rimas
asociados); y el de las leyendas llamadas urbanas o contemporáneas. Muchos de
ellos son también conocedores de adivinanzas, trabalenguas, o chistes. Sin
embargo, los romances, los cuentos, e incluso las canciones no específicamente
infantiles ni juveniles, apenas tienen lugar dentro de su repertorio
tradicional, como demuestra el hecho de que la mayoría de los –no muy abundantes–
romances, cuentos y canciones recogidos en estas páginas no hayan salido de las
memorias orales de los propios niños y jóvenes, sino –en su
mayoría– de sus familiares adultos, y de extracción por lo general rural,
a los que ellos mismos han encuestado[1].
Los textos que ofrecemos han sido transcritos tal y como fueron entregados, ya que sólo se han corregido errores ortográficos y de puntuación, mientras que presentamos entre corchetes aquellos fragmentos en los que se aprecia una omisión evidente.
EL ROBO DE PESCADO + MORDIENDO LA PATA (Tipo 1 + 5)[4]
El sardinero y la zorra[5]
Érase una vez unos sardineros que
iban de pueblo en pueblo vendiendo sardinas. Los caminos estaban llenos de
lobos y zorras. Y una noche, volviendo de vender, a lo lejos vieron un gran
bulto que no se movía. Cuando llegaron, vieron que era una zorra. Ellos creían
que estaba muerta. La cogieron y la echaron encima de las cajas de las
sardinas. Cuando ya llevaban bastante camino, la zorra, que no estaba muerta,
cogió y abrió una de las cajas y se comió las sardinas. Al día siguiente,
vieron un lobo y pensaron que estaba muerto. Dijo uno de los vendedores:
–Ayer una zorra y hoy un
lobo. Éste no se va a escapar.
Le quitaron la piel y al lobo lo
echaron encima de otra de las cajas de las sardinas. El lobo tenía bastante
dolor pero no estaba muerto. Él no tuvo suerte, no comió sardinas. Como pudo,
se bajó del carro. Entonces, en un árbol, la zorra lo esperaba y el lobo desde
lejos oyó una voz que decía:
–El de las botas y el
sombrero,
¿qué tal has quedao con los sardineros?
Entonces el lobo la vio, y, como
pudo, salió detrás de ella. La zorra, como sabía tanto, se metió en un agujero
y se quedó el rabo por fuera. Entonces el lobo la cogió el rabo con la boca y
la zorra, como era más lista, le decía:
–Tira, tira, que tiras de un
palo.
Y el lobo soltó el palo. La zorra
le volvió a engañar.
Colorín, colorado, este cuento se
ha acabado.
EL FORTACHÓN Y SUS COMPAÑEROS + ÁNIMA LIBERADA DEL
TORMENTO (Tipo 301B + 326A*)
–¿Cuánto gana usted aquí?
Y contesta el señor:
–Dos reales.
Juanito le dice al hombre:
–Si te vienes conmigo, te
doy una peseta.
Y el hombre lo aceptó. Se fueron
caminando y se encontraron a un hortelano[6]
sembrando patatas y le preguntó:
–¿Cuánto gana usted aquí?
Y él le dijo:
–Una peseta.
Y Juanito le dijo:
–Si te vienes conmigo, te
doy dos.
Y lo aceptó.
Los tres siguieron el camino.
Pronto les cayó la noche y muy lejos vieron una luz. Y se acercaron y vieron
que era un castillo grandísimo. Llamaron y nadie los contestó. Y la sorpresa
mayor fue cuando abrieron; allí había de todo para comer: lomos, jamones,
tocino, etc. Entonces decidieron comer y descansar.
Al otro día, al levantarse,
dijeron de irse a por leña y pusieron un puchero con cocido a cocer. Uno se
quedó preparándolo. Cuando el cocido ya estaba hecho, oyó una voz que decía:
–¡Que me caiigo! ¡Que me
caiigo!
Salió corriendo de miedo y esperó
que volviesen de por la leña y cuando entraron vieron que se habían comido el
cocido. Al otro día, pusieron la comida en el puchero y otra vez esa misma voz
dijo:
–¡Que me caiigo! ¡Que me
caiigo!
Y entonces le contestó Juanito,
que tenía una porra en las manos:
–Cáete, cáete.
En aquel momento cayó un gigante
enorme. Entonces con su porra le golpeó y rodando cayó en un pozo cercano a la
casa.
Entonces decidieron bajar uno por
uno para ver lo que había en el pozo. Entonces el primero en bajar fue Antonio,
y a la mitad de camino había una plaga de mosquitos. Tocando una campanilla que
llevaba le subieron y le preguntaron:
–¿Qué has visto?
Y él contestó:
–Una plaga de mosquitos que
no se puede pasar.
Entonces bajó Pedro con otra
campanilla y pasó la nube de mosquitos, pero se encontró con un nido de abejas
que le obligaron a salir. Y dijo Juanito:
–Yo bajaré.
Bajó Juanito y llegó al fondo del
pozo, y entonces vio tres puertas y no sabía dónde llamar. Había una abierta y
al entrar vio una princesa que lloraba a mares y le preguntó:
–¿Qué haces en el pozo?
Y ella le respondió:
–Nos tiene encantadas el
gigante a mí y a mis dos hermanas.
Juanito le dijo:
–¿Dónde están tus hermanas?
Ella le respondió:
–En esa puerta, pero no
podemos pasar porque él nos mataría.
Y Juanito la dijo:
–Llama a la puerta y yo con
mi porra le mataré.
Y ella así lo hizo.
Al salir el gigante, Juanito le
dio con la porra en la frente, y sus hermanas, contentas de alegría, le daban
las gracias a Juanito por haberlas salvado la vida. Entonces las iba sacando
con la cuerda. Cuando iba a subir Juanito se partió la cuerda y él se quedó
dentro del pozo. Pero se acordó que tenía la oreja del gigante en el bolsillo y
la pegó un muerdo y subió arriba. Cada uno se casó con una de las princesas, y
vivieron felices y comieron perdices.
EL ZURRÓN CANTARÍN (Tipo 311B*)
Érase
una vez unos padres que tenían cuatro hijos y todos ellos amasaban pan. Iban a
por agua a una fuente para poder amasar. Entonces la más mayor llevaba un anillito
de oro y, para que no se le cayera al pozo, se lo quitó y lo puso en el brocal.
Y se marchó para casa y a la mitad del camino dijo:
–Me
he dejado mi anillito en el brocal, voy a volver a por él.
Cuando
llegó a la fuente había un mercade[r] con un zurrón muy grande y le dijo:
–¿No
habrá visto mi anillito?
El
mercade[r] la dijo:
–Sí. En el zurrón está
metidito.
La niña fue a buscarle y la
encerró dentro. Sus padres la buscaron y nunca la encontraron. Pero un día
llegó un mercade[r] de casa en casa que cantaba su zurruquito.
Él le decía:
–Canta, zurruquito, canta,
que si no te doy con la palanca.
Y ella cantaba:
–Por un anillito de oro
que en la fuente me quedé,
adiós padre, adiós madre,
cuándo te volveré a ver.
Pero un día se le hizo tarde para
ir a misa y le dijo a una señora:
–Señora, ¿me puede usted
guardar mi zurruquito?
La señora le contestó:
–Póngale detrás de la
puerta.
La señora estaba amasando y le
decían sus hijos:
–Mamá, hágame una rosca.
Y otro decía:
–Y a mí otra.
–Y yo, que estoy en el
zurrón,
hágame usted un roscón.
Entonces sus hermanos dijeron:
–Mamá, sale una voz del
zurrón. Vuelve a decir lo del roscón.
Dice la madre:
–Hija mía, eso no puede ser
verdad. Repetirlo.
–Mamá, hágame una rosca.
Dice otro:
–Y a mí otra.
–Y yo, que estoy en el
zurrón,
hágame usted un roscón.
Entonces el padre abrió el zurrón
en canal y se encontró a su bella hija. La escondió y le llenaron de agua y le
pusieron detrás de la puerta. Llegó el vendedor y le dijo:
–Señora, que cojo el zurrón.
Y fue a la casa de al lado:
–Señora, me da usted una
limosnita y le canta mi zurruquito.
Y el decía:
–Canta zurruquito, canta,
que te doy con la palanca.
Y se lo repitió varias veces, pero
[el] zurruquito no cantaba. Lo cogió al hombro todo enfadado y se fue a un
campo y al abrirlo estaba lleno de agua. Lo habían engañado.
PULGARCITO (Tipo 700)
Érase
una vez en un pueblito pequeño vivía un matrimonio pobre que sólo tuvieron un
hijo. Su hijo era muy pequeño, se llamaba Juanito. Su padre no se le quería
llevar al campo a trabajar porque tenía miedo a que se lo comieran los
animales. Pero un día le dijo Juanito a su madre:
–Hoy
le llevo la comida yo a papá.
Su
madre no quería por[que] tenía miedo. Pero tanto insistía que lo montó en la oreja
del burro para que le llevara a su padre la comida.
El
camino era larguísimo, entonces le iba dando voces a su padre:
–
¡Padre, padre, soy Juanito! ¡Voy metido en la oreja del borrico!
Su padre, al oírle, dejó de arar y se [fue] en busca de él. Le sacó de la oreja del burro y se pusieron a merendar. En aquel momento vino una nube de agua, y, para no mojarse, Juanito se metió en una de las hojas de una col. Entonces el buey que tenía su padre para arar pegó un bocado a la col y se comió a Juanito. Y Juanito daba voces y su padre no lo oía. Le buscaron por todos los sitios y él llora[ndo] decía:
–Padre,
mata al buey pinto,
que yo te daré pa cuatro o pa
cinco.
Entonces
el padre llamó a todos los vecinos para que le ayudasen a buscar en las tripas
del buey a su hijo. Pero, como era tan chico, el agua se lo llevó y no lo
encontraron. Como pudo salirse del agua, se fue andando de noche por un camino.
Y a lo lejos vio una luz y eran unos ladrones montándose en las alforjas que
estaban llenas de dinero y se dirigió a su casa.
Cuando
llegó a la puerta llamaba pero nadie lo escuchaba y le decía a su padre:
–Soy
Juanito que te traigo para que compres los bueyes.
Y
sus padres se pusieron muy contentos.
Un
alumno de 3º D, Ricardo Mencía, aportó un par de romances tradicionales que
sabía su abuelo materno, nacido en Toledo[7].
El primero es La loba parda,
un romance rústico muy difundido en la Península Ibérica. Según Ramón Menéndez
Pidal, La loba parda es un
típico romance de pastores, originario de Extremadura, que se fue propagando
con los pastores trashumantes a través de las diferentes cañadas que atraviesan
las dos Castillas[8]. Lo más
importante de nuestra versión es su pleno carácter tradicional, ya que no
presenta huellas de la versión facticia publicada en 1928 por el propio
Menéndez Pidal en Flor nueva de romances viejos. El extraordinario éxito alcanzado por este libro se
manifestó muy pronto en forma de un claro y permanente influjo en la tradición
oral. Este fenómeno se refleja en contaminaciones más o menos puntuales, aunque
a veces supone la plena sustitución de las formas antiguas por el romance
libresco, un hecho patente en muchas de las versiones de La loba parda documentadas a lo largo de estas
décadas.
La loba parda (á-a)[9]
IGRH: 0234
Versión de Espinoso del Rey (p. j. Talavera de la Reina, antiguo El Puente del Arzobispo, Toledo), de Ismael Muñoz (71 años).
Recogida por su nieto Ricardo Mencía. Entregada en forma manuscrita el 15 de febrero de 2002. (Música no registrada)[10].
40 hemistiquios.
Estando un
pastorcillo sentadito en su
cabaña,
vio de venir
siete lobos y en medio la
loba parda;
y venían
echando a suerte[s] para a
ver a cuál le tocaba,
la ha venido a
tocar a la pobre loba parda.
–Loba
parda no te arrimes o
tendrás mala llegada.–
Dio
dos vuelta[s] a la red y no
pudo sacar nada.
Ha dado otra
media vuelta y sacó la
cordera blanca,
la que tenía[n]
los amos para el día de la
Pascua.
–¡Arriba,
mis siete cachorros y perra
trujillana!
Si me cobráis
la cordera, tenéis doble
ensenada[11],
siete calderos
de leche y otros tantos de
cuajada.–
Han corrido
siete leguas entre cerros y
montañas.
Al bajar un
arroyuelo y subir una
costana,
han cogido a la loba parda.
–Toma tu cordera viva y sana como estaba.
–Yo no
quiero a mi cordera que
estará baboseada,
lo que quiero
es tu pellica para hacerme
una zamarra;
de las orejas
pendientes para que se los
ponga mi ama,
los colmillos
para cuchillos para que
corte el pan mi ama,
y
de los huesos cucharas,
y del rabo haré
aguja[s] para coserme las
bragas.
Por
último, presentamos una versión de un curioso romance vulgar llamado El
salario del jornalero. Es un
tema romancístico raro, desconocido en la tradición antigua, y del que
únicamente conocemos otras dos versiones publicadas, una de Cantabria[12]
y otra de Ciudad Real[13].
El salario del jornalero (é-a)[14]
IGRH: 3006
Versión de Espinoso del Rey (p. j. Talavera de la Reina, ant. El Puente del Arzobispo, Toledo), de Ismael Muñoz (71 años).
Recogida por su nieto Ricardo Mencía. Entregada en forma manuscrita el 28 de febrero de 2002. (Música no registrada).
42 hemistiquios.
No hay vida más
arrastrada que un galán
arando en tierra,
todo el día se
le va: –¡Tente, Parda!
¡Abajo, Negra!
Por la noche
viene Juan: –Cocido
tienes de cena.
–Echa
pocas sopas, Juan, que la
olla no está buena,
el tocino es
poco y rancio, la morcilla
de no veas,
los garbanzos
son obispos no se los ve entr[e][15]
la berza.–
Estando en
estas palabras, el amo llegó
a la puerta:
–Buenas
noches tenga, Juan.
–Buen amo, también las tenga.
La suerte se ha
acabado, sólo un cornejal me
queda.
–Me cago
yo en las dos mulas y en el
galán que las lleva.–
Ya se le ha
enfadado Juan: –Amo,
me haga usted la cuenta.–
L[e] ha sacado
un papelón que cubría toda
la mesa
y tenía más
renglones que tejas tiene
Valencia.
–¿Te
acuerdas, Juan, que perdiste
la manta de la mula negra?
Treinta duros
me costaron, cincuenta tengo
a tu cuenta.
¿Te acuerdas,
Juan, que perdiste las
alforjas y la cazuela?
Treinta reales
me costaron, cuarenta tengo
a tu cuenta.
Toma esos dos
reales, Juan, que sobran de
tu cuenta.
–Me cago
yo en los dos reales y en el
galán que los cuenta,
más valía ser
un ladrón de Sierra Morena
que servir a
ciertos amos que pagan de
esta manera.
Consideramos
que los textos que hemos presentado bastan por sí solos para justificar
nuestras palabras iniciales. Cualquier muestra rescatada del olvido constituye
un documento literario y etnográfico único, un testimonio valioso por sí mismo
y por los datos que pueda arrojar. Quizá no sea demasiado tarde, incluso en
géneros en franco declive, la tradición oral aún no está extinguida y no se han
interrumpido del todo sus líneas de transmisión a las nuevas generaciones. A
nosotros nos incumbe descubrir esas voces del pasado, registrarlas y
estudiarlas, así impediremos que enmudezcan para siempre.
* Parte de este trabajo –el apartado de los cuentos folclóricos de Madrigalejo– se publicó en Revista de Folklore 265 (2003) pp. 6-9 y Revista de Folklore 269 (2003) pp. 162-165 en un artículo titulado «Un sondeo en la tradición oral de un instituto de Parla. Cuatro cuentos folklóricos de Madrigalejo (Cáceres)». Corregimos erratas, reelaboramos el texto y añadimos la sección dedicada a los romances de Toledo.
[1] José Manuel Pedrosa, La ciudad oral. Literatura tradicional urbana del sur de Madrid. Teoría, métodos, textos, ed. y coord. S. Moratalla (Madrid: Consejería de Educación, Dirección General de Ordenación Académica, Centro de Apoyo al Profesorado de Leganés, 2002) p. 87.
[2] Libertad Perailes Rodríguez, de 1º D.
[3] Natalia Manzanedo Felipe, de 55 años.
[4] Los cuentos aparecen ordenados de acuerdo con el Catálogo tipológico del cuento folklórico español. Cuentos maravillosos y el Catálogo del cuento folklórico español. Cuentos de animales de Julio Camarena Laucirica y Maxime Chevalier, publicados en la editorial Gredos en 1995 y 1997, basados a su vez en el catálogo establecido por Aarne – Thompson; en minúscula se presenta el título con el que los entregó y los conocía la alumna citada.
[5] El sardinero y la zorra y El buey pinto fueron entregados el día 13 de febrero de 2002; los otros dos, Juanito el tonto y El zurruquito, el día 15 de febrero.
[6] Primero escribió hortolano, después lo sustituyó por hortelano.
[7] Ismael Muñoz, nació el 17 de junio de 1930 en Robledo del Mazo, posteriormente vivió en Espinoso del Rey, también en la provincia de Toledo.
[8] Véanse estos y otros detalles en Romancero rústico. Romancero Tradicional de las Lenguas Hispánicas, Tomo IX, ed. A. Sánchez Romeralo y A. Valenciano (Madrid: Gredos, 1978) pp. 15-206. Este primer capítulo se dedica a La loba parda.
[9] Para presentar los romances, seguimos –salvo alguna modificación o añadido– las normas establecidas por el Seminario Menéndez Pidal en sus publicaciones. Así, consignamos el título normalizado, la asonancia y el número del IGRH (Índice General del Romancero Hispánico, elaborado por el Seminario Menéndez Pidal). En la ficha aparecen, por este orden, el lugar de procedencia –incluyendo el partido judicial y la provincia–, el nombre del colector y del informante, la fecha de recogida, precisamos si se ha registrado o no la música y, por último, el número de hemistiquios.
[10] Ante nuestra pregunta, el informante explicó a su nieto que este romance se cantaba y se recitaba.
[11] Clara deformación de «tenéis la cena doblada» y variantes similares. Pueden comprobarse en Romancero rústico, pp. 29-197.
[12] En El romancero vulgar y nuevo, ed. F. Salazar (con la guía y concurso de D. Catalán) (Madrid: Fundación Ramón Menéndez Pidal y Seminario Menéndez Pidal, Universidad Complutense, 1999) pp. 51-52 y p. 565. Clasificado como romance de injusticia social, fue recogido en la localidad de Fontibre por Manuel Manrique de Lara el año 1918. También se indica que su difusión se limita a Santander, Ávila y Huesca y se reproducen tres íncipits de la tradición moderna.
[13] Jerónimo Anaya Flores, Romances tradicionales de Ciudad Real (Antología) (Ciudad Real: Diputación Provincial, 1999) p. 154. El romance, titulado Juanillo arando, es una versión bastante deturpada procedente de Alcolea de Calatrava.
[14] En la versión entregada aparecía con el título de La vida de un labrador.
[15] En el manuscrito de Ricardo Mencía, este hemistiquio aparecía como «no se los ve entra la berza» y el hemistiquio 23 como «La ha sacado un papelón...». Restauramos las formas correctas entre corchetes.