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Fuertes S‡nchez, Raquel. ÒLeyendas devotas e hist—ricas de Almonacid de Zorita (Guadalajara): del rescate de la Virgen de la Luz al asesino arrepentido del general PrimÓ. Culturas Populares. Revista Electr—nica 1 (enero-abril 2006). http://www.culturaspopulares.org/textos%20I-1/articulos/Fuertes.htm ISSN: 1886-5623
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Leyendas devotas e hist—ricas de Almonacid de Zorita
(Guadalajara):
del rescate de la Virgen de la Luz
al asesino arrepentido del general Prim
Almonacid de Zorita es un
pueblo de la Alcarria baja, en la provincia de Guadalajara, que ha contado, a
lo largo de su historia, con diferentes y variadas instituciones religiosas,
que sin duda han marcado su cultura. Durante la Edad Media, la Orden de Calatrava
adquiri— la villa. Sus funciones fueron la de proteger las tierras, y la de
mostrarse siempre fieles al rey y a la fe cristiana. La religiosidad del pueblo
se hizo evidente no s—lo en la gran cantidad de edificios religiosos, que aœn
hoy en su mayor’a se mantienen en pie (parroquia de Santo Domingo de Silos,
Iglesia y Convento de la Concepci—n, iglesia del antiguo Convento de Jesuitas),
sino tambiŽn en la vida social y cultural del pueblo, que se manifiesta en los
registros hist—ricos y literarios, y en las leyendas tradicionales.
Antonio
Herrera Casado cuenta en su Historia de Almonacid c—mo en mayo de 1574 los almorcile–os hablaban de
la necesidad de comprar
el libro de los conjuros contra las orugas y las
sabandijas (...) en beneficio de todos y de que se avisara al cura p‡rroco para
que con el referido libro hiciera sobre los campos afectados de plaga de oruga
el conjuro correspondiente.
Muchos
otros rumores sobre sucesos extra–os y leyendas de tipo diverso hablan de la
religiosidad y cultura de este pueblo. En el muy nutrido e importante libro de Relaci—n
de Casos Notables ocurridos en la Alcarria y otros lugares en el siglo XVI,
escrita por el cronista de Almonacid de Zorita Matias Escudero de Cobe–a, de Francisco Fern‡ndez Izquierdo,
podemos leer lo siguiente:
En esta villa de Almonascid, la mayor parte de la
gente desta villa ten’an por su devoci—n de holgar, y holgaban a la fiesta de
se–or san Blas, en cualquier d’a que la iglesia celebraba su fiesta, y ca’a. Y
munchos la guardaban con tanta devoci—n, como si fuera precepto de la santa
madre Iglesia.
Y sucedi— que el a–o de mil e quinientos y sesenta y seis, cay— la fiesta deste
glorioso santo en domingo. Y con ser domingo, y con ser fiesta deste glorioso
santo, en quien tanta devoci—n ten’an tantas gentes desta villa, acudieron los
vecinos y devoctos a la iglesia desta villa, a oir misa mayor, y honrar y
solemnizar su fiesta. Y as’ estaba la iglesia llena de gente, que no cab’a. Y
como la misa mayor fue acabada, toda la gente plebeya de la villa, comenz— a
salir de la iglesia. Y sal’a tan apretada, y con alguna diligencia de todos al
salir. Y en esta coyuntura, sucedi— que se quebrant— el quicio de la puerta de
la dicha iglesia, el de la mano derecha, como la gente sal’a. Y con ser la
puerta de la dicha iglesia muy grande, a maravilla, y venir a caer sobre la
gente tan apretada y tanta, que no pod’an en aquella coyuntura huir, ni atr‡s
ni adelante, por verse todos venir al suelo la puerta, a dose tuvo entendido
cuando dio en el suelo, que hab’a muerto a muncha gente. Y fue la voluntad de
Nuestro Se–or, y por tener entendido que este glorioso santo fue intercesor
para con Nuestro Se–or, para que con la puerta cayese de canto en el suelo, y
no hiciese da–o a ninguno, a persona alguna, ni la puerta as’mismo lo
recibiese.
Lo cual, visto por todos, lo tuvieron por milagro...
La memoria
oral y tradicional ha recogido muchos otros sucesos curiosos, pintorescos,
extra–os, memorables. Epifanio Herranz, antiguo cura del pueblo, en Rutas Marianas de Guadalajara (Fiestas,
romer’as, leyendas y tradiciones) narra la famosa
leyenda que justifica la advocaci—n de la Virgen de la Luz como patrona de la
villa:
En Barcelona vive refugiado Diego Garc’a Cantarero, natural del pueblo.
All’ se embarca en las galeras que salen en busca de unos buques turcos
arribados a las costas de Espa–a. Pele— de forma valiente y volvi— victorioso
al puerto.
Con la riqueza conquistada se dedica a jugar y en poco tiempo perdi— todo
lo que ten’a. No le quedaba m‡s que dos reales de a ocho.
Un esclavo turco se acerc— al grupo de los cristianos para ofrecerles en
venta una imagen de la Virgen, sin duda robada a los cristianos. Diego pens—:
QuŽ bien estar’a esta virgencita en el arco de la puerta de Bolarque, en mi
pueblo. Si tuviera dinero la comprar’a.
Ninguno del
grupo le hizo aprecio y el turco se march—. Diego reanuda el juego con sus dos
reales, con tan buena suerte, que en media hora recuper— todo lo perdido y aœn
gan— cuanto ten’an sus compa–eros de juego.
Sali— en busca del turco due–o de la imagen. Le encontr— y salieron fuera
de la ciudad, pues la ten’a escondida en un muladar. Garc’a se indign— por tal
desacato. Removieron el muladar y nada encontraban. Ya estaba dispuesto el
almorcile–o a matar al turco por haberle enga–ado, cuando la vieron en lo alto
del mont—n y parec’an salir rayos de luz de la imagen.
Pag— por ella 30 reales. Diego la envi— a un hermano en (sic, a) Almonacid,
con el encargo de colocarla -previo permiso- en el arco de la puerta que mira a
Bolarque.
Mucho creci—
la devoci—n entre los vecinos y hasta -dice la leyenda- que un pajarillo acud’a
a quitar las telara–as a la imagen.
Se construy— una ermita junto a dicho arco en 1610. Era gobernador, por la
Orden de Calatrava el licenciado Luis Abarca.
Existen
otras versiones diferentes de esta misma leyenda, entre ellas una que se conoce
como himno religioso en forma de canci—n narrativa que he podido recoger as’ de
la memoria tradicional de una mujer del pueblo:
Nos adopt‡is
por hijos
al pie de la
Santa Cruz;
sed siempre
nuestro consuelo,
Virgen Santa
de la Luz.
Como la
estrella del mar
caminaste por
los mares
y despuŽs de
mil hazares
un moro te
cautiv—.
No conociendo
tu precio
ni tesoro tan
precioso,
en Barcino
codicioso
a un
cristiano te ofreci—.
El cristiano
muy gozoso
procur—
hacerte suya
mas como su
haber concluya
desconsolado
qued—.
Pero dejando
a la suerte
su esperanza
fallida
muy en breve
desmentida
su
desconfianza vi—.
Alegre Diego
Garc’a
con imagen
tan preciosa
ya no piensa
en otra cosa
que enviarla
a su lugar.
Y encarga
mucho a su hermano
la coloque
donde todos
puedan de
diversos modos
sus
clemencias implorar.
A Almonacid
cuando llega
imagen tan
peregrina
de su muro en
hornacina
la pudieron
colocar.
En la puerta
de Bolarqu
vener—la el
pueblo alegre,
y en tan
desali–ado albergue
todos se iban
a orar.
A un p‡jaro
prodigioso
de todos
desconocido
se le ve muy
embebid
limpiando su
santa faz.
Con sus alas
y su pico
la quita las
telara–as
y con
inocentes ma–as
hace, brille
la beldad.
Mas la piedad
presurosa,
viendo tanta
maravilla,
muy luego
labra capilla
contigua al
mismo lugar.
Mucho tiempo
estuvo en ella,
tan gran
Reina venerada,
hasta que fue
transladada
a m‡s
suntuoso altar.
La iglesia de
Jesuitas,
que qued— muy
abandonada,
muy pronto
fue ocupada
por la Madre
de bondad.
En este
templo vistoso
est‡ hoy la
Reina bella,
siendo
refulgente estrella
y manantial
de piedad.
Con esa luz
que del cielo
te vino,
pueblo dichoso,
camina, y muy
fervoroso
huye de tu
perdici—n.
Si as’ lo
haces, no dudes,
Mar’a ser‡ tu
amparo,
y llena de
amor y agrado,
te echar‡ su
bendici—n.
(Informante: Pilar S‡nchez Esteban)
Adem‡s, pueden recogerse otros etnotextos, en Almonacid, relacionados con el
mismo culto mariano:
Se construy— una ermita donde se cuenta que ocurri— la leyenda del
pajarito. Cuentan que, en la puerta de Bolarque, iba un pajarito a limpiar las
telara–as de la Virgen, y que todos los a–os iba. Por eso se construy— all’ la
ermita. M‡s tarde la ermita se convirti— en f‡brica de aceite, y hoy ya no se
usa para nada. La ermita se translad— al antiguo Convento de Jesuitas, que es
hoy la ermita de la Virgen de la Luz.
Antes, el pueblo estaba rodeado de una muralla, y
ten’a cuatro arcos, que eran las antiguas puertas. Cada arco ten’a una virgen
diferente: la virgen de la Luz, de la Gu’a... Y cada virgen ten’a su mayordomo,
que era quien se ocupaba de mantener encendido el cirio de cada virgen. El
Gonzalito era uno de los mayordomos... Pero ya s—lo quedan dos puertas: la de
Zorita y la de Santa Mar’a de la Cabeza. Antes hab’a otras dos: las cuatro
antiguas puertas se–alaban los cuatro puntos cardinales. Y daba cada una de
ellas a un camino diferente: a Zorita, a Albalate... (Informante: Francisco
PŽrez).
En
Almonacid de Zorita pueden recogerse todav’a etnotextos muy interesantes y de
signo muy diverso. Espercial interŽs me parece que tienen los que se refieren a
un vecino del pueblo, llamado Manuel Ballesteros, que, segœn la tradici—n, fue
quien asesin— al General Prim. En prueba de su arrepentimiento, dada su
condici—n de fervoroso cristiano, fund— una capellan’a en el pueblo con el
dinero que hab’a cobrado por cometer el asesinato. Y contrat—, adem‡s, a un
capell‡n para que ofreciera misas para limpiar su alma. Aunque esta capellan’a
acab— destruida, muchas personas del pueblo llegaron a conocerla y a visitarla:
Dicen que Manuel Ballesteros fue quien
mat— al General Prim, pero que despuŽs se arrepinti— y con el dinero que le
pagaron por matar al otro construy— la capellan’a. Pero realmente esto es algo
que se dice en el pueblo, pero nadie sabe la verdad (Informante: Emeterio
Cebolla).
La capellan’a
fue construida por Manuel Ballesteros, porque fue quien mat— al General Prim.
Mi madre sirvi— a Don Manuel, y se fue con Žl porque ten’a que esconderse.
Adem‡s, Žste ten’a una amante, estuvo aqu’ en el pueblo con al amante. Mi madre
se enteraba de todo. Como estaba all’ limpiando y eso (Informante: Mar’a
L—pez).
En trabajos futuros tendremos la ocasi—n de ampliar nuestras ediciones y
an‡lisis de la literatura de tradici—n oral de Almonacid de Zorita. En Žste ha
quedado ya suficientemente puesto de relieve lo que m‡s nos interesaba ahora:
descubrir que en la memoria patrimonial del pueblo, tanto como en su
documentaci—n hist—rica, queda un tesoro hist—rico-literario por descubrir. Y,
aunque en esta ocasi—n nos hayamos centrado s—lo en un corpus muy limitado de leyendas,
a mitad de camino entre las devociones religiosas y las supuestas cr—nicas de
tiempos pasados, el horizonte que se nos abre no puede ser m‡s prometedor.