N’Dri, Amon Paul. “El mito de la Reina Abla Pokou entre los Akan de Costa de Marfil”. Culturas Populares. Revista Electrónica 1 (enero-abril 2006).

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ISSN: 1886-5623

 

 

 

 

 

El mito de la Reina Abla Pokou

entre los Akan de Costa de Marfil:

símbolos y paralelos

 

                                                                                                                        Amon Paul N'Dri

 

            La Lutte avec l'Ange[1] es una célebre pintura de Eugène Delacroix que custodia, con orgullo, la iglesia Saint-Sulpice en París. Este cuadro enigmático evoca el camino del exilio de Jacob tras usurpar el derecho de primogenitura que le correspondía a Esaú, su hermano mayor, y tras luchar encarnizadamente, después de pasar el vado del río Jaboq (afluente del Jordán), con el Ángel[2]. Así cuenta el Génesis 32, 23-33, el episodio:

 

                        Más tarde durante aquella noche se levantó y tomó a sus dos esposas y a sus dos siervas y a sus once hijos jóvenes y cruzó el vado de Jaboq. De modo que los tomó y los hizo pasar al otro lado del valle torrencial, e hizo pasar al otro lado lo que tenía.

                        Por fin Jacob quedó solo. Entonces un hombre se puso a forcejear con él hasta ascender el alba. Cuando llegó a ver que no había prevalecido contra él, entonces tocó el hueco de la coyuntura de su músculo; y el hueco de la coyuntura del muslo de Jacob se salió de su lugar mientras forcejeaba con él. Después de eso él dijo: "Suéltame, porque ha ascendido el alba". A lo cual dijo él: "No te voy a soltar hasta que me bendigas". De modo que le dijo: "Cual es tu nombre?", a lo cual dijo: "Jacob". Entonces él dijo: "Ya no serás llamado por nombre Jacob, sino Israel, porque has contendido con Dios y con hombres de modo que por fin prevaleciste".

 

            Este episodio bíblico puede servirnos de perfecta introducción al estudio comparado de un mito de instalación conocido y transmitido hasta hoy entre los miembros del pueblo Akan de Costa de Marfil, asentados en la vertiente centro-oriental de Costa de Marfil (África). Los detalles que acompañan cada versión son sumamente variables, como corresponde a cualquier forma de discurso que se transmita por vía esencialmente oral. La siguiente versión es la que yo mismo he podido extraer de mi memoria, tras pasar, sin duda, por muchas centurias y generaciones:

                        En tiempos remotos, vivía en la tierra que hoy forma parte de Ghana (país que tiene frontera con Costa de Marfil) un pueblo que mantenía buenas relaciones con sus vecinos.

                        Pero en cierta ocasión surgió una discordia con el clan más próximo que obligó al pueblo llamado Akan a huir precipitadamente bajo el mando de la Reina Abla Pokou.

                        Al frente de todo el grupo, acosado por los perseguidores que pretendían acorralarlo, la Reina Abla Pokou logró conducir a sus agotados súbditos a las márgenes del río Comoé, que se encontraba entonces muy revuelto. Las olas infundieron miedo a los huidos, y el terror se acrecentaba a medida que se iba aproximando el enemigo.

                        La reina consultó entonces un oráculo que recomendó que su sobrino fuese sacrificado arrojándolo al agua, con el fin de aplacar a los dioses del río. Satisfechos con el sacrificio ritual, las divinidades de las aguas sosegaron la corriente, y además, hicieron que una fila muy larga de hipopótamos alineasen sus lomos para que la Reina y todo su pueblo pasasen por encima de ellos.

                        Cuando el enemigo llegó, no pudo hacer nada para capturar a los huidos, los cuales iniciaron una nueva vida en los territorios donde han estado tradicionalmente asentados, en la actual Costa de Marfil.

                        Ello no sirvió para consolar a la pobre madre (que además era hermana de la Reina) del muchacho sacrificado, quien no dejó de gritar un lamento que se ha hecho tradicional entre todos los de mi pueblo: "Mi wa wouli", que significa: "Mi bebé ha muerto". Esta expresión a su vez originó, por deformación lingüística, el apelativo  baoulé, en referencia a los habitantes del centro de Costa de Marfil.

           

            El mito bíblico y el de los Akan de Costa Marfil se acercan a lo sagrado, a lo mítico, de un modo que puede ser muy interesante contrastar. Sobre todo porque ambos relatos afirman, validan, justifican la emigración originaria de los pueblos judío y Akan, y la proyectan como mito de orígenes hacia las generaciones que se suceden, con lo que se convierten en elementos básicos de su identidad cultural.

            Hay que decir que este mito de orígenes de los nativos Akan de Costa de Marfil está constituido por una serie de motivos narrativos sumamente interesantes. El más fácilmente reconocible es el del milagroso tránsito, facilitado por la divinidad, de un río por un pueblo perseguido por enemigos que lo quieren aniquilar. Los paralelismos con el célebre pasaje del Éxodo XIV, 21-30, protagonizado por Moisés y por su pueblo son evidentes:

 

                        Moisés extendió después su mano sobre el mar y Yavé, por medio de un recio viento solano, empujó al mar, dejándolo seco y dividiendo las aguas. Los hijos de Israel penetraron en medio del mar en seco, mientras las aguas formaban como una muralla a ambos lados. Los egipcios se lanzaron tras ellos; toda la caballería del Faraón, sus carros y caballeros entraron tras ellos en medio del mar. A la vigilia matutina miró Yavé desde la columna de fuego y de nube a las huestes egipcias y las desbarató. Frenó las ruedas de los carros, haciéndolos avanzar pesadamente. Entonces los egipcios se dijeron: "Huyamos ante Israel, porque Yavé combate por ellos contra los egipcios". Y Yavé dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar para que las aguas se vuelquen sobre los egipcios, sobre sus carros y caballeros". Moisés extendió su mano sobre el mar, y al amanecer volvió el mar a su estado normal, mientras los egipcios en su huida topaban con él.

                        Así precipitó Yavé a los egipcios en medio del mar. Las aguas, al juntarse, cubrieron carros y caballeros y a todo el ejército del Faraón que había entrado en seguimiento de los hijos de Israel. No escapó ni uno solo. Pero los hijos de Israel pasaron a pie enjuto por medio del mar, formando para ellos las aguas como una muralla a ambos lados. Así salvó Yavé aquel día a Israel de mano de los egipcios, e Israel vio a los egipcios muertos en la orilla del mar.

 

            No es éste el único pasaje bíblico relacionado con el mito etilógico de los Akan de Costa de Marfil. Otro pasaje parecido se halla descrito en el libro de Josué III, 11-17:

 

                        He aquí que el arca de Yavé, Señor de toda la tierra, va a atravesar delante de vosotros el Jordán. Y ahora escoged doce hombres de entre las tribus de Israel, uno por cada tribu. Tan pronto como las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Yavé, Señor de toda la tierra, toquen las aguas del Jordán, las aguas del Jordán, las que bajan de arriba, se partirán y se mantendrán firmes como un muro.

                        Efectivamente, cuando el pueblo levantó el campamento para atravesar el Jordán, los sacerdotes llevaban el arca de la alianza delante del pueblo. Y en cuanto los que llevaban el arca llegaron al Jordán y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca tocaron el borde de las aguas -el Jordán se desborda por todas sus orillas durante todo el tiempo de la siega-, las aguas que venían de arriba se pararon y se amontonaron a mucha distancia -desde Adam hasta la ciudad que está próxima a Sartán-, y las que bajaban al mar de Arabá, el mar de la Sal, quedaron enteramente separadas de las otras, mientras el pueblo pasó frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza de Yavé estuvieron en seco, a pie firme en medio del Jordán, mientras todo Israel atravesaba en seco, hasta que todo el pueblo terminó de pasar el Jordán.

 

            Josué mandó a los sacerdotes: "Salid del Jordán". Y sucedió que, cuando los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza de Yavé salieron del medio del Jordán y las plantas de sus pies tocaron la tierra seca, las aguas del Jordán volvieron a su lecho y tornaron a desbordarse, como antes, por todas las orillas (Josué IV, 18).

            Hay que señalar que no sólo en la tradición bíblica encontramos paralelos del relato de los Akan. En otras tradiciones africanas es relativamente frecuente la historia del pueblo perseguido que logra atravesar un río gracias a favores divinos parecidos. Comprobémoslo, por ejemplo, a partir del siguiente relato etiológico de la tribu meboman de la etnia Fang de Guinea Ecuatorial.

 

                        Existe hoy en día, como en los tiempos más remotos, entre los clanes y tribus que habitan en la República de Guinea Ecuatorial, el llamado tótem, que resulta ser un elemento tribal unificador de la etnia, que tiene unas prohibiciones casi sagradas para el grupo humano y acaban siendo los tabúes estrictos que se conservan y son transmitidos de generación en generación. El tótem puede ser un animal, una planta o un objeto cualquiera, con un significado propio para el clan del cual deriva la supervivencia del grupo que la profesa.

                        El tótem y su correspondiente tabú son elementos prohibidos y sagrados para todo el pueblo. Por medio de la tradición oral se ha transmitido todo este acervo cultural a las generaciones, por lo cual subsiste ese respeto y se conservan aquellos elementos ancestrales hasta nuestros días, a pesar de la aculturación colonial y de los avatares del mundo desarrollado.

                        Para lo que concierne propiamente, y de una forma particular, al grupo étnico de la tribu meboman, ellos se encuentran ubicados en la provincia de Kie-Ntem, de la región continental (de Guinea Ecuatorial). Es un clan muy pequeño comparativamente con los habitados actualmente en el país, aunque tienen considerables poblados en los países vecinos: Camerún y Gabón, respectivamente.

                        Las recientes investigaciones de la historia de África señalan que el pueblo bantú, y de una forma especial los Fang, son oriundos del sur de Sudán, empujados desde Egipto por la conquista mahometana, donde su asentamiento fue perenne. Tal como se ha señalado, inician desde aquellos parajes una ardua emigración hacia el centro del continente africano, tierras desconocidas, sólo con el único afán de sobrevivir; mientras sus tierras eran asoladas por el islam, cumpliéndose el dicho del profeta: “Imponer la fe por medio de las armas.

                        Cuenta la leyenda que el patriarca Africara, que era el cacique del pueblo Fang, al constatar tanta amenaza de guerras, inicia una odisea con un periplo que le conduce con los suyos hasta donde nacen los grandes ríos caudalosos: Ntem, Wele, Nvong y Kíe. Actualmente, dichos ríos surten sus aguas hacia las Repúblicas africanas de Congo Brazzaville, Camerún, Centroáfrica, Gabón y Guinea Ecuatorial. En medio de aquel inmenso valle se levantaba una ceiba gigantesca, y no había otra forma de acceder hasta la otra parte de la tierra firme, porque este gran árbol se lo impedía.

                        Cuenta la leyenda que, debido a la gran distancia que les separaba del valle, se tuvo que enviar un pájaro mensajero para explorar el lugar. El ave voló a la intemperie hasta posar únicamente en el tronco de la gran ceiba, donde empezó a picar abriendo un agujero. Con esta señal, los hijos de Africara, trabajando como un solo hombre, cavaron una enorme abertura donde pasarían con toda su prole, hasta cruzar el angosto valle; tras él buscarían tierras fértiles para su asentamiento donde el patriarca tendría que repartir las tierras a cada cabeza de familia.

                        Después de este ceremonial de reparto de tierras, cada cacique con todos los suyos se dirige donde mejor le convenga, fijando allí su morada. Parece ser que la parcela de tierra que le correspondió a la etnia grupal de los meboman no era fértil, sino bastante áspera; las desgracias diezmaron al pueblo, una mayoría de gente murió por la escasez de víveres. Por lo cual se reunieron en asamblea del pueblo; especialmente los viejos, como se sabe, son depositarios del saber popular acumulado por la experiencia de largos años en el seno familiar. Después de analizar esta situación que trajo la pandemia que asoló dicha población, se llegó a la conclusión de abandonar dicho pueblo y de buscar un nuevo asentamiento, pero una vez allí se celebraría un rito totémico para preservación de la estirpe.

                        La conclusión de los entendidos fue que se debía preparar una comilona mezclada con huevos de gorrión, cuya alimentación sería repartida a todos los habitantes y sobre todo a los hombres y mujeres en edad de procreación, a fin de que retorne la fertilidad reproductora a toda la tribu meboman. Así se hizo, y desde entonces, las bandadas de gorriones acampaban siempre en los árboles que rodeaban sus poblados, principalmente, en las palmeras y arbustos colindantes a los pueblos. Hasta la fecha, estas aves son siempre vecinos inseparables de este grupo étnico. De esta forma, constituyen el tótem y tabú de esta tribu, ya que resulta ser como el origen y la multiplicación de la especie por una parte, y la supervivencia por otra[3].

 

            Después de apreciar las similitudes entre el mito de orígenes del pueblo Akan y sus correspondencias bíblicas antiguas y africanas contemporáneas, puede ser interesante apreciar cómo en el relato de los Akan se inserta otro tópico tradicional merecedor, sin duda, de análisis. Se trata del motivo del sacrificio de alguna persona joven con el fin de lograr un favor divino para todo su pueblo, bien conocido en muchas otras tradiciones.

            Dos de los más célebres son, sin duda, el simulacro de sacrificio de Isaac a cargo de su atribulado padre Abraham, que se ha convertido en uno de los pasajes más famosos de toda la literatura bíblica; no menos célebre es el también frustrado sacrificio -porque una diosa la arrebató por los aires en el último momento- de la infeliz Ifigenia con el que se pretendía que las naves de su padre Agamenón pudiesen continuar su singladura de regreso al hogar tras asolar Troya. Pero hay muchos más mitos, leyendas y cuentos sacrificiales de este tipo en todo el mundo.

            Similitudes especialmente estrechas con el mito de los Akan tienen las leyendas europeas que hablan del sacrificio de un joven o de una joven para que un puente, por ejemplo, pueda ser levantado. Celebérrima es la canción inglesa de La torre de Londres se ha caído, que describe cómo la célebre construcción de Londres se cae ("London  Bridge is broken down, / broken down, broken down, / London Bridge is broken down, / my fair lady...[4]) porque el constructor no quiere sacrificar a su hija o a su hijo. Extendidas por toda Europa, desde España hasta los Balcanes, están también las leyendas de jóvenes sacrificados de la misma forma, ecos de viejísimas y al parecer reales supersticiones indoeuropeas de sacrificio de víctimas humanas o animales a los genios de torres y puentes para que éstos se mantuviesen en pie[5]. Aunque en España es conocida, por ejemplo, la leyenda del hijo de un jefe romano cuya alma fue pedida por el diablo a cambio de consentir la construcción de un acueducto[6], creemos preferible la reproducción de un texto de las islas Filipinas que puede ilustrarnos sobre el arraigo absolutamente pluricultural de este tipo de narración:

 

                        Hay un puente que se llama el puente de San Juanico, y que conecta las islas de Samar y Leyte, y antes de que hicieran el puente, la gente que iba a hacer el puente consultó a un brujo y el brujo dijo que había que ofrecer a una mujer virgen, porque había una serena que vivía en el agua entre las dos islas, y que estaba muy sola, por lo que pidió una doncella virgen para no traer la mala suerte a la familia que iba a hacer el puente, que era la familia Marcos. La gente que trabajó para ellos y construyó el puente cree que el brujo arrojó a la chica a las aguas[7].

           

            En África son también muy frecuentes las leyendas acerca de jóvenes sacrificadas para que las divinidades de las aguas den por concluidos los períodos de sequía y la comunidad pueda sobrevivir. Entre los Djerma-songay de Níger, por ejemplo, tiene mucho arraigo la leyenda de Tula, una joven sacrificada de este modo, cuya muerte sirve para que todo su pueblo siga vivo y próspero[8].

            Todos estos textos nos permiten insertar el mito de orígenes de los Akan de Costa de Marfil dentro de un marco comparativo sin el cual sería imposible apreciar debidamente la antigüedad, la profundidad y la riqueza de la cultura tradicional de este grupo étnico, ni sus relaciones culturales -diacrónicas y sincrónicas- con el resto de los pueblos. Además, y a tenor de lo visto, conviene decir que una de las características más propiamente definidoras de lo sagrado corresponde exactamente a la función psico-social de lucha por la identidad cultural de un grupo. La fractura entre el pasado y el presente, y la necesidad de recurrir a la re-contextualización del pasado y del mito tienden a dar sentido al presente ante la disyuntiva entre la memoria o el autismo. Frente a esta alternativa, la visión tradicionalista apuesta radicalmente por la memoria como una puerta a la recuperación de los fragmentos de la memoria perdida. Este proceso de recuperación de los fragmentos desperdigados de la memoria se manifiesta a través de un lenguaje que es universal y que genera un ritmo ancestral que recuerda, permanentemente,  la  utilidad social de los mitos.



    [1] Cf. Jean-Paul Kauffmann, La Lutte avec l'Ange (París: Ed. La Table Ronde, 2001). Y también Robert Couffignal, La Lutte avec l'Ange (Toulouse: Université de Toulouse-Le Mirail, 1977).

    [2] Cf. André-Marie Gerard, Diccionario de la Biblia, trad. Departamento de Hebreo y Arameo de la Universidad Complutense (Madrid: Anaya, 1995).

    [3] Relato escrito por el profesor Pedro Esono Nsé, de la tribu meboman, quien se lo facilitó al profesor José Manuel Pedrosa (que a su vez me lo ha entregado a mí) en junio de 2000.

    [4] En relación con esta canción sobre las creencias "sacrificiales" en las que se basa, y sobre sus paralelos paneuropeos, véase Iona y Peter Opie, The Oxford Dictionary of Nursery Rhymes (reed. Oxford: University Press, 1989), núm. 306.

    [5] Aparte de los atinados comentarios de los Opie al respecto, puede verse también, sobre las manifestaciones folclóricas modernas de esta superstición, Samuel G. Armistead y Joseph H. Silverman, "La balada del Puente de Arta: un tema panbalcánico", En torno al romancero sefardí: hispanismo y balcanismo de la tradición judeo-española (Madrid: Gredos-Seminario Menéndez Pidal, 1982), pp. 169-178.

    [6] Véase la Leyenda del Pozu Forniellos, en J. Ramón López Blanco, "Leyendas del centro de Asturias", Boletín del Instituto de Estudios Asturianos XXXVII (1983), pp. 285-310 y 531-542, y XXXVIII (1984), pp. 81-88, págs. 301-302.

    [7] Versión recogida por el profesor José Manuel Pedrosa a un informante de 25 años, entrevistado en Madrid el 30 de mayo de 1998.

    [8] Véase al respecto Safiatou Amadou, "La leyenda de Tula, o una sirena en la tradición oral del pueblo djerma-songay de Níger", en El libro de las sirenas, ed. J. M. Pedrosa (Roquetas de Mar: Excmo. Ayuntamiento, 2002).